CIENCIA Y FILOSOFIA EN EL PENSAMIENTO PLATONICO "¡Ay de

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CIENCIA Y FILOSOFIA EN EL PENSAMIENTO PLATONICO
MANUEL ATRIA RAMÍREZ
"¡Ay de vosotros doctores de la Ley, que os habéis
apoderado de la llave de la ciencia; y ni entráis vosotros ni
dejáis entrar!"
(San Lucas; Evangelio, 11, 52).
1. La respuesta, aunque sea provisoria, a la pregunta sobre "lo que es" la
ciencia necesita de un conocimiento previo de "lo que ha sido". Sin la
existencia histórica de las ciencias no puede construirse una adecuada teoría
de la ciencia, una epistemología. Aún más, la pregunta misma sobre "lo que
es" la ciencia tiene historia. Si no carece de sentido (como sucede, para
algunos, con toda investigación sobre "lo que es" algo) el que actualmente
tiene es, quizás, muy otro del que tenía, en el siglo IV a.C, cuando se la
formulaba el Sócrates platonizado al matemático Teeteto. Sin embargo, si nos
atenemos a la enumeración a las disciplinas "epistémicas" hecha por Teeteto
(aritmética, geometría, música, óptica, astronomía y, además, las artes del
carpintero, del zapatero y otras análogas) nos encontramos con que se refiere
precisamente a actividades que, en la actualidad, son calificadas, por muchos,
como científicas.1 No significa esto que la palabra griega "episteme" tenga la
misma denotación, o extensión como dicen los escolásticos, que la palabra
"ciencia" en el sentido que se le atribuye desde Galileo para adelante. Hay
disciplinas que son epistémicas como las filosóficas y no son científicas en el
sentido particularizado del término.
2. Sorprende que el Sócrates ya platonizado del diálogo haya aceptado qué las
técnicas artesanales sean también epistémicas. No hay que olvidar que Platón
negaba el carácter cognoscitivo propiamente dicho a todo juicio sobre lo que
sucede en el mundo sublunar, determinado por la pistis o la eikasia, la fe o la
conjetura. Es posible que el rechazo que, en definitiva, haría Sócrates de todas
las tesis de Teeteto y de la definición por denotación, explique esta aceptación
provisoria. Para Sócrates decir qué disciplina son epistémicas no es decir "lo
que es" la episteme: la respuesta denotativa no constituye una definición
satisfactoria.' Teeteto encuentra justas las observaciones de Sócrates: el
problema de
Ver Teeteto. 145. 146.
Teeteto. 146c
definir consiste en encontrar una designación única que valga para la pluralidad
indefinida de disciplinas de conocimiento que merezcan legítimamente el calificativo de epistémicas. Para superar este "embarazo", propone Sócrates el
procedimiento "mayéutico" como método efectivo para "concebir" la respuesta
adecuada a la pregunta sobre "lo que es" la episteme.2
3. Conocido es el resultado negativo de este procedimiento. La primera respuesta connotativa de Teeteto es afirmar que la episteme es lo mismo que la
sensación.3 Esto, según Sócrates, es volver a la tesis de Protagoras que
considera que el hombre individual es la medida de todas las cosas, lo que
conduciría necesariamente al relativismo absoluto del saber humano. No
corresponde a la intención de este ensayo discutir el largo desarrollo dado por
Sócrates a la crítica del relativismo protagórico. Si su interpretación de la tesis
del sofista es acertada, la crítica socrática estaría plenamente justificada. Al
menos, así lo juzgó el mismo Teeteto. 4 Por esto, en su respuesta, pasa del
orden de la sensación al orden del juicio que el cognoscente hace sobre la
"naturaleza de las cosas". Si se distinguen los juicios falsos de los juicios
verdaderos, son estos últimos los que constituyen propiamente la episteme, el
conocimiento cierto de la naturaleza de las cosas. Tal es la respuesta de
Teeteto a la pregunta reiterada de Sócrates. Deja abierta, sin embargo, la
posibilidad de intentar otra definición si la dada no es satisfactoria.5
4. Pareciera que la respuesta del matemático es justa; la espíteme podría definirse como un conjunto de juicios verdaderos sobre la naturaleza de las cosas.
Si es así, el problema que se presenta a Sócrates es investigar a qué estado
mental en nosotros corresponde, entonces, el juicio falso.6 Ahora bien, si se
examina detalladamente la contradicción que subjetivamente se da entre
"saber" y "no saber", y objetivamente entre "existir" y "no existir", no puede
justificarse la afirmación de que, en nosotros, se dé un juicio falso. En un caso
la alternativa se plantea entre "saber lo que es la naturaleza de la cosa" o no
saberlo, y, cualquiera que sea la situación, subjetivamente el sujeto
cognoscente no formula un juicio falso. Por otra parte, objetivamente es
imposible que "lo que no es", relativamente a las cosas que "son en sí y por sí"
sea objeto de un juicio. Por tanto, aunque juzguemos falsamente, no se da, en
nosotros, el juicio falso7
5. Para superar el nuevo embarazo producido, Sócrates estima necesario
ponerse de acuerdo sobre lo que significa "pensar"; y propone la siguiente
defini-
Ver Teeteto, 149.
Teeteto, 151e.
Teeteto, 152a hasta 187d.
Teeteto, 187b.
Teeteto, 187d.
Teeteto, 188a hasta 189b.
ción: "Para mí el pensar es una especie de discurso que desarrolla el alma en
sí misma acerca de las cosas que examina".8 Después de esta discusión
consigo misma, cuando el alma pone fin a su indecisión, se alcanza eso que se
llama opinión. En este diálogo interior, al juzgar se llama "hablar", a la opinión,
juicio, se llama "enunciación de palabras" que se dicen, "no ante otro y de
manera oral, sino silenciosamente y hablándose a sí mismo". 9 Pues bien, si
juzgar es hablar consigo mismo, nadie, que tenga su alma en contacto con "lo
uno" y "lo otro", podría decir y juzgar que, de los dos términos dados, "lo uno"
sea "lo otro". Así se concluye que, desde el punto de vista lógico, la expresión
"juicio falso" es contradictoria. Sin embargo, el error y el engaño es un
fenómeno que ocurre con cierta frecuencia.10
6. Para explicar este acontecer frecuente en el proceso del conocer humano,
Sócrates recurre a la alegoría del molde de cera.11 Supone que, en el interior
de nuestras almas existe algo así como un molde de cera en el que se
imprimen las imágenes de las cosas que queremos conocer. Tal molde tiene
distintas propiedades en las distintas almas, principalmente en lo que se refiere
a su capacidad y consistencia. Lo que hemos visto, oído o concebido
personalmente se imprime en nosotros como la señal del anillo se imprime en
la cera, y "podrá ser recordado y conocido mientras persista su imagen; en
cambio, lo que se borre o no logre una buena impresión, eso será olvidado y,
en adelante, desconocido.12 La causa de tales impresiones en la cera del alma
son las sensaciones que vienen del mundo exterior y los pensamientos que
concebimos nosotros mismos.13 En este último caso no hay ninguna posibilidad
de juicio falso ya que la concordancia del pensar con "lo pensado" se da en la
realidad subjetiva del alma.
7. Distinto es el caso de la relación que, en el proceso cognoscitivo, se
establece entre la sensación y el pensamiento: la cosa que se hace objeto del
pensar no existe en la realidad del alma, sino en la realidad del mundo exterior.
En estas condiciones, sujeto y predicado de la proposición en que se expresa
el juicio cognoscitivo, o trata de expresarse, suplen por realidades de dominios
distintos: del mundo exterior, el sujeto; del pensar, el predicado. Es posible, por
tanto, que pueda no darse el juicio verdadero; es posible que se dé el juicio
falso. Y como no hay ningún criterio que, con seguridad, permita distinguir el
uno del otro, el sujeto cognoscente debe limitarse a formular sólo una opinión
cuyo valor de verdad permanece indefinidamente en las tinieblas de la
conjetura. Sócrates analiza dieciséis tipos de relaciones que pueden
establecerse a priori entre los
Teetelo, 189e.
