BIOGEOGRAFÍA HUMANA EN LOS ANDES MERIDIONALES

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40, Nº 1, 2008. Páginas 5-18
Biogeografía humana en los Andes Meridionales: tendencias arqueológicas en Volumen
el sur de Mendoza
5
Chungara, Revista de Antropología Chilena
BIOGEOGRAFÍA HUMANA EN LOS ANDES MERIDIONALES:
TENDENCIAS ARQUEOLÓGICAS EN EL SUR DE MENDOZA
HUMAN BIOGEOGRAPHY IN THE SOUTHERN ANDES:
SOUTHERN MENDOZA ARCHAEOLOGICAL TRENDS
Gustavo Neme1 y Adolfo Gil2
Este artículo presenta, desde una perspectiva biogeográfica, un modelo del poblamiento humano en los Andes Meridionales enfatizando el registro arqueológico del sur de Mendoza. Sobre la base de los conceptos de exploración, colonización y ocupación
efectiva se intenta explicar la tendencia temporal y espacial de las ocupaciones humanas. La heterogeneidad ambiental del área en
estudio genera una jerarquización de los diferentes sectores para los que se esperan diferencias cronológicas en su colonización y
ocupación efectiva. El modelo es confrontado con los fechados radiocarbónicos disponibles y con las características del registro
arqueológico regional.
Palabras claves: biogeografía humana, ambientes marginales, Andes Meridionales, Centro Occidente Argentino, cazadores
recolectores.
The biogeographic model of Southern Andes is presented in order to understand some aspect of the archaeological record from
the Southern Mendoza (Argentina). The theoretical concept of explorations, colonization and effective occupation are employed to
explain the temporal and spatial difference showed for the archaeological record. The environmental heterogeneity of the area is
considered in order to propose a ranking to human exploitation. The radiocarbon date show a differential chronology to the different
regions while the obsidian show that some area not human occupied until Late Holocene was exploited at least in its raw lithic from
the Middle Holocene. The model presents some perspective to future research and it has hard potential to empirical refutation.
Key words: Human biogeography, marginal areas, Southern Andes, Central West of Argentina, hunter gatherer.
Si bien la historia de las investigaciones arqueológicas en el oeste argentino (Bárcena 1989, 1994;
Durán 1997) señala un marcado tinte Histórico
Cultural en la interpretación de la diversidad arqueológica, avances teóricos y metodológicos aplicados
en otras regiones invitan a rediscutir el proceso de
colonización y ocupación del espacio desde diferentes perspectivas. Es en ese marco que el presente
trabajo intenta explorar las potencialidades de la
perspectiva biogeográfica o paleoecológica (Brown
y Lomolino 1998) para comprender el proceso de
ocupación humana en el sur de Mendoza.
Recientemente se postuló que la exploración/
colonización del sur de Mendoza tendría una estrecha relación con la estructura ambiental de cada
uno de los ecosistemas representados en la región
(Gil 2002; Neme 2002). En este sentido y tomando
el modelo biogeográfico de Borrero (1989, 1994-
1
2
1995) el sur de Mendoza fue subdividido en una
serie de áreas menores, las cuales fueron ordenadas
jerárquicamente de acuerdo a su disponibilidad
de agua, productividad primaria y accesibilidad
a los recursos. Con relación a esa jerarquización
se generaron expectativas sobre el orden en el que
habrían sido colonizados los diferentes ambientes
de la región.
El presente trabajo presenta nueva información
para discutir la validez de las propuestas biogeográficas previas y se explora el comportamiento temporal
y espacial de algunos indicadores. El énfasis está
en la asociación fauna extinta-ocupación humana,
la situación del Holoceno Medio y la ocupación
efectiva de hábitats marginales. Para discutir estos
aspectos se explora la información radiocarbónica y
la explotación de las distintas fuentes de obsidianas
en la ocupación de los espacios.
CONICET- Departamento de Antropología (Museo de Historia Natural de San Rafael). Parque Mariano Moreno; (5600) San
Rafael. Mendoza (Argentina). [email protected]
CONICET- Departamento de Antropología (Museo de Historia Natural de San Rafael), Mendoza. adolfogil@arqueologia
mendoza.com
Recibido: diciembre 2006. Aceptado: febrero 2007.
6
Gustavo Neme, Adolfo Gil
Biogeografía Humana y Áreas Marginales
La utilización de modelos biogeográficos en
estos ambientes áridos-semiáridos tiene como
objetivo integrar datos de cambios ambientales,
respuestas de recursos a esos cambios y tendencias
del registro arqueológico en relación a variaciones
demográficas y en la organización tecnológica (Veth
1993). Los procesos de poblamiento regional no son
unidireccionales, por lo que es esperable que algunas
áreas sean exploradas/colonizadas, posteriormente
abandonadas y nuevamente exploradas/colonizadas
(Borrero 1994-1995; Veth 1993). Este último punto
es particularmente importante en el sur de Mendoza
dado que, como se ha discutido recientemente, estos
casos necesitan ser considerados al menos para parte
del Holoceno Medio (Gil et al. 2005).
