4. Los cambios de titularidad en el latifundio cordobés: la

Anuncio
vadas de no pesar sobre los parcelistas de I.N.C., estrictas limitaciones sobre la enajenación de tierras.
En resumen, pues, la enajenación de la gran propiedad
«multifundista» de los Duques de Medinaceli en la Alta Campiña de Córdoba, fruto en parte de su dispersión parcelaria,
de la existencia en la comarca de un nutrido grupo de pequeños propietarios, y de la decidida intervención estatal consolidando como propietarios a un numeroso colectivo de parcelistas ducales, ha dado lugar a un claro proceso de ampliación
y afianzamiento del colectivo de propietarios jornaleros y como lógico colorario a una movilidad del mercado de tierras que
contrasta claramente con el de otras comarcas campiñesás de
corte latifundista, mercado de tierras en el que, sin embargo,
apenas se detectan iniciativas claras de acumulación por parte
de los más potentes labradores.
4. Los cambios de titularidad en el latifundio
cordobés: la consolidación
de los grandes labradores
4.1. El interés y las peculiaridades
del caso cordobés
La Campiña y Ribera del extenso término de Córdoba ofrecen también sus peculiaridades en la variada casuística de la
evolución experimentada por la gran propiedad regional en el
último siglo. Los cortijos y dehesas cordobeses, en contraposición a lo ocurrido en tierras de la Alta Campiña y en alguna
medida también en la Vega de Marchena, presentan de entrada y con muy pocas excepciones una estabilidad territorial
en todo el periodo.
Ello no supone, sin embargo, que el grupo de terratenientes de mediados del siglo XIX se haya mantenido indemne; al
192
contrario, desde entonces hasta hoy se ha producido un claro
proceso de sustitución de titulares que ha consolidado definitivamente a la cabeza de la oligarquía municipal y provincial
a esa clase de grandes labradores y colonos que ya el Amillaramiento de 1860 dibujaba en vías de ascenso y afianzamiento.
Lo interesante, pues, del caso cordobés, extensible probablemente a otros grandes concejos bajocampiñeses como Carmona, Santaella o Utrera, es que ese proceso de enraizamiento de la «nueva clase» no se produce al margen o frente a la
estructura parcelaria y de explotaciones definidora del espacio
durante siglos, sino, por el contrario, a través de su mantenimiento y reafirmación.
El método seguido en este caso no ha sido, como en los de
Marchena o Montilla, el análisis dinámico de un único patrimonio, en parte porque no existía en el término de Córdoba
gran propiedad alguna equiparable a lo que en forma relativa
representaban las de las Casas de Osuna y Medinaceli en tierras marcheneras y montillanas; pero fundamentalmente porque dada la estabilidad de las fincas y los escasos procesos de
parcelación habidos (12) resultaba de más interés el estudio dinámico de un grupo de explotaciones de distintos propietarios
que la evolución de un reducido número de ellas, propiedad
de un mismo terrateniente.
Nuestra información y conclusiones se basan en una muestra
de 35 cortijos (13), cifra que puede considerarse aceptable si
se tiene en cuenta la relativa homogeneidad de la evolución
seguida por las distintas explotaciones, tanto en lo que respec-
(12) Conocíamos previamente el fenómeno a través de la documentación del Registro de la Propiedad Expropiable (1933) y del actual Catastro
de Rústica, fuentes que ponen de manifiesto la permanencia de los más importantes cortijos y dehesas sin apenas retoques superficiales.
(13) Desde el punto de vista documental, el análisis de la dinámica de
fincas de distintos propietarios resulta más complejo que el estudio de la propiedad de un mismo terrateniente, ya que, como es lógico, la inscripción
de cada predio es independiente de los restantes y la consulta de libros crece
ostensiblemente.
193
ta a cambios de titularidad y a características sociales de los
nuevos propietarios, como incluso a la propia cronología de
las compraventas.
