DISTRÉS LABORAL CRÓNICO El distrés laboral crónico ha sido definido por la Comisión Europea en el 2002, como el “conjunto de reacciones cognitivas, emocionales, fisiológicas y del comportamiento a ciertos aspectos adversos o nocivos del contenido, la organización o el entorno del trabajo. Es un estado caracterizado por altos niveles de excitación y de angustia con la frecuente sensación de no poder hacer nada frente a una situación laboral adversa”. La OMS ha catalogado al distrés laboral crónico como la “epidemia global” mayor responsable del ausentismo laboral y el único riesgo laboral que puede afectar a la totalidad de los trabajadores porque altera la salud, a la vez que disminuye el rendimiento y aumenta las enfermedades y accidentes por el trabajo o en ocasión del trabajo. Según la OIT esta epidemia global (pandemia), económicamente causa gastos que involucran un 4% del PBI mundial. Los factores de distrés laboral más reconocidos son la deshumanización de la relación laboral, la precarización contractual (inestabilidad laboral por contratos de corto lapso o trabajo “en negro”), el falso concepto de que “un cierto grado de estrés e inseguridad laboral mejora la productividad” y otros eufemismos que encubren nuevas formas de explotación irracional del trabajador originan el reconocimiento como patología laboral del acoso o mobbing y del propio distrés laboral. El distrés laboral es una entidad hasta ahora omitida o ignorada no sólo por la Medicina Laboral, la Ley de Riesgos del Trabajo, sino también por los propios médicos laborales de las empresas y ARTs que desdeñan al distrés como factor de riesgo de patología laboral y no tienen la más mínima noción de los mecanismos del distrés laboral en los síndromes metabólicos (hiperlipemia, obesidad, hipertensión arterial y diabetes II) en la endocrinopatías y en los trastornos inmunológico de autoinmunidad (autoanticuerpos que provocan enfermedades autoinmunes) y, obviamente, los trastornos psíquicos y psicofícos (enfermedades psicosomáticas dermatológicas, cardiovasculares, respiratorias, digestivas, etc.). La Asociación Americana de Psicología (APA) realizó un estudio mediante encuestas denominado “APA 2007” que demostró que la tercera parte de la población de EE.UU. vive en distrés extremo siendo las causas principales del mismo, en primer lugar el empleo, seguido por el dinero. El University College de Londres presentó en enero del 2008 el resultado del estudio denominado Whitehall II (prolongación del Whitehall I iniciado en 1967), realizado en una población de 10.000 funcionarios empleados en la administración civil británica. El estudio demostró que los participantes con empleos más bajos y menos posibilidades económicas, tenían mayores probabilidades de morir prematuramente, en relación con aquellos que se desempeñaban en empleos más cualificados. El estudio incluyó ambos sexos y distintos niveles jerárquicos (desde jefes de alto nivel a simples mensajeros). Contempló los factores de morbimortalidad: cómo se sentían en su trabajo, nivel de distrés laboral, etc. El estudio se realizó con el monitoreo de las siguientes variables: frecuencia cardíaca, tensión arterial y concentración de cortisol en sangre (cortisolemia), datos de dieta, consumo de alcohol, hábito de fumar y actividad física. En este estudio, mediante un seguimiento de 12 años, se comprobó fehacientemente que la asociación de distrés laboral crónico con enfermedad coronaria era, estadísticamente, más importante entre hombres y mujeres de menos de 50 años, que en los de edad de retiro. Los investigadores concluyeron también que si bien el estilo de vida es un factor clave en la prevención de las coronariopatías, los resultados de esta medulosa investigación parecen demostrar que los desequilibrios inducidos por el distrés crónico en el sistema neurovegetativo, juegan un rol fundamental en el distrés laboral crónico y enfermedad coronaria. Este sistema neurovegetativo con sus sistemas transmisores, acetilcolina y adrenalina y sus amplias conexiones con el sistema neuroendocrino, al ser afectado en su conjunto por el distrés laboral crónico, explica las alteraciones en el control de la actividad del corazón y su ritmo, así como en los muy estresados en presencia de niveles elevados de cortisol (hormona del distrés crónico) por la mañana.