Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios

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JESUCRISTO, EL UNIGÉNITO HIJO DE DIOS
Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios
“¿Qué pensáis del Cristo?” (Mat. 22:42). Con esta pregunta, Jesús confundió a los
líderes fariseos de su época y sigue confundiendo a los incrédulos de hoy. Tarde o temprano
todos deben responder la pregunta: “¿Qué pensáis del Cristo?”
Estamos moralmente obligados a tomar una posición acerca de Jesucristo, las
afirmaciones extraordinarias que Jesús proclamó acerca de sí mismo, nos obligan a tomar
una decisión respecto a su persona.
Las afirmaciones que Cristo hizo de sí mismo lo distinguen de todos los líderes
religiosos que han existido. Cristo dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie
viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14:6). Cristo también dijo que Él y el Padre son Dios: “Yo y
el Padre uno somos” (Jn. 10:30).
Jesús es el único que ha declarado ser Dios en la carne. Ningún otro líder religioso
del mundo, afirmó ser la Deidad misma. Mahoma no pretendió ser Dios, Buda tampoco.
Sócrates no pretendió ser Zeus, ni Moisés pretendió ser Jehová. Sólo Cristo afirmó ser
divino. Cristo comparte la misma naturaleza Divina con el Padre y el Espíritu Santo (Mat.
28:19), ellos tres son Dios.
Para un estudio más acabado acerca de la divinidad de Jesucristo, recomendamos las
obras: “El Islam y la Divinidad de Jesucristo” y “Jesús, el Hijo de Dios”.
La afirmación más audaz de Jesucristo, acerca de su propia Divinidad, fue la
siguiente: “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? Jesús
les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy” (Jn. 8:56-59).
Los judíos estaban asociados con la designación “yo soy” (Gr. ego eimi), este era el
título especial reservado solamente a Dios, el único auto existente y jamás afectado con el
paso del tiempo. El que envió a Moisés fue el gran “YO SOY” (Ex. 3:14) y Cristo se identificó
con Él.
Al utilizar este título para sí mismo, Jesús pronunció el reclamo más fuerte, para la
mente judía, de la Divinidad. No era de extrañar que tomaran piedras para arrojárselas (v.
59). Más tarde, el día de su crucifixión, los judíos gritaban: “Nosotros tenemos una ley, y
según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios” (Jn. 19:7).
Durante su ministerio el Señor Jesús cumplió todas las profecías mesiánicas del
Antiguo Testamento. Para un tratamiento más específico de este punto, lea la obra
“Profecías cumplidas por Cristo”.
En cierta ocasión, durante la lectura de un pasaje del libro del profeta Isaías, Cristo
puso fin a la lectura, diciendo: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Luc.
4:21). En otras palabras, Cristo dijo “Isaías estaba escribiendo de mí”. ¡Imagínese ver el
cumplimiento de una profecía semejante delante de sus propios ojos!
En otra ocasión, Cristo mencionó el significado histórico de su ministerio, diciendo: “Y
volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que
vosotros veis; porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros
veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron” (Luc. 10:23-24).
Cristo afirmó enfáticamente, que él cumplió todo lo escrito acerca del Mesías (Luc.
24:44). La Biblia es el único libro que tiene a un Mesías profetizado y que cumplió las
profecías.
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Por Josué Hernández
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Además, Jesús asumió las funciones y prerrogativas que sólo Dios posee. El afirmó,
por ejemplo, tener potestad para perdonar los pecados (Mar. 2:1-12), declarar la verdad
celestial (Jn. 5:24), dar vida (Jn. 5:21) y juzgar al mundo (Mat. 25:31-46). Semejantes
afirmaciones son, sin lugar a dudas, afirmaciones muy audaces. Si consideramos la
dificultad para juzgar las motivaciones y desentrañar las razones confusas de la mente de
todos los hombres, para luego dar un veredicto justo en el día final, entonces vemos la
capacidad de Cristo como Juez del mundo.
Ningún ser humano puede juzgar las
motivaciones del corazón de otro, para luego pronunciar un juicio de ellas, esto sólo lo
puede hacer Dios (1 Cor. 4:5), y Cristo es Dios.
Lo anterior es sólo un ejemplo breve, Cristo hizo muchas afirmaciones de su persona
durante su ministerio. Lo que debemos considerar, es que semejantes afirmaciones exigen
la humillación de todo el mundo. No es sorprendente que Cristo halla sido acusado de
blasfemo (Jn. 5:18; 8:59; Mat. 26:63-54; Jn. 19:7) o de arrogante estafador.
La acusación de “arrogancia”, sin embargo, se vuelve irrelevante al considerar que
Cristo no se limitó a pronunciar declaraciones audaces. Él hizo varios milagros que
confirmaron sus palabras (Jn. 14:11). Sobre todo, su propia resurrección, el más grande de
sus milagros, el cual estableció para siempre su filiación divina (Rom. 1:4).