4.2. El mercado de tierras y la coyuntura agraria.
La crisis finisecular
A comienzos del último tercio del siglo XIX, fecha en torno a la que tiene efecto casi siempre la primera inscripción registral de los cortijos de la muestra mencionada, la mayor parte de ellos, concretamente 28, eran detentados por propietarios nobles, unos pertenecientes a la alta nobleza, como el Duque de Medinaceli con tres fincas, y el grueso de ellos a la nobleza comarcal o local de notable implantación en el término
cordobés tal y como se vio en su momentó: así ocurría con los
Marqueses de Valdeflores; de Valparaiso, de Villanueva, de
los Castellones, etc. Los restantes siete cortijos eran propiedad
de burgueses no titulados, integrados casi todos en el grupo
de grandes propietarios-labradores que ya analizamos en el capítulo anterior (Bartolomé López, Rosa Lora, Rafael Beltrán,
Antonio Aguila, etc.). Esta distribución entre nobles y«plebeyos» respondía a grandés rasgos a la situación general que reflejaba el Amillaramiento de 1860.
^Cuáles han sido los rasgos fundamentales de la evolución
por estas grandes fincas en lo que a cambios de titularidad respecta durante los últimos cien años? Para responder a esta ^uestión nos detendremos brevemente en el estudio del número y
cronología de compraventas que han afectado a los predios,
así como en el análisis de los detentadores de la propiedad en
todo el proceso.
Un primer aspecto a destacar, que contrasta poderosamente
con lo que ocurre en las zonas relativamente minifundistas, es
la escasa movilidad por compraventa de los grandes cortijos
cordobeses en un periodo tan prolongado como el que consideramos. Como pone de relieve el gráfico número 47 bis, cin194
co explotaciones no han sido en ningún caso objeto de trasmisión por esa vía y otras 16, prácticamente el 50 por 100 de la
muestra, lo han sido en una sola ocasión. Sin duda alguna,
el gran tamaño de los predios y, consiguientemente, lo elevado de sus precios, la dificultad de iniciativas de parcelación dada
la amplitud del término cordobés y la gran lejanía de muchos
cortijos de los núcleos de residencia, así como la activa participación de los grandes labradores y colonos interesados por la
labranza y no por la especulación inmobiliaria son, entre otros,
factores que explican el mediocre dinamismo del mercado de
tierras en la Campiña de Córdoba.
A pesar, sin embargo, de que las ventas no han sido muy
numerosas (47 en total), su distribución en el tiempo permite
plantear algunas hipótesis sobre las causas que las impulsaron,
así como conocer con mayor profundidad el significado de los
cambios de titularidad de ellas derivados en el funcionamiento actual de la gran empresa agraria campiñesa.
El gráfico 47 bis y el cuadro 71 ponen de manifiesto como
la mayor frecuencia de compraventas se localiza en las dos últimas décadas del siglo XIX y en la que sigue inmediatamente
a la Guerra Civil; constatan igualmente como una parte destacada de estas ventas fueron otorgadas por la nobleza, es decir, por la oligarquía terrateniente de corte tradicional. Aunque, repetimos, el número de contratos estudiados no es muy
numeroso, nos parece poder estar en condiciones de plantear
algunas explicaciones en torno a su cronología y a los agentes
intervinientes.
Por una parte, la relativa abundancia de contratos en los
últimos veinte años del pasado siglo y el trasvase paralelo de
fincas de la nobleza tradicional al grupo de grandes colonos
que ello implicó, debe ponerse en relación, desde nuestro punto
de vista, tanto con la «crisis agraria» finisecular como con los
agobios económicos que afectan por entonces a linajes terratenientes tradicionales.
Carecemos para zonas latifundistas españolas de monogra6a
tan reveladora como la de Postel-Vinay sobre le Soissonnais
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Figura 47 bis
197
(14), capaz de valorar las consecuencias de la «depresión» sobre el funcionamiento de las grandes explotaciones. No faltan,
sin embargo, referencias de distinta procedencia (15) sobre la
realidad de la crisis en tierras campiñesas y en torno a sus consecuencias sobre la renta de la tierra y la oferta inmobiliaria,
sin que ello impida reconocer el carácter meramente coyuntural de la etapa y la recuperación de la renta desde comienzos
del presente siglo.
Como ha escrito Garrabou refiriéndose al conjunto nacional «parece bastante claro que a partir de la década de 1830-40,
a remolque de una recuperación de los precios de la mayoría
de los productos y de la liquidación definitiva de unas relaciones de producción feudales, la agricultura española va a iniciar una fase expansiva» (16). En Andalucía, concretamente,
ese proceso se ha constatato también, aunque con sus perio-
(14) G. ,Postel-Vinay, La renk fonciére dans [e capitalisme agricole. París, F.