Con relación a la jerarquización de las áreas del
sur de Mendoza, algunas han sido caracterizadas
como marginales (Gil 2002, 2006; Neme 2002). Esta
caracterización fue establecida en términos relativos
al resto de las áreas de la región, dado que como
señalan Mondini y Muñoz (2004) la caracterización
de área marginal no tiene que ver con sus propiedades
inherentes, ya que éstas pueden variar a lo largo del
tiempo. El término marginal puede ser entendido
de diferentes maneras en relación al contexto en
el que es usado. En este caso se adopta el sentido
geográfico propuesto por Borrero (2004a) en el
cual un área marginal implica un espacio que está
discontinuamente ocupado o es explotado por núcleos
poblacionales distantes que utilizan esas tierras de
forma poco frecuente y/o intermitente. Este último
tipo de uso puede reflejarse como una ausencia de
campamentos base detectables arqueológicamente
(Veth 1993). Por último, la caracterización de un
área marginal dependerá de la especie involucrada
para la cual un tipo de hábitat particular puede o no
ser marginal (Mondini y Muñoz 2004).
Una visión dinámica del paisaje regional es
importante para la discusión de los modelos biogeográficos, en los cuales los espacios que pueden ser
vistos como barreras infranqueables poseen límites
que fluctúan a lo largo del tiempo. En este sentido,
distintos autores han caracterizado a los desiertos
como “barreras permeables”, en contraposición a la
visión de que son lugares extremos cuyos espacios
son impenetrables para la ocupación humana (Kelly
2003; Smith et al. 2005; Veth 1993).
Borrero (1989, 1994-1995) planteó un modelo
biogeográfico para explicar el poblamiento humano
de la Patagonia. Este modelo utilizó los conceptos
de exploración, colonización y ocupación efectiva
para abordar el cómo y el por qué del poblamiento
en una región (Belardi 1996). Esta última cuestión,
el por qué, puede ser enfocada inicialmente mediante
el cuándo (Belardi 1996). Un supuesto básico en
este modelo es que los sitios son ocupados en forma
óptima según la jerarquía de los espacios disponibles
en cada expansión y esta jerarquía se relaciona con la
productividad de los ambientes (Borrero 1989).
La exploración “... se refiere a la radiación inicial
hacia una zona deshabitada e implica movimientos
de individuos o grupos usando las rutas naturales
de menor resistencia...” (Borrero 1994-1995:10).
Se espera para esta etapa una baja depositación de
materiales, que sean funcionalmente poco específicos
y que se acumulen en localizaciones no óptimas.
Los criterios arqueológicos deben ser considerados
regionalmente. Según Borrero y Franco (1997) el
registro mostraría una abundancia de artefactos
formatizados expeditivamente (para uso inmediato),
baja frecuencia de artefactos conservados (quebrados o agotados), y la presencia de desechos de
reformatización o asociados con las etapas finales
de artefactos transportados.
La colonización “... se refiere a la consolidación
inicial de grupos humanos en sectores determinados
del espacio, con rangos de acción especificados...”
(Borrero 1989:134). Arqueológicamente se nota
una mayor reocupación de sitios localizados óptimamente, generando registros con alta visibilidad
y buena resolución (Borrero 1989). No necesariamente las evidencias de colonización deben seguir
inmediatamente a las de exploración, sino que se
espera discontinuidad temporal manifestada arqueológicamente como hiatus ocupacionales (Borrero
1994-1995). Respecto a la etapa de exploración
previa, ésta puede mostrar
... un incremento en la variabilidad de la
cultura material y procesos de cambio
más o menos acelerados, como resultado
de la adaptación a algunas condiciones
locales. Estos cambios deben ser muy
claros en el registro arqueológico, y variar
horizontalmente, en relación a la distribución de recursos y topografía... (Borrero
1994-1995:25).
Podría enmarcarse en lo que se ha denominado estrategia adaptativa, reflejada en una mayor
Biogeografía humana en los Andes Meridionales: tendencias arqueológicas en el sur de Mendoza
redundancia ocupacional y una mayor reiteración en
el uso de ciertas estrategias de subsistencia, junto a
una diferencia neta con ocupaciones anteriores.
La tercera etapa del modelo es la ocupación
efectiva del espacio y que se define arqueológicamente cuando todo el espacio deseable está en
uso (Borrero 1989). Se desarrollarían mecanismos
dependientes de la densidad como ajustes poblacionales, deriva cultural, o competencia por territorios
de alta productividad. Arqueológicamente esta etapa
presenta una alta visibilidad pero una baja resolución
producida por la superposición de rangos de acción
(Borrero 1989). Según el mismo autor, el registro
arqueológico de esta etapa debe constar de una
sucesión de ocupaciones continuas o separadas por
hiatus pequeños y de amplitud comparable.
El Sur Mendocino:
Una Región Heterogénea
El sur de la provincia de Mendoza es un amplio
territorio que abarca ca. 90.000 km2, el cual se halla
comprendido al oeste por la divisoria de aguas de la
Figura 1. Ecorregiones del sur de Mendoza.
Ecoregions from the South Mendoza.
7
cordillera principal, el río Desaguadero-Salado al este,
el río Diamante al norte y el río Grande-Colorado
al sur (Figura 1). Dentro de este territorio se puede
definir una serie de paisajes con características muy
diversas según la escala que se adopte. Actualmente
para este enfoque biogeográfico se considera la
región dividida en una porción cordillerana que
incluye la alta cordillera y los valles intermedios,
mientras que hacia el este la planicie oriental y la
región volcánica de La Payunia que incluye los
valles fluviales extracordilleranos, Área El Nevado
y Área El Payén. El ensamble entre estos sectores
está dado por el piedemonte (Neme et al. 2005). Los
vientos predominantes del oeste y la presencia de la
cordillera de los Andes con alturas de hasta 5.100
msm le imprimen a esta región las características
de un paisaje árido-semiárido, con promedios de
precipitación anual que en general no alcanzan
los 300 mm, aunque con significativa variación en
el gradiente altitudinal este-oeste. Dentro de este
patrón general las lluvias no se distribuyen de manera
uniforme ni estacional ni longitudinalmente. Por el
contrario, las áreas cordilleranas reciben entre 900 y
8
Gustavo Neme, Adolfo Gil
300 mm, aumentando con la altura, y mientras estas
precipitaciones son principalmente invernales, como
también lo son en parte de La Payunia, la planicie
oriental registra precipitaciones principalmente
veraniegas (Capitanelli 2005; Norte 2000). Por otra
parte, mientras en cordillera hay una disponibilidad
abundante y ubicua de agua, en los sectores orientales
las fuentes de agua están limitadas a los cursos de
los ríos principales (Diamante, Atuel y Grande) y a
vertientes con escaso impacto regional y heterogéneamente distribuidas. La Payunia recibe los valores
más bajos de precipitación y carece de cursos de agua
permanentes. Solo algunas vertientes, pozos y “agua
del tiempo” constituyen los puntos del paisaje donde
se puede localizar este recurso (Gil 2006).
