Tipos de discurso Veamos ahora algunos tipos de discurso que

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Tipos de discurso
Veamos ahora algunos tipos de discurso que pueden ser de especial importancia para el
redactor. Cada uno tendrá unas características diferentes, y las estrategias de
construcción variarán de uno a otro. La división que voy a establecer no es tajante; de
hecho, conviene en ocasiones mezclar elementos de un tipo de discurso en otro. Por
ejemplo, incluir algunas características del discurso narrativo en uno publicitario ayudará a
conseguir el objetivo perseguido por éste último, pues le aportará un interés que sólo la
normatividad puede conseguir.
Discurso narrativo
El discurso narrativo es la exposición de unos hechos relatarles por medio de una trama y
un argumento. Por supuesto, es el que se utiliza en la novela y el cuento, pero cada vez
más personas recurren a sus bondades fuera de la literatura, pues se caracteriza por
mantener al lector pegado a las palabras como una mosca a la telaraña. Como dice E. M.
Forster:
En cuanto tal, la historia sólo puede tener un mérito: el conseguir que el público quiera
saber qué ocurre después. A la inversa, sólo puede tener un defecto: conseguir que el
público no quiera saber lo que ocurre después. [...] Es el organismo literario más primitivo
y más elemental. Sin embargo, es el máximo común divisor de todos esos organismos
sumamente complejos que conocemos como novelas.
Esta cualidad del discurso narrativo viene dada por la intriga o la tensión narrativa, que
consiste en abrir uno o varios hilos de acción que no se resuelven hasta el final (o que se
van resolviendo poco a poco, pero quedando siempre alguno pendiente) o, lo que es lo
mismo, ir creando expectativas al lector y satisfacerlas (de golpe o poco a poco).
También por esto las partes del discurso narrativo se denominan inicio, nudo y desenlace.
A grandes rasgos y generalizando mucho, en el inicio se plantean uno o varios personajes
que empiezan alguna acción, en el nudo se plantea un conflicto y en el desenlace éste se
resuelve.
Si menciono aquí, en un curso de redacción, este tipo de discurso, es porque se utiliza
cada vez más en otros campos, como por ejemplo el de la publicidad. Dada la saturación
de descargas informativas que sufre la sociedad, hacen falta cada vez más estímulos
para interesar al público, y la narratividad es, como decíamos, un recurso infalible para
captar su atención. Como se puede comprobar, cada vez más spots se desarrollan a
modo de historias o breves relatos. Asimismo, en algún momento se pusieron de moda
grandes anuncios sugerentes que inundaban la ciudad sin que nadie supiera a qué
aludían (recuerdo ahora mismo una gran tela de raso morado rasgada por el centro); la
gente hablaba de ellos, intrigada, hasta que al cabo de unas semanas se satisfacía su
curiosidad en forma de una marca de licor que había que beber o un coche que no
podíamos
dejar
de
comprarnos.
Las formas en las que el discurso narrativo se desarrolla serían la descripción, la
narración, el diálogo, el monólogo, la elipsis... y la estrategia discursiva más utilizada
correspondería a la asociación por analogía, que es lo que en lenguaje literario se
llamaría metáfora.
Discurso publicitario
El objetivo de un texto publicitario es vender un producto, y el redactor habrá de utilizar
todos los recursos posibles para alcanzar ese objetivo, sin ningún tipo de escrúpulos. Los
publicistas son los mayores ladrones de la historia: han robado sonatas a grandes
compositores, cuadros a los pintores, frases a los escritores, canciones a los cantantes,
expresiones a la gente de a pie... Y es que siempre tienen que estar renovando su
repertorio.
Por culpa de la competencia y la saturación de la publicidad, las características
fundamentales
que
ha
de
cumplir
el
discurso
publicitario
son:
Ser atractivo: Tiene que conseguir seducir al lector, aunque sea a base de mentiras (en
el fondo todos estamos deseando que nos mientan un poco, que nos pinten el mundo del
color
de
la
esperanza).
Sorprender: El lector sólo leerá lo que llame su atención, por lo que el discurso
publicitario tiene que ofrecer siempre algo nuevo, algo único. Los creativos se rompen la
cabeza pensando en formas nuevas de vender lo mismo de siempre.