Maspero, 1974. Ricardo Robledo, en su reciente obra La renta de la titrra
en Castilla La Vi ja y I.tón (1836-1913) (Madrid, Servicio de Estudios del Banco
de España, Estudios de H.a Económica, n.° 11, 1984) ]lega a reveladoras
conclusiones sobre la coyuntura depresiva en la región castellanoleonesa y
aporta, asimismo, datos sobre la evolución de la renta de algunos cortijos
de la Casa de Alba en El Carpio durante la crisis finisecular.
(15) Para la evolución de los precios en el mercado de Córdoba hemos
computado las series mensuales del trigo, la cebada, los garbanzos, el aceité
y el vino, que constan en el «Boletín Oficial de la Provincia» (Colección de
la Sección de Publicaciones Periódicas de la Biblioteca Nacional de Madrid)
durante el periodo 1858 (julio), 1875 (mayo) -se interrumpe entonces la
serie-, y 1884 (julio), 1890 (noviembre). Para las tres capitales andaluzas
ha resultado de utilidad el trabajo del Grupo de Estudios de Historia Rural,
Los precios de! trigoy la cebada en España, 1891-1907, Banco de España, Servicio de Estudios, Estudios de H.a Económica, n.° 1, 1980. Referencias explícitas de la crisis en la Campiña andaluza en La csisis agríco[a y pecuaria,
V II vols. , Madrid, 1887-89; La Rtforma Aranc^laria y los Tratados de Comercio,
IV vols., Madrid, 1880; Memoriasy Estados de los Registradores de la propiedad,
Audiencia de Sevilla, Madrid, 1889.
(16) R. Garrabou, «La crisi agrária espanyola de finals del segle x[x:
una etapa del desenvolupament del capitalisme.», en La trisi de socittat agraria, Recerques 5, Barcelona, Ariel, págs. 163-216 y 182-83.
198
dos de crisis, como el de 1862, propios de una agricultura de
corte tradicional (17). Esa dinámica expansiva venía a beneficiar obviamente a los propietarios de la tierra por vía del incremento continuo de la renta, pero también y de modo muy
especial a los grandes arrendatarios que, como en otras zonas
latifundistas estudiadas (18), jugaban con la ventaja de unos
contratos de cuantía fija para un periodo comprendido, por lo
general, entre tres y nueve años.
Desde comienzos de la década de los 80 se detecta un cambio de coyuntura apreciable, de la mano del incremento significativo de importaciones de trigo y derivados procedentes del
mercado ultramarino; ese incremento, justificado para el año
1882 en función de la mala cosecha, se mantiene, sin embargo, en los años siguientes, coincidiendo incluso con niveles de
producción interiores más que aceptables.
El resultado inmediato fue la caída de precios, que alcanzan en los últimos dieciocho años del siglo XIX y a lo largo del
primer decenio del siglo actual las cotas más bajas desde al menos 1856-57. Los informes y memorias citados en la nota 15
ponen de manifiesto la profundidad del problema y sus consecuencias sobre la renta y el precio del suelo (19). Por todo ello,
(17) A. M. Bernal, op. cit., especialmente págs. 239-299.
(18) G. Postel-Vinay, op. cit., págs. 138-143. No estamos, sin embargo,
en condiciones de llegar a conclusione.s como las que plantea aquel autor
en el sentido de que «la renta (la propiedad) fue incapaz de seguir el movimie.nto de los sobrebene5cios realizados en esta rama del capitalismo», o en
cuanto a que «el propietario rentista en esta etapa se hallaba -como escribía Marx- desbancado de su papel de organizador y"ma3tre" del proceso
de producción y de todo el proceso de la vida social, para no ser más que
un "alquilador" de tierras, un usure.ro agrario, y un simple perceptor de
rentas». En Andalucía, el papel de los propietarios e.ra todavía importante,
aunque a la vez no quedan dudas sobre la capacidad de acumulación de los
arrendatarios, que tan activamente habrían de participar años después en
la compra de tierras.
