Memoria Pedagógica e Innovación Educativa en el Nivel Inicial Hurgueteamos en nuestras memorias de maestras jardineras Lucía Guarino Nodo San Martín Si bien no sé cómo empezar a contar esta experiencia apasionante que me tocó vivir el año 2011, me animo a decir que todo empezó en el primer seminario. Allí nos conocimos algunas maestras jardineras de tres distritos de la Provincia de Buenos Aires con los coordinadores generales. Recién en ese momento empezamos a entender de qué se trataba el proyecto. No era un proyecto de investigación convencional en el que los hacedores son generalmente investigadores universitarios o profesionales expertos en elaborar hipótesis y en llegar a conclusiones determinantes, sino que tendría como protagonistas a maestras jardineras que relatarían sus experiencias pedagógicas en el aula sin tener un recorrido previo en proyectos de investigación. Cristina, Silvia, María de los Ángeles, Alejandra y yo somos maestras jardineras de San Martín con distintas funciones en el sistema educativo, que tendríamos la gran responsabilidad de llevar adelante ese desafío. Luego del viaje en auto que hicimos todas juntas, nosotras, las chicas de San Martín, nos encontramos con el resto, las representantes del distrito de Pilar y de La Matanza. El primer seminario que nos introduciría a esta aventura se llevó a cabo en un Centro Cultural en Del Viso con un amplísimo parque lleno de árboles. Pero antes tengo que hacer memoria y contar cómo fue mi primer acercamiento a la experiencia. En la era de la cibernética y de la computación, como no podía ser de otra manera, la directora de gestión institucional de la Dirección Provincial de Educación Inicial, la Licenciada Nora Leone, me escribió un correo electrónico. En realidad, para mí ella es simplemente Nora, una querida compañera de muchos años de trabajo. Recuerdo claramente que, al ver su nombre en el mensaje, leí ávidamente el texto y, sin saber exactamente de qué se trataba, me entusiasmé con la idea de participar. Nora me estaba invitando a formar parte de un proyecto de investigación educativa y, lógicamente, sentí que tenía que contestarle inmediatamente que sí, que estaba dispuesta a participar y que le agradecía enormemente que hubiese pensado en mí. Y así fue que, a través del correo electrónico, se acordó una primera reunión informal en el mes de febrero. Fue una tarde muy, pero muy calurosa. 1 Memoria Pedagógica e Innovación Educativa en el Nivel Inicial Nos encontramos en un Jardín de Infantes muy cerca de mi casa, en mi querido San Martín, donde nací y viví toda mi vida. Además, había trabajado allí por más de veinticinco años: primero como maestra, luego como directora y, por último, como inspectora del nivel inicial. Después de un tiempo de no vernos, me reencontré con tres de mis compañeras. Con una de ellas, Cristina, que además de ser compañera es mi amiga, compartí por mucho tiempo un grupo de estudio y, más tarde, años de trabajo como inspectora, durante los cuales llevamos adelante proyectos pedagógicos que nos llenan de orgullo. También me reencontré con dos directoras, Silvia y María de los Ángeles, que son dos personas a las cuales les tengo un gran afecto y respeto. Y, por supuesto, con Nora, que, además de ser una autoridad de la provincia de Buenos Aires, es una de las personas a quien más aprecio en mi ámbito de trabajo. En el Jardín donde nos encontramos no nos podíamos quedar porque debían cerrarlo, entonces nos trasladamos a un barcito cercano y nos sentamos al aire libre a tomar una gaseosa que nos calmara la sed. Allí Nora nos fue explicando muy escuetamente en qué consistía el proyecto. Nos dijo quiénes serían los responsables y subrayó que se trataba de una experiencia que se llevaría a cabo solamente en tres distritos de la Provincia. Cuando me di cuenta de que éramos unas pocas las personas que teníamos la oportunidad de participar, me sentí sumamente agradecida por ser una de ellas. Pero a su vez me sentí muy nerviosa por no saber si iba a poder cumplir con las expectativas que se