Teeteto, 190a.
Teeieto, 190b, c, d, e.
Teeteto, 191c, d, e.
Teeteto, 191d,e.
Teeteto, 191d.
conceptos saber, percibir, no saber y no percibir. El problema que se plantea
es investigar cómo se comporta el creer, fuente psíquica del opinar, con
respecto a cada uno de estos tipos posibles. En algunos tipos el creer es
afirmativo; en otros, negativo, y en otros, dudoso. Recurriendo a la alegoría del
molde de cera Sócrates explica detalladamente estos distintos resultados, y el
porqué del error y el engaño. 5
8. Pero el problema epistemológico tiene un contenido especial cuando se trata
del conocimiento de los entes matemáticos. Estos son propiamente entes del
pensar; pero se refieren a "operaciones" que el sujeto cognoscente ejecuta con
las cosas sensibles; entes de razón con fundamento en las cosas, decían los
escolásticos. Según esto, el error o la equivocación puede provenir de la
ejecución de la operación que conecta las cosas sensibles con los entes
matemáticos, números o magnitudes. Se cae así en el caso anterior de las
relaciones del pensar y el percibir. Pero hay un problema más difícil de explicar
que se refiere a las "operaciones" que se ejecutan con los números mismos,
separados de las cosas numeradas. Sócrates lo expone de esta manera: "No
digo cinco hombres y siete hombres, ni ninguna otra cosa del mismo género,
sino cinco y siete en sí mismos, los cuales, afirmamos, son en este molde de
cera de que hablábamos, conmemorativos (están en el dominio del pensar), no
dan lugar a una posibilidad de juicio falso..."14 Sin duda, que "la suma de cinco
y siete sea igual a doce" es un juicio necesariamente verdadero, es decir, que
debe imponerse a todos los que conozcan el significado de los términos que
intervienen en la proposición que lo expresa.15 Teeteto, advierte que hay
muchas gentes que dicen que esta suma es once. Esta confusión sucede en
todos los números, y que se hace más frecuente a medida que estos son más
altos.16
9. En el dominio de las matemáticas puras, así como en toda disciplina formal,
el juicio falso es la contradicción lógica. Pareciera, por tanto, que la
contradicción lógica es un hecho frecuente en el saber humano. 17
Efectivamente sucede así entre los que no son expertos en el saber
matemático -contestaría Aristóteles y, con él, todos los matemáticos anteriores
a Gödel-; pero no sucede lo mismo con los expertos, con los que, por poseer el
saber matemático, se someten a la estructura discursiva de este saber. Para
éstos la rigurosidad del discurso demostrativo asegura, en las disciplinas
matemáticas, la verdad formal de sus juicios. ¿Cómo se explica, entonces, que
pueda existir en la mente de los no expertos el "juicio falso" que no
corresponde a ninguna realidad objetiva en las disciplinas matemáticas?
Teeteto, 192a hasta 195d. Teeteto, 196a.
Recordemos que la misma suma usa Kant como ejemplo, en las matemáticas puras, de un juicio sintético a priori.
Teeteto, 196a, b.
Teeteto, 196c.
10. La distinción entre expertos y no expertos es fundamental para la
explicación socrática. Si experto es el que conoce y no experto el que no
conoce, el problema que nos ha preocupado, desde un principio, es el de la
naturaleza del conocer. Ahora bien, son precisamente los que conocen los que
deben dar esta explicación. Sócrates llega a calificar como impúdicos a los que,
sin saber lo que es el conocimiento, pretenden explicar la naturaleza del
conocer.18 Para abordar este problema, Sócrates supone que los
conocimientos definitivamente adquiridos se encuentran en el alma del sujeto
cognoscente como en un palomar bien estructurado donde cada pájaro ocupa
el lugar que taxonómicamente le corresponde, cuando está debidamente
ubicado. Así como el símil del molde maleable de cera explicaba la inseguridad
del conocimiento de las cosas sensibles, el símil del palomar bien estructurado
ayuda a comprender el rigor demostrativo que tiene el conocimiento de los
entes de razón. "Cuando somos niños y, en lugar de pájaros, nos
representamos pensamientos, debemos decir que la jaula está vacía; después,
a propósito del conocimiento que, una vez adquirido, ha sido debidamente
depositado por el sujeto en el recinto, debemos decir que éste ha aprendido, o
bien, encontrado por sí mismo, la cosa que este conocimiento tiene por objeto.
Y he aquí lo que es "conocer".19
11. No hay que olvidar que las disciplinas formales no se refieren a las
relaciones de las "sensaciones" con el "pensar", sino a las del "pensar que se
investiga" con el "pensar que se encuentra ya bien ubicado en el palomar
debidamente estructurado en el alma del sujeto experto". Así, el matemático,
que lo es a la perfección, "conoce" todos los números en cuanto ubicados en la
estructura formal de su "pensar"; pero cuando quiere hacer una cuenta, "sea
sobre los números solos (matemática pura), sea sobre algunas de las cosas
que, fuera de él forman un número (matemáticas aplicadas)", procede como si
"no conociera" un número, a pesar de ser un especialista que se caracteriza
por "conocer" todos los números. Igual cosa sucede con el gramático que lo es
a la perfección y, por tanto, "conoce" todas las letras (y las palabras que son
combinaciones de letras, podría haber agregado Sócrates), y, sin embargo, al
hacer una lectura, procede como si "no las conociera". ¿Va, pregunta Sócrates,
en calidad de hombre que "conoce", a reaprender las cosas que "conoce"? 20
12. El error o juicio falso se produce cuando, como resultado del cálculo matemático (o de la interpretación de la lectura) se obtiene un juicio que no concuerda o no se adecúa con el conocimiento ya ubicado en el "palomar" de
nuestra estructura cognoscitiva. La verdad o el juicio verdadero, se da cuando
se realiza esta concordancia o adecuación.21 Pero Sócrates considera dos
nuevas fuentes de posibles errores o juicios falsos. "En primer lugar, cuando,
teniendo
Teeteto, 196d.
Teeteto, 197b, c, d, e.
Teeieio, 198.
Teeteto. 199a. b
un conocimiento de algún objeto, se le ignora precisamente, no por falta de
conocimiento, sino, al contrario, en virtud del conocimiento que personalmente
se tiene de él; en segundo lugar, cuando, equivocadamente, se juzga que éste
es aquel, y aquel, éste... Así, ¿no es el colmo de la sinrazón, concluye
interrogativamente Sócrates, que, una vez que el conocimiento está en ella, el
alma no conoce nada, sino ignora todo?"22
13. Pareciera que, en esta búsqueda de "lo que es" la episteme como conocimiento perfeccionado de las cosas, -tanto en el sentido de que es verdadero
objetivamente como en el más riguroso de que, subjetivamente e intersubjetivamente, los expertos están ciertos de que lo es, -el resultado ha sido absolutamente negativo en lo que se refiere al conocimiento de las cosas sensibles y,
relativamente, en lo que se refiere al conocimiento de las cosas del pensar. Del
primero nunca se puede afirmar con certeza que sus proposiciones expresen
un juicio verdadero o un juicio falso. El segundo, -aunque, en sí mismo y
debidamente elaborado, conduzca siempre a juicios verdaderos positivos o
negativos,-por accidente, queda expuesto a la posibilidad de emitir juicios
falsos. Según esto, quedarían excluidas de la condición epistémica las
disciplinas relacionadas con el hacer técnico, como las artes del carpintero, del
zapatero y otras análogas, aun cuando, para elaborar sus objetos, necesiten
aplicar conocimientos matemáticos. Esta exclusión afectaría a la geodesia, el
arte de los "tiradores de cuerdas, harpedonaptae, que, en el Egipto culto, dio
origen a la geometría empírica.23
14. El dominio del conocimiento epistémico queda así reducido a las disciplinas
matemáticas -aritmética, geometría, óptica, música y astronomía- o sea, a las
llamadas más tarde "ciencias platónicas. Habría que considerar, sin embargo,
que Sócrates ya ha agregado explícitamente la gramática, el conocimiento de
las letras. Pero, con esta precisión de su dominio connotativo, no se ha llegado
aún a la definición propia de "lo que es" el conocimiento epistémico, de manera
que se pueda determinar con seguridad qué disciplinas de conocimiento,
antiguas o nuevas, merezcan debidamente este calificativo. Teeteto ofrece,
entonces, una nueva definición: "El juicio verdadero acompañado de su
justificación, tal es el conocimiento (epistémico) "... "No cognoscible" es lo que