(19) Citamos sólo algunas afirmaciones elocuentes. El Administrador de
la Aduana principal de Sevilla señala «como han disminuido en alto grado
las rentas de las propiedades rústicas..., por la gran depreciación de los frutos debida a la inmensas importaciones que. de todos los productos se verifi-
199
y aunque a falta de una invest'ígación minuciosa sobre la evolución de la renta en el periodo depresivo, no debe considerarse fortuita la frecuencia de cambios de dominio por compraventa que afecta a numerosos cortijos cordobeses entre 1880
y 1900, más aún, si se considera que el precio medio unitario
de las transacciones analizadas para ese periodo es casi un 25
por 100 inferior a la de la media docena de casos estudiados
entre 1863 y 1879.
Pero junto con la crisis finisecular -y probablemente relacionada y agudizada por ella- existe otro elemento estructural que impulsa también el desmoronamiento total o parcial
de los grandes patrimonios nobiliarios tradicionales; me refiero a los agobios económicos -en algún que otro caso a la
quiebra- o a la simple necesidad de convertir en numerario
las testamentarías nobiliarias como consecuencia de los efectos disgregadores de la abolición del mayorazgo.
La situación de privilegio del primogénito o de algunos de
los herederos puede mantenerse relativamente durante lá primera generación postabolicionista; pero la situación se hace insostenible indefinidamente, y no es por azar, en nuestra opinión, que sea en los últimos lustros del siglo, trascurrridas aproximadamente dos generaciones desde la abolición, cuando muchas casas nobiliarias procedan a la venta total o parcial de sus
propiedades. En esa circunstancia se encuentran, a partir de
la muestra de 35 cortijos estudiados en la Campiña cordobecan». «EI valor de la propiedad se inclina a la baja después de un largo periodo de prosperidad.» (La Reforma Arancelaria, pág. 532). Sobre el de.scenso
del precio del suelo, la panorámica más global es la que recoge, la Memoria
de los Registradores de 1886; la Audiencia de Sevilla pone de manifiesto
como la mayor parte de los registradores de su territorio, «después de haber
examinado con ate.nción diferentes transmisiones los unos, y los otros por
el conocimientos propio del país, son de la opinión de que la tendencia e.s
a la baja» (Memoriasy Estados..., pág. 2). La Casa Pickman de Sevilla, fabricante de lozas y porcelanas, pero relacionada con el mundo agrario circundante, puntualiza: «Aunque apenas tenemos propiedad rural, conocemos lo
despreciada que está, porque continuamente nos hacen ofrecimientos de ventas» (La Reforma Arancelaria, t. I, pág. 98).
200
sa, los «títulos» de Valdeflores, Malpica, Cabriñana, Aguila,
Benamejí, Frías, Sancho-Miranda y Guadalcázar.
Puede concluirse, pues, que la fase crítica que atraviesan
la propiedad y la agricultura campiñesa en el periodo entre siglos marca un hito destacado en el proceso, detectado ya desde decenios atrás, hacia la consolidación de los grandes propietarios labradores al frente del latifundio regional.
En ese sentido hemos de estar de acuerdo con los planteamientos generales de Amin y de Vergopoulos, y en buena medida también con los de Postel, en cuanto a que la «sumisión
general de la agricultura (a los intereses generales del desarrollo capitalista) significan esencialmente la liquidación de la renta
de la tierra» (20). Ciertamente, la reacción.española ante la
crisis dista mucho de la de algunos paises europeos -Gran Bretaña, Países Bajos o Dinamarca- que prescindieron de la vía
de los aranceles y mantuvieron abiertos sus mercados a la producción ultramarina, con lo que ello supuso de drástico golpe
a la renta de suelo y de afianzamiento de la explotación directa, en muchas ocasiones por vía campesina (21).
En España, a pesar de que durante la década de los 80 se
había desarrollado una importante corriente que veía en las
reformas profundas la única vía de salida de la crisis, «a medida que el malestar se generalizaba y que la reducción de la renta
comenzaba a afectar a grandes propietarios, éstos toman la iniciativa e impulsan al partido ^onservador a convertirse en defensor a ultranza del proteccionismo» (21 bis). Ello no obsta
para que en ese interin numerosos propietarios rentistas, en
situaciones apuradas o simplemente interesados por nuevas formas de allegar ingresos, trasvasasen su propiedad a consolidados labradores o a una novísima clase terrateniente, con distintos intereses, que como el caso del cordobés pone de relie-
( 20) K. Vergopoulos y S. Amin, La cuestión campesina y ^! capital•mo, Barcelona, Libros de confrontación de Ed, Fontanella, 1980, pág. 25.
