92547-01.qxd 4/9/10 3:39 PM Page 1 PA R T E I Introducción a las demencias 92547-01.qxd 4/9/10 3:39 PM Page 3 CAPÍTULO 1 Demencia y enfermedad de Alzheimer De la medicina griega antigua a la biología molecular moderna Myron F. Weiner, MD La demencia despertó poca aten- estudio epidemiológico de 15 años que, inicialmente, incorporó más de 1.600 personas no dementes de 65 años o mayores observó que el 5% de las muertes se atribuyeron a la enfermedad de Alzheimer, con un tiempo promedio desde el comienzo hasta la muerte de 5,9 años (Ganguli y cols., 2005). Así, la enfermedad de Alzheimer y la patología que evoluciona a la demencia, en general, son problemas importantes de salud pública, como se analiza en el Capítulo 2 de este volumen, “Epidemiología y repercusión de la demencia”. ción en la literatura médica hasta hace alrededor de 70 años. El sitio web PubMed de la U.S. National Library of Medicine (http:/www.ncbi.nlm.nih.gov/entrez/query.fcgi) enumeraba sólo 3 referencias a demencia en 1935, un total de 25 en 1950 y alrededor de 550 en 1960. En 2007, había más de 90.000 referencias. Dentro de los últimos 30 años, el público en general se ha familiarizado con la demencia, en gran medida por los esfuerzos de la Alzheimer’s Association. El hecho de que el librero de la Internet Amazon.com enumere más de 25.000 títulos que incluyen la palabra demencia evidencia el interés de la gente. Con respecto a una enfermedad específica, la prevalencia de la enfermedad de Alzheimer en los Estados Unidos (estimada a partir de un estudio poblacional urbano, birracial, convertido a estimaciones de prevalencia y aplicado a la población estadounidense) era de 4,5 millones en 2000 según una estimación ampliamente aceptada (Hebert y cols., 2003). Es esperable que esta prevalencia casi se triplique a 13,3 millones en 2050. Si la enfermedad de Alzheimer es responsable del 56% de los casos de demencia, como indicó el estudio de Framingham (Bachman y cols., 1992), la cantidad total de ancianos de los Estados Unidos con demencia superaba los 8 millones en 2000. Un Historia de la demencia El síndrome conocido ahora como demencia es un diagnóstico fenomenológico que se basa en la observación clínica. Ha recibido diversos nombres en los últimos 2.500 años, como paranoia, idiotismo, necedad, imbecilidad adquirida, senilidad, psicosis senil y síndrome cerebral orgánico crónico. Hipócrates (circa 400 a. C.) identificó el cerebro como el lugar de la función mental y fue el primero en 3 92547-01.qxd 4 4/9/10 3:39 PM Page 4 Capítulo 1 • Demencia y enfermedad de Alzheimer reconocer como enfermedades los trastornos de la función mental, que dividió en epilepsia, manía, melancolía y paranoia, este último término como equivalente de deterioro mental (Zilboorg, 1941). Aunque los primeros síntomas del síndrome que ahora llamamos demencia son cognitivos y conductuales, los observadores sagaces diferenciaron este síndrome de otros síndromes mentales sobre la base de que sus primeros efectos eran sobre la memoria y el razonamiento, la recuperación era infrecuente, los efectos sobre el sistema motor eran tardíos y, a menudo, progresaba a la pérdida total del cuidado de sí mismo y de la comunicación. Por supuesto, la causalidad era un problema. Desde la antigüedad, se había observado que el funcionamiento cognitivo se podía alterar después de una lesión craneoencefálica o en asociación con enfermedades sistémicas, pero que, en algunos casos, no se podía hallar ninguna asociación (y, por lo tanto, ninguna causa presunta), excepto el deterioro general del envejecimiento. Asimismo, se había observado que las personas que llegaban a una edad avanzada presentaban un deterioro cada vez mayor: disminuían la visión y la audición, la masa y la fuerza musculares, y se enlentecía la digestión y la evacuación. Estas observaciones dieron origen al concepto de senilidad, el desgaste gradual del organismo. No hay duda de que cada órgano y tejido se desgasta con el tiempo; de hecho, Drachman (2006a) presentó hace poco un complejo argumento acerca de la participación de la entropía en la enfermedad de Alzheimer de comienzo tardío. Por otra parte, una aplicación demasiado simple del concepto de desgaste ha ocultado muchas de las que hoy llamamos enfermedades. La actitud para la que Robert Butler (1969) acuñó el término ageísmo, o edaísmo, había desalentado durante muchos años la investigación de lo que parecía ser el proceso “natural” de deterioro físico y mental, y la equiparación de edad avanzada a mala salud. El término demencia, que se emplea en la actualidad para describir el deterioro cognitivo global adquirido (en oposición a la amencia, o deterioro cognitivo evidente desde el nacimiento), deriva del latín de (fuera de) + mens (mente) + ia (estado de); significa literalmente fuera de la mente o privado de ella. Es una forma de locura o insania; este término médico aún se usaba en medicina en la década de 1920 como abarcativo de trastornos mentales graves. No se conoce con claridad el origen histórico del término demencia. Si bien Lipowski (1980) lo atribuyó a Celsus en el primer siglo d. C., el término no aparece en una traducción al inglés de De Medicina, de Celsus (1756). Se afirma que el poeta Juvenal, en el siglo I o II, ha utilizado demencia para referirse a la decrepitud mental de la edad avanzada (Lipowski, 1980), pero el término se empleó durante el siglo XIX (Thomas, 1889) y todavía se usa hoy en día entre el público lego para designar alteraciones mentales de muchas clases. Por ejemplo, alguien podría informar: “El asesino demente acechó a sus víctimas con gran cuidado y previsión antes de cometer el horrible crimen”. Si en realidad el asesino hubiera estado demente, no podría haber hecho esto. La primera referencia a una asociación entre envejecimiento y demencia (es decir, demencia senil) correspondió a Aretaeus de Cappadocia en el siglo II. Al describir el proceso de edaísmo, utilizó el término chochear para significar “un letargo de los sentidos y una estupefacción de las facultades gnósticas e intelectuales” que acompaña a la edad avanzada (Aretaeus, 1861, p. 301). Por lo menos desde este momento, la distinción entre envejecimiento cerebral normal y patología cerebral de etapas avanzadas de la vida no ha sido clara. Por ejemplo, según Folsom (1886): La demencia senil es sólo un exceso de la debilidad natural de la edad avanzada, desproporcionada para el estado corporal, una puerilidad exagerada de la senilidad al grado de provocar irresponsabilidad… Primero, falla la memoria y, después, sigue con rapidez un estado de debilidad general de la mente. Casi siempre hay hermetismo, sospechas, delirios y alucinaciones de los sentidos especiales. (p. 174) Continuó diciendo (lo que presagió el reconocimiento de las demencias frontotemporales y su diferenciación de la enfermedad de Alzheimer): No es infrecuente que los primeros síntomas consistan en una inhibición de las facultades mentales superiores, de manera que los impulsos más bajos se tornan prominentes. Se puede debilitar por completo el sentido del bien y el mal, y las percepciones morales. La alteración del juicio puede derivar en actos indecentes, deshonestos, injustos y depravados, incluso mucho antes de que la memoria y la inteligencia general se deterioren en forma grave, de manera que la insania (p. ej., un trastorno mental), evidente para un observador experimentado, puede pasar completamente inadvertida para la sociedad (Folsom, 1886, p. 174) Philippe Pinel, que a fines del siglo XVIII se convirtió en superintendente de los hospitales psiquiátricos parisinos denominados Bicêtre y Salpetrière (fábrica de salitre), empleó el término demence (es decir, demencia) para designar una de las cinco clases de alteración mental. Aunque se la describe como la alteración que anula la facultad de pensar, demencia parecía referirse a la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos que antes se clasificaban como psicosis funcionales (Pinel 1806/1962, p. 165). La clase de alteración de Pinel que mejor se corresponde con la categoría de demencia del DSM-IV-TR (American Psychiatric Association, 2000) era el “idiotismo, una obliteración de las facultades intelectuales y de los afectos” (Pinel, 1806/1962, p. 165). Esquirol (1845/1965), sucesor de Pinel en la Salpetrière, utilizó