Sobre la base de estas características en la
estructura ambiental y a su impacto en la productividad primaria regional se ha propuesto una
jerarquía de las subregiones del sur de Mendoza
(Neme et al. 2005). Esta jerarquización incluye a
los valles intermedios y piedemonte en los valores
más altos por su productividad, disponibilidad de
agua y relativamente baja variabilidad interanual.
Luego continúan en la jerarquía los valles fluviales
extracordilleranos, y por último los ambientes de
menor jerarquía que incluyen a La Payunia (Área
El Nevado y Área El Payén) y la alta cordillera.
Ambos espacios pueden ser considerados como los
ambientes más marginales de la región de acuerdo
a la definición anteriormente explicitada (Neme
et al. 2005).
Los diferentes tipos de registros paleoambientales muestran variaciones en la extensión areal de
la Diagonal Árida Sudamericana para los últimos
14.000 años a.p. Estos cambios han dependido de
fluctuaciones climáticas relacionadas a cambios
en la ubicación, características e interacción de los
elementos de circulación atmosférica (Zárate 2002)
y han jugado un rol importante en la configuración
del paisaje regional a través del tiempo.
En cordillera los glaciares estarían en un
franco proceso de retracción desde unos 14.000
años a.p. (Zárate 2002), lo que ha sido registrado
en diferentes lugares de las cuencas de los ríos
Atuel (Stingl y Garleff 1985) y Grande (Espizúa
1993). Las condiciones ambientales mas rigurosas
impuestas por la probable presencia del Younger
Dryas ca. 11.000-10.000 años a.p. podrían haber
tenido alguna influencia entre los grupos de
cazadores-recolectores que entraban al territorio
(Borrero 1996; Zárate 2002). Según Markgraf
(1983) unos 12.000 años a.p. se habría pasado de
las condiciones de precipitación invernales a las
precipitaciones de verano que caracterizan el clima
moderno. Este cambio es propuesto por D’Antoni
(1983) para un rango temporal de entre 11.000 y
8000 años a.p., mientras que Zárate (2002), en
La Estacada, lo cronologiza entre 10.000-11.000
años a.p. (Zárate 2002). El establecimiento de
estas condiciones habría llevado a la evaporación
de numerosos lagos al oriente de los Andes como
parece haber ocurrido con el de Llancanello (Gil
et al. 2006; Groeber 1939).
Grimm et al. (2001) señalan un aumento de
aridez y temperatura a escala continental entre
7.800 y 4.300 años a.p. con un máximo entre los
6.500 y los 4.500 años a.p. Durante el Holoceno
Medio se registran mayores caudales de agua en
los cauces de los ríos del sur de Mendoza (Zárate
2002), lo que estaría reflejando un aumento en
las precipitaciones invernales en cordillera y una
disminución en las lluvias de verano debido a la
mayor influencia del anticiclón del Pacífico (Gil
et al. 2005; Zarate 2002).
A comienzos del Holoceno Tardío ca. 4.0003.000 años a.p. se habrían establecido las condiciones
climáticas actuales caracterizadas por una gran
variabilidad ambiental y la influencia de eventos del
Niño (Zárate 2002). Espizúa (2003, 2005) propone
variaciones en los glaciares que se pueden agrupar
en tres avances neoglaciarios para los últimos 5.000
años a.p.
Exploración/Colonización Inicial
(Pleistoceno Final/Holoceno Temprano)
La exploración/colonización del sur de Mendoza
habría comenzado hacia fines del Pleistoceno y
comienzos del Holoceno Temprano ca. 11.000 14C
años a.p. con los registros de Gruta del Indio (García
2003a; García y Lagiglia 1999; Lagiglia 2001),
contemporáneamente a lo que estaba ocurriendo
en el norte de Mendoza, según lo atestiguan los
registros de Agua de la Cueva (García 1999, 2003b;
García et al. 1999). La falta de asociación de restos
culturales con fauna extinta en Agua de la Cueva (Gil
et al. 1998), así como la efímera ocupación humana
en el contexto Atuel IV (Paleoindio) de la Gruta del
Indio (García y Lagiglia 1999), han despertado el
debate acerca de la existencia en la región de un
“verdadero” paleoindio (García y Lagiglia 1999;
Lagiglia 2002; Long et al. 1998). Estas discusiones
Biogeografía humana en los Andes Meridionales: tendencias arqueológicas en el sur de Mendoza
varían desde cuestiones netamente terminológicas
vinculadas al significado del término Paleoindio
(García 1999, 2003b; Lagiglia 2002), hasta la asociación hombre-megafauna (García 2003a, 2003b;
García y Lagiglia 1999; Lagiglia 2002; Long et al.
