“No camines detrás de mí, puedo no guiarte. No andes delante de

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 1 “No camines detrás de mí, puedo no guiarte. No andes delante de mí, puedo no seguirte. Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo” (Albert Camus). LA AMISTAD EN LOS TIEMPOS DEL NEOLIBERALISMO (*) (O las infaustas consecuencias de una transición inconclusa) Luis A. Solís D. HOY, NO ES FÁCIL ABORDAR UN CONCEPTO como la amistad en los tiempos actuales (1). Un tiempo caracterizado por una profunda crisis política, económica y moral que ha involucrado (y sin excepción) a todos los estamentos sociales del país. En el marco de una cultura sesgada por el pensamiento neoliberal, acotada por la introducción de valores ajenos a nuestra tradición democrática, y fundada en un individualismo tremendamente agresivo, donde la solidaridad, la fraternidad y la amistad han sido reemplazadas por la competencia, el consumismo, el egoísmo, la soledad y el desprecio por el planeta. Una realidad que ha mantenido y acrecentado un clima de hostilidad y crispación social. Ayer, los antiguos (griegos y romanos) entendieron que el concepto y/o idea de amistad era un valor fundamental en la convivencia social. En el artículo El concepto de amistad en Cicerón y en la antigüedad greco romana (2), el autor plantea esta preocupación y nos muestra la forma cómo se fue desarrollando la reflexión sobre este tema en la cultura greco/romana. Una preocupación recurrente que evidencia una problemática que ha estado presente a lo largo de toda la historia de la humanidad. La preocupación por estudiar y analizar el concepto de amistad ha sobrepasado los límites de la simple especulación filosófica y se ha proyectado a un plano sociológico cuando el concepto se pone en el centro del quehacer social y del hacer política en una sociedad que vive las mismas complejidades que hoy afligen al hombre y a la sociedad moderna. En la conclusión y citando a Cicerón nos dice: “(…) su obra es también un llamado moral a la Roma de su tiempo, como espectador de un mundo en crisis, de una sociedad que se derrumba y de una estructura política que muere irremediablemente. De ahí el llamado que hace a sus conciudadanos, de anteponer la amistad a toda cosa humana, ya que aquella es un impulso noble conforme a la naturaleza de los hombres buenos, cuya esencia es la benevolencia y la virtud, condición propia de hombres sabios, siempre ligados a una actuación pública y, por ende, de servicio a la comunidad”. La connotación social del concepto amistad fue descrita, inicialmente por Aristóteles, quien afirmaba que “(…) ésta es lo más necesario para la vida. Sin amigos nadie querría vivir, aunque poseyera todos los demás bienes. Y agregaba, que es la amistad cívica la que mantiene unidas a las ciudades”. 2 Siguiendo esta idea, el profesor Adrián Torres, citando a W.W. Jaeger nos dice siguiente, “(…) la amistad en el pensamiento de Platón parece encuadrarse dentro de su filosofía política, donde la teoría de la amistad, constituye el nervio de su consideración del Estado que tiene, primordialmente un poder educativo” (3). Ambas ideas ―en el marco de una licencia reflexiva― aluden a dos aspectos fundamentales: la amistad en el plano de la filosofía política y la responsabilidad del Estado en la educación de sus ciudadanos. En este contexto, la amistad cívica se transforma en un tema de importancia trascendental, especialmente en los tiempos en que el país (o los sectores más progresistas de la sociedad), está impulsando un programa de profundas transformaciones sociales. a).‐ Un diagnóstico necesario El establecimiento de una sociedad de consumo, y la carrera insaciable por controlar mercados y acrecentar ganancias ha creado un clima invivible, que no ha hecho otra cosa que trasparentar contradicciones que nunca se superaron y que se vienen arrastrando desde los primeros días de la llamada transición democrática (1990), y que hoy (sin excepción alguna) atraviesan todos los estamentos políticos y sociales del país. Es una cultura ajena, extraña a nuestra tradición democrática, cuya instauración fue consecuencia directa de la entronización del actual modelo económico, que solo fue posible a través de una dictadura cívico/militar que trastocó radicalmente el sistema democrático y los valores republicanos, de los cuales el país se sentía particularmente reconocido en el concierto internacional. Luego de cuarenta y tres años ―o si se quiere después de veintiséis años― de una transición incompleta poco o nada ha influido (o cambiado) en la estructura económica, política y social vigente en el país. Esta imposición (con el tiempo) ha terminado por invadir y transformar las bases, los cimientos de nuestra cultura nacional. A lo largo de estos años las contradicciones básicas se han mantenido incólume, solo en el último tiempo, a partir de inicio del