(21) R. Garrabou, op. cit., pág. 178-81.
(21 bis) R. Garrabou, op. cit., pág. 212.
201
ve, terminaría siendo también desplazada en un periodo más
o menos corto.
Aunque el establecimiento de elevados aranceles en la última etapa de la crisis vendría a colocar el precio del trigo español muy por encima del nivel mundial y a reforzar nuevamente el puesto de la renta de la tierra, era también un hecho palpable que la etapa depresiva finisecular acababa de provocar
cambios sustanciales en la composición de grupo oligárquico,
en detrimento de la propiedad tradicional y en beneficio de los
grandes labradores.
El Registro de la Propiedad Exfiropiable de la Segunda República
recoge, en buena medida, las mutaciones operadas en los decenios inmediatamente anteriores. Sin entrar aquí en detalles
sobre un trabajo que tenemos en elaboración (22), puede adelantarse ya que a la cabeza de la oligarquía terrateniente cordobesa figura, por primera vez, la auténtica burguesía agraria
de extracción mayoritariamente labradora; la nobleza mantiene
todavía destacado peso, si bien en su seno se han operado cambios sustanciales: los mayorazgos de rancio abolengo local o
comarcal, como los de Vega de Armijo, Guadalcázar, Cabriñana o Benamejí no aparecen ya en la relación de grandes propietarios; otros, como los de Torres Cabrera, Sancho-Miranda, Valdeflores o Valparaíso, aún apareciendo, lo hacen con
patrimonios rústicos sensiblemente inferiores a los de mediados del siglo XIX. Por el contrario, son fundamentalmente los
potentes linajes de la Alta Nobleza, concretamente los de Medinaceli, Alba e Infantado, junto con el Marquesado de la Motilla, los que precisamente en función de la amplitud de sus
propiedades y«estados» en el pasado, han logrado salvar varias generaciones manteniendo indemnes sus tierras en la Campiña cordobesa.
Y la oposición entre titulares burgueses y nobles se hace
palpable también en otros aspectos de la propiedad y de la ex(22) En colaboración con el Pf. López Ontiveros se está procediendo a
un análisis exhaustivo de la información del R.P.E., para la provincia de
C órdoba.
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plotación agrarias sobre los que el Registro brinda alguna información; así por ejemplo, es interesante destacar cómo de
entre las vías de adquisición que constan en el Registro en 1933,
las grandes propiedades no nobiliarias han seguido el camino
de la compra en casi un 40 por 100 de su extensión, frente a
un insignificante 1,8 por 100 de las tierras de nobles, que en
el 98,2 por 100 restante han llegado a manos de sus propietarios por herencia.
Igualmente, parecen existir diferencias sustanciales por lo
que a los regímenes de tenencia respecta, a pesar de que en
ese sentido la información registral cuenta con importantes limitaciones. En función de los motivos de expropiación que se
recogen en la Base 5. a de la Ley de Reforma Agraria, sólo en
torno a un 26 por 100 de las tierras de propietarios no nobles
de más de 100 has., se explotaban en arrendamiento, frente
a nada menos que un 90,4 por 100 en el caso de la propiedad
nobiliaria. La burguesía agraria, en buena medida, había procedido, pues, a incorporarse a la propiedad del suelo, pero sin
perder su condición de labradora.
En ese camino hacia el triunfo definitivo de los grandes labradores no cabe duda de que la actividad compradora desarrollada por los «colonos» de Fernán Núñez y más concretamente por los hermanos López Serrano constituye un ejemplo
paradigmático de sustitución definitiva de la oligarquía de siempre y del triunfo de la labranza directa. No en vano el Conde
de Torres Cabrera afirmaba ya a comienzos del presente siglo
que las tierras de Córdoba habían sido objeto de una triple invasión, la de los árabes, las de los ganaderos sorianos y la de
los labradores de Fernán Núñez (23).