depositaban en mí. Se fueron generando en mi mente muchas ansias de conocer más detalles sobre el proyecto, y me hice un sinnúmero de preguntas: ¿cómo íbamos a poder ayudar a las maestras con sus relatos?, ¿nosotras también tendríamos que escribir?, ¿cómo lo haríamos si no teníamos ninguna experiencia sobre narrativas pedagógicas? Algunas dudas se comenzaron a disipar cuando, en uno de los encuentros del Nivel Inicial que tuvimos en la ciudad de Mar del Plata, la Directora Provincial de Educación Inicial, Elisa Spakowsky, nos reunió a las inspectoras que participaríamos de ese desafío. Nos encontramos Liliana y María Rosa, quienes llevarían adelante el proyecto en La Matanza; Silvia y Vilma, que lo encararían en Pilar; y Cristina y yo, que haríamos lo mismo en San Martín. Cabe aclarar que si bien yo participé del proyecto como coordinadora, mi trabajo profesional se desarrolla actualmente en Hurlingham, distrito en el que aprendí a conocer y a valorar otras realidades que se presentan en el nivel. 2 Memoria Pedagógica e Innovación Educativa en el Nivel Inicial Todas habíamos aceptado la invitación y nos mirábamos entre felices y preocupadas. Íntimamente nos seguíamos preguntando en qué nos habíamos metimos y si íbamos a poder cumplir con semejante proyecto, inédito en el Nivel Inicial. Pero por más preguntas que nos hiciéramos ya estábamos en “el baile” y había que prepararse para hacerlo de la mejor manera posible. No podíamos defraudar a quienes nos habían elegido. Elisa, que estaba junto a Nora y a Estela, nos explicó que trabajaríamos colaborativamente, que seis directoras de jardines de infantes se sumarían a nosotras, que coordinaríamos a las maestras-narradoras y que cada una debía despojarse de la función que cumplía en el sistema educativo. Agregó a su explicación que tendríamos el asesoramiento de los coordinadores generales, ya que éste era un trabajo conjunto con la Universidad de Buenos Aires y con la Universidad Pedagógica. Cada vez me entusiasmaba más, pero, a su vez, minuto a minuto era más consciente del gran desafío que me esperaba. Un tiempo después del encuentro en Mar del Plata nos invitaron a participar del primer seminario en Pilar. Se sumó al proyecto una maestra en cada distrito, que también cumpliría con el rol de coordinadora. En San Martín, en todo el proceso nos acompañó Alejandra, una gran compañera de trabajo. En ese primer seminario conocimos a nuestros expertos coordinadores: Daniel, Paula, Agustina y María Laura; y a quienes representaban a la Universidad Pedagógica. Por supuesto, también estaban presentes Elisa y Estela, que nos acompañaron en todo momento en la desafiante y apasionante tarea de coordinación. Yo escuché, por primera vez, la lectura de relatos de experiencia pedagógica y me pregunté cómo podría lograr que las maestras inexpertas escribieran de esa manera. Me hice ésa y muchas preguntas más que en ese momento me invadían y me dejaban una carga de responsabilidad casi angustiante. Los coordinadores nos explicaban, contestaban nuestras preguntas con mucha dedicación, nos entusiasmaban a sumarnos al proyecto, nos decían que se aprendía a escribir relatos pedagógicos en el mismo transitar del proyecto, que ese trataba de un proceso y que nos iban acompañar en él, que se podía. Todavía yo no estaba convencida. Nos fuimos de ese primer taller con muchas dudas, pero también con muchas ideas que ya comenzaban a tomar forma. 3 Memoria Pedagógica e Innovación Educativa en el Nivel Inicial Nuestro nodo, así se denomina a cada uno de los grupos por distrito, ya tenía en mente comenzar a trabajar para invitar a las maestras a participar del proyecto. Decidimos reunirnos nosotras primero para organizarnos y plantearnos estrategias que nos permitieran conformar los grupos de maestras-narradoras. Ya desde el primer momento, Ángeles, Cristina, Silvia, Ale y yo formamos un equipo de trabajo, maquinitas de pensar y hacer. Los correos siempre estaban a la orden del día; las conversaciones virtuales corrían como reguero de pólvora. Nos escribíamos a toda hora: una escribía y todas le contestábamos. El dilema era cómo seleccionar a las maestras. Nuestra intención era que todos los jardines del distrito estuviesen representados. Se conformó así un listado, con una o dos maestras por Jardín, y a partir de éste, Cristina, junto con las inspectoras de San Martín, informaron a los directivos sobre el proyecto e hicieron llegar a cada una de las docentes una hermosa carta de invitación escrita por Alejandra, que tiene un don especial para expresarse. Cada sobre contenía la carta en su interior y tenía escrito el nombre de cada una de las sesenta maestras, que al recibir la esquela seguramente sintió una gran intriga por saber de qué se trataba. Nos llevamos una grata sorpresa porque el día elegido para el primer encuentro el salón del jardín 901 estaba repleto. Todas asistieron y reflejaban en sus rostros alegría y desconcierto. Para mí fue un hermoso y esperado reencuentro, ya que guardo en mi memoria muchos momentos satisfactorios de mi carrera docente, compartidos con muchas de las maestras a las que habíamos invitado. Abrazos, risas y conversaciones fueron el preámbulo de la reunión. Luego de ello, las invitamos a sumarse al proyecto. Les explicamos muy brevemente en qué consistía, pero intentamos transmitirles la fuerza de la pasión para que se contagiaran y se animaran. Finalmente, se subieron al colectivo, claro que con miedos y dudas. Nosotras ya habíamos armado los grupitos de doce maestras por coordinadora. Las fuimos nombrando una por una y les dimos la “bienvenida oficial” al proyecto. Las esperábamos al pie del colectivo, las ayudamos a subir y les agradecimos que se sumaran al desafío. El primer encuentro estuvo cargado de mucha emoción para las maestras porque nos pudieron contar cuáles habían sido sus sensaciones al recibir la carta y lo significativo que era que se las reconociera, por primera vez, como portadoras de experiencias válidas. En mi caso particular pude tomar conciencia de que ese era un momento muy 4 Memoria Pedagógica e Innovación Educativa en el Nivel Inicial especial para el nivel. No era poco cosa estar frente a maestras que se comprometían a relatar sus propias prácticas pedagógicas. Luego del bullicio del grupo total de maestras, hubo un momento más íntimo en el que cada coordinadora tuvo una breve pero sustanciosa charla con las chicas que iban a pertenecer a cada subgrupo. Fue allí que comenzamos a conocernos y a establecer los primeros vínculos. Nos intercambiamos teléfonos y direcciones de correo electrónico. Esas primeras líneas de contacto luego fueron aceitándose hasta que logramos una fluida comunicación que aún hoy persiste. Éstas que nombro a continuación son mis queridas narradoras: Laura, Estela, Marta, Lourdes, Luly, Inés, Karina, Alejandra, Ana, Andrea O. y Andrea R. Ellas me deleitaron con sus apasionadas voces cuando leían sus relatos. Recuerdo nuestro primer taller a mediados del mes de mayo. Creo que yo tenía más temores que ellas y me preguntaba cómo lograría que se animaran a escribir y que perdieran el miedo a la hoja en blanco, cuando a mí también me daba pánico comenzar un escrito. ¿Cómo infundirles confianza para que no interfiriera el temor al ridículo? ¿Cuáles serían las palabras exactas que tendría que pronunciar para que pudieran escribir sobre alguna experiencia que realmente sirviera para reflexionar sobre las prácticas pedagógicas? También me preocupaba (y mucho) que, por el afán de contar, aparecieran frases que contradijeran el enfoque teórico al que adherimos por convicción las que trabajamos por y para que los niños aprendan mejor en el Nivel Inicial. Dudas, temores y ansiedades se fueron diluyendo cuando tuve a las narradoras frente a frente. En ese primer taller, ya estaban todas dispuestas y, algunas más y otras menos, todas ya tenían mínimamente seleccionada la experiencia que querían contar. Todavía ni siquiera se acercaban a ser relatos, eran solamente frases breves, dichas en su mayoría en forma oral. Contaban, decían, se expresaban y, por sobre todo, cuando una de ellas