La Colegiata de Santa María de Gandía

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La Colegiata de Santa María de
Gandía
Su pasado y sus múltiples restauraciones.
Bertó Durá, María
3ºB Grado de Historia del Arte
DEPARTAMENT D’HISTÒRIA DE L’ART, UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
Introducción.
Los orígenes del templo, se hallan aún en proceso de documentación, pero algunos eruditos
entroncan sus orígenes con la cristiandad visigótica del siglo VIII. Aunque también se cree que
posteriormente, esta construcción, pudo ser transformada en una mezquita musulmana11, como
ocurrió con tantos otros templos durante el advenimiento del pueblo musulmán. Los diminutos
núcleos de población de la huerta de Bayrén comenzaron a ser ocupados por musulmanes, los
cuales rebautizaron los lugares: Alcodar, Beniopa, Benipeixcar, Benirredrà… La situación
política ocasionó que estas tierras quedasen en un primer momento vinculadas al Califato de
Córdoba, para más tarde en el año 1031 pasar a formar parte del reino taifa de Denia, durante el
reinado del rey Mochehid.
Hasta que en 1240, Jaime I tomó el Castillo de Bayrén y ocupó la comarca. Apenas existe
documentación sobre este período, el dato sobre el cual se tiene constancia es que desde 1245
ostentó la advocación titular de Santa María de la Asunción.
Pero cuando realmente esta obra comenzó a adquirir importancia fue a partir de finales del siglo
XIV, cuando Alfonso el Viejo, decidió erigir un gran templo. A partir de este momento el templo
sufrirá múltiples ampliaciones, reformas y demás, en algunas ocasiones ejecutadas con un gran
acierto y en otras desvirtuando la arquitectura del templo.
Ampliaciones, análisis del edificio y reformas.
A finales del siglo XIV, el Señor de Gandía D.Alfonso de Aragón ( Alfons “El Vell”), que más tarde
se convertiría en Duque Real (1399), decidió construir un gran templo , aunque nunca pudo ver
finalizado su deseo , pues murió en 1412.
Con todo y con ello, la construcción prosiguió ya en tiempos del duque Alfons “el Jove”, bajó la
dirección de Nicolau Esteve (el maestro de obras), durante los años que van de 1417 a 1421 se
llevó a cabo una importante remodelación. La cual respetó parte de la primitiva fábrica de la
iglesia, como la línea de imposta de la primera arcada o la torre campanario de base románica,
la cual se hallaba ubicada a la izquierda del ábside, una característica propia de los templos
románicos. Durante estos años, trabajaron en la construcción del templo artesanos de gran
renombre en la talla de piedra y de la madera, además de importantes pintores de la época ,
1
. PERLES MARTÍ, F. G., Historia gráfica de Gandía, Gráficas Colomer, Oliva, 1981, pp. 56; AGUILAR, I. y MUT,
F., «Iglesia Colegiata de Santa María de Gandía», Catálogo de monumentos y conjuntos de la Comunidad
Valenciana, Servicio de Patrimonio Arquitectónico, Consellería de Cultura, Generalitat Valenciana,
Valencia, 1983, pp. 438-444; COMPANY, J., La Colegiata de Gandía, folleto, Bancaixa, Valencia, 1992
como Antoni Peris o Bernat de Vilaur, pintor de varios retablos y de las cinco primeras claves.
Trabajaron escultores como Joan Franch o los Llobet (padre e hijos), estos últimos esculpieron
los apóstoles del frontispicio (que más tarde pasaron al presbiterio), los realizaron con piedra
procedente de Cotalba.
Según Mª Consuelo Cortell y Abelardo Herreo, autores de La Guía de La Seu, se puede incluso
precisar la procedencia de los materiales empleados:
“El yeso, por ejemplo, venía de Alfahuir y lo suministraba el moro Cat Cazim. Mahomet
Marquet traía la cal; los ladrillos llegaban desde Villalonga, de los tejares de Maçot Hubregar
y de Mahomat Xalat.
