CRITERIOS PARA LA CREACION DE NUEVOS PLANES DE ESTUDIO DE POSGRADO: NOTAS PARA UNA PROPUESTA Carlos Pallán F. UAM-azcapotzalco Situación del posgrado en América Latina En el lapso de una década (1965-1975) los principales países de América latina van a crear o desarrollar sus instituciones nacionales de ciencia y tecnología. Se formulan políticas, se elaboran planes y se implantan programas dentro de este ámbito, pretendiéndose que la ciencia y la tecnología constituyan una entidad más a través de la cual se promuevan los procesos de industrialización y desarrollo nacionales. Durante esos diez años, con distintos matices y ritmos, se invierten recursos, promueven políticas y se crean instituciones con la finalidad de crear una base científica que permita promover la investigación de la ciencia y la tecnología , y absorber con buen juicio, la tecnología extranjera. La autodeterminación tecnología y la producción de nuevos y más útiles conocimientos fueron palabras claves en todo ese proceso. Crear esa base científica requería también, claro está, la formación de recursos humanos especializados. Por ello, en dicha década se asiste también al incremento acelerado de la matrícula de estudios de posgrado y a la multiplicación de programas correspondientes. Sin embargo, y no obstante los propósitos que animaban dichas intenciones, los determinantes estructurales de carácter interno y de articulación económica mundial muestran un uso de la ciencia y la tecnología, y de los recursos humanos a ellas asociados, contrario a los propósitos antes expresados. De ese modo, antes que contribuir al ensanchamiento de la capacidad de autodeterminación, han fortalecido la creciente monopolización de la producción, al igual que propiciado al establecimiento de patrones productivos poco funcionales y rentables (Left, 1979; Ayala, 1979). El proceso antes descrito se inicia en los años sesenta. Efectivamente, a mediados de esa década comienza un esfuerzo por definir, en algunos países, políticas globales y programas específicos capaces de impulsar decididamente la “investigación para el desarrollo”. La concreción de dicha voluntad se dio esencialmente a través de la emisión de disposiciones legales, acuerdos, y de la fundación de instituciones, tales como los Consejos Nacionales de Ciencia y Tecnología. Una parte sustantiva de los programas contemplaron la formación de recursos humanos, principalmente por la asignación de becas, para cursar estudios de posgrado en el extranjero, aunque también se concibió el fortalecimiento de la oferta nacional de este tipo de estudios. Después de veinte años de iniciados dichos esfuerzos, de definición de políticas y programas tendientes a apoyar la producción científica y tecnológica interna, así como la formación de especialistas de alto nivel, la generación de conocimientos básicos y alternativas tecnológicas procesadas en las universidades parecen sólo contribuir marginalmente en la orientación de procesos y formas de producción. Es en función de este procesos histórico reciente, de fomento al desarrollo científico y tecnológico como también se explica el crecimiento y desarrollo de los estudios de posgrado en América Latina Como lo expresa Brunner (1985):”la necesidad de formar o contribuir a la formación de científicos sobre una base nacional ha llevado a la creación de programas de posgrado, los que pronto se han confundido con una variedad de estudios que han surgido por doquier en la región”. Además, este conjunto de programas surgieron y se desarrollaron con muchos defectos, entre los cuales pueden contarse los siguientes (Brunner, 1985): Con la excepción probablemente de Brasil y Cuba, en los restantes países de la región los estudios de posgrado han tendido a crecer de manera rápida durante los últimos veinte años, crecimiento que se habría caracterizado por su desorden, falta de planificación, iniciativas independientes, sin reglamentación adecuada, con tendencias al profesionalismo y particularismo de estudios y sin mayor conexión con las necesidades del desarrollo nacional. Algunos de los fenómenos de trastocamiento de intención y resultado final que aparece, como ya se observo, en el uso de la ciencia y la tecnología, aparecen también en la formación de los recursos humanos calificados, a través de los programas de posgrado. De este modo dichos programas han servido también para reforzar los lazos