VENUS Y BACO EN EL BARROCO MEXICANO

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VENUS Y BACO EN EL BARROCO MEXICANO
Jorge Alberto Manrique
UNAM. México
Dos de los símbolos mayores del arte barroco en los siglos XVII y XVIII en
el mundo católico, tanto en Europa como en América y también en unas
pequeñas regiones de Asia, son las conchas y las columnas salomónicas.
Desde la baja Edad Media, es decir, el románico, existen las columnas
salomónicas espirales, por ejemplo en el claustro de San Pablo Extramuros cerca
de Roma. Después, en el siglo XVI en México, existen lugares con estas columnas,
como la portada lateral y el retablo de la iglesia del Convento de Xochimilco, por
ejemplo, y también en la portada lateral de Huejotzingo, así como en la pintura al
fresco en las tercenas cerca del convento de Meztitlán; en esos frescos también se
pueden ver unos sillones con conchas como remate del respaldo.
Por otra parte, las conchas en el medievo son muy importantes. Las
veneras se relacionan con Cristo porque se asumió que San Juan usó una para el
bautizo de Jesús en el río Jordán. Aparecen también las conchas como símbolos
importantes de San Roque (que tiene una llaga en la ingle y una esclavina y el
sombrero con conchas) y de Santiago, dado que se relacionan con los peregrinos
que iban a visitar la tumba de Santiago, supuestamente trasladada a Santiago de
Compostela (Campo de estrellas): los peregrinos pedían limosna en una concha
para su viaje y se la guardaban colgada de la esclavina. Por ello, llegó a ser el
símbolo del santuario. Las veneras se usaban para las órdenes militares, y tienen
una concha como símbolo del soldado mayor que era Santiago. Durante la época
barroca, sobre todo, las esculturas se presentan también muchas veces en nichos
coronados con una concha.
En el auge del barroco americano, en general, estos dos símbolos -la
columna espiral, llamada salomónica, y las conchas- aparecen muchas veces en
frisos, altares, fachadas, hornacinas, arcos, etc. A partir de la construcción del
baldaquino de Bernini (1632) en el Altar de la Confesión en la basílica de San
Pedro en el Vaticano, la columna tuvo mucho más éxito. El barroco heredó la
concha que también ayudó a ello. Desde el siglo XVI hay lugares muy
importantes, como la iglesia del convento de Erongarícuaro, junto al lago de
Pátzcuaro, en el estado mexicano de Michoacán, cuyo único motivo ornamental y
simbólico en la fachada es la concha. Pero sobre todo en el barroco éstos
empiezan a ser elementos constantes.
El símbolo principal del barroco, la columna salómonica, tiene una historia
mucho más vieja, desde la antigua Grecia, Jerusalén, Roma, Rávena, la Edad
Media baja y alta, y luego también en el Renacimiento, el manierismo y el
barroco. En dos cartones de Rafael está la columna torcida en el antiguo altar
mayor de San Pedro en el Vaticano.
La concha es el símbolo de Cristo en general, más allá de la relación con
los otros santos, por el bautismo, que es uno de los sacramentos de la Iglesia
Romana. Hay muchas representaciones de Cristo en la escena del bautismo, en
que san Juan Bautista le echa agua del río Jordán sobre la cabeza con una
concha, por ejemplo en Verrocchio, donde Leonardo pintó el ángel que está
presente. El simbolismo cristiano de la concha nace a posteriori, dado que en el
bautismo no hay mar.
Cristo fue crucificado y fue enterrado en un templo pagano dedicado a
Venus, que tenía un frontón ornado con una concha y que, por lo tanto, era su
símbolo. En realidad, la leyenda dice que Venus llega con la espuma del mar,
sobre una concha, símbolo de erotismo y fecundidad; y desde Grecia y Roma se le
representó siempre sobre una concha [Wendy Pullan]. La crónica de Eusebio de
principios del siglo IV dice que hubo que desacralizar a Venus en el templo de
Cristo, pero en realidad parece que durante cierto tiempo, unos tres siglos,
convivieron en el mismo templo, donde se rendía culto a uno y a otra. Después
quitaron a Venus, y se santificó el lugar como tumba de Cristo.
