munch: la palabrería o el grito

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DE LA CULTURA Y LA CIENCIA / PINTURA
A la izqda.: ‘El grito’ (1895), lápiz litográfico y tinta china; a la dcha: ‘Bajo las estrellas’ (1900-1905), óleo sobre lienzo, ambas obras de Edvard Munch.
MUNCH: LA PALABRERÍA
O EL GRITO
Fotos: MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA
pularización no hace sino relativizarle y privarle de sentido, y por ello El grito ha sido
objeto, ya con valoraciones ideológicas y artísticas, de libros, de películas y de estudios,
porque va más allá la resonancia pública que
ha logrado gracias a ciertos avatares muy mediatizados: en 1994, una de las versiones fue
robada; y en 2004, tres encapuchados se
Por Mauro Armiño y además facilitan el lavado de dineros oscu- apoderaron de otra versión en pleno museo
ramente conseguidos: no suele saberse el abierto y con público, junto con otra pieza
ocos cuadros hay más conocidos nombre del comprador: en el caso de Munch, clave, La Madona; ante la imposibilidad de
que El grito, delpintor noruego Ed- por lo bajo se murmuraban algunos, sobre to- vender cuadros tan conocidos, se habló de
vard Munch (1863-1944), por las do el de Paul Allen, cofundador con Bill Ga- un jefe de banda encarcelado que pretendía
peripecias que ha sufrido y las ci- tes de Microsoft, ambos asiduos a las subas- canjearlos por su libertad; cuatro años más
fras obtenidas en recientes subastas; hace tres tas; en otra escala, aquí hemos visto conver- tarde El grito fue recuperado, algo deterioaños, la única versión en manos privadas de tidos en “expertos” en arte a varios tesoreros rado, sin marco, atacado por gusanos; fue
las cuatro que pintó superó en Sotheby’s el ré- del Partido Popular (Naseiro, Bárcenas, etc.), restaurado, pero no se ha conseguido recucord de aquel momento, 119,92 millones de o a delincuentes ahora encarcelados que guar- perar la coloración del original. Tras las avendólares, superando en un tercio el precio de daban obras de envergadura artística encima turas del cuadro, el museo Munch no persalida, estimado en 80 millones; destronaba de la bañera (el malayo Juan Antonio Roca). mite la salida de la pieza, salvo alguna exasí al cuadro más cotizado hasta entonces, un Para que tomasen el fresco o la humedad. Lo cepción: ha podido verse en París, el pasadesnudo de Picasso que en 2010 llegó a los que decía: expertos.
do abril, en una muestra de la Fundación
106,4 millones de dólares. No sé si desde
Vuitton de París, protegido por un cristal blin2012 ese récord de Munch ha sido superado, Peripecias de un cuadro. El grito es quizá tan dado, después de un traslado digno de una
ahora que jeques árabes o ricos japoneses o conocido como la Gioconda: aparece en to- película norteamericana con seguridad casi
chinos se han lanzado a la inversión en arte. das partes, en tazas de café, en calendarios, de jefe de Estado.
Este asunto de los récords en pintura sólo tie- en camisetas, en redes sociales, donde la fiEsa visión apocalíptica de Oslo desde la cone una cosa buena: aumenta la visibilidad del gura que aúlla también es sustituida por cual- lina de Ekeberg tuvo cuatro versiones: una
cuadro subastado, y el mundo entero se en- quiera de los personajes, sean históricos o témpera y lápiz, un pastel sobre cartón, un
tera de su existencia. En arte las cosas son así, cómicos, que pululan por frikilandia. Esa po- óleo, témpera y pastel, y la recién subastada,
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además de una litografía que figura en la exposición Munch. Arquetipos, recién inaugurada en el Museo Thyssen-Bornemisza y abierta hasta el próximo 17 de enero: casi ochenta obras reunidas con la colaboración del
Munch-Museet de Oslo, comisariada por Paloma Alarcó por parte española. Esas ochenta piezas permiten ver la evolución de este
pintor a caballo entre ese revolucionario final
de siglo XIX y la ruptura de las vanguardias
del XX. Si no han venido más piezas, algunas
muy representativas, y si sólo figura esa litografía de El grito, se debe a la coincidencia en
fechas con otras exposiciones internacionales del mismo pintor y de Van Gogh.
