La Trampa determinista

Anuncio
Cuadernos del Caum
Qúe es el determinismo biológico
El determinismo biológico es la doctrina según la cual la biología,
representada fundamentalmente por el patrimonio genético de los
individuos, es el condicionante fundamental del ser humano y de la
conducta de éste en la sociedad. Como sostiene el paleontólogo de
Harvard Stephen J. Gould en La falsa medida del hombre, “el determinismo biológico […] consiste en afirmar que tanto las normas
de conducta compartidas como las diferencias sociales y económicas que existen entre los grupos –básicamente diferencias de raza,
de clase y de sexo- derivan de ciertas distinciones heredadas, innatas, y que, en este sentido, la sociedad constituye un reflejo fiel de
la biología”.
El determinismo biológico, que se fundamenta en el individualismo, tiene sus raíces en una visión concreta de la naturaleza humana. Según esta visión, la condición humana se deriva de la biología
humana, y se enmarca en posturas filosóficas basadas en el reduccionismo, es decir, el intento de explicar las propiedades de conjuntos complejos dividiéndolos en las unidades simples de que están
compuestos. El reduccionismo puede ser una herramienta útil en el
estudio de las ciencias que lleve a descubrimientos importantes.
Pero, especialmente en el campo de las ciencias de la vida, cuando
no se comprenden sus restricciones y se lleva demasiado lejos, el
reduccionismo provoca tremendos errores.
La visión determinista es también heredera del materialismo mecanicista, que se puede representar por la concepción cartesiana del
1
La trampa determinista
mundo:
«Para Descartes el mundo era como una máquina, y los organismos vivos simplemente tipos particulares de mecanismos
de relojería o máquinas hidráulicas. Es esta imagen cartesiana
de la máquina la que ha venido a dominar la ciencia y actúa
como metáfora legitimadora de una particular visión del mundo, en la que se tomaba la máquina como modelo para los organismos vivos y no al revés. Los cuerpos son unidades indisolubles que pierden sus características esenciales si los dividimos en piezas. Las máquinas por el contrario se pueden desmontar y volver a montar. Cada parte sirve para una función
separada y analizable, y el todo funciona de un manera regular
que se puede describir por la operación de sus partes componentes incidiendo las unas en las otras.» (A. Woods y T. Grant,
Razón y Revolución)
Aunque el determinismo genético pretende cobijarse bajo un manto
científico, numerosos genetistas, médicos, biólogos y psicólogos han
criticado profusamente esta ideología. Científicos como Stephen
Gould, Steven Rose, o Richard Lewontin, han criticado extensamente
las posturas deterministas o ultra-darwinistas de autores como Richard
Dawkins (autor de El gen egoísta ), Steven Pinker, Matt Ridley o Daniel Dennett.
Ruth Hubbard, profesora emérita de biología de la Universidad de Harvard, ha escrito varios ensayos sobre la relación de la biología y la sociedad, entre los que figuran The politics of women’s biology y The
shape of red. En la obra El mito del gen (Exploding the Gene Myth ),
publicada en 1993, Hubbard y su hijo Elijah Wald, coautor del libro,
desmienten el determinismo:
«El lenguaje de los genetistas es muy tendencioso. Al describir
el papel de los genes y el ADN, los biólogos moleculares y la
prensa emplean palabras como “controlar”, “programar” y
“determinar”, que no son adecuadas porque atribuyen un papel
determinante al ADN. En realidad, éste no “hace” nada; es una
molécula sumamente inactiva. Está en la célula esperando que
2
Cuadernos del Caum
las demás moléculas reaccionen con él. En cierto sentido, el
ADN se parece a un libro de cocina.» «El mito del gen todopoderoso se basa en un enfoque científico erróneo que descarta el
medio en que nosotros y nuestros genes existimos. Es muy
peligroso; da cabida a discriminación genética y a manipulaciones médicas arriesgadas.» (R. Hubbard y E. Wald, El mito
del gen)
En este mismo sentido, la genetista Abby Lippman, profesora del departamento de genética humana de la Universidad de McGill, Canadá,
insiste en la importancia de todos los factores que actúan junto al genoma, llamando “genetización” a la tendencia a centrar el enfoque en
los genes olvidando los demás factores actuantes. La genetización sería entonces el proceso a través del cual se reducen las diferencias entre individuos a su secuencia de genes, atribuyendo un origen fundamentalmente genético a las causas de los trastornos, comportamientos
y variaciones fisiológicas. También se ha referido a los procesos que
emplean tecnologías genéticas para resolver problemas de salud: “En
estos procesos la biología humana es equiparada incorrectamente a la
genética humana, asumiendo que ésta actúa por sí sola para hacer de
cada uno de nosotros el organismo que nos caracteriza”.
«La violencia, el sexismo y la sordidez
son biológicos, puesto que representan
un subapartado de todo un posible abanico de comportamientos. Pero la tranquilidad, la igualdad y la amabilidad son
igual de biológicas -y veríamos su influencia si pudiéramos crear una estructura social que les permita florecer.»
Stephen J. Gould
También en el ámbito de las diferencias entre los géneros se ha manifestado la ideología determinista. Científicas y ensayistas como Marian Lowe o Ruth Hubbard, han analizado en sus obras el problema de
la relación entre la biología y la entidad social. Según la ideología dominante, si las mujeres como grupo ocupan un rango social y económico inferior a los hombres, el problema debe estar en la propia mujer, es
decir en sus características biológicas y psicológicas. Ruth Hubbard ha
criticado muy hábilmente la teoría biológica de la desigualdad de las
3
La trampa determinista
mujeres, insistiendo en la diferencia entre el origen de las desigualdades sociales y las fuerzas que lo mantienen. Para Hubbard, aunque las
diferencias entre los sexos y especialmente la función reproductora
tengan relación con el origen de la división social del trabajo, el mantenimiento continuado de las diferencias de trabajo y poder depende de
circunstancias históricas, sociales y económicas. Ruth Bleier, neurofisióloga de la Universidad de Wisconsin, afirma en su obra Science and
gender (Ciencia y género) que “las distinciones de las características
humanas y temperamentos en naturalezas innatas masculina y femenina han sido construcciones sociales y culturales, y no son naturales.
Forman parte de una ideología que intenta hacer que lo que en realidad
son distinciones sociales y políticas parezcan ser naturales y biológicas.” Bleier rechaza también la aseveración de algunos científicos de
que existen diferencias en la estructura cerebral de hombres y mujeres
que corresponden a diferencias en la habilidad cognoscitiva, agregando
que se trata de estudios poco convincentes impulsados por prejuicios
ideológicos.
Para Bertrand Jordan, biólogo molecular del CNRS francés, la evolución ultraliberal de nuestra sociedad ha producido un gran número de
teorías que atribuyen el destino de las personas a los genes más que a
la educación, el ambiente o las condiciones sociales, para proporcionar
así una justificación biológica a la existencia de la desigualdad social.
En su obra, Los impostores de la genética, publicada en 2001, Jordan
critica el discurso mediático que habla del descubrimiento del gen de
la homosexualidad, el del alcoholismo, el de la hiperactividad infantil,
etc.; un uso de la genética que es, para el autor, erróneo y peligroso.
Los impostores de la genética pretende mostrar que la exageración del
papel de los genes que difunden actualmente ciertos medios es una
doctrina falsa, basada en una simplificación incorrecta de las últimas
investigaciones en el campo de la genética. La obra se inicia criticando el llamado "gen de la criminalidad" y prosigue con cuestiones tan
complejas como las afirmaciones sobre el carácter hereditario de la
inteligencia, la esquizofrenia o la homosexualidad:
«Cuando el titular de un periódico proclama que un equipo ha
descubierto el “gen de la esquizofrenia”, el de la homosexualidad o el de la psicosis maníaco-depresiva… es preciso entender,
4
Cuadernos del Caum
de hecho, que ha efectuado una localización, y no un aislamiento efectivo del gen. Entidad que, subrayémoslo de paso, no sería
de todos modos «el» gen de la esquizofrenia, sino más bien un
gen algunas de cuyas variantes conferirían a su portador un riesgo superior a la media de desarrollar la enfermedad.» (B. Jordan, Los impostores de la genética)
Jordan resalta también la necesidad de ser prevenidos ante las afirmaciones deterministas aunque vengan desde el mundo de la profesión
científica, poniendo como ejemplo el caso del científico norteamericano Dean Hamer, genetista del Instituto Nacional del Cáncer. Hamer ha
publicado varios artículos sobre el papel de los genes en la orientación
sexual masculina. En un artículo publicado en Nature Genetics en
1995, afirmó la localización de un gen que influye sobre el comportamiento sexual, asegurando que se había encontrado un ligamiento genético entre el gen, Xq28, y la homosexualidad masculina (Hu et al
1995). Por supuesto los medios de comunicación se apresuraron a propagar la noticia: se había encontrado el “gen de la homosexualidad”.