1998). En la perspectiva biogeográfica no parece
relevante la discusión del término “Paleoindio” si
no más bien la forma e intensidad de las primeras
ocupaciones, las características de los ecosistemas
previos a estas primeras evidencias y las asociadas
a ellas. En Chile central se registra una situación
similar con las ocupaciones inferiores de El Manzano
1 y Caverna Piuquenes (sin asociación hombre
megafauna) y el componente 2 de Tagua Tagua con
presencia de puntas cola de pescado asociadas a restos
de mastodon (Cornejo y Saavedra 2003; García y
Labarca 2001; Stehberg et al. 2005). Estas diferencias
entre sitios de cordillera (sin asociación) y sitios
del bajo (con asociación) fueron interpretadas por
un lado como dos patrones económicos diferentes
(Cornejo y Saavedra 2003) y por otro como producto
de la explotación estacional llevada a cabo por un
mismo grupo (Stehberg et al. 2005).
Para el caso de la Gruta del Indio, si se acepta
la superposición cronológica de carbones asignados
a actividad humana (García 2003a), con restos de
fauna extinta, esta no mostraría señales fuertes de
una caza sistemática o especializada de estos grandes
herbívoros (Borrero 2002). Si se acepta también
la contemporaneidad de estos primeros fogones
con el material lítico del nivel (García y Lagiglia
1999) es esperable que las primeras ocupaciones
en la Gruta del Indio hayan sido consecuencia de
eventos de corta duración. Es importante mencionar
que esta significativa baja densidad de elementos
culturales se extendería en el tiempo hasta fechas
de ca. 3.800-4.000 años a.p. momento en el que
comienza el registro de restos óseos humanos.
Los datos estratigráficos del sur de Mendoza
señalan a la Gruta del Indio, en un valle fluvial
extracordillerano, como el único lugar con ocupaciones humanas asociadas a fauna extinta (Figura 2).
Por la escasa cantidad de elementos culturales y lo
efímero de la ocupación humana, se propone asociar
al contexto arqueológico de Gruta del Indio a grupos
que estarían explorando el paisaje local. Los pocos
artefactos líticos señalan una baja especificidad
funcional, como se espera en esta fase biogeográfica.
Los datos paleoambientales, las identificaciones
taxonómicas y las dataciones directas sobre huesos
de fauna extinguida muestran una importante
9
diversidad faunística, incluyendo taxa de grandes
herbívoros, desde fines del Pleistoceno que se continuaron hasta ca. 8.000 años a.p. (García 2003b;
Long et al. 1998) aunque en forma más definida
se registrarían hasta ca. 10.900 14C años a.p. Las
especies representadas en Gruta del Indio incluyen
Mylodon sp., Megatherium sp., Machrauquenia sp.
y Equidae (Hippidium sp. o Equus sp.) (García
2003a), además de la fauna holocénica actual de la
cual hay registro en el sitio desde al menos 30.000
años a.p. (Lagiglia 1977, 1981, 2001).
La fauna pleistocénica en las áreas extracordilleranas del sur mendocino ha sido registrada en sitios
tales como el Volcán del Hoyo (Glossotherium sp.)
y Agua del Carrizo (Gonphoteridae?), ambos en
La Payunia y sin asociación cultural. En general el
registro faunístico de las áreas extracordilleranas
del Atuel medio y La Payunia parecería mostrar
una temprana disponibilidad de flora y fauna que
potencialmente habría estado disponible para los
grupos de cazadores-recolectores que arribaron a
la región.
En las áreas de cordillera la situación de la megafauna y del ecosistema fini Pleistocénico es más
complejo debido al mayor impacto de los glaciares
sobre las condiciones ambientales y su retroceso
(Zárate 2002). Es esperable que las áreas más altas
(por encima de los 2.000 msm) registren un impacto más fuerte y prolongado que las localizadas
por debajo de las mismas. Como algunos autores
sostienen (Neme 2002), las regiones de cordillera
habrían demorado más tiempo en recuperarse de los
procesos de deglaciación, por lo que el poblamiento
animal y humano se habría retrasado con respecto
a las áreas extracordilleranas. Nuevos fechados directos sobre restos de fauna extinta en dos sitios del
piedemonte, Gruta El Manzano y Cueva El Chacay,
y valles intermedios, Arroyo Malo 3, muestran que
estos ambientes habrían estado poblados por grandes herbívoros desde mucho antes de comienzos
del Holoceno, en el piedemonte, y al menos desde
los inicios del Holoceno en la región cordillerana
ca. 2.000 msm. Los fechados de Cueva El Chacay
mostrarían contemporaneidad de esta fauna con el
Último Máximo Glacial (Tabla 1).
Estos datos sugieren que, al igual que en los
valles fluviales extracordilleranos y La Payunia,
gran parte de la cordillera habría estado disponible
para su exploración/colonización por lo menos
desde el límite Pleistoceno-Holoceno ca. 10.800
años a.p. (Tabla 2).
10
Gustavo Neme, Adolfo Gil
Figura 2. Mapa de Mendoza mostrando las ecorregiones y los principales sitios mencionados en el texto. Sitios con presencia de
fauna extinta sin asociación cultural. Sitios del Pleistoceno Final/Holoceno Temprano con ocupación humana sin fauna extinta.
Sitios del Pleistoceno Final/Holoceno Temprano con ocupación humana asociada a fauna extinta. (1) Agua del Carrizo; (2)
Volcán del Hoyo; (3) Gruta El Manzano; (4) Cueva El Chacay; (5) Arroyo Malo 3; 6- Gruta del Indio; (7) Agua de la Cueva.