no posee su justificación; "cognoscible", lo que la posee.24
15. Sócrates interpreta la propuesta de Teeteto en los siguientes términos: "...
cuando sobre un objeto, en ausencia de su justificación, hemos encontrado un
juicio verdadero, nuestra alma enuncia la verdad respecto a este objeto; pero
no tiene conocimiento (epistémico), porque el que no es capaz de dar o recibir
la justificación de su juicio está desprovisto de su conocimiento. Pero el que
Teeteto. 199c. d
Pareciera que esta conclusión se deduce de Teeteto. 200a. h
Vr F Cajori. A History of Mathematics, The Egiptians
Teeteto. 201c. d
además, ha puesto las manos sobre la justificación, posee todas las
capacidades respecto al problema, y en relación al conocimiento se comporta
perfectamente"." Ahora bien, Sócrates opone a esta definición de Teeteto
cuatro argumentos dialécticos. En los tres primeros considera la relación de
"todo" y "parte" que se da en toda realidad compleja como lo es el
conocimiento. ¿Qué es lo que justifica: el "todo" a sus "partes" componentes o
éstas al "todo"? Si lo primero, el "lodo" que justifica carece él mismo de
justificación; si lo segundo, son las "partes" las que no están en sí mismas
justificadas. Sea como sea, algo queda siempre injustificado, precisamente
aquello que fundamenta la justificación.
16. Para hacer más accesibles sus argumentos, Sócrates recurre a un ejemplo
gramatical apoyado, además, en consideraciones matemáticas. Empieza por
recordar lo que, en su época, se tenía como lo "más refinado en la teoría (gramática), a saber, que las letras elementales son incognoscibles, "siendo
cognoscibles sólo las familias que ellas forman, las sílabas"." ¿Significa esto
que las sílabas poseen por sí mismas una justificación que no poseen las letras
que son sus partes elementales? Se trata de un primordial tema lingüístico.
Mientras las sílabas aparecen como sonidos articulados, las letras consonantes
que generalmente acompañan a las vocales en la formación de las sílabas, son
ruidos inarticulados, o ni eso siquiera. Respecto a las sílabas mismas, ¿son
sólo la totalidad de las letras que las componen, o hay en ellas una naturaleza
única que ha llegado a la existencia una vez que las letras han sido
reunidas?";25 dos hipótesis distintas, aunque, quizás, no totalmente
contradictorias. Si vale la primera, aceptada por Teeteto, resulta que,
ignorándose en su individualidad las letras, se las conoce juntas en las sílabas,
lo que no parece muy razonable. ¿Cómo se puede saber que las letras son
parte de las sílabas si no se tiene, previamente, un conocimiento de ellas?
Aunque el todo en conjunto dé sentido a las partes que lo componen, sólo
mediante el conocimiento individual de ellas pueden ser vistas como sus
componentes. Esto contradice la refinada teoría sobre la incognoscibilidad de
las partes fuera del todo.26 "Porque allí donde hay partes, forzosamente, está la
totalidad de las partes. A menos que... el entero que ha llegado a la existencia
a partir de las partes, no sea también una cierta forma única, distinta de la totalidad de las partes". Pero así nos encontramos con la segunda hipótesis.
17. Como lo hemos anotado, para apoyar su argumentación, Sócrates recurre a
las matemáticas. Pone como ejemplo el número seis; aunque pequeño, puede
descomponerse en partes de muy diversas maneras: cada uno de los números
que le anteceden, o dos veces tres, o tres veces dos, o cuatro más dos, o tres
más
Teeteto, 202b, c.
Teeteto, 202d.
Teeteto, 203d.
Teeteto, 203d,c
Teeteto, 204a.
dos más uno. La totalidad denominada "seis" ¿es la misma en todos estos
casos o es otra en cada uno de ellos? Para evitar la contradicción a que
conduce el afirmar que las silabas son sólo la totalidad de las letras que las
componen, es necesario admitir un principio de unidad que hace de ellas un
"todo", un "entero", es decir, "algo más" que la pura totalidad de sus
componentes. Pero hay que admitir también que ese "principio" de unidad no
sea "parte componente", sino "parte esencial" del "todo", lo que hace que el
"todo" sea un "entero". Como Teeteto, buen matemático, no admite que en la
totalidad de la sílaba existan partes que no sean letras, Sócrates concluye que,
en sí misma, "la sílaba debería ser una cierta naturaleza que, en absoluto, no
tiene partes". En consecuencia, es necesario distinguir entre la sílaba como
compuesto literal y la sílaba como unidad de lenguaje.
18. Si considerada la proposición en su complejidad de entero y partes no se
puede determinar con certeza si el juicio expresado es verdadero o falso,
¿dónde encontrar, entonces, la justificación del juicio verdadero? Tal es el tema
de la cuarta argumentación de Sócrates. Este rechaza primeramente la
posición de los que encuentran, en la perfección del discurso oral, la
justificación del juicio verdadero expresado en él, "... ya que todos los que
sobre algún punto opinan rectamente tendrían justificada su opinión por el sólo
hecho de exponerla".27 Rechaza, en seguida, la justificación que consiste en
enumerar los elementos componentes del discurso definitorio de la opinión
verdadera. Ridiculiza esta solución haciendo ver que la corrección ortográfica
de una proposición que expresa un juicio verdadero no lo constituye, por eso,
en un conocimiento cierto de esa verdad.28
19. Queda, por último, la posibilidad de justificar un juicio verdadero mostrando
un "índice gracias al cual lo que es objeto del problema difiera absolutamente
de todos los otros".29 Como ejemplo de esta posición, Sócrates afirma que
justificaría la definición de "lo que es" el sol decir que "de todos los cuerpos que
se mueven en el cielo, alrededor de la tierra, el sol es el más luminoso". 30
Todos ellos tienen el carácter común de ser luminosos; pero el sol es el que lo
es más. Así, a la opinión recta sobre un objeto, se añade la opinión recta sobre
lo que lo diferencia de los otros objetos con los que comparte un género
común, o sea, una comunidad de característica. Ahora bien, objeta Sócrates, si
el tener una opinión recta sobre un objeto incluye conocer lo que lo diferencia
de los otros, entonces el juicio verdadero no ha sido perfeccionado por ninguna
justificación al afirmar
Teeteto, 204b, c.
Teeteto, 205c.
Teeteto, 206c, d.
Teeteto, 207, 208a, b.
Teeteto, 208c.
Teeteto, 208d.
esta diferencia. Pero si, por el contrario supone algo nuevo en el juicio,
entonces ella misma necesitaría una nueva justificación. En ambos casos no se
ha obtenido el conocimiento cierto, epistémico, de un juicio verdadero. 31
"Concluyamos, pues, Teeteto, dice Sócrates, que ni la percepción, ni el juicio
verdadero, ni éste acompañado de una justificación que se le añade, podrían
constituir un conocimiento (epistémico)".32
20. Esta conclusión va seguida de otra, quizás, más significativa: el fracaso de
la "mayéutica" como método eficaz para la investigación cognoscitiva racional.
Sin embargo, este fracaso no significa que no hayamos avanzado en el análisis
del conocimiento epistémico. Se ha establecido que en las disciplinas que
tienen por tema las cosas sensibles el juicio dudoso es lo normal, y no hay un
procedimiento seguro que permita determinar cuándo una proposición expresa
un juicio verdadero. En cambio, en las disciplinas que se refieren a los entes de
razón el juicio verdadero es lo normal, aun cuando no pueda darse de él una
justificación plena. Esto obliga a separar de las disciplinas epistémicas a
aquellas que versan sobre las cosas sensibles. Pero las disciplinas
matemáticas (incluyendo en ellas las de las físicas teoréticas) así como las que
se refieren al lenguaje articulado de los hombres, pertenecen legítimamente al
dominio cognoscitivo de la espíteme.