Cuando en 1999 un equipo canadiense dirigido por George Ebers refutó la noticia al publicar en Science que sus experimentos mostraban la
ausencia de tal ligamiento genético (Rice et al 1999), la noticia no tuvo
tanto eco.
Pero Hamer no se detuvo aquí. En 2004 publicó un libro titulado The
God Gene (El Gen de Dios). Después de comparar más de 2000 muestras de ADN, el genetista asegura que las creencias religiosas están
ligadas a ciertas substancias químicas presentes en el cerebro. Según
Hamer, el gen VMAT2 es el responsable de la fe, añadiendo además
que los ateos carecen de este gen. Hamer no descarta la posibilidad de
que el llamado “gen de la fe” haya sido heredado por los cristianos a
partir del propio Jesucristo. Aunque parezcan cómicas, estas afirmaciones vienen de la ortodoxia de la ciencia norteamericana, y no surgen por casualidad, sino gracias a las condiciones propicias que existen para este tipo de especulaciones.
5
La trampa determinista
Determinismo biológico y comportamiento
El neurobiólogo Steven Rose, Profesor de Biología y Director del Grupo de Investigación sobre Cerebro y Conducta de la Open University
en Reino Unido, ha dedicado gran parte de su trayectoria científica a
rebatir el determinismo biológico en el comportamiento humano. Según Rose, actuaciones cuyas causas se suelen atribuir a los genes
(agresividad, tendencia al alcoholismo, etc.) se definen más que nada
socialmente:
«He pasado mi vida de investigador intentando responder a
una cuestión muy simple: ¿que ocurre en el cerebro de un animal (un polluelo, en particular) que aprende una nueva tarea?
Para hacerlo, he tenido que tratar con detenimiento o simplemente analizar, teóricamente, y después de forma experimental, algunas cuestiones como la atención, el despertar, la percepción, la agudeza visual... todos estos elementos son independientes entre sí. La idea de hablar globalmente de los genes
de aprendizaje o de los genes necesarios para que el polluelo le
dé un picotazo a un grano determinado (lo que constituye el
paradigma del aprendizaje que utilizo), no tiene sentido, y mucho menos en el contexto de los fenómenos humanos.»
(Entrevista en I+DT info, Abril 2005)
Para Rose, es muy difícil diferenciar entre la influencia de los genes y
la del medio en el complejo proceso del desarrollo humano. Los genetistas tratan de determinar qué porcentaje de la variación de una característica dentro de una población puede atribuirse a los genes y si hay
algún gen específico que determine esa característica, pero ,según Rose, “mientras que es posible hacer eso en el caso de enfermedades cuyo
diagnóstico es relativamente claro y donde sólo existe un gen anormal
relacionado con el padecimiento (la enfermedad de Huntington es un
buen ejemplo), esto dista mucho de poder afirmar que un gen específico determina que uno sea criminal o alcohólico. Ciertamente los genes
contribuyen a la formación de nuestro comportamiento, pero ese com-
6
Cuadernos del Caum
portamiento está profundamente influenciado por los procesos de desarrollo, la cultura, el medio social e, incluso, la tecnología.”
«Es imposible hablar de genes que
“determinan” cualquier aspecto complejo de la forma de pensar o de actuar del
ser humano.» Steven Rose
«Con el surgimiento de la conciencia ocurre un salto adelante
evolutivo cualitativo, formando la distinción crítica entre los
humanos y las demás especies, de tal manera que los humanos
se han convertido en mucho más ampliamente variados y están
sujetos a interacciones mucho más complejas que lo que es
posible en otros organismos. El surgimiento de la conciencia
ha cambiado cualitativamente el modo de existencia humana;
con ella aparece un nuevo orden de complejidad, un orden de
organización jerárquica superior. Pero debido a que hemos
definido la consciencia no como una forma estática sino como
un proceso que implica la interacción entre individuo y entorno, podemos ver cómo, en la medida en que las relaciones
humanas se han ido transformando a lo largo de la evolución
de la sociedad, también la conciencia humana se ha transformado. Nuestra capacidad craneal o número de células puede
no ser muy diferente de la del primitivo Homo sapiens, pero
nuestros entornos -nuestras formas de sociedad- son muy diferentes y de ahí que también lo sea nuestra conciencia, lo que
significa que también los son nuestros estados cerebrales.» (S.
Rose, The Conscious Brain)
“Me preocupa que muchos de nosotros
en neurociencia estemos quedándonos
en la investigación de nuestras pequeñas cajas de datos: no estamos viendo el
elefante completo, sino sólo las uñas de
los dedos de sus pies” S. Rose
Psiquiatras como el estadounidense Stuart Yudofsky, que ha llegado a
miles de estudiantes norteamericanos a través de los libros de texto
que sobre neuropsiquiatría y psicofarmacología tiene publicados, sus-
7
La trampa determinista
criben por entero el determinismo biológico en el comportamiento
humano. En 1995, Yudofsky afirmaba: "Con los nuevos avances, seremos capaces de diagnosticar a muchas personas cuyo cerebro es biológicamente propenso a la violencia” “Ahora estamos a punto de una
revolución en la medicina genética. En el futuro la genética comprenderá los desórdenes agresivos e identificará aquellas tendencias que se
convierten en violentas."
La justificación de la existencia de violencia en la sociedad ha sido
frecuentemente la de que el ser humano es violento “por naturaleza”.
A esta característica pretendidamente innata del hombre se le suele
añadir la del egoísmo y la competitividad. En La falsa medida del
hombre, Stephen Gould critica esta postura defendida también por
Wilson, el padre de la sociobiología:
«Por ejemplo, E. O. Wilson (1978, p.99) escribe: “¿La agresividad de los seres humanos es innata? Esta pregunta, frecuente
en los seminarios universitarios y en las conversaciones mundanas, despierta pasiones en todos los ideólogos políticos. La
respuesta ha de ser afirmativa”. Como prueba, Wilson aduce la
constancia de las guerras en la historia, y descarta cualquier
caso de negativa a luchar: “Las tribus más pacíficas de hoy han
sido a menudo las más destructoras de ayer, y probablemente
volverán a producir soldados y asesinos en el futuro”. Pero si
algunos pueblos son ahora pacíficos, entonces la agresividad
misma no puede estar codificada en sus genes: sólo puede estarlo en potencialidad. Si innato sólo significa posible, o incluso probable en determinadas circunstancias, entonces todo lo
que hacemos es innato y la palabra carece de sentido. La agresividad es una manifestación de una ley generadora que en
otras circunstancias favorece la paz. La gama de amplitud de
las conductas específicas engendradas por esa ley es enorme, y
constituye un magnífico ejemplo de la flexibilidad típica de la
conducta humana.» (S. Gould, La falsa medida del hombre)
La atribución del comportamiento agresivo a los genes tiene una larga
y desprestigiada historia que comienza con el movimiento de la
“eugenesia” de principios del siglo XX, iniciado por Francis Galton, su
“fundador”. Galton, quien era primo de Charles Darwin, creó una gran
8
Cuadernos del Caum
cantidad de técnicas antropométricas para cuantificar distintos aspectos
del comportamiento humano. En su libro Hereditary Genius, trazó los
árboles genealógicos de científicos, jueces, intelectuales y otras personalidades de su época, y tras observar que los padres y abuelos tendían
a ser también científicos, jueces, e intelectuales concluyó que el genio
se heredaba y que estaba desproporcionadamente concentrado entre los
varones de las clases altas victorianas. Otras clases sociales británicas
y otras naciones europeas poseían menos “genio” y curiosamente los
grupos que menos tenían eran las razas no blancas. Estas ideas han
penetrado profundamente en nuestra sociedad y siguen hoy vigentes en
muchos ámbitos, aunque expuestas de una forma más sofisticada. En
cuanto a las consecuencias, los postulados extravagantes del movimiento de la eugenesia y sus crímenes sociales, incluyeron la esterilización forzosa de miles de personas (en su mayoría, mujeres) en Europa y los Estados Unidos.
