TEMA 1.− EL MARCO CONCEPTUAL DE LA MICROECONOMÍA.

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TEMA 1.− EL MARCO CONCEPTUAL DE LA MICROECONOMÍA.
1.− LA TEORIA MICROECONOMICA.
En la mayoría de las discusiones sobre el conocimiento y la investigación científica se hace una distinción
entre las ciencias naturales y las ciencias sociales. La física, la química y la biología se incluyen en las
primeras y las áreas como la economía, la sociología y las ciencias políticas en las segundas. Frecuentemente
la impresión general es que las ciencias naturales son las precursoras y que las ciencias sociales han aparecido
después. Es cierto que la física se puede considerar la ciencia más antigua pero también se puede afirmar
razonablemente que la economía es la segunda en antigüedad. Aunque la física data de Newton (1642−1727),
se puede afirmar que la economía data de A. Smith (1723−1790), cuyo libro La Riqueza de las Naciones
publicado en 1776 es anterior a Dalton (1766−1844) en la química, a Darwin (1809−1882) en la biología y a
disciplinas como la sociología y la psicología que se desarrollaron mucho más tarde. Así pues, la economía
tiene una historia relativamente larga ya que es anterior a todas ciencias sociales y a todas las ciencias
naturales, a excepción de la física.
La economía no es una disciplina claramente definible. Así, Marshall (1842−1924) definía la economía como
el estudio de la humanidad en los asuntos cotidianos de la vida. De forma más precisa, se puede definir la
economía como una ciencia social que se ocupa de las acciones de los individuos y grupos de ellos en los
procesos de consumo, producción e intercambio de bienes y servicios que tienen por objeto satisfacer los
deseos ilimitados de los seres humanos que tienen unos recursos limitados. La última parte de la definición es
realmente la clave en el estudio de la economía ya que si un individuo (o grupo de individuos) poseyera unos
recursos ilimitados, no sería necesario economizar. Por otro lado, si los seres humanos tuvieran deseos
limitados que se pudieran satisfacer fácilmente, tampoco tendría ningún interés primordial el economizar.
Al principio sólo existía una economía. Después de la gran depresión de la década de 1930, esta ciencia social
se desarrolló en dos ramas fundamentales de estudio: la microeconomía y la macroeconomía. Micro significa
pequeño; macro, grande. Esta división se hizo patente cuando el economista noruego Ragnar Frisch
(1895−1973) acuñó las palabras microdinámica y macrodinámica en 1933 para señalar, de forma aproximada,
lo que hoy entendemos por microeconomía y macroeconomía. La primera tiene por objeto el estudio del
comportamiento de los agentes económicos individuales y el funcionamiento de los mercados con el propósito
de asignar los recursos escasos a los distintos usos alternativos. La segunda analiza el comportamiento de
variables económicas agregadas (Renta Nacional, PIB, Inversión, etc.) que permiten una visión global de la
economía de un país.
Debe recordarse que aunque la microeconomía y la macroeconomía son dos enfoques diferentes para abordar
los problemas económicos, generalmente son complementarias más que competitivas. De hecho para aprender
macroeconomía es muy útil conocer bien la microeconomía.
Por tanto, de la definición anterior de economía se desprende que la sociedad y los agentes individuales se
enfrentan al problema de que tienen unos recursos escasos y unas necesidades ilimitadas. Es evidente que con
los recursos que poseen no pueden satisfacer todas sus necesidades, es entonces cuando se plantea un
problema de elección, hay que elegir qué necesidades se van a satisfacer y cuales no, todo ello de acuerdo con
los recursos existentes.
Cualquier actividad económica se puede plantear en términos de una elección entre las alternativas posibles.
El análisis económico estudia el comportamiento de alguien (un consumidor, una empresa, el Estado, etc.) que
debe elegir una alternativa entre las varias que están a su disposición.
Bajo los supuestos que estableceremos el agente elegirá la mejor alternativa, esto es, la que le reporte más
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satisfacción, más utilidad o más beneficio. En otros términos, el agente estará optimizando su
comportamiento, por ello otra manera de ver el problema de la elección es considerarlo como un problema de
optimización.
Dicho problema de elección u optimización se puede plantear a distintos niveles. Un primer nivel es el
especificado anteriormente que consiste en elegir qué necesidades se van a satisfacer y cuales no. Ahora bien,
dado que la satisfacción de las necesidades se realiza con los bienes producidos, el problema de la elección
también se puede plantear en términos de qué bienes hay que producir y cuales no. Por último, considerando
que los bienes producidos son obtenidos aplicando los recursos, el problema de la elección puede plantearse
en términos de cómo se asignan los recursos a la producción de los distintos bienes, con lo cual el problema
de la elección se transforma en el problema de la asignación de los recursos entre los diversos usos
alternativos.
Es usual considerar a la Teoría Microeconómica dividida en los siguientes capítulos:
• Consumo.
• Producción.
• Mercados.
• Equilibrio General.
• Economía del Bienestar.