de interdependencia y subordinación de la profesión académica nacional respecto a las empresas científicas transnacionales y extranjeras (Brunner, 1985). Con ello pareciera tomar cuerpo la situación que Kliksberg (1973), califica como fenómeno de dependencia científica: se importa no sólo el modelo científico y tecnológico, sino además el de docencia e investigación. Situación del posgrado en México En México, la década de los setenta es un período de auge, por lo que toca a la planeación de la educación superior y la investigación científica. La intención explícita del Primer Plan Nacional indicativo de ciencia y Tecnología, así como los planes y programas posteriores, ha sido la de vincular las prácticas educativas de nivel superior y las actividades de investigación científica y tecnológica con las “demandas sociales y los problemas del país”. A pesar de ello, se han señalado reiteradamente (Leff, 1979; Salomón. 1986; García, 1985), que a pesar de la intención general de asociar los procesos educativos y las prácticas de investigación a una lógica del “interés nacional”, el carácter de os instrumentos, tipos de programas indicativos en ciencia y tecnología, no han materializado una precisión conceptual ni programática respecto a las prioridades nacionales. Precisamente, en virtud de lo antes expresado, parece quedar de manifiesto que la ausencia de una definición explícita y consensual de prioridades nacionales en materia de formación de recursos especializados, ha tornado difícil la planeación de estudios de posgrado que respondan a requerimientos específicos vinculados en el proceso de desarrollo. En el caso de los programas de formación de recursos humanos, parece prevalecer un esquema liberal, mismo que dominó los criterios de asignación de becas para estudios de posgrado y ocasionó que éstos incidieran muy poco en la orientación de una oferta de profesionales capaces de transformar, vía su actividad, procesos y formas de producción. Por otra parte, si bien se logro ampliar sensiblemente el número de programas de posgrado en el país (ver anexo estadístico), se ha carecido de instrumentos idóneos que permitan lograr una distribución más equilibrada de la matrícula, misma que, actualmente, tiende a reproducir la defectuosa concentración de licenciaturas en disciplinas pertenecientes a las áreas administrativa y social. En 1981 el Plan Nacional de educación superior (PNES) reconocía dos problemas fundamentales en relación a los programas nacionales de posgrado: en primer lugar su falta de articulación con las necesidades nacionales identificada en los planes de desarrollo (PNES, 1981), y en segundo término, la disparidad en cuanto a la concepción pedagógica de los diversos programas así como su desvinculación de la investigación (Beltrán, 1982; Palan, 1981). En suma, los distintos intentos para definir una política de ciencia y tecnología supeditada a las estrategias de desarrollo han permitido incrementar la oferta de programas e posgrado, así como estimular el crecimiento de la infraestructura nacional de la investigación; pero, en contraste, han tenido muy poco impacto en cuanto a dirigir e incidir en el mejoramiento de los niveles de vida. Algunos datos actuales permiten abarcar el problema cuantitativo de l posgrado. Para 1984 la matrícula de licenciatura a nivel nacional arrojo 97 mil egresados, correspondiendo 34 mil al área metropolitana de la ciudad de México. Lo anterior resulta explica en términos del ritmo tan dinámico con que se desarrollo el sistema nacional de educación superior a partir de 1970. De este modo, entre 1970 y 1984 la matrícula universitaria paso de 250 mil estudiantes a poco más del millón; con una tasa media de crecimiento anual del 9.8%. A su vez, el egreso de licenciatura paso de 25 mil a 125 mil egresados por año. En resumen, en tanto la matrícula se multiplico por 5, el egreso lo hizo por 4 en un período de 15 años (Olac Fuentes, 1985). Los anteriores números llevan a inquirir sobre el sentido y razón de ser del posgrado, particularmente si lo relacionamos con el mercado del empleo en general, y del empleo de profesionales en lo particular. Parecería así que el posgrado, como sistema público de formación de recursos humanos especializados, resulta un sistema poco rentable, social y económicamente hablando, toda vez que sus egresados no son absorbidos de manera uniforme por el mercado