¿Se puede mejorar el mejor de los mundos posibles según Leibnz?

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Luis Camacho
¿Se puede mejorar el mejor
de los mundos posibles según Leibnz?
Resumen: Parece haber una contradicción
entre La idea de Leibni: de que vivimos en eL
mejor de Los mundos posibLes y sus constantes
esfuerzos por mejorar La condición humana
ofreciendo soLuciones a probLemas sociaLes. En
este artícuLo expLoramos aLgunos enfoques para
tratar este confLicto entre teoría y práctica.
Palabras clave: Leibniz; mundos posibLes,
conflicto, optimismo.
Abstraet: There seems to be a contradiction between Leibniz's idea that we Live in the
best possibLe worLd and his constant efforts to
improve human condition by proposing soLutions
to sociaL probLems. In this paper we expLore some
approaches to deaL with this conflict between
theory and practice.
Key words: Leibniz, possibLe worLds, conflict, optimismo
Leibniz es el primer filósofo que ha defendido la idea de que vivimos en el mejor de los
mundos posibles. La terminología es propia de él,
como también lo es el modo de plantear el problema y la solución que ofrece. Cuando se menciona
esta idea, es inevitable recordar la parodia que
hace de ella Voltaire en su Cándido, donde la
referencia al Dr. Pangloss (caricatura del filósofo)
aparece en varios lugares, como por ejemplo en
las secciones VI y X. Es en la VI donde Cándido
se pregunta cómo serán los otros mundos si éste
es el mejor. Quizá por haber sido tan ridiculizada
o por parecer tan obviamente falsa a simple vista
pocos autores la han tomado suficientemente en
serio como para tratar de analizar qué quiere
decir y cuáles son las premisas que llevan a su
autor a conclusión tan asombrosa. En su artículo
sobre este tema en el Cambridge Companion
David B1umenfeld [Blumenfeld 1995,382] hace
notar este olvido, que es fácil corroborar si uno
mira algunas selecciones publicadas de textos
leibnicianos y las entradas dedicadas a este autor
en enciclopedias e historias de la filosofía.
Mencionemos apenas algunos ejemplos para
ilustrar esta omisión. El volumen preparado por
Philip P. Wiener [1951; en adelante W] , ampliamente usado en cursos universitarios sobre todo
en lengua inglesa, recoge solo dos breves textos de
la Teodicea y del Discurso relacionados con este
tema [W 292,509]. En su monumental obra de
historia de la filosofía Frederick Copleston dedica
casi una tercera parte del volumen 4 a Leibniz,
pero menos de una página, al final, al tema del
mejor de los mundos posibles, del cual no ofrece
ningún análisis [Copleston 1963,IV,335-336]. En
el largo artículo publicado en la Enciclopedia
Británica, Ivon Belaval se centra en la noción de
mónada y narra la biografía intelectual de Leibniz como una evolución progresiva hacia la idea
de los centros de fuerza dotados de percepción;
los mundos posibles con uno de ellos como el
mejor no le parece un tema importante [Belaval
1974,785-789]. En su artículo en The Encyclopedia of Philosophy compilada por Paul Edwards,
LJ.Russell dedica dos párrafos al tema [ Russell
1967,430] En una selección de textos hecha por
Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XLVIII (123-124),127-133,
Enero-Agosto
2010 IlSSN: 0034-8252
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LUIS CAMACHO
Agustín Andreu en dos volúmenes, publicada
por la Universidad Politécnica de Valencia, de la
que sabemos que es reciente aunque no incluye
año de publicación, ni siquiera aparece la entrada
"mundo posible" en los índices analíticos, por lo
demás muy útiles.