Luego Constantino hizo una nueva tumba para Cristo en el año 326: la
iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén, con una planta de rotonda con una nave,
de acuerdo con el plano de las iglesias romanas. Esta idea se conserva en el
Santo Sepulcro actual, como también en la iglesia de Santa Constancia, en Roma,
en Beirut, además de las plantas en rotonda del Panteón o del templo circular de
Vesta. Lo importante es que, como estaban juntos en el mismo templo, en la idea
de la concha se confunden Cristo y Venus, y después el símbolo se atribuye a
ambos, cada uno por separado. Parece que el templo de Venus era circular, de
modo que la nueva tumba que hizo Constantino en 326 también fue circular,
siguiendo ese modelo. Existe una maqueta de mármol con ocho lados en el museo
de Narbona (parece que es el templo de Venus), que en uno de los ocho lados
tiene una hornacina con la concha, aunque ha perdido los fustes; también en el
museo copto de El Cairo hay un modelo en madera, en el que aparecen tres
conchas y las columnas torcidas, como salomónicas. Esto quiere decir que la
asociación de Cristo con Venus a través del símbolo de la concha desde entonces
aparece como ambivalente. El símbolo de la concha es el previo a Cristo, dado
que era Venus, y con Constantino, como lo dijo Eusebio en el siglo IV, fue
desplazado totalmente hacia Cristo. A esto se debe que no se entienda bien el
significado de la relación con el bautismo.
Sabemos que, según la Biblia, Salomón hizo un templo a Jehová en
Jerusalén. La Biblia lo describe en el libro de Reyes: Salomón contrató a unos
arquitectos de Tiro, entre ellos el maestro Hiram, para la construcción del templo;
allí se fundieron dos columnas de bronce, llamadas Jachín y Boaz, rematadas
con una azucena, según unos traductores de la Biblia, y según otros con una flor
de loto, como capiteles, que llaman "pezones" de granadas.
En la iglesia de Huejotzingo del siglo XVI, en la puerta de Porciúncula, que
da al Norte, hay dos columnas que se dice representan las columnas de Jachín y
Boaz. El español Juan Caramuel en el siglo XVII hizo unos dibujos de cómo él
suponía eran las columnas bíblicas originales. En los años 1970, Santiago
Sebastián me señaló el parecido entre las columnas de Huejotzingo y los dibujos
de Caramuel.
Según Martha Fernández [p. 132], lo que se califica como los "pezones de
las granadas […] pudo ser interpretado por un entorchamiento de los fustes…" La
idea de la columna entorchada es afín a la columna salomónica.
Sin embargo, pienso que es fundamental revisar la historia de las
columnas salomónicas que estuvieron allí. Constantino en 332 hizo la Basílica
grande de cinco naves en Roma en el Vaticano para consolidar el culto cristiano
(aunque luego Julio II la destruyó para hacer una nueva) [V. Faustina Torre] En
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ella puso seis columnas. La crónica dice que en el baldaquino puso cuatro
columnas, en el centro del altar, debajo de éste la tumba de San Pedro y, a los
lados, unidas con un arco hay otras dos columnas para formar ábside. En el
Liber Pontificalis se dice que Constantino las trajo de "algún lugar de Grecia": así,
vagamente.
Luego, en el tercer decenio del siglo VIII, Eutychio, el exarca de Rávena
(porque el Imperio de Oriente tenía un enclave en Rávena) regaló al papa Adriano
otras seis columnas muy semejantes a las anteriores, según el mismo Liber
Pontificalis [V. Ward Perkins]. Pero sabemos que, muy poco después, el papa
Gregorio III (731-741) reformó el baldaquino de Constantino: subió la tumba de
san Pedro a un metro sobre el suelo, quitó las dos columnas laterales, dejó las
cuatro del baldaquino, y más abajo puso alineadas seis columnas, tres a la
derecha y tres a la izquierda, sobre las cuales mandó colocar unas trabes
revestidas de plata (esto se ve parcialmente en los cartones de Rafael), más otras
dos que estuvieron un tiempo contra la fachada interior de la basílica. En 1507 se
volvió a modificar para dejar espacio para hacer las obras de la nueva basílica
que inició el arquitecto Bramante por orden de Julio II. No se sabe en qué
momento se hicieron aquellas columnas vitíneas. En esa época empezó la leyenda
de que una de las columnas debía considerarse y llamarse "santa", porque era la
que Cristo había utilizado para predicar en el templo de Salomón. Ya en el año de
1438, el cardenal Colonna, "nepote" del papa Nicolás, había puesto un brocal
octogonal de mármol alrededor de una de las columnas para protegerla, con una
inscripción que decía que esa columna era la santa.