Archaeological site considered in the text. Fauna extint not associated to human occupation.
Late Pleistocene/Early
Holocene human occupation without extint fauna.
Late Pleistocene/Early Holocene human occupation asociated to extint
fauna. (1) Agua del Carrizo; (2) Volcán del Hoyo; (3) Gruta El Manzano; (4) Cueva El Chacay; (5) Arroyo Malo 3; (6) Gruta del
Indio; (7) Agua de la Cueva.
Tanto en la Gruta El Chacay (Rusconi 1962)
como en la Gruta El Manzano (Gambier 1985) los
restos de fauna extinta no están asociados a las
ocupaciones humanas. En el caso de Arroyo Malo 3,
si bien la falange de Xenarthra apareció en los niveles con ocupación humana, los fechados estarían
mostrando que el uso del reparo por parte de esta
fauna extinta no habría sido contemporáneo a las
Biogeografía humana en los Andes Meridionales: tendencias arqueológicas en el sur de Mendoza
11
Tabla 1. Fecha-taxón para registro de fauna extinta.
Taxa-date to extint faunal remains.
Área
Sitio
Taxa
Fechado 14C
años a.p.
Material
δ13C
Código
20.400±650
13.960±190
15.520±130
18.780±190
óseo
óseo
óseo
óseo
-24.13
-21.51
-20.62
-21.49
AA-62913
AA-62914
AA-62916
AA-62917
Piedemonte
El Chacay
Xenarthra
Megatherium sp.
Hippidium sp.
Megatherium sp.
Valles intermedios
Arroyo Malo 3
Xenarthra
10.873±94
óseo
-20
AA-58287
Payunia
Volcán del Hoyo
Glossoterium sp.
10.910±110
óseo
-18.3
AA-66569
Tabla 2. Taxones extintos registrados en el Pleistoceno Final/Holoceno.
Extinct taxa recorded at the Late Pleistocene/Holocene.
Área
Sitio
Cronología (a.p.)
Taxa representado
Piedemonte
El Chacay
20.400-13.900
Xenarthra, Megatherium sp.,
Hippidium sp.
Planicies orientales
Gruta del Indio
32.000-8.990
Mylodon sp., Megatherium
sp., Machrauquenia sp. y
Equidae
Valles intermedios
Piedemonte
Payunia
Payunia
Arroyo Malo 3
El Manzano
Volcán del Hoyo
Agua del Carrizo
10.850
S/D
10.900
S/D
primeras ocupaciones humanas, las cuales fueron
fechadas sobre carbón entre 8.900-8.500 años a.p.
(Dieguez y Neme 2003; Neme 2002).
Durante esta exploración humana de la región
no se utilizó ninguna de las fuentes de obsidiana
(Durán et al. 2004), lo que sugiere una falta de
conocimiento en la escala macrorregional del paisaje y de los recursos. Esto es coherente con las
expectativas de una etapa de exploración, la que
incluirían además ocupaciones humanas efímeras,
como de Gruta del Indio.
La mayor parte de los ambientes del sur de
Mendoza habrían estado disponibles y con presencia de megaherbívoros para momentos de la
transición Pleistoceno/Holoceno. La exploración
y tal vez la colonización habría comenzado en los
sectores extracordilleranos alrededor de 11.000
años a.p. Las áreas de cordillera se habrían ocupado
hacia mediados del Holoceno Temprano ca. 9.000
años a.p., probablemente después de la desaparición
regional de la megafauna al menos en la cordillera.
Las cronologías más recientes para megaherbívoros
Xenarthra
Megatherium sp.
Glossotherium sp.
Gonphoteridae?
Referencia
Semper y Lagiglia 1968
Gambier 1985
extintos se localizan en Gruta del Indio, único sitio
que registra estas taxa en los inicios del Holoceno.
La región volcánica de La Payunia, si bien tiene registro de megaherbívoros hacia fines del Pleistoceno,
no muestra ocupaciones pleistocénicas ni en el
Holoceno Temprano (Gil 2002, 2006). En cuanto
a la alta cordillera, por encima de los 2.000 msm,
tampoco se registran ocupaciones humanas en este
lapso temporal, tal vez reflejando las consecuencias
del fuerte impacto del proceso glaciar.
El Problema Biogeográfico del Holoceno
Medio (8.000-4.000 años a.p.)
Hacia principios del Holoceno Medio (ca. 8.0007.000 años a.p.) se incrementa el número de sitios
así como la densidad de materiales en las ocupaciones (Gil et al. 2005). En estas fechas comienza
el uso de la obsidiana en la región particularmente
en los sitios de cordillera (Gruta El Manzano,
Arroyo Malo 3 y Los Queltehues). Las fuentes
explotadas durante estas fechas son las de Payún
12
Gustavo Neme, Adolfo Gil
Matrú y Pehuenche, localizadas en La Payunia y en
cordillera respectivamente. Este uso de los recursos
regionales con rangos de obtención de hasta 250 km
implica un mayor conocimiento del paisaje y tal vez
el comienzo de alianzas o sistemas de interacción
regionales. En términos del modelo biogeográfico
de Borrero (1994-1995) estas ocupaciones, con
una mayor densidad y variabilidad de materiales
arqueológicos, podrían ser incluidas dentro de una
etapa de colonización de la región.
Alrededor de los 7.000 años a.p. y hasta ca.
4.000 años a.p. la situación regional en términos
de la ocupación humana cambia drásticamente.
