RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO POR ACCIDENTES DE TRABAJO La aplicación del principio jurídico de indemnidad a los accidentes de trabajo, entendidos éstos como toda lesión corporal que el trabajador sufra con ocasión o por consecuencia del trabajo que ejecute por cuenta ajena (artículo 115 del Real Decreto Legislativo 1/94 de 20 de junio, por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley General de la Seguridad Social) lleva a que el trabajador que sufre un accidente de trabajo deba de ser indemnizado, resarciéndose del daño sufrido. En España, durante el año 2001 ocurrieron 1.030 accidentes con el resultado de muerte, 12.086 accidentes graves y 933.484 accidentes leves, cifras incrementadas en el año 2002 referidos a más accidentes mortales(1.101), pero reduciendo los accidentes graves(11.886) y los leves (925.201). Las cuantías que deberá asumir el empresario variarán en función del daño y del incumplimiento normativo. Así en relación con el daño podemos distinguir entre (i) lesiones permanentes no invalidantes, (ii) lesiones permanentes invalidantes, y (iii) muerte. El empresario debe conocer las implicaciones tanto de índole económico como otras implicaciones en órdenes jurisdiccionales extraordinarios (jurisdicción penal), siendo conocedor de hasta donde llega el amparo que le otorgan aquellas entidades con las que tiene suscrita la cobertura de la contingencia de accidentes laborales. Es decir, aquellos empresarios que tengan concertada la contingencia de accidentes de trabajo con entidades, a tal efecto, como las Mutuas de Accidentes de Trabajo, deben conocer que no se encuentran en modo alguno a salvo del pago de ciertas cantidades, ajenas a las cubiertas por estas entidades. En la actualidad los márgenes de beneficios en las empresas se acortan y la máxima de las mercantiles es la eficiencia de los recursos de la misma, siendo la reducción de costes algo imperativo a la hora de mantener la competitividad de la misma en el mercado. En ese sentido, los costes de los accidentes de trabajo que deben soportar aquellas empresas con un índice elevado de siniestralidad, hacen que los costes sociales se incrementen de manera considerable. Por ello, debe constar en el ánimo del empresario la consideración de la reducción de los accidentes laborales no como un coste sino como una inversión. Pero analicemos las diferentes cuantías económicas que el empresario debe asumir para el caso de que un trabajador sufra un determinado accidente laboral, imputable a la desidia del empresario en materia de prevención de riesgos laborales. Al trabajador que sufre un accidente de trabajo se le garantiza la protección íntegra por el Sistema de la Seguridad Social, con independencia del incumplimiento o insolvencia de la empresa o de la Mutua en su caso colaboradora, siendo automático el pago de las prestaciones y la no exigencia de períodos de cotización o carencia, es decir, el empresario por la protección contenida en la Ley General de la Seguridad Social ya asume un coste “ social “, y debería ser su objetivo el de minimizar los costes que se deriven de los accidentes de trabajo. 1 Sin embargo, el empresario que incumpla sus obligaciones en materia de riesgos laborales lo que, en caso de accidente, puede suponer, el pago de cantidades como por ejemplo el recargo de prestaciones económicas de entre el 30% y el 50% (depende de la gravedad del incumplimiento y las lesiones) por la omisión de medidas de seguridad (artículo 123 de la Ley General de Seguridad Social). Esta figura, cuya naturaleza indemnizatoria o sancionable no es pacífica en lo que a la doctrina se refiere, supone el incremento, en los porcentajes arriba indicados, a cargo del empresario (no siendo asegurable), de todas las prestaciones que el trabajador perciba por el accidente ocurrido. Si nos encontramos ante una lesión permanente no invalidante el cálculo se realiza sobre una cantidad “ a tanto alzado”, por lo que la cuantía a pagar pudiera no ser significativa. Sin embargo, en caso de que el accidente ocasionara al trabajador lesión invalidante el empresario debería capitalizar una cantidad económica suficiente para garantizar dicho recargo por el tiempo necesario hasta que el trabajador accediera a la jubilación. Así las cosas, dependiendo de la edad del trabajador la cuantía a capitalizar puede provocar en mercantiles pequeñas o medianas, mayoritarias en el tejido empresarial valenciano una situación financiera cuanto menos dificultosa. El empresario que quiera evitar el pago de este recargo deberá acudir ante el Juzgado de lo Social y probar que el accidente se debió a causas exclusivamente imputables al trabajador, pero para ello se necesitará que el empresario haya cumplido estrictamente la normativa en prevención de riesgos. Pero las imputaciones económicas a cargo del empresario no acaban en el recargo de prestaciones por omisión de medidas de seguridad. Efectivamente, el empresario se encuentra unido al trabajador mediante relación bien contractual bien extracontractual (no siendo la doctrina pacífica en este sentido), por lo que el trabajador que sufre un accidente laboral, puede acudir bien a la vía civil, bien a la vía social (depende de la figura jurídica que invoque), en reclamación de una indemnización a los efectos de resarcir el daño profesional imputable a la empresa, debiendo precisar la cuantía económica en la que se valore el daño. Debido a que no existe normativa social que cuantifique económicamente las lesiones sufridas, se utiliza para tal valoración la tabla incorporada como anexo a la Ley de responsabilidad civil y seguro en la circulación de vehículos a motor, Decreto 632/1968, de 21 de marzo, siendo la valoración económica del daño necesariamente elevada. En cuanto a la compatibilidad y compensación de los diversos mecanismos indemnizatorios, debemos señalar que: Si bien es cierto que el artículo 127.3 de la LGSS indica que las prestaciones establecidas en el Sistema de la Seguridad Social son compatibles con las indemnizaciones que en su caso procedan por responsabilidad civil o penal derivada de los mismos hechos causantes, no lo es menos que el reconocimiento de estas prestaciones no impide que el trabajador o sus causahabientes insten la responsabilidad por daño del sujeto causante del mismo, en particular de la empresa. Y aquí es donde surgen las diferencias según conozca del asunto la Jurisdicción Civil, que viene entendiendo la existencia de diversas cantidades aún con igual naturaleza suponiendo la no acumulación de las mismas, o la Jurisdicción Social, que mantiene la 2 compensación y acumulación de las posibles acciones, por entender que responden a una misma causa y tienen por objeto la reparación de un mismo daño. Sin embargo, la compensación, opera en las cantidades percibidas de carácter indemnizatorio, por lo que no existirá compensación con todas aquellas cantidades que tengan condición o naturaleza sancionadora, como puede ser el recargo de prestaciones por omisión de medidas de seguridad, y que como antes se dijo pueden alcanzar cantidades de difícil asunción por el empresario. En conclusión, el empresario debe conocer los aspectos económicos inherentes a todo accidente de trabajo, que pueden constituir ineficiencia tanto de los recursos humanos como financieros que supondrán, necesariamente, un incremento de costes, en clara dependencia con la gravedad del daño y el incumplimiento de la normativa sobre prevención de riesgos laborales, de cuantías importantes, máxime teniendo en cuenta que según la finalidad y/o naturaleza de la cantidad podrá ser compensada o no. Alberto E. Sáez Serrano. [email protected]. 3