PORTADA:Maquetación 1 06/03/13 11:11 Página 1 América Museo Nacional de Antropología PORTADA Vasija para chicha. Shipibo-Conibo. Perú. Área amazónica. La chicha es una bebida alcohólica de baja graduación cuya presencia es fundamental en no pocas ceremonias, por lo que es normal que se preparen grandes cantidades de esta bebida desde semanas antes de la celebración. Son generalmente las mujeres las encargadas de producirla, masticando el maíz para mezclarlo con su saliva y escupiendo la mezcla en estos recipientes, donde se deja fermentar. CONTRAPORTADA Escudo circular -“tandara”. Jívaro. Ecuador y Perú. Área amazónica. América Museo Nacional de Antropología Texto: Javier Rodrigo del Blanco Conservador. Departamento de América Fotos: Pablo Linés Viñuales Catálogo general de publicaciones oficiales: http://publicaciones.administracion.es http://www.mcu.es MINISTERIO DE CULTURA Edita: ©SECRETARÍA GENERAL TÉCNICA Subdirección General de Publicaciones, Información y Documentación N.I.P.O.: 551-06-069-3 I.S.B.N.: 84-8181-310-9 Depósito Legal: M-36648-2006 Imprime: ARTEGRAF, S. A. MINISTERIO DE CULTURA Carmen Calvo Poyato Ministra de Cultura Antonio Hidalgo López Subsecretario de Cultura Julián Martínez García Director General de Bellas Artes y Bienes Culturales El autor desea agradecer la colaboración recibida durante el montaje tanto de técnicos de la Subdirección General de Museos Estatales, en especial de Ana Azor y Carmen Rallo, como de compañeros del Museo, sobre todo de Pilar Romero de Tejada, Inmaculada Ruiz, Francisco de Santos, Olga Ovejero y Gemma Obón. MUSEO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA C/ Alfonso XII, 68. 28014 Madrid Teléfono: 91 530 64 18 - Fax: 91 467 70 98 e-mail: [email protected] web: mnantropologia.mcu.es Índice Introducción 9 Geografía e Historia 13 Economía y transporte 17 Vivienda y ajuar doméstico 27 Cuadros de mestizaje 41 Indumentaria y adorno 43 Actividades lúdicas 57 Creencias 69 Bibliografía 78 Introducción El ser humano ha tendido a agruparse con otros individuos de su misma especie desde tiempos prehistóricos para garantizar su supervivencia. Estos grupos han debido adaptarse a distintos territorios para aprovechar los recursos disponibles y poder desarrollarse, creando un conjunto de normas de convivencia que definimos con el término cultura. La diversidad cultural consiste en la existencia de diferentes conjuntos de normas, adoptados por parte de cada grupo humano y muy relacionados con un entorno medioambiental concreto. De hecho, el concepto de área cultural, aunque discutido, es utilizado por la mayoría de los investiga- [9] dores para definir espacios en los que se desarrollan culturas con unos rasgos comunes entre ellas y distintos de los de otras áreas. Estas normas afectan a todos los ámbitos de la vida del grupo y de los individuos que lo componen. Los objetos no son más que la materialización de esas normas o ideas. Los materiales existentes en ese entorno serán los más utilizados en su elaboración y tanto las técnicas de transformación como las formas de esos objetos serán producto de múltiples ensayos para lograr el producto deseado, adaptado a una o a varias funciones. Es por ello que muchos objetos no sufren ninguna alteración a lo largo del tiempo, ya que siguen cumpliendo con el objetivo para el que fueron creados. Estos objetos forman la denominada cultura material de un pueblo, y es a través de ellos, y de los trabajos de campo de los investigadores, como podemos tratar de comprender la forma que tiene cada sociedad de entender la vida. Por ello, la sala dedicada a América se divide en cinco áreas temáticas, pretendiendo así dar a conocer las [10] diversas respuestas de algunos grupos americanos con respecto a: – Actividades económicas. – Vivienda y ajuar doméstico. – Indumentaria y adorno. – Actividades lúdicas. – Creencias. [11] Geografía e Historia La variedad medioambiental del continente americano se explica por su extensión desde las tierras árticas hasta las antárticas, por la influencia que recibe de los dos océanos que lo flanquean –Atlántico y Pacífico–, cada uno de ellos con sus corrientes cálidas y frías, y por la diferencia de altitudes entre unas zonas y otras. Todos estos factores confluyen para ofrecer un rico mosaico en el que nos encontramos desde elevadas cumbres (Aconcagua, 6.960 metros) a zonas deprimidas (Valle de la Muerte, 86 metros bajo el nivel del mar), desde selvas impenetrables a extensos desiertos, el río más caudaloso del mundo (Amazonas), importantes yacimientos de recursos minerales y una rica diversidad de fauna y flora. La llegada de los primeros seres humanos se sitúa hacia el 40.000 a.C., cuando en Europa comienza el Paleolítico Superior, siendo el protagonista de ambos fenómenos un homínido de la misma especie: el Homo sapiens, esto es, el [13] hombre actual. La teoría más aceptada admite una penetración desde el Norte hacia el Sur, posiblemente persiguiendo a las especies que les servían de alimento y que iban buscando zonas en las que los efectos de las glaciaciones fueran menos intensos. Estos grupos fueron aclimatándose a un nuevo entorno, en el que existía fauna y flora que no conocían. Las favorables características de algunas zonas