En los tres primeros capítulos utilizaremos el análisis de equilibrio parcial que consiste en aislar la parte de la
economía que estamos considerando (un agente o un mercado) y suponer que ni influye sobre, ni resulta
influida por el resto de la economía. El método del análisis general que utilizaremos en el capítulo cuarto (y
también en el quinto junto con el análisis parcial) consiste en considerar las interrelaciones existentes entre
todos los agentes y variables.
Una reflexión inicial podría conducir a la conclusión de que las únicas proposiciones económicas
estrictamente correctas, en el sentido de que incorporan todas las interrelaciones económicas, son las
generales. Ahora bien, existen varias formas de justificar el análisis parcial, entre ellas aparece una razón
operativa, de carácter práctico, y es que cuando una economía está formada por muchos agentes y bienes, las
proposiciones de carácter general sobre los efectos de las alteraciones de determinados parámetros sobre los
resultados económicos pueden resultar de enorme complejidad. En este caso, el análisis parcial permite
obtener conclusiones significativas con un instrumental mucho más sencillo, conclusiones que constituyen, a
su vez, una buena guía acerca de los resultados que se podrían haber alcanzado con un complejo y completo
análisis general.
A continuación expondremos brevemente los contenidos de los capítulos, que conforman la Teoría
Microeconómica y en particular el contenido de la asignatura Microeconomía I.
En el capítulo dedicado al Consumo, considerando un contexto competitivo y utilizando el análisis del
equilibrio parcial elaboraremos un modelo de comportamiento de un consumidor típico apoyándonos en la
Teoría del Ordinalismo Introspeccionista, que es la de mayor aceptación en la comunidad científica y que
constituye el núcleo central de la Teoría del Consumo. Este análisis lo completaremos con el estudio de otros
modelos de comportamiento del consumidor basados en teorías o enfoques alternativos.
En los temas 2 y 3 analizaremos los aspectos más relevantes de la conducta del consumidor que acude al
mercado con una renta monetaria exógena y utilizaremos los enfoques primal y dual. El tema 4 tiene por
objeto la teoría de la preferencia relevada que complementa el enfoque ordinal. En los temas 5 y 6
analizaremos la conducta del consumidor cuando acude al mercado con una dotación de recursos, ya sean
bienes (tema 5) o bienes (renta) y trabajo (tema 6).
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En los temas anteriores hemos supuesto que el consumidor toma sus decisiones en un período dado, en el
tema 7 analizaremos la conducta del consumidor considerando que tiene que tomar decisiones relativas a
varios períodos. El análisis intertemporal lo plantearemos resaltando que el consumidor acude con una
dotación de recursos, lo que nos permitirá utilizar el instrumental desarrollado en los temas 5 y 6.
En el tema 8 además de considerar la agregación y otros aspectos, analizaremos otros enfoques de la conducta
del consumidor como la Tecnología de Consumo (Teoría de las Características de las Mercancías de K.
Lancaster) y las teorías que introducen la incertidumbre.
El capítulo de la Producción tiene por objeto analizar el comportamiento de la empresa. Se suele iniciar
considerando la vertiente técnica de la producción para posteriormente estudiar la vertiente económica y
determinar las funciones de comportamiento de la empresa bajo el objetivo de la maximización del beneficio
y para el caso de la producción simple y producción conjunta. El análisis se realiza considerando tanto el corto
como el largo plazo.
En el capítulo dedicado a los Mercados se analizan las distintas estructuras de mercado y utilizando el análisis
del equilibrio parcial se establecen las condiciones de equilibrio y las propiedades que las caracterizan.
Los dos últimos capítulos tienen por objeto la teoría del equilibrio general y la economía del bienestar. En el
primero se establecen los conceptos básicos de la teoría del equilibrio general y se analizan los modelos más
relevantes. En el segundo se establecen los conceptos básicos de la economía del bienestar y se consideran los
temas básicos de la economía del bienestar: equilibrio general competitivo y optimalidad paretiana, bienes
públicos, efectos externos, teoría de la elección social, etc.
Obsérvese que en el análisis propuesto se estudia primero un agente aislado (consumidor o empresa), después
se relacionan en un mercado aislado y finalmente, se estudian todos los mercados y todos los agentes
relacionados (equilibrio general).
2.− EL PROCESO DE MODELIZACION EN LA TEORIA MICROECONOMICA
Hemos visto como la economía viene definida, entre otras cosas, por la existencia de un conjunto de agentes
(consumidores y productores). En este sentido, en la medida que la teoría microeconómica se constituye sobre
la base de dichos agentes individuales, es útil tener claro cómo éstos son considerados a la hora de construir
los modelos que tratan de representar simplificadamente la realidad económica, aunque también hagamos
referencia a ellos cuando analicemos los conceptos fundamentales del análisis microeconómico.
La clave de la distinción entre consumidores y empresas está en la naturaleza de su actividad económica: los
consumidores compran y venden mercancías para consumir, las empresas compran factores de producción y
producen mercancías para vender; ya que, tanto los consumidores como los productores son objeto de un
tratamiento formalmente idéntico en el sentido de postular que su actuación es el resultado de un proceso de
optimización condicionada. Las diferencias entre los dos tipos de agentes no se encuentran, pues, tanto en la
estructura formal de su comportamiento cuanto en el tipo de función objetivo que los caracteriza y las
restricciones a que se ven sometidos.