Determinismo biológico y diferencias sociales
Numerosas opiniones remiten el problema de la apropiación desigual
del conocimiento y de las desigualdades sociales a causas deterministas basadas en las características genéticas de los individuos y en la
naturaleza de la inteligencia. Desde estos puntos de vista, las diferencias sociales proceden de diferencias entre la naturaleza de los individuos, pre-determinadas ya desde el nacimiento. A través de estos argumentos se ocultan las verdaderas causas de la desigualdad social, favoreciendo las explicaciones que se basan en supuestas deficiencias innatas de los grupos desfavorecidos.
La repetición y resurgimiento actual de los argumentos del determinismo biológico, tal como indica Stephen Gould en La falsa medida del
hombre, se correlacionan con episodios de retroceso político, en especial con las campañas para reducir el gasto del Estado en los programas sociales. Dorothy Nelkin, profesora de sociología de la Universidad de Nueva York, se ha manifestado en este sentido: "Declaran que
9
La trampa determinista
los factores sociales no importan; así las explicaciones genéticas de la
delincuencia son una justificación muy conveniente para los que buscan desmantelar los programas de bienestar social". También en este
sentido Lewontin, haciendo referencia al determinismo biológico, ha
manifestado que "la ideología de la nueva derecha se ha desarrollado
en Europa y Norteamérica en respuesta a las crisis social y económica
de la década pasada".
El determinismo biológico afirma que la naturaleza humana está determinada por nuestros genes, y que las causas de los fenómenos sociales
se hallan en la biología, utilizando la herencia genética como expresión
de la inevitabilidad. Un enunciado básico reduccionista y determinista
biológico es que los fenómenos sociales son la suma de los comportamientos de los individuos, y el determinismo biológico ha sido un poderoso medio para explicar las desigualdades de estatus, riqueza y poder. Por lo tanto, el determinismo biológico es la excusa perfecta para
justificar las ideas sociales conservadoras: la culpa del paro, la pobreza, la violencia, etc., no es de la sociedad sino del individuo, debido a
sus características biológicas o genéticas.
También en el campo de la educación ha penetrado la idea de un determinismo biológico y de un innatismo que justifican la desigualdad
educativa, el fracaso escolar y la exclusión social. La obra Desigualdad educativa La naturaleza como pretexto -surgida de unas jornadas
académicas que bajo el título Determinismo biológico, innatismo y
exclusión en las tesis neoliberales sobre las desigualdades educativas
se celebraron e la Universidad de Buenos Aires en 2002- es un aporte
en contra de las posturas deterministas en la educación. Las ponencias
debatidas en esas jornadas y que fueron recopiladas por esta obra
(Reflexiones sobre lo heredado y lo adquirido, Desigualdad, fracaso,
exclusión: ¿cuestión de genes o de oportunidades?, La construcción
social del “alumno violento”: más allá del determinismo y la naturalización, etc.) pretenden aportar una visión crítica a los discursos que
legitiman la exclusión en el ámbito educativo.
La curva de campana
El multimillonario británico Anthony Fisher fue una de las personas
más influyentes en el desarrollo de los think tanks (centros de investi-
10
Cuadernos del Caum
gación, propaganda y divulgación de ideas) conservadores durante la
segunda mitad del siglo XX. En 1955 creó en Londres el Institute of
Economic Affairs y en 1977 el International Center for Economic Policy Studies (ICEPS) en Nueva York, con la ayuda del eminente abogado estadounidense William Casey, que se convertirá más tarde en director de la CIA. Como resultado de su política de difusión de los think
tanks, a lo largo de 30 años Fisher creó 90 centros de investigación en
39 países. Posteriormente, el ICEPS cambió de nombre pasando a ser
el Instituto Manhattan, cuya línea de acción pasaba por el apoyo a las
políticas sociales neoconservadoras y el respaldo a Ronald Reagan.
Como ejemplo del discurso promovido por el Instituto Manhattan, véase la obra de George Gilder Wealth and Poverty , donde explica que la
causa de la miseria en Estados Unidos se encuentra en «la anarquía
familiar entre los pobres concentrados en la inner city» favorecida por
las ayudas sociales cuyos efectos no son otros que «pervertir el deseo
de trabajar, minar la familia patriarcal y erosionar el fervor religioso,
que son los tres resortes de la prosperidad». El Instituto ya había publicado obras de este mismo autor en las que se decía que los negros
«llevan una vida desenfrenada en espera de la marea verde de cheques
gubernamentales» o que la liberación de la mujer conduce al fin de la
raza humana ya que todo hombre que no se case se ve esencialmente
desestructurado.
En busca de apoyos para sus teorías, el Instituto Manhattan eligió un
artículo del entonces desconocido Charles Murray y lo transformó en
un libro, que fue publicado en 1984: Perdiendo terreno: la política
social americana, 1950-1980 (Losing Ground: American Social Policy, 1950-1980). La argumentación era simple: «la excesiva generosidad de las políticas de ayuda a los pobres puede ser responsable del
aumento de la pobreza en Estados Unidos. Esta política recompensa la
inactividad y conduce a la degeneración moral de las clases populares,
sobre todo a las uniones "ilegítimas" que son la causa última de todos
los males de las sociedades modernas, incluyendo la "violencia urbana"».
La siguiente obra de Murray, escrita junto con Richard Herrnstein, se
publicó en 1994: The Bell Curve. Intelligence and Class Structure in
11
La trampa determinista
American Life (La curva de campana: inteligencia y estructura de clase en la vida americana). En el libro de Herrnstein y Murray, se comparan las distribuciones de aptitudes sociales o intelectuales entre poblaciones de distintas razas. La obra, que resucitó la vieja idea de que
la genética explicaba el abismo entre el coeficiente intelectual medio
de blancos y negros en Estados Unidos, sostiene que la población afroamericana es genéticamente inferior a la población blanca en capacidades intelectuales. Afirma también que el cociente intelectual, supuestamente transmitido por los genes, sería el factor determinante del éxito
social y de otras capacidades como la de relacionarse con la pareja,
con los hijos o con los conciudadanos. Un cociente intelectual bajo
aumentaría según este autor la propensión al crimen y, por consiguiente, la probabilidad de acabar en prisión. Es decir, uno no se convertiría
en criminal a causa de privaciones materiales sino a causa de carencias
mentales y morales. Esta argumentación da lugar a dos conclusiones.
En primer lugar, si entre la población reclusa abundan las minorías
étnicas, no es a consecuencia del aumento de las desigualdades en el
seno de la sociedad, sino más bien por el bajo cociente intelectual de
dichas minorías. En segundo lugar, según el autor «el Estado debe abstenerse de intervenir en la vida social para tratar de reducir desigualdades fundadas en la naturaleza o correría el riesgo de empeorar los males que trata de aliviar al perpetuar "las perversiones del ideal igualitario surgido con la Revolución Francesa", ya que "jacobitas [sic] o leninistas, las tiranías igualitarias son peor que inhumanitarias pues son
inhumanas"». El texto, que según numerosos expertos carecía de validez científica, fue brillantemente refutado por Stephen Gould en su
obra La falsa medida del hombre, aunque a pesar de las críticas y manifestaciones públicas que numerosos científicos le realizaron, este
libro sirvió como excusa para que grandes grupos económicos retiraran
sus aportes para educación, sosteniendo el argumento de Murray: “si
estos grupos tienen un techo biológico de crecimiento intelectual:
¿para qué vamos a seguir aportando?”.
Sociobiología
Como justificación del fundamento ideológico del determinismo biológico y para darle respaldo científico, surgió una nueva disciplina, la
sociobiología, doctrina según la cual los fundamentos de la conducta
12
Cuadernos del Caum
social se basan en la biología de los individuos. La sociobiología investiga las bases biológicas de la conducta social desde una perspectiva teórica fundamentada en la premisa de que los comportamientos
sociales tienen una base genética y que los procesos evolutivos favorecen aquellas conductas que mejoran el éxito reproductivo y la supervivencia.