Huir de la monotonía: El discurso publicitario no puede ser un texto serio y monótono,
sino
variado
y
fragmentado.
Encubrir determinados datos: Para vender un producto hay que saber ocultar. En un
anuncio de tabaco no pueden hablarnos de las estadísticas de muerte por cáncer de
pulmón, sino que utilizarán un barco de vela y palabras como libertad, diversión, sabor,
aventura...
Ser breve: Nadie está dispuesto a perder mucho tiempo leyendo un texto publicitario,
por muy interesante que sea. El discurso ha de ser breve, directo, condensado, casi
telegráfico.
Para cumplir estas características, el discurso publicitario resulta de la mezcla del resto de
discursos, cogiendo las partes más seductoras de cada uno de ellos (la tensión narrativa
del discurso narrativo, la claridad del expositivo, la convicción del argumentativo...).
Su forma de exposición es fragmentada. Se compone de frases cortas, de golpes de
información fáciles de asimilar de un solo vistazo. Suele jugar con distintos tipos y cuerpos
de letra y con la disposición del texto en la página (frases puestas en diagonal, cuadros de
texto,
etc.).
En cuanto a las estrategias discursivas, las utiliza todas, aunque principalmente juega con
la analogía (un coche es una mujer bella; la Coca-Cola es la felicidad...), la asociación por
contrario (quien lava con Luzil está radiante y tiene la vida resuelta / para quien utiliza
otros detergentes la vida es un infierno) y la generalización (si la chica que por las
mañanas se echa esa colonia es dinámica, eficiente, deseada, feliz... todas lo seremos
sólo con comprar el ungüento mágico).
Discurso expositivo
El discurso expositivo es el que busca informar de determinada cuestión o aclararla. Ha
de ser, por tanto, un texto limpio y poco llamativo. El lector lo va a leer porque le interesa
el contenido, y no porque se le meta en la retina como una mota de polvo. No obstante,
como cualquier escrito, ha de hacérsele agradable y entretenido, porque si no lo dejará a
la mitad, por muy interesado que esté en el tema. Sus principales características son:
Claridad: La exposición ha de ser clara ante todo. Si leemos las instrucciones para
utilizar el vídeo es porque no sabemos cómo utilizarlo, y si el texto no nos lo aclara es
como
si
no
hubiera
sido
escrito.
Concisión: El discurso expositivo ha de ser conciso, sintético. Esto no tiene que ver
con la brevedad del texto (eso dependerá de si lo que tenemos que escribir son las
instrucciones para utilizar el vídeo o una tesis doctoral), sino con que las ideas que refleje
estén expresadas con exactitud en el menor número de frases posible.
Objetividad: Un texto expositivo no debe reflejar opiniones personales y, si lo hace,
éstas han de estar enmascaradas tras una apariencia objetiva. Si escribimos para que
nos aclaren una duda y nos contestan con frases como «Yo creo que...», «Es posible
que...»
nos
podemos
enfadar,
con
todo
el
derecho.
Centrarse en el tema: Un cuento puede ser digresivo. Un texto expositivo no. Ha de
atenerse al tema en todo momento y no irse por las ramas. Cualquier idea que se salga
del asunto del que estamos hablando, por muy brillante que sea, ha de rechazarse al
instante.
La construcción del discurso expositivo ha de estar bien estructurada: una introducción
que aclare el tema, la explicación propiamente dicha y un epílogo o resumen que
recuerde
al
lector
todas
las
ideas
tratadas.
En cuanto a las estrategias discursivas, se podrán utilizar todos los tipos de asociaciones
que antes hemos visto, pero sobre todo las relaciones por analogía, causa, consecuencia,
precedencia y sucesión.
Discurso argumentativo
El objetivo principal del discurso argumentativo es convencer, y a ello debe ir dirigida cada
palabra que elijamos. Convencer no significa, por supuesto, avasallar ni ofender ni
despreciar, sino acudir al entendimiento lógico del lector para que comprenda nuestras
razones. Dado que vamos a intentar introducir un concepto nuevo sobre alguna cuestión
que el lector no tiene a priori, habrá que poner especial cuidado en que esa intromisión en
la configuración de su mente no sea brusca, sino que al leer el texto le parezca que eso
es lo que ha opinado siempre, o que ha sido él mismo el que ha sacado las conclusiones.