demencia para describir trastornos mentales que se manifestaban por debilitamiento de la sensibilidad, el conocimiento y la voluntad, con alteración de la memoria reciente, la atención, el razonamiento y la capacidad de abstracción. Dividió las demencias en agudas, crónicas y seniles, e incluyó en esta categoría los trastornos psicóticos en etapa terminal y la depresión estuporosa. El médico estadounidense Benjamin Rush (1812) aplicó el término necedad para designar el trastorno 92547-01.qxd 4/9/10 3:39 PM Page 5 Historia de la demencia caracterizado fundamentalmente por deterioro del razonamiento y de la memoria. James Prichard (1837), un médico inglés que no consideraba la demencia como una consecuencia normal del envejecimiento, sugirió que ésta podía ser primaria o secundaria a otros trastornos y delineó una evolución natural en cuatro estadios de demencia que guarda paralelo con la evolución de la enfermedad de Alzheimer: 1) pérdida de la memoria reciente con preservación de la memoria remota, 2) pérdida de la razón, 3) pérdida de la comprensión y 4) pérdida de la capacidad de ocuparse de las funciones vegetativas. Desde hace tiempo, la demencia ha tenido importantes implicaciones legales como un tipo de insania; en la actualidad, insania es un término exclusivamente legal para un estado en el que, como resultado de una profunda alteración de las facultades intelectuales, una persona ha perdido más o menos por completo su libre albedrío y, por ende, ha dejado de ser responsable de sus actos ante la sociedad. En consecuencia de su menor capacidad para emitir juicios y dirigir su propia conducta, las personas dementes fueron clasificadas por la ley inglesa como non compos mentis o locos (Prichard 1837, p. 254), y se consideraba que tenían menor responsabilidad/capacidad en relación con la gravedad de su alteración mental. Por esta razón, el término insania todavía persiste en procedimientos legales, pero en la última parte del siglo XIX, muchos sabían con claridad que la insania era, de hecho, la consecuencia de un trastorno cerebral (Folsom, 1886, p.104). Los primeros intentos de cuantificar la gravedad de la demencia surgieron por la necesidad de cuantificar la capacidad legal. El primer esquema para cuantificar la demencia fue elaborado, quizá, por Hoffbauer (citado por Prichard, 1837, pp. 256-261). Incluyó las categorías de bloedsinn (traducido del alemán por Prichard como “tontería”) y dumbest (traducido como “estupidez”), que son aproximadamente equivalentes a déficit ejecutivo y déficit intelectual, respectivamente. La característica fundamental de la tontería era la alteración del juicio, lo que otra vez anticipaba el reconocimiento de los síndromes del lóbulo frontal. La característica principal de la estupidez era la incapacidad de adquirir y retener información. Los estadios de la tontería, del mínimo al máximo deterioro, consistían en 1) incapacidad para juzgar situaciones nuevas, 2) incapacidad para juzgar situaciones familiares, 3) marcado deterioro de la memoria y de la atención, 4) obnubilación de la conciencia y 5) estupor y falta de respuesta. Los tres estadios de la estupidez comenzaban con la incapacidad de valorar opuestos, progresaban a la incapacidad de razonar y culminaban con la incapacidad de expresar ideas por medio del lenguaje. Emil Kraepelin (1913) distinguió las denominadas psicosis funcionales de las consecuencias del daño cerebral evidente, y llamó a las primeras insanias, y a las últimas, variedades de imbecilidad. Las dos categorías de imbecilidad eran la imbecilidad adquirida (demencia) y la imbecilidad congénita (común). La categoría demencia incluía demencia apopléjica secundaria a demencia vascular, edad avanzada (o senilidad) y epilepsia. 5 Eugen Bleuler (1924), en un debate sobre las psicosis orgánicas, definió un psicosíndrome orgánico como un conjunto de manifestaciones conductuales de daño crónico, difuso, de la corteza cerebral, que se podía deber a diversas causas, como traumatismo, infección (en especial, sífilis), tóxicos, arterioesclerosis y senilidad. Sus manifestaciones consistían en deterioro de la memoria, el juicio, la discriminación perceptiva, la orientación, la estabilidad emocional y el control de los impulsos. Bleuler reconoció que todas las funciones cognitivas no eran afectadas por igual, que las aptitudes practicadas durante mucho tiempo eran las más resistentes al deterioro, y que aún debían descubrirse algunas causas del psicosíndrome orgánico. Asimismo, observó que las variaciones de la forma del psicosíndrome se podían relacionar con factores genéticos, como una tendencia a que un trastorno del estado de ánimo complique la demencia en personas con antecedentes familiares de este tipo de trastornos. Por último, señaló que la evolución del psicosíndrome orgánico estaba relacionado con la enfermedad de base, por ejemplo, que el síndrome de Korsakoff podía mejorar ligeramente y permanecer estable, y que podía haber episodios de aparente remisión en la neurosífilis y en la arterioesclerosis cerebral. El texto de Bleuler contiene descripciones de las insanias seniles y preseniles. La insania arterioesclerótica y la atrofia cerebral simple están clasificadas en demencia senil. La demencia senil simple se describe como un producto de la “regresión normal del cerebro que comienza en la sexta década de la vida, pero que en general no es notable hasta la última década de la expectativa de vida normal” (Bleuler, 1924, p. 286) (no se indica la duración real de la expectativa de vida normal). El cerebro se retrae, los ventrículos se agrandan, y desaparecen las células ganglionares (piramidales). Los signos clínicos, en orden de aparición, son 1) incapacidad para asimilar las ideas de otros, 2) mayor egocentrismo y obstinación, y 3) confabulación. Asimismo, Bleuler (1924) presentó la categoría de presbiofrenia (un término atribuido a Kahlbaum), un trastorno que evoluciona a la demencia de la edad avanzada que se caracteriza por actividad motora constante, con realización repetida de actividades sin sentido. En este caso, se decía que la anatomía patológica consistía en placas seniles rodeadas por fibrillas en vías de degeneración (las placas neuríticas actuales), mientras que en la enfermedad de Alzheimer, se decía que la patología era más intensa, con rápida aparición de afasia, agnosia y apraxia. A mediados del siglo XX, Roth y Morrissey (1952) escribieron que, como resultado del trabajo de Alzheimer, Kraepelin, Binswanger, Pick y otros, las enfermedades mentales características de la edad avanzada se habían subdividido, desde principios del siglo, en psicosis seniles, arterioescleróticas y preseniles (en este caso, psicosis significaba un trastorno mental de gravedad suficiente para interferir con el cumplimiento de las demandas de la vida cotidiana). Consideraban las enfermedades Alzheimer y Pick como entidades preseniles raras. Para Roth y Morrissey, el síndrome central de la psicosis senil comenzaba con dete- 92547-01.qxd 6 4/9/10 3:39 PM Page 6 Capítulo 1 • Demencia y enfermedad de Alzheimer rioro selectivo de la memoria reciente y la atención, y localización temporal errónea de episodios recientes, seguidos de euforia, confabulación y un elemento paranoide mal sistematizado derivado de la falla mnésica. Reconocieron que este complejo sintomático podía ser la manifestación clínica de una serie de enfermedades cerebrales de base. En el mismo artículo, Roth y Morrissey comunicaron la supervivencia de 3 años de 150 personas consecutivas de 60 años o más que habían sido hospitalizadas en el Graylingwell Hospital en 1948. De las personas con diagnósticos afectivos, menos del 25% habían muerto; en cambio, el 90% de los que tenían diagnóstico de psicosis senil habían muerto. Pese al hecho de que el paciente modal con un diagnóstico de trastorno afectivo pertenecía al grupo etario de 60-65 años, mientras que el paciente modal con psicosis senil, al de 75-79 años, es probable que este hallazgo haya sido la primera prueba estadística de la letalidad de la psicosis senil. Desde hace tiempo, se ha reconocido que hay un límite indefinido entre lo que Ferrara (1959) llamó senescencia psicológica/fisiológica (los efectos del envejecimiento social/cerebral normal) y la senescencia patológica (demencia). Ferrara afirmaba que a medida que la