A pesar de este olvido, está claro que Leibniz
consideró que la divinidad creó el mejor de los
mundos posibles. También debería quedar claro
que esta extraña conclusión se desprende de las
premisas de las que parte el autor y que estas
premisas son compartidas por cuantos tengan una
visión religiosa de la realidad que incluya la idea
de una divinidad omnipotente y sabia que crea el
mundo que conocemos. Nos parece que el problema no está en la conclusión, sino en las premisas. En ese caso el olvido quizá tenga una razón
adicional, pues sería una manera de soslayar un
problema lógico de doctrinas religiosas que no se
someten a crítica. Obviamente cabe la opción de
afirmar que la divinidad creó un mundo que está
lejos de ser el mejor sin que tengamos la menor
idea de por qué lo hizo, pero esta actitud no es la
de los escolásticos ni la de Leibniz.
Por otra parte, es igualmente claro que
Leibniz fue uno de los filósofos que más se involucraron en el mejoramiento de las condiciones
sociales y políticas de su tiempo. Más aún, su
incansable lucha no tiene parangón entre los filósofos y científicos de su época, y se encuentran
pocos ejemplos comparables tanto en la historia
de la ciencia como de la filosofía. En particular
se ocupó durante toda su vida de la unificación
de las sectas cristianas como medio para evitar
las guerras religiosas, que habían asolado Europa
hasta poco antes de su nacimiento. A diferencia
de sus contemporáneos
filósofos y científicos,
Leibniz no descansó en sus empeños por crear
instituciones que favorecieran el incremento del
conocimiento y de las técnicas como medios
para resolver los graves problemas sociales que
veía todos los días. Aunque fracasó en todos sus
esfuerzos en este orden, muchas de sus ideas han
tenido impacto en el desarrollo de la filosofía, la
ciencia y la tecnología posteriores. La manera en
que su pensamiento se adelanta a su tiempo y se
conecta con el nuestro hace que en algunos sentidos Leibniz sea un precursor de la globalización,
Rev. Filosofía
como lo he mostrado en otro artículo [Camacho
2004, 55-63].
Es fácil demostrar que Leibniz creía en el
progreso y que, por tanto, también tendría que
haber admitido que el mejor de los mundos posibles se puede mejorar considerablemente. Como
consta por su carta de 1716 al zar de Rusia -al
final de su vida- Leibniz creía claramente en la
posibilidad del progreso de las artes y las ciencias
cuando incita al Zar a fomentarlas sin pérdida de
tiempo mediante la creación de las instituciones
necesarias. Luego conecta dicho progreso del
patrimonio cultural de la humanidad con el mejoramiento de las condiciones de vida de las generaciones futuras [W 595-6]. Hoy hablaríamos de
ciencia y tecnología para el desarrollo; Leibniz
habla de ciencias y artes para el progreso .
Esto nos lleva a plantear lo que parece ser
una contradicción: ¿es posible mejorar el mejor
de los mundos posibles?
Antes de contestar la pregunta conviene
señalar que Leibniz veía el mundo de una manera
muy diferente a como lo vemos nosotros. A pesar
de adelantarse a la filosofía y a la ciencia de su
tiempo en muchos aspectos, el filósofo de Hanover mantuvo opiniones sobre la realidad física
y los seres vivos que no se pudieron adaptar a
los descubrimientos y teorías posteriores. En el
mundo visto por Leibniz no hay átomos ni vacío,
ni existe la evolución orgánica. Toda la materia es
compacta y sus divisiones en partes se extienden
infinitamente. El tiempo y el espacio son ideales;
no existen independientemente de los objetos ni
de las mónadas. Tampoco es real la extensión; lo
único real en definitiva son las mónadas. Como
señala Belaval en el artículo mencionado, al final
de su vida la monadología es la teoría predominante en el pensamiento de este autor, en vez de
la preocupación por la lógica y el derecho que
vemos al comienzo.