Evidentemente no podía serlo, dado que aquel templo fue totalmente
destruido por los asirios. El segundo templo de Jerusalén también fue destruido.
Luego Herodes rehizo el templo, precisamente en tiempos de Cristo, de modo que
allí sí pudo haber predicado Jesús; pero en el año 70 Tito volvió a destruir
totalmente ese templo, no dejó piedra sobre piedra, salvo el muro occidental.
Entonces, mi hipótesis es que los romanos construyeron otro templo en el lugar
donde estuvo el templo de Salomón en Jerusalén. Se dice que era en honor a
Tico, diosa de la Fortuna, pero no se sabe bien; podría haber estado dedicado a
Dionisio.
Por otro lado, cabe señalar que en el siglo VIIII el exarca de Rávena regaló
las columnas ya como reliquias, por lo cual podría suponerse que provenían de
Jerusalén o de esa región.
A petición del papa Urbano VIII (Barberini), en 1623 Bernini hizo el Altar
de la Confesión en la basílica: el baldaquino con cuatro columnas de bronce
mucho mayores en torno a la tumba de san Pedro al centro, con las columnas
torcidas en bronce macizo, no como las columnas bíblicas originales, que eran
huecas. Después, en los años 1640 el papa Inocencio X (Dolphi-Doria) le encargó
que hiciera, en los cuatro pilarones, cuatro nichos en alto, donde están las
reliquias de Longinos, Andrés, Verónica y Elena: cada nicho está bordeado por
dos de las columnas vitíneas antiguas, las que trajo Constantino y las que regaló
el exarca Eutychio. Otras dos de esas columnas están en la portada de la Capilla
del Santísimo en san Pedro, la "santa" estuvo mucho tiempo junto a la Pietá de
Miguel Ángel; y la última, la duodécima, no se sabe dónde está (tal vez se
rompió). Después, la cúpula presentó debilidades que se atribuyeron a Bernini,
de modo que el papa retiró de su cargo al arquitecto.
Las columnas torcidas vitíneas -ahora llamadas salomónicas- primero las
trajo Constantino, luego llegaron las otras de Rávena, como regalo de exarca. No
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se sabe de qué parte del mundo helenístico provienen, pero de seguro
pertenecieron a un templo, entre los siglos II y principios del III; esto lo sabemos
porque más tarde la calidad de la escultura decayó notablemente. Por ejemplo,
cuando se hizo el arco de Constantino en Roma, las figuras estaban muy mal
hechas, mientras que las formidables escenas de caza sobre los grandes discos
están formadas con desechos de esculturas anteriores, precisamente del siglo II;
estas escenas se refieren al emperador Adriano y allí aparece Antinoo.
A mi juicio, en el siglo II en Jerusalén se hizo un templo a la Fortuna, o tal
vez a Dionisio, por lo cual las columnas tienen las vides en espiral a su alrededor.
Y de esa zona provienen las columnas. Cuando Constantino regresó en "algún
lugar de Grecia" se las llevó a Roma, pero cuando el exarca le regaló las otras a
Adriano y cuando Gregorio remodeló, esas columnas ya eran consideradas una
reliquia de Cristo. Dado que Cristo predicaba en los templos de Jerusalén o una
región aledaña, es muy probable que estas columnas sí hubiesen pertenecido a
uno de estos templos. Según el arquitecto romano Vitruvio, y siguiendo los
tratados del siglo XVI, las columnas torcidas originalmente habían sido troncos y
luego se sustituyeron por columnas de piedra, lo cual da mucho que pensar. En
los templos de Dionisio en Oriente hay columnas con vides enredadas, lo cual es
muy del gusto helenístico del siglo II, y tiene una relación directa con Dionisio:
una solución geométrica de un motivo vegetal.