Recientemente se ha instaurado un debate en torno
a la disminución del registro arqueológico durante
parte del Holoceno Medio en casi todo el territorio
de Mendoza (Durán 1997; Cortegoso 2005; García
2005; Gil et al. 2005), característica que parece
extenderse a muchas regiones del subcontinente
sudamericano (Núñez y Grosjean 1994; Zárate et al.
2005). Las tendencias de fechados radiocarbónicos
muestran que después de la colonización (en algunos casos exploración) ocurrida a comienzos del
Holoceno Medio ca. 7.000 años a.p., en casi todos
los ambientes del sur de Mendoza (piedemonte,
valles intermedios, valles extracordilleranos y La
Payunia) la señal arqueológica se desvanece hasta
desaparecer (Gil et al. 2005) (Figura 3). La excepción
corresponde a los sectores de los valles intermedios
de cordillera (alrededor de 2.000 msm), los cuales
incluyen evidencias culturales de ca. 5.500 años a.p.
en los sitios de Arroyo el Desecho y Arroyo Malo 3
(valles del Atuel y Salado). Se ha propuesto una
continuidad en las ocupaciones humanas del piedemonte en base a los datos de la Gruta El Manzano
(Gambier 1985), pero la distribución de los fechados
disponible, concentrados en un estrato inferior, no
permiten discutir el tema hasta tanto se avance en
el estudio cronoestratigráfico del sitio.
Este panorama podría estar mostrando una
situación regional de cambio, aunque con respuestas
diferenciales según las áreas ambientales propuestas
en este trabajo. Para comprender este proceso deben
considerarse las diferencias ambientales entre los
sectores considerados, así como las diferencias
en procesos de largo plazo en las variaciones ambientales y las respuestas a los cambios climáticos.
Por eso se propone que las respuestas de cada área
a dichas variaciones ambientales podrían haber
respondido en forma diferencial de acuerdo a
las características ecológicas de cada área y a la
velocidad de respuestas de los distintos sistemas,
principalmente cordillera/extracordillera. Estas
respuestas ambientales diferentes podrían haber
modificado el ranking de preferencia de las áreas
descriptas. Considerando los cambios a largo plazo
Figura 3. Fechados del sur de Mendoza mostrando el “vacío” de fechados durante el Holoceno Medio.
Radiocarbon trends shows the chronological “gap” during the Middle Holocene.
Biogeografía humana en los Andes Meridionales: tendencias arqueológicas en el sur de Mendoza
propuestos para este lapso temporal, se ha planteado
un momento de decrecimiento generalizado de las
precipitaciones, incluso a nivel continental (Grimm
et al. 2001). A nivel regional se ha sugerido que si
bien en las áreas extracordilleranas la aridez continuó hasta unos ca. 4.000 años a.p., en cordillera,
donde se nuclean las ocupaciones de mediados y
fines del Holoceno Medio, se habría iniciado un
incremento en las precipitaciones en alrededor de
5.000 años a.p. (Markgraf 1983; Zárate 2002).
El Proceso de Colonización
de Las Áreas Marginales
A principios del Holoceno Tardío entre 3.800
y 3.200 años a.p. vuelven a aparecer depósitos
arqueológicos en casi todos los ambientes de la
región, con las excepciones de La Payunia y de
los territorios más altos de la cordillera, los cuales
tienen registro a partir de ca. 2.000 años a.p. (Neme
et al. 2005). Podría interpretarse a estos registros
como la consecuencia de un proceso de recolonización de los paisajes que incluyó, en el inicio del
Holoceno Tardío, a las áreas ranqueadas más altas
en el espectro ambiental del sur de Mendoza. Los
13
territorios recolonizados corresponden a los valles
fluviales extracordilleranos, el piedemonte y los
valles intermedios, todos ellos paisajes con mayor
y más estable disponibilidad de agua (Figura 4). El
registro no muestra las expectativas de una “exploración”, lo que también debilita la posibilidad de un
abandono en escala espacio temporal amplia de la
región y/o genera expectativa de encontrar registros
previos que reflejen esta instancia biogeográfica.
El abandono de un sitio, sector, localidad o área no
necesariamente obliga a una nueva exploración.
En todos estos espacios se define una ocupación
efectiva del territorio, con un incremento en el número
y tamaño de los sitios arqueológicos especialmente
hacia mediados del Holoceno Tardío. Entre unos
2.000 y 1.500 años a.p. el proceso de colonización
humana se extiende a las áreas más marginales de
la región, las cuales incluyen los desiertos de La
Payunia (sitios La Corredera, Ponontrehe y Agua de
La Mula en ca. 2.000-1.500 años a.p.) y las tierras
cordilleranas ubicadas por encima de los 2.500
msm (Valle Hermoso-1, El Indígeno y Laguna el
Diamante entre 2.000 y 1.500 años a.p.).
Para explicar este último proceso de colonización avanzado el Holoceno Tardío, se propuso un
Figura 4. Cronología radiocarbónica para el Holoceno Tardío por regiones.
Radiocarbon trends to the Late Holocene by regions.
14
Gustavo Neme, Adolfo Gil
proceso de intensificación regional disparado por
un desbalance entre la población y los recursos
del área (Neme 2002). Esta idea está sustentada
en las tendencias temporales en el uso de la fauna
dentro de la región, una mayor reocupación de los
espacios y un incremento en el procesamiento de
los recursos vegetales entre otros (para una crítica
a esto ver Borrero 2002).
El uso de fuentes de materias primas puede ser
otro indicador importante del conocimiento de los
recursos regionales y de la paulatina incorporación
de áreas dentro de los circuitos de explotación
regional. En este sentido los análisis de elementos
traza sobre obsidiana sobre un amplio abanico
de sitios arqueológicos de la región muestra una
progresiva incorporación de nuevas fuentes a los
sistemas de producción lítica. Los rangos espaciales
de explotación de obsidiana en este lapso temporal
se extienden espacialmente explotando una mayor
diversidad de fuentes, algunas localizadas a más de
200 km (Durán et al. 2004).