senescencia fisiológica y psicológica se convierte en senescencia patológica, a menudo se detectan alteraciones perceptivas y mnésicas, y que la alteración de la percepción, el deterioro del registro y la menor impresionabilidad suelen marcar el comienzo de una demencia senil. “Desde un punto de vista práctico, se puede hablar de demencia cuando el deterioro de la memoria es tal que torna fragmentaria o falsea por completo la relación del paciente con su entorno” (Ferrara, 1959, p. 1025). A medida que se han dilucidado las etiologías de diversas enfermedades que evolucionan a la demencia y se han desarrollado tratamientos, se ha modificado su prevalencia y repercusión. Por ejemplo, en 1672, Thomas Willis describió la parálisis general del insano (denominada ahora neurosífilis) como un síndrome que comenzaba con manía, seguida de demencia y parálisis, pero se consideraba que esta última era una manifestación tardía, inespecífica, concomitante de la enfermedad mental. En 1826, Bayle reconoció todo el conjunto de signos y síntomas como una entidad específica. La relación de este síndrome con la sífilis se debatió acaloradamente hasta 1913, cuando Noguchi y Moore demostraron la presencia de la espiroqueta Treponema pallidum en el cerebro de personas con paresia general, y se comenzó a usar el término neurosífilis (Henry, 1941). Desde la década de 1940, gracias al uso generalizado de pruebas serológicas para detectar sífilis temprana y a la existencia de penicilina para el tratamiento, la neurosífilis se ha vuelto relativamente rara en los Estados Unidos. De hecho, la tasa de primeros ingresos en hospitales psiquiátricos por neurosífilis descendió de 4,3/100.000 habitantes en 1946 a 0,4/100.000 habitantes en 1960 (Adams y Victor, 1989, p. 573). La prevalencia y la repercusión de la demencia secundaria a causas metabólicas también se han modificado como resultado de descubrimientos médicos. En la actualidad, la enfermedad de Wilson es tratable, la demencia del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) es, en gran medida, prevenible, y la hidrocefalia obstructiva por meningitis se puede aliviar quirúrgicamente. Las primeras conjeturas sobre la relación entre consumo de alcohol y demencia pueden haber implicado al agente erróneo. Pese a la asociación de demencia con episodios reiterados de delirium tremens observada en el siglo XIX (Wilson, 1886), Victor y cols. (1989) no hallaron evidencia de toxicidad directa del alcohol en el examen post mórtem de personas con diagnóstico de demencia alcohólica. En cambio, demostraron los estigmas del síndrome de Wernicke relacionado con deficiencia de tiamina y otros cuadros no relacionados, incluidos traumatismo y enfermedad de Alzheimer. Por lo tanto, la causa primaria de la demencia en los alcohólicos parece ser la desnutrición más que el efecto tóxico directo del alcohol sobre el cerebro. Enfermedad de Alzheimer: de la descripción clínica a una teoría de la enfermedad y al tratamiento La historia de la enfermedad de Alzheimer comenzó con una serie de observaciones clínicas que fueron vinculadas a un tipo de patología cerebral. Estas observaciones clínicas y anatomopatológicas han llevado a formular teorías sobre la fisiopatología que, a su vez, han señalado posibles vías de tratamiento. El tiempo transcurrido desde el reconocimiento de la enfermedad hasta el primer tratamiento sintomático fue de casi 90 años. Los tratamientos dirigidos a modificar el proceso patológico todavía están en etapa de desarrollo. La historia comenzó el 8 de abril de 1906 cuando el psiquiatra Alois Alzheimer (Figura 1-1) examinó el cerebro de Auguste D, una mujer que había ingresado a los 51 años, el 25 de noviembre de 1901, al Hospital para Enfermos Mentales y Epilépticos de Frankfurt, Alemania. La nota de hospitalización de su médico de familia indicaba que presentaba, desde hacía largo tiempo, deterioro de la memoria, manía persecutoria, insomnio e inquietud, y que no podía hacer ningún trabajo físico ni mental. Alzheimer había visto a la paciente en el Hospital de Frankfurt. En 1903, Alzheimer se asoció a Emil Kraepelin en la Clínica Psiquiátrica Real de Munich y fue designado director del Laboratorio de Anatomía Patológica (Figura 1-2) (Goedert y Spillantini, 2006). Allí fue que Alzheimer recibió el cerebro de la mujer después de su muerte. Macroscópicamente, advirtió retracción del cerebro y leve hidrocefalia ex vacuo. Al aplicar la 92547-01.qxd 4/9/10 3:39 PM Page 7 Enfermedad de Alzheimer: de la descripción clínica a una teoría de la enfermedad y al tratamiento FIGURA 1-1. Alois Alzheimer, M.D. Fuente. Departamento de Psiquiatría, Ludwig–Maximilians-Universität, Munich. Reproducida con autorización. FIGURA 1-2. Laboratorio de Alzheimer en Munich. Fuente. Departamento de Psiquiatría, Ludwig-Maximilians-Universität, Munich. Reproducida con autorización. tinción argéntica, desarrollada hacía poco por Bielchowsky, a los preparados microscópicos cerebrales, observó fibrillas que se teñían de manera diferente que las neurofibrillas normales y lesiones del tamaño de semillas de mijo que contenían una sustancia peculiar distribuida por las capas exter- 7 nas de toda la corteza cerebral. Sus hallazgos se publicaron en 1907 (Alzheimer, 1907/1987); consideró que la enfermedad era una forma rara de demencia presenil. En 1908, Alzheimer y su colega Perusini habían hallado un total de cuatro casos de demencia presenil, los cuales tenían una anatomía patológica similar (Maurer, 2006). Sólo 2 años más tarde, Kraepelin (1910) (Figura 1-3) incluyó el epónimo enfermedad de Alzheimer en su texto de psiquiatría. Pese al hecho de que otros investigadores habían descrito antes tanto las placas como los ovillos o marañas neurofibrilares (Drachman, 2006b), el nombre quedó instalado. Pese a la escasez de referencias en PubMed sobre la información referida, hubo una animada discusión en las décadas de 1920 y 1930 respecto de los signos y los síntomas clínicos de la enfermedad de Alzheimer, de la relación de la histopatología con los síntomas clínicos y de la enfermedad de Alzheimer con la demencia senil (revisado en Newton, 1948). Sin embargo, no se aceptó ampliamente que la alteración cerebral de tipo Alzheimer tuviera una firme relación con la demencia de comienzo senil hasta el trabajo del patólogo inglés J. A. N. Corsellis (1962). Corsellis efectuó estudios post mórtem del cerebro de personas institucionalizadas con diagnósticos como esquizofrenia, trastornos afectivos y trastornos paranoides, y los comparó con el cerebro de personas que tenían diagnóstico de demencia senil o demencia senil/vascular mixta, pero no con el de personas con diagnóstico clínico de otras enfermedades cerebrales. Observó que el 80% del grupo de demencia senil mostraba formación de placas de moderada a intensa, que sólo se observaba en los pacientes con trastornos psiquiátricos que vivían hasta los 75 años o más. Los ovillos neurofibrilares se observaban casi con exclusividad en caso de diagnóstico de demencia senil y senil/vascular mixta. Estos ovillos tendían a guardar paralelo con la densidad de las placas, y su frecuencia no se relacionaba con la edad del paciente. En el mismo año, Kay (1962) advirtió que un diagnóstico de demencia senil se asociaba con una notoria reducción de la expectativa de vida. Sim y Sussman (1962) publicaron la evolución de 21 casos de enfermedad de Alzheimer comprobada por biopsia y neuropatología. Aún consideraban que era una demencia presenil, aunque Simchowitz, que fue el primero en emplear el término placa senil y que también había descrito degeneración granulovacuolar, había escrito, en 1914, que no había diferencia entre la enfermedad de Alzheimer y la demencia senil (Simchowitz, 1914). Sim y Sussman compararon el cuadro clínico de personas evaluadas en los años 1-4 de los síntomas. Observaron que la amnesia y la desorientación eran los primeros síntomas; la disfasia, intermedia; y la apraxia y la demencia manifiesta eran más tardías. Comunicaron que, en los primeros años, pese a la escasa orientación y la pérdida de memoria, los pacientes no estaban dementes y podían organizarse y organizar su ambiente en un grado notable, lo que evidenciaba lo que podríamos llamar ahora alteración cognitiva leve según los criterios elaborados por Petersen y cols. (1999). El trabajo de Sim