Constitucionalidad de la exigibilidad del pago de la tasa judicial

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JULIÁN
CABALLERO
AGUADO
S
Procurador
entencia 20/2012, de 16 de febrero de 2012,
del Pleno del Tribunal Constitucional, dictada bajo
ponencia del magistrado Eugeni Gay Montalvo,
que desestima una cuestión de inconstitucionalidad
planteada por el Juzgado de Primera Instancia nº 8
de A Coruña, en relación con el Art. 35,
apartado 7, párrafo 2, de la Ley 53/2002, de 30
de diciembre, de medidas fiscales, administrativas
y del orden social, por la posible vulneración
de lo dispuesto en el Art. 24.1 CE.
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Jurisprudencia
Constitucionalidad de
la exigibilidad del pago
de la tasa judicial
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D
EDUCÍA el órgano judicial
que al no abonarse la tasa ni siquiera
en el plazo de subsanación, la con­
secuencia sería la no admisión de la
demanda mediante el dictado de una
resolución en forma de auto (Art.
206.2.2 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil, en conexión con el Art. 266.5 de
la misma ley). Este planteamiento de­
terminaba, según el órgano judicial,
que el Art. 35.7.2 de la Ley 53/2002,
suscitara dudas de constitucionalidad
por vulneración del derecho de acceso
al proceso, regulado en el Art. 24.1 CE.
En resumen, esta amplia sentencia
del Tribunal Constitucional dice que:
Procuradores
1. No se han suscitado dudas acerca
de la legitimidad de los fines que
persigue la tasa, en cuanto se diri­
ge a financiar el servicio público de
la Administración de Justicia con
cargo a los justiciables que más se
benefician de la actividad jurisdic­
cional, disminuyendo correlativa­
mente la financiación procedente
de los impuestos a cargo de todos
los ciudadanos. La Justicia puede
ser declarada gratuita, como hizo
la Ley 25/1986. Pero resulta obvio
que la Justicia no es gratis. Si los
justiciables no abonan el coste
del funcionamiento de la Justicia,
el Poder Judicial debe ser financia­
do mediante impuestos, sufraga­
dos por los contribuyentes.
Aunque resulta evidente que la
Justicia, en tanto que garantía del
Estado de Derecho, implica bene­
ficios colectivos que trascienden
el interés del justiciable conside­
rado individualmente, lo cierto es
que la financiación pura mediante
impuestos conlleva siempre que
los ciudadanos que nunca acuden
ante los tribunales estarían coad­
yuvando a financiar las actuacio­
nes realizadas por los juzgados y
las salas de Justicia en beneficio
Esta conclusión general sólo po­
dría verse modificada si se mostrase que la cuantía de las tasas esta­
blecidas por la Ley 53/2002, de 30
de diciembre, son tan elevadas que
impiden en la práctica el acceso a
la jurisdicción o lo obstaculizan en
un caso concreto en términos irra­
zonables, atendiendo a los criterios
de la jurisprudencia expuestos en el
fundamento jurídico.
En esta misma línea se ha pro­
nunciado el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos que, a partir
de la sentencia Kreuz contra Polo­
nia, de 19 de junio de 2001 (asunto
núm. 28249/95), mantiene que el
requisito de abonar tasas judiciales
en procesos civiles no infringe por
sí solo el derecho de acceso a un
tribunal protegido por el Art. 6.1 del
Convenio de Roma. Sin embargo,
la cuantía de las tasas no debe ser
excesiva, a la luz de las circuns­
tancias propias de cada caso, de
tal modo que impida satisfacer el
contenido esencial del derecho de
acceso efectivo a la Justicia (en el
mismo sentido, SSTEDH de 26 de
julio de 2005, Kniat c. Polonia, as.
71731/01; 28 de noviembre de 2006,
Apostol c. Georgia, as. 40765/02; y
9 de diciembre de 2010, Urbanek c.
Austria, as. 35123/05).
Procuradores
Jurisprudencia
de los márgenes constitucionales
(STC 185/1995, de 14 de diciembre,
FJ 6 a). La libertad de configuración
del legislador alcanza igualmente a
la vertiente del gasto público. Con
ocasión de enjuiciar el régimen de
Justicia gratuita que había estable­
cido la Ley 34/1984, de 6 de agos­
to, se subrayó que la Constitución
no ha proclamado la gratuidad de
la Administración de Justicia, sino
“un derecho a la gratuidad de la jus­
ticia en los casos y en la forma que
el legislador determine”, tal y como
dispone el Art. 119 CE.