21. La exclusión del conocimiento de las cosas sensibles está, según el razonar
del Sócrates platonizado, justificado plenamente. La disconformidad que se
observa entre la mutabilidad de la realidad percibida y la perennidad inmutable
de los juicios verdaderos, garantiza la legitimidad de esta exclusión. En cambio,
la exclusión del conocimiento de las cosas matemáticas y otros análogos
aparece sin justificación racional. Se la acepta por razones extrínsecas, es
decir, que no se apoyan en el análisis del contenido de las proposiciones en
que se expresan estos tipos de conocimientos. El acuerdo intersubjetivo de los
expertos es algo así como el índice necesario, pero no suficiente, para aceptar
que una proposición, inicial o lógicamente derivada de proposiciones cuyo
contenido se supone verdadero, expresa un juicio también supuestamente
verdadero. Todo el proceso se da en el pensar, y la conformidad del pensar
establecido definitivamente con el pensar nuevo no encierra de por sí ninguna
dificultad lógica.
22. "Pienso yo, había dicho Sócrates en La República que todos los que
trabajan en geometría, en los cálculos, en todo lo que es de este orden, una
vez que han puesto por hipótesis la existencia del impar y del par, la de las
figuras, la de tres especies de ángulos, la de otras cosas de la misma familia
según cada disciplina, proceden respecto a estas nociones como respecto a
las cosas que saben; manejándolas para su uso como hipótesis, estiman no
tener necesidad, ni para sí mismos ni para otros, de dar una razón, como si
fuesen claras para todo el mundo; después, tomándolas por punto de partida y
recorriendo el resto del camino,
Teeteto, 209a hasta 210e.
Teeteto, 210a.
acaban por alcanzar, la proposición cuyo examen querían-ejecutar". Las definiciones del matemático Teeteto no consiguieron superar esta condición
hipotética del conocimiento de las cosas matemáticas. El relativismo
individualista y subjetivo de Protagoras, definitivamente rechazado por
Sócrates en el Teeteto, aparecía en La República como sustituido por una
especie de relativismo clasista e intersubjetivo. La clase de los expertos mide la
verdad de los juicios; de los que son verdaderos en cuanto son verdaderos, y
de los falsos en cuanto son falsos.
23. Ahora bien, si todo se da en la subjetividad del pensar, es decir, si no hay
nada fuera del pensar que corresponda al pensar subjetivo ¿cómo se explica la
intersubjetividad relativa del hipotético conocimiento matemático? ¿O se trata
de un conocimiento sin objeto? He aquí, a mi entender, el problema fundamental que plantea el conocimiento llamado ahora formal cuando se le considera en
su pura función discursiva o sintáctica, separado de su función explicativa.
Sócrates, quizás, se refiere a este problema cuando, inmediatamente después
de la cita anterior, dice que los matemáticos "hacen uso de figuras y que, sobre
estas figuras, construyen razonamientos, sin tener en el espíritu estas figuras
mismas, sino las figuras perfectas de las que ellas son imágenes, razonando
en vista del cuadrado mismo, de su diagonal en sí misma, pero no en vista de
la diagonal que ellos trazan; así igualmente para las otras figuras... Así pues,
mientras llamaba yo inteligible esta manera de pensar, por otra parte decía
que, para conducir su búsqueda, el alma está forzada a recurrir a las hipótesis,
a no ir hacia el principio, en cuanto es impotente de sobrepasar el nivel de las
hipótesis, y a tratar en copias estos objetos, las que son a su vez copiadas por
lo que viene bajo ellas..."
24. " Este apoyo en las figuras visibles no significa que la búsqueda de la
objetividad de los juicios verdaderos deba hacerse en esta dirección de
descenso hacia lo objetivo sensible. Por el contrario, existe para el Sócrates
platonizado (y aquí, probablemente, deja de ser el Sócrates histórico para ser
sólo la voz de Platón), "una otra sección de lo inteligible, la que alcanza el
razonamiento puro por la virtud del diálogo, sin emplear las hipótesis como si
fuesen principios, sino como lo que son en efecto, a saber puntos de apoyo
para lanzarse hacia adelante; a fin de que, yendo en la dirección del principio
universal hasta lo que es anhipotético, el razonamiento, una vez alcanzado
este principio universal, ateniéndose a seguir todo lo que se sigue de él,
desciende inversamente hacia una conclusión, sin recurrir absolutamente a
nada que sea sensible, sino a las naturalezas esenciales aisladas, pasando por
ellas para ir hacia ellas, y sobre estas naturalezas esenciales llegue al fin de su
recorrido".33 Según esto, como interpreta Teeteto, "hay más certeza en esta
clase de realidad, de inteligibilidad, cuya contemplación por el espíritu es el
efecto de un arte de dialogar, más que en esta otra clase, dependiente de lo
que, bajo el nombre de ciencias (se trata de las ciencias llamadas
República, 511b
República, 510 c. 42
República, 511a.
platónicas), toma sus principios en las hipótesis, y donde, para el que
contempla, la contemplación por el espíritu es forzosamente la obra de una
discursión relativa a objetos tomados en sí mismos y sin recurrencia a las
sensaciones; pero donde el examen, a falta de ascender al principio, las deja
incapaces de tener la inteligencia de estos objetos, aunque ellos, acompañados
de su principio, sean inteligibles".34
25. De esta manera, Platón, por boca de Sócrates, afirma la existencia de dos
zonas objetivas de inteligibilidad: la zona de las ideas puras, inteligibles en sí
mismas, y la zona de los entes matemáticos, inteligibles acompañados de su
principio. A esta habría que agregarle dos zonas objetivas de sensibilidad: la
zona de los hombres y la zona de los animales y entes inanimados pero
móviles. Lo que distingue a estas dos zonas es, precisamente, la inamovilidad
para la inteligible y la movilidad para la sensible. Sólo lo inmóvil es inteligible;
sólo lo móvil es sensible. Platón afirma, además, que a estas "cuatro secciones
corresponde la existencia, en el alma, de cuatro estados: "Intelección" para la
sección superior; "discursión" para la segunda; a la tercera atribuye el nombre
de "creencia", y a la última, el de simulación". Ordénalas en seguida diciendo
que, para las secciones, el grado de posibilidad de participar en la verdad es el
mismo que, para los estados correspondientes del alma, de participar en la
certeza"35
26. La alegoría de la caverna, con que se inicia el libro VII de La República, es
un intento de hacer accesible a los no expertos esta teoría del conocimiento
humano, en correspondencia con la naturaleza del objeto, recurriendo no a un
proceso de razonar estricto, sino a una ficción imaginaria. En el Teeteto, con
cuyo análisis nos hemos ocupado en gran parte de este ensayo, intenta lo
mismo, pero recurriendo no al vuelo de la fantasía, sino al encadenamiento
riguroso del pensar racional, en su estructura "mayéutica". El fracaso de este
procedimiento no implica, de por sí, la falsedad de las afirmaciones platónicas:
se intuye, por decirlo así, la verdad de sus juicios, en especial en el caso de las
disciplinas matemáticas y otras análogas. Pero esta verdad discursiva, "no
mayéutica", de tales disciplinas no tendría sentido sin la verdad "dialéctica" de
las ideas puras. Los números aritméticos y las magnitudes geométricas
adquieren su consistencia, es decir, su condición anhipotética, gracias a que
participan de los números y magnitudes ideales. Cómo se realice la
comunicación entre la sección superior intelectiva y la inferior discursiva de la
zona inteligible, es un problema de difícil solución. Pero sin esta comunicación
las disciplinas matemáticas y otras análogas quedan sin objeto; se disuelven en
estructuras de pura racionalidad vacía.
27. Si, de acuerdo con la intención platónica, reservamos el nombre de "episteme" al conocimiento de la zona objetiva de inteligibilidad, podríamos reservar
el nombre de "dialéctica" a la sección intelectiva de esta zona y el de "ciencia"
a la sección discursiva. Este último apelativo concuerda con la tradición aristoté
República, 511c, d.
