Voto N°1416-10 - Poder

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Sentencia: 01416
Expediente: 09-008103-0042-PE
Fecha: 22/12/2010
Hora: 9:25:00 AM
Emitido por: Sala Tercera de la Corte
Tipo de Sentencia: De Fondo
Redactor: Ramírez Quirós Jesús
Clase de Asunto: Recurso de casación
Exp: 09-008103-0042-PE
Res: 2010-01416
SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. San José , a las nueve horas y
veinticinco minutos del veintidós de diciembre del dos mil diez.
Recurso de Casación, interpuesto en la presente causa seguida contra V.
mayor, soltero,
costarricense, cédula número xxx , oficios varios, vecino de xxx , por el delito de Femicidio,
cometido en perjuicio de R . Intervienen en la decisión del recurso, los Magistrados, Jesús Ramírez
Quirós, Magda Pereira Villalobos, Doris Arias Madrigal, Carlos Chinchilla Sandí y Jorge Luis Arce
Víquez, este último en calidad de Magistrado Suplente. También intervienen en esta instancia, el
licenciado Rafael Ángel Rodríguez Salazar, en su condición de defensor particular. Se apersonó el
representante del Ministerio Público.
Resultando:
1. Mediante sentencia N° 246-2010, dictada a las diecisiete horas con cincuenta minutos del
veintiuno de junio del dos mil diez, el Tribunal Penal del II Circuito Judicial de San José, resolvió:
“POR TANTO: De conformidad con lo expuesto, normas citadas y artículos 39 y 41 de la
Constitución Política; 8 inciso 1 de la Convención Americana de Derechos Humanos; 10 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos; 9.2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos; artículos 1, 2.a., 3, 4.a, 7 incisos b, c y f de la Convención Interamericana para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención Belem do Pará); artículos 1, 2.a,
3.a., y 4.d. de la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Resolución de la
Asamblea General sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Resolución de la Asamblea
General de la ONU número 48/104 del 20 de diciembre de 1993; artículos 1, 2, 4, 5, 6, 9, 11, 258,
265, 266, 268, 269, 341 a 367 y 370 del Código Procesal Penal; 1, 11, 12, 24, 30, 45, 71, 73 y 142
del Código Penal; artículos 1, 2, 21, 23 y 26 de la Ley de Penalización de Violencia Contra la Mujer
(Ley 8589); y artículo 88 de la Ley de Armas y Explosivos, por la unanimidad de sus votos se
resuelve:
a. Se declara a V.
autor responsable de un delito de TENTATIVA DE FEMICIDIO en perjuicio
de R. y en tal concepto se le impone una pena de VEINTICINCO AÑOS DE PRISIÓN que deberá
descontar en los lugares y forma que determinen los respectivos reglamentos penitenciarios, previo
abono de la prisión preventiva que hubiere descontado.-
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.b . Se ABSUELVE DE TODA PENA Y RESPONSABILIDAD al acusado V. por los delitos de
RESTRICCIÓN A LA LIBERTAD DE AUTODETERMINACIÓN, RESTRICCIÓN A LA
LIBERTAD DE TRÁNSITO, ABANDONO DE INCAPAZ y TENENCIA ILEGAL DE ARMA
PERMITIDA en perjuicio de R.
y de la Seguridad Pública.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
.-.-.
c. Son los gastos del proceso a cargo del Estado. Firme la sentencia háganse las comunicaciones de
rigor ante el Instituto Nacional de Criminología, el Juzgado de Ejecución de la Pena y el Registro
Judicial de Delincuentes.-
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
d . Se PRORROGA LA PRISIÓN PREVENTIVA impuesta al señor acusado-sentenciado por el
plazo de SEIS MESES contados a partir del TREINTA DE JUNIO AL TREINTA DE
DICIEMBRE DEL AÑO DOS MIL DIEZ, sin perjuicio de que la sentencia adquiera firmeza antes
de esa fecha. Mediante lectura notifíquese. GUSTAVO ADOLFO JIMENEZ MADRIGAL
ANDRES MORA QUIROS LUIS FERNANDO GONZALEZ HERNANDEZ. JUECES.” (sic).
2. Contra el anterior pronunciamiento, el licenciado Rafael Ángel Rodríguez Salazar, defensor
particular del imputado, interpuso Recurso de Casación.