Movimiento Estudiantil (2009/2015), el país ha entrado seriamente a cuestionar el modelo económico y poner en tela de juicio el marco jurídico del país. Y no solo eso, también a criticar (tal como lo han señalado las encuestas en los últimos cinco años) a las instituciones del Estado, al rol de los partidos políticos y a rechazar los valores del mercado. En definitiva, a desvelar y cuestionar las raíces mismas del modelo económico y la llamada cultura neoliberal. A partir del año 2011, el movimiento estudiantil se recompone con la participación activa del Magisterio, de estudiantes universitarios y de enseñanza secundaria (los mismos actores del 2006). A partir de ese momento, el Movimiento Social se auto convoca en torno a la Defensa de la Educación Pública. No fue la única reivindicación. También se exigió al mundo político una reforma constitucional (en la forma de una Asamblea Constituyente), una reforma al sistema educacional, una reforma tributaria, una reforma laboral, entre otras de igual importancia. El impacto de este movimiento fue de tal envergadura que el mundo político progresista debió incluir (pese a las críticas provenientes de la derecha y del centro político) estas demandas en el Programa de Gobierno (2013). Esto le dio razón de ser a la 3 propuesta de la Nueva Mayoría, le dio el marco político/social que requería para ser una real alternativa para superar las odiosas diferencias que enturbian la convivencia social en el país. b).‐ Algunas reflexiones más específicas y complementarias La dinámica del Movimiento Social ―como impulsores del enfrentamiento a la crisis― se mantuvo a lo largo de todo el año 2014 y llega a su punto máximo durante el primer semestre de 2015, coincidente con el Paro el Magisterio por el rediseño de la propuesta de Carrera Profesional Docente enviada al Congreso por el gobierno. Hasta ese instante, las principales demandas del Movimiento Social estaban instaladas y algunas eran aprobadas por el Congreso (por ejemplo, la Ley de Inclusión, Carrera Profesional Docente y la Gratuidad en la Enseñanza Superior), y otras iniciaban el trámite legislativo (Nueva Educación Pública). Una de las principales reivindicaciones del Movimiento Social fue, sin duda alguna, la exigencia por una profunda reforma al sistema educacional. Poniendo énfasis en el hecho que la crisis de la educación tenía su origen “(…) en el gobierno militar, específicamente en la Constitución de 1980 y la LOCE promulgada en Marzo de 1990, que impusieron, en situación de dictadura, el paso desde el Estado garante en que se había fundamentado la organización de la República y de la escuela pública en Chile, al Estado privatizador y subsidiario” (4). El tránsito de un Estado Solidario a uno Subsidiario estableció un nuevo sistema educacional que (hasta ahora) continúa operando bajo un paradigma de mercado. El trasfondo ideológico subliminal de eliminar o liquidar la Educación Pública y debilitar al aparato de Estado a través de la municipalización y de un fuerte proceso privatizador de las escuelas y universidades, ha desembocado en lo que es hoy la realidad educacional y cultural del país (5). Hoy, a través de las reformas en curso, se aspira a una verdadera Reforma Constitucional que reinstale el concepto de un Estado Solidario. Asimismo, se aspira a consolidar una Educación Pública, gratuita y de calidad, laica y pluralista que promueva la libertad y garantice el ejercicio del derecho a la educación, y se aspira a desarrollar un currículum humanista/valórico/creativo para superar un modelo de una formación educativa que tiene su énfasis en el individualismo, el egoísmo, la competitividad y el consumismo. Un sistema educacional que considera “la calidad solo en función de adquirir una ingente cantidad de conocimientos”, reflejo de lo cual es el sistema de evaluación utilizado, el que opera a través de pruebas estandarizadas orientadas a señalar qué estudiantes y qué escuelas son mejores según la cantidad de conocimientos (memorizados) adquiridos. Y nunca más se volvió a hablar de valores y/o mencionar contenidos tan peregrinos como la Educación Cívica. La publicación de la Ley de Inclusión, la aprobación del Proyecto de Carrera Profesional Docente, la Gratuidad en la Educación Superior y el envío al Congreso de la Ley de Nueva Educación Pública (o Desmunicipalización), ha significado el fin del lucro, el término de la selección escolar, la derogación del financiamiento compartido, el cambio en el sistema de financiamiento de la educación pública, la gratuidad de la educación superior, más las reformas curriculares correspondientes, conforman un panorama que, en el campo de la educación, hacen pensar que el país se encuentra en condiciones 4 de revertir la historia y retomar el camino de la recuperación de aquellos valores que un día se dejaron de lado por no ser funcionales al proyecto político/económico neoliberal impulsado por la dictadura cívico/militar. ¡Es solo el primer paso! c).