Para modelar la conducta de estos agentes individuales (consumidores y empresas) seguiremos, por tanto, el
mismo proceso. Se parte postulando una series de supuestos o axiomas que nos permitan garantizar la
existencia de una representación funcional de los objetivos perseguidos por el agente. En el caso del
consumidor, los axiomas garantizan que las preferencias son representables mediante una función de utilidad
que permite asegurar si una combinación determinada de bienes de consumo es mejor, igual o peor que otra.
En el caso del productor, los axiomas relativos a la tecnología garantizan la existencia de una función de
producción que permite determinar cuáles son las combinaciones factores−productos técnicamente eficientes.
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Una vez formuladas las funciones objetivo (que representan los objetivos de los agentes) se explicitan las
restricciones a las que se ve sometido el comportamiento de cada agente. En el caso del consumidor la
restricción presupuestaria que viene determinada por la renta de que dispone para el gasto y los precios de los
bienes. En el caso del productor, la restricción vendrá dada por las dotaciones de factores que dispone y la
tecnología existente.
El problema que tiene que resolver el agente y cuya solución va a determinar su actuación, es un problema de
optimización condicionada, es decir, cada agente trata de optimizar la función objetivo sometida a unas
determinadas restricciones:
Opt. Función objetivo
s. a. Conjunto de restricciones
Planteados así los problemas de modelización de los agentes individuales, se obtienen como resultado las
cantidades demandadas / ofrecidas de los distintos bienes por los consumidores y, por otro lado, las cantidades
demandadas / ofrecidas por parte de los productores.
Como puede observarse, el método utilizado en el análisis microeconómico es el deductivo que parte de
postular unos determinados supuestos o axiomas y aplicar las reglas de la deducción lógica para obtener una
serie de conclusiones o proposiciones significativas desde el punto de vista económico. La aplicación del
método deductivo no separa, por tanto, el análisis económico de otras ramas del conocimiento científico
como, por ejemplo, las matemáticas.
Así pues, el comportamiento de los agentes económicos se formula como un problema de óptimo
condicionado partiendo de los axiomas. Sobre éstos establecemos una recomendación que, aunque trivial, no
es innecesaria para prevenir utilizaciones incorrectas del análisis económico, dicha recomendación es que
convendría tener siempre en cuenta que los resultados de modelar el comportamiento de los agentes sólo son
válidos bajo los supuestos formulados y no con carácter universal y que, con frecuencia, las modificaciones de
estos axiomas altera de forma radical las conclusiones del análisis.
3.− MERCANCIAS, PRECIOS, AGENTES ECONOMICOS Y MERCADOS.
A continuación vamos a precisar estos conceptos fundamentales en el análisis microeconómico.
3.1.− Mercancías o bienes y servicios.
Son los objetos básicos de la actividad económica la cual consiste en el consumo, la producción y el
intercambio de mercancías.
Una mercancía se identifica por tres propiedades, de forma que distinguiremos una mercancía de otra por una
o más de estas tres propiedades:
• su naturaleza física y atributos.
• el lugar en que está disponible y
• la fecha en que está disponible.
Generalmente se supone que el número de mercancías es finito.
Las mercancías se suelen clasificar en bienes y servicios. Los bienes son mercancías tangibles (son objetos
físicos) que se miden en unidades físicas naturales (por ejemplo, manzanas, automóviles, etc). Los servicios
son menos tangibles, representan el flujo de beneficios a lo largo de un período (por ejemplo, los servicios del
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trabajo o los servicios que proporcionan los bienes duraderos). Se miden habitualmente en unidades de
tiempo.
Una aclaración, normalmente se utiliza el término bien de una forma genérica, como mercancía, sin distinguir
entre bienes en sentido estricto y servicios.
3.2.− Precios.
Cada mercancía tiene un precio que puede expresarse de una de las dos formas siguientes:
• Considerando que existe una unidad teórica de cuenta que no es una cantidad de una mercancía física sino
una unidad teórica utilizada en la contabilidad. Resulta útil darle un nombre a esa unidad, así podremos
llamarla pesetas, dólares, etc. En este caso, el precio de cada bien será el número de unidades de cuenta a
pagar o cobrar por unidad del bien en cuestión. De esta forma los billetes y monedas expresadas en pesetas
no tienen ningún valor intrínseco (excepto para los coleccionistas de monedas), sólo representan números
de unidades de cuenta que se utilizan en el intercambio. La forma de expresar los precios en términos de
unidades de cuenta corresponde de hecho al modo en que los precios se expresan en la realidad y en este
caso los precios se denominan precios absolutos.
