El cine como representación de la realidad Inés Martins

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El cine como representación de la realidad
Inés Martins
El francés Marc Ferro en su libro Analyse du Film, analyse des sociétés (1975)
reivindica que el filme es un producto que revela las mentalidades y la estructura de la
sociedad que lo genera. Desde su origen el cine ha puesto de manifiesto su carácter de
medio de investigación y de registro de la realidad de lo que sucede. Sirve como
espectáculo y acción social, manifestado en los movimientos vanguardistas, el
neorrealismo italiano, la nouvelle vague y el cinema verité en Francia y el cinema novo
en Brasil, entre otros. El cine es un arte que se ha constituido como un nuevo e
importante agente de conocimiento social que transmite las creencias y los estereotipos
más usuales; un producto cultural utilizado como un canal competente para poner en
circulación significados para determinadas formas de mirar el mundo y a los sujetos en
su realidad cotidiana.
Esta capacidad del cine de enseñarnos como es la realidad de la vida, aunque se trate de
ficciones, de “poner en contacto” zonas diversas, de buscar sus semejanzas y subrayar
sus diferencias y opciones, le confiere un particular poder mediador (Almo, 1969).
Según Busquets (1977), el cine como forma de representación social, cultural y política
del mundo representa la realidad a través de las imágenes icónicas. Pero, ¿Qué es la
imagen? El autor conceptúa la imagen como un género de signo que abarca cualquier
tipo de representación contornual, ya sea visual (fotográfica e icónica: dibujos, pinturas
y otros tipos de imágenes figurativas) ya sea sonora (imágenes fónicas), ya sea
audiovisual (imagen cinematográfica y televisiva). Por los contornos podemos llegar a
conocer de alguna manera aquello que son las cosas, es decir, una realidad se nos
presenta de nuevo, se nos re-presenta en sus aspectos sensibles, en sus contornos.
Pero una imagen no es sólo una realidad física, es un concepto, una idea. Las imágenes
transmiten ideas, conocimientos de su autor que se sirve de ellas como vehículo de
comunicación, y por lo tanto difiere de esta misma realidad representada, según las
ideas que el autor tiene de la misma realidad. De esta forma, y según Busquets, la
función comunicativa del signo-imagen engloba una doble función, la función
informativa (respecto de las cosas o realidades) y la función expresiva o propiamente
comunicativa (resultado de la intención del autor). Ahora bien, la representación que
hace la imagen de cualquier realidad es siempre de/formante. La imagen, pues,
de/forma 1 . La imagen es una presentación de una forma de realidad manipulada,
de/formada, que en ella se compromete su propio autor. Y el cine, sirviéndose de sus
imágenes, retrata-refleja las experiencias y las realidades que los individuos han vivido,
buscando parecerse lo más posible a la realidad sin llegar a ser real.
En lo que se refiere a su función como reflejo de la realidad, Gabelas, Samarra, Saz, y
Sesé (2004), señalan que el discurso re-creado, el discurso de la representación es la
esencia del cine. Técnicamente, éste sólo existe como discurso indirecto o mediático de
la realidad. Es la mediación que permite la re-creación y la representación. Sin embargo,
este discurso no siempre tiene compromisos con lo real. Por tal motivo el cine debe
interesarnos, porque es un factor de cambio o de estancamiento social, según sean las
intencionalidades puestas en juego en su elaboración.
Todo este conjunto de conceptos y definiciones nos sitúa ante el problema de la
representación. Históricamente, el debate en torno al concepto de representación se ha
formulado identificándola con el concepto de semejanza. En este sentido, “(…) la
imagen aparece “como si” estuviera presente en ella algo “semejante” al tema
representado.”(Zunzunegui, 1989, p. 58) La base de este pensamiento se encuentra en la
epistemología medieval, de acuerdo con la cual las especies, las formas externas de
manifestaciones de las cosas, son semejanzas (similitudes) de las cosas.
Ya Gombrich (1968, p.20) consideraba que, “toda producción de imágenes está
enraizada en la creación de substitutos, es decir, en la representación lo que es clave no
es la relación de semejanza que pueda establecerse entre el objeto y su representación,
sino la función de substitución donde la creación antecede a la comunicación.