La piedra procedía de lugares diversos: la de Jávea la traían por mar Jaume Romeu, Johan
Pons y Anthoni Trilles, barqueros de Denia: pero llegaba también piedra procedente de
Cotalba y de la Vall de Gallinera y de Barcheta y de caneras próximas a Gandía 2 […]”
Poco a poco, la transfiguración fue avanzando, hasta que el templo se convirtió en una
construcción de estilo gótico, el estilo imperante durante esa época. Siguiendo el modelo de
otros templos de la época, como la Iglesia de la Real, en Perpiñán, se fueron levantando las
arcadas, las cuales conformaron una sola nave. Desde los laterales, y aprovechando los
contrafuertes, fueron surgiendo pequeñas capillas de arcos ojivales, con advocaciones muy
diversas: Sant Miquel, Sant Martí, el Sant Sepulcre… La iluminación de estas capillas llegaba a
través de unos pequeños óculos.
Se construyó una hermosa puerta gótica flamígera3 que daba al mercado de la ciudad, se cree
que fue Joan Franch quien dirigió las obras. Desde el suelo ascendían una serie de columnas de
finos nervios hasta el arranque del arco, allí, las archivoltas iniciaban un juego de
contraposiciones: la primera presentaba molduras lisas al igual que la tercera, la segunda se
componía de dos hileras de esculturas (ángeles, apóstoles…) orientadas hacia el vértice. Y la
cuarta estaba constituida de figurillas retorcidas4 y animales fantásticos. En conjunto, formaban
un arco bien proporcionado, el cual se hallaba delimitado en sus laterales por dos pináculos
simétricos, adosados al muro.
En cuanto al gablete que presidía la entrada, en el centro del mismo se hallaba representada la
imagen de Santa María de la Asunción, la cual se mostraba sentada sobre el diablo
antropomorfo. El resto del gablete estaba recubierto de decoración vegetal, concretamente de
cardinas. El pueblo llamaba a esta hermosa puerta, “Porta del Mercat”, y creían que las cardinas
eran flores de jazmín.
. CORTELL, Mª Consuelo/ HERRERO, Abelardo, Guia de la Seu, […], Gandía, 1999, pp. 15.
. TORREÑO, Mariano, Arquitectura gótica, Valencia, Caren editors, 2010, pp. 55.
4 . CORTELL, Mª Consuelo/ HERRERO, Abelardo, pp.20.
2
3
Según una vieja historia popular, probablemente más leyenda que historia real, un día una de
estas cardinas se desprendió, con tan mala suerte que cayó sobre una muchacha que acudía a
los oficios, ocasionándole la muerte. La ironía popular la bautizó como “La Delicà”, y de su
historia se sustrajo una especie de dicho popular. Así pues cuando alguien se hace daño y se
queja sobremanera se le dice que se parece a “La Delicà de Gandía”, la que murió por el golpe
de una flor de jazmín.
En cuanto a la construcción de la iglesia, el proyecto se interrumpió, a causa de la muerte de
Alfons El Jove, y no se reinició hasta el siglo XV, gracias a Dña. María Enríquez de Luna.
Se trataba de una joven duquesa, que había tomado las riendas del gobierno en Gandía. Dña.
María Enríquez de Luna, era prima del Rey Católico y a sus veintiocho años era ya dos veces
viuda. Se casó por primera vez con Pedro Luis de Borja (I Duque de Gandía), este murió poco
tiempo después, fue entonces cuando la duquesa volvió a casarse, esta vez con el hermano de
su difunto esposo, Juan de Borja (II Duque de Gandía). Fruto de este matrimonio nació Juan de
Borja y Enríquez (III Duque de Gandía), este contaba con tres años, cuando su padre murió
trágicamente en Roma, en 1497.