hablaba las otras escuchaban muy atentamente. Así fuimos aprendiendo a transformar esos indicios verbales en verdaderos relatos de experiencias pedagógicas. Lógicamente que en ello tuvieron un papel preponderante nuestros coordinadores y maestros de la narrativa pedagógica: Daniel, Paula, Agustina y María Laura. En cada uno de los seminarios nos fueron brindando herramientas, que siempre nos parecían escasas, no porque ellos no hicieran su trabajo, sino porque nuestra ansiedad no nos 5 Memoria Pedagógica e Innovación Educativa en el Nivel Inicial permitía confiar en nosotras mismas (aunque estoy hablando en plural y quizá sea una apreciación personal). Así fueron pasando los encuentros en Pilar, en La Matanza y en San Martín, donde leíamos, escuchábamos, hablábamos, preguntábamos, comentábamos y, sobre todo, aprendíamos. Todo casi sin darnos cuenta. Estas formas de comunicarnos fueron las que a su vez intentábamos poner en marcha en los talleres con las maestras. Creo que dieron buenos resultados, ya que con el correr del tiempo, en cada uno de los talleres, empezaron a aparecer los primeros relatos, aunque todavía no podíamos considerarlos pedagógicos. ¡Qué difícil fue comentar! A mí, que soy una persona muy directa y, como me dicen muchos, impulsiva, y que no soy diplomática para decir aquello que no me parece correcto, se me complicó bastante comentar los relatos. Y también me resultó difícil explicarles a las maestras cómo se esperaba que ellas comentaran los relatos de sus compañeras, de manera tal de no herir susceptibilidades. Sobre todo, costaba que las que escuchábamos no intentáramos modificar el relato de aquella persona que lo había escrito la compañera, que quería contar “esa experiencia” y no otra. A pesar de esas dificultades, las chicas escribieron una, dos y varias veces sus relatos. Por supuesto, cada vez eran mejores y empezaron a aparecer las reflexiones sobre la práctica en el aula. Ya no solamente describían los acontecimientos, sino que además pudieron expresar lo significativas que resultaban sus estrategias de enseñanza en los aprendizajes de los niños. Creo que los relatos que las docentes escribieron en horas robadas a sus tareas cotidianas son maravillosos. Recuerdo imágenes y sentimientos que surgieron a medida que los leían para todas en los talleres: “las sandalias naranjas de una niña revoleadas por el aire”, en el relato de Ana; “las radios encendidas” que en realidad eran las voces de los niños, en el relato de Lourdes; la bronca de Luly porque una maestra suplente había logrado en dos días que su alumna estuviera feliz en el aula, cosa que ella no había logrado en meses; la preocupación de Marta por sentirse distinta frente a los padres; las lágrimas que me provocó el sentido relato de Laura; las contradicciones que se le presentaron a Karina cuando debió cumplir dos roles distintos frente al mismo grupo de alumnos; las preguntas que se hacía Estela durante todo su relato cuando sintió que discriminaba a sus alumnos por ser extranjeros, que derivaron en reflexiones muy profundas; los alumnos pequeños de Inés explorando materiales de plástica y aprendiendo a expresarse verbalmente; los miedos de Andrea 6 Memoria Pedagógica e Innovación Educativa en el Nivel Inicial y de Alejandra por tener que enfrentarse a niñas con discapacidades; y, por último, el gran desafío que enfrentó Andreíta al tomar la decisión de abordar el recorte “El museo de ciencias naturales” para que sus alumnos aprendieran sobre la aparición del hombre en la Tierra. Para mí son relatos maravillosos porque tienen un condimento esencial: la pasión por ser maestras jardineras suficientemente buenas. Estoy cerrando la etapa de acompañar a mi grupo de maestras en la escritura de sus relatos pedagógicos, pero, al mismo tiempo, pensando cómo voy a invitar a las maestras de Hurlingham a sumarse al proyecto. Aún falta reencontrarme con mis queridas narradoras. No veo la hora de felicitarlas y de agradecerles, una vez más, el esfuerzo y, como siempre digo, la pasión que pusieron al escribir. 7