República, 51 Id, e.
lico-escolástica que llamaba "ciencias platónicas" a las disciplinas matemáticas,
incluyendo las físicas teoréticas, como ya lo hemos anotado en el análisis del
Teeteto. Quizás concuerde también con el pensamiento moderno que
denomina propiamente "ciencias" a las disciplinas que explican
matemáticamente el acaecer físico. Esta precisión terminológica no tendría
mayor importancia si, a mi entender, no hubiese sido origen de numerosos
equívocos en las investigaciones sobre la unidad analógica del conocimiento
humano. Pero volvamos a nuestro tema. Para Platón, como lo hemos anotado,
no hay episteme de las cosas sensibles; lo que significa que no hay ni
"dialéctica" ni "ciencia" de ellas. Sin embargo, en el dominio de la zona
epistémica existen "ideas puras" de estas cosas. ¿Por qué, entonces, no se
hacen ellas inteligibles como sucede con los entes matemáticos?
28. Habría que admitir que el modo como participan, o imitan, los números
aritméticos y las magnitudes geométricas de los números ideales, es distinto de
cómo lo hacen las cosas sensibles respecto a las "ideas puras" de ellas. En el
Timeo, Platón, por boca de Timeo, describe detalladamente la génesis del Universo de las cosas sensibles. Se trata, no de una ficción alegórica, sino del
relato razonado de una intervención mítica. Timeo empieza por admitir la
división del Universo total en dos zonas principales: de inteligibilidad y de
sensibilidad. Pero les da una significación metafísica. "¿Qué lo que "es"
siempre y no tiene ningún devenir?, ¿qué es lo que deviene siempre, pero que
no "es" nunca? El uno, de toda evidencia objeto de intelección acompañada de
razón, siempre "es" de manera idéntica; el otro, al contrario, objeto de la
opinión acompañada de sensación irrazonada, deviene y llega, pero realmente
nunca "es".36
29. El proceso metafísico de génesis del Universo total queda fuera de nuestro
tema. Lo que nos interesa propiamente es el conocimiento de este Universo, y
las distintas modalidades que pudiere tener según que se refiera a la zona
inteligible del "ser" o a la zona sensible del "devenir". El conocimiento es una
relación de imagen y modelo; la imagen es una re-presentación del modelo.
Pero esta relación no exige una conformidad o adecuación total de ambos
correlatos; puede darse una imagen imperfecta de un modelo perfecto. Lo que
se requiere necesariamente es la objetividad, en el sentido de existencia
exterior, del modelo re-presentado. Sin ésta la relación de re-presentación no
tendría sentido. Representación ¿de qué?
30. El conocimiento inteligible se perfecciona en la definición de la cosa; es
decir, en el significado de la proposición que expresa el juicio verdadero en que
se dice "lo que el modelo es". El conjunto de estas definiciones constituye,
como ya se ha indicado, la zona epistémica del conocimiento humano. Si los
modelos son las "ideas puras" se trata de la sección dialéctica de esta zona; si
lo son los "entes matemáticos", en la significación ampliada de esta expresión,
se trata de la sección matemática. Para Platón no se puede dar una respuesta
adecuada a la
Timeo, 27d hasta 28a.
pregunta sobre lo que es la episteme, si antes no se sabe lo que es el conocer
epistémico.37 Pero el problema que se plantea ahora es de difícil solución; se
refiere a la teoría del conocimiento. Para Platón esto implica necesariamente la
aceptación de la existencia metafísica de las "ideas puras". Aun cuando, como
en nuestro tema, lo reduzcamos al caso de las ciencias platónicas el problema
no se hace más fácil. Resolver una cantidad de cosas importantes por la
palabra, como lo hacen los matemáticos, sin poseer el conocimiento de aquello
de que se habla, exigiría también una inspiración divina, como dice Sócrates
refiriéndose a los hombres políticos.38
31. Para darle a las ciencias matemáticas su fundamentación absoluta, la definición de los números "puros" con que se inicia el discurso demostrativo debe ser
la misma que la obtenida dialécticamente para los números "ideales". Así todo
lo que se da, como conclusión, en la cadena discursiva de las ciencias participa
del valor de realidad, y por tanto, de verdad anhipotética de los entes
matemáticos ideales. Nada hay en las ciencias platónicas que no esté ya
incoado en estas definiciones iniciales. La participación discursiva no es nada
más que la explicitación del contenido inteligible de ellas.39
32. Se explica así por qué el juicio falso no tiene cabida en las matemáticas
puras. Sólo por "error", como se ha indicado en el Teeteto, pueden formularse
proposiciones cuyo contenido es un "juicio falso", en una disciplina donde, por
su naturaleza inteligible, el "juicio falso" no tiene cabida. Por eso, la pregunta
inicial sobre "lo que es" la "episteme", y en esta sección específica, la "ciencia",
no encuentra una respuesta adecuada si no se determina previamente "lo que
es" el "error", tema de la parte final del diálogo. En varias ocasiones este tema
había preocupado a Platón;40 pero nunca había sido tratado tan
sistemáticamente como en el Teeteto. Por eso el fracaso "mayéutico" al
explicar el hecho de la existencia mayoritaria del "error", en los problemas de
las matemáticas puras, no podía ser considerado como un resultado definitivo
en las investigaciones sobre el conocimiento. El "juicio verdadero" es el
producto normal de todo operar cognoscitivo que se fundamenta en la "intuición
inteligible" de la realidad; por eso, tanto la lógica "dialéctica" que enlaza a las
"ideas puras" como la lógica "discursiva" que enlaza a los "entes, matemáticos"
concluyen necesariamente en proposiciones que expresan "juicios verdaderos".
33. "El sofista -dice A. Diés- tiene por objeto confesado resolver el problema del
error; para establecer la posibilidad del error, emprende la demostración de la
Ver párrafo 10.
Menon, 49d.
Ejemplo típico de esto es la axiomática euclidiana
Fedro, 133, 290d hasta 262a; Euiidemo, 283e; Gorgias, 505; República, 389b, c, 412e; Craiilo, 429c, d.
existencia del no-ser" Según esto, el tema del "error", que inicialmente era un
tema epistemológico, deviene un tema metafísico, lo que es necesario en el
pensamiento platónico. Sin seguir en detalle la documentada argumentación de
Diés, nos parecen útiles, para mejor comprensión de nuestro tema, algunas de
sus "conclusiones" más atingentes al problema epistemológico que nos
preocupa. "Platón distingue netamente objeto y sujeto de conocimiento. El
objeto es pasivo; el sujeto es activo, en el momento mismo y en la medida en
que el uno es conocido y el otro conoce. El objeto conocido es la ousla. El
sujeto cognoscente es el alma o el nous del panthelos on. Hay, en el panthelos
on, actividad; en la ousía sólo hay pasividad; y, porque la sustitución del
concepto de movimiento a los conceptos de acción o pasión era necesario para
la secuencia de la argumentación, Platón considera, en esta acción del sujeto y
esta pasión del objeto, el movimiento que es su condición: hay movimiento
activo en el panthelos on, hay movimiento pasivo en la ousía"?*
34.Ahora bien, para Platón en su madurez no hay, según Diés, más que dos
clases de movimientos: la traslación, "por desplazamientos sucesivos o por
movimiento circular alrededor de un mismo punto, y la alteración que tiene
lugar cuando se modifica el objeto cualitativamente, sin cambiar de lugar.