Fue entonces, cuando Dña. María de Enríquez, nombrada tutora oficial de su hijo, tuvo que
afrontar la delicada situación familiar. Por consiguiente, vendió el Ducado de Sesa (Italia) y con
los 82.000 ducados que obtuvo de su venta, comenzó a sufragar una serie de obras
principalmente en edificios religiosos. Y entre estos edificios se halló la actual Colegiata. El 26 de
octubre de 1499, Dña. María Enríquez consiguió que el Papa Alejandro VI (D. Rodrigo de Borja)
le otorgara una bula pontificia gracias a la cual la iglesia pasó a tener la categoría de Colegiata.
Debido al nuevo rango adquirido, la iglesia precisaba de unas instalaciones de mayor distinción,
por lo que en el año 1500 se retomaron las obras de ampliación.
Durante esta época, una nueva fórmula artística llamada Renacimiento competía con la gótica.
En Gandía había ya algunos artífices renacentistas, entre ellos Paolo da San Leocadio.
Por fortuna, los constructores prefirieron salvar la unidad arquitectónica y respetaron la
naturaleza gótica de la construcción. No introdujeron demasiados cambios que afectasen al
conjunto, tan sólo algunos matices, como por ejemplo, los nervios helicoidales presentes tanto
en la nave, como en las capillas laterales. Estos nervios trataban de imitar las columnas de la
Lonja de Valencia.
Se duplicó la longitud de la nave única hasta los 57 metros, y se abrió una segunda puerta, que
Damían Forment se encargó de decorar con depurada imaginería: La Puerta de los Apóstoles.5
La imagen del Creador presidía la escena desde el tímpano, éste aparecía flanqueado por los
arcángeles Miguel y Gabriel. En el parteluz, hallábamos la figura de la Virgen, coronada; y en las
hornacinas laterales aparecían las figuras de Pedro y Pablo, los Santos Apóstoles. Entre el
. FALOMIR FAUS, Miguel, Arte en Valencia, 1477-1522. Generalitat Valenciana, Consell Valencià de Cultura,
Valencia, 1996, pp.28.
5
tímpano y el parteluz se hallaba el dintel, en el cual estaban representados los blasones de la
familia Borja. El conjunto fusionaba dos estilos artísticos, pues la estructura era básicamente
gótica, mientras que la escultura era más bien renacentista (figuras y blasones).
En cuanto a la estructura exterior, cabe destacar que la Colegiata circunscribe un espacio
privilegiado y estratégico, aunque su apariencia resulta un tanto ahogada al hallarse en medio de
la arquitectura urbana de Gandía.
El muro sur destaca por su pureza formal, limpia y libre de elementos añadidos, a la altura del
primer cuerpo se yerguen nueve robustos contrafuertes o botareles. Cabes destacar las
gárgolas, como elementos decorativos del cuerpo antiguo, se observa un claro contraste entre
las gárgolas antiguas y las más recientes: representan un perro, un león y una pantera. También
encontramos la figura de una quimera y la de una especie de perro-pájaro, con un ala rota, son
las acroteras. Se cree que tanto las gárgolas como las acroteras, provenían del taller de Pere
Comte.
El 7 de febrero de 1500 la duquesa María Enríquez manda traer los restos de los primeros
duques (sus dos esposos) para que sean enterrados en la Colegiata, estos se encontraban en la
Iglesia de Santa María del Popolo de Roma. Estas lápidas se colocan en la fachada imafronte,
junto a la Puerta de los Apóstoles, también con el fin de conmemorar el inicio de las obras de
1500, a día de hoy las inscripciones siguen siendo legibles.
El muro norte no se encontraba tan despejado como el sur, pues con el transcurso de los años
se le fueron adosando varias dependencias, como la Sacristía o el Aula Capitular.
Durante los últimos años del siglo XVI, se produjeron movimientos sísmicos de gran intensidad,
que ocasionaron daños irreparables en la estructura del templo, lo que ocasionó que entre los
años 1598 y 1599, la iglesia sufriera una serie de derrumbes. Pues el campanario se vino abajo,
por lo que hubo de ser reedificado, el ábside también se resintió gravemente. Durante los meses
de agosto y septiembre de 1724, hubo nuevos terremotos, que obligaron a realizar continuas
remodelaciones.