Cuando Constantino trajo las columnas torcidas con la vid, ya este motivo
tenía una relación simbólica directa con el cristianismo. Las columnas vitíneas de
Rávena -aunque no se sabe con seguridad de dónde provenían- también incluyen
como ornato hombres desnudos y muchos animales (ciervos, conejos, palomas,
ratones, entre otros), porque Baco era el dios de la naturaleza; estos ornamentos
pasan a representar después el Edén, Adán y la creación de la naturaleza. Sin
embargo, cuando Bernini utiliza las columnas vitíneas para el baldaquino (ya
desde el siglo XVI llamadas salomónicas, con la idea de que provenían del templo
de Salomón) en mayor tamaño y en bronce, pone las uvas y la vid, pero no
incluye los animales ni los hombres desnudos, sólo unas palmas y una abeja,
dado que el escudo del papa Urbano VIII (Barberini) eran tres abejas. Las
columnas de Bernini están divididas en cuatro secciones, alternando estrías
espirales y las vides. En el barroco las columnas torcidas (primero con follaje)
muy frecuentemente están divididas en tres secciones, que agrega la simbología
de la Trinidad.
Así como la concha transforma su significado simbólico de Venus al
bautismo, la vid, que es el símbolo por excelencia de Baco, pasó a ser el símbolo
de la sangre de Cristo, el vino, como lo anuncia en la última cena. Los templos de
Venus y Baco tienen, pues, una relación estrecha con Jesucristo: la tumba de
Cristo en el templo de Venus, la pasión y tal vez prédicas anteriores en el templo
de Baco.
En el templo de Venus aparece la concha pero también la paloma, porque
ésta representa la idea del amor erótico, y también a Cupido. En Grecia era el ave
sagrada de Afrodita, y era un regalo que se hacían los amantes; en relación con la
muerte, la paloma simbolizaba el alma que bebía de la copa de la memoria. El
cristianismo reprueba la corrupción y profanación que implica todo lo sexual y
carnal, de modo que la paloma, aunque sigue siendo el símbolo del amor se
refiere sólo al plano espiritual. Los siete dones de la paloma son: sabiduría,
entendimiento, sensatez, fortaleza, conocimiento, piedad y temor a Dios. También
se repite la idea de la paloma en el cristianismo cuando Jesús es bautizado con la
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concha y desciende una paloma para celebrarlo (Mateo 3:16). Dado que la paloma
representa el amor espiritual, que se opone al amor erótico carnal, surge el
Espíritu Santo como el emisario que impregna puramente a María virgen. En las
representaciones de la Virgen María siempre aparece la paloma, como por
ejemplo en la cúpula de la Capilla del Rosario de Puebla, y en las numerosas
representaciones de las tres personas de la Trinidad.
El barroco de América ostenta características y símbolos muy frecuentes y
repetidos, como son la columna salomónica, la concha y la paloma. Hemos visto
cómo, desde el siglo XVI, en los conventos existen las conchas y las columnas
torcidas. Pero con el espíritu del barroco toma un nuevo vigor, mayor auge e
interés, en objetos, esculturas y arquitectura. Pero, como he mostrado, la historia
de esos símbolos, desde Venus (Afrodita) con su paloma y Baco (Dionisio), la
concha y la columna llamada salomónica, son del protocristianismo o aun
anteriores.
Estos símbolos son tópicos de la cultura barroca y los artistas inmersos en
los siglos XVII y XVIII no estaban conscientes de su historia, a menos que fuese
de manera subliminal. Detrás de todo ello está la historia desde los griegos y
romanos. En otras palabras, la "verdad" interpretativa de los símbolos es
histórica. Por ejemplo, en la ciudad de Zacatecas están presentes en la fachada
de la iglesia, mientras que las conchas aparecen en muchísimas puertas,
ventanas, arcos, portadas, y otros edificios de arquitectura civil. Lo bonito es
cómo estas formas tienen una vida virtual muy anterior a la edad barroca y que
se continúa hasta la época actual.
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