Parecería natural considerar el movimiento pasivo en el objeto como una
alteración: el objeto pasa de "no ser conocido" a "ser conocido". Pero este
movimiento pasivo del objeto es sólo el resultado de un conjunto de
operaciones que constituyen el movimiento activo del sujeto cognoscente. Si el
objeto conocido "inteligiblemente" es, en último término, la ousía, "Platón ha
tenido éxito en introducir un cierto movimiento en ella, correspondiente al
movimiento del panthelos on".53
35. Tal conclusión contradice, ¿aparentemente?, a una posición fundamental en
la teoría del conocimiento platónico: sólo de lo inmutable puede haber un conocimiento cierto. La estabilidad de lo conocido es una condición necesaria para
salvaguardar la verdad del conocimiento. De esto hemos hablado ya anteriormente. El conocimiento "inteligible", que es una actividad del "pensar", inmaterial por tanto, plantea problemas de difícil solución si se niega tanto la relación
del sujeto y el objeto como la permanencia de ambos; la existencia misma del
intelecto queda comprometida. Tal es la doctrina expuesta en el Sofista. Por
otra, sin la vida del intelecto, que es el movimiento activo de conocer, y la
"inteligibilidad" de la ousía, que se manifiesta gracias al movimiento pasivo de
ser conocido, la relación del sujeto y el objeto, que constituye el conocimiento
mismo, o el pensamiento, o la intelección, carecerían de sentido. Y en El
Sofista afirma Platón, por boca del Extranjero, que "es cierto que todas las
ramas del razonamiento deben ser empleadas para batallar contra el que, de
cualquier manera que sea y sobre cualquier tema, emplea toda su energía en
hacer desa-
A. Diés, La definition de t'Estre et la nature des Idees, Oh. 1.
A. Diés, o.c, ch. 3.
A. Diés, o.c. ch. 3.
parecer lo que es conocimiento, o pensamiento o intelección... En
consecuencia, para el filósofo y para el que estima estas cosas al más alto
precio es de una necesidad absoluta no aceptar la inmovilidad del Todo, ni de
parte de los que admiten una forma inteligible única, ni de parte de los que
admiten una pluralidad de ellas, y no escuchar por más tiempo a los que, en
contrario, mueven en todo sentido el Ser".41
36.Así como, en el Tectcto, la pregunta sobre "lo que es" la episteme en su sección matemática, condujo a Platón a la investigación fracasada sobre "lo que
es" el error, aquí, en El Sofista, la superación de la investigación fracasada lo
conduce a la pregunta fundamental sobre "lo que es" el "Ser", y su relación
posible con el "movimiento" y el "reposo" cuya existencia debió ser aceptada
para salvar el "conocimiento inteligible". Platón, siempre por boca del
Extranjero, empieza por reconocer la inextricable dificultad del problema. El
"Ser", por su naturaleza misma, no está ni en reposo ni en movimiento.
Tampoco es un conjunto de ambas "realidades".42 Inversamente, cuando se
dice que el reposo o el movimiento existe no se les atribuye el ser como una
propiedad que les cualifica; "ser", "reposo" y "movimiento" constituyen, cada
una un "género" separado. El problema de la "comunicación de los géneros"
está, como ya se ha advertido, lleno de "inextricables dificultades". Para
estudiarlo debidamente se necesita de un conocimiento que es,
probablemente, casi el más alto de todos. "Dividir según los géneros, dice el
Extranjero, y no juzgar la misma una naturaleza que es otra, ni otra la que es la
misma ¿no afirmaremos que esto es propio del conocimiento dialéctico...?
Ahora bien, el que es capaz de realizar esto, discierne adecuadamente una
naturaleza única que se extiende a través de una multiplicidad donde cada
individuo se presenta aparte, y varias naturalezas, distintas las unas de las
otras, envueltas desde afuera por una sola. Luego discierne, además, una
naturaleza única, reunida en una unidad a través de una multiplicidad de
enteros, y una pluralidad de naturalezas absolutamente diferenciadas,
separadas las unas de las otras. Esto -tanto según la manera cómo las
naturalezas pueden comunicar, como según la manera cómo no lo pueden- es
saber discriminar según el género... Ciertamente, la competencia dialéctica no
podrás otorgarla a ningún otro hombre que al que, de una manera pura y
legítima, se dedica a filosofar". 6
37.Haber precisado cuál es la disciplina a la que corresponde propiamente
estudiar el problema de la "comunicación de los géneros", y saber que esta
disciplina, la dialéctica, es ocupación reservada al filósofo, no conduce
necesariamente a la solución de este fundamental problema metafísico. Ni
siquiera asegura que tenga solución. Pero Platón encuentra en la "intuición
inteligible" del Ser, el loco que ilumina todo el proceso de investigación.
Mientras al solista, en su huida hacia la oscuridad del No-ser, las tinieblas del
lugar le hacen difícil el observar
Sofista, 249c, d.
Sofista, 253a. b, c, d.
Sofista, 253e
Sofista, 254d
por el espíritu, "al filósofo, en cambio, siempre colocado por sus reflexiones en
contacto con la naturaleza del Ser, si no le es fácil ver todo se debe a la esplendorosa luz de la región donde reside; porque la multitud es incapaz de sostener
con firmeza, mediante los ojos del alma, una visión que se dirige hacia lo Divino
".43 En esta región "inteligible" el filósofo encuentra, como se ha visto ya, tres
ideas que son extremadamente importantes: el Ser mismo, el Reposo y el
Movimiento. El Ser se mezcla con los dos cuando de ambos se afirma que
"son".
38. En el análisis que antecede han aparecido los términos lo "mismo" y lo "otro"
que expresan conceptos universales en cuanto se predican tanto del "Ser"
como del "Movimiento" y del "Reposo". Platón muestra que sería contradictorio
no admitir que tales conceptos re-presentan "géneros" diferentes entre sí y
distintos de los anteriormente intuidos. Sin entrar en el detalle de la
argumentación dialéctica, admitamos la existencia de estos cinco "géneros"
fundamentales:
Ser,
Reposo,
Mismo.
(No-Ser), Movimiento,
Otro.
En la primera línea aparecen, como "géneros" separados, el Ser y sus
principales propiedades parmenídicas. En la segunda, se nombran sólo
"opiniones de los mortales, en las que no hay una fe verdadera". 44 Esto, al
menos, según el pensar parmenídico estricto. Platón, en cambio, piensa que
los "géneros" representados en la primera línea son "inteligibles" porque "son"
en la permanencia y en la mismidad del "Ser". Los de la segunda "son", porque
son "inteligibles" sólo en su relación necesaria y permanente con los de la
primera línea. "¿No es evidente, pregunta el Extranjero, que el movimiento es
una real no-realidad, y, porque justamente participa en la realidad del Ser es
igualmente una realidad?"45
39. Hemos escrito la expresión "No-ser" entre paréntesis para hacer ver que no
representa propiamente un "género", sino sólo la definición de lo "Otro". "En
efecto, continúa casi de inmediato el Extranjero, la naturaleza de lo "Otro",
haciendo a cada uno otro que el Ser, hace de él un No-ser; y de todos sin
excepción diremos rectamente que, bajo la misma relación, son de esta
manera no-ser; y, por el contrario, en cuanto participan del Ser, diremos que
"son", es decir, que son "seres".46 Así, en la inteligibilidad "dialéctica" del Ser y
la "intuición" inmediata del principio de "no-contradicción", la afirmación de lo
"Otro" como no-ser del "ser", nos conduce a admitir la existencia de un
"universo" metafísico de "Ideas puras", jerarquizado según su proximidad al Ser
que, en su "mismidad" y "reposo", es la luz de toda inteligibilidad. No es
necesario, para nuestro propó
Sofisia, 254a.
Sofista, 254d
Parménides, Poema, Intr.
Sofista, 256d.
Sofista, 256e.
sito, mostrar en detalle cómo el no-ser estructura todo "el entrelazamiento recíproco de las naturalezas genéricas". Nos basta con considerar que es precisamente esta complejidad del universo genérico lo que da nacimiento al discurso
dialéctico, a la contraposición de lo "inteligible" y lo "no-inteligible".