Más extraña es la visión leibniciana de los
seres vivos, entre los que está dispuesto a incluir
formas de vida totalmente desconocidas. Cada
planta y cada animal ha existido previamente y
no dejará de existir, de modo que el nacimiento y
la muerte es solo aparente. No existen seres vivos
sin alma ni almas separadas; la muerte consiste
simplemente en una reducción de tamaño. En una
carta a Bourguet fechada en 1714 dice Leibniz:
Univ. Costa Rica, XLVIll (123-124),127-133,
Enero-Agosto
2010 ¡¡SSN: 0034-8252
¿SE PUEDE MEJORAR
EL MEJOR DE LOS MUNDOS
"Mantengo que un ser vivo preformado debe ser
siempre la base de la transformación tanto de
una planta como de un animal, y que la misma
mónada dominante está en la planta o el animal"
[W 199]. En su ensayo "Consideraciones sobre
los principios de la vida" de 1705 [W 190-198]
Leibniz dice que cada sustancia simple es imperecedera y que cada alma es por tanto inmortal.
Así pues, en realidad tanto el nacimiento como
la muerte de los seres vivos son ilusorios; en el
nacimiento el ser vivo aumenta en tamaño y en la
muerte disminuye, pero ni empieza a existir con
el nacimiento ni deja de existir con la muerte. A
quienes encuentran inverosímiles estas afirmaciones, Leibniz replica que los partidarios de los
átomos dicen algo parecido sin provocar tanto
rechazo. En ese mismo ensayo añade que de
acuerdo con su sistema toda porción de materia
está llena de innumerables cuerpos orgánicos
animados, dentro de los que incluye no solo
plantas y animales sino tal vez otras clases que
son enteramente desconocidas para nosotros. No
afirma que toda porción de materia sea animada,
sino que toda la materia se parece a un estanque
lleno de peces, como él mismo dice.
A lo anterior hay que añadir su teoría sobre
cómo se conectan almas y cuerpos. Según su
teoría de la armonía preestablecida, las almas
o principios vitales (tal como también entiende
este término Aristóteles) no cambian nada en
el funcionamiento mecánico de los cuerpos, ni
siquiera dan ocasión a Dios para que lo haga, sino
que ambos ámbitos ,el de los cuerpos y el de los
principios vitales -el de las causas eficientes y el
de las finales- están perfectamente de acuerdo y
se corresponden uno al otro como dos relojes que
marcan la misma hora. La armonía preestablecida elimina la necesidad de introducir milagros en
el funcionamiento habitual de la naturaleza. Cada
uno de los dos reinos, el de las causas eficientes
y el de las finales, proporciona suficiente intelección en detalle del funcionamiento de las cosas
como si el otro no existiera.
Aún cuando el mundo visto por Leibniz sea
tan distinto del que vemos nosotros, la pregunta inicial sobre la perfectibilidad del mejor de
los mundos posibles sigue siendo válida. Una
primera respuesta es que ciertamente hay una
contradicción entre la idea de que éste es el mejor
POSIBLES
SEGÚN LEIBNZ?
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de los mundos posibles y la afirmación de que
este mundo puede ser mejorado. Si es posible
cambiarlo, entonces podemos imaginar un mundo
mejor y, en consecuencia, éste no sería el mejor
mundo posible. Esta contradicción se parece a
otra que se encuentra en la base misma de la
noción: si Dios tiene que escoger el mejor de los
mundos posibles porque de otro modo no sería
sabio, ¿en qué sentido son posibles todos los otros
mundos no escogidos? Leibniz diría que son posibles porque no encierran contradicción, es decir,
porque las posibilidades que encierra cada uno
son a su vez composibles, pueden coexistir sin
que una implique la negación de otra.
Podemos suponer que Leibniz no estaría de
acuerdo en reconocer que se contradice. Mencionemos algunas razones para empezar:
1.
Tener una idea no implica que el contenido
de dicha idea sea posible. Tenemos la idea de
un número mayor que todos, pero sabemos
que no existe y que no puede existir. Como
bien se sabe, este es el fundamento del rechazo de Leibniz al planteamiento cartesiano
del argumento ontológico: para concluir que
Dios existe porque contiene todas las perfecciones hay que probar primero que tal noción
es posible. En un sentido inverso, la prueba
de que vivimos en el mejor de los mundos no
está en nuestra capacidad o incapacidad de
imaginamos cómo es, sino en la fuerza del
argumento donde se demuestre que así es.
