El arte mueble: un patrimonio desaparecido 6

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El arte mueble:
un patrimonio desaparecido
ERNESTO ARCE OLIVA
Si cuantiosísimos fueron los daños sufridos en la Guerra
Civil por la arquitectura comarcal, con la pérdida o
merma de la estructura y decoración de numerosos
edificios, más lo fueron los que afectaron al arte mueble,
fundamental aunque no exclusivamente religioso, dando
lugar a su casi completa desaparición. Con lo que queda
clara la enorme dimensión de la ruina patrimonial
padecida por este territorio, oportunamente reflejada por
Francisco Abbad Ríos cuando registra todos sus templos
como desmantelados en su Catálogo monumental de la
provincia de Zaragoza.
No es nuestro propósito hacer un balance exacto de lo destruido, no ya porque
su simple enumeración resultaría interminable, incluso reducida al mobiliario renacentista y barroco, sino por tratarse de una tarea todavía pendiente para la investigación histórico-artística. Pero sí cabe anotar algunos datos y traer a colación
algunos ejemplos que proporcionen una idea aproximada acerca de su importancia. E ilustrativas al respecto resultan, por lo pronto, las cifras proporcionadas por
Pascual Madoz a mediados del siglo XIX cuando señalaba la existencia de veintiún
altares en la iglesia de San Martín de Belchite, amén del órgano y de la sillería
coral, o de nueve en la parroquial de Azuara, altares cuyos retablos habrían sido
mayoritariamente labrados en el curso de la Edad Moderna. Por no hablar de los
“once retablos dorados de excelente escultura” que, en palabras de Abbad, poseía
la parroquial de Moneva antes de 1936.
Ni que decir tiene que las únicas piezas someramente estudiadas son aquéllas
que cuentan con noticias documentales publicadas y, lo que es más valioso, con
fuentes gráficas que han permitido su análisis.
Tal es el caso del que presidía la antedicha parroquial de Belchite que, a juzgar
por los testimonios conservados, constituía uno de los retablos de mayor empeño
labrados en Aragón a mediados del siglo XVI. De hecho, fue el único de los que
De las Artes 229
atesoraba esta iglesia que llamó la atención del militante antibarroco Ponz,
mientras que Madoz, tras calificarlo de
“muy bueno”, lo describía del siguiente
modo: “(…) representa en una hermosa estatua de madera á San Martín
montado á caballo y en actitud de partir con la espada la capa para el pobre
que le pide limosna, con 4 medallones
á cada lado figurando diferentes pasos
de su vida, y mas abajo otros dos que
representan el nacimiento de Belén y
la adoración de los Santos Reyes”. Una
descripción que en líneas generales
concuerda con los términos establecidos en el contrato de la obra, transcrito
por Ángel San Vicente y firmado por el
concejo de la localidad con el prestiBelchite. Iglesia de parroquial de San Martín de
gioso pintor Tomás Peliguet, de origen
Tours. Retablo mayor
italiano y avecindado en Zaragoza. En
efecto, según este documento y a cambio de 18.000 sueldos jaqueses, el maestro
se comprometió a labrar al romano, dorar y policromar un retablo de 40 x 30 palmos, “ochavado de cinco ochavos…” y compuesto de banco, dos cuerpos de cinco
calles, ambos sostenidos por columnas corintias, y remate.
Dedicado a San Martín, debía ocupar la caja principal la escena en bulto del
santo partiendo la capa con el pobre, mientras que las laterales albergarían
cuatro historias de su vida. En el banco, flanqueando el tabernáculo con una
Resurrección, se dispondrían los doce apóstoles entre los episodios del Nacimiento
y la Adoración de los Magos. Y en el ático se ubicaría el consabido Calvario, todo
presidido por la efigie de Dios Padre alojada en el frontón en cuya punta, a modo
de acrotera, ostentaría el escudo con las armas del conde de Belchite. Lo que no
menciona Madoz, ni se observa ya en antiguas fotografías, son las cuatro puertas
pintadas por ambos lados y asimismo estipuladas en la capitulación, dos para
proteger el banco y las otras dos el resto del mueble. Por lo demás, ignoramos la
identidad del mazonero y del escultor a los que recurrió Peliguet para ejecutar la
obra de madera, aunque por Carmen Morte sabemos que en las labores de pintura
colaboró Diego de San Martín, quien en diciembre de 1549 percibía 1.000 sueldos
por su trabajo.