(23) Conde de Torres Cabrera, «Estudio crítico del contlicto del hambre en Andaluciía en 1905», comunicación de la Real Sociedad Económica
de Amigos del País de Córdoba al IV Congreso Regional de la Federación BéticoExtremeña de la Unión Agraria Española, Jaén, 1905. Citado por Juan Martínez Alier en La estabi[idad del lat^ndúmo, Ed. Ruedo Ibérico, 1968, págs.
322-23.
204
En los cambios de titularidad por compraventa, otra etapa
especialmente dinámica, como se ha dicho, es la de los años
inmediatamente posteriores a la Guerra Civil; 13 son los cortijos en la muestra estudiada que terminaron por pasar a través de aquella vía a manos de labradores, unos procedentes
de la nobleza que aún mantenía sus raíces territoriales (cortijos de Alcaparro y Duernas de la Casa de Medinaceli; cortijo
de Peralta del Marqués de Valdeflores; cortijo El Alamo del
Marqués de Valparaíso, etc.), otros de la nobleza de más reciente implantación (cortijo de Villaverde la Alta de la Condesa de Vega del Pozo), y otros, finalmente, enajenados por algunos propietarios no nobles (cortijo Alamillo por la familia
Porras o cortijo Rinconada Alta por Prado y Porras). Parece
más que probable que esta dinamización del mercado de tierras guarda estrecha relación con las elevadas posibilidades de
beneficio que la coyuntura de posguerra abre a los grandes labradores campiñeses y muy especialmente a los que llevan ya
explotación de tierras de su propiedad; aunque no disponemos
de datos concretos referidos a explotaciones cordobesas, el reciente trabajo de Naredo sobre el significado del estraperlo es
una gran explotación sevillana (24) y las referencias verbales
obtenidas en la propia Córdoba permiten defender la tesis de
la inversión en tierras de parte de los sobrebeneficios derivados de la participación y especulación en redes de mercado paralelas.
En todo caso, y sea cuales fueren las causas de este movimiento de compraventas en los años de posguerra, lo cierto es
que el colectivo de grandes propietarios-empresarios termina
de consolidarse al frente de la agricultura local y comarcal: José López Laguna, por ejemplo, uno de los hijos de los hermanos López Serrano de Fernán Núñez, adquiere dos de los cortijos de la muestra (Villaverde la Alta y Alborroz de los Abades); su primo, J. López Crespo, otros dos (Peralta y El Ala(24) J. M. Naredo, <^La incidencia del estraperlo en la economía de las
grandes fincas del sur». Agricu[twa y Sociedad, 19, 1981, págs. 81-129.
205
mo; y distintos grandes labradores como Bernardo López Baena, L. López Cubero, los hermanos Laguna y E. Muñoz Guerrero, otros tantos.
La definitiva fusión de empresario y propietario bajo una
misma persona dejaba a la práctica mayoría de las grandes explotaciones cordobesas en condiciones favorables para encajar
el proceso de degradación relativa de rentas que habría de iniciarse inmediatamente. La viabilidad de las explotaciones, en
opinión de sus propios titulares, no pasa ahora como en etapas anteriores por la remuneración de los tres factores productivos -tierra (renta), capital (beneficio de explotación) y trabajo (remuneración salarial)- sino «sólo» por la de los dos últimos. La anulación en la práctica de la renta de la tierra es,
pues, un hecho consumado.
5. Grandes propiedades, grandes empresas
agrarias en la actualidad
5.1. Una aía de aproximación al tema:
las fuentes y su tratamiento espacial
Es evidente que la cantidad y riqueza de las fuentes para
el estudio de la gran propiedad agraria se han incrementado
en los últimos decenios, tanto las de finalidad esencialmente
fiscal (cédulas de propiedad del Catastro de la Riqueza Rústica y Censo y Explotaciones sujetas a cuota proporcional), como otras orientadas al conocimiento de las empresas rurales
(encuestas de los Censos Agrarios de 1962 y 1972, Declaraciones juradas de las Cámaras Agrarias, etc.). Esta situación, que
ha acrecentado el «banco de datos» que sobre la oligarquía rural dispone hoy la Administración, raramente ha beneficiado,
sin embargo, a los investigadores sociales, más aún en una región como la andaluza, «sancta sanctorum» del latifundio, y
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