2.
En el mejor de los mundos posibles -el
actual- se combinan las causas eficientes y
finales. Todo opera según causas eficientes,
pero mediante éstas se obtienen las causas
finales. Nuestra actividad para mejorar las
condiciones sociales y políticas responden
a la causalidad eficiente pero se guían por
causas finales, aunque no seamos capaces de
ver la causalidad final detrás o por encima
de la eficiente. Este mundo es el mejor de
los mundos posibles cuando se examinan
sus conexiones causales eficientes a la luz de
las finales. Cuando se rechaza el optimismo
leibniciano parece haber un olvido de las
causas finales.
3.
Los dos laberintos que aprisionan la mente
humana, según Leibniz, son la relación entre
el destino y la libertad, por un lado, y el
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problema del continuo por otro. Un mundo
en el que existe la libertad es mejor que otro
en el que no existe, pero si existe la libertad
se da también la posibilidad de cambiar el
mundo hacia el bien o hacia el mal. De modo
que no hay contradicción entre la acción que
mejora las condiciones del mundo en que
vivimos y la idea de que vivimos en el mejor
de los mundos posibles.
Al comienzo de su producción filosófica
Leibniz se guió por la diferencia entre ideas
simples y compuestas, basada en la diferencia entre números primos y compuestos, para
desarrollar su método de analizar nociones
complejas en términos de las más simples.
En este enfoque, su noción de la divinidad
resulta de la combinación de propiedades
simples y positivas que se pueden combinar
sin contradicción. Pero es difícil explicar
entonces de dónde surge lo negativo en la
relación entre el creador y su creación. El
cambio de analogía numérica que tiene lugar
en el pensamiento de Leibniz a medida que
se vuelve maduro sirvió para el cambio en
la concepción de la divinidad: en vez de
números simples y compuestos, Leibniz pasó
a la reducción de todos los números a O y 1,
con los cuales se puede construir la serie de
los números. Si usamos el O para indicar la
ausencia de ser y el 1 para representar la entidad, entonces ambos aspectos son necesarios
para formular los demás números en una
serie sin fin. Tenemos entonces una analogía:
con solo dos números tenemos el mejor (más
simple y fecundo) de los sistemas numéricos,
pero justamente esa combinación de simplicidad y fecundidad permite un progreso sin
límites.
Además, Leibniz parece llegar a admitir que
el mejor de los mundos posibles mejora con
el paso del tiempo, pues éste no es más que el
orden sucesivo de todas las posibilidades ya
comprendidas dentro de la noción.
Para entender mejor la doctrina de Leibniz
distingamos entre la afirmación de que vivimos
en el mejor de los mundos posibles (tesis del
optimismo) y el argumento en que se basa. Una
excepción al olvido que empezamos mencionando
Rev. Filosofía
es el artículo de Eugenio Bulygin titulado "Omnipotencia, Omnisciencia y Libertad" [Bulygin,
1978,33-52 Y 1985,41-54], en el que encontramos
la siguiente sistematización de la argumentación:
1. Si Dios es omnipotente, puede crear cualquier mundo posible.
2. Si Dios es omnisciente, sabe cuál es el mejor
de los mundos posibles.
3. Si Dios es bueno, elige siempre la mejor
alternativa.
4. Dios es omnipotente, omnisciente y bueno.
5. Dios ha creado este mundo
Por tanto, este mundo es el mejor de los
mundos posibles.
Nótese que cualquier creyente tendría que
aceptar las premisas 1-5, a no ser que renuncie a
la capacidad humana de analizar dogmas y creencias o que niegue que tenga sentido hablar de un
mundo mejor que todos los demás. Lo único que
no aparece en la teología anterior a Leibniz es la
idea de una pluralidad de mundos posibles simultáneos que luchan por llegar a la existencia, de los
que solo uno lo logra, el mundo en que vivimos.