y Sussman también preparó la escena para el de- 92547-01.qxd 8 4/9/10 3:39 PM Page 8 Capítulo 1 • Demencia y enfermedad de Alzheimer bral... Como el cerebro es un órgano con una población celular fija y se sabe desde hace mucho que estos órganos son particularmente sensibles a los cambios de la senescencia, los hechos indican que la formación de placas seniles y los procesos relacionados también ameritan ser investigados con técnicas más precisas que las de este estudio, por su posible relevancia para los problemas del envejecimiento en el hombre. (Roth y cols., 1966, p. 110) FIGURA 1-3. Emil Kraepelin, M.D., quien le puso el nombre a la enfermedad de Alzheimer. Fuente. Departamento de Psiquiatría, Ludwig-Maximilians-Universität, Munich. Reproducida con autorización. sarrollo ulterior por Rosen y cols. (1984) de la Escala de evaluación de la enfermedad de Alzheimer (Alzheimer’s Disease Assessment Scale), que se convirtió en uno de los dos elementos estándares de evaluación en estudios clínicos posteriores sobre medicación contra la enfermedad de Alzheimer. En 1963, la microscopia electrónica reveló que los ovillos neurofibrilares consistían en filamentos helicoidales apareados (Kidd, 1963). Tres años más adelante, Roth y cols. (1966) examinaron el cerebro de pacientes de 60 años y mayores que habían sido atendidos en un hospital psiquiátrico o general, habían sido sometidos a una evaluación cognitiva y que no presentaban signos de accidente cerebrovascular. Llegaron a las tres conclusiones siguientes: Lejos de que las placas sean irrelevantes para la anatomía patológica del trastorno mental de la edad avanzada, la densidad de la formación de placas cerebrales está altamente correlacionada con parámetros cuantitativos de deterioro intelectual y de la personalidad en el sujeto anciano. El establecimiento de un parámetro válido de daño cerebral en un grupo de psicosis orgánicas abre la posibilidad de definir y medir los defectos psicológicos que muestran la mejor correlación con los parámetros de daño cere- Años más adelante, se mostró una correlación más firme entre deterioro cognitivo y la disminución de la densidad sináptica (DeKosby y Scheff, 1990), pero aún no se sabe si la acumulación cerebral de placas de amiloide relacionada con la edad es una consecuencia normal del envejecimiento o si son precursoras de las placas neuríticas de la enfermedad de Alzheimer (Knopman y cols. 2003). Después, Roth y su grupo (Tomlinson y cols., 1968, 1970) compararon los cerebros de adultos mayores que no presentaban evidencia objetiva de deterioro cognitivo antes de la muerte con los de personas con demencia bien demostrada. Se observaron diferencias estadísticamente significativas entre los grupos en cuanto a atrofia cortical, dilatación ventricular, formación de placas seniles, “alteración neurofibrilar de Alzheimer” y degeneración granulovacuolar. Como la alteración mnésica suele ser el síntoma de presentación de la enfermedad Alzheimer, los investigadores intentaron comprender y tratar este síntoma integrando la biología de la memoria con la fisiopatología de la enfermedad de Alzheimer. Deutsch (1971) sugirió que el sistema colinérgico es el sustrato biológico de la memoria. Con ulterioridad, David Drachman (Figura 1-4) (Drachman y Leavitt, 1974) mostraron que la escopolamina bloqueaba el almacenamiento en la memoria de largo plazo con preservación relativa del recuerdo y la recuperación a partir de la memoria de largo plazo, un patrón similar al del envejecimiento normal. Al investigar la relación entre neuropatología y función cerebral, Davies y Maloney (1976) analizaron los niveles post mórtem de enzimas asociadas con los neurotransmisores acetilcolina, ácido γ-aminobutírico (GABA), dopamina, noradrenalina y 5-hidroxitriptamina en 3 sujetos con enfermedad de Alzheimer y 10 controles. Había una disminución sustancial de los niveles de colina acetiltransferasa, la enzima que forma la acetilcolina, y de acetilcolinesterasa, que hidroliza la acetilcolina en la sinapsis; el nivel de reducción coincidía con las áreas que contenían el máximo número de ovillos neurofibrilares. Al año siguiente, White y cols. (1977) confirmaron la reducción del marcador colinérgico presináptico colina acetiltransferasa en pacientes con enfermedad de Alzheimer, pero también hallaron que la unión al receptor postsináptico estaba intacta, lo que sugirió que el tratamiento con colinesterasas de acción central podría ser beneficioso antes de que avanzara la pérdida neuronal. Se destacó la posible utilidad de este enfoque al hallar una pérdida celular masiva en los núcleos basales del prosencéfalo, incluido el núcleo basal de Meynert, un grupo de neuronas poco definido localizado por detrás del quiasma óptico que 92547-01.qxd 4/9/10 3:39 PM Page 9 Enfermedad de Alzheimer: de la descripción clínica a una teoría de la enfermedad y al tratamiento FIGURA 1-4. David A. Drachman, M.D., creó un modelo farmacológico de cambio cognitivo relacionado con la edad. Fuente. Cortesía del doctor Drachman. Reproducida con autorización. es responsable de la mayor parte de la inervación colinérgica de la corteza cerebral (Whitehouse y cols., 1981). La experimentación con la anticolinesterasa fisostigmina, realizada por Kenneth Davis (Figura 1-5), mostró que ésta mejoraba la memoria en individuos indemnes desde el punto de vista cognitivo (Davis y cols., 1978) y en individuos con enfermedad de Alzheimer (Davis y Mohs, 1982), pero la breve semivida del fármaco y la necesidad de administración parenteral la volvían inadecuada para uso clínico. Al mismo tiempo, se estaba investigando un inhibidor de la colinesterasa de acción prolongada, la tacrina, tras la observación clínica de que revertía con eficacia el síndrome confusional después de una sobredosis de antidepresivos tricíclicos (Summers y cols., 1981). Después de la publicación de un gran estudio multicéntrico por Davis y cols. (1992), la Food and Drug Administration de los Estados Unidos aprobó la tacrina para el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer en 1993. Más adelante, se aprobaron otros inhibidores de la colinesterasa, y el uso de tacrina desapareció de manera gradual, debido a la necesidad de dosificación frecuente, titulación lenta y hepatotoxicidad. En términos generales, estos fármacos inducen mejoría cognitiva transitoria y 9 FIGURA 1-5. Kenneth L. Davis, M.D., mostró la propiedad intensificadora de la memoria de la fisostigmina. Fuente. Cortesía del doctor Davis. Reproducida con autorización. un efecto modesto, o nulo, sobre la progresión de la enfermedad, como cabría esperar de un tratamiento sintomático. En la década de 1980, hubo avances en el esclarecimiento de la neuropatología y la fisiopatología de la enfermedad de Alzheimer. Glenner y Wong (1984a) secuenciaron, a partir de depósitos en los vasos sanguíneos de pacientes con enfermedad de Alzheimer, la sustancia que había sido reconocida en el núcleo de las placas neuríticas como proteína amiloide (Terry y cols., 1964). Sobre la base del trabajo publicado el año previo que comunicó que los hallazgos anatomopatológicos de la enfermedad de Alzheimer se observaban en forma generalizada en las personas con síndrome de Down que habían alcanzado los 40 años, Glenner y Wong (1984b) mostraron que la amiloide del síndrome de Down era idéntica a la observada en la enfermedad Alzheimer. Más adelante, Korenberg y cols. (1989) observaron que la porción del cromosoma que está reduplicado en la trisomía 21 contiene la proteína precursora de amiloide, lo que indica que la causa de la enfermedad de Alzheimer en estas personas es la sobrecarga de la vía proteolítica de la proteína precursora de la amiloide normal. El trabajo ulterior de genética molecular comenzó con la localización de un gen de enfermedad de Alzheimer familiar en el cromosoma 21 (St. George-Hyslop y cols., 1987). Esto se revisará en los Capítulos 8, “Enfermedad de Alzheimer”, y 24, “Bases 92547-01.qxd 10 4/9/10 3:39 PM Page 10 Capítulo 1 • Demencia y enfermedad de Alzheimer FIGURA 1-6. Robert N. Butler, M.D., primer director del National Institute on Aging. Fuente. Cortesía del International Longevity Center. Reproducida con autorización. moleculares y genéticas de la enfermedad de Alzheimer”, así como la hipótesis de la cascada amiloide de la enfermedad de