La desaparición del cuadro como ventana del mundo

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La desaparición
del cuadro como
ventana del
mundo
Natalia González Zaragoza
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INTRODUCCIÓN
Las nuevas tendencias artísticas han transgredido todas las reglas artísticas
convencionales incluyendo a la modificación de sus formatos y soportes.
La desaparición del motivo de representación a partir de la abstracción, el
suprematismo, y el arte conceptual han situado al arte en otros territorios en los
que ya no interesa mostrar al espectador un mundo de sensaciones,
impresiones, y en definitiva, un mundo plástico interesado en la belleza y la
estética.
A lo largo del artículo se revisan las tendencias que han llevado al artista a
prescindir de los recursos fundamentales que definen a la Sintaxis Visual, como
el color, el volumen, el claroscuro, el peso visual o el movimiento.
LA DESAPARICIÓN DEL CUADRO COMO VENTANA DEL MUNDO
Parece normal que situemos a la pintura (como materia artística) sobre un
lienzo o una tabla de madera reconociendo a este tipo de arte como pintura de
caballete. Pero el término de cuadro como espacio que encierra y delimita a
elementos de la sintaxis visual como color, luz, volumen, líneas…, no existía
antes del s.XIV. Hasta ese siglo, con algunas excepciones como los iconos
bizantinos, la pintura se realizaba sobre los muros del templo o sobre los
manuscritos en forma de miniatura para ilustrarlos. De este modo la pintura
estaba ligada al espacio que le reservaba la arquitectura, al igual que la
escultura, o al hueco de una página de un libro. La pintura reforzaba a la
monumentalidad de la arquitectura, daba color y riqueza, o iluminaba los
escritos religiosos a través de la estricta iconografía religiosa de los
medievales.
Es entre el s.XIV y el s.XVI donde la pintura alcanza cierta soberanía. Aparecen
las primeras colecciones privadas lo que permitió a la pintura dominar en su
espacio diseñado como ventana a donde asomarse, normalmente cuadrado o
rectangular. A partir de este momento surge también su comercialización y su
difusión como producto estético por derecho propio.
Aunque si analizamos la reflexión anterior, vemos que la pintura aunque se
independiza del espacio arquitectónico, sigue sin ser autosuficiente del todo.
Sigue ligada a otros conceptos, no ya físicos, pero si intelectuales y serviciales
como son la historia, la religión, la mitología… definiéndose todavía como un
arte literario donde el pintor no se siente del todo libre para abordar sus temas.
Durante el renacimiento la pintura es un conjunto de retazos del mundo visible
que ha accedido a obtener su primera autonomía: representarse en un cuadro;
un cuadro como ventana del mundo, como declaro el arquitecto renacentista
Alberti. En ese momento se elaboran los primeros tratados de pintura
realizados por artistas como Brunelleschi o Leonardo que abordan aspectos
como la representación de la luz atmosférica, la perspectiva, propiedades
ópticas… que supusieron un avance a la hora de mostrar el mundo de las
apariencias.
La pintura empezó a abrirse camino con nuevas perspectivas en su nuevo
espacio de cuadro, para conocer expresiones variadas, llevadas a cabo, con
los elementos de su sintaxis visual, casi siempre tratando de representar la
realidad o insinuarla, manipularla, esbozarla, triturarla,…pero siempre
mostrando una huella o rastro de ésta. Con Francisco de Goya fue cuando se
independizó de la pintura a las órdenes de las instituciones, sobre todo con sus
pinturas negras. En sus grabados no se muestran imágenes de ningún tema
conocido, sea bíblico, histórico o de género. Muchas de ellas son visiones
fantásticas de brujas y de apariencias monstruosas. El cuadro de “Perro
hundido en la arena” se acerca tanto al expresionismo, como al informalismo e
incluso al materialismo más actual. En este cuadro el espacio que acota el
marco ya no es un espacio que refuerza la ilusión de la tercera dimensión, es
uno de los primeros ejemplos pictóricos en los que se vuelve a replantear la
estética de una obra de arte. A partir de aquí se suceden todo tipo de estilos
que analizan a la realidad, favoreciendo algunos más al color que a la línea,
otros más interesados en mostrar un punto de vista multifocal, otros que
descomponen la pintura y la volatizan en miles de puntos vibrantes… hasta que
llegamos a la síntesis de la obra de arte del s. XX, con dos artistas que pueden
resumir la conexión de la pintura con el pasado y con la actualidad: Picasso y
Marcel Duchamp. Duchamp quiso abolir a la historia del arte con sus
reflexiones acerca de la estética y finalidad de la pintura como puro arte
retiniano, por lo que el arte de la pintura en la actualidad era un acto obsoleto
que no aportaba nada relevante, sino que su representación era una continua
revisión de la estética y mística de los elementos de su sintaxis. Duchamp no
necesita cuadro alguno para representar sus obras. Este modo ahorrativo se
basa en el uso de un lenguaje más intelectual que muestra a través de un arte
llamado conceptual. Picasso destaca, frente a la escasa obra artística de
Duchamp, con un gran número de cuadros y esculturas, mientras Duchamp su
obra es conocida por la negación misma de la obra de arte. En lugar de
mostrar obras pictóricas sobre lienzos realizó numerosos escritos sobre
teorías de arte y sobre sus obras más relevantes y enigmáticas como la del
cristal.