El año 1784 significó un capítulo importante en la historia del edificio, pues se emprendió una
importante reforma de la Capilla Mayor, modificándose la configuración del ábside con arreglo al
estilo entonces imperante, el Neoclásico. Acabada ésta remodelación, se intentó reformar todo el
interior de la iglesia, siguiendo las normas del estilo neoclásico, esta remodelación se llevaría a
cabo bajo la dirección de Onofre Trotonda. Se inició en 1789, con el intento de supresión del
gran arco que separaba el presbiterio y la nave, no obstante toparon con una dificultad, pues
Fray Onofre había presupuestado que tirar el arco toral iba a costar unas 2.000 libras, cantidad
que no disponían. Un año después, seguían sin disponer del dinero, solo tenían unas 1.500
libras procedentes de limosnas concedidas por los vecinos. La reconversión al estilo neoclásico
se estaba llevando a cabo en muchos otros templos similares a la Colegiata, no obstante esta
reconversión nunca llegó a llevarse a cabo en la misma, se desconoce el porqué.
En 1836, como consecuencia de la Desamortización de Mendizábal, fue confiscado el patrimonio
colegial. Debido al Concordato de 1851 la iglesia quedó “en suspenso” como Colegiata, siguió
funcionando como parroquia. No fue hasta el 6 de junio de 1911, que se dictó por parte del
entonces Ministerio de Gracia y Justicia una Real Orden disponiendo su reinstauración como
Colegiata.
Y como Colegiata llegó a los tiempos de la Segunda República y a los difíciles días de la Guerra
Civil. El 6 de junio de 1931 fue declarada Monumento Nacional, junto con otros edificios como el
Palau de la Generalitat o el castillo de Sagunto. Años después tuvo lugar el episodio más negro
en la historia de la Colegiata de Gandía, pues tras los acontecimientos de la guerra civil, debido
a la intransigencia y la ignorancia, la iglesia fue quemada el 2 de agosto de 1936. Una explosión
provocada destruyó completamente el ábside, en su lugar levantaron otro como obra de
urgencia, el cual acabó suscitando las críticas del pueblo, pues resultaba de mal gusto. El ábside
actual, fue reconstruido por los arquitectos Valls Gadea y Pablo Soler Lluch, entre 1942-1945.
Este presenta una estructura pentagonal y probablemente esté inspirado en los ábsides góticos
de finales del siglo XIV. Además, durante este fatídico día no solo se destruyó el ábside, sino que
también se redujeron a pavesas los altares e imágenes, además se expoliaron las grandes
riquezas artísticas que el templo atesoraba. Estas riquezas artísticas no eran pocas, entre ellas
se hallaban, cruces procesionales de plata con esmaltes (XV), varios cálices, dos tablas de
Paolo de San Leocadio (debido a la desamortización de Mendizábal solo quedaron dos tablas
procedentes el antiguo retablo), varios relicarios, entre los cuales cabe destacar uno de ellos ,
era de plata dorada y presentaba forma de ostensorio. Era una obra maestra del arte lombardo
(finales del siglo XV), regalo del Papa Alejandro VI. Muy valiosas eran también las tablas de los
santos médicos Cosme y Damián, fechadas en 1515, obra de Francisco Osona.
Poco queda de todo aquel tesoro, como también queda poco de la expresión escultórica y
pictórica primitivas: solo nos han llegado siete de las esculturas cinceladas por Llobet para el
antiguo frontispicio: el apóstol San Pablo y los evangelistas San Lucas, San Mateo y San Juan
(actualmente se hallan en el Museu d’art de Catalunya, en Barcelona), y los apóstoles San
Bartolomé, San Pedro y Santiago el Mayor ( hoy en el Kunstindustrimuseum, de Copenhague).
Asimismo también se conservan la tabla central del retablo que Antoni Peris realizó para el altar
de la Trinidad, actualmente se encuentra en el Museo de Vich, y la clave de la quinta arcada ,
que pintó el gandiense Bernat de Vilaur, con el tema de la resurrección.