Alzheimer, la posible neurotoxicidad de los oligómeros de beta amiloide (Walsh y Selkoe, 2007) y el principal factor de riesgo de la enfermedad de Alzheimer de comienzo tardío –la herencia del alelo ε4 de la proteína transportadora de colesterol apolipoproteína E (Corder y cols., 1993)– y su posible relación con la formación de ovillos neurofibrilares. El editorial de Robert Katzman (1976) en Archives of Neurology, donde señalaba la prevalencia de la enfermedad Alzheimer y su repercusión sobre la expectativa de vida es reconocido como la chispa que desencadenó la investigación sobre esta enfermedad en los Estados Unidos (Khachaturian, 2006). En 1974, el Congreso había autorizado la creación del National Institute on Aging (NIA [Instituto Nacional de Envejecimiento]). En 1976, el instituto estaba formalmente organizado bajo la dirección de Robert Butler (Figura 1-6) y en 1978, comenzó su programa de investigación extrainstitucional sobre envejecimiento cerebral y enfermedad de Alzheimer dirigido por Zaven Khachaturian (Figura 1-7). En 1979, se creó la Alzheimer’s Association (denominada primero Alzheimer’s Disease and Related Disorders Association, ADRDA [Asociación de Enfermedad de Alzheimer FIGURA 1-7. Zaven Khachaturian, M.D., primer director asociado del Neuroscience and Neuropsychology of Aging Program del National Institute on Aging. Fuente. Cortesía del doctor Khachaturian. Reproducida con autorización. y Trastornos Relacionados]) con el estímulo y la subvención del NIA y el National Institute of Neurological and Communication Disorders and Stroke (NINCDS [Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y de la Comunicación y Accidente Cerebrovascular]); el Sr. Jerome Stone fue nombrado Presidente, y los Dres. Robert Katzman y Carl Eisdorfer fueron los codirectores del Consejo Médico Asesor (Alzheimer’s Association, 2008). En el año 1981, se publicó una colaboración gobiernoindustria-academia titulada Strategies for the Development of an Effective Treatment for Senile Dementia (Estrategias para el desarrollo de un tratamiento eficaz contra la demencia senil) (Crook y Gershon, 1981), que estimuló algunos de los primeros estudios farmacológicos en los Estados Unidos. El título del volumen siguiente, Treatment Development Strategies for Alzheimer’s Disease (Estrategias de desarrollo de tratamientos contra la enfermedad de Alzheimer) (Crook y cols., 1986), indicó el reconocimiento de que la demencia senil y la enfermedad de Alzheimer eran la misma entidad patológica. Entre estas dos publicaciones, por sugerencia del NINCDS National Advisory Council (Consejo Asesor Nacional del NINCDS), el NINCDS y la ADRDAA formaron el Grupo de trabajo sobre diagnóstico de la enfermedad de 92547-01.qxd 4/9/10 3:39 PM Page 11 11 Demencia y sociedad FIGURA 1-8. Leon J. Thal, M.D., primer director del Alzheimer’s Cooperative Study. Fuente. Cortesía del Departmento of Neurociencias, University of California at San Diego. Reproducida con autorización. Alzheimer para establecer criterios de diagnóstico clínico, de manera de poder caracterizar mejor la evolución natural de la enfermedad y realizar estudios clínicos significativos. Los criterios diagnósticos que se formularon para enfermedad de Alzheimer posible y probable (McKhann y cols., 1984) se siguen utilizando como base para la incorporación a estudios clínicos. Morris y Rubin (1991) comunicaron que estos criterios tenían una exactitud del 80-90%. Una revisión reciente de casos de autopsia (Ranginwala y cols., 2007) observó que esta tasa de exactitud casi no se modificó pese a los avances en inmunohistoquímica que permiten, en la actualidad, detectar con mayor facilidad cuerpos de Lewy y tauopatías distintas de los ovillos neurofibrilares de la enfermedad de Alzheimer. En 1986, un subsidio del NIA posibilitó la creación del Consorcio para establecer un registro de enfermedad de Alzheimer (Consortium to Establish a Registry for Alzheimer’s Disease, CERAD) a fin de estandarizar la evaluación clínica, neuropsicológica y neuropatológica de las personas con presunta enfermedad de Alzheimer. En este proyecto, dirigido por el Dr. Albert Heyman de la Duke University, se reclutaron pacientes con enfermedad de Alzheimer y sujetos control sin demencia de 24 centros de enfermedad de Alzheimer patrocinados por el NIA y de otros programas universitarios de los Estados Unidos. Se examinó a los sujetos en el momento del ingreso y en forma anual de ahí en adelante para observar la evolución natural de la enfermedad de Alzheimer. En la medida de lo posible, se incluyó el examen cerebral de la autopsia. En la actualidad, muchos centros de investigación de enfermedad de Alzheimer de los Estados Unidos y del extranjero, médicos en la práctica clínica y estudios poblacionales utilizan los principales instrumentos estandarizados desarrollados por el CERAD. Se obtuvieron datos de más de 1.000 pacientes de raza blanca y negra con enfermedad de Alzheimer distribuidos por toda la nación y de casi 500 sujetos control sin demencia. En esta serie, se confirmó el diagnóstico clínico de enfermedad de Alzheimer basado en los criterios del NINCDS-ADRDA en el 87% de los casos autopsiados. Los investigadores todavía pueden acceder a la base de datos del CERAD (http://cerad.mc.duke.edu). En 1991, el NIA, bajo la dirección del difunto Leon Thal (Figura 1-8), financió el Estudio cooperativo sobre enfermedad de Alzheimer (Alzheimer’s Disease Cooperative Study) a fin de crear una infraestructura para estudios clínicos de sustancias, que han incluido estrógenos y antiinflamatorios no esteroides. En forma más reciente (2004), se estableció la Iniciativa de estudios neurológicos por la imagen en enfermedad de Alzheimer (Alzheimer’s Disease Neuroimaging Initiative) con recursos del National Institute on Aging, National Institute for Biomedical Imaging and Bioengineering, Foundation for the National Institutes of Health, Alzheimer’s Drug Discovery Foundation y Alzheimer’s Association, para examinar la manera de emplear la tecnología de estudios por la imagen cerebrales con otros marcadores biológicos para medir la progresión del deterioro cognitivo leve y la enfermedad de Alzheimer temprana. Después, esta información se utilizará para ayudar en futuros estudios clínicos al aportar un instrumento de evaluación estándar para medir efectos terapéuticos (Mueller y cols., 2005). Demencia y sociedad La demencia es, y siempre lo ha sido, un problema social importante. Como es un conjunto de síntomas cognitivos y conductuales, el síndrome demencial era, desde el punto de vista técnico, un trastorno mental y fue, durante mucho tiempo, el campo del alienista institucional, el precursor del psiquiatra actual. Antes del reconocimiento de los trastornos mentales como una forma de enfermedad en los siglos XV y XVI, las personas dementes vivían en casas de beneficencia o vagaban por las calles cuando ya no podían ser contenidas por sus familias. Entre fines del siglo XVIII y fines del XIX, los individuos con enfermedad mental hicieron una transición gradual a hospitales psiquiátricos. Los hospitales psiquiátricos (el primero de ellos se construyó en Valencia, España, en 1409) (Mora, 1980) eran, al principio, asilos, lugares de refugio para personas con enfermedades de la mente, en los que se podían administrar los tratamientos de la época mientras los residentes eran protegidos del público, y viceversa. En los Estados Unidos, estas instituciones eran administradas por 92547-01.qxd 12 4/9/10 3:39 PM Page 12 Capítulo 1 • Demencia y enfermedad de Alzheimer gobiernos estatales con fondos públicos. A mediados del siglo XX, la proporción de ancianos en estas instituciones había aumentado debido al envejecimiento de la población estadounidense; el 30 de junio de 1945, el 42% de los diagnósticos de ingreso del Worcester State Hospital de Massachusetts eran psicosis senil o arterioesclerótica (Katzman y Bick, 2000). Durante muchos años, una proporción sustancial de individuos alojados en estas instituciones psiquiátricas estatales eran personas dementes que habían ingresado, al principio, por alteraciones conductuales, pero a quienes se les ofrecía, fundamentalmente, comida y refugio, a menudo porque no tenían una familia con la que pudieran regresar. A comienzos de la 1950, la administración de fármacos psicotropos