geográficas y la capacidad organizativa de determinados grupos prehispánicos permitieron la formación de culturas con un desarrollo superior, como la maya, la azteca o la inca. Otros grupos, en cambio, permanecieron en otros estadios evolutivos más elementales, obteniendo los recursos que necesitaban de la caza, la pesca, la recolección o de una agricultura incipiente. La vida de estos grupos, la mayoría de ellos habitantes de zonas inhóspitas, no se vio alterada de forma significativa por la presencia europea. La llegada de Cristóbal Colón a América tuvo importantes repercusiones a ambos lados del Atlántico por la diferencia en los parámetros culturales que regían la vida europea y [14] la americana. Muchos europeos vieron en América un territorio que ofrecía grandes posibilidades de enriquecimiento, ya fuera gracias a su trabajo o al de una mano de obra indígena explotada y pronto suplementada con la llegada de esclavos africanos. La labor de la Corona de Castilla en defensa de los americanos fue muy importante, aunque la enorme distancia con la metrópoli hizo que muchas de sus disposiciones no se cumplieran. Los misioneros también actuaron muchas veces en defensa de la población originaria, aunque su poder real era limitado frente al de otros sectores más poderosos y con importantes intereses económicos. El proceso de independencia de estas colonias comenzó con la de Estados Unidos, el 4 de julio de 1776, y aún hoy no ha finalizado, puesto que existen territorios bajo control de países europeos, fundamentalmente Francia y Reino Unido. Los nuevos países adoptaron la república como forma política y tuvieron que enfrentarse a graves problemas desde su mismo nacimiento. Entre ellos, unas fronteras no siempre coincidentes con áreas culturales o sistemas naturales, grandes desequilibrios entre lo urbano y lo rural, y la imposición [15] de una economía de mercado, en la que muchas veces han sido testigos mudos y víctimas de las decisiones tomadas por personas e instituciones ajenas al país. [16] Economía y transporte La agricultura es aún la principal actividad de subsistencia para muchos pueblos, que han adaptado las técnicas a las características del terreno a cultivar. Ejemplos de ello son las “chinampas” en zonas lacustres de México o la agricultura de roza –tala y quema de una superficie boscosa– en áreas tropicales. Los dos cultivos principales desde época prehispánica fueron el maíz y la mandioca, aunque nunca llegaron a alcanzar el éxito que tuvieron en Europa otras especies americanas, como el cacao, la vainilla, el tomate o la patata. Esta última permitió salvar importantes crisis alimenticias europeas. Entre los cultivos no comestibles hay que destacar el tabaco, empleado por muchos grupos para facilitar el contacto del chamán con seres sobrenaturales y que fue aceptado por las clases altas europeas como un signo de distinción. Todos ellos se completaron con especies llevadas a América desde Europa, entre las que destacan la caña de azúcar y el café. [17] La ganadería sirve como complemento de la agricultura, llegando algunos grupos a sustituirla como fuente principal de recursos en terrenos poco propicios para la segunda, como el altiplano andino. A las especies animales nativas se unieron otras, como el cerdo o el pollo, que se adaptaron bien a la mayoría de territorios americanos. El caballo, introducido por los españoles, se ha mostrado como una ayuda muy eficaz para sobrellevar algunas tareas de conducción de ganado, base económica actual en zonas como la Patagonia argentina. Caza, pesca y recolección fueron otras actividades de subsistencia muy importantes en algunas comunidades americanas, en especial de las establecidas en zonas costeras, lacustres, fluviales y tierras más cercanas a las regiones polares. Sin embargo, el agotamiento de los recursos, la reducción de territorios y la introducción de estos grupos en economías de mercado son factores que explican la desaparición de algunos de ellos y el papel marginal que tienen en la economía de los que existen en la época actual. Algunos grupos étnicos siguen empleando ciertos sistemas tradicionales de caza y pesca, lo que garantiza la per- [18] vivencia de los útiles necesarios. Es el caso del empleo de la cerbatana con dardos envenenados por parte de diversas comunidades amazónicas. Sin embargo, el armamento ha experimentado una notable evolución, ya que a las armas tradicionales (palos, arcos y flechas, lanzas, boleadoras y hondas, todas ellas de muy diversos tipos y materiales) se les han unido las armas de fuego, mucho más eficaces. Algunas de ellas, como las macanas, sirven además para indicar el rango superior de su portador. El entorno geográfico es fundamental a la hora de hablar de medios de transporte, ya que determina tanto la vía de comunicación (terrestre o acuática –lacustre, marítima o fluvial–) como los medios (raquetas de nieve) y vehículos a utilizar (animales de carga y distintos tipos de trineos y embarcaciones). La evolución tecnológica ha permitido introducir nuevos vehículos, muchas veces basados en diseños tradicionales, como canoas y trineos, aunque mejorados con la introducción de motores y el aumento de su capacidad de carga. Las actividades comerciales