3. Verificada la deliberación respectiva, la Sala se planteó las cuestiones formuladas en el recurso.
4. En los procedimientos se han observado las prescripciones legales pertinentes.
Informa el Magistrado Ramírez Quirós; y,
Considerando:
I. El licenciado Rafael Ángel Rodríguez Salazar, en su condición de defensor particular del
imputado V , plantea recurso de casación contra la sentencia N° 246-2010, dictada por el Tribunal
Penal del Segundo Circuito Judicial de San José, Goicoechea, a las 17:50 horas, del 21 de junio de
2010, mediante la cual, se declaró a su representado autor responsable de un delito de tentativa de
femicidio, en perjuicio de R.C.B., imponiéndosele como consecuencia, una pena de veinticinco
años de prisión.
II. Primer motivo: errónea aplicación de la ley sustantiva, específicamente, del artículo 21 de la Ley
de Penalización de la Violencia contra las Mujeres. En síntesis, el recurrente considera que el
Tribunal no hizo una valoración adecuada de los presupuestos requeridos por el tipo penal para la
configuración del delito por el que V.
resultó condenado. En primer lugar, el abogado estima
improcedente que el Tribunal hubiera empleado como medida de interpretación para establecer el
significado de “unión de hecho no declarada”, lo dispuesto en la Convención de Belém Do Pará,
considerando que al no estar definida en la ley aplicada, esa unión de hecho no declarada debe
tenerse por inexistente para la vida jurídica -en respeto del principio de legalidad criminal-,
correspondiendo entonces, según dice, verificar si concurrían los elementos objetivos que, según la
redacción del artículo 112 inciso 1) del Código Penal, determinan una unión de hecho, entre ellos,
un tiempo de convivencia mayor a los dos años, condición que no se cumplía en el presente asunto,
pues según manifestó la propia víctima, para el momento en que ocurre el suceso, apenas iba a
cumplir cuatro meses de convivencia con el encartado. Finalmente, el licenciado Rodríguez Salazar
considera que, de ser ciertos los hechos, los mismos configuran una tentativa de homicidio simple,
entendiendo que lo que existió entre la ofendida y su representado fue una convivencia pasajera y
ocasional no protegida por la norma que le fue aplicada, y a partir de ello, solicita que se anule la
sentencia, en lo que respecta a la calificación jurídica otorgada a los hechos, y se recalifiquen los
mismos conforme a derecho corresponda, ordenándose un reenvío para la fijación de la pena. No
lleva razón el defensor: Del estudio del fallo que impugna el licenciado Rafael Ángel Rodríguez
Salazar, se desprende fácilmente, que la norma penal que se cuestiona sí estuvo correctamente
aplicada. Es claro, que la conducta realizada por V. sí se subsume en el tipo penal de femicidio, en
tentativa, según lo dispuesto en el artículo 21 de la Ley de Penalización de la Violencia contra las
Mujeres (en relación con el artículo 24 del Código Penal). Dicho tipo penal sanciona con pena de
prisión de veinte a treinta y cinco años, a quien: “…dé muerte a una mujer con la que mantenga una
relación de matrimonio, en unión de hecho declarada o no…”. En lo que interesa, en el presente
asunto se acusó y se tuvo por demostrado, que el domingo 26 de abril de 2009, aproximadamente a
las 23:00 horas, el imputado V. -quien según se determinó, tenía ocho meses de convivir en unión
libre con R , ingresó a la habitación donde ésta se encontraba: “…y sin intercambiar palabras con la
víctima comenzó a darle una brutal golpiza en todo su cuerpo tanto con sus manos, sus pies, contra
las paredes, levantando el cuerpo de la ofendida y arrojándolo al suelo repetidas veces, al punto que
se ensañó sobre la corporalidad de su víctima…” (f. 455 vto.), causándole así, múltiples golpes en
repetidas ocasiones en todo su cuerpo, acreditándose que, a pesar de haber realizado todos los actos
necesarios para acabar con su vida, el imputado no logró su cometido en razón de la fortaleza y
juventud de la ofendida (ver relación de hechos probados, de folio 455 fte. a 456 vto.). Ahora bien,
la Ley de Penalización de la Violencia contra las Mujeres, establece en su artículo 3, como fuentes
de interpretación de la misma, la Convención para la eliminación de todas las formas de
discriminación contra la mujer, Ley Nº 6968, del 2 de octubre de 1984, y la Convención
interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, Ley Nº 7499, de 2