2. La tasa judicial vigente desde el 1
de abril de 2003 tiene un ámbito
limitado, que viene claramente defi­
nido por las numerosas exenciones
objetivas y subjetivas que enumera
el apartado 3 de dicho Art. 35. En
todo caso, debe ponerse de mani­
fiesto que en principio no vulnera
la Constitución que una norma de
rango legal someta a entidades mer­
cantiles, con un elevado volumen
de facturación, al pago de unas
tasas que sirven para financiar los
costes generados por la actividad
jurisdiccional que conlleva juzgar
las demandas que libremente de­
ciden presentar ante los tribunales
del orden civil para defender sus
derechos e intereses legítimos.
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de quienes demandan Justicia una,
varias o muchas veces.
Optar por un modelo de finan­
ciación de la Justicia civil mediante
impuestos o por otro en el que sean
los justiciables quienes deben sub­
venir a los gastos generados por su
demanda de Justicia mediante tasas
o aranceles, o bien por ­cualquiera
de los posibles modelos mixtos en
donde el funcionamiento de los tribunales del orden civil es finan­
ciado parcialmente con cargo a los
impuestos y con cargo a tasas abo­
nadas por quienes resultan benefi­
ciados por la actuación judicial, en
distintas proporciones, es una deci­
sión que en una democracia, como
la que establece la Constitución es­
pañola, corresponde al legislador.
Como ha declarado una conso­
lidada jurisprudencia, el legislador
goza de un amplio margen de libertad en la configuración de los im­
puestos y los demás tributos que
sirven para sostener los gastos pú­
blicos. En el ejercicio de su libertad
de configuración normativa, el le­
gislador debe tomar en considera­
ción las circunstancias y los datos
relevantes, atendida la naturaleza
y finalidad de los distintos impues­
tos, tasas y otras figuras tributa­
rias que puede establecer, dentro
39
“
Las sociedades de grandes dimensiones, según
la legislación tributaria, sólo pueden obtener la
prestación de la actividad jurisdiccional cuando
presenten demandas civiles si liquidan y abonan una
tasa que permite sufragar parcialmente el coste que
implica para la Justicia atender y resolver su demanda
3. Lo que ha hecho el legislador no es
establecer un impuesto que grave
a quienes demandan justicia ante
los tribunales del orden civil, im­
puesto que efectivamente podría
ser gestionado por la Administra­
ción tributaria mientras aquéllos
seguían sustanciando los procesos
judiciales. El legislador ha estableci­
do una tasa, que es un tributo que,
a diferencia de los impuestos, debe
ser satisfecho, total o parcialmente,
como requisito imprescindible para
iniciar la prestación del servicio o
la realización de la actividad que
benefician de modo particular al
sujeto pasivo, tal y como establece
con carácter general la legislación
tributaria, reformada para adaptar­
se a la doctrina constitucional de­
clarada en la sentencia de Pleno
185/1995, de 14 de diciembre (Arts.
6 y 15.1 de la Ley General Tributaria
de 28 de diciembre de 1963, en la
redacción dada por la Ley 25/1998,
de 13 de julio, que coincide con las
disposiciones vigentes, aprobadas
por la Ley 58/2003, de 17 de di­
ciembre, y la Ley 8/1989, de 13 de
abril, de tasas y precios públicos).
Aunque tanto los impuestos como
las tasas son creados en ejercicio
de la potestad tributaria, “el hecho
imponible de la tasa se vincula a
una actividad o servicio de la Ad­
ministración pública, mientras que
40
Procuradores
Jurisprudencia
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Modelo vigente de la tasa judicial.
el hecho imponible del impuesto
se relaciona con negocios, actos o
hechos que ponen de manifiesto la
capacidad económica del sujeto pa­
sivo. Ello a su vez conlleva que en
las tasas la determinación del sujeto
pasivo se realice por referencia a la
actividad administrativa y el impor­
te de la cuota se fije esencialmente
atendiendo al coste de la actividad
o servicio prestado por la Adminis­
tración, con los que tiene una rela­
ción más o menos intensa de con­
traprestación” (STC 296/1994, de
10 de noviembre, FJ 4).
Y ello es así sustancialmente en
este caso, aunque en él y además
del servicio a los ciudadanos, deba
reconocerse que el acceso a la ju­
risdicción no es equivalente a la
prestación de un servicio público
por la Administración, ya que se
trata de la puesta en marcha de un
proceso ante un Poder del Estado
en ejercicio del derecho fundamen­
tal a la tutela judicial efectiva. Lo
que el legislador ha decidido, en
términos que son constitucional­
mente irreprochables, es que las so­
ciedades de grandes dimensiones,
según la legislación tributaria, sólo
puedan obtener la prestación de
la actividad jurisdiccional cuando
presenten demandas civiles si liqui­
dan y abonan una tasa que permite
sufragar parcialmente el coste que
implica para la Justicia atender y
resolver su demanda. La previsión
legal de que, si la tasa judicial no
es liquidada y abonada, la potestad
jurisdiccional civil no debe ser ejer­
cida en beneficio del sujeto pasivo,
es una consecuencia ineludible de
la regulación legal, que no suscita
reparo de constitucionalidad. Es lícito que el legislador adopte medi­
das para lograr un alto grado espon­
táneo de la obligación de pagar un
tributo legítimo, aun cuando esas
medidas incidan en el ejercicio del
derecho de acceso a la jurisdicción,
como dijo la sentencia 133/2004, de
22 de julio (FJ 4).