del empleo. Con ello se produce un fenómeno antiguo existente ya con los egresados y con las carreras profesionales. De este modo, resulta evidente, como elemento configurador de situaciones problemáticas, entender que durante ese mismo período de 15 años se da un desfase entre formación de profesionales y absorción de empleo. Como lo expresa Olac Fuentes (1985): Debe destacarse, por lo que puede tener de excepcional que estas tendencias a desbordamiento del mercado del empleo surgen en una fase económica que, con ciclos de auge-resesión cada vez más cortos, registro una tasa media de crecimiento del orden de 6% anual, pero con una capacidad de generación de empleo considerablemente menor, mientras el aumento del egreso universitario se situaba en una tasa media de 12%, por lo que el excedente generado, si se incorporaba al empleo, lo hacia con niveles de requerimientos objetivos de capacidad cada vez más bajos y en condiciones laborales más desfavorables. Además, el crecimiento de los estudios de posgrado, que pasa de 6,500 a 34 mil en ese mismo lapso de 15 años, podría explicarse, como indica Fuentes (op.cit), a la luz de un proceso con dos significados distintos: en un primer caso, se ha tratado de un proceso esencialmente credencialista, que ha creado numerosos programas de especialización y maestría, con una pobre dotación de recursos y cuyo propósito ha sido crear un elemento de distinción mediante la simple prolongación de la escolaridad. En el otro caso, se trata de programas de alta especialización y rigurosamente selectivos, que utilizan recursos personales y materiales de alto costo y exigen dedicación completa de los estudiantes. Aquí el propósito ha sido emplear una élite científica y tecnológica, de alta calificación dedicada a los sectores de punta y al reforzamiento de los programas académicos selectivos. Criterios para nuevos posgrados Junto con el crecimiento del posgrado empiezan hacerse evidentes algunos problemas de cantidad y calidad. Igualmente, se formulan propuestas que tienden a superar dichos problemas, así como sistematizar y ordenar dicho tipo de estudios (Casillas y Hanel, 1975). A este respecto, destacan también los señalamientos y directrices que, desde mediados de los setentas, ha hecho ANUIES. Así por lo que toca a los problemas del posgrado en el PNES 1982-1992. ANUIES resume los rasgos de las llamadas “situaciones que deben corregirse con urgencia”. Entre ellas se cuentas: — Alta concentración en el Distrito Federal (75 por ciento) de la oferta educativa de los estudios de doctorado. — Falta de armonía, ocasionada por su dispersión y nula coordinación entre los organismos y centros que integran el subsistema de estudios de posgrado — Carencia de una clara orientación respecto a los propósitos y metas de algunos programas de posgrado, que se implantan y desarrollan atendiendo más a factores e intereses circunstanciales que a la solución de problemas y necesidades del área de influencia de la respectiva institución educativa. — Diversidad de criterios en la estructuración académica de los estudios de posgrado, que nos permite un acuerdo respecto a las condiciones y los mínimos para asegurar una calidad acorde a la jerarquía de este nivel de estudios. — Saturación en unas cuantas disciplinas originada en el crecimiento abrupto y casi caótico de este nivel de estudios. — Insuficiencia del personal académico idóneo, así como los recursos complementarios (servicios bibliotecarios, centros de cómputo, laboratorios, etc.). — Escasa vinculación entre los estudios de posgrado y las actividades de investigación, generada por el empleo de currículos inadecuadamente elaborados para lograr los objetivos propios del posgrado. Este catalogo de problemas comprende, en lo fundamental, aspectos que ya se habían incluido en el PNES 1981-1991. Por otra parte, a la luz de tales situaciones, ambos documentos enuncian criterios y políticas que debieran formularse para orientar el crecimiento y desarrollo del posgrado. De ese modo, se indicaba que una formulación de criterios y políticas en la materia debería de tomar en cuenta los siguientes aspectos (PNES 1981-1991): — La definición nacional de niveles y objetivos del posgrado; — Las características de su personal docente, incluyendo su nivel académico, su tiempo de dedicación, su remuneración, etcétera; — Los criterios para el reclutamiento del profesorado; — La