14 COOPERACION LA CORREDOR DE DEL HAILE GEBRESELASSIE FONDO Haile Gebreselassie – universalmente aclamado como el más grande corredor de fondo de todos los tiempos – nació y se crió en una choza de barro de una sola habitación en la fértil provincia de Arsi en Etiopía central, en una familia de 11 personas. Como muchos millones de familias a través del mundo en desarrollo, no había servicios básicos en la casa. “No teníamos electricidad ni agua corriente,” recuerda. “De modo que debíamos ir al río más cercano, que quedaba a unos 3 kilómetros de distancia. Salíamos temprano por la mañana para poder llegar al agua cuando estaba más limpia. Esta era nuestra oportunidad de lavar la ropa, beber y recolectar agua para la casa. La excursión a menudo llevaba tres horas.” 1 Luego se aprestaba para ir, descalzo a la escuela, que empezaba a las 8 de la mañana. “La escuela quedaba a más de 10 kilómetros de casa, y teníamos que abrirnos camino a través de bosques, desfiladeros, caminos de barro y un río. Fue gracias a esta caminata que empecé a correr.” Su madre, “una mujer maravillosa” que insistió en que todos sus nueve hijos obtuvieran educación, murió de cáncer cuando Haile tenía siete años. Su padre tenía menos interés en que sus hijos fueran a la escuela, pues quería que trabajaran con él en los campos — y se opuso a la ambición de Haile de ser un corredor. “Siempre le dije a mi padre que quería ser un corredor, pero él quería que fuese agricultor”, dice. “Yo sentía que estaba perdiendo mi tiempo. Recién cuando me convertí en campeón mundial de los 10.000 metros en 1993 finalmente quedó convencido.” Durante los próximos ocho años Haile Gebreselassie permaneció invicto en esa distancia, igualando y rompiendo no menos de 15 récords mundiales, y ganando Medallas de Oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta y Sydney. También ha establecido récords mundiales para 5 mil y 1.500 metros. Todavía detenta el récord de 10 mil metros y ha sido campeón mundial cuatro veces para esa distancia. Ahora, como uno de los más grandes atletas mundiales de todos los tiempos, podría haber elegido vivir con todo lujo en cualquier parte. “Podría vivir una vida muy confortable en cualquier lugar del mundo,” dice. “Pero elegí quedarme en mi patria porque aquí puedo hacer una diferencia.” Del mismo modo, ha invertido todas sus ganancias en Etiopía. “Es muy difícil vivir entre tanta gente pobre,” explicó. “Siempre estaba pensando: ¿qué puedo hacer yo? ¿Cómo puedo contribuir algo a esta gente?” 2 “Desde el principio decidí que, en vez de dejar mi dinero en Europa debería invertirlo aquí. Todo el dinero que tengo, lo gasto en mi país. ¿Por qué no? Aquí es donde nací. Aquí es donde moriré. Estoy orgulloso de este país. Estoy orgulloso de este pueblo.” De manera que fundó un negocio, que ahora emplea a 250 personas. “Eso me hace feliz. La cosa más importante es crear empleos para esta gente.” También hace campaña para crear conciencia del flagelo del VIH/SIDA, que personas “muy allegadas a él” han contraído. Y se preocupa de los problemas de la pobreza y el hambre en su país. “La pobreza y el VIH/SIDA son la prioridad,” afirma. “El mundo exterior conoce a Etiopía simplemente como un país muy pobre,” agrega. “Pero todos estos problemas no son otorgados por gracia divina. Sólo pueden solucionarse mediante nuestros propios esfuerzos.” “Todas las naciones desarrolladas del mundo que nosotros tanto admiramos hoy en un momento u otro han pasado por los mismos tiempos duros que nuestro país está viviendo hoy día. Hemos visto ciertos cambios en nuestro país durante los últimos años, pero nos queda mucho camino por andar.” 3 P. ¿Cómo empezaste a correr? R. Me crié en el campo. Mi padre era agricultor. Empecé a correr de chico, cuando corría 10 kilómetros a la escuela y otros 10 para volver a casa todos los días. Pero 4 igual muchas veces llegaba tarde a clase y mi maestra me regañaba. Me inscribí en mi primera carrera a los 14 años. P. ¿Que comes? R. Me gusta comer. Para un atleta es importante comer bien. Yo como una mezcla de comida etíope y occidental. Por ejemplo, como injera, pero también como pasta, y un montón de fruta, por ejemplo mangos y bananas. Oh, y tomo mucho café — eso es una tradición etíope. P. ¿Que importancia tiene una buena dieta para los atletas, y para el resto de nosotros? R. Los alimentos nos dan energía, de modo que una buena dieta es importante. Pero antes, es importante trabajar duro y disfrutar de una buena comida después. P. ¿Que se puede hacer para mejorar la escasez de alimentos en Etiopia, y en Africa en general? R. Necesitamos mucha ayuda de otros países para mejorar la situación aquí, y nosotros mismos debemos tratar de mejorar las cosas. Poco a poco, las cosas van mejorando, pero mucha gente pobre todavía está sufriendo. Me preocupa mucho el destino de esta gente, y pienso en maneras en que yo puedo ayudarles y cómo nuestro país podría superar estos problemas. P. ¿Cuales son sus planes para el futuro? R. Todavía estoy tratando de ganar grandes