Pero la idea de que las cosas podrían haber sido
de otra manera no parece tan extraña a la teología
tradicional como para que la rechace. De hecho
no conocemos condenatorias al pensamiento de
Leibniz por parte de las iglesias cristianas ni de
otras religiones, a pesar de la conocida suspicacia
de iglesias y religiones hacia todo lo que remotamente les parezca amenazador y de la prontitud
con que reaccionan ante aquello que no aceptan.
En su excelente artículo sobre la continuidad del
pensamiento de Leibniz en Alemania, Catherine Wilson [Wilson 1995,468] muestra cómo la
reacción contra Kant en la primera mitad del
siglo XIX tomó a Leibniz como inspiración, en el
sentido de que su idea de un mundo que aumenta
en perfección según designios divinos se tomó
como la expresión filosófica correcta de la idea
cristiana de la redención.
Según Bulygin el argumento de Leibniz no
prueba sin más que este mundo sea el mejor y
ni siquiera que sea bueno. Lo único que hace
es conectar proposiciones; sin embargo, parece
evidente que en Leibniz la convicción optimista
era lo fundamental, mientras el argumento simplemente probaría lo que de todos modos era
verdadero y quizá evidente para él. Ahora bien,
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EL MEJOR DE LOS MUNDOS
¿podemos aceptar estas premisas? Según Bulygin
las tres primeras no ofrecen ninguna dificultad
porque son analíticas. El problema está con la
4, pues no parece compatible con la 3. "Escoger
siempre lo mejor" parece ser un atributo necesario de la divinidad, pero en tal caso ¿dónde queda
la omnipotencia? Por otra parte, la premisa 5
presupone otra que no se prueba en el argumento,
a saber, que existe Dios. Basta con no compartir
esta premisa presupuesta para que se venga abajo
toda la argumentación.
Sin embargo, la objeción que nos parece más
importante a la idea del mejor de los mundos
posibles es diferente a la que indica Bulygin y se
puede formular de la siguiente manera: si Dios
tiene que escoger un solo mundo como el mejor,
de manera que los otros necesariamente no pueden actualizarse porque si así se hiciera Dios no
sería omnisciente ni bueno, entonces esos mundos necesariamente no pueden llegar a ser. ¿Qué
sentido tiene entonces decir que son "posibles"?
Leibniz responde repetidas veces que son posibles porque no encierran contradicción, pero al
mismo tiempo afirma que tienen menos variedad
de entes y simplicidad de leyes que el actual, en
el que se juntan la máxima variedad posible de
entidades con la más simple explicación de cómo
se relacionan. En G IV 438 encontramos uno de
esos textos típicos en este contexto: "Es razonable
y seguro que Dios hará siempre lo que sea óptimo, aunque lo que es menos perfecto no implique
contradicción." Dentro de la filosofía leibniciana,
donde la contingencia y la posibilidad tienen
papeles tan importantes, el texto anterior sería la
explicación de un hecho contingente, a saber, la
existencia de este mundo con sus leyes naturales. Además de una explicación, ¿sería esto una
demostración? Leibniz ofrece distintas respuestas al problema de si se pueden demostrar hechos
contingentes [Camacho 2003, 23], de modo que
cualquier respuesta tendría que ubicarse en épocas diferentes en la evolución de su pensamiento.
Así pues, cuando se dice que vivimos en
el mejor de los mundos posibles se afirma
mucho más que la condición mínima de nocontradicción, pues se hace una comparación en
cuanto al contenido. "Posible" tiene entonces otro
sentido, además de no-contradictorio:
aquello
cuya no-existencia no es necesaria. Aquí vemos
Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XLVlll
POSIBLES
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claramente el problema: si la divinidad no puede
escoger esos otros mundos posibles porque tienen menos diversidad y simplicidad, entonces
su no-existencia es necesaria y, por tanto, no son
posibles en este otro sentido del término. Aunque
no haya una contradicción interna en el mundo
posible no actualizado, existe en cambio una contradicción externa que surge de la comparación
con otros mejores.