También del siglo XVI y de escultura era el retablo mayor de la iglesia de Nuestra
Señora de la Piedad de Azuara, a juzgar por la sucinta referencia de Ponz cuando
lo describe como “adornado de bajorrelieves” y “de buena arquitectura”, mientras que en 1537 los jurados de la localidad encargaban al pintor Martín García el
230 Comarca de Campo de Belchite
retablo de San Nicolás, a cambio de
1.000 sueldos jaqueses, pocos años
antes de que el antedicho Tomás Peliguet realizara el dedicado a la Asunción, éste contratado por 760 sueldos
jaqueses por los albaceas testamentarios de Valero Moneva y María Romanos, vecinos de la población. Tres
retablos quinientistas de los nueve
que, según se ha dicho, atesoraba esta
parroquia al mediar el siglo XIX.
Pocas noticias más tenemos acerca de
retablos renacentistas labrados para las
poblaciones vecinas. Tanto que apenas
existe constancia de que en 1534 estaba recién concluido un retablo de la
advocación de San Roque para la iglesia de Fuendetodos, realizado por el
pintor Juan Chamorro, y que del tercer
cuarto del siglo XVI había varios en la
parroquial de Moyuela, entre ellos el
de los Santos Fabián y Sebastián, el de
San Andrés, el de la Magdalena y el de
la Asunción, este último labrado por el
mazonero Francisco Tarín, que, al decir de Ponz, “conservan la regularidad
que el mayor”. Es decir, la regularidad
de una pieza rematada bastantes años
después, en 1642, aunque de porte clasicista por cuanto es calificada por el
propio Ponz como “de lo mejor que
se encuentra en todas estas tierras”.
Estudiado por Vicente González Hernández, consta que la obra de madera
fue encomendada al escultor Miguel
Pina, vecino del lugar, y que de las
pinturas se hizo cargo Pedro Urzanqui,
siendo costeado por don Pedro Apaolaza, natural de Moyuela y sucesivamente obispo de Barbastro, Albarracín
y Teruel, antes de alcanzar la dignidad
de arzobispo de Zaragoza.
Parroquia de Azuara. Parte central del retablo
mayor
Parroquia de Moyuela. Retablo mayor, destruido
en agosto de 1936 (Pinturas de Pedro Urzainqui;
mazonero: Miguel Pina, de Moyuela)
De las Artes 231
Belchite. Iglesia del Seminario Conciliar. Camarín
e imagen de Nª Sra. de los Desamparados, antes
de su destrucción
Pero, ya que hablamos del arzobispo
y por tratarse de una circunstancia
excepcional, es menester señalar que
este templo conserva parcialmente el
monumento funerario del que fuera
su principal benefactor, por cuanto
también mandó realizar a sus expensas
algunos otros retablos y el órgano,
éste ejecutado por el maestro organero
Martín Navarro Sesma en colaboración
con el escultor Antón Franco. Es un
sepulcro adosado a la pared, en el
lado del Evangelio, e integrado por
dos cuerpos, el primero ensamblado
por dos haces de tres columnas
corintias, que enmarcan el hueco que
acogía la estatua orante del prelado, y
el segundo, que aún guarda el blasón
familiar, articulado por columnas
salomónicas y culminado por un
frontón curvo y partido.
Mucho más abundantes eran los retablos barrocos, por lo común construidos a raíz
de la reforma asimismo barroca de la fábrica de las iglesias. Y, desde luego, peor
opinión tenía de ellos el tantas veces citado Ponz, a los que en ocasiones no duda
en calificar de maderajes “más propios para la lumbre que para el templo”.