de mayo de 1995 (Convención De Belém do Pará), la cual dispone, en lo que interesa, en el artículo
2), que se entenderá que violencia contra la mujer incluye la violencia física, sexual y psicológica:
“a). que tenga lugar dentro de la familia o unidad doméstica o en cualquier otra relación
interpersonal, ya sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo domicilio que la mujer, y
que comprende, entre otros, violación, maltrato y abuso sexual”. Pese a la inconformidad del
impugnante, este Despacho avala el proceder del a quo, al haber considerado que la relación
personal existente entre el imputado y la ofendida -quienes tenían algunos meses de convivir como
pareja en el mismo domicilio- sí se encontraba amparada por la Ley de Penalización de la Violencia
contra las Mujeres, integrando para ello, la redacción del artículo 21 de dicha ley, con lo dispuesto
en el artículo 2) de la Convención interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia
contra la mujer (Convención De Belém do Pará), al ser ésta última, una norma de mayor rango que
protege en mayor medida los derechos y garantías de las mujeres víctimas de violencia, a la cual,
además, la misma ley remite como fuente de interpretación, según se ha indicado. Debe recordarse,
que el Estado costarricense se encuentra vinculado a los principios, derechos y garantías contenidos
en los diversos instrumentos internacionales de derechos humanos. De ahí que, las decisiones de los
Juzgadores, en tanto operadores de la administración de justicia penal, y actuando en representación
-parcial- del ejercicio del poder estatal, deban sujetar sus actuaciones, no solo a los principios y
garantías establecidos en las leyes, sino también, a aquellos previstos en las normas constitucionales
y en el Derecho Internacional y Comunitario a los que Costa Rica se ha adherido. Al respecto, ha
indicado la Sala Constitucional: “…Las obligaciones del Estado costarricense como miembro de la
Organización de los Estados Americanos, en materia de derechos humanos, derivan de distintas
fuentes. En virtud de su ratificación de la Carta, todos los Estados miembros están obligados por las
disposiciones sobre derechos humanos incorporadas a ese instrumento que los órganos políticos y
de derechos humanos de la Organización han reconocido como contenido de la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y definidos por ésta. Esta Declaración constituye
una fuente de obligaciones jurídicas para todos los Estados miembros de la OEA. Además, los
Estados como Costa Rica, que ratificaron la Convención Americana de Derechos Humanos,
explícitamente se comprometieron a respetar los derechos humanos y libertades reconocidos en la
Convención y a garantizar a todas las personas sujetas a su jurisdicción el libre y pleno ejercicio de
sus derechos y libertades, sin discriminación por razones de raza, color, sexo, idioma, religión,
opinión política o de otra índole, origen nacional o social, condición económica, nacimiento u otra
condición social. Otros numerosos tratados han complementado y ampliado los derechos contenidos
en estos dos instrumentos principales y constituyen obligaciones internacionales adicionales para
los Estados miembros que han ratificado los instrumentos o adherido a sus términos. Estos acuerdos
incluyen, entre otros… la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la
Violencia contra la Mujer (“Convención de Belém do Pará”)… Estas disposiciones de los
instrumentos interamericanos de derechos humanos, deben interpretarse en conjunto con otros
tratados de derechos humanos y del derecho humanitario, que en su conjunto crean un régimen
interrelacionado y que se refuerza mutuamente de protecciones de los derechos humanos…” (Sala
Constitucional, resolución N° 17907-2010, de las 15:07 horas, del 27 de octubre de 2010).
Concluye este Despacho, que la relación de hechos probados del fallo, jurídicamente no se podía
encasillar en el delito de homicidio simple, tal y como lo aduce el recurrente en su reclamo, pues la
conducta desplegada por V , lo que configura es el delito de femicidio -en tentativa- previsto en el
artículo 21 de la Ley de Penalización de la Violencia contra las Mujeres, como en efecto concluyó
el a quo. Así las cosas, considerando este Despacho que la calificación jurídica que el Tribunal le
otorgó a los hechos resulta acertada, se impone declarar sin lugar el alegato que en ese sentido
plantea el defensor particular del encartado.