definición de normas generales y específicas para los recursos físicos asociados; — Las características, antecedentes académicos y tiempo de dedicación del estudiante, — Formulación de los planes de estudio; — La vinculación con la investigación; — La regulación de los posgrados que pueden admitir diversas carreras como antecedente; — Las formas de evaluación nacional de posgrado; — Los mecanismos para el intercambio académico en el posgrado; — La equivalencia con los posgrados realizados en el extranjero; — La incidencia de los programas de becas en estos estudios. Como podrá observarse por los anteriores rubros, ya existen criterios lo suficientemente flexibles y generales como para orientarla creación de futuros programas de posgrado. Si bien los nuevos tiempos, a partir de 1982 y con mucha intensidad 1985-1986, significan situaciones sociales y económicas muy diferentes a las que prevalecieron cuatro años atrás, los criterios antes mencionados continuarían conservando vigencia. Desde luego que criterios específicos deberían diseñarse en cada institución de educación superior: tanto en función de tamaño, condiciones, estructura organizativa, como a partir de las peculiares situaciones problemáticas prevalecientes en 1986, y la forma como las instituciones harán frente a este nuevo tipo de situaciones en los años venideros. En la perspectiva antes enunciada, de criterios específicos, a continuación, y a manera de propuesta, se enuncian varios criterios que podrían estar presentes en la formulación de los nuevos programas de posgrado que se propongan en el país en los próximos años. 1. Objetivos de programas de posgrado: La lógica que debe presidir la generación de programas de posgrado debe atender, particularmente en el presente, al objetivo de reforzar el nivel académico de la producción científica y tecnológica que se desarrolla en las instituciones de educación superior. Sólo en la medida en que los conocimientos y alternativas tecnológicas producidas por las universidades incrementan su calidad y pertinencia, éstas estarán en posibilidad de brindar un aporte significativo a la sociedad. 2. Colaboración institucional: La instrumentación de nuevos posgrados concierne al conjunto del sistema universitario nacional, por lo que resulta plausible el diseño de formas de colaboración interinstitucional capaces de racionalizar y optimizar recursos cada vez más escasos. Dentro de ese esquema de colaboración interinstitucional debería de armonizarse la relación entre centros de educación superior y la ciencia y tecnología nacionales. A estos últimos, principalmente SEP y CONACYT, seguiría correspondiéndoles la orientación general y el financiamiento de los nuevos programas. El apoyo financiero de ahí proveniente debiera tener carácter selectivo: apoyar decididamente programas serios y de calidad. 3. Conciliar autonomía y necesidades: La decisión que cada centro de estudio adopte sobre nuevos programas de posgrado requiere de un adecuado equilibrio entre las necesidades que pretende resolver de acuerdo a un criterio institucional, con las necesidades sociales y de carácter nacional, que en ningún momento deben perderse de vista, Llevar adelante este criterio significaría un ejercicio responsable de la autonomía por parte de cada institución. Igualmente, y en sentido análogo, los organismo públicos financiadores partirían de dicha autonomía para armonizar las políticas nacionales de esta materia y el programa específico que va a apoyar. 4. Fortalecer el nivel académico interno: Desde el punto de vista d las instituciones de educación superior, la posibilidad de ofrecer estudios de posgrado es de la mayor importancia para fortalecer el nivel académico interno. Contar con este tipo de programas que permite a la Universidad: — Articular programas y proyectos de investigación; — vincular la práctica docente en el desarrollo de la investigación; — estimular y por tanto retener al personal académico de mayor nivel, así como aprovechar su formación especializada; — disponer de una fuente interna de reclutamiento de recursos humanos, que a su vez, podrán favorecer la superación académica en el nivel de licenciatura. Además, en la medida en que los programas tengan un sentido como el aquí señalado, su instrumentación haría posible la concurrencia de especialistas de diversas ramas en un mismo espacio de docencia-investigación, lo cual contribuye a la optimización d recursos internos. 