LA EJECUCION DE LA SENTENCIA LABORAL

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LA EJECUCION DE LA SENTENCIA LABORAL
Es indudable que el tema de la irregular ejecución de las sentencias laborales vía el embargo ejecutivo
con traslado, ha adquirido en los últimos tiempos capital importancia, incluso convirtiéndose en un
tema de opinión pública, cobrando singular connotación en el sector turístico, sobre todo en el
subsector hotelero.
Lo anterior no significa que, otros sectores de la vida pública nacional, como el sector industrial por
ejemplo, hayan escapado a los despropósitos cometidos en la ejecución de las mismas, por algunas
mafias de abogados laboralistas.
Estas actuaciones desmedidas en la mayoría de los casos e innecesarias en muchos otros, bordean a
menudo la frontera de la ilegalidad, ya sea por su particular forma de ejecución, en la que el ministerial
actuante se hace acompañar de una cuadrilla de “tigueres”, armados hasta los dientes, irrumpiendo
violentamente en las propiedades de la parte embargada, atropellando a todo el que encuentran a su
paso, causando daños a la propiedad.
Este cuadro es producto de las brechas existentes en la legislación laboral, las que en nuestra opinión
deben ser cerradas a través de una modificación legislativa, que sin menoscabar el legitimo derecho
que tienen los trabajadores a agenciarse las debidas garantías para una ejecución futura, una vez que
la decisión adquiera el carácter de irrevocable; preserve también el legitimo derecho de defensa de los
empleadores, evitando así los abusos y excesos de los derechos de los trabajadores que hacen devenir
la ejecucion en ilegitima.
En este contexto, entonces, se impone que analicemos los articulados del Código de Trabajo
Dominicano y de la legislación suplementaria prevista en el Código de Procedimiento Civil, a la cual
acuden los abogados de los trabajadores al momento de la ejecución de las sentencias laborales.
De conformidad con el artículo 539 del Código de Trabajo Dominicano, las sentencias emitidas por los
tribunales de trabajo son ejecutorias al tercer (3er) día de su notificación, salvo aquellos casos en que
la parte que sucumba haya depositado el duplo de las condenaciones.
Este articulado ha suscitado una discusión doctrinal, pues mientras una parte de la doctrina y de los
abogados en ejercicio sostienen que por aplicación combinada de este articulo con el artículo 494 del
Código, en realidad el plazo es de cinco (5) días, ya que este plazo es franco; otros son de opinión de
que no es así, ya que no se trata de un plazo procedimental, puesto que con la evacuación de la
sentencia se cierra la instancia, y al no haber instancia en curso, el plazo no puede ser franco. Lo cierto
es que ni tres (3) ni cinco (5) días son suficientes.
Si bien es cierto que el Derecho Laboral requiere de celeridad por ser un derecho eminentemente
social, no menos cierto es que no se puede caer en la irracionalidad de fijar un plazo tan corto, en el
cual la parte a la que se le notifica la sentencia que le es desfavorable deberá proceder, sino está de
acuerdo con la misma, a redactar un recurso de apelación y una demanda en suspensión de la
ejecución de la sentencia por ante el juez de los referimientos; en adición a que tendrá que hacer
acopio de toda la documentación de sustentación de ambas demandas, lo que sin lugar a dudas, en la
mayoría de los casos, no puede hacerse en ese plazo.
Es lo anterior lo que permite que, una vez transcurrido el plazo sin que se recurra la sentencia o no
habiéndose demandado la suspensión o depositado el duplo de las condenaciones, los abogados de
los trabajadores armados de una sentencia de primer grado, acudan a la ejecución forzosa de las
sentencias, vía el embargo ejecutivo CON TRASLADO, de los bienes de la parte que sucumbió.
Es por eso, que en la Comisión Revisora del Código del Sector Empleador, hemos planteado la
posibilidad de que este plazo sea extendido a quince (15 días) laborables, plazo prudente que
permitiría que la parte perdidosa, pueda preparar su estrategia de defensa si no está conforme con la
misma o que si decidiere pagar, pueda agenciarse los recursos para ello.
Existe un segundo aspecto a tomar en cuenta en relación a este tema y es el relativo al carácter
supletorio que en esta materia le asigna el Art. 663 del Código de Trabajo al derecho común, por el
que, tratándose de embargos, debe entenderse que por derecho común se refiere a las disposiciones
del Código de Procedimiento Civil.
