Ruta Crítica Generalidades sobre la familia en el Antiguo Régimen Josué Barrera* La familia representa la perpetuación de un patrimonio simbólico; es un grupo fuertemente estructurado cuyos miembros heredan una serie de principios que se transmiten de generación en generación. La familia, como primer grupo social del individuo, conforma una unidad de análisis importante en el estudio de los fenómenos humanos. Su existencia repercute en la conducta de las personas durante toda la vida. El papel que juega en la sociedad es significativo, ya que representa la posibilidad de reproducción, perpetuación y formación de la persona. E l papel de la familia a lo largo de la historia ha sido fundamental. La historiografía reciente se ha valido de las redes sociales que establece la familia para estudiar la participación de las personas en las estructuras sociales de una comunidad. El historiador José María Imizcoz1 señala que una de las características de los vínculos sociales del Antiguo Régimen2, fue la adhesión no libre e irrevocable de las personas. Los términos de las relaciones estaban preestablecidos, eran anteriores al sujeto y se imponían a él. Desde el nacimiento se pertenecía a un grupo, y por lo tanto se estaba predestinado al cumplimiento de ciertas actividades y actitudes impuestas por ese grupo y por las redes sociales a las que estaba vinculado. Las decisiones familiares, como en el caso de los matrimonios, recaían en miembros representativos de la familia con base en intereses muy concretos. La familia, el apellido, el nivel social, las empresas familiares, eran las que dictaban el origen y términos de dicha relación. La falta de libertad de elección del individuo, el mínimo de opciones que tenía, son características de las sociedades del Antiguo Régimen. El destino individual estaba condicionado por el aspecto familiar. Para varios autores, como Francisco Chacón3, la familia representa la continuidad y perpetuación de un patrimonio simbólico; es un grupo fuertemente estructurado cuyos miembros heredan una serie de principios que se transmiten de generación en generación, y que incluyen aspectos relacionados con los medios de producción, el trabajo de las tierras y ciertas prácticas sociales. El interés por preservar el apellido y el estatus respondía a intereses económicos y laborales. Un ejemplo de ello fue el otorgamiento de la dote, que era básicamente la transmisión a la nueva familia del patrimonio familiar de la novia. Una de las principales diferencias entre el hombre y la mujer dentro del núcleo familiar era la libertad. Una muestra de ello es la clasificación de ciudadano. La mujer no era considerada ciudadana por sí misma, sino a través de sus padres o esposo. Los privilegios que tenía obedecían a esa dependencia. Esta situación cambiaba sólo cuando tenía a su cargo el sustento de la casa o cuando se quedaba viuda. * Licenciado en Psicología por la Universidad de Sonora. Director de la revista de literatura La línea del cosmonauta y coordinador del Proyecto Faz, archivo electrónico de literatura sonorense. Es autor del libro de relatos Conducta amorosa (ISC, 2008). [email protected] Revista Universidad de Sonora Cartagena de Indias, según grabado de la época. Foto Oronoz. José María Valverde, Historia de la Literatura Latinoamericana, t. 1, Barcelona, Planeta, 1974, p. 80a. Una vez que el individuo contraía matrimonio e ingresaba a una red familiar, participaba de un determinado linaje que obligaba a preservar el nombre de la familia, la estructura de ésta y una serie de símbolos y elementos de identificación. Como el linaje era un punto clave en la definición del status social, las familias denegaban la introducción de miembros de familias de clases sociales inferiores. Aunque ahora el matrimonio entre familiares puede parecer contra natura, en algún momento constituyó una estrategia común de la alta sociedad en el Antiguo Régimen. No es de extrañarse que los reyes, con la finalidad de preservar no tan sólo el apellido y su prestigio, sino la sangre, permitieran y acordaran matrimonios entre primos hermanos o entre tíos y sobrinos. Ese tipo de unión matrimonial representó, en algunos casos, la única manera de preservar la sangre y conservar el poder económico y territorial de la familia. La importancia de mantener un tipo de sangre socialmente aceptada, hizo que varios grupos no españoles, como los judíos y los musulmanes, practicaran lo que se llamó “limpieza de sangre”. Por tener esa ascendencia, se veían obligados a escalar socialmente para sobrevivir, por lo que buscaban casarse con españoles o, desde el punto de vista religioso, con católicos, para que la descendencia de tal unión representara un tipo de sangre mejor aceptada. Otro elemento importante fue el compadrazgo, que posibilitaba ampliar las redes sociales para tener mayores oportunidades de sobrevivencia. De esa manera se unían grupos familiares con la finalidad de apoyarse mutuamente. A través de esas redes, ahora se puede descubrir la manera en que varios grupos escalaron posiciones a nivel social, emigraron a otras regiones y se abrieron paso en otros ámbitos. Las redes sociales a través de las familias influyeron en gran medida en la emigración entre España y la Nueva España. El territorio de la Nueva España era una puerta para nuevas oportunidades de vida. Los españoles que emigraron solían invitar a sus familiares y amistades a que emigraran igual que ellos; muchas veces los apoyaban para hacer el viaje y les daban asilo a su llegada. El viaje a América representó para muchos grupos la oportunidad de desarrollo que en su país no habían conseguido. Dichas relaciones se fortalecían conforme la búsqueda de mejora económica se llevaba a cabo. Muchos europeos sabían que no volverían a su país, por tal motivo empezaron a surgir enlaces entre españoles y nativas de América, dando por resultado una nueva estirpe: los mestizos. Esas “segundas familias”4 constituyeron una alteración en el concepto monolítico de familia. Su práctica abrió un amplio campo cultural en las relaciones entre españoles e indias, mestizos e indios y mestizos y españoles. El papel principal de estas relaciones fue el afianzamiento del español en la Nueva España, por todo lo que la familia significaba: pertenecer a un grupo afectivo, contar con un hogar que brindaba seguridad, abastecimiento de bienes y oportunidad de reproducirse. Esto permitió la perduración y el fortalecimiento de las prácticas y estructuras sociales que caracterizaron la vida durante, por lo menos, el siglo XIX. 1 Imizcoz Beunza, José María, “Actores sociales y redes de relaciones en las sociedades del antiguo régimen. Propuesta de análisis en historia social y política”, en Carlos Barros (editor), Historia a debate, Universidad de La Coruña, 1993, t. II. 2 Antiguo Régimen se puede definir como un “corte histórico con la situación anterior a 1789… que engloba las instituciones, usos, tradiciones y privilegios característicos de la etapa prerrevolucionaria”. Fernández Sebastián, Javier et al., Diccionario político y social del siglo XIX español, Madrid, Alianza Editorial, 2002, p. 92. 3 Para una lectura profunda sobre el tema recomiendo el texto de Francisco Chacón Jiménez: “Hacia una nueva definición de la estructura social en la España del Antiguo Régimen a través de la familia y de las relaciones de parentesco”, Historia Social, núm. 21, 1995, pp. 75-104. 4 Regularmente, los hombres que venían de España a la Nueva España dejaban en su país a una primera familia.