LES CAIXES D’ESTALVI DAVANT D'UNA CRUÏLLA HISTÒRICA J. Carles Maixé-Altés Universitat de A Coruña La reforma de las cajas se plantea a día de hoy como un tema insoslayable. Esto no es nuevo, desde hace casi una década, cuestiones como su gobierno corporativo, su capitalización y la duplicidad de las administraciones públicas como supervisoras y parte en su administración han sido aspectos muy controvertidos. El panorama se ha complicado en un entorno de crisis como el presente, que además tiene fuertes connotaciones financieras. Sin embargo, analizando los términos del debate en los ámbitos políticos, en la prensa y en la opinión pública no parece que siempre se esté hablando de lo mismo. Los puntos de vista son muy variados, van desde quienes las consideran como una banca pública de desarrollo regional, hasta los que las ven como bancos privados a los que habría que convertir en sociedades anónimas. Por tanto, nos encontramos ante un problema serio, especialmente cuando el regulador debe emprender un proceso de reforma que afecta a la mitad del sistema financiero español y a unas instituciones operativamente homologadas con los bancos. Además, la presión reformadora ya no procede sólo de las partes interesadas, sino de una crisis creciente en la que se involucra el regulador europeo. En los años noventa se iniciaron profundos procesos de reforma que afectaron a las cajas francesas e italianas, las primeras se convirtieron en un grupo cooperativo y las segundas fueron privatizadas y convertidas en sociedades anónimas. Estas últimas siguieron la pauta de sus homologas británicas, privatizadas en tiempos de Margaret Thatcher. Sin embargo ninguno de estos casos presentaba excesivas similitudes con el español, las razones de esas diferencias escapan a un artículo de estas características, pero valga decir que a día de hoy las únicas cajas que presentan sustanciales similitudes con las españolas y notable éxito son las noruegas. Las cajas alemanas también son relevantes, pero su envergadura es menor que las españolas y su actuación se refiere a mercados mas localizados (una síntesis en Maixé-Altes, en prensa; Ayadi et al., 2009 y Valero, coord., 2003). Las cajas han tenido tradicionalmente un fuerte impacto en las sociedad española. En 1960 las cajas acogían entre sus clientes al 31,7% de la población y en 1981, recién iniciada la reforma, contaban ya con 40,5 millones de cuentas de depósito sobre una población de 37,6 millones de habitantes (CECA e INE) 1. Sin duda, las cajas se han enfrentado y adaptado a circunstancias cambiantes a lo largo de sus 175 años de 1 historia. Especialmente, en las dos últimas etapas: los años del franquismo y la etapa desregularizadora que arrancó con la Reforma Fuentes-Quintana de 1977 (Real Decreto 2290/1977). Nuestro objetivo es analizar los factores críticos que afectan hoy en día a nuestro sistema de cajas de ahorro. En definitiva, acotaremos los parámetros de una posible reforma. Previamente vamos a estudiar cuáles son los factores diferenciales e idiosincrásicos de estas instituciones. Es decir, qué factores forman parte de su acervo y qué papel juegan en su configuración presente. Así podremos concluir cuáles son las contradicciones y problemas que están aflorando en un marco de creciente desintermediación, europeización y globalización. La perspectiva histórica nos va a permitir ponderar las diversas salidas a una problemática que la presente crisis financiera ha puesto al descubierto. Muchos de los factores que han estallado recientemente ya habían sido percibidos por diversos estudios. Sin embargo, la dificultad de una reforma que debe intervenir en varios frentes, la falta de iniciativa política por parte del legislador y cierta autocomplacencia de las cajas, a la sombra del boom financiero de los últimos años, explican la demora en la búsqueda de soluciones. Con estos objetivos el tema se va a desarrollar del siguiente modo. En el segundo epígrafe se precisa el carácter jurídico y la estructura de la propiedad de las cajas. En el tercero, se analiza en términos de economías de diversificación el papel de la inversión y el riesgo en estas entidades. En el cuarto, se considerarán las economías de escala que se producen con las fusiones y las implicaciones de la expansión fuera de sus mercados naturales. En el quinto, como consecuencia de las economías de escala y diversificación, se analizan las contradicciones latentes en su sistema de recursos propios. En el sexto epígrafe trataremos el impacto que todos estos factores tienen en la presente estructura de su gobierno