Esta gradual incorporación de las fuentes de
obsidiana, que como mencionamos comenzó a
principios del Holoceno Medio con las canteras
del complejo Pehuenche y Payún Matrú, continuó
con la incorporación de la fuente del Arroyo las
Cargas ca. 5.000 años a.p. en el área de cordillera, la fuente de la Laguna el Diamante ca. 2.000
años a.p. (también en cordillera) y finalmente se
completó con el uso de la fuente del Peceño, en el
Área del Nevado, ca. 1.000 años a.p. (Durán et al.
2004; De Francesco et al. 2005) (Figura 5). Esto
estaría mostrando un progresivo conocimiento del
paisaje regional y de sus recursos por parte de las
poblaciones humanas. Aparentemente, y pese a su
fácil acceso, algunas canteras nunca llegaron a ser
incluidas dentro de los circuitos de producción de
tecnología lítica de la región. Tal es el caso de la
cantera del Huenul localizada en el extremo sur de
la región considerada, en el área piedemontana.
Desde el punto de vista espacial es relevante
para la discusión biogeográfica notar la temprana
explotación (ca. 7.000 años a.p.) de las fuentes
localizadas en ambientes marginales que fueron
poblados muy tardíamente. En primer lugar la
fuente del Payún Matrú localizada en una región
cuya colonización/ocupación efectiva parece haber
comenzado hacia la segunda mitad del Holoceno
Tardío ca. 2.000 años a.p. En segundo lugar las
fuentes Pehuenche-Maule-Negra y Las Cargas que
se encuentran a alturas superiores a los 2.200 msm.
Como se mencionó anteriormente, estos ambientes
habrían sido ocupados, al menos en forma estacional, recién para los últimos 2000 años a.p. Esta
temprana explotación de las canteras de obsidiana
estaría mostrando un conocimiento del paisaje y
de los recursos regionales desde al menos 7.000
años a.p. que permitió la explotación de recursos
puntuales en ambientes no colonizados sino hasta
bien entrado el Holoceno Tardío.
Consideraciones Finales
La utilización de la información arqueológica en
el marco de un modelo biogeográfico permite discutir
no solo las características del registro arqueológico
dentro del contexto ambiental, sino también integrar
información procedente de diversas disciplinas, y/o
diferentes líneas de análisis, así como entender las
causas de los procesos de poblamiento en una región
El Peceño
Fuente
Laguna
el Diamante
Las
Cargas
Payún
Matrú
Pehuenche
500 1.000 1.500 2.000 2.500 3.000 4.000 5.000 5.500 6.500 7.000 7.500 8.000 8.500 9.000 9.500 10.000
Holoceno Tardío
Holoceno Medio
10.500
Holoceno
Temprano/Pleistoceno
Final
Bloques Temporales (años a.p.)
Figura 5. Tendencia temporal en el uso de las fuentes de obsidiana (Durán et al. 2004; De Francesco et al. 2005).
Temporal trends in the obsidian sources use (Durán et al. 2004; De Francesco et al. 2005).
Biogeografía humana en los Andes Meridionales: tendencias arqueológicas en el sur de Mendoza
dada. De esta forma el presente trabajo intentó dar
sentido en una escala regional a un conjunto de datos
arqueológicos y paleoambientales, permitiendo así
generar un modelo explicativo de las tendencias
temporales observadas en el registro arqueológico
regional. Estas tendencias dan cuenta de los procesos
de colonización del paisaje regional, así como del
uso de determinados recursos distribuidos de una
forma heterogénea en el contexto ambiental.
Algunos de los contextos usados para caracterizar estas primeras ocupaciones tienen numerosos
restos de fauna extinta, pero dada la baja densidad
de materiales culturales asociados a ellos se ha
puesto en duda su asociación con la ocupación
humana (García 2003a; Lagiglia 2001; Long et al.
1998). Por otro lado, otros sitios que presentan
claras evidencias de ocupación en el Pleistoceno
final no tienen registro de fauna extinta (Gil et al.
1998), y sitios como Gruta El Manzano y Arroyo
Malo 3 que presentan fauna extinta ésta no estaría
asociada a las ocupaciones humanas. Esta variabilidad en el registro de fauna extinta-ocupación
humana también es registrada en Chile central,
donde ha sido interpretada como el reflejo de dos
sistemas culturales diferentes (Cornejo y Saavedra
2003). Las diferencias de los ecosistemas y las
velocidades diferenciales para la extinción de la
megafauna pueden ser una explicación alternativa
para entender esta variabilidad en la explotación de
los recursos (ver para la situación de Chile García
y Labarca 2001). Los fechados realizados sobre
restos de megafauna en diferentes sitios del sur de
Mendoza muestran registro en la totalidad de los
ambientes, entre 11.000 y 10.000 14C años a.p., a
excepción de aquellos ambientes cordilleranos ubicados por encima de los 2.000 msm. Esto sugiere la
existencia de una diversidad de biomasa animal que
potencialmente habría permitido la sustentación de
poblaciones humanas. Pese a esto, la exploración,
colonización y ocupación efectiva del territorio no
parece haber ocurrido de una forma homogénea,
por el contrario, las tendencias radiocarbónicas
están distribuidas de una forma heterogénea tanto
espacial como temporalmente y su comportamiento
no es lineal.
