Circo social para los jóvenes

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PERSPECTIVA
Mariana González
[email protected]
E
–¿Cuál es la importancia del Circo del
mundo en el ámbito internacional?
–El proyecto del Circo del mundo existe
oficialmente desde hace ocho años, pero
nosotros comenzamos con este tipo de
actividades en Brasil, en 1989. Tenemos 14
años de vivir la experiencia del circo social con
los jóvenes en las calles o que habitan en las
periferias de las grandes ciudades del mundo.
En este momento actuamos en 16 países
y en 40 ciudades diferentes, de los cinco
continentes. Trabajamos con países, tanto
del norte como del sur: Londres, Costa de
Marfil, Sudáfrica, Australia, Chile, México,
Bélgica, Dinamarca, y otros más.
El programa del Circo del mundo
consiste en hacer talleres de las disciplinas
del circo con jóvenes en situación de riesgo,
para lograr su rehabilitación, pero ahora
también trabajamos en una red internacional
para la formación de formadores y garantizar
la calidad de intervención de esos jóvenes.
–¿Qué ha aportado el Circo del mundo a
los países de América Latina que presentan
problemas sociales más agudos que los
desarrollados?
–El programa está en zonas como Asia
Pacífico, Europa o África, pero es fuerte en
América Latina, especialmente en el sur.
Nuestra presencia es significativa en Chile,
Brasil y en México desde hace cinco años.
Creemos que hemos tenido buenos
resultados en América Latina, por eso vamos
a iniciar un nuevo programa para América
Central. A partir de 2005 estaremos presentes
en Honduras, Nicaragua, El Salvador y
Guatemala, porque hay muchos grupos que
desarrollan circo social y queremos apoyarlos.
Este continente es importante porque
conocemos que la realidad de los jóvenes
que viven en estos países es difícil y de alto
riesgo. La idea es provocar el crecimiento del
circo social, por eso buscamos organizaciones
no gubernamentales y públicas, como la
Universidad de Guadalajara, para consolidar
el circo social.
FRANCISCO QUIRARTE
l circo es una metáfora de la vida:
requiere equilibrio, responsabilidad
hacia los otros, interiorización,
valoración del riesgo y solidaridad.
A través de técnicas y actividades
circenses, el Circo del mundo, proyecto
social del Cirque du soleil, ayuda a jóvenes
y adolescentes de todo el mundo a ir más allá
del violento entorno que los rodea y buscar
alternativas creativas a los riesgos sociales a
los que están expuestos.
Gaceta Universitaria presenta una entrevista
con Paul Laponte, director de asuntos sociales y
cooperación internacional del Cirque du soleil
y con Juan Carlos Hernández, coordinador
del proyecto en México, durante su visita a
Guadalajara, en el marco de las actividades
de Quebec, invitado de honor de FIL 2003,
en la que hablaron sobre este proyecto y su
perspectiva de asistencia social.
El Cirque du Soleil y la UdeG trabajarán en proyectos para apoyar a jóvenes en situación de riesgo
Circo social para los jóvenes
–¿Cómo sirve el circo para salvar a los
jóvenes, cuál ha sido la experiencia del
Circo del mundo?
–El arte y la cultura son una herramienta
interesante para la inserción social de los jóvenes.
El circo es una expresión artística y cultural y los
jóvenes gozan de ella, pero resulta importante
considerar que cada ciudad es diferente, por lo
que cada circo será diferente.
No hay una única manera de hacerlo,
sino que se adapta a las condiciones de cada
sitio y de los problemas locales. Nosotros
no queremos homogeneizar el proceso y
creemos que es importante actuar en el
contexto de la antropología cultural que
propicie la pluralidad, que es uno de los
valores del Circo del mundo. En todos los
lugares trabajamos con valores semejantes.
MACHINCUEPA, EL CIRCO
DEL MUNDO EN MÉXICO
Machincuepa en lengua náhuatl significa
marometa o pirueta, pero para cientos de
adolescentes y jóvenes en la ciudad de
México, Machincuepa es sinónimo de cambio
y renovación de una vida que antes era
dedicada a la delincuencia y la adicción.
Machincuepa, circo social, es el nombre
del programa en México del Circo del
mundo, que desde hace cinco años, junto
con organismos como Pueblito Canadá y
el Centro juvenil de promoción integral
han logrado la reinserción social de muchos
jóvenes en diversas colonias capitalinas, con
la coordinación de Juan Carlos Hernández.
–¿Cómo funcionan las disciplinas de un
circo para rehabilitar a los jóvenes?
–Cuando una persona descubre que las
manos, por ejemplo, lo pueden llevar a
hacer cosas tan maravillosas con tres o
cuatro pelotas, eso lo lleva a descubrir un
interior que antes no había explorado y
evidentemente eso eleva su autoestima.
Cuando nosotros enseñamos a los niños
a usar zancos, ese miedo de estar arriba los
paraliza, pero tienen la oportunidad de
ver la vida de otra forma. Nuestro trabajo
es ayudarles a caminar, y caminar en ese
sentido significa trabajar ese miedo y
después trasladarlo a la vida cotidiana.
El circo también trabaja valores como la
solidaridad, el compañerismo, la ponderación
del riesgo: tú puedes hacer varias piruetas sobre
los zancos, pero siempre estar ubicado en un
contexto de seguridad, como pasa en la vida.
–¿Cómo responden los chavos ante estas
alternativas para su vida?
–Alguna vez alguien me preguntó por qué
el circo y no la danza, el teatro o alguna otra
disciplina. Por ese elemento que da el circo:
el riesgo, y que se identifica con la mayor
parte de nuestros jóvenes.
En la vida muchos se pueden sentir
identificados con los malabaristas e intentan
solucionar varias cosas a la vez, como
equilibristas que caminan sobre una línea
con el riesgo de caer; con un zanquista, con
el tragafuegos o con el domador de leones.
Esa es la metáfora de la vida.
–¿A qué se ha enfrentado Machincuepa
en un lugar tan violento como el Distrito
Federal?
–En los cinco años de trabajo, Machincuepa
ha crecido con dificultades, porque en
México el trabajo de circo ha pasado por una
desvaloración, de la que estamos saliendo poco
a poco. Entonces, cuando surge un organismo
que propone utilizar las artes circenses como
una herramienta de trabajo con jóvenes, la
gente se pregunta para qué o cómo.
También hemos tenido que enfrentarnos
a trabajar el circo dentro de las comunidades
peligrosas como en Águilas Tarango, donde
empezamos. Fue difícil porque ahí es común
el uso y venta de sustancias tóxicas y la
violencia por la lucha de territorios para
conquistar este mercado.
Llegamos a trabajar a un espacio peleado
por esos grupos, así que tuvimos que hacer
negociaciones directas con esos grupos de
poder y los primeros participantes fueron
los que usaban tales sustancias.
Afortunadamente esa población se ha
mantenido, y desde hace cuatro años trabajamos
con adolescentes de 10 a 16 años. ❖.
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