El fundador de esta teoría fue el biólogo norteamericano Edward Osborne Wilson quien, tras sus trabajos sobre los efectos de la selección
natural en ciertas comunidades animales, extendió sus conclusiones a
otras especies. Wilson, que era un experto en hormigas, extrapoló sus
teorías al ser humano. Los resultados de estas primeras investigaciones, que sentaron las bases de la sociobiología, fueron publicados en
1975, bajo el título Sociobiology: The New Synthesis (Sociobiología:
la Nueva Síntesis). En esta obra, Wilson atribuye una causa biológica a
manifestaciones humanas como la religión, la ética, la guerra, la cooperación, la actividad empresarial, el rencor o la conformidad. En
palabras de Wilson, los condicionantes biológicos determinan el distinto papel de los individuos en la sociedad:
«La tendencia genética es lo bastante fuerte como para provocar una sustancial división del trabajo incuso en la más libre e
igualitaria de las sociedades futuras… Incluso con la misma
educación e igual acceso a todas las profesiones, los hombres
continuarán probablemente desempeñando un papel desigual
en la vida política, científica y de los negocios.» (E. O. Wilson, Human decency is animal, The New York Times Magazine)
Actualmente, la psicología evolutiva –el estudio de la evolución del
comportamiento humano- ha sucedido a la sociobiología, aunque sus
fundamentos son similares. La psicología evolutiva sitúa al hombre de
lleno en el mundo animal, sosteniendo que la mente de los primates,
incluído el hombre, posee mecanismos funcionales que se han desarrollado mediante selección natural por ser útiles para su supervivencia y
reproducción, es decir, explica la psicología humana en función de su
pasado evolutivo sujeto a las leyes del darwinismo.
13
La trampa determinista
En la obra No está en los genes, Richard Lewontin, Steven Rose y
Leon Kamin fundamentan una visión radicalmente distinta de la
relación entre individuo y sociedad:
«La sociobiología es una explicación reduccionista y determinista biológica de la existencia humana. Sus partidarios sostienen en primer lugar, que las particularidades del orden social,
actual y pasado, son la manifestación inevitable de la acción
específica de los genes. En segundo lugar, mantienen que los
genes particulares que constituyen el fundamento de la sociedad humana han sido seleccionados durante la evolución debido a que los rasgos que determinan redundan en una mayor
capacidad reproductiva en los individuos que los poseen.» «En
el libro de Voltaire Cándido, el filósofo Dr. Pangloss insiste en
que éste es el “mejor de los mundos posibles”. La sociobiología es Pangloss convertido en científico por mediación de
Charles Darwin. Esta coincidencia de lo óptimo y lo posible
es, desde hace tiempo, un argumento típico a favor del capitalismo. Quienes defienden este punto de vista aseguran que es
el único modo posible de organización económica en un mundo con escasez de recursos y gente codiciosa, y a veces afirman que es la organización más eficaz de la producción y la
distribución.» (Lewontin, Rose y Kamin, No está en los genes).
También Stephen Gould dedicó muchas páginas al análisis de la sociobiología. Para Gould, la base de los fenómenos sociales se asienta fundamentalmente en la cultura humana, y no en condicionantes biológicos innatos:
«El carácter único del hombre reside esencialmente en nuestro
cerebro. Se expresa en la cultura construida sobre nuestra inteligencia y el poder que nos da para manipular el mundo. Las
sociedades humanas cambian por evolución cultural, y no como resultado de alteraciones biológicas. No tenemos pruebas
de cambios biológicos en cuanto al tamaño o la estructura del
cerebro desde que Homo sapiens apareció en los registros fósiles, hace unos cincuenta mil años. (Broca estaba en lo cierto
14
Cuadernos del Caum
cuando afirmaba que la capacidad craneal de los hombres de
Cro-Magnon era igual o superior a la nuestra.) Todo lo que
hemos hecho desde entonces […] es el producto de la evolución cultural. La evolución biológica (darwiniana) continúa en
nuestra especie; pero su ritmo, comparado con el de la evolución cultural, es tan desmesuradamente lento que su influencia
en la historia de Homo sapiens ha sido muy pequeña. En el
tiempo en que el gen de la anemia falciforme ha disminuido de
frecuencia entre los negros norteamericanos, hemos inventado
el ferrocarril, el automóvil, la radio, la televisión, la bomba
atómica, el ordenador, el avión y la nave espacial.» (S. Gould,
La falsa medida del hombre)
Inteligencia
En su obra La falsa medida del hombre, Stephen Gould hace un repaso
profundo de la historia del determinismo biológico en el campo de la
psicología, en concreto de los intentos de medir la inteligencia humana. Comienza con una crítica a la teoría sobre la medición de los cráneos, que relacionaba el volumen del cerebro con la capacidad intelectual, dedicando un capítulo a Paul Broca, maestro de la craneometría.
A continuación, hace una crítica de los alegatos pseudocientíficos que
defienden las teorías hereditaristas del cociente intelectual (C. I.), incluyendo un análisis en el que refuta los argumentos de “La curva de
campana” de Herrnstein y Murray. Pero lo más importante de la obra
podría ser la crítica que Gould hace del concepto en sí de inteligencia
como algo reificable o cosificable. La reificación (del latín res, “cosa”)
es la tendencia a convertir los conceptos abstractos en entidades, y una
vez cosificada una entidad abstracta como es la inteligencia, se procede a su cuantificación y medida con un número único para cada individuo y a la clasificación de las personas de acuerdo a ese número. Sólo
queda, por parte de los argumentos deterministas, afirmar que ese número es heredable e inmuntable.
15
La trampa determinista
“Me pregunto si conseguiremos librarnos alguna vez del peor legado de la teoría del CI en
su interpretación unilineal y hereditaria: la
idea de que la inteligencia puede ser captada
por un único número, y que las personas pueden disponerse a lo largo de una secuencia
simple, que va del idiota a Einstein.” Stephen
J. Gould
Además de Gould y otros científicos, también Peter Medawar, Profesor del University College de Londres, ha criticado la “ilusión que entraña querer asignar valores numéricos simples a cantidades complejas.” Medawar, que recibió el Premio Nobel de Medicina en 1960, criticó a los psicólogos que pretendían captar en un solo número -el cociente de inteligencia - fenómenos tan complejos como la inteligencia
humana. Rechazó que la constitución genética determine las facultades
y el destino de los individuos, y denunció también que estas creencias
están en la raíz del racismo, del fascismo y de todo intento de hacer
cómplice a la naturaleza en el crimen de la desigualdad.
En La falsa medida del hombre, Gould hace un repaso por la historia
del CI. En su origen, el propósito de medir la capacidad o inteligencia
surgió simplemente como un recurso práctico para detectar aquellos
niños que necesitasen ayuda suplementaria en la escuela. En 1904, el
ministro de educación francés encargó a Alfred Binet, director del laboratorio de psicología de la Sorbona, que elaborase unas técnicas para
identificar a aquellos niños cuyo fracaso en la escuela hiciera necesario
proporcionarles algún tipo de educación especial. Binet elaboró una
serie de pruebas puramente pragmáticas que entrañaban procedimientos racionales básicos, pero que en cualquier caso tenían una orientación empírica y práctica. De estas pruebas acabaría naciendo el cociente intelectual. Binet se negó a definir el resultado obtenido por cada
niño y a especular sobre el mismo. Según él, la inteligencia era demasiado compleja para ser captada en un solo número. Además a los niños se les aplicaba la escala para identificarlos y luego ayudarlos, no
para ponerles un rótulo limitativo.
16
Cuadernos del Caum
Binet insistió siempre en tres puntos básicos para poder interpretar
correctamente sus pruebas de inteligencia: 1.) Las puntuaciones no
definen nada innato ni permanente, no sostienen ninguna teoría sobre
el intelecto y no definen la “inteligencia” ni ninguna otra entidad cosificada; 2.) La escala es una guía empírica para identificar niños con
problemas de aprendizaje, y no establece jerarquía alguna entre los
niños normales. 3.) Las pruebas pretenden ayudar a los niños a través
de una educación especial, no colgarles un rótulo de incapacidad innata.
Sobre la base del uso incorrecto de los tests de inteligencia se levantó
todo un edificio de ideas basadas en la cosificación y el hereditarismo.
Los psicólogos norteamericanos Goddard, Terman y Yerkes acabaron
elaborando la teoría hereditarista del CI.
«Pasamos una sola vez por este mundo.
