Los arboles no dejan ver el bosque

Anuncio
LOS ÁRBOLES NO DEJAN VER EL BOSQUE
Ernesto Guhl Nannetti
Director Instituto Quinaxi
Lecturas Dominicales de El Tiempo
Agosto 2006
Desde el inicio del gobierno se han presentado críticas y enfrentamientos respecto al
debilitamiento y la pérdida de prioridad política de los temas ambientales y a la conveniencia
de los cambios realizados a su institucionalidad.
Estas discrepancias se originan en dos visiones opuestas sobre el medio ambiente y los
recursos naturales. La que pudiéramos llamar tradicional en Colombia, que los considera un
patrimonio colectivo al cual todos tenemos derecho, tanto hoy como mañana, para mejorar
la calidad de vida y la sostenibilidad y la del gobierno, que es más "pragmática", utilitaria y de
corto plazo, que los ve como un campo de negocio.
La controversia más intensa se ha dado alrededor de la Ley Forestal aprobada recientemente
por el congreso. Ambientalistas y conocedores del bosque plantearon argumentos de peso
mostrando los graves defectos del proyecto, posición que fue respaldada por importantes
medios de comunicación y amplios sectores de la opinión pública. Por su parte los ministros
a cargo del tema, Agricultura y Medio Ambiente, con más arrogancia que racionalidad,
tuvieron oídos sordos a este clamor y pretendieron satisfacerlo incluyendo conceptos
generales y sin desarrollo, relativos a la conservación y a la sostenibilidad, con la idea de
disfrazar el objetivo central de la ley, que es estimular la explotación maderera del bosque
natural. El congreso por su parte, acogió durante el trámite algunas observaciones de bulto,
que no modificaron la esencia del proyecto y lo aprobó, casi sin estudio, a pesar de las
juiciosas objeciones de algunos parlamentarios que, como se dice, "tenían la razón, pero no
los votos".
La fuente principal de las diferencias radica en la concepción del bosque que implican las
visiones citadas. Mientras los ambientalistas lo vemos como un espacio que debe conservarse
y protegerse por ser complejo y vital, con alto valor social y simbólico, que aloja la
biodiversidad, con formas culturales integradas al ambiente y generador de servicios
ambientales que son base de la calidad de vida y el desarrollo sostenible de la nación, la
visión del gobierno responde a un marco simplista basado en la ecuación bosque igual
madera, que permite, como ha ocurrido en muchas partes del país, arrasar sus demás
atributos y los servicios irremplazables que brinda.
Cambiar los valores y servicios culturales y ecológicos del bosque natural por una mejora
temporal en el PIB, originada en su explotación maderera, produciría un empobrecimiento
ambiental y social irreversible, que anularía la posibilidad de aprovechar la biodiversidad, en
conjunto con el conocimiento, para generar modelos de desarrollo sostenible como lo
manda la constitución. En otras palabras, se estaría aplicando el modelo extractivista,
anticuado y destructor, que usamos en el siglo 19 hasta mediados del 20, en lugar de uno
sostenible y con inclusión social, que mire al siglo 21. Incluso, el viejo modelo ha servido
más como un medio de apropiación del territorio basado en la violencia y que estimula la
pobreza y la marginalidad, que para aprovechar la madera.
El país cuenta aún para su fortuna, con una importante extensión de bosques naturales que
cubre 55 millones de has, cuyo significado y valor planetario van creciendo con el tiempo y
que la legislación ha buscado proteger. En ella se incluyen importantes áreas de bosques en
territorios indígenas y de las negritudes que, como lo quiso la Constitución del 91, les
pertenecen. El área de parques nacionales, que son el banco de recursos genéticos de la
nación, abarca cerca de 10 millones de has.
Al supeditar las consideraciones ambientales a las relativas al aprovechamiento forestal del
bosque natural, la Ley Forestal facilita su explotación comercial, eliminando restricciones y
creando incentivos. Por ejemplo, la presencia del Minambiente en la formulación de la
política forestal en bosques naturales se debilita, al fortalecer la del Minagricultura en temas
que van más allá de los relativos a las plantaciones forestales con fines comerciales, como lo
establecía acertadamente la Ley 99, por tratarse de una actividad agrícola, subordinando a la
Política Nacional Ambiental establecida por el primero. Igualmente los permisos para los
aprovechamientos forestales en la Amazonia y la Costa Pacífica, donde se ubica la gran
mayoría del bosque natural, debían ser aprobados por el Minambiente, destacando la
jerarquía dada a su conservación y manejo. Este control desaparece con la nueva ley.
También la Ley Forestal otorga una participación preponderante en la planeación y el
control de las actividades de explotación forestal a sectores y grupos interesados en ella,
confiréndoles un confuso carácter de juez y parte. La intervención de estos sectores elimina
la competencia exclusiva que otorga la Ley 99 al Minambiente en la planeación del
aprovechamiento de los bosques naturales.
En síntesis, de acuerdo con la visión mercantilista del medio ambiente y sus componentes
que ha privilegiado el gobierno, la Ley Forestal con los cambios que introduce y con la
creación de instrumentos como nuevos incentivos económicos, estimula la explotación del
bosque natural y potencia sus graves consecuencias.
Sin embargo, se ha abierto un inesperado espacio para corregir las más relevantes
deficiencias de la Ley Forestal por parte del Presidente de la República, al escuchar
directamente las críticas de los ambientalistas sobre la Ley y decidir devolverla al congreso
objetando algunas de sus partes. Pensando con el deseo veo en esta decisión presidencial,
que ojalá compartan sus ministros, una nueva actitud frente al medio ambiente que ofrece la
oportunidad de reconsiderar la política ambiental del gobierno, aprovechando los logros de
las últimas décadas y utilizando la experiencia ganada para beneficio de todos los
colombianos.
Por último, ojalá el congreso siga la recomendación presidencial e incluso vaya más allá y
sepulte la Ley Forestal en lo que respecta al aprovechamiento maderero del bosque natural.
Si esto no es así, la última palabra la tendrá la Corte Constitucional.
Descargar