Queda todavía otro problema que apenas
mencionaremos porque ya lo hemos tocado en
otro artículo [Camacho 2005,62] : si el número de
mundos posibles es infinito, y bastaría concebir
una diferencia insignificante en nuestro mundo
actual para que éste ya no sea el mismo sino otro,
¿cómo podemos fijar un único mundo en un continuo infinito?
A continuación Bulygin analiza el argumento de J.L.Mackie en el artículo "Evil and
Omnipotence" [Mackie 1955,202-212], en el que
se rechaza la argumentación leibniciana sobre la
necesidad del mal y se afirma que un mundo de
seres libres en el que estos escogen siempre el
bien es lógicamente posible y sería mejor que el
actual. En la visión de Bulygin, Leibniz no estaría de acuerdo en decir que un mundo de seres
que libremente se abstienen de hacer el mal sería
mejor qúe otro en el que algunos seres humanos
hacen el bien y otros hacen el mal. Es de hecho
el mal lo que permite la introducción de otras
realidades importantes para el creyente, como
la redención. Para Leibniz y quienes piensan
como él un mundo con pecado, revelación divina,
redención y gracia es superior a otro sin pecado
pero también sin revelación, redención ni gracia.
De nuevo vemos que el optimismo leibniciano
depende de la religión como condición necesaria
, algo que ni Bulygin ni Mackie señalan. Como en
otros muchos casos a lo largo de la historia, tenemos aquí una filosofía que sirve para defender
posturas externas a ella. Toda la inmensa obra de
Leibniz se debate entre la filosofía como continuación de la religión y la filosofía como antesala
de la ciencia. Su noción de mundos posibles, con
la consiguiente reformulación de las nociones
de contingente (verdadero en algún mundo posible), necesario (verdadero en todos los mundos
posibles) e imposible (falso en todos los mundos
posibles) , abrió el camino hacia la lógica modal
(123-124),
127-133, Enero-Agosto
2010 IISSN: 0034-8252
132
LUIS CAMACHO
contemporánea. Su noción del mejor de los mundos, en cambio, remite a una discusión anterior
que hoy nos resulta difícil entender.
Leibniz no afirma que en cada momento este
mundo muestre su máximo estado de perfección.
De hecho está en constante cambio, lo que estaría
de acuerdo con la visión científica contemporánea si no fuera porque en el mundo leibniciano
hay infinidad de seres vivos cuyos cambios en el
tiempo solo son accidentales.
Así como la noción misma de mundos posibles ha resultado muy útil en la evolución posterior de la lógica, hay otra idea que forma parte
de la discusión que estamos analizando que ha
resultado fructífera en la evolución de la ciencia.
Nos referimos al segundo parámetro para escoger
el mejor de los mundos, el de la simplicidad. Para
ver cómo funciona volvamos al artículo de Blumenfeld con el que empezamos el nuestro.
Blumenfeld se pregunta al comienzo cómo
podemos seleccionar
entre diversos mundos
según su perfección, y responde con numerosos
textos de Leibniz en el que se encuentra la respuesta. Uno entre tantos, el de G IV 43 es muy
claro: "Dios ha escogido el mundo más perfecto,
es decir el más simple en sus hipótesis [leyes] y
el más rico en fenómenos". Esto suena sin duda
extraño, pues a simple vista variedad y simplicidad se relacionan en proporción inversa: cuanto
menor sea la variedad, mayor la simplicidad. Esto
refutaría a Leibniz, si no fuera porque su noción
de simplicidad tiene que ver con la eficacia y
eficiencia en la creación del universo, no con la
mayor o menor acumulación de entes. La simplicidad se relaciona con la idea de un orden que se
aplica a toda clase de cosas. Al final de su ensayo
"Consideraciones sobre los principios de la vida
" de 1705 [W 199] se conectan la simplicidad de
explicación y la uniformidad de lo explicado, al
afirmar que la universalidad de las leyes permite
explicar la uniformidad observada en la naturaleza, pues en todos los lugares y en todos los
tiempos todas las cosas son como aquí y ahora,
de modo que hasta lo más alejado de nosotros se
puede explicar sin ningún problema por analogía
con lo que es visible y cercano a nosotros. En
su Discurso nos dice que ni siquiera es posible
imaginar eventos que sean irregulares o que no
muestren alguna uniformidad, por más complejos
Rev. Filosofía
que sean [G 4,431]. Orden, uniformidad, eficacia
y eficiencia: la simplicidad consiste en hacer lo
máximo con lo mínimo, en producir el mayor
efecto con los medios más sencillos. De aquí se
pasa a la idea de armonía y, por tanto, de belleza:
la mente (divina y humana) se complace infinitamente en la simplicidad y aborrece las complicaciones que harían imposible la intelección.