• Considerar una mercancía como numerario, es decir, como la mercancía en términos de la cual se expresan
los precios de todos los demás bienes. Así, por ejemplo, en los campos de concentración de la Segunda
Guerra Mundial se solían utilizar como numerario los cigarrillos de forma que éstos se intercambian por
una unidad del bien en cuestión, haciendo así las veces de dinero. El precio de un cigarrillo es, por
supuesto, la unidad (un cigarrillo se intercambia por un cigarrillo). En general podemos elegir cualquier
mercancía como numerario. En este caso, el precio de cada bien será el número de unidades del numerario
que se intercambian por unidad del bien en cuestión. En este sentido, los precios son tasas de intercambio
de mercancías, pues expresan la tasa a la que el numerario se intercambia por cada una de las demás
mercancías. Los precios así expresados se denominan precios relativos.
Por ejemplo, supongamos dos bienes: manzanas (bien 1) y naranjas (bien 2), cuyos precios absolutos son p1
=4 Ptas. y p2 =8 Ptas. Si tomamos las manzanas como numerario:
P2/P1 = 2 manzanas por naranja
Como se observa en el ejemplo anterior, hay una relación directa entre los precios expresados en unidades de
cuenta y los que se expresan como tasas de intercambio de mercancías. Así, si tenemos un conjunto de precios
expresados en unidades de cuenta, por ejemplo, pesetas (precios absolutos) p1, p2 , , pn. Tomando cualquier
precio, por ejemplo, el n−ésimo, y formando los n cocientes:
r1 = p1/pn r2 = p2/pn rn = pn/pn = 1
podemos interpretar cada rj, j = 1,2, ...., n como el número de unidades de la mercancía n que se
intercambiaran por una unidad de la mercancía j, es decir, como tasas de intercambio de mercancías, siendo el
bien n el numerario. Así, cada rj nos nuestra el número de unidades del bien n que podríamos comprar si
vendiéramos una unidad del bien j y gastásemos lo obtenido (pj unidades de cuenta) en el bien n, estos precios
serán, por tanto, los precios relativos rj , j = 1,2 ... n.
3.3.− Agentes económicos
Los agentes económicos fundamentales son los consumidores y las empresas. Los primeros son los
responsables de tomar la decisión de consumir. Las empresas, por su parte, toman la decisión de producir. El
sector público también puede considerarse como un importante agente económico.
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Los consumidores realizan dos funciones relacionadas entre sí: por un lado, consumen bienes y servicios y,
por otro, venden u ofrecen sus recursos, fundamentalmente trabajo y capital, en los mercados de factores. En
sus actividades de consumo suponemos que actuarán racionalmente, esto es, que pretenden alcanzar la
máxima satisfacción en el consumo, sometidos a las restricciones iniciales de recursos de que disponen y los
precios. En un sentido amplio, los consumidores o economías domésticas pueden ser los individuos, las
familias, las agrupaciones deportivas o culturales, las asociaciones benéficas o religiosas, etc., que se
caracterizan porque su actividad económica tiene como finalidad última obtener la satisfacción que pueda
derivarse del consumo de bienes y servicios.
Las empresas realizan dos funciones básicas: por un lado, elaboran o transforman bienes y recursos y los
venden y, por otro, compran recursos en el mercado de factores. Estas compras y ventas suponemos que las
realizan guiadas por un objetivo: el de maximizar sus beneficios, entendidos éstos como la diferencia entre los
ingresos obtenidos por la venta de los bienes o servicios y los costes incurridos básicamente al contratar
recursos. Cuando maximiza los beneficios, la empresa se ve sometida a la restricción impuesta por la
tecnología.
En las economías occidentales el sector público actúa como un verdadero agente económico. Con frecuencia,
actúa como empresario y ofrece ciertos bienes, generalmente los denominados bienes públicos, tales como los
servicios de defensa nacional, que la empresa privada no puede ofrecer. Asimismo, el sector público lleva a
cabo una función reguladora mediante leyes y disposiciones administrativas que afectan a la actividad
económica y, en particular, al funcionamiento de ciertos mercados. El sector público también desempeña
ciertas funciones redistributivas y para ello establece impuestos y subvenciones con el objetivo último de
redistribuir la renta entre los individuos, colectivos o regiones.
Por último, debe destacarse que junto a estos agentes económicos fundamentales también se pueden
mencionar otras instituciones como los sindicatos. La justificación tradicional para explicar el crecimiento de
los sindicatos ha sido la ausencia de condiciones de competencia por el lado de la demanda de trabajo, el
poder de los empresarios requiere la existencia de sindicatos que protejan los intereses de los trabajadores, lo
que propiciará negociaciones más equilibradas entre ambas partes.
3.4.− Mercados.
Por mercado se entiende el conjunto de actividades mediante las cuales entran en contacto los compradores y
los vendedores de un bien para intercambiarlo. Representa, por tanto, la convergencia de oferentes y
demandantes de un bien.
A pesar de esta definición, la idea normal de un mercado es la de un lugar concreto donde se venden y
compran ciertos tipos de mercancías, por ejemplo, un mercado de ganado o de frutas y verduras. El concepto
de mercado de la teoría económica es, por tanto, mucho más general: un mercado existe, pues, dondequiera
que dos o más individuos estén dispuestos a participar en una transacción de intercambio, independientemente
del tiempo y del lugar. Así, si dos cazadores furtivos se encuentran en medio de un bosque, en la oscuridad de
la noche, uno con un buen salmón y otro con una cesta de faisanes y deciden llevar a cabo un intercambio de
pescado por caza, diremos que existe un mercado. La palabra mercado denota, pues, intercambio.