tienen una larga tradición, estando documentadas una gran cantidad de rutas desde [19] tiempos prehispánicos. El comercio es imprescindible para adquirir productos que satisfagan necesidades básicas y que no puedan ser hechos por el mismo grupo debido a las condiciones del territorio que ocupan. El trueque, intercambio de unos productos por otros, fue el sistema tradicional de adquisición, perviviendo aún en algunas zonas, como el mercado de Chinchero (Perú). En los últimos años, el proceso de aculturación por el que pasan muchas comunidades indígenas les ha llevado a la fabricación de objetos, en teoría tradicionales, para su venta a turistas, obteniendo así una rica fuente de ingresos que ejemplifica la definitiva irrupción de la economía de mercado en estos grupos. [20] Maza –“macana”. Coto. Ecuador. Área amazónica. Las mazas son armas muy poderosas, puesto que su tamaño y peso las hace idóneas en un entorno selvático. Esta función de defensa de los intereses del grupo convierte a algunos ejemplares en símbolo del rango jerárquico de su portador, lo que se traduce en un mayor cuidado en su manufactura, tanto por su decoración como por los materiales empleados: plumas, madera rica y piel de serpiente. [21] Carcaj. Ticuna. Brasil, Colombia y Perú. Área amazónica. Sirve para llevar los dardos que se lanzan con la cerbatana y lleva atada una calabaza, que contiene fibra de algodón impregnada con curare. Reaprovechan una cuchilla moderna para poder hacer más dardos durante las partidas de caza en caso de necesidad. [22] [23] Molino de mano o “metate”. Área Intermedia. Rallador para tubérculo de mandioca. Cubeo. Brasil y Colombia. Área amazónica. Maíz y mandioca son la base alimenticia de muchos grupos étnicos americanos, que han logrado una gran variedad gastronómica a partir de la harina de estos dos cultivos. Por ello, no es extraño encontrar estos utensilios para la transformación de estos alimentos y tampoco que muchas veces se asocien con el mundo de las creencias, como ocurre en estos dos ejemplos. [24] [25] Esculturas de cazador con cuchillo y de dos caribúes enfrentándose. Inuit. Canadá. Área del Ártico. La pérdida de los modos tradicionales de vida ha introducido a muchos grupos en una economía de mercado. En el caso de los inuit, sus manifestaciones artísticas están destinadas a ser objeto de comercio, obteniendo recursos con su venta. Sin embargo, muchas de las acciones representadas, relacionadas con la vida cotidiana de sus antepasados, van desapareciendo como consecuencia de la imposición de actividades más ligadas a esa economía de mercado que a la tradicional. [26] Vivienda y ajuar doméstico Las sociedades tradicionales adaptan sus viviendas al entorno medioambiental y a sus modos de organización social. Distribuidos por la sala hay cinco dioramas y una pieza de nuestra colección estable, que recogen la respuesta de seis grupos étnicos indígenas ante estos condicionantes: “Jivaria”. Jívaro. Ecuador y Perú. Área amazónica. Este grupo étnico habita parte de una región natural conocida como Selva Alta, escalón intermedio entre la llanura amazónica y las cumbres andinas que se desarrolla entre los 400 y los 1.000 metros de altitud. Su actividad económica principal es la agricultura de roza (tala y quema de una superficie selvática) para cultivar tanto especies comestibles (mandioca, maíz o patata dulce) como no comestibles (algodón, tabaco, achiote y barbasco, entre otras). Caza, pesca y recolección de frutos silvestres tienen también una gran importancia. Su vivienda tradicional, la “jivaria”, alberga a familias enteras, siguiendo el esquema de vivienda comunal [27] amazónica, y suele construirse aislada en un lugar estratégico, bien drenado, fácilmente defendible y con una corriente de agua cercana. Vivienda de totora. Uru. Bolivia y Perú. Área andina. Los urus han ocupado las riberas de lagos y pantanos del altiplano andino desde época prehispánica, estando en la actualidad muy mezclados con los aymaras, con quienes comparten un territorio que se eleva por encima de los 4.000 metros de altitud y que se caracteriza por su clima frío y falta de oxígeno. La pesca y la construcción de balsas de totora, por la que han alcanzado una gran fama, son sus dos actividades económicas principales. Los juncos de totora, muy abundantes en este ecosistema, se utilizan como alimento y como material constructivo, tanto de balsas (casco y velas) como de viviendas, islas flotantes, cestos, nasas para la pesca y otros útiles de su vida cotidiana. Hogar con tareas domésticas. Purépecha. México. Mesoamérica. Habitantes de las tierras altas del Estado de Michoacán, los purépechas son un grupo étnico que superó los ataques de [28] los aztecas y mantuvo una gran autonomía en la fase colonial. La agricultura y la pesca eran sus principales actividades de subsistencia, destacando su artesanía sobre madera. De hecho, su vivienda tradicional –“troje”– se hace con elementos de madera que permiten su rápido desensamblaje y traslado, característica a tener en cuenta en una zona de gran actividad sísmica. Los cambios climáticos y la economía de mercado han transformado sus formas tradicionales de vida, que mostraban una mezcla de elementos prehispánicos y