¿Siguen vigentes las ideas de “El otro Modelo”?

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LATERCERA Sábado 1 de octubre de 2016
FRENTE A FRENTE
¿Siguen vigentes las ideas de “El otro Modelo”?
Fernando Atria, uno de los autores del libro “El otro Modelo” -que critica el neoliberalismo y propone una alternativa
basada en el reconocimiento de derechos sociales- manifestó su disposición a ser candidato presidencial.
Fernando Atria
Harald Beyer
Profesor de Derecho Universidad de Chile
Director del Centro de Estudios Públicos
La vigencia de las ideas
de “El otro Modelo”
La centroizquierda y
su proyecto político
L
L
OS COMENTARISTAS
políticos (esos que no
vieron venir el movimiento del 2011, que
teorizaban sobre una
generación que “no estaba ni ahí”, que creyeron que “la constitución de 2005” había solucionado el problema constitucional, etc.) dicen que El Otro
Modelo se ha mostrado equivocado.
Que “sobreinterpretó” el movimiento
de 2011, cuyo sentido no era menos
sino más mercado.
El Otro Modelo, dicen los críticos, rechazaba lo “construido” durante los
20 años anteriores y proponía demolerlo para construir de nuevo desde
cero. Ese nuevo comienzo sería estatista, “demonizaría” el lucro y buscaría ahogar la actividad privada, etc.
Pero basta leer El Otro Modelo para
saber que ahí no hay nada de eso. El libro expresamente se niega a optar
“entre quienes celebran esos 20 años y
quienes los critican”, porque “desde
ambas posiciones es posible converger
en el punto desde el cual este libro comienza”; aboga por una transformación real pero gradual; distingue lo
“estatal” y lo “público”, y anuncia, en
su propio subtítulo, la posibilidad de
que iniciativas privadas desempeñen
genuinamente funciones públicas.
El “otro modelo” pretende rescatar lo
público. En lo político, mediante una
nueva Constitución, libre de trampas.
En lo social, introduciendo la noción
de derechos sociales. En lo económico,
reconociéndole al Estado un rol relevante en la asignación de recursos.
Todo esto sigue vigente. Hoy es más
claro que la institucionalidad política
requiere un momento relegitimatorio
(de hecho, hoy puede decirse algo no
dicho en El Otro Modelo: que es difícil
que se logre un momento relegitimatorio sin asamblea constituyente).
La lógica de los derechos sociales se
expande como El Otro Modelo preveía: hoy es solidaridad en el sistema
de pensiones, y luego será en la salud.
Entender que los derechos sociales no
se pueden proveer como mercancías,
y construir un régimen que les sea
adecuado, es hoy más importante que
antes.
Por último, es cada vez más claro que
Chile desaprovechó la bonanza creada
por el “superciclo de los commodities”, repitiendo trágicamente lo ocu-
rrido hace un siglo con el salitre.
Aprender de eso implica discutir una
estrategia de desarrollo que permita
creíblemente superar nuestra extrema
dependencia de pocos productos primarios.
En breve, El Otro Modelo tiene más
vigencia que hace tres años.
Sin embargo, los críticos dicen que,
como el libro habría sido el fundamento del programa de la Presidenta
Bachelet, el bajo nivel de apoyo del gobierno debe en parte ser leído como un
rechazo a sus ideas.
Pero la baja aprobación del gobierno
no es un rechazo al contenido de las
reformas. Si lo fuera, quienes se han
opuesto a las reformas serían premiados por esa oposición. Más bien ocurre
lo contrario, porque lo que hay es rechazo a la república binominal y su
“elite”, no a las reformas. ¿Alguien
puede realmente creer que quienes
marchan pidiendo el fin de las AFP lo
hacen en defensa del proceso de modernización capitalista?
Hay mucho que criticar y aprender
de los problemas que ha enfrentado el
gobierno: de la importancia de formular cuidadosamente las reformas, de
las causas de tanta oposición interna,
La lógica de los derechos
sociales se expande como El
otro Modelo preveía. Entender
que los derechos sociales no se
pueden proveer como
mercancías, y construir un
régimen que les sea adecuado,
es más importante que antes.
del modo en que el propio gobierno
contribuyó a dificultar las reformas,
etc. Todo esto y mucho más es importante, pero no implica apoyo al modelo de los últimos 30 años. Eso sí que sería un fenomenal error de diagnóstico.