‐ El escenario actual: un tiempo de espera El actual escenario político/social al parecer, se encuentra en una fase de estancamiento. Un tiempo de espera. Un momento en que el país parece estar esperando que ocurra algo distinto a lo habitual. Tal vez el decantamiento judicial de los casos de corrupción que han afectado al mundo político. Tal vez la renuncia (improbable) a sus cargos de aquellos parlamentarios involucrados en hechos de corrupción. Tal vez que transcurra pronto el tiempo que le resta al gobierno para reiniciar un nuevo evento eleccionario. O tal vez se logre instalar, en la agenda política, la urgencia de una reforma profunda a la Constitución de este país. La que existe le sirvió a la dictadura, pero HOY no sirve para avanzar en el perfeccionamiento de la democracia. Incluso, ni siquiera le sirve al propio modelo económico. El país transita por un tiempo de espera. Una suerte de estado de reflexión sobre los acontecimientos que han desembocado en una situación de crisis de carácter estructural. Una crisis política y moral donde todos los estamentos de la sociedad se encuentran involucrados: las instituciones del Estado (especialmente el Congreso), los partidos políticos, las Fuerzas Armadas y, en estos últimos meses se ha sincerado ante la sociedad una crisis que se mantenía en las sombras: la crisis moral de la Iglesia Católica. En definitiva, una crisis que nace de una Constitución Política sobrepasada por la historia, un modelo económico agotado, una derecha política que no vacila en recurrir a antiguas amenazas (movilización de los camioneros, recursos ante el Tribunal Constitucional (TC) y rumores ―de la más variada índole― que apuntan a una desestabilización del gobierno) para defender sus intereses de clase, y que actúa impunemente desde el control de los medios de comunicación. Y una izquierda que no ha sabido estar a la altura de las circunstancias, que no ha sabido leer correctamente los signos de los tiempos y se debate en un marasmo ideológico y de disputas interna por el poder. En términos generales, el país enfrenta hoy “(…) un gobierno extremadamente débil y los partidos que componen el bloque en el poder están tanto o más golpeados que el Ejecutivo. Los escándalos asociados al financiamiento irregular de las campañas y a las complicidades entre la política y los negocios han dejado muchos heridos en el camino, complicando los horizontes de varias colectividades e importantes figuras políticas”. En su conjunto, son la expresión de un estado de crisis que ya se está haciendo permanente y que impide el normal desarrollo social, político y cultural del país. Un tiempo de espera, pero básicamente de reflexión. Un ejercicio ineludible que todos debiéramos realizar. Se nos vienen tiempos difíciles que deberán ser enfrentados con ideas, propuestas claras y unidad. Lo que hoy está en juego no solo es el futuro de la Educación Pública, de la Salud, del trabajo y la Seguridad Social, es el futuro del país. 5 d).‐ Una cuestión de valores: la amistad cívica En estos dos últimos años, el gobierno de la Nueva Mayoría ha impulsado proyectos de ley destinados a promover el cambio en el sistema educacional chileno. Han sido propuestas estructurales que están apuntando a un cambio en el paradigma educacional. Sin embargo y pese a toda su importancia y trascendencia para el país, se advierte la ausencia de una política particular destinada a reinstalar todos aquellos valores ciudadanos que se perdieron en el tránsito por un modelo de desarrollo impuesto por la fuerza. A menudo los discursos hablan de los valores de la democracia y se exalta la solidaridad, la participación ciudadana en la cosa pública, etc., pero eso es todo. En ellos se ha omitido referencia alguna a valores como la amistad en el plano de lo político y a su reconocimiento como uno de los ejes centrales de un sistema educacional que cultive la igualdad, la fraternidad y la solidaridad entre los hombres. Y que a través de su práctica permanente sirva para crear un clima de convivencia cívica que ayude a construir una sociedad más justa, más democrática y más solidaria: una sociedad fundada en el bien común. En el fondo, estamos hablando de una educación para la recuperación de los valores perdidos, para el reencuentro en un marco de una amistad cívica que permita profundizar el actual proceso democrático y enfrentar los desafíos que nos plantea un mundo globalizado. Estamos hablando de una educación ética y cívica para la vida pública con el propósito de formar ciudadanos fraternos y propositivos. En la convicción de que todos somos seres humanos y por tanto perfectibles, frágiles, sujetos de errores y limitaciones. La amistad cívica haría que “(…) la libertad política pueda ser vivida como en aquellos países más civilizados en que hacer política