Partiendo de aquí y en palabras de Zunzunegui (1989):
(…) la representación como sustitución precisa dos condiciones: que la forma
autorice el significado con el que se le inviste y que el contexto fije el
significado de manera adecuada. De ello se deduce un corolario trascendental:
1
El autor sigue a Nazareno Taddei utilizando él término deformar en el sentido de pasar de una forma a
otra.
una forma que en un contexto significa algo, en otro contexto puede pasar a
significar otra cosa diferente. Lo que quiere decir que existe, en potencia, una
convergencia de significados en una misma forma. Es el carácter provisional de
la articulación entre expresión y contenido. (p. 58)
Por esto nos basamos en el concepto de representación como sustitución, concepto que
engloba el de semejanza. La representación no se define por la imitación o verisimilitud
y si por la identificación profunda entre representación y significación (Barthes, 1973).
Conviene dejar claro, pues, que el significado no se confunde con el mundo externo.
Las diversas expresiones no significan cosas o estados del mundo (aunque puedan
remitir a ellas). Los significados se identifican con unidades culturales, con
determinados aspectos de nuestra organización del mundo. “(…) En el mundo de la
imagen significar es abstraer y extraer, seleccionar, orientar. Debido a que la imagen es
selectiva, instaura un punto de vista y reproduce el mundo en un marco delimitado. De
esta manera el mundo duplicado en la imagen se presenta como algo que existe
realmente, pero siempre a través de un conjunto de relaciones determinadas y
determinantes.” (Zunzunegui, 1989, p. 178)
De lo que fue expuesto, podemos señalar que los vínculos entre cine y sociedad no se
presentan lineales ni sencillos. Las representaciones son entendidas como resultados de
prácticas discursivas, productos de convenciones sociales, de articulaciones de lenguaje,
que no es sólo un medio transparente, a partir de la cual la realidad es reflejada. ¿Por
qué consideramos el cine como una forma de representación de la sociedad?, ¿Cuál
sería su función?
Porque partimos de la creencia de que todo arte está condicionado por el entorno y lo
representa, conteniendo las ideas y aspiraciones, las necesidades y esperanzas de una
situación histórica concreta. “Pero, al mismo tiempo, el arte va más allá, supera este
límite y, en cada momento histórico crea un momento de la humanidad, susceptible de
un desarrollo constante.” (Fischer, 1978:12)
De acuerdo con Fischer (1978:56) en la función social del arte, “El arte permite al
hombre comprender la realidad y no sólo le ayuda a sopórtala sino que fortalece su
decisión de hacerla más humana, más digna de la humanidad. El arte es, en sí mismo,
una realidad social. (...) En una sociedad decadente, el arte, si es verdadero, debe
reflejar la decadencia. Si no quiere perder la fe en su función social, el arte debe mostrar
el mundo como algo que se puede modificar. Y debe contribuir a modificarlo.” De esta
forma, la capacidad revolucionaria del cine se expresa con un concepto que habla de un
nivel subsidiario: ayudar.
En esta perspectiva, Hall (2001) resalta que los medios de comunicación son agentes
significantes, productores de sentidos que no sólo reproducen a la realidad, sino también
la definen. Corroborando con Hall, Francescutti (2004) señala que las películas inciden
en la realidad a partir del momento en que hacen visibles sus aspectos que el público
acepta y reconoce. Las películas hacen algo más que entretener, ofrecen posiciones al
sujeto, movilizan deseos, nos influyen inconscientemente y nos ayudan a construir la
cultura. Su fuerza y su poder es evidente en la intensa influencia que ejerce sobre la
imaginación popular y la conciencia pública. El cine no sólo produce imágenes, sino
ideas, ideologías que conforman tanto las identidades individuales como las nacionales.
Su valor es doble: en primer lugar como espejo de la sociedad, sirve como un vehículo
de re-presentación socio-cultural y como tal está condicionado por su entorno y reflejará
el elemento esencial de su época; y en segundo lugar, como generador de modelos tanto
en las claves de valores e ideologías como en las pautas actitudinales (cogniciones,
emociones y conductas). Como ironizan los personajes del largometraje de animación
South Park: “El cine nos enseña aquello que nuestros padres no tienen tiempo de
enseñarnos”2.El discurso cinematográfico, responde a la voluntad de saber cómo vivir.
Su carácter lúdico tiene el poder de producir sueños y las experiencias de vida, formas
de conductas.
De esta forma, el cine aporta a los sujetos informaciones, puntos de referencia simbólica
que serán incorporados en sus valores y opiniones. Ellos apoyados en la reflexión las
podrán utilizar como modelos a seguir.
2
South Park: Mayor, mejor y sin cortes. Dirección de Trey Parker. EUA. Comedy Central/Celluloid
Studio. Warner Bros/ Paramount Pictures, 1999. 80 min. 35mm: sonido, color.