coloniales. Hacienda. Aymara. Bolivia, Chile y Perú. Área andina. El altiplano andino, la “puna”, presenta suaves ondulaciones y profundas quebradas, con predominio de la vegetación herbácea. La ganadería es el principal recurso económico, ya que la altitud impide el desarrollo de muchos cultivos, excepto patatas y quinoa. La llama, junto a alpacas y vicuñas, es el animal principal, utilizándose como vehículo para transporte de mercancías y como fuente de la que obtienen una gran cantidad de productos, como la carne para alimentarse, y la lana y la piel para vestirse. El comercio es muy importante para los aymaras, desarrollándolo en mercados locales en los que [29] obtienen objetos de madera, material casi inexistente en su hábitat. Por ello, sus viviendas se hacen con piedra o adobe y el número de edificios de la hacienda estará en función del poder adquisitivo de su propietario. “Iglú”. Inuit. Canadá. Área del Ártico. Vivienda tradicional durante los duros meses de invierno, sus constructores utilizan bloques de hielo y nieve como principal material constructivo. La caza de focas, a través de respiraderos abiertos en el hielo, y de otros animales polares, como el oso, proporciona los recursos necesarios para subsistir en unas condiciones extremas, aprovechando su carne como alimento, su piel como indumentaria, sus huesos como punzones, puntas de arpón y otros instrumentos, su grasa como combustible e, incluso, sus tendones para correajes, empleados en los trineos. Actualmente, el iglú sólo se utiliza durante las partidas de caza. “Janoco”. Warao. Venezuela. Área Circumcaribe. El delta del Orinoco se caracteriza por la escasez de tierra firme y la fluctuación del nivel del agua por las mareas [30] y por las crecidas periódicas del río. El palafito warao, denominado “janoco”, se adapta perfectamente a este entorno, ya que salva estas diferencias de nivel. Se construye con madera de palmera moriche, muy abundante en la región y base de su economía, puesto que de ella también obtienen alimento por trituración de la fibra de su tronco. La pesca y la fabricación de canoas, llamadas “curiaras”, son otras actividades fundamentales, ofreciendo estos productos a cambio de otros necesarios y de los que carecen, como el tabaco. Sin embargo, estos patrones organizativos se han visto profundamente alterados por la creación de industrias, como los ingenios de azúcar, y la mayor explotación a la que se someten hoy los recursos naturales, principalmente forestales y minerales. El resultado ha sido la destrucción de muchas culturas tradicionales, que ha hecho que sus miembros residan en asentamientos distintos, muchos de ellos de carácter urbano, con la consecuente sensación de desarraigo y problemas adyacentes, como el hacinamiento y el incremento de la conflictividad social. [31] El ajuar doméstico está compuesto por el conjunto de útiles necesarios para la vida cotidiana, por lo que las sociedades tradicionales aprovecharán materiales naturales de su entorno para realizarlos. Madera, piedra, metal, arcilla, calabaza y fibras vegetales fueron los más empleados. La mayoría de estos útiles podían utilizarse para realizar distintas tareas, siendo esta multifuncionalidad una de sus características principales, al permitir economizar materiales y mano de obra. En este ajuar no faltan objetos relacionados con el fuego, fuente de luz y calor. Su carácter mágico hace que esté presente en un gran número de ceremonias. En cambio, el mobiliario será escaso en los hogares tradicionales, estando casi siempre ligado a un rango social determinado. No obstante, el cambio en los modos tradicionales de vida, introducido por la economía de mercado y la adopción de procesos que llevan a una producción industrial, ha hecho que muchas de estas comunidades no sean ya tan autosuficientes como en otras épocas. Algunos grupos ya no producen una parte o la totalidad de los artículos que necesitan, sino que los adquieren, convirtiéndose en consumidores. Materia- [32] les, formas y motivos decorativos experimentarán notables variaciones con respecto a los útiles tradicionales. Los objetos que integran este nuevo ajuar doméstico pierden también su diversidad funcional en favor de usos específicos, lo que hace necesaria la compra de un mayor número de artículos para satisfacer las mismas o muy similares necesidades. [33] Lengua de pirarucú. Brasil y Perú. Área amazónica. El pirarucú o paiche es el mayor pez de agua dulce del mundo, pudiendo alcanzar 4,5 metros de longitud y 250 kilogramos de peso. Su aprovechamiento es máximo, ya que su carne es muy apreciada como alimento, sus grandes escamas sirven para hacer collares o lámparas, su piel curtida es la base de bolsos o zapatos y la dureza y rugosidad de su lengua ósea permiten su empleo como rallador, en especial de frutos, como el guaraná. [34] [35] Plato. Shipibo-Conibo. Perú. Área amazónica. La cerámica de este grupo étnico está realizada por mujeres y tiene una gran calidad, tanto de manufactura como de decoración y acabado, logrado con la aplicación final de una resina y el pulido de la superficie, lo que dota a estas producciones de gran vistosidad. Los motivos geométricos aparecen siempre y hacen referencia al mundo de las creencias. Cuchillo