para reducir las alteraciones conductuales, la creciente preocupación por los derechos civiles y la estipulación federal de que los fondos de Medicaid no se podían usar para la atención de pacientes de instituciones psiquiátricas estatales autónomas redujeron la utilización de los hospitales psiquiátricos estatales como asilos, con el resultado de que los pacientes dependientes con demencia ahora son alojados con más frecuencia en otros tipos de instituciones de atención crónica, como residencias o casas de reposo. Aunque es posible la reclusión involuntaria de personas con demencia en hospitales psiquiátricos por medio de una orden judicial, no hay ningún medio legal para confinar a estos individuos en otras instituciones, y los que insisten en mantener su independencia suelen residir en las calles o en cárceles, esto último debido a su impulsividad y escaso juicio. Los pacientes con demencia que pueden ser cuidados por sus familias les impondrán una carga cada vez mayor, ya que nuestra población continúa envejeciendo. Demencia y DSM En los Estados Unidos, los intentos de elaborar una nomenclatura estándar de enfermedades comenzaron en 1927 y culminaron con la publicación de la Standard Classified Nomenclature of Disease (Nomenclatura estándar clasificada de enfermedades) en 1933 (Logie, 1933). Mucho antes de eso, en 1917, el Comité de Estadística de la American Medico-Psychological Association (precursora de la American Psychiatric Association) había formulado un plan para la recolección uniforme de estadísticas relacionadas con la enfermedad en hospitales psiquiátricos. Durante varios años, la National Association for Mental Health publicó The Statistical Manual for the Use of Hospitals of Mental Disease (Manual estadístico para uso de los hospitales de salud mental), pero durante la Segunda Guerra Mundial y después de ella, las Fuerzas Armadas y la Administración de Veteranos advirtieron que una nomenclatura basada, en gran medida, en enfermedades tratadas en hospitales psiquiátricos no era adecuada para cubrir la variedad de trastornos psiquiátricos. En 1948, el Comité de Nomenclatura y Estadísticas de la American Psychiatric Association se encargó de amalgamar las diversas nomenclaturas existentes; esos esfuerzos culminaron con la publicación del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-I; American Psychiatric Association, 1952) (Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales). El DSM-I dividía los trastornos mentales en dos grupos principales: 1) aquellos en los que la alteración de la función mental se debía a alteración de la función cerebral y 2) aquellos en los que la alteración de la función cerebral se debía a una dificultad de adaptación más general. Los trastornos causados por alteración de la función cerebral o asociados con ella comprendían dos categorías: trastornos cerebrales agudos (reversibles) y trastornos cerebrales crónicos (irreversibles o sólo parcialmente reversibles). Estas dos categorías se subdividían según la enfermedad o cuadro de base, y la última incluía la enfermedad de Alzheimer, considerada en esa época una enfermedad de comienzo presenil, y el síndrome cerebral crónico, que se asociaba con enfermedad cerebral senil. La edición de 1948 de The Manual of the International Statistical Classification of Diseases, Injuries and Causes of Death (Manual de clasificación estadística internacional de enfermedades, lesiones y causas de muerte) (Organización Mundial de la Salud, 1948) había incluido las categorías de psicosis presenil (que excluía las denominadas enfermedades cerebrales preseniles, como enfermedad de Alzheimer y Pick), psicosis senil y psicosis con arterioesclerosis cerebral. La nomenclatura del DSM-II (American Psychiatric Association, 1968) se coordinó con la publicación de la Clasificación International de Enfermedades, 8.a revisión (CIE-8; Organización Mundial de la Salud, 1967). En el DSM-II, se enumeraban los síndromes cerebrales orgánicos en dos categorías: psicosis asociadas con síndromes cerebrales orgánicos y síndromes cerebrales orgánicos no psicóticos. El término psicosis se empleaba para indicar que el cuadro descrito “alteraba lo suficiente el funcionamiento mental para interferir groseramente con la capacidad de cumplir con las demandas habituales de la vida” (p. 23). El término demencia, que no aparecía en el DSM-I, figuraba en las categorías de demencia senil y demencia presenil. Agudo y crónico se convirtieron en términos modificadores. El DSM-III (American Psychiatric Association, 1980) afirmaba que la diferenciación de los trastornos mentales orgánicos como una clase separada no implicaba que los trastornos mentales no orgánicos (p. ej., funcionales) fueran independientes de procesos cerebrales. En la categoría de trastornos mentales orgánicos, se encontraba la subcategoría de síndromes cerebrales orgánicos, un grupo de diagnósticos fenomenológicos no relacionados con enfermedad de base. Estos síndromes se agrupaban en seis categorías, una de las cuales era delirium y demencia, en la que el deterioro cognitivo era relativamente global. Otras categorías eran síndrome amnésico y alucinosis orgánica, síndrome delirante orgánico y síndrome afectivo orgánico, síndrome de personalidad orgánico, intoxicación y abstinencia, y atípica o mixta. Esta sección era seguida de los trastornos mentales orgánicos individuales, como demencia degenerativa primaria (enfermedad de Alzheimer) y demencia multiinfarto. 92547-01.qxd 4/9/10 3:39 PM Page 13 13 Más allá de la demencia El DSM-IV (American Psychiatric Association, 1994) reemplazó la categoría de trastornos mentales orgánicos por la categoría de delirium, demencia y trastornos amnésicos y cognitivos de otro tipo, porque el término trastornos mentales orgánicos implicaba que otros trastornos del manual no tenían un componente “orgánico”. Otra modificación importante del DSM-IV fue la introducción de la expresión “debido a…”. Esta expresión indicaba que el médico, además de describir el conjunto de síntomas psiquiátricos, debía intentar identificar el proceso fisiopatológico de base. Esta expresión también se emplea en el DSM-IV-TR (American Psychiatric Association, 2000) y nos retrotrae al concepto propuesto inicialmente por Hipócrates y reafirmado 2.000 años después, en 1845, por el médico alemán Wilhelm Griesinger de que todas las enfermedades mentales son enfermedades del cerebro (Zilboorg, 1941). Todavía hay muchas preguntas sin respuesta y, quizá, imposibles de responder acerca de la nosología de la enfermedad en general y de la demencia en particular. ¿Cuánto se puede avanzar en la categorización nominalística antes de que ésta se vuelva trivial o discutible? Por ejemplo, ¿es de algún valor heurístico codificar la demencia de tipo Alzheimer como de comienzo temprano o de comienzo tardío? La Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud Relacionados, 10.a revisión (CIE-10) sigue manteniendo una categoría residual de demencia presenil y senil (Organización Mundial de la Salud, 1992). ¿Con qué fin? ¿No es la misma enfermedad? Sin embargo, si no hubiéramos continuado este proceso e intentado hacer distinciones cada vez más finas, es probable que, por ejemplo, no hubiéramos detectado ni distinguido las demencias frontotemporales, cuya base es el metabolismo anormal de la proteína tau asociada con los microtúbulos, de la enfermedad de Alzheimer, cuya fisiopatología parece estar relacionada con errores del metabolismo de la proteína precursora de amiloide incluida en la membrana de todas las células humanas (Boeve, 2006). ¿O son distintas enfermedades? Drachman (2006a) sugirió que, en lugar de un solo defecto metabólico de base para todo lo que ahora se considera una única enfermedad, puede haber múltiples factores dependientes de la edad en la enfermedad esporádica de comienzo tardío que pueden ser privativos de cada individuo, lo que depende de la vulnerabilidad o de la reserva cognitiva de esa persona. Pero ¿qué sucede con los efectos del envejecimiento? ¿No puede haber un mero desgaste del sistema nervioso con el tiempo? Nuestro trabajo es separar las causas posiblemente remediables de incapacidad y sufrimiento de la insuficiencia orgánica y la muerte inevitables de los seres humanos. Es una tarea de enormes proporciones que comienza con la observación