Pocas tragedias pueden ser más vastas
que la atrofia de la vida; pocas injusticias, más profundas que la de negar una
oportunidad de competir, o incluso de
esperar, mediante la imposición de un
límite externo, que se intenta hacer pasar por interno». Stephen J. Gould
La escala de Binet no sólo fue malinterpretada. Cyril Burt, eminente
psicólogo británico y catedrático de psicología de la Universidad de
Londres, fue considerado durante toda su vida como uno de los grandes maestros de la psicología en Inglaterra. Burt, que era además defensor de la eugenesia, publicó varios artículos en los que defendía la
teoría hereditarista del CI basándose en sus estudios con gemelos univitelinos criados en ambientes distintos. El trabajo de Burt constituyó
el principal argumento de los partidarios de la transmisión hereditaria
de la inteligencia, por lo que la exactitud de sus resultados era substancial. Fue Leon Kamin, psicólogo de la Universidad norteamericana de
Princeton, el primero en descubrir que los estudios de Burt no tenían
validez científica. En sus cálculos estadísticos aparecían extrañas anomalías. Por ejemplo, el coeficiente de correlación entre los C.I. de to-
17
La trampa determinista
dos sus casos, era exactamente el mismo con los tres decimales siempre idénticos. La permanencia de tal coeficiente de correlación preciso
es altamente improbable cuando el tamaño de la muestra es pequeño.
En 1976, Oliver Gillie (periodista del Sunday Times, de Londres) descubrió que, para recoger los datos de sus encuestas, Burt había utilizado la colaboración de dos "colegas" que jamás habían existido. Gillie,
que también preparaba un libro acerca del debate sobre la naturaleza y
lo adquirido, fue atando cabos. El artículo de Gillie en el Sunday Times, titulado “Datos cruciales fueron falsificados por un eminente psicólogo” (“Crucial data was faked by eminent psychologist”) se basó en
sus propias investigaciones, en su lectura de Kamin, y en consultas
realizadas con el matrimonio Clarke, dos psicólogos británicos de la
universidad de Hull.
El psicólogo norteamericano D.D. Dorffman, demostró también en
1978 que Burt se inventaba sus resultados. Finalmente, la prueba definitiva del fraude, o aún mejor de los fraudes de Burt, la aportó el psicólogo británico Leslie Hearnshaw en una biografía sobre Burt, que
fue curiosamente encargada por la hermana de Burt. Hearnshaw llegó
a la conclusión de que, prácticamente, Burt no había hecho observaciones reales después de la Segunda Guerra Mundial. Los propios defensores de Burt acabaron reconociendo que los datos no eran fiables,
aunque lo achacaron sólo a negligencia.
Pero no hay que acudir al fraude científico para deslegitimar las teorías
sobre la inteligencia de los deterministas genéticos. En La falsa medida del hombre, Gould explica también que el factor g de Spearman,
elaborado a partir de matrices de correlación de pruebas mentales y
que supuestamente representa la “inteligencia general” de un individuo, es sólo un artificio matemático que no representa necesariamente
la complejidad de la mente.
Para Leon Kamin, la pretensión de hacer pasar por científica la medida
de la inteligencia tiene un origen ideológico y político:
«En América, los tests de CI, así como nuestras opiniones
acerca de ellos, han sido promovidos por personas comprome-
18
Cuadernos del Caum
tidas con una determinada visión de la sociedad. Tal visión
incluye la creencia de que los de abajo son víctimas genéticamente inferiores de sus propios defectos inmutables. La consecuencia de ello es que los tests de CI han servido como instrumento de opresión contra los pobres, revistiéndese con el manto de la ciencia y no con el de la política. El mensaje de la
ciencia se recibe respetuosamente, especialmente cuando las
noticias que trae son tranquilizadoras para conciencia pública.
Pocos mensajes hay más tranquilizadores que los históricamente suministrados por los tests de CI. En ellos se demostraba que los pobres, los extranjeros y las minorías eran estúpidos. Se demostraba que habían nacido así. [...] El intento de
achacar las desgracias sociales a causas biológicas fijas posee
una larga, ya que no honrosa, historia. Los tests de CI constituyen la contribución fundamental de la psicología a este continuo esfuerzo.» (L. Kamin, Ciencia y Política del Cociente Intelectual)
Kamin pone como ejemplo las declaraciones que en 1918 hizo el director de la Oficina de Análisis e Investigación del Consejo Estatal de
Beneficencia de Nueva York, doctor Chester Carlisle: “Los peculiares
tipos de conducta sintomática que acompañan individuo que fracasa en
el campo económico [...] están todos ellos determinados por [...] una
constitución individual inadecuada para enfrentarse a las exigencias
que se le plantean [...] Su mecanismo biológico se halla imperfectamente desarrollado [...] [...] Quienes carecen de capacidad intelectual
son arrastrados hasta los más bajos niveles de nuestra vida social y
acaban por convertirse en los habitantes de los arrabales de chabolas
[...] Aquellos de sus tipos más activos y elevados abandonan a sus parientes más deficientes. Así pues, el residuo que queda está compuesto
por los de menor valor social [...] Por ende, su progenie muestra [...]
una grave falta de inteligencia [...].” En 1971, decenas de años después, el profesor Richard Hemistein de Harvard seguía revalidando las
mismas ideas: “A medida que avanza la tecnología, la tendencia al
subempleo puede pasar a los genes de una familia, casi con la misma
certeza con que lo hace actualmente una mala dentadura. [...] A medida que crezca la riqueza y complejidad de la sociedad humana, se precipitará fuera de la masa de la humanidad un residuo de escasa capaci-
19
La trampa determinista
dad (intelectual o de otro tipo) que tal vez sea incapaz de desempeñar
las ocupaciones comunes, que no podrá competir por el éxito y el
triunfo y que lo más probable es que nazca de padres que han fracasado igualmente.” Estas ideas burdas se han ido sofisticando con el tiempo, pero su esencia, la idea de que el destino de las personas está marcado principalmente por sus características innatas, está hoy más vigente que nunca.
El determinismo en la evolución
La obra científica del paleontólogo norteamericano Stephen Jay Gould
comprende principalmente el estudio de los procesos evolutivos. Partiendo del darwinismo, creó una nueva teoría evolutiva que ha transformado profundamente los anteriores puntos de vista sobre el desarrollo de la vida en nuestro planeta. Stephen Gould y el también paleontólogo Niles Eldredge publicaron en 1972 el artículo Punctuated equilibria: an alternative to phyletic gradualism (Equilibrios puntuados:
una alternativa al gradualismo filético) al que siguieron otros dos artículos también fundamentales en la exposición de su nueva teoría sobre
los equilibrios puntuados: On punctuated equilibria , (Science, 1997) y
Punctuated equilibrium comes of age (Nature, 1993).
Darwin defendió que el proceso evolutivo se desarrollaba lenta y gradualmente y sin saltos súbitos. Dado que el registro fósil no apoyaba
este gradualismo (ya que éste no da testimonio de cambios morfológicos graduales, sino de abruptas discontinuidades), Darwin argumentó
que el registro era incompleto, como un libro al que sólo le quedasen
pocas páginas. Gould y Eldredge, en cambio, plantearon un modelo
evolutivo que cuestionó el gradualismo de Darwin: el modelo de los
equilibrios puntuados, modelo que sí es compatible con el registro fósil. Según esta teoría, las especies viven largos periodos de estabilidad,
periodos de equilibrio de millones de años, que se ven cortados bruscamente por fases breves de cambios (miles de años) en las cuales aparecen nuevas especies. Este razonamiento entró en contradicción con los
evolucionistas tradicionales que apoyaban una evolución "gradualista"
y a tasa constante.
20
Cuadernos del Caum
Otra de las aportaciones brillantes que nos ha dejado Gould, es su critica a la idea de progreso en la evolución, representadas por la escala y
el cono, “iconografías de progreso”. Según su punto de vista, la vida
“es una narración de eliminación masiva seguida de diferenciación en
el interior de unos cuantos estocs supervivientes, no el relato convencional de un aumento constante de excelencia, complejidad y diversidad” (La vida maravillosa). La vida se representaría entonces no como
un árbol de navidad invertido, que simbolizaría un aumento de diversidad progresivo, sino como un árbol que se ramifica en su parte baja diversidad inicial-, con pocas ramas en la parte superior: “la vida es un
arbusto que se ramifica copiosamente, y que es continuamente podado
por el torvo segador que es la extinción, no una escala de progreso predecible” (Ibid.). Gould niega, por tanto, la iconografía convencional
del “cono de diversidad creciente, un árbol de Navidad al revés”, y
niega también que la vida empiece de lo restringido y lo simple y progrese siempre hacia arriba, yendo a más e, implícitamente, a mejor.