corporativo. Finalmente expondremos algunas conclusiones. Las cajas ¿organizaciones privadas, públicas o mutualistas? Las cajas son entidades privadas de carácter fundacional y sin ánimo de lucro, carentes de propietarios en sentido estricto, que operan como entidades financieras. Debido a su carácter social dedican una parte de sus beneficios a la realización de inversiones de interés público (la denominada Obra Social). Así se han conformado históricamente. Por tanto, no son organismos públicos destinados a proveer servicios públicos a los ciudadanos. De hecho, la mayor singularidad de las cajas españolas dimana de su 2 naturaleza jurídica como instituciones que carecen de derechos de propiedad enajenables 2. Este perfil ya se evidenciaba en la primera disposición oficial sobre cajas publicada en 1835. Más tarde la Ley de 29 de junio de 1880, presentada dentro del paquete legislativo de la reforma bancaria de la Restauración, reconocía la autonomía estatutaria y reglamentaria de estas entidades. En los años de entreguerras culminó este proceso regulatorio con el Estatuto de las Cajas Generales de Ahorro Popular (Decreto de 14 de marzo de 1933), que definió el marco legal de las cajas hasta prácticamente las reformas de 1977. En definitiva, hasta la Ley de Órganos Rectores de las Cajas de Ahorros (LORCA, Ley 31/1985 de 2 agosto), sus estatutos y reglamentos fueron el mecanismo regulatorio básico. Estas normas marcaban sus estructuras de gobierno y el alcance de su actuación, obviamente sometidos a la regulación general del Estado. El segundo elemento distintivo de las cajas españolas es su capacidad de revertir parte de sus beneficios a la sociedad. Al carecer de propietarios, parte de sus beneficios ‘a modo de dividendo social’ se canalizan hacia terceros. En el siglo XIX estos objetivos se conseguían mediante una actividad asistencial y benéfica libremente ejercida por cada caja. La Obra Social como tal no se reguló hasta el Estatuto de 1933, que estableció que las cajas debían dedicar obligatoriamente a actividades benéfico sociales la mitad de sus beneficios (art. 43 y 44). Esta situación permaneció bajo el franquismo 3. Más tarde, la mejora de las prestaciones en política asistencial y educativa ofertadas por el estado del bienestar alteró el enfoque de la obra social. La tradicional acción benéfico social derivó hacia una mayor presencia en el ámbito de la promoción cultural, fomento de la investigación y formación de los agentes económicos (Maixé-Altés et al., 2003: 315). Un tercer aspecto que diferencia a las cajas españolas de instituciones homólogas en Europa y Estados Unidos es la debilidad de su perfil mutualista. Los Estatutos históricos de las cajas atribuían a los impositores un papel importante como receptores de los beneficios de la Obra Social y como miembros representados en sus órganos de gobierno. Sin embargo, el primero de estos aspectos fue desapareciendo en favor del conjunto de la sociedad. En definitiva, solamente ha permanecido como factor mutualista el segundo aspecto, la presencia de los representantes de los impositores y los empleados de las cajas en los órganos de gobierno. 3 Finalmente, hay que discutir los argumentos de una parte de la literatura empírica reciente que asimila a las cajas de ahorro con bancos públicos (Illueca et al., 2009a y Azofra y Santamaría, 2004). Con propiedad no se pueden considerar las cajas como bancos públicos, creemos que el origen de este enfoque parte de circunstancias que se gestaron en el periodo previo a la desregularización iniciada en 1977. Durante el franquismo el control que se estableció sobre sus inversiones y también sobre parte de los fondos de la Obra Social, introdujo elementos que acentuaron su carácter público de hecho, que no de derecho. Singularmente las cajas seguían rigiéndose por sus estatutos. Las dos leyes de ordenación bancaria de franquismo (1946 y 1962) establecieron cortapisas a las cajas y definieron a los supervisores de estas, pero no cambiaron sustancialmente la legislación de fondo, ni la estructura de los derechos de propiedad de las mismas. Durante la reforma financiera, paralela a la democratización institucional, esta confusión se vio alimentada como consecuencia del papel que las administraciones públicas locales y autonómicas han tenido en los ámbitos de representación de sus órganos de gobierno y también como demandantes de financiación. Sin embargo, ni la LORCA, ni los posteriores desarrollos han transformado su carácter como fundaciones privadas. Como hemos advertido, la mayor singularidad de las cajas españolas