La economía española en el contexto de la zona euro Luis Sastre y Rubén Osuna El premio Nobel Robert Mundell analizó las condiciones bajo las cuales un conjunto de países podría querer operar bajo las condiciones de un mercado de tipos de cambio fijos, o incluso adoptar una divisa común. Para que un conjunto de países constituyan un área monetaria óptima, según Mundell, deberían satisfacer una de las siguientes condiciones: 1. Los países tienen que experimentar shocks similares, dado que si ello es así podrán aplicar similares políticas monetarias; 2. o bien, si los países sufren diferentes shocks, entonces deben tener una elevada movilidad de los factores productivos. Por ejemplo, si la tasa de desempleo es elevada en uno de los países, los trabajadores deben poder abandonarlo fácilmente y buscar trabajo en otro. España se incorporó a la Unión Monetaria, con un shock asimétrico de inflación en relación con la media de los países que la integran. Los países que componen la llamada zona euro han transferido el control de la política monetaria al Banco Central Europeo, y comparten una moneda común, por lo que los tipos de cambio e interés nominales vienen dados desde fuera para cada uno de ellos. Esto no quiere decir que ocurra lo mismo con los tipos de cambio e interés reales, pues la evolución de los precios no es la misma entre países. Es decir, los tipos de interés y tipo de cambio nominales son fijos para toda la zona, pero los tipos de interés y de cambio reales no, y son estas últimas las variables relevantes para el comportamiento de los agentes económicos. 1 La entrada de España en la zona euro con una inflación más elevada que los demás países significó que el tipo de interés real en España fuera, desde el inicio, inferior al del resto, a la vez que provocó que el tipo de cambio real, medido por el diferencial de precios, sufriera una continuada apreciación que deterioró la relación real de intercambio de nuestro país con el resto de la zona. La reducción continuada del tipo de interés real por aumento de los precios, dado que el tipo de interés nominal esta fijado por el BCE, estimuló la inversión y la demanda agregada en general. El mayor crecimiento de los precios de los productos españoles deterioró nuestra competitividad y relación de intercambio, aumentando las importaciones y reduciendo las exportaciones, con el consiguiente aumento de las necesidades externas de financiación de nuestra economía. Lo anterior explica bien las características de la fase de crecimiento que se extiende por la segunda mitad de los años noventa y acaba con el estallido de la crisis en 2007: un fuerte crecimiento económico estimulado por la demanda acompañado de un elevado déficit de la balanza por cuenta corriente con el correspondiente incremento del endeudamiento. En estas condiciones las políticas económicas de los últimos gobiernos pueden considerarse absolutamente desastrosas: 1, por un lado no se plantearon, en su momento, las políticas de reformas estructurales para converger en precios con los países de la zona euro, y disminuir así la elevadísima tasa natural de paro de nuestra economía; 2, además se estimuló aún más la demanda agregada desatando el gasto público, y no solo por parte del gobierno central, sino también facilitando una réplica por parte de las comunidades autónomas, gracias sobre todo al sorprendente proceso de revisiones de sus Estatutos de autonomía, lo que permitió un mayor endeudamiento y un mayor fraccionamiento del mercado interno; 3, favoreciendo prácticas oligopolistas en la fijación de precios por parte de las empresas, fundamentalmente en el sector servicios, pero también, y muy especialmente, en el mercado de trabajo, mediante un sistema de negociación colectiva que no se ha revisado. 2 Resulta esencial explicar por qué 1, las políticas de estímulo de la demanda no tendrán éxito en su objetivo de recuperar el crecimiento económico y 2, el aumento dramático del paro a tasas de más del 20 por ciento no reduce el diferencial de inflación que deteriora nuestra competitividad. La causa en última instancia está en la rigidez de la oferta, que traducirá cualquier impulso de la demanda en ulteriores crecimientos de los precios. Un concepto central para entender el papel de la oferta a nivel agregado es el de tasa natural de desempleo, que es aquella tasa de paro que no acelera la inflación. Podemos forzar tasas de paro inferiores a la natural con políticas expansivas de demanda, monetarias o fiscales, pero con el tiempo los precios acelerarán su crecimiento, y ello se traducirá en una pérdida de competitividad, deterioro de la balanza por cuenta corriente y endeudamiento público y privado. Como puede observarse, el nivel soportable de endeudamiento es la otra restricción que acompaña a la tasa natural de desempleo en este proceso. Si la economía puede endeudarse ilimitadamente, el crecimiento con bajas tasas de paro, altas tasas de inflación y fuertes desequilibrios de la balanza por cuenta corriente puede prolongarse también ilimitadamente, o al menos esa ha sido la situación durante la pasada década de crecimiento. Cuando el endeudamiento alcanza un límite, especialmente cuando ello ocurre de forma súbita, como ha pasado debido a la crisis financiera internacional, la demanda agregada cae y el paro vuelve a su tasa natural. La respuesta del Banco Central Europeo a la crisis ha sido promover una nueva política monetaria expansiva que libere temporalmente a los países de la zona euro de la restricción del crédito, pero supeditada a la puesta en marcha de reformas que actúen sobre la mencionada tasa natural, reduciéndola. Lamentablemente, en el caso de España, de forma directa o indirecta esa nueva vía de financiación se ha utilizado para impulsar políticas fiscales expansivas o para refinanciar parte de la deuda privada acumulada. 