femenino –“ulu”. Inuit. Canadá. Área del Ártico. Este cuchillo es usado por las mujeres para despiezar los animales cazados y curtir las pieles. La colaboración entre los miembros de la pareja es fundamental para sobrevivir en un entorno medioambiental tan hostil. [36] Jícara para tomar cacao. Guatemala. Mesoamérica. El cacao, mezclado con vainilla y otros ingredientes, era una bebida muy apreciada en época prehispánica, pasando de América a Europa. La denominación de jícara al recipiente donde se toma el chocolate, que se mantiene en España en la actualidad, viene porque jícara es la voz americana para el fruto de la güira, que se partía en dos mitades para hacer tazas, platos o jofainas, dependiendo del tamaño. Matera o recipiente para tomar mate. Chile. Área Surandina. Otra bebida de gran tradición en América, en especial en su parte más meridional, es la infusión de la hierba mate, que se toma a través de una varilla metálica con un filtro, denominada bombilla. [37] Cántaro para transporte y almacenamiento de agua. Purépecha. México. Mesoamérica. [38] Los trabajos de cestería son muy habituales, especialmente en grupos que requieren una cierta movilidad geográfica para sobrevivir sin agotar los recursos de un mismo territorio. Estas piezas aunan materia prima accesible, ligereza y gran capacidad, sin renunciar a aspectos estéticos o simbólicos en las variadas decoraciones que introducen. Bandeja con decoración geométrica. Cubeo. Brasil y Colombia. Área amazónica. Cesto para guardar plumas, collares o semillas. Wayana. Brasil y Guyana. Área amazónica. [39] Cuadros de mestizaje La “pintura de castas” fue un género que tenía por objeto representar las mezclas raciales producidas por la unión de blancos, negros e indios, captando otros detalles, como productos alimenticios, indumentaria, adornos personales u objetos que componían el ajuar doméstico. Estos cuadros solían formar series que iban desde lo más “puro”, esto es, lo más cercano a la raza blanca, a lo más alejado de ella. Nuestro Museo cuenta con dos de estas series: una mexicana y otra peruana. La serie mexicana consta de un total de 16 cuadros y fue obra de José Joaquín Magón, pintor local de la segunda mitad del siglo xviii. Esta serie nos proporciona una mayor cantidad de información sobre la vida cotidiana, al representar a los personajes en interiores con objetos relacionados con la actividad desarrollada. La serie peruana, única de este género y procedencia conocida en todo el mundo, tiene un total de 20 cuadros. De [41] autor anónimo, sí sabemos que fue encargada en 1770 por don Manuel Amat y Junyent, Virrey del Perú entre 1761 y 1776, para el Real Gabinete de Historia Natural, que estaba entonces en pleno proceso de formación. [42] Indumentaria y adorno La variedad climática del continente determina la indumentaria y los materiales empleados para su confección. Esta variedad hace que fauna y flora deban adaptarse a ese entorno y los seres humanos aprovecharán las especies animales y vegetales existentes también para vestirse. Así, los habitantes de zonas polares se defenderán de unas condiciones climáticas extremas con pieles de guanaco, caribú, oso polar, foca y otros mamíferos marinos; los del frío altiplano andino, con tejidos de lana obtenida de llamas, alpacas o vicuñas. En zonas de temperaturas más suaves, como las tropicales, son suficientes unas prendas de algodón o de corteza de árbol cubriendo algunas partes del cuerpo, más por higiene y prevención contra determinados animales y plantas que por pudor, concepto éste introducido por foráneos, principalmente misioneros. La forma de las prendas dependerá de su mayor o menor necesidad de ceñirse al cuerpo por cuestiones climáticas y [43] estéticas, mientras que su finalidad más o menos ceremonial determinará la aparición de motivos decorativos, que tienen su propia simbología dentro de cada comunidad. Muchos de estos motivos son geométricos por dos razones: por la técnica empleada en su confección y porque las formas geométricas sintetizan mejor las ideas que desean expresar. En la actualidad, muchas de estas soluciones tradicionales han sido sustituidas por producciones industriales, especialmente en las ciudades. El adorno personal está relacionado con cuestiones ambientales y culturales, ya que, consideraciones materiales, técnicas y estéticas aparte, nos informa acerca de diferencias entre individuos de un mismo grupo, ya sea por cuestión de sexo, edad o rango. En muchos de ellos se valora la dificultad para obtener los elementos necesarios, ya sea por proceder de especies animales peligrosas o esquivas o porque no existan en la región, lo que obliga a largos desplazamientos o a una capacidad adquisitiva elevada en intercambios comerciales. La pintura y el tatuaje corporal completan el adorno de los individuos, unos de forma permanente y otros con ocasión [44] de alguna ceremonia. Un peinado determinado remata el aspecto final que ofrece cada persona. El sistema de creencias también se refleja en el adorno personal, puesto que la pintura corporal o la presencia de amuletos demuestran la existencia de prácticas para propiciar una buena caza o cosecha y/o para alejar a los malos espíritus. Estos adornos también han