Estas ideas fueron expuestas con profundidad, además de con una gran
capacidad divulgadora y belleza literaria, en una de sus obras más populares, La vida maravillosa, publicada en 1989. La obra resucitó el
hallazgo de unos fósiles que se encontraron en 1909 en una cantera de
Canadá llamada Burguess Shale. Entre estos fósiles se hallaban los
restos de unos organismos tan distintos entre sí y tan diferentes de los
organismos actuales, que cada uno de ellos debería figurar como un
phylum distinto.
La explosión cámbrica, de hace 570 millones de años, produjo los primeros animales pluricelulares con partes duras. Darwin se preguntaba
por qué estos primeros animales eran ya anatómicamente complejos y
sin precursores aparentes. La respuesta estaba en el yacimiento de Burguess Shale. Debido a que los organismos quedaron sepultados y fosilizaron en condiciones muy especiales de conservación, se ha podido
preservar la única fauna de cuerpo blando (sin estructuras duras) que
existe de un momento inmediatamente anterior a la explosión cámbrica. La gran sorpresa de Burguess Shale fue que las pocas especies analizadas contienen una disparidad de diseños anatómicos que exceden,
con mucho, la gama moderna que hay en todo el mundo. En ninguna
21
La trampa determinista
fauna posterior se repite la riqueza anatómica de este yacimiento. De
los 120 géneros analizados, 20 son diseños de artrópodos únicos, y
además de estar representados los 4 grupos de animales que hoy existen, hay 8 diseños que no encajan en ningún grupo animal conocido.
La época de Burguess Shale fue, por tanto, una época de gran diversidad de grupos animales que fue seguida de una gran extinción. Gould
utiliza la palabra «diezmación», que combina dos significados clave
para expresar las características de ese proceso de extinción, aleatoriedad y eliminación en masa: “En este sentido combinado, la diezmación
es la metáfora adecuada para el destino de la fauna de Burguess Shale:
la eliminación al azar de la mayoría de linajes” (Ibid.). Pero, ¿Por qué
desaparecieron unas especies y sobrevivieron otras? Para dar respuesta
a esta pregunta, Gould introduce el término «contingencia». Esta palabra, cuyo significado en el diccionario es “cosa que puede suceder o no
suceder” da sentido a su concepción filosófica de la evolución. No hay
Modelo convencional: el
cono de diversidad creciente
Modelo de diversificación y diezmación sugerido
por la reconstrucción de la fauna de Burguess Shale
ninguna evidencia de que las especies que sobrevivieron a la diezmación de Burguess Shale gozasen de mayores ventajas o diseños predeciblemente mejores ni de que las especies que desaparecieron fueran
inferiores en diseño adaptativo. De hecho, los tres artífices de la revisión de Burguess Shale -Derek Briggs, Conway Morris y Harry Wittington- acabaron por llegar a la conclusión de que un observador que
hubiera podido contemplar la fauna de Burguess Shale antes de la extinción, no habría sido capaz de señalar qué organismos serían los supervivientes. Como señaló Briggs, quizá algunas especies simplemente
22
Cuadernos del Caum
Opabinia fue uno los fósiles más singulares de Burguess Shale. Tiene 5
ojos, trompa flexible, y tubo digestivo
en forma de U
“tuvieron más suerte que otras.”
“Rebobínese la cinta de la vida y
déjese tocar de nuevo. ¿Ofrecerá
esta nueva interpretación algo parecido a la historia que conocemos?”
“La idea de la diezmación como una
lotería convierte la nueva iconografía de Burguess Shale en una concepción radical sobre las rutas de la
vida y la naturaleza de la historia”
(Ibid.)
«La historia de la vida no es necesariamente progresiva; en realidad es impredecible. Las criaturas de la tierra han
evolucionado a través de una serie de
eventos contingentes y fortuitos» Stephen J. Gould
Gould defiende también el indeterminismo en la aparición del Homo
sapiens. En su opinión, éste no apareció como resultado natural del
perfeccionamiento inherente al proceso evolutivo, sino, al contrario,
como un resultado fortuito y contingente de miles de eventos ligados,
cado uno de los cuales podría haber ocurrido de forma diferente mandando la historia de la vida por una ruta distinta a la que ha producido
la conciencia.
En su obra The Dialectical Biologist (El biólogo dialéctico) Richard
Levins y Richard Lewontin rechazan el mecanicismo y el reduccionismo en las ciencias naturales. Por el contrario, apuestan por un enfoque
dialéctico que considera que el mundo “está en constante movimiento.
Las constantes se convierten en variables, las causas se transforman en
efectos, y los sistemas se desarrollan destruyendo las condiciones que
los crearon”. El universo sería entonces considerado como una unidad
de cambio surgida de contradicciones que evolucionan y transforman
el mundo: “Las cosas cambian debido a la acción de fuerzas opuestas,
y las cosas son lo que son, como resultado del balance temporal de
23
La trampa determinista
esas fuerzas opuestas”.
Existe una relación dialéctica entre los organismos y el ambiente, que
existen como un todo, ya que el organismo es parte de la naturaleza y
ambas se transforman a través de su relación mutua. Mientras que el
ultra-darwinismo consideraba las fuerzas externas como motor principal de la evolución, muchos genetistas, al analizar el proceso de desarrollo del organismo individual (ontogenia), se enfocan con frecuencia
en las fuerzas internas. En contra de este determinismo genético, Levins y Lewontin, en El biólogo dialéctico, explican:
«Un organismo no se computa a sí mismo a partir de su ADN.
El organismo es consecuencia de un proceso histórico que va
desde el momento de la concepción hasta el momento de la
muerte, y en cada momento los genes, el ambiente, el azar y el
organismo como un todo están participando. La selección natural no es consecuencia de lo bien que el organismo soluciona
una serie de problemas planteados por el ambiente; al contrario, el ambiente y el organismo se co-determinan activamente.» (R. Levins y R. Lewontin, El biólogo dialéctico)
Lewontin hará hincapié en esta idea en obras posteriores:
«Desgraciadamente, para hacer un organismo vivo hace falta
algo más que ADN (...). Ni siquiera el organismo se computa a
sí mismo a partir de su ADN. Un organismo vivo en cualquier
momento de su vida es la secuencia única de una historia de
desarrollo que procede de la interacción de fuerzas internas y
externas que además lo determinan. Las fuerzas externas, eso
que normalmente imaginamos como «ambiente», son en parte
consecuencia de las actividades del organismo mismo, en
cuanto que éste produce y consume las condiciones de su propia existencia. Los organismos no encuentran el mundo en el
que se desarrollan. Lo hacen. Las fuerzas internas no son autónomas, sino que actúan en respuesta a las externas.» (R. Lewontin, El sueño del genoma humano y otras ilusiones)
Para Levins y Lewontin la vida no está compuesta por una serie de
24
Cuadernos del Caum
eventos independientes, sino que surge de las complejas interacciones
que tienen lugar en su seno. En El biólogo dialéctico, explican que un
organismo es tanto sujeto como objeto, y es necesario un análisis dialéctico para entender la interacción entre los organismos y el ambiente.
Los organismos determinan lo que es relevante para ellos en el ambiente, y al utilizar lo que necesitan interactúan con el medio transformándolo, tanto para ellos como para otras especies. Este consumo de
partes del mundo externo constituye también la producción de nuevos
ambientes. Por supuesto, las condiciones del ambiente no son sólo de
su elección, dado que hay procesos naturales independientes de una
especie en particular. Visto así, el organismo es el resultado de una
compleja interacción entre sus genes y el ambiente, y el organismo
toma parte en la creación de ese ambiente y en su propia construcción.
Así, establece –en parte- las condiciones de su selección natural, al ser
tanto sujeto como objeto.