4. En definitiva, concluye la senten­
cia manifestando que es evidente
que las tasas judiciales establecidas por la Ley 53/2002 como con­
dición para que los tribunales del
orden jurisdiccional civil den curso
a las demandas presentadas por los
justiciables son tributos cuyo he­
cho imponible no es ajeno a la fun­
ción jurisdiccional y que imponen
una carga económica que persigue
un fin vinculado al proceso mismo.
Por consiguiente, es constitucio­
nalmente válida la limitación im­
puesta por la norma legal enjuicia­
da, que consiste en condicionar la
sustanciación del proceso instado
en la demanda civil que presentan las personas jurídicas con áni­
mo de lucro, sujetas al impuesto de
sociedades y con una facturación
anual elevada, a que acrediten que
han satisfecho el deber de contri­
buir al sostenimiento del gasto pú­
blico que conlleva el ejercicio de
la potestad jurisdiccional, que les
beneficia de modo particular en la
medida en que juzga las pretensio­
nes deducidas en defensa de sus
derechos e interés legítimos en el
orden civil. q
P
OR el juzgado de instancia
se había inadmitido una demanda de
proceso monitorio por no estar el pro­
curador firmante de la misma, apodera­
do por su cliente, habilitado para actuar
ante los juzgados de la localidad en que
se presentó, al figurar en el poder como
procurador de otra localidad diferente
de la Comunidad de Madrid.
Se interpuso recurso de apelación
contra el auto de inadmisión alegán­
dose infracción del Art. 5 de la ley
25/2009, al no haber tenido en cuenta
que éste otorga a los colegios de pro­
curadores la habilitación ante los tri­
bunales. Por lo que siendo procurador
quien presentó la demanda y estando
habilitado por el colegio debió admi­
tirse la demanda de conformidad con
los Arts. 23 LEC y Art. 5 de la Ley de
22 de diciembre de 2009; refiriendo
en apoyo de su argumentación lo re­
suelto por auto de la misma Audiencia
–Sección 12ª– de fecha 22 de junio
de 2011.
El auto ahora comentado resuelve
el recurso manifestando que la razón
por la que no se admitió la demanda
monitoria fue por no estar el procu­
rador firmante de la misma habilitado
para actuar ante los juzgados de la lo­
calidad de presentación de la demanda; afirmación que no comparte porque sin discutir que no constara que
se le apoderara para dicha localidad
no por ello se puede inferir su falta de
habilitación porque ésta no se deriva
del apoderamiento, sino de estar co­
legiado.
La solicitud de juicio monitorio fue
presentada por procurador –licenciado en Derecho– que está habilitado
porque está colegiado. Y así resulta de
lo dispuesto en el Art. 3 –colegiación–
de la Ley 2/1974, modificado por el
Art. 5 de la ley 25/2009, en el que se
dice “la incorporación a uno solo de
ellos –colegios territoriales–, que será
el del domicilio profesional único o
principal, para ejercer en todo el terri­
torio español”. El Sr. M.L. es procura­
dor, colegiado en Madrid, por lo que
está habilitado para actuar en la locali­
dad de presentación de la demanda, sin
que le sea exigible ni otra colegiación
específica en su caso ni que así se re­
señe en el poder, porque no procede
identificar apoderamiento con habilita­
ción; está apoderado y así resulta del
poder que aportó y está habilitado en
cuanto está colegiado en Madrid.
Concluye el auto comentado mani­
festando que: “El motivo por el que se
inadmitió la demanda no es de recibo,
debiendo el tribunal resolver la proce­
dencia o no atendiendo a lo dispuesto
en las normas reguladoras del Juicio
monitorio –Arts. 812 y siguientes–”. q
Se está apoderado si así resulta del poder,
y se está habilitado en cuanto se está colegiado
Procuradores
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A
uto de la
Sección 21ª de
la Audiencia
Provincial de
Madrid de fecha
31 de enero de
2012, dictado bajo
ponencia de la
magistrada Rosa
María Carrasco
López, que aborda
la problemática
suscitada cuando
en el poder para
pleitos figura
una adscripción
territorial del
procurador
diferente a la
del territorio
del órgano judicial
en que radica
el pleito.
Jurisprudencia
No procede identificar
apoderamiento con habilitación
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