III. Segundo motivo: violación a las reglas de la sana crítica. Específicamente, el impugnante refiere
que en la causa no se contó con prueba que, de manera unívoca, permitiera acreditar que V. tuvo la
intención de darle muerte a la ofendida. En ese sentido, considera que los aspectos que el Tribunal
valoró a saber, la gravedad de las lesiones ocasionadas a la víctima y las circunstancias de tiempo,
modo y lugar en que se produjeron, son insuficientes para acreditar el animus necandi del
justiciable, máxime, que el suceso se dio de manera inesperada, estando el endilgado bajo los
efectos del alcohol y las drogas y sin que existieran amenazas o maltratos previos. Así, el recurrente
dice que, de acuerdo con los hechos demostrados, la única certeza que puede tenerse, es que la
intención del encartado era golpear y lesionar a la víctima, pero no, poner en peligro su vida, por lo
que solicita se recalifiquen los hechos como constitutivos del delito de lesiones gravísimas, y se
ordene un juicio de reenvío para la imposición de la pena que corresponda. Se rechaza el alegato:
Contrario a lo que acusa el licenciado Rafael Ángel Rodríguez Salazar, este Despacho concluye que
los Juzgadores efectuaron una fundamentación intelectiva válida y suficiente, de la prueba que para
ellos, permitía justificar la existencia del animus necandi de V , requerido para el tipo penal de
femicidio. Según se observa, en lo que se refiere a la determinación del dolo del encartado, el
Tribunal valoró el número de lesiones producidas, la ubicación de las mismas en el cuerpo de la
víctima y el mecanismo empleado por V
. En lo que interesa, razonaron los Juzgadores:
“…Golpearle la cabeza repetidas veces contra las paredes al extremo de producirle una hemorragia
subaracnoidea, quebrarle la mandíbula, la nariz, golpearle el abdomen una y otra vez, donde todos
sabemos por experiencia se encuentran ubicados los órganos (corazón, hígado, riñones, etc)
indispensables para la vida, patearla, levantar el cuerpo de la víctima y lanzarla una y otra vez
contra el piso, son acciones más que idóneas para darle muerte a la ofendida …” (f. 451 vto.).
Según se expuso en el fallo, la existencia de tales lesiones fue corroborada con el relato de la
médico forense Mercedes Méndez Rivera y con el dictamen DML 2009-05702, probanzas que, en
conjunto con el testimonio del doctor Dobles Acuña, evidenciaban el nivel de violencia empleado,
quedando claramente manifiesta la intención de V.
de darle muerte a R.
Es innegable, que la
acción desplegada por el endilgado pudo ser letal, y que no se consumó, según se expuso en la
sentencia, tanto por la fortaleza y juventud de la víctima, como porque ésta recibió una atención
médica oportuna (f. 456 vto.). El animus necandi de V. se hace patente, al resultar idóneo el medio
empleado para causar la muerte (el justiciable golpeó varias veces la cabeza de la ofendida contra
las paredes del baño, le propinó patadas directamente en su estómago, tórax, brazos y piernas, y
además, estrelló su cuerpo contra el piso en distintas ocasiones) afectando lugares susceptibles de su
cuerpo, y atentando así contra su vida, o al menos, aceptando como probable dicho resultado, lo que
no se desvirtúa, en modo alguno, con que luego de los hechos, al percatarse de la condición de la
afectada, V. le hubiera pedido perdón y le hubiera buscado ayuda médica.Resulta indiferente
también, que previo a los hechos, el justiciable hubiera ingerido licor y drogas, pues según se
expuso ampliamente en la sentencia, el endilgado “…siempre conservó el conocimiento sobre la
licitud e ilicitud de sus actos…” (f. 453 vto.), extremo que será ampliamente analizado en el
próximo considerando. Finalmente, el recurrente aduce que antes del suceso, no hubo amenazas o
maltratos de parte del endilgado contra la ofendida. No obstante, una vez analizada la prueba
evacuada, para el Tribunal resultó claro que la ofendida sufría un ciclo de violencia intrafamiliar. Al
respecto, hizo referencia al testimonio de la madre de la víctima, L
, quien: “…habló de sus
esfuerzos porque su hija saliera de esa relación violenta…” (f. 453 fte.), e incluso, manifestó que R.
le había comunicado su decisión de finalizar la relación de convivencia con V . De manera tal, que
el reproche planteado, respecto a la supuesta ausencia de agresiones previas al hecho, resulta
manifiestamente infundada, evidenciándose solamente, la inconformidad del impugnante con la
decisión condenatoria adoptada contra el encartado. En consecuencia, observándose que el
razonamiento empleado por el Tribunal al acreditar el animus necandi del endilgado, resulta
ajustado a las normas del correcto entendimiento humano, se declara sin lugar el segundo motivo
invocado.