Tal es la que le merece el retablo mayor de la ermita de nuestra Señora del Pueyo
de Belchite, una máquina lígnea que juzga “tan formidable que si se incendiase
podría reducir a cenizas la iglesia”, para, acto seguido, proclamar: “¡Cuánto mejor,
más seguro y aun menos dispendioso hubiera sido la materia de mármoles que
produce el territorio!”. Calificado por Abbad como uno de los más acusadamente
barrocos de Aragón, era, en efecto, una obra de madera, dorada y policromada,
que se ajustaba perfectamente al cascarón del ábside. Sobre un alto basamento, se
alzaban sus dos cuerpos y el remate, ensamblados mediante columnas salomónicas
y estípites, cubiertos con prolija decoración y presididos por la imagen de la titular,
una venerable talla gótica robada de su santuario en 1985 y reemplazada por una
copia del escultor gallego Antonio Fernández Dorrego. Por lo demás, sabemos que
el mueble fue contratado con Bernardo Ruiz, escultor vecino de Moyuela, que se
terminó en 1725, coincidiendo con las fechas de inauguración del nuevo templo,
Página siguiente:
Iglesia parroquial de Fuendetodos. El desaparecido Armario de las Reliquias, cuya decoración se
atribuye al joven Goya (Anverso: Aparición de la Virgen del Pilar a Santiago y los convertidos)
232 Comarca de Campo de Belchite
De las Artes 233
y que se doró en 1732. Pero no era sino uno de los varios retablos que completaban la imagen barroca de este santuario, entre ellos el dedicado a la Virgen del
Pilar, del último tercio del siglo XVIII y que también conocemos por antiguas
fotografías.
Hasta aquí lo que no representa sino unos cuantos ejemplos pertenecientes a las
dotaciones artísticas que albergaban estas iglesias, extraídos de la nómina mayor
de los conocidos, y que, junto con órganos y sillerías de coro, incluían tallas, lienzos, púlpitos, piezas de orfebrería e indumentaria litúrgica. Mas es tarea pendiente
de la investigación histórico-artística aragonesa el inventario y estudio sistemáticos
de tanta riqueza patrimonial perdida, especialmente en aquellos territorios en los
que ésta alcanza una enorme cuantía como el Campo de Belchite, apelando para
ello a las fuentes documentales y literarias que todavía puedan localizarse, amén
de a las gráficas para las piezas desaparecidas en el siglo pasado, y extendiéndolo
a todas las manifestaciones artísticas que, como la platería o la indumentaria litúrgica, también tuvieron importante desarrollo en la Edad Moderna.
Pero permítasenos finalizar estas páginas haciendo mención de la pieza más y
mejor conocida de cuantas atesoraba la comarca, la decoración del armario de
reliquias de la parroquial de Fuendetodos, obra de juventud de Francisco Goya
pintada para su localidad natal y asimismo desaparecida junto con los retablos y
demás mobiliario que albergaba el templo. Atribuida a Goya por Zapater, fue realizada hacia 1762-1763, durante su periodo de aprendizaje en el taller de José Luzán,
cuyo influjo compositivo, junto con el de Antonio González Velázquez, sumado al
lumínico de Francisco Bayeu ha advertido Arturo Ansón en la escena de la Aparición de la Virgen del Pilar a Santiago y los convertidos que ocupaba el anverso
de las puertas. En el interior reprodujo las efigies de la Virgen del Carmen y San
Francisco de Paula, de aspecto convencional a tono con su función devocional,
mientras que el armario lo enmarcó con la representación, pintada al temple sobre
el muro, de un aparatoso dosel con angelitos manteniendo abiertos los cortinajes.
Nada cabe decir del color, pero sí de la manera suelta y del tono abocetado de la
ejecución, asimismo tomado de Bayeu y que constituirá una de las constantes de
la pintura goyesca.
Lápida en la ermita de San José de Azuara
234 Comarca de Campo de Belchite
Iglesia parroquial de Fuendetodos. Armario de las Reliquias (Francisco de Goya)
1.
2.
1.- Pintura mural. Ángeles tenentes
2.- General, con puertas abiertas y
relicarios
3.- Interior del batiente izquierdo
(Virgen del Carmen)
4.- Interior del batiente derecho
(San Francisco de Paula)
3.
4.
De las Artes 235
Patrimonio destruido (II)
Belchite: Santuario de Nuestra Señora del Pueyo
Altar mayor
Altar de la Venida de la Virgen del Pilar a
Zaragoza
Retablo de San Martín de Tours
Altar de Jesús cruificado
De las Artes 237
Patrimonio destruido (III)
Otros retablos
Parroquia de Letux. Altar mayor, destruido por
las columnas republicanas catalanas
Iglesia parroquial de Lécera. Altar de la capilla
de Santa Cenobia
Iglesia parroquial de Lécera. Altar mayor
desaparecido
Fuendetodos. Altar mayor
238 Comarca de Campo de Belchite
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