En todo mercado existen dos tipos de agentes bien diferenciados: los compradores y los vendedores. Estos se
ponen de acuerdo sobre el precio de un bien de forma que, suponiendo que exista dinero como medio de pago,
se producirá el intercambio de cantidades determinadas del bien en cuestión por una cantidad de dinero
también determinada.
En la mayor parte de los mercados los compradores y vendedores se encuentran frente a frente, pero la
proximidad física no es un requisito imprescindible para conformar un mercado (se pueden llegar a acuerdos
de intercambio por teléfono, carta, etc.). Asimismo, conviene distinguir entre mercados al contado y mercados
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de futuro. En los primeros el acuerdo al que se llega supone que la entrega de la mercancía se efectúa en el
mismo período, mientras que un mercado de futuro la transacción no se realizará en el momento presente sino
en el futuro.
4.− LA RACIONALIDAD Y EL EQUILIBRIO.
4.1.− Racionalidad
Cualquiera que sea el modo en que distingamos entre consumidores y productores en los modelos
microeconómicos siempre existirá, al menos, un elemento central, este es que los individuos son racionales. El
concepto de racionalidad es tan básico que su significado debe expresarse con claridad. Diremos que un
individuo actúa racionalmente cuando se comporta de la siguiente forma:
• el que toma decisiones tiene en cuenta todas la alternativas posibles que tiene a su alcance, rechazando
cualquiera que no sea posible,
• tiene en cuenta cualquier información que esté disponible o merezca la pena obtenerse para prever las
consecuencias de elegir cualquiera de las alternativas,
• a la luz de los resultados, ordena las alternativas con respecto a sus preferencias de forma que tal
ordenación satisfaga ciertos supuestos de completitud y consistencia y, por último,
• elige la mejor alternativa dentro de su ordenación, es decir, elige la alternativa cuyas consecuencias prefiere
de entre todas las posibles.
Los individuos pueden comportarse irracionalmente en el siguiente sentido: al tomar una decisión pueden
ignorar alternativas conocidas y posibles, pueden dejarse influir por alternativas imposibles o pueden ignorar
o no preocuparse de recoger información sobre las consecuencias de sus decisiones.
En microeconomía supondremos, por tanto, que los agentes individuales que toman decisiones son racionales.
Este supuesto de racionalidad nos lleva a que los agentes plantean problemas de optimización, es decir, dichos
agentes buscan la mejor alternativa en el conjunto de alternativas posibles. Mediante la especificación correcta
de la naturaleza de estos problemas de optimización y su resolución podemos atribuir ciertas características y
propiedades a las elecciones del decisor.
4.2.− Equilibrio.
El equilibrio es uno de los conceptos más importantes usados en el análisis económico y también uno de los
más discutidos.
Ya sabemos que cuando los agentes económicos toman decisiones generan una serie de resultados, por
ejemplo, qué consumen las familias o qué y cómo producen las empresas. Pues bien, estos resultados pueden
ser o no de equilibrio, en este último caso diremos que son de desequilibrio. Ahora bien, ¿qué quiere decir que
un resultado es de equilibrio?.
Diremos que un agente individual está en equilibrio si satisface su regla de comportamiento dadas sus
restricciones, por ejemplo, un consumidor estará en equilibrio si la cantidad consumida es el resultado de la
plena utilización de su regla de decisión (la maximización de la utilidad) enfrentada a su restricción
presupuestaria. Por otro lado, dada una situación de equilibrio, ésta no cambiará si no cambia ningún dato del
problema.
En general, hay muchas más situaciones de desequilibrio que de equilibrio ya que, en principio, los agentes
siempre pueden tomar decisiones que no satisfagan plenamente su regla de comportamiento.
Ahora bien, cuando consideramos un sistema económico, es decir, cuando hay más de un agente cada uno de
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los cuales siguiendo una determinada regla de comportamiento, la cuestión se complica ya que los distintos
agentes influirán unos en otros a través de sus decisiones individuales. En este caso, diremos que un sistema
de agentes económicos estará en equilibrio cuando se satisfagan dos condiciones:
• cada uno de los individuos está en equilibrio, es decir, cada agente satisface su regla de comportamiento
dadas sus restricciones, y
• los planes de los individuos que toman decisiones son globalmente consistentes o compatibles entre sí, y,
por tanto, pueden llevarse a cabo.
Por consiguiente, podemos decir que en equilibrio las fuerzas internas del modelo están estabilizadas, no hay
incentivos. al cambio, los agentes económicos han tomado decisiones que satisfacen sus reglas de
comportamiento y son globalmente compatibles. En una situación de desequilibrio, por el contrario, o bien
ocurre que algún agente tiene incentivos para revisar su decisión o, simplemente, las decisiones individuales
no son compatibles entre sí y, por tanto, no son globalmente realizables.