Si en vez de pensar en la idea religiosa del
mejor de los mundos posibles ponemos en su
lugar el universo tal como existe y lo conocemos, la idea de simplicidad se relaciona con el
número y alcance de leyes y teorías científicas,
cualesquiera que sean los entes que se encuentren
dentro de dicho universo. Si suponemos que solo
podemos explicar científicamente aquello que se
pueda subsumir dentro de leyes universales, es
fácil ver que es preferible que éstas sean pocas y
poderosas. Ahora la simplicidad tiene que ver con
la amplitud y número de leyes: un número menor
de leyes con mayor amplitud (mayor capacidad
de explicación y predicción) es preferible a un
número mayor con menor amplitud (menor capacidad de explicación y predicción). El esfuerzo
que se requiere en explicar y predecir (las dos
funciones de las teorías de la ciencia) se reduce al
aumentar la eficacia y eficiencia de las leyes. No
en vano los científicos a veces buscan una teoría
que explique todo, o una ecuación que conecte las
variables más generales en una igualdad, o una
ley de la que se pueda desprender todo cuanto
ocurre. En un artículo reciente titulado "Mundos
posibles", en el que se cita a Leibniz, el físico
Alejandro Jenkins empieza con la afirmación :
" La física teórica aspira a describir tanto de la
realidad como sea posible, a partir de la mejor
cantidad de supuestos: su sueño último es descubrir una sola ecuación de la que todas las posibles
observaciones científicas se puedan deducir lógicamente" (La Nación, Costa Rica, 5/9/201O,27A) .
De nuevo encontramos la conexión de algunas ideas leibnicianas con el pasado y el porvenir:
por un lado la simplicidad le permite defender
una doctrina religiosa, pero la noción resulta útil
por si misma para la evolución posterior de la
ciencia.
¿Se puede mejorar el mejor de los mundos
posibles? No tenemos que aceptar la idea de
un mundo posible que es mejor en todo que los
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¿SE PUEDE MEJORAR
EL MEJOR DE LOS MUNDOS
demás, pero pensar en mundos posibles ha resultado útil en la historia de los seres humanos.
En conclusión, consideramos que Leibniz
tiene el mérito de mostrar que de las premisas
religiosas universalmente admitidas en el cristianismo y en otras religiones monoteístas se
seguiría la conclusión de que vivimos en el mejor
de los mundos posibles, por más extraña que nos
parezca dicha idea. Si eliminamos esas premisas,
no hay ninguna necesidad de afirmar la conclusión y hasta podemos convencemos con Schopenhauer de lo contrario, a saber, de que vivimos en
el peor de los mundos posibles. Si solo tenemos
en mente los resultados de la ciencia actual, el
mejor de los mundos posibles sería el límite
asintótico de la idea de mundos mejores a los que
podríamos aspirar mediante el mejoramiento de
las condiciones de todo tipo. En tal caso la lucha
por ese mejoramiento es perfectamente
congruente con la idea de que este mundo está muy
lejos de ser el mejor de los posibles.
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