experimentado notables cambios en cuanto a materiales, técnicas de realización y uso por la desaparición de muchas especies animales y por la expansión de industrias extractivas de materias primas por los territorios antes dominados por comunidades indígenas. Una buena muestra de ello son los adornos plumarios de algunas comunidades amazónicas. Las herramientas empleadas para la confección de prendas de vestir son muy parecidas a las existentes en otras partes del mundo, lo que demuestra que los seres humanos respondemos de forma similar ante unas necesidades y unos materiales concretos. Así, a la dureza de las pieles se res- [45] ponde con objetos punzantes, generalmente de hueso o de madera, que facilitan su perforación. Igualmente universal es la obtención de hilo por unión de varias fibras, tanto de origen animal como vegetal, y el entrelazado de esos hilos para realizar un tejido, labor que puede ser hecha a mano o con la ayuda de telares. [46] Gafas. Inuit. Canadá. Área del Ártico. Hechas sobre hueso y con correa de cuero, impiden que los rayos solares reflejados por la nieve y el hielo lleguen hasta los ojos, además de protegerlos de los vientos helados sin perder visión. [47] Camisa ceremonial –“huipil”. Cakchiquel. Guatemala. Mesoamérica. Elaborada por mujeres en telares de cintura, las fibras empleadas –algodón y seda– nos remiten a un uso en fechas muy determinadas. En general, son las mujeres quienes mejor mantienen la indumentaria tradicional, conservando un rico lenguaje a través de formas y colores empleados, que nos hablan de visiones cosmogónicas y datos sobre su portadora: lugar de nacimiento, estado civil, posición social e, incluso, su personalidad. [48] [49] Collares de plumas rojas y de colmillos de mono. Ticuna. Brasil, Colombia y Perú. Área amazónica. Collar con cuentas de conchas de moluscos. Canelo. Ecuador. Área amazónica. Collar de semillas. Napo. Ecuador. Área amazónica. El adorno personal no obedece exclusivamente a cuestiones estéticas, sino que los materiales empleados, sus dimensiones y otras características nos hablan sobre su portador. [50] [51] Colgante zoomorfo. Cubeo. Brasil y Colombia. Área amazónica. El arte plumario amazónico está dotado de un alto grado de simbolismo, ya que cada color de pluma y cada ave de la que se obtienen se vinculan con poderes sobrenaturales. En este caso se han empleado plumas de colibrí y de tucán. Su manufactura corre a cargo de los hombres de este grupo étnico y muestra la posición social de su portador. [52] [53] Tanga femenino. Cubeo. Brasil y Colombia. Área amazónica. Prenda de uso diario con el que las mujeres cubren su sexo desde la pubertad. Su empleo no está relacionado con el pudor, sino que se trata de un elemento distintivo de pertenencia a un grupo o tribu. También sirve para proteger esa zona del cuerpo de la acción de determinados animales y plantas. [54] [55] Telar de cintura. Quechua. Perú. Área andina. Algunos grupos americanos han logrado producir magníficos tejidos desde época prehispánica. El telar de cintura es uno de los instrumentos fundamentales que ayudan a explicar la calidad y dispersión de estas producciones, ya que permite ligar con firmeza los hilos de la urdimbre y de la trama y puede ser empleado casi en cualquier lugar. De hecho, su nombre deriva de su forma de empleo: un extremo sujeto a un elemento fijo, normalmente un árbol o un poste, y otro que rodea la cintura de la tejedora, quedando la labor entre ambos. [56] Actividades lúdicas La fiesta, la danza, el juego y la música son actividades que fortalecen los vínculos entre los miembros del grupo. Están muy relacionadas entre ellas, ya que suelen formar parte fundamental de ceremonias de diversos tipos. La fiesta es una experiencia grupal, aunque en algunas sólo pueden participar personas de un determinado sexo, edad u otros condicionantes. Sus fechas de celebración están coordinadas con el tiempo de trabajo para no entorpecer las tareas a realizar y poder reunir al mayor número de individuos que sea posible, a los que esa fiesta les sirve como momento de evasión de sus labores cotidianas. La danza siempre ha tenido una gran importancia en estas festividades, yendo los danzantes ataviados con trajes y máscaras que representan tanto a espíritus como a personajes reales, aprovechando estas reuniones para caricaturizarles. [57] El panorama actual ofrece una amplia variedad, pudiendo encontrar festividades en las que se mantiene la idea indígena con algún pequeño aporte exterior, como la fiesta del “areté” de los chiriguano-chanés del norte de Argentina, celebración anual de la cosecha del maíz, que dura 40 días y coincide con el carnaval. En otras, la fusión de elementos prehispánicos y europeos es más evidente, como el carnaval de Oruro (Bolivia), que hunde sus raíces en el mundo prehispánico (culto a la Madre Tierra o “Pachamama”) e incorpora personajes de la liturgia cristiana y esclavos africanos, dando como resultado la existencia de distintas danzas que remiten a la lucha del Bien contra el Mal. Otras fiestas sirven como vehículo para reclamaciones sobre el respeto al valor cultural de algunos pueblos prehispánicos, promovidas por movimientos indigenistas actuales de Perú, Bolivia y