clínica perspicaz y la clasificación. Más allá del DSM Krishnan (2007), en un análisis del concepto de enfermedad en psiquiatría geriátrica, abogó por unificar el diagnóstico sindrómico descriptivo (nominal) con el diagnóstico esencial (es decir, el diagnóstico de los procesos biológicos relacionados y presumiblemente etiológicos). La designación de ciertos signos y síntomas como indicadores de enfermedad prepara el camino para un conocimiento y un tratamiento racionales. Sin embargo, lo racional depende de la ideología cultural dominante. Si las desviaciones de la norma esperada de funciones conductuales o físicas se relacionan con caprichos de los dioses o con transgresiones contra ellos, el tratamiento racional consiste en apaciguar a la deidad o a las deidades apropiadas. Si las desviaciones se deben a un desequilibrio de líquidos o humores corporales, los intentos de volver a equilibrarlos mediante sangrías o purgas son criteriosos. ¿Qué es lo racional en la era de la biología molecular? ¿No se deben considerar las enfermedades en términos esencialistas como alteraciones en el nivel molecular y rotularlas en consecuencia? ¿No hay que dilucidar los procesos nocivos de base y repararlos mediante manipulación genética o modificación de la estructura, la función o la interacción de las proteínas codificadas por esos genes? ¿No sería más razonable hablar de enfermedad de Alzheimer como una amiloidopatía asociada con homocigosis para el alelo ε4 de apolipoproteína E, en una persona, y como una amiloidopatía cerebral asociada con una sobrecarga del procesamiento de proteína precursora de amiloide secundaria a la reduplicación de la banda 21q22 del cromosoma 21, en otra? En este proceso de molecularización esencialista, se gana especificidad, pero también se pierde algo: el cuadro clínico de la enfermedad que permite arribar al diagnóstico, y además, se confunden los mecanismos moleculares asociados con la etiología. Hasta ahora, el alelo ε4 y la enfermedad de Alzheimer sólo están asociados; no se ha establecido una cadena causal. En el caso del síndrome de Down, el vínculo todavía es, en gran medida, asociativo; no todas las personas con reduplicación de 21q22 presentan enfermedad de Alzheimer clínica. Estos diagnósticos moleculares no explican por qué esa persona comenzó a manifestar esta enfermedad en este momento particular. Es probable que lo más cerca que podamos llegar para resolver la polaridad conductual-molecular es reunirla, como ya se ha hecho con la expresión “debido a” después del diagnóstico del síndrome psiquiátrico en el DSM-IV-TR. La parte “debido a” del diagnóstico tiene el potencial de aclarar más la etiología, pero debemos ser cuidadosos de que, al mismo tiempo, no enturbie más nuestra visión. Más allá de la demencia En la actualidad, excepto la investigación genética de personas que, por sus antecedentes, tienen riesgo de enfermedad de Alzheimer familiar de comienzo temprano, corea de Huntington o algunos otros trastornos metabólicos hereditarios, somos incapaces, en gran medida, de predecir qué per- 92547-01.qxd 14 4/9/10 3:39 PM Page 14 Capítulo 1 • Demencia y enfermedad de Alzheimer sonas asintomáticas presentarán, con el tiempo, enfermedades que evolucionan a demencia. Diferir el diagnóstico de estas enfermedades hasta que los individuos presentan signos de demencia mejora la exactitud diagnóstica, pero reduce la probabilidad de introducir tratamiento lo suficientemente temprano para que los pacientes puedan ser miembros eficaces de la familia o miembros productivos de la sociedad. El objetivo debe ser detectar marcadores que identifiquen enfermedades que pueden evolucionar a demencia antes de que provoquen deterioro significativo. Ésta es la razón por la que Peterson y cols. (1999) desarrollaron el concepto de deterioro cognitivo leve y es el objetivo de la Alzheimer’s Disease Neuroimaging Initiative que recibe fondos federales (Mueller y cols., 2005). CONCEPTOS CLAVE • La observación clínica es el punto de partida de la ciencia médica. En la actualidad, debemos asumir que ya se han descrito todas las posibles entidades diagnósticas y que el trabajo del clínico es ubicar los signos y los síntomas del paciente en el casillero apropiado. Según palabras de Alzheimer (1907/1987, p. 8): “Nos corresponde a nosotros no estar satisfechos con intentar hacer que, mediante esfuerzos concienzudos, observaciones clínicas que no son claras encajen en una de las categorías diagnósticas que nos resultan familiares”. • Asociación no es causalidad. • Las teorías son principios organizativos útiles, pero la observación clínica debe prescindir de ellas. • La teoría sucede a la observación, aunque a veces puede agudizar la observación y llevar a conclusiones más definitivas. Sin la teoría de los agentes infecciosos, no habría sido posible determinar la causa de la parálisis general del insano. • Todos los esquemas diagnósticos son puntos de partida para la observación clínica y sólo son útiles en tanto que no bloqueen la exploración adicional. Como los síntomas motores seguían a síntomas mentales en la paresia general, clasificada primera como una enfermedad mental, se asumió que eran consecuencias de la enfermedad mental y no indicadores de una enfermedad específica. • La demencia es la consecuencia final de enfermedades que intentamos identificar en una etapa suficientemente temprana para prevenir que se manifiesten como demencia. Referencias Adams RD, Victor M: Principles of Neurology, 4th Edition. New York, McGraw-Hill, 1989 Alzheimer A: About a peculiar disease of the cerebral cortex (1907). Translated by Jarvik L, Greenson H. Alzheimer Dis Assoc Disord 1:7-8, 1987 Alzheimer’s Association: Milestones. 2008. Available at: http://www.alz.org/about_us_milestones.asp. Accessed April 21, 2008. American Psychiatric Association: Diagnostic and Statistical Manual: Mental Disorders. Washington, DC, American Psychiatric Association, 1952 American Psychiatric Association: Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 2nd Edition. Washington, DC, American Psychiatric Association, 1968 American Psychiatric Association: Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 3rd Edition, Revised. Washington, DC, American Psychiatric Association, 1980 American Psychiatric Association: Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 4th Edition. Washington, DC, American Psychiatric Association, 1994 American Psychiatric Association: Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 4th Edition, Text Revision. Washington, DC, American Psychiatric Association, 2000 Aretaeus: The Extant Works of Aretaeus, the Cappadocian. Edited by London F. London, Syndenham Society, 1861 Bachman DL, Wolf PA, Linn, R, et al: Prevalence of dementia and probable senile dementia of the Alzheimer type in the Framingham Study. Neurology 42:115-119, 1992 Bleuler E: Textbook of Psychiatry. Translated by Brill AA. New York, Macmillan, 1924 Boeve BF: A review of the non-Alzheimer dementias. J Clin Psychiatry 67:1985-2001, 2006 92547-01.qxd 4/9/10 3:39 PM Page 15 Referencias Butler RN: Age-ism: another form of bigotry. Gerontologist 9:243-246, 1969 Celsus AC: De Medicina (c. 100 A.D.). Translated by Greive J. London, Wilson and Durham, 1756 Corder EH, Saunders AM, Strittmatter WJ: Gene dose of apolipoprotein E type 4 allele and the risk of Alzheimer’s disease in late onset families. Science 261:921-923, 1993 Corsellis JAN: Mental Illness and the Aging Brain. London, Oxford University Press, 1962 Crook T, Gershon S: Strategies for the Development of an Effective Treatment for Senile Dementia. New Canaan, CT, Mark Powley Associates, 1981 Crook T, Bartus R, Ferris S, et al: Treatment Development Strategies for Alzheimer’s Disease. New Canaan, CT, Mark Powley Associates, 1986 Davies P, Maloney AJ: Selective loss of central cholinergic neurons in Alzheimer’s disease. Lancet 2:1403, 1976 Davis KL, Mohs RC: Enhancement of memory processes in Alzheimer’s disease with multiple-dose intravenous physostigmine. Am J Psychiatry 139:1421-1424, 1982 Davis KL, Mohs RC, Tinklenberg JR, et al: Physostigmine improvement of long-term memory processes in normal humans. Science 201:272-274, 1978 Davis KL, Thal LJ, Gamzu ER, et al: A double-blind placebo-controlled multi center study of tacrine for Alzheimer’s disease. N Engl J Med 