Se porta mal es un caprichoso

Anuncio
Se porta mal! Es un caprichoso!
Por el Dr. J. Miguel Hoffmann1
El capricho es el final de un cuento largo, que comienza muy al principio de la historia con
mamá. Voy a tratar de contarles una de esas historias para ver si entendemos: María
cumplió ocho meses, está sentada en su sillita y la mamá le da de comer. María extiende la
mano para agarrar la cuchara, mamá la esquiva. María pone un dedo dentro del puré, la
madre retira el plato. María descubre un poco de puré en la bandeja y desliza su índice
esparciendo ese poquito. La madre pasa un trapo y limpia. María toma un jarrito con tapa
y bombilla, tiene agua o leche. María lo agita y presta atención al sonido, para y repite. La
madre le quita el jarro: “...te estás mojando toda María!...”. Han pasado cinco minutosParece que María no puede realizar ninguna de las experiencias por las que siente
inclinación. Después de haber visto en nuestra investigación más de 350 comidas de bebés
con sus mamás, sabemos que María está organizando su relación con el mundo, busca
conocer, desarrollar habilidades, jugar, explorar. Esto puede ser claro para algunas mamás
que le hacen lugar a las experiencias. La mamá de María parece que no le da importancia
ni valor a las iniciativas de su hija. Tal vez está apurada, tiene que ir a trabajar. Tiene otros
hijos para atender, ese día está mal y no tiene paciencia.
Si esto no es cuestión de un día y se repite, seguro que María no se lo “banca” tan fácil
como lo describimos en estas pocas línea. Empieza a escupir la comida, no abre la boca,
gira la cabeza o empieza a patalear en su silla. Para cuando llegamos a los dos años y
medio o tres y María se tira al piso llorando y gritando que quiere el vestido amarillo y que
no acepta el que mamá le ofrece no estamos al principio sino al final de una historia.
1
Director Centro de investigaciones, Fundación Infancia y Desarrollo Humano.
Hagamos un ejercicio: usted señora está sentada en la mesa y quiere servirse de la fuente,
otra persona presente saca la fuente del alcance de sus manos. Se quiere servir agua, le
sacan la jarra. Quiere prender la tele para distraerse, se la apagan. Se pone a jugar con su
llavero, se lo quitan. ¿Es medio increíble, no?.
¿Cómo le harían todo eso? ¿Por qué?
Lo más probable es que a la primera usted responda. Que increpe al otro. A la segunda se
enoja. Si llega hasta la cuarta y no pudo reaccionar, está deprimida, vaya al psiquiatra.
¿Porque María se banca todo eso? Los chicos tienen más paciencia que los grandes.
Saben hacer promedio, mamá no siempre es así. También están acostumbrados a eso de
hacerse un lugar de a poquito. Hemos visto bebés pidiendo la cuchara hasta 20 veces en
una comida de 15 minutos y cuando al pedido 21 la madre responde dándole la cuchara,
sonríen y se ponen a jugar! Nosotros, “los grandes”, tenemos la misma paciencia para
conseguir lo que queremos?
Los bebés aguantan porque deben saber que las mamás no son “malas”, que solo les cuesta
mucho entender lo que es un bebé, qué quiere, qué necesita, que se le puede dar y que no.
Cuando las mamis se hacen más cancheras la amansadora del bebé se hace más corta. los
temas se definen más rápido. María es primera hija de mamá novata, que tiene en la cabeza
123.500 consejos de abuelas, tías, vecinas, amigas, hermanas, y comedidos de turno. Hasta
que dice “Ma si! Voy a hacer lo que me parece a mí!” Bien por esa mamá, bien porque el
único manual
de crianza está adentro de uno mismo.
¿Porque no es imaginable que estos cuatro o cinco impedimentos seguidos puedan
producirse en adultos? Porque un adulto responde, salvo que esté deprimido, con medios
que otro adulto entiende. Tenemos más recursos para frenar al otro. Se suele decir: “....nos
hicimos respetar...”.
Hacerse respetar parece cosa de adultos. Y los chicos porque no se hacen respetar? No
tienen con qué, hasta que aprenden. Por ejemplo con caprichos. Entonces podemos definir
al capricho como una defensa? Y más o menos sí, es la defensa del débil.
Porque los bebés son más débiles que las mamás, por lo menos al principio y si las cosas
fueron más o menos bien. Si la relación entre ellos anduvo muy mal desde el comienzo, los
caprichos aparecen muy temprano y puede haber complicaciones serias con mamás
llorando, papás gritando, abuelas asustadas y todo el espectáculo completo.
El capricho aparece entonces como una forma de hacerse respetar, de pararle la mano a la
mamá. Pero no suena bien esta conclusión, no es cierto? Tendría que ser de otra manera.
Porque de esta forma, hacerse respetar parece una cosa de fuerza, un pulseada. Es cierto
que en nuestra cultura el más fuerte consigue el respeto de los demás. Los diccionarios
hablan de “veneración, acatamiento que se hace a uno”.
Esa definición suena al respeto hacia el más fuerte. Pero también habla el diccionario de
“miramiento, consideración”. Entonces hay otra forma de entender el respeto. En algún
trabajo definimos respeto, entendido como una actitud psicológica, así: “...en una clara
situación de asimetría en tanto recursos, poder y dependencia, el respeto es aquella actitud
que implica aceptación de aquello que es diferente de las expectativas del que está en
posición aventajada. Está relacionado con la tolerancia y con el reconocimiento del Otro
como un ser independiente...”. Esto , dicho en palabras más simples es lo siguiente:
podemos tomarnos el tiempo y el trabajo para entender que quiere el bebé cuando intenta
hacer algo, si nos divertimos con sus descubrimientos, si disfrutamos su juego aunque nos
traiga alguna demora, si aceptamos un pequeño trastorno en nuestros planes (una comida,
una salida, un juego), si nos dejamos sorprender por los inventos que arma aunque no sea
como lo habíamos pensado, si no nos aprovechamos de ser grandes para que el hijo o la
hija salga como queremos nosotros, lo2 habremos respetado. Es muy probable que en el
futuro no tengamos que padecer los caprichos, esa otra forma de hacerse respetar “por la
fuerza” (de los débiles). El respeto entendido como tolerancia, como miramiento y
consideración es el que permite hacerle un lugar a ese ser incipiente. La tolerancia es una
fuerza, es la capacidad de distinguir la existencia de un otro que busca expresarse, conocer,
relacionarse. el “viva la pepa” en cambio, es la debilidad de quien no se toma el trabajo de
averiguar para que pide espacio el nuevo ser, que no hace el esfuerzo de comprender y
guiar las experiencias y el juego del bebé y prefiere mirar la tele mientras el chico queda
solo ensus descubrimientos y termina con una salvajada para recuperar la mamá.
Quiere una receta? Si ya hay capricho, trate de ver si puede aprender a negociar. Permita
aquello que no le es esencial y mantenga solo lo que es realmente importante. Si el
capricho ya es muy grave, puede necesitar asistencia psicológica. Si todavía no hay
capricho, haga la prevención: diviértase con la originalidad de su bebé, descúbralo,
obsérvelo, disfrute de su destreza creciente, su espíritu descubridor, las experimentaciones
que es capaz de armar, como la invita a jugar, para usted, sosténgalo, hágaselo entender. y
sepa que “educar” no necesita ser una tarea hecha con severidad y que negociando se
enseña también a negociar.
2
Tomamos al bebé con el género masculino, simplificando la redacción de la/le
Descargar