no es aprender a morder y a desacreditar al adversario, sino aprender cómo y con qué recursos administrar mejor el país; (…) integrarse en este mundo cada vez más interdependiente; y sobre todo, aprender a cuidar a los ciudadanos, poner su vida y su dignidad como valor supremo; contribuir a la prosperidad del país; y aprender a ejercer la solidaridad con los más vulnerables en la consecución de la felicidad personal posible y en el bien común alcanzable”. Estamos hablando, de educar para que un hombre no sea, por definición y acción, el enemigo de los demás hombres o de su pueblo, sino su hermano en la causa común del bienestar social de un país, de la paz, la fraternidad y la solidaridad internacional. En lo que se refiere a la responsabilidad que le cabe al Estado, éste debe tener la obligación, el derecho constitucional de bregar por una educación gratuita y de calidad, por un sistema de salud y laboral eficiente y solidario. Hacer realidad que todos los ciudadanos puedan expresar sus ideas libremente, siempre que no atenten contra la libertad y la vida de otros, son metas suficientes para vincular a las personas en una tarea común. Según Aristóteles, las sociedades para prosperar “(…) necesitan leyes e instituciones justas, gobernantes prudentes y jueces honestos, pero también un ingrediente sin el que la vida pública no funciona con bien: la amistad cívica”. La amistad cívica no consiste (como alguien dijo por ahí) en que los ciudadanos se reúnan frente al TV para ver la final de 6 un partido de futbol y compartir un asado, porque éstas son actividades que se hacen con los amigos común y corrientes, con ésos a los que, según el diccionario, se tiene afecto personal desinteresado que se fortalece con el trato. Por el contrario, la amistad cívica sería más bien “(…) la de los ciudadanos de un Estado que, por pertenecer a él, saben que han de perseguir metas comunes y por eso existe ya un vínculo que les une y les lleva a intentar alcanzar esos objetivos, siempre que se respeten las diferencias legítimas y no haya agravios comparativos”. En los últimos cinco o seis años, todas las encuestas públicas conocidas han entregado una cruda radiografía del país. Han mostrado (con escasa variación) los signos de la crisis. Los niveles de desconfianza, de descrédito en que ha caído la clase política, y quizás lo más grave, los altos índice de indiferencia hacia la cosa pública, en el abstencionismo que se ha registrado en todas las últimas elecciones (hoy, no existen indicios que permitan pensar que esta situación se haya superado y no se repita en las elecciones venideras). Han señalado la evolución (o debiera decir, involución) de valores antes tenido como fundamentales en nuestra sociedad y que hoy han sido reemplazados por el individualismo, la competitividad y el consumismo. ¿Hoy, quién del mundo político/social habla de amistad cívica? ¿Existe espacio (una oportunidad) para que la amistad y la política vuelvan a encontrarse? ¿Por qué no cruzar todo el curriculum educativo con una educación ética y cívica para la vida pública? La respuesta no deja de ser controversial. La imagen que recogemos diariamente de los medios de comunicación nos da cuenta de una actividad donde la ambición, el enriquecimiento fácil que no repara en los medios, el tráfico de influencias, las ansias exacerbadas por el poder (y no importa cuál), la corrupción y la indiferencia y el egoísmo están caracterizando y determinando un quehacer que tiene otra finalidad: el bien público. Sin embargo, esta práctica (salvo honrosas excepciones) no deja espacio para la práctica de valores como la amistad cívica (6). “Las sociedades para prosperar, según Aristóteles, necesitan leyes e instituciones justas, gobernantes prudentes y jueces honestos, pero también un ingrediente sin el que la vida pública no funciona con bien: la amistad cívica”. NOTAS (*).‐ Este documento fue realizado en el marco de las actividades del Departamento de Educación y Perfeccionamiento del Colegio de Profesores de Chile A.G. (1).‐ (Una definición) La amistad es un valor (concepto) que se encuentra en la base de todas las relaciones del ser humano. Desde los primeros días de la humanidad, la amistad ha sido el elemento central de todo el progreso de la civilización. En su amplitud y subjetividad, este concepto implica una relación de carácter afectivo, social y/o político que se establece entre los individuos de una determinada comunidad con la finalidad de buscar siempre el bien común. La amistad es la relación que se establece entre dos personas que crecen y se conocen aceptándose mutuamente en su diversidad. Es decir, con sus virtudes y sus defectos. 