La revolución estética de las vanguardias transformó en general la naturaleza
interior de los cuadros. Surge así un rechazo al orden artístico de la
representación, junto a la negación de relacionar a la belleza y lo sublime con
el arte. Las nuevas obras de arte no deben ser admiradas por su belleza, sólo
deben ser comprendidas por su idea.
Los primeros pintores que trataron de abolir el pasado romántico de la pintura,
como un acto lleno de subjetividad, fueron los fundadores de la abstracción
pictórica, los cuales ya no se basaban en el cubismo, ni en artistas como
Kandinsky o Paul Klee, precursores místicos de representar un arte alejado de
la mímesis. Los nuevos abstractos liderados por Theo Van Doesburg, los
constructivistas y la Bauhaus anularon parte de la expresividad de la pintura y
sus elementos, eliminando conceptos como la profundidad, el volumen, la
pincelada, la textura, la gama cromática, la armonía… para mostrarse más
cercanos a un entorno más industrial y tecnológico. Lo ideal para estos artistas
hubiera sido crear un cuadro realizado por una máquina, que negará el trazo
humano.
Los últimos escenarios pictóricos son los actuales performances e
instalaciones, que aparecen ante el espectador como elementos de un
escenario en un espacio museístico. Marcel Duchamp, los dadaístas y los
artistas conceptuales que surgieron tras ellos como los minimalistas abonaron
un terreno lleno de teorías que negaban los principios mismos del arte, su
función artística y sus posibilidades de brindar belleza y sugestión al público.
En la actualidad, el arte muestra cada vez más a una serie de tendencias en
las que no hay rastro de pintura alguna, ni tampoco de cuadro o de marco,
podemos decir que el arte ha conseguido formar parte del espacio humano
transitable. Los nuevos performance inspirados a partir de obras como las de
Marcel Duchamp, son las nuevas imágenes artísticas que aparecen
normalmente en una exposición contemporánea. La decadencia del cuadro
como antiguo soporte de la obra de arte, dio paso a todo tipo de nuevos
movimientos transgresores que prescindieron de su espacio acotado limitado
por el marco. Estas nuevas tendencias, que muchas veces repetían las viejas
categorías estéticas, como el dadaísmo o ready-make, fueron las que
permitieron que el arte en general se pusiera de moda: se abrieron nuevos
museos y galerías, se multiplicaron las ferias de arte y las obras artísticas
nuevas empezaron a cotizarse a precios desorbitados. El objetivo de estos
nuevos artistas fue romper con la tradición pictórica, como ya habían hecho las
primeras vanguardias. Ahora lo hacían apropiándose de los objetos reales y
organizando escenarios con ellos en los que podían además interactuar los
propios espectadores. Esto supuso romper con los límites de la creación
plástica, aunque también se consideró como una ruptura con el proceso de
creación en el estudio. Pero, quizás ante este panorama de continuos
devaneos con las últimas vanguardias, en los que ser original es relativamente
complicado, puede ser que los nuevos soportes electrónicos e informáticos
permitan volver a situar a la pintura pendiendo de una pared, y le devuelvan la
luz pérdida que tanto fascinó a los primeros artistas.
Bibliografía:
El diccionario de las artes. Félix de Azúa. Editorial Planeta.
¿El arte a la deriva? Marie-Claire Uberquoi. Editorial De bolsillo.
La linterna mágica. Vanguardia, media y cultura tardomoderna. Eduardo
Subirats. Ediciones Siruela.
Historia del arte. Ernst. H. Gombrich. Editorial Alianza.
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