No es
arrogancia cuando un hombre afirma la verdad. Por supuesto, si Cristo es todo lo que dijo
ser, entonces la etiqueta de “arrogancia” no viene al caso. La base de la cuestión es
¿presentó Cristo evidencia suficiente para respaldar sus afirmaciones? Yo creo que sí, y
admito lo mismo que afirmó Nicodemo, cuando dijo a Cristo “Rabí, sabemos que has venido
de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está
Dios con él” (Jn. 3:2).
Opciones posibles acerca de Jesús
Una persona honesta, que se enfrenta a las demandas de Cristo en toda su magnitud,
sólo tiene tres opciones posibles acerca de Jesús:
1. Se podría afirmar que el “Jesús histórico” jamás hizo las afirmaciones que se le
atribuyen en los cuatro relatos del evangelio, y que tales palabras fueron puestas en
la boca de Cristo cientos de años después por sus admiradores y simpatizantes.
Esta posición fue muy popular entre los críticos liberales del siglo pasado, y sin duda,
es la conclusión más conveniente y cómoda para la conciencia corrompida. Sin
embargo, esta postura es imposible de mantener, ya que los descubrimientos de los
últimos siglos han conectado los “cuatro relatos del evangelio” con el mundo del
primer siglo.
Todas las “marcas” internas de los relatos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan indican
que son libros antiguos, del siglo primero. Esto es evidencia elocuente de que la
imagen de Cristo, presentada en estos libros, no es un mito. Una imagen mitológica
de Cristo no pudo desarrollarse en unas pocas décadas, a la vista y paciencia de los
enemigos de la fe de aquellos días.
Debido a lo anterior, la mayoría de los estudiosos del tema, admiten que Jesús hizo
las afirmaciones que se le atribuyen en los “evangelios”.
2. Se podría afirmar que Cristo hizo las afirmaciones que se le atribuyen en los cuatro
relatos del evangelio, pero que eran afirmaciones fraudulentas.
Para todos los que toman esta posición, debemos indicar la consecuencia lógica de
sus afirmaciones. Porque entonces, Jesús entonces fue el más grande mentiroso o el
demente más carismático de la historia. No podríamos concluir otra cosa con
semejante posición.
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Por Josué Hernández
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Si las afirmaciones de Cristo eran falsas, él fue el más grande embustero y charlatán
que el mundo ha producido, y por lo tanto, hoy en día millones de personas están
creyendo las “travesuras” del Jesús de los evangelios.
Pero, si Cristo hizo reclamaciones falsas, creyendo él mismo que eran reales,
entonces él fue un fanático religioso con una grave enfermedad cerebral.
Pero, lo anterior no encaja con el resultado de la religión de Cristo, la cual
proporcionó al mundo la doctrina más pura y profunda, y la más grande y admirable
religión de la historia. Porque, sin duda, no hay otro mensaje que libre al hombre de
la culpa y del temor a la muerte, y que a la vez le proporcione el significado, el
propósito y la esperanza que tanto necesitamos.
3. Si admitimos que Cristo fue todo lo que él dijo ser, se nos aclara un montón de
confusión religiosa y existencial.
En general, cuanto mayor es el hombre, más se da cuenta de propias limitaciones, y
menos arrogancia manifiesta acerca de si mismo. Sin embargo, los hombres más
corruptos son los más arrogantes y pretenciosos.
Cristo no encaja en la clase de hombres comunes, él no encaja en ninguna categoría.
Él no fue un “hombre común”. Si lo comparamos con Sócrates, Gandhi o Buda, sin
duda Cristo fue mucho más sobresaliente que ellos. Pero, luego nos topamos con sus
afirmaciones de divinidad y prexistencia eterna, cosa que ningún líder religioso antes
había pronunciado.
Sólo los malos hombres, como Nerón o Calígula, afirmaron arrogantemente
afirmaciones parecidas a las de Cristo, pero a la vez, las palabras y hechos de ellos
no se equiparan con los de Jesús.
Conclusión
La paradoja acerca de Cristo, se disuelve sólo si estamos de acuerdo en que todas las
afirmaciones de él eran ciertas. Si Cristo era todo lo que dijo ser, entonces nuestra actitud
hacia él es la cuestión más importante de nuestra vida. Ningún otro asunto es más
importante que las afirmaciones de Cristo y nuestra reacción hacia ellas.
Yo estoy convencido de que Cristo puede hacernos “nuevas criaturas” por su poder.
Él puede darnos la capacidad y la sabiduría para enfrentar todos los problemas existenciales
de nuestra vida.
Sin duda alguna, la pregunta de Cristo resuena en nuestro siglo XXI: “¿Qué pensáis
del Cristo?” (Mat. 22:42).
Varios puntos del presente estudio, fueron tomados de la obra “Is Jesus Christ, God's only
true Son?” escrita por Steve Rudd.
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Por Josué Hernández
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