La relevancia del concepto de equilibrio reside en que nos proporciona un principio de solución. Una vez
definidas las fuerzas que operan en un determinado sistema económico nos preguntamos ¿cuál será el
resultado de la interacción de estas fuerzas?. Las características del estado de equilibrio del sistema pueden
considerarse como el resultado que buscamos. Ahora bien, se plantean unas cuestiones fundamentales
respecto al equilibrio:
• Existencia, ¿Posee en realidad el sistema un estado de equilibrio?. Evidentemente si un sistema no posee un
equilibrio no podemos describir su resultado como un estado de equilibrio.
• Estabilidad. Supongamos que existe un estado de equilibrio. Dado que inicialmente el sistema puede no
estar en ese estado, ¿tenderá hacia él?, si es así, denominaremos al sistema estable. Naturalmente, el estado
de equilibrio deja de tener buena parte de interés si el sistema no es estable ya que entonces es improbable
que se llegue a alcanzar realmente.
• Unicidad. Un sistema puede poseer más de un estado de equilibrio y los diferentes equilibrios posibles
pueden tener propiedades y consecuencias diferentes. Por lo tanto, tiene interés saber si para determinado
sistema sólo existe un único estado de equilibrio.
El análisis de la noción de equilibrio puede realizarse en distintos planos.
Como ya hemos dicho una característica fundamental de cualquier sistema económico es la interdependencia.
Así, habitualmente la decisión de un agente económico dependerá de datos que son resultado de las decisiones
de otros individuos. Pues bien, cuando en un sistema se consideran las interrelaciones existentes entre todos
los agentes y variables (son tenidos en cuenta todos los vínculos de dependencia), y como ya hemos
adelantado anteriormente, diremos que estamos haciendo un análisis general y, por tanto, los resultados son de
equilibrio general. Por otro lado, cuando se aísla una parte de la economía y se supone que ni influye sobre, ni
resulta influida, por el resto de la misma (no son tenidos en cuenta todos los vínculos de dependencia),
entonces estaremos haciendo un análisis parcial y obteniendo resultados de equilibrio parcial. Un ejemplo de
análisis parcial es considerar un consumidor o una empresa y estudiar, dados los datos que determinan sus
restricciones, cuál es su decisión de equilibrio sin tener en cuenta que su comportamiento podría afectar a
algunos datos de partida. Así pues, limitando las repercusiones entre decisiones económicas perderemos rigor
pero ganaremos manejabilidad y comprensión.
En segundo lugar, una de las clasificaciones más al uso entre los tipos de equilibrio es la que diferencia entre
los plazos del mismo en términos de corto y largo plazo. Esta diferenciación responde a una idea básica muy
simple, ante una perturbación del equilibrio, el ajuste de los agentes no se produce en forma instantánea
porque alguna de las variables sobre las que éstos tiene control sólo pueden adaptarse a sus nuevos valores
potenciales de equilibrio cuando ha transcurrido un tiempo. Un ejemplo inmediato es el del productor
individual que suele considerar como fijo durante un cierto período de tiempo el tamaño de sus instalaciones.
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Cuando, por ejemplo, el productor experimente un cambio en la demanda de su producto, adaptará de forma
inmediata las cantidades utilizadas de factores variables como las materias primas o la mano de obra, pero
tendrá que esperar un cierto tiempo antes de poder ampliar sus instalaciones porque ello requiere normalmente
el diseño de las mismas, su construcción, etc.
Pese a la evidencia de la distinción entre corto y largo plazo, es importante señalar un elemento de
ambigüedad en la misma, no existe un corto y un largo plazo, sino tantos plazos como variables de decisión
tiene el agente, ya que cada una de ellas puede exigir distintos períodos para ajustarse plenamente al nuevo
equilibrio.
Por último, el concepto de equilibrio permite clasificar el análisis económico en las tres siguientes categorías:
estática, estática comparativa y dinámica.
El análisis estático se ocupa de estudiar las propiedades de las posiciones de equilibrio. Bajo este tipo de
análisis, los problemas económicos se examinan en un instante o período determinado, de forma que la
variable, tiempo no aparece de forma explícita. La estática comparativa, por su parte, se puede definir como
aquella que compara posiciones de equilibrio cuando tiene lugar cambios en las circunstancias externas. Por
tanto, cuando se adopta un enfoque de estática comparativa, nos centraremos exclusivamente en las posiciones
de equilibrio, despreocupándonos de cuánto tiempo se requerirá para pasar de una posición de equilibrio a otra
y de la senda seguida hasta alcanzar el equilibrio. Por el contrario, la dinámica se ocupa de temas tales como:
si un sistema económico en desequilibrio alcanzará una posición de equilibrio, de cuánto tiempo se requerirá
para alcanzar una posición de equilibrio y de la trayectoria seguida hasta alcanzar dicha nueva posición de
equilibrio.
