TURISMO INMOBILIARIO DEPREDA PACIFICO COSTARRICENSE

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TURISMO INMOBILIARIO DEPREDA
PACÍFICO COSTARRICENSE
Por Daniel Zueras
SAN JOSÉ, abril 2010 (IPS) - La
explosión de proyectos
inmobiliarios en las costas del
Pacífico de Costa Rica amenaza
la biodiversidad del país y nubla
el futuro del turismo ecológico
que tanto promueve, alertó un
estudio de científicos nacionales
y estadounidenses.
El informe fue elaborado durante
dos años por el no
gubernamental "Center for
Responsible Travel" (Crest), de
la estadounidense Universidad
de Stanford, y desnuda los
problemas del modelo turístico
costarricense, en que destaca el
descontrolado auge de resorts y
residencias vacacionales.
"La prioridad es hacerse rico,
sin importar quién caiga en el
camino", aseguró a IPS Gady
Amit, presidente de la
organización ambientalista
Confraternidad Guanacasteca.
El crecimiento de la
infraestructura turística ha
dañado en forma irreversible a la
noroccidental provincia de
Guanacaste, en el Pacífico norte,
y contraviene las bases del
turismo verde con que Costa
Rica promueve el sector.
Y en su voracidad también
amenaza a la península de Osa,
en el Pacífico sur, uno de los 25
puntos del planeta con mayor
concentración de biodiversidad,
2,5 por ciento del total. "Es un
tesoro en biodiversidad inusual,
de los pocos que quedan en el
mundo", alertó la investigadora
de Crest Margarita Penón.
El estudio "El impacto del
desarrollo asociado al turismo en
la costa pacífica de Costa Rica"
fue presentado este mes en San
José por el director de Crest,
Williham Durham, y varios de los
investigadores involucrados. En
él, se recomienda "repensar" el
desarrollo turístico e inmobiliario
asociado, antes de que sea
tarde.
Pero el gubernamental Instituto
Costarricense de Turismo (ICT),
que dirige el sector, no
concuerda con sus
planteamientos.
María Amalia Revelo,
subgerente y directora de
mercadeo del ICT, aseguró a IPS
que el modelo de desarrollo
turístico interno se basa desde
hace 15 años "en pequeños
establecimientos de hospedaje,
que se ha complementado con
hoteles de mediano tamaño".
Se mantiene el promedio de 17
habitaciones por hotel, "lo que
indica que el modelo turístico del
país se ha sostenido en el
tiempo", aseguró.
Revelo admitió que existen
algunos grandes hoteles en las
costas pacíficas, pero dijo que
eso no es lo común y que
"grande no es sinónimo de
malo". A su juicio, el país ha
logrado la coexistencia de ambos
modelos hoteleros.
Pero los ambientalistas locales
y Crest coinciden que el mayor
problema está en el sector
inmobiliario, con urbanizaciones
de grandes dimensiones en la
propia línea costera, campos de
golf y centros comerciales.
"Al menos el sector hotelero
conlleva puestos de trabajo, el
residencial, cuando acaba la
construcción, no", dijo Amit.
Crest resalta que estos
excesos van a condenar al área
a sufrir deslizamientos de tierra,
contaminación y deterioro de
los manglares, arrecifes y
bosques característicos de sus
ecosistemas, así como la futura
carencia de agua potable.
De hecho, algunas poblaciones
locales comienzan a tener
problemas con el abastecimiento
de agua, ante el alto consumo de
los turistas y los campos de golf.
La comunidad de Sardinal, en
Guanacaste, comenzó una
abierta confrontación con el
gobierno central para defender
sus derechos sobre el agua.
En otras localidades, como
Tamarindo, el turismo residencial
desplazó a sus habitantes
locales. "No quedan pobladores,
ni casi empresarios", comentó
Amit.
La razón es que los precios del
suelo, de los bienes inmobiliarios
y de los servicios se dispararon,
y la mayoría de los
costarricenses carecen de
ingresos para pagarlos.
En Papagayo, uno de los
mayores polos turísticoinmobiliarios del país, los
terrenos se vendieron a unos 100
dólares por hectárea, y
actualmente "con ese dinero
apenas se puede comprar un
metro cuadrado", aseveró el
dirigente ambientalista.
Además, la sobrepoblación
asociada con el desordenado
desarrollo multiplicó la
contaminación costera.
"La gente se está bañando en
pura mierda", dijo Amit con
crudeza.
La playa de Tamarindo debió
ser cerrada varias veces por
altas concentraciones de materia
fecal. Los grandes complejos
hoteleros y residenciales carecen
de plantas de tratamiento de
aguas residuales, o apenas las
utilizan cuando las tienen, para
ahorrar los costos de
mantenimiento.
Mientras, en Osa "la amenaza
está latente y cada vez se nota
más cerca", comentó Merlyn
Oviedo, propietario de un
pequeño hotel en Puerto
Jiménez, una localidad del
concentrado muestrario de
ecosistemas del trópico húmedo.
Explicó que los empresarios
turísticos de la península sienten
que su oferta de hábitats
naturales es amenazada por un
desarrollo opuesto al ecoturismo.
Nuevas carreteras comunican
San José y el Pacífico central
con Osa, en el extremo sur de la
provincia de Puntarenas. Así se
facilita y acorta el acceso al área
promocionada como la última
frontera salvaje costarricense.
"Estamos a favor de estas
infraestructuras, pero da miedo
lo que puedan traer", dijo Oviedo,
que puso como ejemplo negativo
una "vía exagerada", que llega a
tres kilómetros de su
establecimiento.
Los planes para transformar el
aeropuerto local de Osa en
internacional prendieron todas
las alarmas. El director de Crest
fue enfático en recomendar que
se anule esa idea, porque
favorecería "desarrollos
monstruosos" y depredadores.
"La amenaza sería enorme",
ratificó Oviedo.
La subgerente Ravelo negó
que en Osa se vaya a imitar
el modelo de Guanacaste porque
sus ecosistemas y sus ofertas
son muy diferentes. En la
península hay variedad de
bosques y humedales, mientras
que al norte domina el paisaje
tropical seco.
El estudio crítica la poca
regulación y ordenamiento
territorial y la existencia de 35
organismos escasamente
coordinados, involucrados en el
otorgamiento de permisos para
los proyectos inmobiliarios y
turísticos en el Pacífico.
La investigación confirma que
en Costa Rica se enfrentan cada
día más dos intereses: el del
sector turístico, que genera 2000
millones de dólares y dos
millones de visitantes cada año,
y los de la conservación
ambiental en un país que en
poco más de 51 000 kilómetros
cuadrados alberga 4,5 por ciento
de la biodiversidad mundial.
(FIN/2010)
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