Restablecidas las relaciones entre la Iglesia y el Estado, tras la contienda bélica de los años
1936 a 1939, se abrieron de nuevo las puertas del templo al culto y, con arreglo al nuevo
Concordato (1953) quedó acogida al régimen jurídico del derecho común ( Patronato- Prelado).
Promovido por el colectivo Amics de la Seu, durante el verano de 1999 se llevó a cabo un
importante proyecto de restauración, con cargo a la Dirección General del Patrimonio de
la Generalitat Valenciana, y que, comenzando por la cubierta -en estado muy deficiente-, se
extendió al muro norte y a la zona cercana a la torre-campanario. Gracias a las subvenciones
aportadas por particulares y por el Ayuntamiento de Gandía, se llevó a cabo la restauración de
las capillas laterales. También se restauró la fachada y la Puerta de los Apóstoles, con fondos de
la Excma. Diputación de Valencia. No obstante, también intervinieron en esta acción
restauradora algunas entidades privadas, como la Obra Social de Bancaja o +Visión, que
orientaron su colaboración hacia la recuperación de algunas capillas particulares.
No fue hasta el 1 de enero de 2010 que se reabrieron las puertas de la Seu, y se ofició la primera
misa, dándose por finalizada la tercera fase de las obras de restauración del templo. El
presupuesto de esta tercera fase fue de 982.000 euros, financiados por la Conselleria de
Infraestructuras. El arquitecto encargado de dirigir las obras fue Alberto Peñín (condecorado con
el Escudo de Oro municipal).
El proyecto restaurador, fue llevado a cabo por la empresa Comsa, abordó la restauración de las
cubiertas en los nueve tramos de la iglesia gótica, construida entre los siglos XIV y XVI. A esta
fase le precedieron las obras en tejado, contrafuertes, gárgolas, canalones y bajantes.
Se trataron áreas muy deterioradas por la humedad, la suciedad y los humos acumulados
durante siglos, y sobre todo los sillares, dovelas y tallas, afectados por el incendio de 1936, que
perjudicó sobre todo al área del órgano y coro, calcinando la pieza caliza.
Los perfiles perdidos se rellenaron con mortero. Además, la limpieza dejó al descubierto una
serie de altorrelieves en capiteles e impostas de gran belleza, de los que se piensa que dos
pertenecen a Joan de Borja, el III Duque. Cabe añadir , que se puso en valor la única clave de
bóveda que quedaba, labrada en piedra, y se reprodujeron dos más de madera que rememoran
las originales.
Actualmente la Colegiata de Gandía se halla abierta al público, presentando un aspecto
rejuvenecido y realizándose los oficios con regularidad.
Bibliografía:
-
ALONSO I LÓPEZ, Jesús Eduard, Història de Gandia, Riublanc, Valencia, 2011.
TORREÑO, Mariano, Arquitectura gótica, Carena editors, Valencia, 2010.
ZARAGOZÁ CATALÁN, Arturo, Arquitectura gótica valenciana, siglos XVI-XV,
Generalitat Valenciana , Conselleria de Cultura, Educación y Deporte. Valencia, 2000.
CORTELL, MªConsuelo/ HERRERO, Abelardo, Guia de la Seu, sufragado por el
Ayuntamiento de Gandía y Amics de la Seu, Gandía, 1999.
ESCRIVÀ CALATAYUD, Andrés, Instituciones de Gandía, II: La Insigne Colegiata de
Gandía, Gandía, 1990.
COMPANY CLIMENT, Ximo/ PITARCH, Antoni José, La Col.legiata de Gandia:
Sociologia d’un espai, Ullal.
PERLES MARTÍ, Felipe G., Historia Gráfica de Gandía, Edic. de F.A.I.C., Gandía, 1981.
CLIMENT, Joan, La “Delicà” de Gandia, Colomar Editors, Col.lecció Tirant, 1991.
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