Lo urgente y lo importante. En la cita de Compostela –y esto es una conjetura—hay tres temas que se van a tratar. Dos problemas importantes y una cuestión urgente. Veamos. El primero es el espinoso problema (y nunca mejor dicho) de las fronteras exteriores de la Unión Europea. Europa no es capaz de entender algo tan simple como que las fronteras exteriores de la Unión son las fronteras de España, Italia o Grecia con terceros países y que, lo que ahí está ocurriendo, no es un problema individual de cada estado. Las fronteras externas de la Unión son un problema de la Unión Europea en su conjunto, y como tal debe ser tratado. Y esta cuestión lleva años encima de la mesa, aplazándose una política comunitaria al respecto y urgiendo a los países a solucionar el problema de la inmigración ilegal cada uno por su cuenta. Merkel sabe perfectamente que este asunto, en Grecia, está tomando unas características catastróficas. Los refugiados de los conflictos de oriente medio y, más recientemente, de Ucrania, entran en la Unión a través de unas fronteras absolutamente permeables. Los inmigrantes clandestinos se buscan la vida en Atenas o en Sofía, pero llegará el momento en el que se desplacen a Berlín. El segundo problema tiene carácter económico y está relacionado con el anterior. La señora Merkel tiene que asumir que el liderazgo de Europa implica también hacer algunas concesiones al resto de los socios. El sur de Europa, con unas tasas de desempleo juvenil escandalosas, necesita una política expansiva en el norte. Y Alemania puede liderar el proceso de expansión de su mercado interno, subiendo los salarios, reduciendo los impuestos y generando una inflación cercana, pero por debajo, del dos por ciento anual. Tiene margen para hacerlo y puede hacerlo sin quebrar las reglas de su juego. Los efectos depresivos de las políticas de austeridad están teniendo efectos negativos incluso en su propia casa. Con la inflación inferior al uno por ciento y un superávit enorme por cuenta corriente, Europa se puede permitir algunas alegrías. Y esto tendría efectos saludables en el sur, tanto en lo que se refiere al crecimiento, al empleo como a la amortización de una deuda gigantesca. El tercer asunto a tratar se refiere a la lista de candidatos para sustituir a la comisión saliente. Y este tema urge. Rajoy lleva meses tratando de colocar a Luis De Guindos como presidente del Eurogrupo y, a mi juicio, sería un buen presidente. Tiene a su favor un éxito razonable en el ajuste de la economía española, en el saneamiento del sector financiero a través de un rescate europeo, el ser ministro en un gobierno cuyo partido sigue el primero en las encuestas de intención de voto, y una confianza bien ganada bajo el punto de vista de Merkel. Experiencia y conocimientos no le faltan. Y a mi juicio tiene un mérito adicional. Decía Juncker que el Partido Popular Europeo sabía perfectamente lo que tenía que hacer para salir de la crisis, pero lo que no sabía era como ganar las elecciones después. El español parece tener la fórmula de la cuadratura del círculo. Julio Sequeiros.