Icono para un siglo. La particularidad del
pastel subastado estriba en que sobre el marco tenía escritas unas frases en letras rojas
explicando el instante que dio origen al cuadro: «Estaba paseando por un camino con
dos amigos. El sol se ponía. De pronto el
cielo se volvió rojo sangre. Me detuve, agotado, me apoyé en un cercado, allí había
sangre y lenguas de fuego por encima del
fiordo azul-negro y de la ciudad. Mis amigos siguieron andando, y yo me quedé allí,
temblando de miedo. Sentí un grito infinito
que pasaba por el universo.” El grito produce sensación de angustia; en primer plano,
sobre entreveradas líneas de color oscuro,
una figura amorfa y andrógina abre desmesuradamente la boca bajo un cielo de rojos
torturados y unos laterales sombríos también convulsos. Si se ha convertido en icono es porque la imagen puede ser asumida
por muchos; ha servido para reflejar circunstancias personales o denunciar situaciones políticas, la degradación de la naturaleza, el aumento de signos de muerte que
presiden estas primeras décadas del XX, injusticias y hambres repartidas por el mundo que empiezan a superar a las fuerzas de
la vida; que se lo digan aquí a los cinco millones de parados, a los sirios que huyen
maltrechos y heridos por concertina (por lo
menos las húngaras, se hacen en Murcia; no
hay mal de otros del que no se pueda sacar
algo), acosados por un dictadorzuelo que
pertenece a Europa como el húngaro Orban, por policías y ejército con gas pimienta, por ganapanes que se aprovechan de la
necesidad, por los “representantes” de la
Unión Europea que se entretienen charlan-
nos, Vitalismo y Desnudos… Munch da vueltas y más vueltas sobre los temas, arañando
el sentimiento, matizándolo en cada nuevo
acercamiento; pero todos los cuadros están
presididos por una visión nocturna de la existencia, una filosofía que coincide con parte
del pensamiento de la época: escritores como Knut Hamsum, o dramaturgos como
Henrik Ibsen (hizo la escenografía de su obra
Espectros) o August Strindberg.
No es una pintura de la naturaleza alegre
como la de los impresionistas, sino una descripción de las fuerzas de la vida totalmente enfrentadas: “El friso de la vida”, así quiso titular Munch su trabajo, en el que se puede apreciar una angustia radical y básica.
Angustia que no hace ningún daño, pese a
que los críticos noruegos de finales del siglo
XIX recomendasen a las mujeres embarazadas abstenerse de visitar las exposiciones de
Munch para evitar consecuencias desastrosas en sus entrañas. Un mito estúpido, coUna visión atormentada. Pero Munch era bas- mo lo es también ver la obra de Munch cotante más que ese cuadro espléndido, como mo producto de una vida atormentada siemse puede ver en la exposición del Thyssen y pre por la muerte prematura de la madre,
se vio hace treinta años, cuando Javier So- quien informó a sus hijos de su próximo falana inauguraba en 1984 una muestra de 200 llecimiento; habría sido muy valiosa la preobras, y en la que sí se pudo ver una de las sencia de cuadros que recuerdan ese inscuatro versiones pintadas de El grito. Y co- tante, como Más allá de la puerta y Junto a
mo también puede verse en el Thyssen, que la gran cama. O una existencia acosada por
ha dividido la muestra en nueve temas, en el fracaso de algunas relaciones amorosas,
arquetipos de un trabajo que el artista repi- en las que el pintor recurre al mito del vamte cerrando la temática, buscando nuevas pirismo femenino en una visión bastante neimpresiones del color: Melancolía, Muerte, gra; o los síntomas de locura que, según alPánico, Mujer, Melodrama, Amor, Noctur- gunos inventan para explicarse el malestar
que produce esta pintura, padecía.
Puede detenerse el paseante de la muestra
en las obras de tres décadas sobre todo, 18902020, donde un mundo de fantasmas parece
acosarle desde los cuadros; algunos como los
centrados en el beso, los celos, la mujer-vampiro, en varias versiones los tres temas, ofrecen una visión desolada del sentimiento y la
ansiedad y zozobra que conlleva el mero hecho de vivir. A esa visión radicalmente nueva para aquel fin de siglo que puede apasionar y hacer pensar en estos momentos también se añade una pintura de colores más vívidos y claros, precisamente cuando, a partir
de 1930, sufría una hemorragia del cristalino
que le hacía ver cuerpos flotantes, y cuando
los nazis retiraron sus cuadros de los museos
alemanes, entre los muchos que calificaron
de “arte degenerado”. l
‘Las niñas en el puente’ (c. 1904), óleo sobre lienzo, de Munch.
do (“palabras, palabras, palabras” dice Hamlet) sobre el tema mientras dejan para otro
día alguna solución; jefes de Estado (el de
España), presidentes de Gobierno (Merkel,
Hollande), Papas (Francisco), y un largo etcétera, diciendo palabras, generosidad, amor,
acogimiento, libertad, respeto, etc. Todo
precioso, hasta que a alguno se le salen las
tripas por la boca y dicen lo que piensan:
Javier Maroto, vicesecretario general del PP,
nos avisa de que entre los refugiados hay
muchos yihadistas; parece haberse confesado con el eterno cardenal de Valencia Cañizares, al que ha trasladado la idea y ha
hecho preguntarse: “Esta invasión de emigrantes, ¿es todo trigo limpio?” Y augura una
hecatombe para Europa por no haber tomado medidas a tiempo: no ha sugerido la
de echarlos al Mediterráneo para que los tiburones engorden, pero con el tiempo todo
se andará. amor evangélico.
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