3 En ausencia de las reformas exigidas el endeudamiento público adicional no puede tener un impacto duradero en las posibilidades de crecimiento futuro, y más si tenemos en cuenta que dicha expansión del gasto público se ha materializado en aumentos de las transferencias de renta o gastos de diverso tipo sin impacto esperable en la productividad de la economía. Las reformas necesarias para reducir la mencionada tasa natural tienen que modificar el funcionamiento de los mercados, haciéndolos más eficientes, y el funcionamiento de las administraciones, pues el objetivo es incrementar la productividad de la economía en su conjunto, tanto del sector público como del privado. Ello implica una revisión profunda de su ordenación, regulación y mecanismos de control. El mal funcionamiento del sector privado de la economía española tiene múltiples causas pero podemos clasificarlas en 1, las relacionadas con los mercados de factores, especialmente el mercado de trabajo; 2, las relacionadas con los mercados de producto, sobre todo las que tienen su origen en la falta de competencia en éstos; y 3, las relacionadas con la segmentación territorial de los mercados, y que afectan y agravan las dos anteriores. En el mercado de trabajo tenemos un sistema de fijación de salarios ciertamente peculiar. Los sindicatos representan los intereses de los trabajadores, al margen de las tasas de afiliación, y como tales negocian las condiciones laborales con representantes de los empresarios. Éstas incluyen sobre todo incrementos salariales, y se concretan en convenios colectivos, que tienen fuerza normativa y son de obligado cumplimiento, con carácter subsidiario para las empresas que no tengan convenios específicos que mejoren las condiciones establecidas en aquellos de ámbito superior, sectorial o incluso territorial, y que les afectan. En la práctica esto impone una evolución de los salarios ligada a la del índice de precios al consumo (indiciación salarial), y sin conexión con la de la productividad. Dentro de una misma región o sector afectado por un convenio, e incluso dentro de una misma empresa, hay gran diversidad de situaciones en lo referente a productividades o rentabilidades, y los convenios de ámbito superior no los tienen en cuenta, mientras que los más específicos sólo pueden mejorar éstos. Este sistema de fijación de los salarios, o de su evolución, al margen de la situación de 4 cada empresa, unida a un crecimiento de la productividad en promedio casi nulo, explican un fuerte incremento de los costes laborales unitarios que tienen el doble efecto alternativo de minar la rentabilidad empresarial o de deteriorar la capacidad competitiva de las empresas. Esto segundo se produce en la medida en que los incrementos de costes se trasladan a precios, y esta repercusión de los incrementos de costes a precios se explica por una deficiente regulación de los mercados de producto que merma el nivel de competencia en éstos. Los ejemplos son muchos, y pueden citarse los precios de la energía, las comunicaciones, los servicios al consumidor de todo tipo, etcétera, cuya evolución comparada con la de otros países indica un funcionamiento ciertamente anómalo de los mercados en su conjunto en España, añadido a otros problemas específicos de cada mercado. La fragmentación territorial de los mercados es un tercer factor que alimenta los efectos explicados. Afectan a la movilidad del factor trabajo e introducen fuertes asimetrías regulatorias, de acceso al crédito, o fiscales. Si comenzábamos señalando las graves consecuencias que para la economía española ha tenido la integración en una unión monetaria sin corregir asimetrías o diferencias en el funcionamiento de las economías, ahora hay que señalar que dentro de la propia economía española se da una situación similar. Pero si el primer gran error de la gestión económica en España ha sido no impulsar un proceso de convergencia real dentro de la zona euro, el segundo ha sido estimular decididamente el proceso contrario dentro del propio país. El mercado interior se ha fragmentado, haciéndose muy difícil alcanzar el objetivo de incrementar la eficiencia y productividad de la economía española. Cuando se habla de reformas estructurales se está aludiendo a una revisión de la regulación de los mercados, que suele ser específica de cada uno de ellos, pero también del funcionamiento de las administraciones públicas, que representan una parte sustancial de la economía. En el mercado de trabajo es necesario vincular los incrementos salariales a la situación de cada empresa, y a la evolución de la productividad en cada una de ellas. En los mercados de producto el objetivo debe ser fundamentalmente incrementar los niveles de competencia entre empresas, lo que requiere revisar muy diversas regulaciones sectoriales que impidan trasladar a precios los incrementos de costes. Es necesario también reparar la 5 fragmentación territorial de los mercados, lo que requiere un gran número de actuaciones diversas relacionadas con la educación, la estructura del sistema financiero, las competencias regulatorias, la legislación sobre la fiscalidad de las empresas, etc. Por último, debe revisarse en profundidad el sistema acceso al funcionariado, y la organización del trabajo dentro la administración, introduciendo incentivos orientados a la mejora de la productividad, mayor movilidad funcional, etcétera, y abordando de una vez por todas problemas específicos en la universidad. Para poder llevar a buen puerto tal proceso de reformas, y en especial los aspectos relativos a la organización de los mercados y de las administraciones públicas, una recuperación de competencias por parte del Estado parece inevitable, si bien la forma en que ello puede darse es un tema que compete a los juristas y políticos, en ámbitos distintos. Como economistas sólo podemos señalar la absoluta necesidad de establecer controles al endeudamiento público, y de homogeneizar las regulaciones sectoriales y fiscales, eliminando asimetrías y el correspondiente fraccionamiento del mercado. Sin esas reformas la economía española no puede ganar en eficiencia, productividad y competitividad, lo que supone que ningún crecimiento económico sostenible es posible, ni siquiera bajo estímulos (improbables) de la demanda. La consecuencia, el precio a pagar, sería un período de longitud indeterminada con altísimas altas tasas de paro y un progresivo alejamiento respecto de los niveles de vida medios en la zona euro. Marzo de 2011 6