(University College de Londres, Whitehall II, Nov. 2008) Diversos estudios realizados a fines de 2008 (algunos de ellos reportados on line) sobre la base de una encuesta de 250.000 trabajadores, han demostrado que el mal trato patronal a sus empleados, no sólo hace que el trabajo sea distresante sino que aumenta el riesgo de enfermedades, principalmente cardíacas, y que existe una sensación subjetiva en muchos empleados de que tienen menos saludad por razones personales (Bernardo Boskis – ESTADO ACTUAL DEL ESTRÉS PSICOSOCIAL Y SUS CONSECUENCIAS CARDIOVASCULARES, Federación Internacional de Cardiología, agosto 2009) En Medicina ya está acuñada la definición de estrés como “tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas y trastornos psicológicos a veces graves” (definición adoptada por la Real Academia Española). Con esto termina la antigua idea de que el estrés, por ser un elemento natural de la vida, no podía causar enfermedad. En las neurociencias y la psiquiatría se ha preferido optar el nombre de distrés, para diferenciar el estrés fisiológico (reacción de alarma de Hans Selye) del estrés que enferma. Así el estrés natural de la vida es el eustrés (estrés bueno) mientras que distrés es el estrés patológico (estrés malo). Alexander postula que los factores externos actúan como estresores (agentes causantes de estrés) a causa de las singulares experiencias psicológicas del individuo, de tal forma que el estresor libera una ansiedad abrumadora, la cual es resuelta al dirigirla hacia un sistema de órganos específicos, que son los más vulnerables. El efecto del estímulo psíquico sobre un órgano se ha denominado somatización y al proceso conversión somática. La conversión somática originó la rama de la Medicina llamada Medicina Psicosomática, la cual ha demostrado incuestionablemente que el asma, la úlcera gástrica, gastritis, coronariopatía, hipertensión arterial, infarto de miocardio, enfermedades autoinmunes como artritis reumatoide, dermatopatías (neurodermatitis), colon irritable, dispepsias, progeria, síndrome metabólico, están completamente asociadas a la tensión psíquica crónica. Hoy se está estableciendo con mayor precisión la relación entre el estrés (distrés) crónico y la patogenia de enfermedades como la migraña familiar, la diabetes mellitus II, la obesidad, la hiperglucemia (tríada del llamado síndrome metabólico la tensión premenstrual y algunas endocrinopatías que involucran a la tiroides y al sistema inmunitario, el que además de enfermedades autoinmunes juega un rol estratégico en algunos cánceres. Incluso las neurociencias están demostrando cómo el distrés actúa como factor mutante genético y ocasiona mutaciones genéticas adquiridas no transmisibles. Esta rama de investigación científica médica se ha denominado Psiconeuroinmunoendocrinología, siendo las neurociencias la herramienta especial de trabajo. Por lo tanto, el término estrés puede significar las fuerzas externas que actúan sobre el organismo, o los cambios corporales que resultan de la acción de esas fuerzas externas. Es decir, el estrés es una respuesta con ansiedad a influencias externas que origina patogénesis de las llamadas enfermedades psicosomáticas. La autoperpetuación de un estresor o distresor (cronicidad) puede ser por diferentes variables: la persistencia del estímulo distresante, o bien, una vez desarrollada la enfermedad psicosomática genera un fuerte estímulo distresante que ayuda a la perpetuación del cuadro (Malcom Lader – ANSIEDAD, ESTRÉS Y ENFERMEDADES RELACIONADAS, Universidad de Londres, Reino Unido, 2000) (Yehuda Shoenfeld & Gisele Zandman-Goddard – ASPECTOS PSICOLÓGICOS DE LAS ENFERMEDADES AUTOINMUNES- Separata Química Montpellier: 36, Bs. As. 2003) (A. Martínez Pina – PATOLOGÍA PSICOSOMÁTICA: 171 Fascículo II, Bs. As. 1976)