40.El discurso es también una naturaleza genérica. En efecto, "la privación de
este género haría, lo que es lo más grave, que estuviéramos privados de la filosofía; pero, además, en este momento debemos ponernos de acuerdo en una
concepción de lo que puede ser el discurso, porque si no existiese una esencia
del discurso y la posibilidad de un acuerdo al respecto nos fuese quitada,
pienso, que no seríamos capaces de decir nada".47 He aquí una típica
argumentación platónica: el sometimiento a Parménides, aún contra
Parménides. El Elcata había afirmado: "Pues bien, quiero decir así (pero tú
acepta de las palabras, lo que oigas) cuales son los únicos caminos pensables
de investigación: el primero, que ES es y que no-ser no es, que es el camino de
la persuasión (porque sigue la verdad); pero el otro, que NO-ES es y que
necesariamente el no-ser es, este camino, así te lo aseguro, es impracticable;
pues, o no podrías conocer el no-ser o no podrías expresarlo";
pues lo mismo es Pensar y Ser".48
41.Ahora bien, el Elcata había atribuido siempre a la expresión "no ser" el significado de "no existir". Es su significado más natural e inmediato. De acuerdo
con esto, en la "intuición inteligible" del Ser y en su análisis dialéctico encontró
todas aquellas afirmaciones que constituyen la doctrina parmenídica estricta.
Platón, en cambio, al definir el "No-ser" como lo "Otro", le da al "No-ser" ese
existir que necesariamente acompaña el "Pensar". Así la mismidad del Pensar
y el Ser, que niega la existencia del No-ser cuando significa no existir, porque
el No-existir no puede ser pensado, afirma la existencia del No-ser como lo otro
del Ser, porque lo Otro puede ser legítimamente pensado. Pero aún hay más.
Este No-ser, así definido, es, entre todos los géneros, uno de los que está diseminado según todas las existencias; el "no ser", en cuanto "otro", puede
afirmarse siempre en un juicio sobre ellas. "Después de esto hay que examinar
si el No-ser se mezcla tan bien al juicio como al discurso... Si no se mezcla con
ellos, entonces forzosamente todo es verdadero; mientras que si se mezcla,
entonces la falsedad acaba por producirse en el juicio y en el discurso. Porque
pienso, dice el Extranjero, que si el objeto de un juicio o de un discurso son
cosas que no son, entonces es esto lo que produce la falsedad en el
pensamiento o en el lenguaje... Pues la existencia de lo falso implica la de la
ilusión... Y sin ninguna duda allí donde existe la ilusión todo está forzosamente
lleno de simulacros, semblanzas y apariencias". 49
Sofista, 260a.
Parménides, Poema, frg. 243.
Sofista,260c.
42. El problema del "juicio falso" es fundamental para la comprensión de "lo que
es" la "ciencia" en el pensar platónico. Este problema que quedó sin respuesta
al finalizar el Teeteto nos ha conducido, aquí al finalizar El Sofista, a tres temas
que engloban casi la totalidad de la investigación epistemológica: el tema del
discurso, el tema del juicio y el tema de la representación imaginativa. En la
terminología moderna podríamos denominar, al primero, el tema sintáctico, al
segundo, el tema semántico, manteniendo, para el tercero, la denominación
platónica de "representación imaginativa". Para explicar la existencia de "lo
falso", es necesario ver primero cuál puede ser la naturaleza de los sujetos de
estos temas, y observar, en seguida, su comunicación posible con el No-ser.
43. El discurso, expresión del juicio, aparecía, para Sócrates, como un conjunto
de sonidos articulados y ordenados según las exigencias de su significación. La
unidad de conocimiento, es decir, de lo que puede ser verdadero o falso, está
dada por la proposición que simboliza el juicio; pero la unidad de significación
está dada por la palabra, lo que conduce a una relación permanente entre
"palabra" y "género". Al problema de la comunicación de los géneros
corresponde el problema de la acomodación de las palabras; hay géneros que
comunican siempre, hay géneros que comunican sólo algunas veces, y, por
último, hay géneros que no comunican nunca, todo esto en virtud de cómo se
dé la intuición inteligible del género complejo. Asimismo, en el caso de la
acomodación de las palabras, "aquellas que, enunciadas las unas a
continuación de las otras, hacen conocer alguna cosa se acomodan entre ellas,
pero aquellas cuya continuidad no da ningún sentido a la proposición, esas no
se acomodan".50 Ahora bien, este acomodamiento de las palabras para
constituir un juicio, verdadero o falso, está determinado por la significación de
ellas. Platón, otra vez por boca del Extranjero, afirma "que existe una doble
clase de medios de significar alguna cosa con ayuda de la voz... Una se
denomina: los nombres, y la otra: los verbos... El verbo... es el medio de
significación que se aplica a las acciones... En cuanto al signo vocal que es
aplicado a los sujetos mismos que cumplen dichas acciones, el medio vocal de
significación, es el nombre... Ahora bien, sólo con nombres, enunciados en una
fila continua, nunca se hace un discurso; tampoco, por otra parte, con verbos
enunciados separados de todo nombre". 51
44. Si no consideramos la significación de las palabras, sino sólo su clasificación
"gramatical", podemos determinar sintácticamente si un ordenamiento de palabras constituye lo que propiamente se llama "proposición". Los griegos, hasta
Platón inclusive, no supieron expresar simbólicamente las definiciones
sintácticas de los géneros gramaticales. La escritura simbólica es algo propio
de la cultura contemporánea. Sólo Aristóteles y sus seguidores, en los temas
de lógica formal, usaron limitadamente de símbolos para exponer las reglas
que aseguran la legi
Sofista, 260e
Sofista, 261d.
Sofista, 262a.
timidad de una argumentación. Los intentos de Raimundo Lulio y los proyectos
leibnicianos de construir estructuras de demostración tienen sólo un valor histórico; pero nunca llegaron a constituirse en disciplinas propiamente formales. En
general podemos admitir que la dimensión semántica del lenguaje, en cualquier
nivel de comunicación, fue siempre dominante en el pensamiento humano
desde el principio hasta el siglo XIX, incluso en las disciplinas lógicas. Así los
griegos nunca distinguieron claramente entre "proposición" y "juicio", como
tampoco distinguieron entre "término" y "palabra". De todas maneras, la
dimensión sintáctica del lenguaje está, al menos implícita, en los estudios
griegos.
45.Sin contar con el recurso simbólico, Platón recurre al ejemplo para sus análisis. "Cuando se dice "El hombre aprende" ¿no constituye esto... el más
pequeño discurso, el discurso primero?, pregunta el Extranjero casi al finalizar
El Sofista... Pienso que, en estas condiciones, el hace conocer alguna cosa
que está presente, o que está produciéndose, o que se ha producido en el
pasado, o que se producirá en el porvenir; no se limita a nombrar, el acaba de
determinar alguna cosa por el hecho de entrelazar los verbos con los nombres.
He aquí por qué, en lugar de ser solamente una denominación, decimos que
"discurre" y damos justamente el nombre de "discurso" al entrelazamiento de
que se trata... De la misma manera que, entre las cosas, las unas se acomodan
entre sí, y no las otras, así sucede también para los signos vocales: hay
algunos que no se acomodan, pero los que se acomodan realizan un discurso.
Podemos ver que esta afirmación es puramente sintáctica, ya que, en este
caso, la acomodación de los "signos vocales" no depende de su significación,
sino de su condición gramatical. Pero esta condición gramatical, que asegura
cuando un acomodamiento de "términos" constituye propiamente una
"proposición" no entrega ningún conocimiento de "algo", no es en sí un
"discurso" como expresión de un "juicio". Sólo cuando se le dé a los "términos"
su contenido semántico, podremos afirmar, de lo significado por esta expresión,
si es verdadero o falso.
46.Tal es, a mi juicio, el pensar platónico: un "discurso" se refiere siempre a un
cierto sujeto, "uniendo a una acción un sujeto-agente por la mediación de un
verbo y un nombre".52 El discurso que es verdadero dice "lo que es" cómo es, y
el que es falso, lo dice de manera distinta a cómo es. Ahora bien, el discurso,
como lo hemos indicado, expresa estados genéricos del espíritu -pensamiento,
juicio y representación imaginativa-; es verdadero, por tanto, cuando el estado
genérico del espíritu a que corresponde es verdadero, y es falso cuando dicho
estado genérico es falso. Para mejor comprender esto conviene explicar cuál
es la naturaleza de cada no de estos estados genéricos del espíritu; ver en qué
difieren uno de otro, y mostrar su relación con el discurso. Pues bien,
pensamiento y discurso son un todo uno, salvo que se da el nombre de
"pensamiento" a una conversación del alma con ella misma, que se produce en
su interior sin el concurso de la voz; mientras que se da el nombre de discurso
a la corriente misma que, partiendo
Sofista, 262c, d, e.