Las características del texto argumentativo han de ser:
Lógica: Los argumentos u opiniones que se den han de tener una base racional bien
sólida.
El
discurso
no
puede
tener
una
apariencia
arbitraria.
Convicción: Las razones que se aporten han de ser convincentes. Eso no quiere decir
que sean verdaderas, sino que tienen que parecer verdaderas. Sería parecido a la
diferencia entre realidad y verosimilitud (a veces la realidad es inverosímil, y la ficción de
un
relato
puede
parecer
real
como
la
vida
misma).
Suavidad: Es importante que la argumentación se desarrolle suavemente, sin
prepotencia ni brusquedad. Ha de parecer que las ideas han estado ahí desde siempre, y
que nosotros lo único que hemos hecho es transcribir (como meros amanuenses) una
verdad
universal.
Humildad: Un discurso argumentativo bien construido ha de ser humilde, sin aires de
grandeza ni de erudición. El lector desconfía de quien necesita grandes palabras para
argumentar una opinión.
El discurso argumentativo se estructura de la siguiente manera: en primer lugar se expone
la tesis (a modo de introducción) o las ideas que se pretenden demostrar; luego se pasa a
la argumentación propiamente dicha, con las opiniones concretas razonadas
convenientemente; finalmente se expresa la conclusión, que vuelve a la idea inicial, pero
esta
vez
con
el
peso
de
la
razón
detrás.
Las estrategias discursivas más utilizadas en este tipo de discurso son la analogía, la
asociación por contrario, la generalización, la ejemplificación y la experiencia personal y
de autoridades.
Sirvan como referencia los tipos de discurso que aquí se han expuesto. Sin embargo, hay
que tener en cuenta que es difícil encontrarlos en estado puro. Normalmente el objetivo
del escrito no es nítido y, por tanto, se pueden ?y se deben? mezclar los tipos de
discurso.
Por otra parte, es práctica común disfrazar a un tipo de discurso de otro. Por ejemplo, en
periodismo se suelen maquillar textos argumentativos (que tratan de convencer al lector
de determinada idea) para que parezcan expositivos (es decir, objetivos). Asimismo, la
publicidad
se
vale
de
todo
tipo
de
estrategias.
También nos podemos encontrar, como en el ejemplo que pongo a continuación, un texto
narrativo que imita el discurso expositivo. En este caso, Julio Cortázar nos da unas
«Instrucciones para subir una escalera»:
Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que
una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca
paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite
en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y
poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal
correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno
de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba
y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquier otra
combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de
trasladar
de
una
planta
baja
a
un
primer
piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente
incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin
esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños
inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir
una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo,
envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en
el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se
recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de
confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir
hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el
primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta
adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace
difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el
pie).
Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos
hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero
golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del
descenso.
Clasificación por función
Marcadores que estructuran el discurso
• Iniciadores: para empezar
• Enumeradores: en primer lugar, en segundo lugar
• Digresores: a propósito, por cierto, a todo esto
• Finalizadores: por último, en último término, en fin, finalmente
• Continuativos: entonces, así pues, de modo que, pues bien, conque
• Conclusivos: en consecuencia, en conclusión, en resumen, por tanto
Conectores que unen dos segmentos textuales
• Aditivos: además, incluso, asimismo
• Contra argumentativo: sin embargo, no obstante, por el contrario
• Consecutivos: por tanto, por consiguiente, en consecuencia, entonces, en efecto,
de ahí
Marcadores que indican la posición del hablante hacia la
continuación del discurso
• Indicativos de opinión: desde mi punto de vista, en mi opinión
• Reformuladores explicativos: es decir, o sea, total, en otras palabras, por ejemplo
Marcadores conversacionales para mostrar el seguimiento del
discurso
• Iniciativos: mire usted, a ver, ¿sabes qué?
• Enfáticos: claro que sí, no faltaría más
• Aprobativos: bueno, perfecto, vale, bien, de acuerdo
• Afirmativos: evidentemente, por supuesto, en efecto
• Apelativos: mira, oye, escucha, fíjate
• Comprobativos: ¿verdad?, ¿e sigues?, ¿me entiendes?, ¿vale?
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