Por último, El Otro Modelo fue una
obra colectiva. Cinco personas, todos
con más o menos destacadas carreras
políticas o académicas, buscamos una
visión común mediante la discusión.
No estábamos inicialmente de acuerdo, pero podíamos discutir sin caricaturas ni distorsiones, y así construir
una posición común. Yo creo que políticamente hablando ese hecho tiene
en sí mismo relevancia.
A CONCERTACIÓN y el
proyecto político que esa
coalición había empujado
se habían desgastado. Sobre esa base la Nueva Mayoría construyó una nueva carta de navegación.
El movimiento estudiantil la inspiró y
una nueva élite intelectual de centroizquierda la plasmó. Casi tres años han
pasado de ese tremendo resultado electoral y poco o nada queda de ese sueño.
El proyecto político que intentó la Nueva Mayoría no prosperó. Seguramente
algunas de sus ideas siguen vigentes,
pero otras no. Entre éstas últimas, puede
estar el reemplazo o eliminación de la
lógica del mercado en diversos campos
de la vida social, justificada porque resaltaría solo los intereses individuales en
desmedro del interés general. Esta incompatibilidad es algo que, desde al menos Adam Smith en adelante, parece
exagerado. El mercado tiene mucho de
liberador y permite que se expresen distintos modos de vida. Entonces, no es fácil reemplazarlo enteramente por otra
lógica.
Por cierto, el padre de la economía estaba consciente de que conciliar estos intereses no siempre es posible. Si no hay
competencia en un mercado, por ejemplo, esa armonía se esfuma. Pero si hay
discrepancia, ella se puede abordar a través del desarrollo de buenas instituciones y políticas públicas, permitiendo que
surjan grises en lugar de blancos y negros. La lógica del reemplazo, en cambio,
puede ser amenazante y difícilmente va
a encontrar soporte político. Es posiblemente una dimensión que la centroizquierda debe revisar en la elaboración de
un nuevo proyecto político.
La apuesta por la mal llamada “desmercantilización”, en diversos ámbitos
de la vida en común, puede estar produciéndole más costos que beneficios a
la Nueva Mayoría, al promover arreglos
institucionales que para una parte relevante de la población se perciben como
empobrecedores antes que emancipadores.
Otra idea promovida en el proyecto
político del actual gobierno, relacionada
pero analíticamente distinta de la anterior, es la universalización de las políticas sociales.
La experiencia más clara de esta iniciativa es el esfuerzo por asegurar gratuidad universal en la educación superior.
Ha quedado meridianamente claro que
este objetivo es imposible de satisfacer
como sería cualquier otro intento de
universalizar otras políticas de apoyo
relevantes. Esta posibilidad, como ocurre en las pocas naciones que han promovido políticas como éstas, supone un
aporte tributario mucho mayor de todas
las personas, pero en nuestro país un 80
por ciento de las personas no paga impuestos personales y no se observa que
el mundo político esté promoviendo
una mayor “inclusión tributaria”. Por lo
demás, como queda claro de la evidencia comparada, esas políticas no necesariamente aseguran la materialización de
esos derechos. Y normativamente no
está claro que sean soluciones justas.
Parece inevitable que la Nueva Mayoría tenga que reformular su proyecto
político y que varios de los elementos
que estuvieron en la propuesta actual
deban ser reemplazados.
Para ello es indispensable una mejor
lectura del proceso de modernización
que ha experimentado Chile (algo que
también debe hacer la coalición de centroderecha).
Siempre es posible pensar que el fracaso del proyecto político actual obedece a que no fue suficientemente “izquierdista” y que no enfatizó más, por
Parece más plausible pensar
que la ruta se acerca más a la
que siguió la Concertación,
que por un buen tiempo
pareció comprender mejor al
ciudadano que estaba
emergiendo del proceso
modernizador de Chile.
ejemplo, la desmercantilización y la
universalización de políticas sociales.
Sin embargo, es más plausible pensar
que la ruta se acerca más a la que siguió
la Concertación que, por un buen tiempo, pareció comprender mejor al ciudadano que estaba emergiendo del proceso
modernizador experimentado por Chile.
En algún momento se produjo una
desconexión que significó su derrota
electoral.
Con todo, el actual proyecto de centroizquierda no ha logrado revertir esa
situación e incluso la ha aumentado y
una reafirmación o “radicalización” de
sus elementos centrales no va a producir la ansiada conexión.
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