En su obra Genes, organismo y ambiente (The triple helix) Lewontin
arremete de nuevo contra el reduccionismo y el determinismo genético, en resumidas cuentas, contra lo que él llama la “mala biología”:
«Todas las diferencias de temperamento, de aptitudes físicas
especiales o mentales, de salud y de enfermedad y de poder
social, piden una explicación. Actualmente prevalece la explicación genética. Gracias también a la observación del hecho de
que algunas enfermedades humanas son el resultado de una
mutación de genes claramente definida, se considera que todas
las variaciones deben atribuirse a variaciones genéticas. Partiendo del hecho indiscutible de que las mutaciones genéticas
como la Tay-Sachs, o anomalías cromosómicas como el cromosoma de más que causa el síndrome de Down, dan todas
origen a variaciones patológicas, se llega a la conclusión de
que también las enfermedades cardíacas, la diabetes, el cáncer
de mama y el síndrome bipolar deben ser variaciones genéticas. Y esta explicación general no se aplica sólo a las variaciones patológicas; se le aplica también a las variaciones en las
preferencias sexuales, a las variaciones en el rendimiento escolar, en la posición social, variaciones que se conciben como el
resultado de diferencias genéticas. Si el desarrollo de un indi-
25
La trampa determinista
viduo no es otra cosa que la realización de un programa genético inmanente en el óvulo fecundado, las variaciones en los
resultados del desarrollo deben ser la consecuencia de variaciones de ese programa.» (R. Lewontin, Genes, organismo y
ambiente)
«El problema del esquema explicativo general contenido en la
metáfora del desarrollo consiste en que aquí se trata de mala
biología. Si tuviéramos la secuencia completa del ADN de un
organismo y una posibilidad ilimitada de elaboración, de cualquier manera no podríamos elaborar ese organismo, porque un
organismo no se elabora con sus propios genes. Un ordenador
que elaborase datos de manera aproximada, como hace un organismo partiendo de su “programa” genético, sería inmediatamente echado a la basura y el fabricante sería denunciado por
el comprador. Naturalmente, es cierto que los leones son diferentes de los corderos porque tienen genes diferentes y para
dar una explicación satisfactoria de su diferencia, no es necesario apelar a otros factores. Pero si queremos saber por qué
dos corderos son diferentes uno del otro, una descripción de
sus diferencias genéticas no es suficiente y algunas de sus características hasta podrían ser irrelevantes. […] Existe ya desde hace mucho tiempo, una amplia serie de pruebas que demuestran el hecho de que la ontogenia de un organismo es la
consecuencia de una interacción única entre los genes de que
es portador, de la influencia de los ambientes externos con los
que el organismo entra en contacto en su vida y de las interacciones moleculares casuales de las células individuales. Son
estas interacciones lo que se tiene en cuenta para explicar cómo se forma un organismo.» (R. Lewontin, Genes, organismo
y ambiente)
«Fue Mendel el primero en captar la naturaleza dual de los organismos, su dicotomía entre
su genotipo y fenotipo. Lo esencial del mendelismo fue el percatarse de la ruptura, nunca
antes clara, entre el proceso de herencia y el
proceso de desarrollo» R. Lewontin
26
Cuadernos del Caum
En El sueño del genoma humano y otras ilusiones, Lewontin explica
la causa de las diferencias fenotípicas durante el proceso de desarrollo
con un ejemplo: la diferencia entre el número de cerdas sensoriales en
los lados derecho e izquierdo de Drosophila, una mosca muy utilizada
en biología del desarrollo:
«Las moscas de la fruta tienen largos pelos que les sirven de
órganos sensoriales, parecidos a los bigotes de un gato. El número y la ubicación de estos pelos difieren entre los dos lados
de una mosca (como difieren entre los dos lados del hocico de
un gato) pero no de modo sistemático. Algunas moscas tienen
más pelos en el lado izquierdo, otras en el lado derecho. Además, la variación entre los lados de una mosca es tan grande
como la variación media de una mosca a otra. Pero los dos
lados de una mosca tienen los mismos genes y han tenido el
mismo ambiente durante su desarrollo. La variación entre los
lados es consecuencia de movimientos celulares aleatorios y
de incidentes moleculares casuales dentro de las células durante el desarrollo, el llamado “ruido del desarrollo”. Este mismo
ruido del desarrollo explica que gemelos idénticos tengan huellas dactilares diferentes y que las huellas dactilares de muestra
mano izquierda sean diferentes de las de la derecha.» (R. Lewontin, El sueño del genoma humano y otras ilusiones)
En Genes, organismo y ambiente , Lewontin explica nuevamente la
causa de este ruido del desarrollo:
«¿De donde nace esta asimetría fluctuante? […] Lo que ha
sucedido no es la consecuencia ni de una variación genética, ni
de una variación ambiental. Se trata de una perturbación del
desarrollo, de la consecuencia de hechos casuales registrados
en el interior de las células y en el nivel de interacciones moleculares. […] Las moléculas están concentradas de una manera
diferenciada en las distintas partes de la célula y el mecanismo
celular depende de los movimientos que realicen las moléculas
para encontrarse y actuar entre sí. […] La causa de este asincronismo es la distribución casualmente diferenciada de los
27
La trampa determinista
diversos tipos de moléculas de las células hijas en el momento
de la división.» (R. Lewontin, Genes, organismo y ambiente)
“El organismo no está determinado ni
por sus propios genes ni por el ambiente
y ni siquiera por la interacción de estos
factores, sino que lleva la señal de procesos fortuitos. La metáfora del agente
elaborador es sólo una modernización de
la metáfora cartesiana de la máquina.
Como cualquier otra metáfora, ésta capta algunos aspectos de la realidad, pero
si la tomamos demasiado en serio, nos
descamina.” R. Lewontin
El funcionalismo de la adaptación
Gould criticó el funcionalismo y reduccionismo extremos del ultradarwinismo, que identifica todos los rasgos de los organismos como
adaptaciones. El término «enjuta» (en inglés “spandrel”) es una palabra usada en arquitectura para designar el espacio existente entre dos
arcos y la superficie horizontal situada sobre ellos. Este espacio es una
consecuencia accidental de las técnicas arquitectónicas basadas en el
uso de arcos y bóvedas. Como este espacio accidental es un lugar adecuado para poner pinturas u otras ornamentaciones, ha evolucionado
como parte planificada de los edificios con una función específica.
Gould argumenta que muchos procesos evolutivos son de esta clase:
algunos rasgos surgen como un efecto colateral de otro cambio, pero
acaban siendo útiles y empiezan a sufrir presiones selectivas. En un
artículo publicado en 1979, The spandrels of San Marco and the Panglossian paradigm: a critique of the adaptationist programme, Gould
y su colega Lewontin introdujeron el término “spandrel” en un contexto evolucionista. En este trabajo, se identifica el funcionalismo ultradarwiniano como el “paradigma panglosiano”, cuyo nombre deriva del
Doctor Pangloss, el personaje de Voltaire. El Doctor Pangloss, (que en
la novela personifica satíricamente a Leibnitz) respondía a todas las
28
Cuadernos del Caum
desgracias diciendo que vivimos “en el mejor de los mundos posibles”.
Así, Gould y Lewontin, explican cómo los ultra-darwinistas intentan
asignar una función a cada rasgo de un organismo, para la cual, según
ellos, ha sido seleccionada.
Spandrel clásico bi-dimensional. S. J.
Gould, “Evolution, The Exaptive Excellence of Spandrels as a Term and Prototype,” Proceedings of the National
Academy of Sciences of the United
States of America 94,
En un artículo posterior, Gould definiría los spandrels evolutivos como “la
clase de formas y espacios que surgen
como subproductos necesarios de otra
decisión en diseño, y no como adaptaciones útiles en sí mismas” (The exaptive excellence of spandrels as a term
and prototype, Gould, 1997). La intención era utilizar el término para
expresar la característica de un organismo que existe como consecuencia
necesaria de otras características y no
ha sido seleccionada por sí misma.
En su última obra, Estructura de la
teoría de la evolución (The Structure
of Evolutionary Theory), terminada poco antes de morir, Gould analiza
los pilares del darwinismo clásico y las nuevas ideas que lo han ido
modificando. En uno de los capítulos, dedicado a estructura y función
en la ontogenia, ilustra estas ideas poniendo el proceso de desarrollo
de los caracoles como ejemplo. Los caracoles que crecen por arrollamiento de un tubo alrededor de un eje, tienen que generar un espacio
cilíndrico, llamado ombligo a lo largo de ese eje. Aunque unas pocas
especies usan esa oquedad como cámara de incubación para proteger
sus huevos, la mayoría no lo hace. La evidencia sugiere que esas cámaras de incubación ocupan sólo unas pocas puntas en algunas ramas
laterales en el árbol evolutivo de estos caracoles, no una posición central cerca de la raíz del árbol. Por tanto, parece claro que este ombligo
no apareció por razones adaptativas, sino como una enjuta noadaptativa.
