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Zaqueo:
El Pequeño que se
convirtió en grande
Lucas 19:1-10
¿Cómo puede el hombre llegar ha ser grande delante de Dios?
“N
unca nos damos cuenta de como un rosal crece, hasta el día que florece, la rosa
una mañana. Quisiéramos que fueran nuestros hijos, niños siempre, pero de
repente, un día les brotan alas. Hoy le compre a mi niña el último juguete, no
me había dado cuenta de lo que ya creció. Se acabo el entusiasmo ya se acabo aquel brete,
y haber que trajo papi, ahora que volvió. Hoy le compre a mi niña el ultimo juguete, no me
había dado cuenta de lo que ya creció”. Estas son las palabras de una canción que habla del
crecimiento de los hijos, crecimiento del cual uno no se da cuenta. Y concluye diciendo:
“Hoy le compre a mi niña la ultima muñeca, la ultima muñeca y ni se la enseñe”. Aquella
niña se ha vuelto mujer. Aquella pequeña se ha vuelto grande. Esta también es una historia
parecida, de un pequeño que se convirtió en grande, no físicamente pero si espiritualmente.
Así que consideremos esta historia, El Pequeño que se Convirtió en Grande.
¿Cómo puede el hombre llegar a ser grande delante de Dios? ¿Cómo lo hizo este hombre
llamado Zaqueo?
I). Primer paso. Sintió la necesidad de cambiar.
Las evidencias que nos da esta historia nos dice que Zaqueo no se sentía a gusto con su
forma de vida, primero por el interés que muestra hacia Jesús y en segundo lugar por la
pronta conversión que tiene.
A. A pesar de su alto nivel socio-económico.
Zaqueo se codeaba con los mas grandes funcionarios del gobierno. Gente con
dinero y sin vergüenza. El nombre de Zaqueo, significa “puro”. Aunque no era así
como lo veían los demás, ni era así como el se consideraba. Era un personaje
tristemente famoso, bien conocido por todos, era el “jefe de los publicanos y rico”
Eran los que hacían dinero cobrando los impuestos a sus conciudadanos judíos,
para el gobierno romano. Había dejado su origen, su destino, su familia, su
propósito de ser Judío. Un recaudador de impuestos nunca ha sido muy querido ni
muy popular en ningún país del mundo. Nunca fue la aspiración de un padre judío
que su hijo cuando fuera grande llegara a ser publicano. Ser publicano era sinónimo
de injusticia y extorsión. Sin embargo, el acaudalado funcionario de aduana no era
del todo el endurecido hombre de mundo que parecía ser. Bajo su apariencia de
mundanalidad y orgullo, había un corazón susceptible a las influencias divinas. Era
un hombre que sentía una necesidad de que algo bueno pasara en su vida.
B. A pesar de su lugar de residencia.
Jesús va camino a Jerusalén y en su camino pasa por Jericó, la más antigua ciudad
del mundo. Era una ciudad fronteriza. Era la entrada de todo el tránsito que cruzaba
el río Jordán desde el este. El vado del Jordán que se encuentra a unos 8 km al este
de Jericó, era uno de los tres puntos importantes entre el mar de Galilea y el mar
Muerto, donde se podía cruzar el río aun en primavera. Era un gran centro de
tráfico, y había allí oficiales, soldados romanos, y extranjeros de diferentes
regiones, a la vez que la recaudación de los derechos de aduana la convertía en la
residencia de muchos publicanos. Jericó era llamada “La ciudad de las palmeras”
por que abundaban allí y ricos jardines regados por manantiales, brillaba como una
esmeralda en el marco de colinas de piedra. Tenía todo lo que un hombre mundano
podía haber deseado, pero no era feliz. La gente lo odiaba. Zaqueo se sentía mal
por dentro, necesitaba paz en su corazón, se sentía sucio, se había acostumbrado a
la clase de vida que llevaban los publicanos, pero no era feliz. Porque nadie puede
ser feliz a menos que tenga a Dios en su corazón
II). Segundo paso. Se atrevió a conocer a Jesús.