Nosotros nos centraremos en los enfoques de estática y estática comparativa de los problemas
microeconómicos. Así, por ejemplo, cuando analizamos el efecto de un aumento de la renta sobre el precio y
la cantidad de equilibrio de un determinado bien, de lo único que nos preocupamos es de analizar en qué
sentido varían el precio y la cantidad de equilibrio del bien, despreocupándonos del tiempo que se requiere
para alcanzar la nueva posición de equilibrio y del proceso seguido.
En la gráfica siguiente la estática comparativa se centra exclusivamente en los puntos EO a El, esto es, en la
posición de equilibrio inicial y en la final. En otras palabras, bajo una óptica de estática comparativa nos
ocupamos de los puntos de salida y de llegada pero una vez que sabemos a dónde vamos, nos despreocupamos
del camino seguido.
5.− LOS SISTEMAS DE ASIGNACION DE RECURSOS.
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Los sistemas de asignación de recursos son las distintas formas en que las sociedades organizan en la práctica
el problema de la producción y distribución de bienes, es decir, se intenta responder a la siguiente pregunta
¿quién y cómo decide qué producir y qué consumir?.
Un sistema de asignación de recursos no es otra cosa que la formulación abstracta de las reglas de juego que
determinan la actividad económica de una sociedad concreta. Se trata de establecer qué tipos de agentes
existirán en la economía y cómo podrá comportarse cada uno. Estos son los dos elementos cruciales que
entran en la determinación de un sistema de asignación, es decir, la especificación de los agentes participantes
en el sistema y, en segundo lugar, de sus reglas de comportamiento, tanto individuales como las referidas a las
relaciones entre distintos agentes.
Los sistemas de asignación de recursos pueden clasificarse de diferentes formas, pero quizás la más relevante
es el grado de descentralización con que se toman las decisiones. Así, en el plano teórico dispondríamos de un
abanico de posibilidades que va desde la planificación centralizada (donde el centro planificador ha de
programar todo un conjunto de interrelaciones entre los diversos sectores económicos) hasta los modelos
basados en las decisiones individuales de cada agente (uno de cuyos ejemplos es el sistema de asignación
competitivo). Lógicamente el grado de centralización de las decisiones tiene que ver con la propiedad de los
recursos, aunque no es incompatible la propiedad colectiva con la descentralización de las decisiones.
Vamos a caracterizar brevemente a continuación los dos sistemas de asignación de recursos extremos, el
sistema centralizado y el sistema descentralizado.
El sistema centralizado (Economía Autoritaria) se caracteriza porque es el Estado el que toma las decisiones
de producción y consumo. Las respuestas a las preguntas qué, cómo y para quién producir vienen dadas por el
Estado (Oficina de Planificación Central) a través de órdenes que remite a los trabajadores y a las empresas.
Si el Estado tiene información perfecta sobre el volumen de recursos disponibles, los conocimientos
tecnológicos y las preferencias de los individuos nada le impedirá asignar eficazmente los recursos. Sin
embargo, el que las decisiones estén centralizadas no quiere decir que lo esté la información, y lo normal es
que originariamente la información sobre el entorno económico esté dispersa entre los individuos. En el más
puro modelo centralizado el agente planificador recoge toda la información y distribuye órdenes que
sustituyen la decisión individual y que determinarán, en última instancia, una estructura de consumo de los
agentes. Justamente el mayor problema que se plantea es la obtención y procesamiento de información por
parte del centro planificador sobre las características del entorno y de los agentes económicos. Así, aparecen
una serie de dificultades y costes derivados de la necesidad de recoger información inicialmente dispersa y
también se plantean una serie de problemas derivados de la posibilidad de que los individuos tengan
incentivos a falsear su información o a no cumplir las normas dictadas por el planificador para explotar, de
esta manera, al máximo sus posibilidades de beneficio individual.
Todas estas circunstancias pueden dar lugar a que el Estado no asigne eficazmente sus recursos.
Por otro lado, el sistema descentralizado (Economía de Libre Mercado) se caracteriza porque es el mercado el
mecanismo encargado de asignar los recursos a los diversos usos rivales; el mercado, por tanto, juega un papel
central. En el sistema descentralizado las decisiones de consumo, producción e intercambio son tomadas por
los agentes individualmente. Los individuos o agentes persiguen sus propios intereses tratando de buscar lo
mejor para sí mismos sin intervención del Estado, siendo el mercado el que compatibiliza los planes de los
distintos individuos a través de los precios que funcionan como vehículo de información.
Un sistema de este tipo ya fue pensado por Adam Smith, considerado el padre de la Ciencia Económica,
formuló en su libro La Riqueza de las Naciones (1776) que un sistema de este tipo podría funcionar bien para
resolver los problemas del qué, cómo y para quién producir, es decir, podría asignar eficientemente los
recursos. Sostenía que los individuos que buscan su propio interés son llevados corno por una mano invisible
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a hacer cosas que van en interés de otros y de la sociedad en su conjunto (Teorema de la Mano Invisible).
