Llegar a mañana también es importante, de Antón Costas

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Periodismo de opinión en Reggio’s
Llegar a mañana también es importante, de Antón Costas
Comesaña en Negocios de El País
Considerar que la recesión es un coste necesario para poder crecer más rápido en el futuro es una
opción moralmente cuestionable
Qué es mejor para la creación de riqueza y las condiciones de vida de la gente, mantener tasas de
crecimiento sostenidas, aunque sean bajas, o seguir una pauta que alterne fases de recesión con otras de
fuerte crecimiento? Sin duda, lo primero. Crecimientos de 1 o 2 puntos anuales durante una década
producen mejores resultados que alternar caídas como las que tendremos en 2012 y en 2013 con tasas del
3%, 4% o 5% a partir de 2015.
Sin embargo, en vez de tratar de conciliar reducción del déficit público y crecimiento, los Gobiernos nos
están vendiendo que para tener un futuro mejor hay que sacrificar el crecimiento durante unos años en
aras de una austeridad intempestiva que reduzca a ritmo acelerado el déficit público.
Al margen de que, como ahora diré, la economía nos dice que esa es una mala opción, los que la
defienden olvidan algo esencial: llegar a mañana es muy importante para una buena parte de la población.
Especialmente para aquellos que para vivir solo tienen su empleo y los ingresos del día a día. En esas
circunstancias, las promesas de un futuro mejor son inciertas. Lo más probable es que la falta de
crecimiento les lleve a la pobreza aguda y al desempleo prolongado, que es la puerta a un círculo vicioso
del que difícilmente se sale, especialmente cuando afecta a niños, jóvenes y mujeres.
Considerar que la recesión y el desempleo es un coste necesario para poder crecer más rápido en el futuro
es una opción moralmente cuestionable. Sucede, sin embargo, que los que la defienden no tienen
problemas con el mañana. Uno de los hechos más desvergonzados de esta crisis es ver cómo las voces
más exigentes para que se aplique una sobredosis de austeridad vienen del mundo financiero. Es decir, de
personas que han sido las causantes directas del sobreendeudamiento privado que ha provocado esta crisis
y que además están protegidos por sobresueldos, contratos blindados y pensiones millonarias.
Pero si el argumento moral no fuese suficiente, la investigación económica enseña que las reducciones
intempestivas del déficit —lo que técnicamente se llama “consolidación fiscal”—, acompañadas de
recesión, son una mala opción tanto a corto como a largo plazo para la condición de vida de los más
débiles.
En un trabajo reciente, publicado por el FMI (Expansionary austerity: new international evidence), Jaime
Guajardo, Daniel Leigh y Andrea Pescatori analizan con una nueva metodología de cálculo los efectos de
173 programas de consolidación fiscal llevados a cabo por 17 economías avanzadas en los últimos 30
años. Sus conclusiones son de enorme interés. Señalaré solo dos. La primera es que las consolidaciones
fiscales provocan a corto plazo un aumento del desempleo y una reducción de los ingresos de los
asalariados (los beneficios empresariales y las rentas del capital caen mucho menos). No hay evidencia de
que la caída del gasto público sea sustituida por un aumento de la demanda privada. Eso significa, en la
jerga de los economistas, que las consolidaciones fiscales son contractivas, no expansivas como defienden
los partidarios de la austeridad. Además, la reducción del ingreso y el desempleo pueden ser mucho
mayores cuando son muchos países los que aplican a la vez planes de austeridad. Eso es exactamente lo
que está ocurriendo en Europa. Y así nos va.
La segunda conclusión es, si cabe, más devastadora para los argumentos de los que defienden la
austeridad a macha martillo. Las consolidaciones fiscales aumentan el desempleo tanto a corto como a
largo plazo. Y no solo eso, el impacto mayor es en el largo plazo. El desempleo de largo recorrido es aún
mayor después de cinco años. Además, cuanto más largo es el periodo de desempleo, más se reducen las
posibilidades de encontrar uno nuevo. (Eso podría explicar el hecho de que la fuerte consolidación fiscal
llevada a cabo en 1984 haya dejado un elevado desempleo estructural en nuestra economía). Por tanto, las
consolidaciones fiscales intempestivas que asesinan el crecimiento agravan tanto las condiciones de vida
presentes como futuras de los que más sufren.
A la vista de esta evidencia, los que postulan que la salida a la crisis es la austeridad inclemente solo
pueden utilizar en su defensa su propia ideología o sus intereses.
Estos resultados no significan que no sea necesario equilibrar las cuentas públicas. Indican que los
Gobiernos deberían buscar un mix de políticas que, por un lado, busquen un ritmo más lento para la
consolidación fiscal para dejar espacio a políticas que mantengan el crecimiento, por débil que este sea.
Algo parece estar cambiando en esta dirección. Al presentar los presupuestos de este año, David Cameron
ha afirmado que “quienes sostienen que de alguna manera las alternativas son corregir el déficit o
promover el crecimiento están equivocados. No se puede postergar una cosa para promover la otra”. No
está mal, si tenemos en cuenta que en 2010 había sido partidario de la austeridad inclemente. En la misma
dirección va la carta firmada por 10 primeros ministros europeos. Aunque llevaba la dirección de
Bruselas, es de suponer que sea reenviada a Berlín y París, que son sus verdaderos destinatarios. Por
último, la decisión del presidente Rajoy de atemperar el ritmo de reducción del déficit pactado con las
autoridades europeas va en la misma línea y hay que reconocer que es una decisión políticamente valiente
y de “sentido común”, como él dice.
Se trata de ganar tiempo para la consolidación fiscal y emplearlo para recuperar el crecimiento, de tal
forma que la gente que más sufre con la crisis pueda llegar a mañana.
Antón Costas Comesaña es catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona.
Publicado por Reggio's
11 Marzo, 2012, a las 7:13 am
Colgado en: Derechos, Economía, Libertades
Autor: Antón Costas Comesaña
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