A. No se quedo con la necesidad.
Mucha gente siente necesidad de Dios pero no se atreven a buscarlo. Quizás por
miedo a ser rechazados, o por vergüenza ante los demás. Y se quedan anhelando lo
que pudieron haber tenido en sus manos. Zaqueo, en lugar de esto “procuraba”
ver quien era Jesús” (19:3) por que no le conocía. Había escuchado lo que todo el
mundo decía de el: que Jesús amaba a los pecadores, que le gustaba servir a los
demás, que comía con los publicanos y pecadores, que incluso uno de sus
discípulos que llaman Mateo había sido publicano.
B. No le intimido la multitud.
Zaqueo lo intenta, se mueve de un lado a otro pero nadie lo deja ver porque era
chaparrito de estatura. La muchedumbre le tapaba con facilidad y, evidentemente,
nadie le hace el favor de apartarse. ¡Pero tenía que verlo a cualquier precio, aun a
costa de hacer el ridículo! Podía haber dicho ¡No hay nada que hacer! Pero no lo
dijo. Entonces corre veloz y ágil y se, trepa a un árbol, “una higuera” Sabía que
Jesús tenía que pasar por allí. (19:4) El evangelio no se detiene a describir lo que
experimentaba Zaqueo en aquel momento. Curiosidad, quizá un sentido de culpa
por una vida que no era demasiado ejemplar, quizá la intuición de que algo podía
suceder, algo verdaderamente nuevo. Quizá, quién sabe. ¡Se decían tantas cosas de
ese nazareno! Pero el evangelio se limita a los hechos. Zaqueo escudriñaba con ojos
anhelantes para distinguir la figura de Aquel a quien ansiaba ver. Jesús llega
enseguida y levanta la mirada, (19:5) cuya mirada parecía leer el alma. Ve al rico,
al publicano, al impuro, al jefe de la mafia, subido en una rama. Pero también ve a
un hombre con una necesidad muy grande de amor. ¡El sabia que estaba allí! Una
escena quizá un poco ridícula, un poco patética, pero seguramente en aquel
momento eran pocos los que se reían. Aquel hombrecillo era malo y pecador, y
había robado a muchos pobres. Era un cruce de miradas. La de Jesús, a la que la
gente seguía con el aliento suspendido pensando “Quién sabe lo que dirá ahora”,
era una mirada que sólo los discípulos conocían bien y que siempre señalaba que
algo iba a suceder. Normalmente este tipo de acciones y actitudes te empequeñecen
delante de los hombres, pero te engrandecen delante de Dios. ¡Porque haces lo que
muchos no hacen: atreverse a conocer a Jesús! Haz lo imposible para ver a Jesús.
Súbete a la parte más alta donde puedas ver a Jesús. No te quedes mirando de
lejos, acércate, rompe los prejuicios, abandona tus ideas, tus dudas, piensa más alto,
en ideales más altos, mira a Jesús. Él te ama.
III). Tercer paso. Estuvo dispuesto hacer lo Jesús le pidió.
A. Estuvo dispuesto a recibirlo en su casa.
Jesús le dijo: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que
pose yo en tu casa”. (19:5) Cuando el Maestro entró en Jericó, el sol estaba a
punto de ponerse, y Jesús se dispuso a permanecer allí durante la noche. En otras
palabras le dijo: “Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me hospede en tu
casa". La sorpresa de Zaqueo y todos es grande; primero por lo inesperada, después
porque los publicanos eran rechazados por los cumplidores de la ley, porque eran
considerados pecadores. Y lo que me llama también la atención es que le llama por
su nombre. En la Biblia, llamar a alguien por su nombre significa que conoces bien
a esa persona. Y cuando Jesús llamó a Zaqueo por su nombre le demostró cuanto le
amaba y le conocía y que estaba esperando por él. Zaqueo era un hombre
acostumbrado a robar y ahora es desafiado por un hombre que vive dando. Y lo que
sucede es sorprendente, ni siquiera el escritor del evangelio puede esta vez evitar
contarnos el tumulto de sentimientos que se desencadena: Zaqueo “bajó enseguida,
(aprisa) y lo recibió gozoso” (19:6) Zaqueo sorprendido quizás pensó: “me tiene en
cuenta, no me rechaza, es mi amigo, es verdad lo que decían de él”. No pensó que
quizás Jesús lo quería para pedirle alguna ayuda económica para sostener su
movimiento.