7 A manera de síntesis, las principales características establecidas por aquellos que se han tomado su tiempo para reflexionar sobre la amistad han concluido que: la lealtad, la sinceridad, el compromiso, la empatía entre dos o más individuos, son sus componentes básicos. La amistad no solamente surge con quienes se tiene más afinidades en cuanto a gustos y/o intereses, o con quienes se tiene más coincidencia, sino que puede aparecer entre personas muy dispares. De hecho, a veces ese es un factor que fortalece la amistad, pues “una buena amistad complementa y enriquece a la persona, no solo en el intercambio de ideas, información y sentimientos, sino también en el hecho de compartir los buenos y malos momentos de la vida”. En un mundo moderno y globalizado, en plena Era de las Comunicaciones, el avance de los medios de comunicación ha hecho estragos en la forma de concebir la amistad. La consolidación del inglés como idioma global ha hecho posible que se pueda conocer e interactuar con mucha más gente que si se hace en el idioma nativo. Entonces, cuando todas las formas de socialización se ven, inevitablemente, atravesadas por esta realidad, ¿se podría pensar en una amistad globalizada? En la actualidad, la llamada amistad verdadera ha pasado a convertirse en una verdadera utopía. Especialmente en el momento actual, un mundo globalizado donde las relaciones humanas están basadas en la inmediatez y la superficialidad, donde los individuos son cada vez más incapaces de poner de lado sus intereses y construir con el otro un vínculo de amistad duradero y sólido. Hoy, gracias a las virtudes de la Web, se puede conocer a mucha más gente que antes y mantener contacto con amigos de todas partes del mundo a través de las redes sociales que permiten vincularnos con múltiples personas a la vez, compartir imágenes, experiencias, involucrarse en grupos en común y con otras actividades. Pero ese conocimiento, esa vinculación, esa relación virtual ¿puede considerarse como la expresión moderna de una amistad cívica? Para terminar, en la antigüedad clásica la vida pública era una dimensión central de la existencia humana. Y se intervenía en el ámbito de lo público mediante los grandes hechos y las grandes ideas, siempre en la búsqueda de lo que se creía mejor para el bien social. No se trataba de buscar la felicidad sólo en el calor del hogar y en la satisfacción del trabajo. Se trataba también darle un sentido pleno y trascendente a la vida construyendo un mundo mejor. Por eso, cuando Aristóteles aconseja a su hijo Nicómaco acerca de las cosas importantes de la vida, le recuerda conceptos como la belleza de la amistad y la importancia de la política en ella. ʺSin amigos nadie querría vivir, aun cuando poseyera todos los demás bienes; hasta los ricos y los que tienen cargos y poder parecen tener necesidad sobre todo de amigos; porque ¿de qué sirve esa clase de prosperidad si se la priva de la facultad de hacer bien, que se ejerce preferentemente y del modo más laudable respecto de los amigos? ¿O cómo podría tal prosperidad guardarse y preservarse sin amigos? Porque cuanto mayor es, tanto más peligra. En la pobreza y en los demás infortunios se considera a los amigos como el único refugio. Los jóvenes los necesitan para evitar el error; los viejos para su asistencia y como una ayuda que supla las menguas que la debilidad pone a su actividad; los que están en la flor de la vida, para las acciones nobles: dos marchando juntos, así, en efecto, están más capacitados para pensar y actuarʺ. (2).‐ Torres Canales, Adrián; El concepto de Amistad en Cicerón, ¿un ideal que hemos perdido?, Edición: Jaime Ferrer Mir, Primera Edición: julio de 2014, Santiago de Chile. (3).‐ Texto citado por el profesor Adrian Torres, ob.cit. 8 (4).‐ Primer Congreso Pedagógico Curricular, Colegio de Profesores de Chile, A.G. (5).‐ En la actualidad, sobre el 60 por ciento de la Educación Básica y Media está en manos privadas, mientras que la Educación Pública ha visto disminuida, cada vez más, sus posibilidades de recuperación y desarrollo. (6).‐ La revolución francesa trajo al mundo la lucha por tres valores universales: libertad, igualdad y fraternidad que están interrelacionados integral y equilibradamente. Los males que ha padecido el mundo después de 1789 son, en el fondo, fruto del desequilibrio entre estos tres valores o la ausencia de alguno de ellos. El capitalismo ultra liberal ha priorizado la libertad del mercado por encima de la igualdad y la fraternidad, provocando que estas dos últimas sufran un visible detrimento o estén ausentes de la vida de la mayoría de los ciudadanos. El Socialismo real, por su parte, priorizó una igualdad descendente dictada por un Estado totalitario, provocando así graves violaciones a la libertad y a la fraternidad verdadera. Debe llegar la era en que el mutuo equilibrio y la integración de la libertad, la igualdad y la fraternidad sean el camino para una amistad cívica y una convivencia pacífica, construidas responsablemente por el consciente ejercicio de la soberanía ciudadana. 
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