327:1253-1259,1992 DeKosky ST, Scheff SW: Synapse loss in frontal cortex biopsies in Alzheimer’s disease: correlation with cognitive severity. Ann Neurol 27:457-464,1990 Deutsch JA: The cholinergic synapse and the site of memory. Science 174:788-794, 1971 Drachman D: Aging of the brain, entropy, and Alzheimer disease. Neurology 67:1340-1352, 2006a Drachman D: Robert Katzman and Alzheimer’s disease: an appreciation. Alzheimer Dis Assoc Disord 20 (suppl 2):S29-S30, 2006b Drachman DA, Leavitt J: Human memory and the cholinergic system. Arch Neurol 30:113-121, 1974 Esquirol JED: Mental Maladies: A Treatise on Insanity (1845). Translated by Hunt EK. New York, Hafner, 1965 Ferrara A: Senile psychoses, in American Handbook of Psychiatry. Edited by Arieti S. New York, Basic Books, 1959, pp 10461077 Folsom CF: Mental diseases, in A System of Practical Medicine, Vol 5: Diseases of the Nervous System. Edited by Pepper W, Starr L. Philadelphia, PA, Lea Brothers, 1886, pp 99-204 Ganguli M, Dodge HH, Shen C, et al: Alzheimer disease and mortality: a 15-year epidemiological study. Arch Neurol 62:779784, 2005 Glenner GC, Wong CW: Alzheimer’s disease: initial report of the purification and characterization of a novel cerebrovascular amyloid protein. Biochem Biophys Res Commun 120:885890,1984a Glenner GC, Wong CW: Alzheimer’s disease and Down’s syndrome: sharing of a unique cerebrovascular amyloid fibril protein. Biochem Biophys Res Commun 122:1131-1135,1984b Goedert M, Spillantini MG: A century of Alzheimer’s disease. Science 341:777-781, 2006 Hebert LE, Scherr PA, Bienias JL, et al: Alzheimer disease in the US population: prevalence estimates using the 2000 census. Arch Neurol 60:1119-1122, 2003 15 Henry GW: Organic mental diseases, in A History of Medical Psychology. Edited by Zilboorg G, Henry GW. New York, WW Norton, 1941, pp 526-557 Katzman R: The prevalence and malignancy of Alzheimer’s disease: a major killer. Arch Neurol 33: 217-218, 1976 Katzman R, Bick K: Alzheimer Disease: The Changing Mew. San Diego, Academic Press, 2000 Kay DWK: Outcome and cause of death in mental disorders of old age: a long-term follow-up of functional and organic psychoses. Acta Psychiatr Scand 38:249-276, 1962 Khachaturian Z: History of Alzheimer’s research: the politics of science in building a national program of research. Alzheimer Dis Assoc Disord 20 (suppl 2):S31-S34, 2006 Kidd M: Paired helical filaments in electron microscopy of Alzheimer’s disease. Nature 197:192-193,1963 Knopman DS, Parisi JE, Salviati A, et al: Neuropathology of cognitively normal elderly. J Neuropathol Exp Neurol 62:10871095, 2003 Korenberg JR, Pulst SM, Neve RL, et al: The Alzheimer amyloid precursor protein maps to human chromosome 21 bands q21.105-q21.05. Genomics 1:124-127, 1989 Kraepelin E: Psychiatrie: Ein lehrbuch für Studierende und Ärtz. Leipzig, Verlag Johann Ambrosius Barth, 1910 Kraepelin E: Lectures on Clinical Psychiatry, 2nd Edition. Translated by Johnstone T. New York, William Wood, 1913 Krishnan KRR: Concept of disease in geriatric psychiatry. Am J Geriatr Psychiatry 15:1-11, 2007 Lipowski ZJ: Organic mental disorders: introduction and review of syndromes, in Comprehensive Textbook of Psychiatry, 3rd Edition, Vol 2. Edited by Kaplan HI, Freedman AM, Sadock BJ. Baltimore, MD, Williams & Wilkins, 1980, pp 1359-1391 Logie HB (ed): A Standard Classified Nomenclature of Disease. New York, The Commonwealth Fund, 1933 Maurer K: Historical background of Alzheimer’s research done 100 years ago. J Neural Transm 113:1597-1601, 2006 McKhann G, Drachman D, Folstein M, et al: Clinical diagnosis of Alzheimer’s disease: report of the NINCDS-ADRDA work group under the auspices of the Department of Health and Human Services Task Force on Alzheimer’s Disease. Neurology 34:939-944, 1984 Mora G: Historical and theoretical trends in psychiatry, in Comprehensive Textbook of Psychiatry, 3rd Edition. Edited by Kaplan HI, Freedman AM, Sadock BJ. Baltimore, MD, Williams & Wilkins, 1980, pp 4-98 Morris JC, Rubin EH: Clinical diagnosis and course of Alzheimer’s disease. Psychiatr Clin North Am 14:223236,1991 Mueller SG, Weiner MW, Thai LJ, et al: The Alzheimer’s disease neuroimaging initiative. Neuroimaging Clin N Am 15:869877, 2005 Newton RD: The identity of Alzheimer’s disease and senile dementia and their relationship to senility. J Ment Sei 94:225249, 1948 Petersen RC, Smith GE, Waring SC, et al: Mild cognitive impairment: clinical characteristics and outcome. Arch Neurol 56:303-308,1999 Pinel P: A Treatise on Insanity (1806). New York, Hafner, 1962 Prichard JAC: A Treatise on Insanity. Philadelphia, PA, Haswell, Barrington, and Haswell, 1837 Ranginwala N, Hynan LS, Weiner MF: Clinical criteria for the diagnosis of Alzheimer disease: still good after all these years. Poster presented at the annual meeting of the 92547-01.qxd 16 4/9/10 3:39 PM Page 16 Capítulo 1 • Demencia y enfermedad de Alzheimer American Association for Geriatric Psychiatry, New Orleans, LA, March 2007 Rosen WG, Mohs RC, Davis KL: A new rating scale for Alzheimer’s disease. Am J Psychiatry 141:1356-1364, 1984 Roth M, Morrissey JD: Problems in the diagnosis and classification of mental disorder in old age; with a study of case material. J Ment Sei 98:66-80, 1952 Roth M, Tomlinson BE, Blessed G: Correlation between scores for dementia and counts of “senile plaques” in cerebral gray matter of elderly subjects. Nature 209:109-110, 1966 Rush B: Medical Inquiries and Observations upon the Diseases of the Mind. Philadelphia, PA, Kimber and Richardson, 1812 Sim M, Sussman I: Alzheimer’s disease: its natural history and differential diagnosis. J Nerv Ment Dis 135:489-499,1962 Simchowitz T: La maladie d’Alzheimer et son rapport avec la demence senile. Encephale 9:218-231, 1914 St. George-Hyslop PH, Tanzi RE, Polinski PJ, et al: The genetic defect causing familial Alzheimer’s disease maps in chromosome 21. Science 235:885-890, 1987 Summers WK, Vesselman JO, Marsh GM, et al: Use of THA in treatment of Alzheimer-like dementia: pilot study in twelve patients. Biol Psychiatry 16:146-153,1981 Terry RD, Gonatas NK, Weiss M: Ultra structural studies in Alzheimer’s presenile dementia. Am J Pathol 44:269297,1964 Thomas J: A Complete Pronouncing Medical Dictionary. Philadelphia, PA, JB Lippincott, 1889 Tomlinson BE, Blessed G, Roth M: Observations on the brains of non-demented old people. J Neurol Sei 7:331-356, 1968 Tomlinson BE, Blessed G, Roth M: Observations on the brains of demented old people. J Neurol Sei 11:205-242, 1970 Victor M, Adams RD, Collins GH: The Wernicke-Korsakoff Syndrome and Other Disorders Due to Alcoholism and Malnutrition. Philadelphia, FA Davis, 1989 Walsh DM, Selkoe DJ: Abeta oligomers: a decade of discovery. J Neurochem 101:1172-1184, 2007 White P, Hiley CR, Goodhardt MJ, et al: Neocortical cholinergic neurons in elderly people. Lancet 1:668-671,1977 Whitehouse PJ, Price DL, Struble AN, et al: Alzheimer’s disease and senile dementia: loss of neurons in the basal forebrain. Science 215:1237-1239, 1981 Wilson JC: Alcoholism, in A System of Practical Medicine, Vol 5: Diseases of the Nervous System. Edited by Pepper W, Starr L. Philadelphia, PA, Lea Brothers, 1886, pp 573-646 World Health Organization: The Manual of the International Statistical Classification of Diseases, Injuries and Causes of Death. Geneva, World Health Organization, 1948 World Health Organization: International Classification of Diseases, 8th Revision. Geneva, World Health Organization, 1967 World Health Organization: International Statistical Classification of Diseases and Related Health Problems, 10th Revision. Geneva, World Health Organization, 1992 Zilboorg G: A History of Medical Psychology. New York, WW. Norton and Company, 1941 Lecturas recomendadas Bick K, Amaduci L, Pepeu G: The Early Story of Alzheimer’s Disease. Padua, Italy, Liviana Press, 1987 Jellinger KA: Alzheimer 100: highlights in the history of Alzheimer research. J Neural Transm 113:1603-1623, 2006 Katzman R, Bick K, Bick KL: Alzheimer Disease: The Changing View. New York, Academic Press, 2006 Lipowski ZJ: Organic mental disorders: their history and classification with special reference to DSM-III, in Aging, Vol 15: Clinical Aspects of Alzheimer’s Disease and Senile Dementia. Edited by Miller NE, Cohen GD. New York, Raven Press, 1981, pp 37-46