El papel destacado del cine como transmisor de modelos sociales
Innegablemente los medios de comunicación audiovisual, en el proceso dinámico de la
socialización3, son también un gran creador, des-constructor y reorganizador de valores,
normas, modelos y representaciones que promueven determinadas relaciones sociales.
Por lo tanto, tienen un papel en la construcción del imaginario de los individuos.
Además, cabe resaltar que su inserción en la esfera de la comunicación humana, debido
a la innovación de las tecnologías traídas por la globalización, asumen un lugar
preponderante que se extiende por todas las edades, en todas las clases sociales y en las
más diversas regiones del planeta.
Porque actúa en el campo simbólico, en la creación y recreación de representaciones, de
imágenes significantes, construyendo una realidad virtual, estableciendo una relación
con el real y elaborando un imaginario específico, podemos decir entonces, que el cine
ejerce sus influencias sobre el individuo en formación, en cuanto fantasía que permite
dar alas a la imaginación creando nuevos sentidos, nuevas representaciones que pueden
(o no) transformarse en nuevas prácticas.
Desde esta perspectiva, el cine se presenta como un instrumento de cultura y formación,
una vez que transmite ideas y aproxima a los individuos de territorios diferenciados,
divulgando costumbres, llevando a conocer tierras y personas de los diversos medios
sociales.
Las interacciones con los medios de Comunicación Social son formas de aproximación
de las personas con su mundo social, que inciden también en la formación de su mundo
interior, en la construcción de su identidad. La percepción que tiene el niño o el
adolescente ya no depende sólo de la experiencia personal –inmediata- del mundo,
como en la mediación que ofrece el cine a través de sus representaciones; “(…) estas
funcionan como discursos flotantes, esto es, discursos latentes construidos en torno a
3
El término socialización es definido según Guy Rocher (1980) “como el proceso por cuyo medio la
persona humana aprende e interioriza, en el transcurso de su vida, los elementos socioculturales de su
medio ambiente, los integra a la estructura de su personalidad, bajo la influencia de experiencias y de
agentes sociales significativos, y se adapta así al entorno social en cuyo seno debe vivir” (p. 19).
Consideramos que los mass media hoy en día constituyen parte de los agentes sociales significativos que
menciona Rocher.
temas, objetos y sujetos sociales, sin que se les pueda asignar un enunciador ni una
finalidad particular” (Imbert, 2002, p. 92). Así, el individuo cada vez tiene más
posibilidades de encontrarse o perderse, entre un sin número de posibilidades de
información y de contenido simbólico que proceden de personas y culturas que no
comparten su mismo espacio físico ni temporal. Opinamos que los medios de
comunicación de masas son parte del cotidiano y se adhieren a la vida social de tal
manera que, además de informar y formar a los que interaccionan directamente con
ellos, también alimentan conversaciones, crean pautas de discusiones y se suman a la
vida social, influyendo incluso en las personas que no se han relacionado directamente
con el medio.
La identidad de una persona, su yo, es pues fruto de su historia personal, pero también
fruto de su época, y de su espacio físico y social, donde están incluidos los medios de
comunicación social en la sociedad contemporánea. En sus reflexiones sobre el cine, el
pensador francés Gilles Deleuze (1984) cuestiona si el papel del cine no sería el de
desempeñar la formación de un nuevo pensamiento y de una nueva manera de pensar.
Reflexión profundizada por Jaques Donzelot (1990) sobre la convivencia entre las
realidades que él llama de imágenes privadas y de imágenes públicas. Considerando
privadas las experiencias personales y públicas las mediáticas, arriesga a decir que el
“yo” siempre encuentra la manera de remitir a cada uno a su verdadero deseo y que la
persona “siempre puede encontrar una solución de las realidades que se les ofrecen”
(Donzelot, 1990, p. 225)
De esta forma, el cine es concebido como el “arte de la representación y de la
significación, el vehículo de las representaciones que una sociedad da a sí misma a
partir del cual los sujetos construyen sus identidades e interpretan las identidades de los
otros” (Aumont, 1995, p. 98)
Las imágenes cinematográficas, representaciones esparzas y fragmentadas de la
totalidad social, acaban construyendo un todo coherente, el imaginario social “(…) a
través del cual nosotros percibimos los “mundos”, las “realidades vividas” de los otros
e, imaginariamente, reconstruimos sus vidas y las nuestras en algún “mundo por todos”
inteligible, en una “totalidad vivida” (Hall, 1977, p. 341)
En este sentido, entre la realidad y el individuo, se interpone una realidad mediatizada
ofrecida-impuesta por la representación de los medios. Así, ser conscientes de lo que
somos, implica analizar lo que vemos, oímos y leemos, diferenciar la realidad de su
representación.
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