IV. Tercer motivo: Violación del principio in dubio pro reo. En síntesis, el impugnante reclama que,
si bien, la víctima refirió que al momento del hecho, V.
se encontraba en un estado que no era
acorde con su capacidad cognoscitiva, ello fue dejado de lado por el Tribunal, a partir de los
resultados del dictamen médico forense psiquiátrico, que lo que determinaba era la capacidad de
actuar del imputado al ser valorado, pero no, su intención de querer matar a la ofendida al momento
de cometer el hecho. Agrega, que las manifestaciones de los testigos resultaron contradictorias
respecto al suceso; que no se descartó que los hechos hubieran surgido como consecuencia de una
discusión previa entre el encartado y la ofendida; que ningún testigo escuchó frases amenazantes de
parte del imputado, o que evidenciaran la intención de querer matar la ofendida; que no hubo
agresiones anteriores ni amenazas de muerte; y que el ofendido le buscó ayuda médica a la víctima,
cuestiones que según insinúa el impugnante, generaban una duda que debía beneficiar al encartado.
El vicio es inexistente: Según se extrae de la sentencia, durante el debate, la defensa técnica del
imputado, intentó demostrar una inimputabilidad transitoria de V. al momento del suceso, así como
la ausencia de dolo en su actuar, argumentando que de haber querido darle muerte a la víctima,
habría logrado su objetivo. Para demostrar tal teoría del caso, se ofreció el testimonio del padre del
imputado, M , quien refirió que cuando V. ingería “guaro” y drogas “se volvía loco y perdía el
control”. No obstante, según explicó el a quo, tales frases no conllevaban un estado de
inimputabilidad transitorio, ni evidenciaban ninguna relación: “…entre ingesta de guaro, drogas y
violencia, que era lo que se pretendía acreditar inicialmente…” (f. 446 vto.), pues dicha expresión,
según explicó el testigo: “…no significa volverse agresivo y no recordar lo que había ocurrido
mientras permaneció bajo el estado agudo de intoxicación, sino simplemente realizar maniobras
arriesgadas con la moto, nada más, lo que no tiene ninguna relación con la conducta notoriamente
violenta en contra de la integridad física de la ofendida…” (f. 446 vto.), resultando por lo tanto
inútil, dicho testimonio, para acreditar un estado de inimputabilidad transitorio de V . También, la
defensa contó con la declaración de J.
amigo del imputado, cuyo relato, lejos de corroborar la tesis
que resultaba de interés para V , refirió que: “…a pesar del estado de intoxicación de su amigo, su
comportamiento era normal y nunca se puso agresivo…” (f. 447 fte.). Ponderó también el a quo,
como parte de la prueba de descargo, el testimonio del perito psiquiatra forense Freddy Mejía
Sánchez, así como el dictamen SPPF-2010-0643, no obstante, más bien, a partir de dichas
probanzas, se acreditó: “…desde una perspectiva científica que el imputado sí reúne las condiciones
necesarias para tener capacidad de culpabilidad, toda vez que sí comprende el carácter ilícito de sus
actos, y por tanto puede programar su conducta desde ese conocimiento…” (f. 448 fte.).