B. Estuvo dispuesto a aceptar la compañía de Jesús.
Sin embargo la crítica no se hizo esperar. El compañerismo cristiano te rebaja ante
los ojos de muchos, pero ante los ojos de Dios te exalta. (19:7) “Al ver esto, todos
murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador”
¿Era cierto? ¡Si! Zaqueo era el director de la recaudación de impuestos de la región.
Zaqueo, el jefe de la mafia de toda la zona noreste de Jerusalén. Sin embargo
Zaqueo no hace caso a las críticas y Jesús tampoco. Lo que ante los ojos de los
hombres te hace pequeño, ante los ojos de Dios te hace grande. ¿Esta usted
dispuesto a ser lo que Jesús le pide? Recuerde que eso le hace grande delante de
Dios.
IV). Cuarto paso. Mostró frutos dignos de arrepentimiento.
A. Mostró sensibilidad ante los menos afortunados.
“Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de
mis bienes doy a los pobres”. (19:8) A Zaqueo no le duele que se enflaquezca su
bolsa, que ahora ya no le pesa como un bulto en la conciencia. Ahora es libre con la
libertad de los hijos de Dios. Nótese que no le da un sermón, no le da una lista de
reglas que tiene que seguir. Simplemente le dijo que lo dejara entrar en su casa.
Una de las cosas que hace Jesús o el evangelio en nuestras vidas, cuando lo
dejamos entrar, es que crea conciencia de pecado. El lo entendió y se arrepintió y
empezó hacer frutos dignos del arrepentimiento.
B. Estuvo dispuesto a restituir el mal cometido.
“y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (19:8) Es
decir, “si he tomado $100 pesos de alguien, le devolveré $400”. La cantidad que
Zaqueo prometió devolver era la mejor evidencia posible de que su corazón había
experimentado un cambio. Creo dentro de lo que humanamente sea posible
debemos restituir el daño causado a los demás. La parte más difícil de una
conversión no es el bautismo, sino el arrepentimiento, porque el arrepentimiento no
se demuestra con palabras sino con hechos. Esto te empequeñece ante los ojos de
de los hombres. Quizás sus amigos le dirían que es un tonto, que no tiene que
deshacerse de lo que le a costado tanto trabajo obtener. Que piense en el futuro, en
sus hijos. Pero quizás Zaqueo decía, “en ellos pienso”. Ante los ojos de los
hombres esto te empequeñece pero ante los ojos de Dios de hace grande.
Como consecuencia de todo esto, Jesús le dijo a Zaqueo: “Hoy ha venido la
salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham” los fariseos
pensaban que Zaqueo no era hijo de Abraham, pero Jesús esta diciendo que si lo
era, no porque era de su linaje sino porque era de su fe. Era hijo de Abraham
porque era igual a el en su fe. Su fe hizo la diferencia.
Conclusión
1. Esta es una historia antigua, pero que tiene que ver con nosotros en el presente.
Jesús nos incluyo en el ultimo verso de esta historia, “Porque el Hijo del Hombre
vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (19:10)
2. No solo Zaqueo era chaparrito por el pecado. No solo el era pequeño ante los ojos
de Dios. Sino también nosotros. En nuestros días hay también muchos Zaqueos que
son pequeños no físicamente sino espiritualmente. La diferencia entre aquel Zaqueo
y los de ahora es que aquel deseo ser grande ante los ojos de Dios, y los de ahora
tienen que elegir.
3. Esta es una historia con un buen final. ¿Y la suya la será también?
Juan Ramón Chávez Torres
E-mail: [email protected]
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