Ecuador, principalmente, y que suelen caer en lo puramente folclórico. Y, por último, encontramos fiestas que han variado sus fechas de celebración para acomodarse a la demanda turística, como la danza purépecha del Viejito, que evoluciona desde un culto agrícola prehispánico a una caricatura de los conquistadores españoles y, de ahí, a un espectáculo de cara al público, perdiendo todo su sentido original. [58] La capacidad de la Música para expresar e influir en los sentimientos humanos la convierte en un vehículo perfecto para todo tipo de ceremonias y rituales, también los de carácter festivo. La voz humana es el instrumento de la música vocal, principal protagonista en algunas reuniones, como en las que ancianos inuit entonan cantos con voz grave. La música instrumental es producida por cualquier objeto, incluso útiles domésticos. Los instrumentos de viento y de percusión serán los más utilizados por las comunidades indígenas americanas, apareciendo los de cuerda por influencia europea. El aporte africano fue muy importante, naciendo de él no pocos de los estilos musicales actuales, como el “blues” o el “reggae”. El juego contribuye al proceso de aprendizaje de unos modos de comportamiento y dura toda la vida, aunque es en la infancia cuando adquiere un mayor protagonismo, al reproducir el mundo de los adultos a una escala menor. Algunos de estos juegos tienen un aspecto puramente lúdico porque están relacionados con ceremonias sociales, pero otros forman parte de una ceremonia más elaborada o alcanzan un significado que sobrepasa lo lúdico, como el juego de pelota, [59] de origen mesoamericano y extendido a otras áreas culturales. Nos han llegado pocos juguetes de las sociedades tradicionales porque en ellas predomina el elemento teórico (el juego y sus normas) sobre el material (el juguete), y es a partir de su contacto con economías de mercado cuando esta relación se invierte. Los materiales y técnicas empleados en su fabricación también experimentarán un gran cambio a partir de la industrialización, introduciendo materiales artificiales, plásticos fundamentalmente, que son fácilmente moldeados y coloreados por maquinaria específica. [60] Par de maracas -“inancapa”. Cubeo. Brasil y Colombia. Área amazónica. Usadas por los hombres en las fiestas, su diferencia de tamaño responde a la división entre macho -de mayor tamaño y sonidos más graves- y hembra, que se rellena con menos piedras y de menores dimensiones para lograr unos tonos más agudos. [61] Máscaras de jaguar y de toro. Chiriguano-Chané. Argentina. Área del Chaco. Las máscaras son uno de los elementos destacados de la fiesta del “areté”, en la que se celebra la cosecha del maíz. A este carácter agrícola se le añaden otros significados, que se van incorporando al simbolismo de cada máscara: el espíritu viejo representa a los antepasados, que vienen a participar de la fiesta con los vivos; los espíritus jóvenes simbolizan distintos momentos del día; y las máscaras de animales escenifican las cualidades de cada uno de ellos, que pasan simbólicamente a su portador. El especial significado del jaguar y del toro reside en que el primero representa a los indígenas que luchan contra los conquistadores españoles –el toro–, al que vencen. [62] [63] Cuatro campanas. Purépecha. México. Mesoamérica. Juguetes tradicionales para los niños, estas campanas se han convertido en objeto comercial para su venta a turistas. Los colores blanco, rojo y verde no suelen faltar, puesto que son los de la bandera mexicana. [64] [65] Petardo. Purépecha. México. Mesoamérica. Judas es el símbolo cristiano de la traición. Se llaman judas a unos muñecos de papel maché o de cartón que se producen en determinadas festividades. Llevan cohetes o son petardos para poder ser quemados o estallados. En origen, se representaba a diablos, pero su tipología se ha enriquecido con políticos y personajes conocidos, como charros o hacendados, convirtiendo su quema o estallido en una sátira de lo representado. [66] [67] Vasija. Chimú, 1000 - 1300 d.C. Perú. Área andina. Este recipiente presenta unos orificios de entrada y salida del aire en función del movimiento del líquido en su interior, que permiten la emisión de un silbido. Esta característica hace que estas piezas tengan un marcado carácter ritual, al que están ligados no pocos instrumentos musicales. [68] Creencias El mundo de las creencias es fundamental para el mantenimiento de una cultura, puesto que se basa en la existencia de unos seres, normalmente invisibles y sobrenaturales, que premian o castigan acciones de los individuos en función de las normas del grupo. El animismo es el principal sistema seguido por las sociedades tradicionales y consiste en atribuir un alma o espíritu a seres y elementos de la Naturaleza: animales, vegetales, minerales, cuerpos celestes (sol, luna y estrellas), fenómenos atmosféricos (lluvia, viento, rayo, nubes, etc.) y accidentes geográficos (ríos, montañas, etc.). Las sociedades prehispánicas que alcanzaron un mayor desarrollo completaron su sistema de creencias con la divinización de algunas actividades humanas, en especial la guerra y la agricultura, y el culto a los antepasados, que representan la tradición y la validez de las normas existentes. Se [69] forman así complejas visiones cosmogónicas, siendo las más conocidas las elaboradas por mayas, aztecas e incas sobre el sustrato cultural creado por pueblos que les precedieron. En la actualidad, algunas comunidades mantienen sus creencias originales, si bien con algún elemento tomado del exterior. La comunicación con los espíritus era fundamental para conocer sus deseos y poder satisfacerlos antes de que cayera algún mal sobre la comunidad. El empleo de sustancias alucinógenas ayuda al chamán a entrar en ese mundo sobrenatural y contactar con los seres que lo habitan, por lo que este personaje tendrá una gran relevancia en la vida de la comunidad. Y en un mundo en que los espíritus acechan constantemente, los amuletos se convierten en objetos indispensables, ya que pueden servir de protección frente a los seres demoníacos o propiciar la ayuda de los espíritus positivos para determinadas actividades, como la caza o una buena cosecha. El cristianismo, tanto católico al principio como protestante después, fue introducido por los europeos y arraigó profundamente por la labor de los misioneros, primeros defensores de los indígenas frente a su explotación económica. [70] Algunos de estos misioneros estudiaron las creencias de los indios para facilitar la enseñanza del cristianismo, identificando a determinados espíritus con figuras y advocaciones de la liturgia cristiana. El grado de aceptación varió de unas zonas a otras: muy intenso en entornos urbanos y algo menor en los rurales, siendo prácticamente nulo en terrenos inaccesibles, como algunas zonas de la selva amazónica. La necesidad de mano de obra propició la llegada de esclavos africanos, cuyas prácticas animistas enlazaron perfectamente con las de sus zonas geográficas de destino: Caribe y Brasil, principalmente. Esta fusión dio origen a la creación de cultos sincréticos, como la santería en Cuba, el vudú en Haití, el chimbanguele en Venezuela o la macumba en Brasil, que presentan elementos cristianos y animistas, tanto americanos como africanos. A todos ellos, mezclados y fusionados a lo largo del tiempo, hay que añadir los cultos introducidos por grupos procedentes de distintos puntos del mundo, que emigran a este continente para mejorar su calidad de vida. El resultado es que la América de hoy ofrece un variado mosaico que contiene prácticamente todas las religiones existentes en la actualidad. [71] Cabeza humana reducida -“tzantza”. Jívaro. Ecuador y Perú. Área amazónica. En ella se encerraba el alma vengativa del enemigo vencido, impidiendo así que pudiera tomar represalias desde el más allá. [72] Tableta para tabaco en polvo. Atacames. Chile. Área andina. Esta tableta sirve como depósito desde el que se inhala esta sustancia, conocida como “rapé”, término de origen francés. El tabaco, cultivo originario de América, ha cumplido un papel ceremonial muy importante en la mayoría de las comunidades indígenas, puesto que se usa para potenciar la comunicación entre los seres terrenales y los sobrenaturales o para reforzar la estructura social del grupo. [74] Máscara. Ticuna. Brasil, Colombia y Perú. Área amazónica. Hecha con corteza de árbol y pintada, esta máscara representa a un espíritu maligno y la llevan los invitados a un rito de pubertad femenina, en el que se alecciona a la niña sobre sus nuevas responsabilidades como miembro adulto de la comunidad. [75] Tambores. Haití. Área Circumcaribe. Estos tambores forman parte del ritual vudú y su manufactura sigue normas muy estrictas para dotarlos de alma. Sus materiales, formas y colores hacen alusión a los espíritus con los que se relacionan. [76] [77] Bibliografía AA.VV. (2000): Los cuadros de mestizaje del virrey Amat. Lima. L’ART de la plume. Indiens du Brésil (1985). Geneve. ARTE popular de América (1986). Barcelona. BIANCHI, César et al. (1982): Artesanías y técnicas shuar. Quito. CASTELLANOS, Isabel y CASTELLANOS, Jorge (1992): Las religiones y las lenguas, en Cultura afrocubana, vol. 3. Miami. CULTURAS indígenas de la Amazonia (1986). Madrid. DETRÁS de las máscaras. Personas y personajes (1993). Bilbao. ESQUIMALES. Vida y arte de los inuit del norte de Quebec (1990). Madrid. [78] GARCÍA SÁIZ, Mª Concepción (1989): Las castas mexicanas. Un género pictórico americano. Milán. GISPERT CRUELLS, Montserrat y ÁLVAREZ DE ZAYAS, Alberto (1998): Del jardín de América al mundo. México. MEISCH, Lynn (ed.) (1997): Traditional textiles of the Andes. Life and Cloth in the Highlands. London, New York. MÉTRAUX, Alfred (1973): Religión y magias indígenas en América del Sur. Madrid. OLIVIER, Paul (ed.) (1997): Encyclopedia of vernacular Architecture of the world. Cambridge. STEWARD, Julian (ed.) (1943-50): Handbook of South American Indians, en Bulletin of the Bureau of American Ethnology, nº 143, vols. 1-6. Washington. STIRLING, Matthew (1938): Historical and ethnographical material on the Jívaro indians, en Bulletin of the Bureau of American Ethnology, nº 117. Washington. VARELA TORRECILLA, Carmen (1992): Catálogo de arte plumario amazónico del Museo de América. Madrid. [79] Esta publicación se terminó de imprimir en los talleres de Artegraf en Octubre de 2006 PORTADA:Maquetación 1 06/03/13 11:11 Página 1 América Museo Nacional de Antropología