5. Posgrado para la docencia universitaria:Dentro del fortalecimiento a nivel académico interno destaca el relativo a crear nuevos programas de posgrado, que fortalezcan la docencia. De acuerdo con datos de ANUIES (PNES 1981) en el sistema de educación superior mexicano hay un 50% de profesores con licenciatura, un 12% con maestría, y un 7% con doctorado y un 21% de los que no se tienen datos, pero que presumiblemente, han realizados estudios inferiores a la licenciatura. Las más conservadoras tendencias sobre el posible crecimiento del SES indica un 7% anual. A ese ritmo, y no obstante la crisis, las universidades y centros de educación superior deberán seguir abriendo puestos a un creciente número de jóvenes que ya están matriculados dentro del sistema educativo nacional, con una expectativa muy fuerte de ingreso al nivel superior. Esta demanda potencial podrá dirigirse o encauzarse por nuevos y diferentes programas de licenciatura pero no podrá frenarse o detenerse. Políticamente parece difícil pensar de otra manera. Por ello, se requiere mejorar los conocimientos, las habilidades y las destrezas del personal académico, tanto para atender a los objetivos que los centros de educación superior tienen asignados, como para cumplir su compromiso de impartir servicios docentes y desarrollar investigaciones dentro de ciertas normas de calidad. Esto se puede lograr, por ejemplo, si se imparten cursos de actualización y mejoramiento, y si se incentiva al personal para que curse estudios de posgrado. Además, internamente también parece deseable adoptar como criterios de desarrollo de posgrado en cada centro de educación superior, el correspondiente a éste crezca en función de necesidades de sus grupos académicos. Tales como la actualización y el mejoramiento del personal docente, y evitar así, por un lado, que se reproduzca sin más la tendencia que ha prevalecido en el ámbito nacional del crecimiento de matrícula según algunas necesidades del mercado profesional y, por el otro, que el posgrado se constituya en “un nivel remedial” de las deficiencias y los vacíos existentes en las licenciaturas. 6. Posgrado para los nuevos tiempos: Para finalizar, cabe destacar que en vista de la crisis por la que transita el país, es necesario generar estrategias de planeación (tanto institucionales como nacionales) capaces de optimizar más que de multiplicar; de racionalizar más que dispersar. En ese sentido resulta urgente que, sin menoscabo de los intereses y las autonomías universitarias, se promueva la concertación de esfuerzos interinstitucionales y regionales a efecto de reforzar los programas existentes que –previa evaluación- resulten pertinentes ya sea desde la óptica que enfatiza la satisfacción de demandas sociales o bien desde aquella que privilegia la revitalización de las estructuras y del nivel académico de las universidades. Esta estrategia reclama medidas y acciones innovadores capaces de lograr que los procesos de planeación, financiamiento y evaluación de los programas de posgrado sean más congruentes e involucren al conjunto de las instituciones de educación superior. Por otra parte, las medidas propuestas deberán conciliar las aspiraciones relativas a la excelencia académica, con aquellas que hacen a la institucionalización de la cultura científica y tecnológica. BIBLIOGRAFÍA Brunner, José Joaquín, “Universidad y sociedad en América latina: La Sociología de una ilusión moderna”, CRESALC-ILDIS, Caracas, 1985. Casillas, Juan y Jorge Hanel, “La creación de estudios de posgrado”, Revista de la educación Superior (No.4,1975), ANUIES. Fuentes Molinar, Olac, “Crecimiento y Diferenciación del Sistema Universitario” El caso de México. Departamento de Investigaciones educativas, Centro de Estudios Avanzados, 1985. Beltrán, Ulises, “Elementos para la definición de un programa de posgrado en la División de Ciencias Sociales y Humanidades”, UAM-Azcapotzalco, Noviembre de 1982. ANUIES-SEP. Plan nacional de educación superior (Lineamientos Generales para el período 1981-1991), México, 1981. ANUIES-SEP. Plan Nacional de educación superior 1982 (Recomendaciones normativas), México, 1982. Ayala, José, et. al. “La crisis económica: Evolución y perspectiva” en González Casanova, Pablo y Enrique Florescano, México, Hoy. Ed Siglo xx1, México 1979. 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