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Las consecuencias legales de no publicar la inflación, por
José Ignacio Hernández
José Ignacio Hernández G. · Saturday, December 28th, 2013
Ya todos sabemos que el Banco Central de Venezuela (BCV), al día de hoy, no ha
divulgado la cifra de inflación correspondiente al mes de noviembre de 2013. Un
silencio que se produjo poco después de que el Gobierno nacional alertara sobre la
“conveniencia” de que la inflación medida por el BCV tomase en cuenta la “ofensiva
económica” emprendida para bajar los precios.
¿Por qué el BCV debe informar sobre la inflación? ¿Qué consecuencias jurídicas
derivan de la omisión del BCV en dar esa información?
El deber de divulgar la inflación
La medición de la inflación permite conocer cómo varían los precios de los bienes y
servicios. Precisamente, la lucha contra la inflación es uno de los grandes objetivos
que la Constitución asigna al BCV. De esa manera, el objetivo fundamental del BCV
–se lee en el artículo 318 de la Constitución- es “lograr la estabilidad de los precios y
preservar el valor interno y externo de la unidad monetaria”.
Para cumplir con ese objetivo, el BCV tiene diversas competencias, incluyendo proveer
información sobre los datos relevantes para el desarrollo de su actividad.
Hay que recordar que la Constitución puso mucho énfasis en controlar la autonomía
del BCV, pues se temía que esa institución se convirtiese en una especie de “Estado
dentro del Estado”. Por esa razón, la Constitución estableció como principio general la
responsabilidad pública del BCV en el cumplimiento de su objeto. Por ello, de acuerdo
con el artículo 319 de la Constitución el BCV está obligado a rendir informes
periódicos “sobre el comportamiento de las variables macroeconómicas”. La inflación,
precisamente, es una de las variables macroeconómicas cuya información debe
divulgar el BCV.
El artículo 319 de la Constitución, incluso, se encarga de acotar qué debe pasar si el
BCV no cumple los deberes que la Constitución le asigna: ese incumplimiento “dará
lugar a la remoción del directorio y a sanciones administrativas, de acuerdo con la
Ley”.
Esa obligación constitucional fue precisada en una regulación dictada por el BCV y el
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Instituto Nacional de Estadística (INE): las Normas que Regulan el Índice Nacional de
Precios al Consumidor (INPC), de 2008. El INPC es el índice que mide la inflación, y a
decir de las Normas, es un elemento de gran importancia. Las Normas señalan, por
ejemplo, que el INPC “constituye un aporte invalorable para la sociedad en general y
para los agentes especializados en particular”. Además, el INPC es un “un elemento
esencial para la cuantificación y análisis del poder adquisitivo a escala nacional”.
Finalmente, el INPC “deberá regirse por criterios de alta rigurosidad metodológica,
objetividad, oportunidad y calidad”.
Tan importante es el INPC que las Normas establecen una obligación específica, que
desarrolla el deber constitucional del BCV al cual hacíamos referencia. De acuerdo
con su artículo 4, el INPC “será divulgado mensualmente, dentro de los primeros diez
(10) días de cada mes”. Ese deber ha sido asumido puntualmente –o casi
puntualmente- por el BCV, a través de su página web, así como por el (INE).
No obstante, de conformidad con el artículo 319 de la Constitución, el deber principal
de divulgar la inflación corresponde al BCV, divulgación que de acuerdo a las Normas
debe ser oportuna, o sea, dentro de los diez primeros de cada mes. Caber recordar
además que la divulgación del INPC tiene efectos concretos prácticos, pues ese dato
servirá para aplicar las distintas regulaciones que aluden a la actualización de precios
conforme al INPC (artículo 5 de las Normas).
Tenemos entonces dos conclusiones. La primera, que el BCV debe informar
públicamente sobe variables macroeconómicas. La segunda, que dentro de esas
variables encontramos el INPC, o sea, la variable inflación, que debe ser divulgada
dentro de los diez primeros días de cada mes.
Las consecuencias de la falta de divulgación de la inflación
¿Y qué consecuencia tiene el incumplimiento de ese deber? La falta de divulgación del
INPC afecta el cumplimiento de los objetivos del BCV, como se desprende de las
propias Normas. De manera más directa, la falta de divulgación del INPC constituye
un incumplimiento a las Normas dictadas por el BCV en coordinación con el INE.
Ese incumplimiento puede acarrear la remoción del Directorio del BCV, como señala
el artículo 319 de la Constitución. Incluso, de acuerdo con el artículo 25 de la Ley del
Banco Central de Venezuela, los Directores del BCV serán removidos de sus cargos
por la Asamblea Nacional, por incumplimiento de los “los actos o acuerdos del
Directorio”. Precisamente, el incumplimiento de las Normas que obligan a divulgar el
INPC dentro de los primeros diez días de cada mes, sería una causal que podría ser
considerada por la Asamblea Nacional para evaluar la conducta del Directorio y, de
ser el caso, acordar su remoción.
Incluso, la Asamblea Nacional puede investigar la omisión del BCV en divulgar las
cifras de la inflación, de acuerdo con el artículo 92 de la Ley, a fin de considerar,
además, la responsabilidad política de los funcionarios que han omitido divulgar la
información del BCV.
Más allá de estas concretas normas jurídicas, la falta de divulgación de la inflación por
parte del BCV constituye un atentado al principio general de publicidad, básico en
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todo sistema democrático. Una de las dudas en torno a la autonomía de los bancos
centrales es cómo asegurar el debido control político sobre sus decisiones, siendo que
tales autoridades no son electas democráticamente. Por ello, como ha señalado Joseph
Stiglitz, los bancos centrales deben rendir cuenta de sus decisiones.
A ello se refiere, exactamente, el artículo 319 de la Constitución. El BCV, en el sistema
democrático, debe actuar con transparencia y publicidad, bajo el principio de
responsabilidad política. Todo lo cual implica, cuando menos, divulgar oportunamente
la información sobre la inflación. Incumplir ese mandato es, por ello, una actuación
contraria al sistema democrático.
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LEA TAMBIÉN: El BCV y el silencio de la inflación, por Ángel Alayón
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