Sofista, 262e.
del alma, pasa por la boca con el acompañamiento de sonidos articulados, y en
donde hay afirmación y negación. "Ahora bien, cuando esto se produce en el
interior de un alma bajo la forma de un pensamiento y silenciosamente, ¿no
existe otro nombre que el de "juicio" para designarlo...? Y cuando no es por sí
mismo que se produce en alguno el pensamiento, sino por la mediación de una
sensación, ¿es posible dar a tal estado otro nombre que no sea el de
"representación imaginativa"... Pero, porque el discurso ha sido reconocido
igualmente verdadero que falso; porque, entre los estados de que se ha
hablado, el pensamiento ha aparecido como una conversación que el alma sola
tiene con ella misma; porque el juicio es la representación final del acto de
pensamiento; porque el acto de representarse las cosas en imaginación es una
combinación de la sensación con el juicio, se sigue forzosamente que estos
estados, al ser representados en el discurso, son algunos falsos, o lo son
algunas veces... ¿Te das cuenta, -pregunta el Extranjero dirigiéndose a
Teeteto, su permanente interlocutor en El Sofista- que hemos descubierto el
juicio falso y el discurso falso, mucho antes de lo que lo esperábamos cuando
hace poco teníamos miedo de que, con esta investigación, nos habíamos
lanzado a una tarea imposible de llevar hasta el fin?"53
47.De acuerdo con Mgr. Diés, nos parece que esta es la finalidad de El Sofista:
definir el error que se expresa en un juicio falso; en otras palabras, dar una respuesta a la pregunta final del Teeteto: ¿cómo se explica el hecho frecuente del
error o el juicio falso en las matemáticas puras que existen propiamente en el
interior del alma, sin referencia a la sensación? En el pensamiento platónico las
matemáticas empíricas son el resultado último de un proceso de perfección que
se ubican en la zona de la "doxa", siempre dudosa en sus afirmaciones.
Originadas en la intuición sensible del mundo exterior, aparecen, en el dominio
interior del pensar como "representación imaginativa". Pero este "descenso"
cognoscitivo, que le permite al hombre progresar en su desarrollo técnico, no le
asegura la invariabilidad o permanencia de la relación de adecuación entre el
número "calculado" y el número que aparece en la operación concreta de
"contar". Las afirmaciones que expresan los resultados de las matemáticas
empíricas serán siempre particulares, provisorios y cambiantes.
48.En cambio las llamadas "ciencias platónicas" tratan de "lo que siempre
sucede". Sus afirmaciones son, por tanto, universales, definitivas y
permanentes como sucede en todo el dominio epistémico del conocimiento
humano. Originadas en la intuición inteligible de las Ideas, son el resultado de
un proceso de descenso dialéctico que se realiza enteramente dentro de la
zona epistémica del conocer cierto. Pero la intuición inteligible y el proceso
dialéctico que le es propio sólo llegan hasta la formulación de los primeros
principios del conocimiento matemático. El contenido creciente del dominio
"científico" va emergiendo en el pensar mediante el proceso de "inteligibilidad
discursiva" que traslada lo cierto de los primeros principios a las afirmaciones
sucesivas que se van dando en
Sofista, 264b.
dicho proceso. Así sólo el juicio verdadero es lo propio del conocimiento epistémico, tanto dialéctico como discursivo. Las ciencias matemáticas quedan
definitivamente separadas de la intuición sensible. Sus afirmaciones expresan
lo que existe en el pensamiento, como pensar puro. En el caso de la
Astronomía, por ejemplo, lo que se "intuye inteligiblemente", en el discurrir
periódico de los astros, no es este movimiento mismo sino la existencia de las
"esferas celestes" y la inmutabilidad de sus rotaciones en torno del centro único
del Universo. Nada de esto puede ser objeto de una "intuición sensible". Pero
el movimiento visible de los astros se explica "matemáticamente" por esta
estructura puramente "inteligible" pensada por Eudoxio.
49. La verdad de la "ciencia" no se da en un acto único de intelección; es el
resultado de un proceso discursivo que se inicia en las "nociones comunes" del
entendimiento y en las "definiciones", que el mismo entendimiento se da, de los
elementos fundamentales con los que se construye "discursivamente" el
dominio de todas las ciencias "platónicas". Hay que considerar, sin embargo,
que, en el pensamiento griego, se caracteriza por haber hecho de la
racionalidad discursiva la propiedad distintiva del conocimiento propiamente
científico. Tiene razón Heródoto cuando afirma que la geometría nació en
Egipto con un fin utilitario: medir los terrenos no regados por el Nilo para
disminuir el pago de contribuciones al Erario por parte de los campesinos.54 Se
equivoca, por tanto, Aristóteles cuando atribuye la invención de la geometría al
"ocio" de la casta sacerdotal egipcia. No hay duda de que las ciencias que no
buscan la utilidad son posteriores a las que se ordenan al placer y a lo
necesario.55 Pero, para esto basta o bastaba, con la racionalidad empírica,
como en los egipcios y babilonios, que se apoya en lo que siempre sucede o ha
sucedido.
50. No es así en los griegos. Aun cuando Aristóteles admite el origen experimental de todo el conocimiento humano, lo que le da su distintiva es, como lo
hemos dicho, la racionalidad discursiva, la demostración. La episteme es para
ellos una creencia que se hace inconmovible por la demostración. La racionalidad discursiva separa así la opinión falible de la episteme cierta. Permite determinar también si un conocimiento aparentemente epistémico, lo es realmente.
Consideremos el caso de la "teoría de los irracionales" con que inicia su
intervención Teeteto en el diálogo que lleva su nombre: gracias a la
racionalidad discursiva de la geometría el esclavo de Menón pudo resolver
fácilmente el problema de la duplicación del cuadrado, que en la aritmética
empírica no tiene solución.56 Teeteto, en el diálogo, expone la solución del
problema en forma positiva. "Hemos definido como "longitudes" todas las líneas
que, llevadas al cuadrado, dan el número equilátero y plano; y, en cambio,
como "potencias"
.
Heródoto, Los nueve libros de la Historia, Euterpe, 109.
Ver Aristóteles, Metafísica a, 981b
Teeteto, 147c hasta 148b.
Menón, 82a hasta 85b
.
todas aquellas que dan el número oblongo, dado que, si, en longitud, estas
líneas no son conmensurables con las primeras, lo son, sin embargo, por las
superficies de las que son potencias"57
51. La solución del problema de la inconmensurabilidad de ciertas longitudes
(diagonal y lado de un cuadrado, perímetro y diámetro de un círculo), tuvo,
como es sabido, importantes consecuencias para la cultura matemática, no
sólo de los griegos, sino de todo el mundo occidental. La aritmética y su
perfección algebraica pasaron a ocupar un lugar secundario en el orden del
conocimiento teorético. En cambio, la geometría se impuso como la estructura
más potente de la racionalidad discursiva, de manera que llegó a ser el
lenguaje adecuado de la óptica, de la astronomía y de toda ciencia que, en el
dominio epistémico, mereciera ser considerada "hipotéticamente" cierta. Sólo la
música permaneció "fiel" a la estructura aritmética de la racionalidad discursiva.
52. Pero aún hay más. La racionalidad discursiva en cuanto límite del pensar e
independientemente de sus estructuras cuantitativas abstractas, en su pura formalidad lógica, juzga del quehacer matemático y determina su progreso histórico. Sus reglas de encadenamiento discursivo valen sin relación al contenido
semántico de las proposiciones que encadenan, manifiestan la objetividad del
pensamiento necesariamente válido. Y es esta necesariedad del pensar puro lo
que da su carácter objetivo a las ciencias teoréticas. Así la verdad "común" de
estas disciplinas libera al discípulo del maestro. También en las ciencias la verdad nos hace libres.
Teeteto, 148a, b. Se llaman números equiláteros los enteros que resultan del producto de dos enteros iguales: se
llaman números oblongos o rectangulares los que no tienen esta propiedad.
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