Las primeras ocupaciones del sur de Mendoza
se restringen al valle fluvial extracordillerano del
río Atuel, con un registro que por lo lábil, correspondería a los primeros intentos exploratorios de
la región. Si bien la Gruta del Indio se emplaza en
un ambiente que hoy tendría una jerarquía alta para
15
su ocupación, surge un problema biogeográfico al
no registrarse un registro claro de colonización y
ocupación efectiva hasta 4.000 años a.p. Recién a
partir de esta fecha surgen las primeras evidencias
de una colonización u ocupación efectiva en el sitio,
con el registro de entierros humanos asignados a
Atuel III (Lagiglia 1962-1968). En cordillera el
registro aumenta su densidad y diversidad a lo largo
del Holoceno Temprano. Cabe plantear alternativamente que la situación paleogeográfica y ambiental
del valle del Atuel haya sido significativamente
diferente, no convirtiéndose en un espacio apto o
valorable para su ocupación inicial, más allá de las
exploraciones y/o ocupaciones efímeras entre ca.
11.000 y 8.000 años a.p. También es significativo
marcar que las primeras evidencias de ocupación en
este valle extracordillerano corresponden a restos
óseos humanos y sólo a partir de ca. 1.800-2.200
años a.p. (Gil 2006; Dieguez et al. 2004; Neme et al.
2005) se registran sitios que podrían señalar una
ocupación efectiva no limitada a la presencia de restos
humanos. Esto señala la necesidad de profundizar
el estudio geoarqueológico y paleoambiental del
valle del Atuel y aumentar los trabajos de campo
con la intención de localizar los campamentos extracordilleranos vinculados a estos osarios.
Hacia fines del Holoceno Temprano y principios
del Holoceno Medio, las ocupaciones humanas se
consolidan con un registro más visible y extendido,
ocupando ya no sólo los cauces extracordilleranos,
sino también el piedemonte y los valles intermedios
de cordillera. Esta situación va a cambiar hacia
mediados del Holoceno Medio cuando los sitios
ocupados se restringen a los valles intermedios en
cordillera. Las condiciones de aridez crecientes con
la consiguiente disminución de la biomasa en las
zonas bajas habrían hecho de estos lugares altos,
espacios preferibles para la ocupación humana.
Por último, el Holoceno Tardío muestra un nuevo
proceso de colonización de los ambientes con un
nivel creciente de ocupaciones, que en un primer
momento se restringen a los valles intermedios de
cordillera, el piedemonte y los cauces extracordilleranos y ca. 1.500-2.000 años a.p. la ocupación
humana se extiende hacia los espacios de mayor
marginalidad regional, en los que se incluyen La
Payunia y las áreas más altas de la cordillera (por
encima de los 3.000 msm). Como en situaciones
vecinas (Borrero 2004b), los costos para colonizar
áreas variaron positivamente con el grado de aridez
de las mismas. Hay otras razones que podrán explicar
16
Gustavo Neme, Adolfo Gil
la velocidad y forma en que se dio el proceso de
colonización. Entre ellas Kelly (2003) señala las
diferentes dificultades para internalizar un paisaje
como obstáculos que pueden influir en la colonización de áreas desconocidas. En forma exploratoria
la planicie oriental y La Payunia presentan mayor
dificultad que la cordillera y los valles fluviales
extracordilleranos pero, como también señala Kelly
(2003), este tema es complejo de ser tratado en la
escala arqueológica.
Los análisis de elementos traza en obsidiana
sobre canteras y sitios arqueológicos, usados en una
escala macrorregional, muestran su potencial para
discutir cuestiones de poblamiento y uso del paisaje.
Estos permitieron mostrar la progresiva incorporación de fuentes a los sistemas de producción lítica
y la utilización de áreas marginales como lugares
de extracción incluso antes de que estas hayan sido
definitivamente colonizadas.
El enfoque biogeográfico muestra muchos
problemas a resolver y tiene un alto potencial de
refutabilidad, por lo que se lo entiende como un
programa de investigación fértil y flexible alternativo a la clásica historia cultural de la región. En
ese sentido esta propuesta también es otro marco
de referencia en la que pueden discutirse temas
como la incorporación de las plantas domésticas
o el movimiento de la cultura material. No hay
razones para aceptar una ocupación homogénea y
continua de los ambientes, situación que debería
ser demostrada y no asumida. De no ser así se
abren muchas preguntas que implican desde futuros trabajos de campo, incorporación de nuevos
análisis y desarrollo de otras explicaciones para
los movimientos poblacionales y los cambios en
la organización de los sistemas.
Agradecimientos: Este trabajo se ha realizado
en el marco de los proyectos CONICET (PIP 5819
“Paleoambientes y Ocupaciones Humanas del
Centro-Oeste de Argentina durante la Transición
Pleistoceno-Holoceno y Holoceno”), Agencia
Nacional de Promoción Científica y Tecnológica
(PICT 03- Nº04-14695) y Fundación Antorchas
(Nº 14116-182 y 14116-116). Una versión previa
fue presentada en el simposio “Arqueología y
Biogeografía. Diferentes escalas de análisis y
líneas de evidencia” organizado en la VI Jornada
de Arqueología de la Patagonia (Punta Arenas,
2006) por Ramiro Barberena. Agradecemos a
Arizona AMS Facility por su consideración en los
fechados realizados que permiten mejorar, entre
otros aspectos, el conocimiento sobre la cronología de la fauna extinta. Queremos agradecer a
los evaluadores, quienes realizaron significativas
sugerencias que seguramente ayudaron a mejorar
el texto aunque no por ello son responsables de
errores u omisiones.
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