carreras. Mi próximo gran objetivo son los Juegos Olímpicos, y quiero seguir corriendo muchos años más. Luego seguiré operando mi negocio en Etiopía y tratando de ayudar a más gente aquí. FOTOS: EMPICS Un pequeño proyecto Los daños al medio ambiente se hallan en la raíz de las notorias hambrunas de Etiopía. Sus tierras altas antes eran ricas y fértiles. Pero a partir de 1900, más del 90 por ciento de sus bosques han sido talados, a resultado de lo cual, mil millones de toneladas de tierra de superficie son erosionadas cada año, llevadas por el viento. Por ende, las cosechas disminuyen, las sequías son más devastadoras y el hambre azota con creciente frecuencia. Quince meses atrás, Fayo Hadji se convirtió en el símbolo de una devastadora hambruna que entonces amenazaba a su país, Etiopía. Pero al despertar la atención de los gobiernos, su situación ayudó a evitar la catástrofe y estimuló a crear una campaña internacional iniciada por un grupo de estudiantes secundarios. En noviembre de 2002, un periodista de la BBC encontró a Fayo, que entonces tenía ocho años, sentado en un bidón oxidado en la aldea de Dir Fakar, a 200 kilómetros al sur de Addis Abeba, dibujando formas en el polvo con una piedrita. El chico le contó que los animales de sus padres habían muerto y sus cultivos habían fallado en una sequía. No tenía nada que comer, y había perdido toda esperanza. “Sé que me voy a morir, lo mismo que mis hermanos y mis hermanas, porque todos tenemos tanta hambre”, dijo, como si fuera la cosa más natural. “Yo preferiría morir que seguir esperando comida. Prefiero morir.” Fayo no era más que uno I N J E R 15 entre muchos millones. El Gobierno de Etiopía calculó que 15 millones de personas se enfrentaban con el peligro de morirse de inanición. Con lágrimas en los ojos, el Primer Ministro, Meles Zenawi, advirtió de un desastre “demasiado espantoso de contemplar”. Pero las palabras de Fayo desencadenaron preocupación alrededor del mundo, y se lanzó la más grande operación de ayuda jamás organizada. A medio mundo de distancia, las palabras inspiraron a los alumnos de alemán del colegio secundario Seckman Senior High School en St. Louis, Missouri, en el corazón de la región de cereal de los Estados Unidos. La terrible situación de Fayo les inspiró a llevar a cabo una vigilia a la luz de velas para recaudar dinero y crear conocimiento, porque les alarmaba la falta de cobertura de la hambruna en los medios de comunicación. Los estudiantes se pusieron en contacto con el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (PMA), el cual les ayudó a conseguir publicidad. Inspirado por su iniciativa —y respondiendo a otras escuelas e individuos— el PMA inició la campaña de Alerta de hambre en Africa para movilizar tales preocupaciones en las bases. La Alerta fue lanzada el día de la vigilia del colegio Seckman. Alan Kirby, el profesor de alemán del colegio, dijo en la ocasión: “Nuestro pequeño proyecto se ha convertido en una campaña internacional para ayudar a millones de víctimas de los vastos problemas de hambre en Africa.” En total, la comunidad internacional envió unos 2 millones de toneladas de ayuda de alimentos a Etiopía, y fue posible evitar lo peor de la hambruna. Un año más tarde, el periodista retornó a Dir Fakar y encontró a Fayo y su familia vivos y en buena salud. “Jamás creí que le volvería a ver”, dijo el chico. “Gracias a Dios el mundo fue tan bondadoso y nos mandó alimentos. Esa es la razón por la cual mi familia y yo estamos vivos.” Fayo había tenido que abandonar la escuela durante la hambruna, pero desde entonces había reanudado sus estudios. Alzando la vista al cielo, dijo: “Después de terminar la escuela, me gustaría ser un piloto y volar grandes aviones.” A En Etiopía, cuando la gente se sienta a comer, la mesa está cubierta con lo que parece un mantel de pálido color verde-grisáceo — pero no es un mantel, sino el injera, un pan chato de masa fermentada hecho con teff, el grano que crece abundantemente en el clima caliente y seco de Etiopía. En este “mantel” se colocan montones de alimentos y estofados, y no hacen falta cubiertos: basta con cortar un trozo de injera y usarlo para servirse todo como si fuera con cucharas. Al final se puede comer el mantel – ¡manchas de sopa y todo! En cuanto a servilletas – se puede usar el injera para limpiarse la boca, y luego comerlo. Mezclar el teff molido con el agua 180 ml teff, molido fino y dejarlo reposar en un bol 530 ml agua cubierto con un repasador o paño sal aceite de girasol u otro aceite vegetal de cocina, a temperatura ambiente, hasta que burbujea y ha fermentado. Esto puede llevar hasta tres días. Agregar sal a gusto. Aceitar ligeramente una sartén (20 a 24 cm) y calentar moderadamente. Verter masa suficiente para cubrir el fondo de la sartén y repartir inmediatamente dando vueltas a la sartén en el aire. Cocinar brevemente, hasta que se formen agujeros en el injera y los costados se despeguen de la sartén. Sacar del fuego y dejar enfriar. Suficiente para 10 a 12 injeras FOTO: JENNY MATTHEWS