En cuanto a este punto, a mi modo de ver, se cometió quizás, uno de los mayores errores de este
Código, primero porque permite el embargo ejecutivo de una sentencia laboral obtenida en primer
grado, la que por estar sujeta a una revisión en segundo grado no se encuentra revestida del carácter
de irrevocabilidad de la misma, y en segundo lugar porque en los casos del embargo ejecutivo sujeta
todo el procedimiento de ejecución de la sentencia a las disposiciones supletorias del Derecho Común,
o sea a las disposiciones de los artículos 545 y siguientes del Código de Procedimiento Civil, las cuales
son disposiciones ajenas al derecho laboral y por lo tanto desprovistas de las peculiaridades de un
derecho social como el laboral.
El artículo 597 del Código de Procedimiento Civil, le da un poder omnímodo al ministerial actuante al
momento de un embargo, ya que permite que este rechace automáticamente el guardián sugerido
por la parte embargada bajo el criterio de que este no le merece confianza y que no es solvente,
pasando acto seguido a designar como guardián de los mismos a una persona llevada por él a la
escena del embargo, persona esta que en la casi totalidad de las veces es más insolvente que la
sugerida por la parte embargada; todo ello, con la única finalidad de que este guardián, proceda
entonces al traslado de todos los bienes embargados.
Esta situación acarrea que, mientras la parte embargada se defiende apresuradamente y consigue
suspender la ejecución o revocar la decisión en el grado de apelación, los bienes embargados no sirven
o lo que es peor, han desaparecido, conllevando grandes pérdidas económicas irreparables a los
hoteles, a la industria y al comercio en general, ya que existe una imposibilidad casi absoluta de lograr
revertir la situación a su estado original, dado el estado general de insolvencia del que adolecen los
trabajadores frente a sus empleadores.
A mi juicio, no existe sentido en permitir en materia laboral, la ejecución de una sentencia emanada
de un Juzgado de Trabajo, la cual por no ser definitiva, puede en todo momento ser revocada por una
sentencia de la Corte de Trabajo. Si el legislador del 1992 lo que quería era preservar el crédito de los
trabajadores, ante la ausencia de una sentencia irrevocable, debió permitir solo el embargo
conservatorio de los bienes de la parte perdidosa hasta tanto la sentencia adquiera el carácter de
irrevocable, como así lo hizo para el embargo retentivo y en estos casos, prohibir el embargo
ejecutivo.
La ejecución de las sentencias laborales debería contar con un procedimiento propio, ágil, pero a la
vez justo y garantista tanto de los derechos del acreedor, que le permitan el cobro de su crédito en un
tiempo razonable y así hacer eficaz la condena, pero también de los derechos del deudor, que le
permita tener la garantía de que las ejecuciones se realizaran salvaguardando el debido proceso de
ley.
De mi parte propondría la creación de un verdadero Juez Ejecutor de las sentencias laborales, que no
se limite como en la actualidad a intervenir en aquellos casos de dificultad u obstáculos en la ejecución
de las sentencias, sino que su papel vaya mas allá, y que sea este, quien al igual que en la jurisdicción
penal tutele todos y cada uno de los pasos de ejecución de las sentencias laborales, con la finalidad de
evitar o reducir a la mínima expresión los abusos de derechos y atropellos que hoy por hoy cometen
muchos ministeriales y abogados de los trabajadores.
Estos aspectos y muchos otros más, justifican una profunda y ponderada modificación al Código de
Trabajo Dominicano el cual, como todos sabemos data de 20 años y las transformaciones que desde
esa época al momento actual ha sufrido el mundo, la economía y la sociedad con la apertura de los
mercados, el advenimiento de la tecnología y de las nuevas formas de trabajo y tendencias laborales
que han surgido apresuradamente, obligan a que tanto el capital como el trabajo se avoquen a
sentarse en la mesa del diálogo y juntos someter al Código a una revisión y adecuación integral, que
sin reducir las conquistas laborales que con justicia ha alcanzado la clase trabajadora en estos años,
nos permita seguir siendo cada día más competitivos como país.
Por Lic. Jesús R. Almánzar
Experto en Derecho Laboral.
Socio Fundador DMK Abogados – Cental Law
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