Para definir estos rasgos surgidos inicialmente por una razón distinta
de la base selectiva de su nueva función, Gould no encontraba el voca-
29
La trampa determinista
blo adecuado. Para llenar el hueco de un concepto clave en biología
evolutiva para el que no había término, Gould y su colega Elisabeth
Vrba, paleontóloga de la Universidad de Yale, crearon una nueva palabra: «exaptación»: “Vrba y yo propusimos que los rasgos cooptados
para una utilidad actual subsiguiente a un origen para una función distinta (o inexistente) recibieran el nombre de exaptaciones –esto es,
útiles (aptus) , como consecuencia de (ex) su forma- en contraste con
las adaptaciones o rasgos directamente construidos para su utilidad
actual” (Estructura de la teoría de la evolución). Gould cita a Darwin
para ilustrar el significado de esta nueva palabra:
«Se han señalado las suturas del cráneo de los mamíferos jóvenes como una hermosa adaptación para facilitar el parto, y sin
duda lo facilitan e incluso pueden ser indispensables para este
acto; pero como estas suturas están también presentes en los
cráneos de las aves y los reptiles jóvenes, que no tienen más
que salir de un huevo roto, podemos inferir que esta estructura
ha surgido de las leyes de crecimiento y se ha obtenido de ella
un beneficio en el parto de los animales superiores.» (C. Darwin, El origen de las especies)
Otro ejemplo curioso hace referencia a un rasgo que comparte nuestra
propia especie:
«¿Por qué los varones desarrollan pezones aparentemente no
funcionales? […] Simplemente porque las hembras los necesitan para un propósito evidente, y muchos aspectos del desarrollo embrionario de ambos sexos siguen una misma vía ontogénica. Así pues, las hembras desarrollan mamas como una adaptación para la lactancia, y los machos desarrollan versiones
menores y no funcionales interpretables como enjutas derivadas de la unicidad del canal ontogénico.» (S. Gould, Estructura de la teoría de la evolución)
En su libro Líneas de vida (Lifelines), también el neurobiólogo Steven
Rose intenta ofrecer una visión alternativa de los sistemas vivientes.
Una visión que, en palabras del autor, reconozca el poder y el papel de
los genes sin suscribir el determinismo biológico, y que lleve a un en-
30
Cuadernos del Caum
tendimiento de los organismos vivos y sus trayectorias a través del
tiempo y el espacio, lo que el autor denomina líneas de vida. Lejos de
estar determinada o necesitar invocar algún concepto inmaterial, esa
concepción pretende ayudar a escapar de la trampa determinista.
31
La trampa determinista
Algunos datos biográficos
Stephen Jay Gould nació en Nueva York en 1941 y murió el 20 de mayo de
2002. En 1963 se graduó en Geología en el Antioch College, doctorándose en
la Universidad de Columbia en 1967. En 1982 fue pasó a ocupar la cátedra
"Alexander Agassiz" de zoología en la Universidad de Harvard. Destacado
paleontólogo y eminente divulgador, se le puede considerar uno de los científicos más importantes de su siglo. Fue calificado por Carol Yoon, periodista
del New York Times, como “uno de los biólogos evolucionistas más influyentes del siglo XX, y quizá el más conocido desde Charles Darwin”. Entre
sus numerosas obras figuran La vida maravillosa, El pulgar del panda, La
falsa medida del hombre y La estructura de la teoría de la evolución.
Richard Charles Lewontin, nacido en Nueva York en 1929, es biólogo evolucionista y genetista. Licenciado en biología por la Universidad de Harvard,
y doctorado en zoología por la Universidad de Columbia, lideró el desarrollo
de las bases matemáticas de la genética de poblaciones y de la teoría evolucionista, y fue pionero en la aplicación de técnicas bioquímicas como la electroforesis a cuestiones de variación genética y evolución. En dos artículos
publicados en 1966 en la revista Genetics, Lewontin contribuyó a sentar las
bases del moderno campo de la evolución molecular. Actualmente es Profesor
de Investigación en Harvard y miembro de la Academia Nacional de Ciencias. Entre sus obras destacan El sueño del genoma humano y otras ilusiones,
Genes, organismo y ambiente, La Doctrina del ADN y No está en los genes,
escrito junto a Steve Rose y Leon Kamin.
Steven Rose, nacido en Londres en 1938 es neurobiólogo y profesor de biología en la Open University (Reino Unido). Allí dirige igualmente el Grupo de
Investigación sobre Cerebro y Comportamiento. Sus investigaciones sobre el
cerebro se centran en la comprensión de los mecanismos celulares y moleculares del aprendizaje y de la memoria. Su última obra, The 21st Century Brain
acaba de ser publicada esta primavera de 2005. Entre sus principales libros
hay que citar No está en los genes, escrito junto a Lewontin y Kamin, Trayectorias de vida, y The Making of Memory. Preside la sección de biología de la
Asociación Británica para el Avance de la Ciencia.
Leon Kamin, psicólogo norteamericano, nació en Massachussets en 1927. Se
doctoró en psicología en Harvard, y desde 1968 es profesor en la Universidad
de Princeton. Ha sido uno de los más feroces críticos de la heredabilidad del
cociente de inteligencia, y fue el primero en desvelar el fraude científico cometido por Cyril Burt. Entre sus obras destacan No está en los genes, escrito
32
Cuadernos del Caum
junto a Lewontin y Rose, La confrontación sobre la inteligencia y Ciencia y
política del cociente intelectual.
Bertrand Jordan, biólogo molecular del CNRS francés, dirigió el centro de
Inmunología de Marsella-Luminy y fue coordinador del Génopole de Marsella -Niza. Fue el primer investigador que aisló y secuenció un gen HLA, en
1982, y es miembro de la Organización Europea de Biología Molecular
(EMBO) y de la Organización Genoma Humano (HUGO), además de revisor
habitual de revistas científicas como Nature o EMBO Journal.
33
La trampa determinista
Bibliografía
Libros
1. Bleier, R.: Science and gender, Pergamon New York 1984
2. Gould, S. J.: La estructura de la teoría de la evolución, Tusquets
Editores, Barcelona 2004
3. Gould, S. J.: La falsa medida del hombre, Editorial Crítica, Barcelona 1997
4. Gould, S. J.: La vida maravillosa, Editorial Crítica, Barcelona
1995
5. Hubbard, R. y Wald, E.: El mito del gen, Alianza Editorial, Madrid
1999
6. Jordan, B. Los impostores de la genética, Ediciones Península,
Barcelona, 2001
7. Kamin, L. J.: Ciencia y Política del Cociente Intelectual, Siglo
XXI de España Editores, Madrid 1983
8. Lewontin, R.C.: El Sueño del Genoma Humano y Otras Ilusiones,
Paidós, Madrid 2001
9. Lewontin, R.C.: Genes, organismo y ambiente, Gedisa, Barcelona
2000
10. Lewontin, R.C., Rose, S., Kamin L.: No está en los genes. Racismo, genética e ideología, Editorial Crítica, Barcelona 2003
Rose, S. Lifelines, Oxford University Press. Oxford 1998
Revistas
1.
Eldredge N, Gould S. J. Punctuated equilibria: an alternative to
phyletic gradualism Models in paleobiology 1972 82-115
2. Eldredge N., Gould S. J. On punctuated equilibria, Science. 1997
Apr 18;276(5311):338-4.
3. Gillie, O. Crucial data was faked by eminent psychologist London
Sunday Times, Octubre 24, 1976.
4. Gould S. J., Eldredge N. Punctuated equilibrium comes of age Nature. 1993 Nov 18;366(6452):223-7
5. Gould S.J., Lewontin R. C. The spandrels of San Marco and the
34
Cuadernos del Caum
Panglossian paradigm: a critique of the adaptationist programme
Proc R Soc Lond B Biol Sci. 1979 Sep 21;205(1161):581-98
6. Gould S. J., The exaptive excellence of spandrels as a term and
prototype. Proc Natl Acad Sci U S A. 1997 Sep 30;94(20):1075010755
7. Hu S., Pattatucci A.M., Patterson C., Li L, Fulker D. W.,
Cherny SS., Kruglyak L., Hamer D.H, Linkage between sexual orientation and chromosome Xq28 in males but not in females. Nat.
Genet. 1995 Nov;11(3):248-56
8. Rice G., Anderson C., Risch N., Ebers G., Male homosexuality:
absence of linkage to microsatellite markers at Xq28. Science 1999
Apr 23;284: 665-7
35
La trampa determinista
36
Descargar