LA CASTIDAD verdadera prueba de amor

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SEXUALIDAD HUMANA
LA CASTIDAD
verdadera prueba de amor
LA CASTIDAD VERDADERA PRUEBA DE AMOR
Saber esperar para profundizar más en la otra persona y valorar lo que nos puede
entregar, constituye la verdadera prueba de amor. Así el vínculo es duradero porque nace
de la persona misma, de sus valores más propios y no de superficialidades. Esperar para
saber respetar y conocer los tiempos de la otra persona, sus deseos y sueños. Esperar para
no rifar en una ruleta de dudosa suerte, en un momento, todos tus sueños, tus anhelos, lo
que más deseas: ser amado o amada, pero no por tener un buen cuerpo o saber más
técnicas de placer, sino amada o amado por lo que eres.
Como seres humanos buscamos lo que permanece, para poder confiar el tesoro de
nuestras vidas a una persona especial que siempre nos haga feliz.
La castidad
conyugal
consiste en que
los esposos se
traten como
personas y no
como cosas
El peligro de jugar con el sexo
Cuando una pareja se une en actividad sexual, al acariciar distintas partes del cuerpo,
o al tener relaciones sexuales, se produce un vínculo. No sólo están entregando su cuerpo,
sino toda la persona el uno al otro. Cuando la relación termina, la pareja no puede
separarse sin lastimarse emocionalmente. Han entregado una parte de sí mismos.
Toda relación sentimental deja huellas en la persona, más aún cuando se da con
intensidad.
En este caso, la relación sexual es una cumbre de intimidad que está llamada por su
misma naturaleza a estrechar vínculos muy intensos. Por eso cuando se quita del
contexto el compromiso con la otra persona, siempre duele y da menos de lo que ofrece.
Creer que uno puede salir ileso es una ingenuidad.
LA CASTIDAD ES DOMINIO DE SÍ MISMO
La castidad implica el aprendizaje del dominio de sí mismo para tratar al otro como
persona y no como cosa. La alternativa es muy clara: o el hombre y la mujer controlan el
aspecto genital de la sexualidad y obtienen la paz, o se dejan dominar por él, y se hace
desgraciado.
Toda persona sabe, por propia experiencia, que la castidad requiere rechazar ciertos
pensamientos, palabras y acciones sexuales. Como dice San Pablo: Todo me es permitido,
pero no todo es provechoso. Yo soy libre, pero no puedo hacerme esclavo.
(1 Cor. 6, 12)
Por esto se requiere que la persona desarrolle su capacidad y aptitudes de dominio de
sí, que son signos de libertad interior, de responsabilidad hacia sí mismo y hacia los
demás y, al mismo tiempo, manifiestan una conciencia de persona madura y estable.
Exige además evitar las ocasiones de provocación sexual irresponsables y transitorias,
así como también superar los impulsos instintivos de la propia naturaleza humana
sexuada.
Como dice
San Pablo:
Todo me es
permitido, pero no
todo es provechoso.
Yo soy libre, pero
no puedo
hacerme
esclavo
(1 Cor. 6,12)
LA CASTIDAD ES DON DE SÍ MISMO
Es la afirmación gozosa de quien sabe vivir el don de sí, libre de toda esclavitud
egoísta.
La persona que practica la castidad no está centrada en sí misma ni en relaciones
egoístas con las otras personas. Su pureza de mente y de cuerpo ayuda a desarrollar el
verdadero respeto de sí y, al mismo tiempo, hace capaces de respetar a los otros, porque
ve en ellos personas dignas de respeto, que se han de venerar en tanto también son
creadas a imagen de Dios.
La familia, y en especial los padres, son los primeros que deben esforzarse por crear un
clima de amor, respeto y dignidad. Deben ayudar gradualmente a comprender a los hijos
el valor de la sexualidad y de la castidad, y sostener su desarrollo con el consejo, el
ejemplo y la oración. Las demás instituciones sociales y religiosas están obligadas a
apoyarles en esta tarea.
LA CASTIDAD EN LA VIDA COYUGAL
Las personas casadas también tienen el
deber de vivir la castidad conyugal. Esto
implica que sean conscientes de que en su amor
está presente la idea original de Dios en cuanto
al amor y la sexualidad; como realidades
inseparables que se entregan los esposos con
respeto, fidelidad del uno hacia el otro, honor y
generosidad mutuos, y hacia la nueva vida que
puede surgir de este gesto de amor y donación
total.
La verdadera castidad es la que pone orden
en tu vida. Los esposos, respetándose el uno al
otro en la convivencia conyugal, permiten el desarrollo de las manifestaciones afectivas y
de caricias, según su significado, frutos de un amor maduro y de la práctica de la virtud
de la castidad.
La castidad conyugal consiste en que los esposos se traten como personas y no como
cosas.
Las ofensas a la castidad tienen como resultado una ofensa a la dignidad plena de la
persona humana y son una amenaza que empobrece las relaciones matrimoniales y
familiares, así como son un peligro para la vida social.
La castidad supone el respeto de los derechos de la persona, en particular el de recibir
una información y una educación que respeten las dimensiones morales y espirituales de
la vida humana.
Tomado de La Sexualidad humana
Serie III, boletín No. 7
Comisión para la Familia de la
Conferencia de Obispos Católicos de Cuba
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