Finalmente, se bastanteó el relato que brindó el imputado, quien dijo recordar lo sucedido el día de
los hechos hasta el momento en que cayó de la motocicleta cuando se dirigía a su vivienda luego de
consumir alcohol y drogas, relato que según expuso el Tribunal, resultó inconsistente con la
declaración de su padre, pues éste manifestó que lo último que su hijo dijo recordar, fue que hubo
una discusión y que “mandó manazos”, entendiendo el Tribunal que ambos pretendieron justificar
un olvido que nunca existió, circunstancia que le restó credibilidad a sus deposiciones, según se
deriva del fallo impugnado. En contraste con dichos elementos probatorios, los Juzgadores
analizaron las manifestaciones de la víctima, concluyendo que las mismas permitían acreditar que
V.
sí tenía plena conciencia de su actuar al agredirla. Según se consignó en la sentencia, la
afectada explicó que el ataque sufrido se dio en dos momentos, entre los que hubo una pausa,
durante la cual, V.
le pidió perdón, pero que ella, al indicarle que “era un estúpido”, desencadenó
la segunda parte del ataque, luego de la cual, V. lloró, se disculpó y reconoció que casi la había
matado. Concluyó el Tribunal, que: “…si el acusado le pidió perdón a la víctima, es porque sabía y
era consciente que lo que estaba haciendo es incorrecto o contrario a la conducta esperada de
acuerdo a Derecho y las normas que rigen el trato social, sobre todo si la otra persona es la pareja
con la que se convive en unión de hecho…” (f. 449 vto.). Otro dato que, en criterio del a quo,
evidenciaba la capacidad de culpabilidad del encartado, fue su conducta posterior al ataque. Según
dijo la víctima, el imputado se comportó atento y cariñoso, cuestión que para el Tribunal, también
ponía de manifiesto el ciclo de violencia en que se encontraba la afectada. En relación con tal
extremo, consideró el Tribunal que: “…si buscó cómo redimirse, es porque sentía sobre sí el peso
de lo que había realizado, lo que viene a reforzar nuestra conclusión en el sentido de que el
imputado siempre tuvo pleno dominio sobre su conducta, y aunque tenía el conocimiento de lo
permitido y lo no permitido, optó libremente por actuar contra Derecho. Que hubiera ingerido licor
y otras drogas antes de la agresión no viene a modificar esta conclusión…” (f. 453 fte. y vto.). Se
observa así, que la tesis de la defensa fue descartada por el Tribunal, mediante un razonamiento
legítimo y suficiente, concluyendo por el contrario, que con la prueba evacuada en el contradictorio,
sí se acreditaba con certeza, que al cometer el hecho, el imputado mantenía sus facultades mentales
para comprender el carácter ilícito de sus actos y para ajustar su conducta de acuerdo con esa
comprensión. Queda claro, que no fue en virtud de los resultados del dictamen médico forense
psiquiátrico, que se arribó a tal conclusión, sino, básicamente, por la prueba testimonial evacuada,
que dio cuenta de las condiciones en que se encontraba el endilgado antes del hecho (relato de J. );
de la reacción común del justiciable cuando se encontraba bajo los efectos del alcohol y las drogas
(testimonio de M. ) y de la conducta concreta desplegada por V. durante y después del suceso
(deposición de la víctima), según se ha expuesto. Por otra parte, el recurrente acusa distintas
cuestiones, a partir de las cuales, busca generar una duda respecto al dolo del imputado. Por
ejemplo, insinúa que los hechos pudieron haberse originado en una discusión previa entre el
encartado y la ofendida; señala que no se contó con prueba de que previo al suceso, V. agrediera o
amenazara de muerte a la víctima o evidenciara tal intención; y que el ofendido le buscó ayuda
médica a la víctima. Sin embargo, según se expuso en el considerando anterior apartado al cual se
remite, a efectos de evitar reiteraciones innecesarias, los Juzgadores determinaron el animus
necandi del endilgado, con una fundamentación completa y adecuada, que no admite reparo alguno,
y desde esa óptica, los reclamos aducidos por la defensa, no pueden prosperar. Así las cosas,
descartándose la posibilidad de que la sentencia dictada contra V.
contenga algún vicio de
fundamentación que deba ser declarado, se impone rechazar el último motivo alegado por el
licenciado Rafael Ángel Rodríguez Salazar.
Por Tanto:
Se declara sin lugar el recurso de casación interpuesto por el defensor particular Rafael Ángel
Rodríguez Salazar, a favor del imputado V . Notifíquese.
Magda Pereira V.
Jesús Ramírez Q.
Doris Arias Madrigal
Carlos Chinchilla S.
Jorge Luis Arce V.
I ARCEM
Es copia fiel del original - Tomado del Sistema Costarricense de Información Jurídica el: 16/3/2012
10:07:26 AM
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