El sistema descentralizado por excelencia es el sistema competitivo, también llamado de competencia
perfecta. En este sistema se supone que la información está dispersa entre los agentes, es decir, cada agente
sólo conoce sus propias características (sus recursos, sus preferencias o su tecnología) y actúa reaccionando
ante las señales de precios que recibe de los mercados. Los agentes sólo se relacionan entre sí a través de los
mercados, tomando como fijos los precios que observan y ofreciendo o demandando bienes a dichos precios.
Así, los consumidores maximizan sus preferencias dados los recursos que disponen y los precios del mercado
y, por otro lado, los productores maximizan sus beneficios dados los precios y la tecnología que poseen. Los
precios de equilibrio se determinan en los mercados a partir de las demandas y ofertas realizadas por los
agentes participantes.
Entre los dos extremos señalados podemos situar un régimen intermedio conocido como Economía Mixta que
es el sistema de asignación de recursos que caracteriza a la mayoría de economías del mundo real. En una
Economía Mixta el mercado y el Estado actúan conjuntamente para resolver las cuestiones económicas
básicas. El Estado interviene una parte importante de la economía mediante la redistribución de la renta
(impuestos y subvenciones) o regulando el grado en que los individuos pueden buscar su propio interés.
Vistos los distintos sistemas de asignación de recursos vamos a analizar a continuación los criterios de
eficiencia que existen para comparar los resultados que se derivan de dichos sistemas de asignación, en
concreto vamos a centrarnos en los dos más utilizados y que comparan producciones alternativas o consumos
alternativos.
Para comparar producciones alternativas se utiliza el criterio de eficiencia técnica. Así, un resultado es
eficiente desde el punto de vista de la producción cuando no es dominado técnicamente por ningún otro. La
dominación técnica significa que es posible producir lo mismo ahorrando de algún recurso sin utilizar más de
ningún otro, o bien, que utilizando las mismas cantidades de recursos se puede producir más producto.
Para comparar los resultados globales de un modelo sobre la base del grado de satisfacción que otorgan a los
consumidores últimos utilizaremos el criterio de eficiencia que denominaremos de optimalidad paretiana. Su
nombre se debe al economista italiano Wilfredo Pareto quién lo desarrolló a principios de este siglo. En este
sentido, diremos que un resultado global de la economía a domina a otro b en el sentido de Pareto o es
pareto−superior, si ambos son alcanzables dado el entorno económico y todos los consumidores en a están,
por lo menos, igual de satisfechos que en b y, al menos, uno está estrictamente mejor, esto es, más satisfecho.
Decimos que un resultado es un Optimo de Pareto si no es dominado por ningún otro resultado alcanzable
dado el entorno económico, es decir, no se puede mejorar la situación de algún individuo sin empeorar la de
algún otro. En otros términos, una asignación es un Optimo de Pareto si no existe otra asignación o resultado
que beneficie a alguna persona sin perjudicar a otra.
Un resultado global de la economía sólo puede ser óptimo en el sentido de Pareto si también es eficiente desde
el punto de vista de la producción, de lo contrario, podría producirse más de algún bien sin aumentar el uso de
recursos o podrían ahorrarse algunos de estos y dedicarlos a producir más bienes, en uno y otro caso es seguro
que podríamos mejorar la situación de algún individuo sin que cualquier otro resulte perjudicado. Por tanto, la
optimalidad de Pareto presupone eficiencia en la producción.
El criterio de optimalidad de Pareto ordena los resultados no desde el punto de vista individual sino el social,
aunque debido a lo restrictivo de su definición deja muchas situaciones sin ordenar y las considera
indiferentes entre sí. Como no introduce juicios de valor sobre qué consumidores valoran más o menos una
pérdida o ganancia de bienestar, hace que un gran número de situaciones sean incomparables, esto es, no
permite las comparaciones interpersonales de utilidad. Por ejemplo, no podemos decir que una situación a es
mejor que una situación b a pesar de que todos los consumidores menos uno están mejor en a que en b, si en
esta última situación el consumidor restante está mejor que en a. En otras palabras, el criterio de Pareto es un
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criterio muy fuerte que exige que nadie empeore al pasar de una asignación a otra. Sin embargo, esto no
significa que una asignación óptima en el sentido de Pareto sea la mejor o deseable desde otros puntos de
vista. Así, en un entorno en el que sólo hubiera dos individuos, una asignación o resultado donde a uno de
ellos le correspondiese la totalidad de los bienes existentes y al otro nada, sería un óptimo de Pareto, a pesar
de lo injusta que pueda parecernos tal situación, dado que no se puede. mejorar la situación de un individuo
sin empeorar la del otro (no se le puede dar algo al segundo sin quitarle nada al primero). El criterio de Pareto
sólo indica que en las asignaciones óptimas se han agotado las posibilidades de mejora conjunta del colectivo.
El criterio de Pareto no es el único criterio de eficiencia posible pero, a pesar de sus limitaciones, es el de uso
más extendido en economía debido, sin duda, al hecho de que no introduce juicios de valor sobre la
importancia relativa de los sujetos y a que representa un mínimo deseable de eficiencia social, en el sentido de
que nunca deberíamos considerar como eficiente una situación mejorable mediante otra en la que nadie está
peor y al menos un individuo está mejor.
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