dimana de su naturaleza jurídica como instituciones que carecen de derechos de propiedad enajenables. Estos temas merecen alguna atención a fin de calibrar la profundidad y el alcance de la reforma de las cajas. Las características mencionadas fijan su perfil idiosincrásico de manera indeleble. Sin embargo, la lucha por la eficiencia y la competitividad exige planteamientos inteligentes y valientes a fin de mantener la ventaja comparativa que históricamente se han labrado respecto a sus competidores. La proyección territorial de las cajas las vincula a la lucha contra la exclusión financiera, la proximidad al cliente y una relación basada en la confianza mutua. El impacto de la Obra Social es determinante. El nuevo marco competitivo cuestiona esos activos intangibles y no está claro que las cajas sean muy concientes de lo que puede significar la pérdida de esos valores respecto a la fidelidad de su clientela tradicional. Como ha señalado Comín (2007), a favor de su permanencia juegan aspectos claves de su trayectoria histórica, como su capacidad de promover el ahorro, su capacidad de adaptación a circunstancias cambiantes y su tradición cooperativa a través de la CECA. Aversión al riesgo e inversiones: lo viejo y lo nuevo 4 Las cajas tradicionalmente desarrollaron una acusada aversión al riesgo. Históricamente el origen de sus inversiones eran los préstamos sobre prenda del monte de piedad, los cuales tenían una función benéfico social. Sin embargo, el margen que la regulación decimonónica daba a la autorregulación estatutaria de las cajas fue la base de sus economías de diversificación. Esto les permitió ofrecer tempranamente préstamos hipotecarios y alcanzar cierta especialización financiera en el primer tercio del siglo XX (véase Martínez Soto y Cuevas, 2004 y Maixé-Altés, 2010). Tras la guerra civil se produjeron cambios sustanciales que afectaron a las políticas inversoras de las cajas. Se transformaron en intermediarios financieros privados controlados en gran parte por la Administración. No hubo nacionalización, el proceso fue mucho más sutil, las cajas de ahorro conservaron su estatuto privado, pero por regulación se las obligó a que una parte de sus recursos pasaran a manos del Estado a través de los coeficientes obligatorios de inversión 4. Esta situación alcanzó su cenit en 1964, las inversiones de las cajas llegaron a estar controladas administrativamente hasta el 80 por ciento 5. El gráfico 1 refleja los efectos desastrosos de esta política en la autonomía de las cajas. Antes de la reforma financiera de 1977 éstas solamente disponían libremente del 27 por ciento de sus recursos de inversión, mientras que los bancos disponían del 69,5 por ciento y la media del sistema bancario era del 56,1 por ciento. Esta asignación de recursos de inversión, ‘planificada’ desde la administración, no era la más eficiente y afectaba negativamente a la rentabilidad de las operaciones de las cajas. Se produjo también un efecto deslocalizador a través la inversión en acciones y obligaciones que transferían recursos fuera de las áreas en las cuales se habían generado (Ros Hombravella, 1967 y Cuadrado Roura et al., 1978: 160-161). En esta etapa se consolidó definitivamente la especialización crediticia de las cajas hacia la construcción de viviendas. En la primera mitad de los años setenta constituían la mitad de la cartera crediticia de las cajas (CECA, 1979: 138-139). Prácticamente fueron los únicos intermediarios financieros que se concentraron en este sector, a falta de instituciones especializadas en el crédito hipotecario como existían en otros países europeos. Los bancos españoles no entraron a fondo en este mercado hasta los años ochenta (gráfico 2). Por tanto, tardó en desarrollarse un mercado competitivo, lo que no favoreció un uso eficiente de los recursos. Por el contrario, una vez iniciado el proceso desregularizador se produjeron cambios notables. La coyuntura económica favoreció la fuerte expansión del crédito y la 5 orientación creciente de las cajas hacia la renta variable y la toma de participaciones empresariales. Indudablemente, la tradicional aversión al riesgo de estas entidades fue sustituida por un incremento del riesgo asumido por las mismas (Valero, coord., 2003: 166). El impacto de la política crediticia de las cajas a partir de 1977 fue enorme. Realmente el volumen de crédito de las cajas a otros sectores residentes no superó a los bancos hasta 2003. Sin embargo, considerando que en 1962 los créditos de los bancos al sector privado eran 8,5 veces los de las cajas y en 1977 todavía cuadriplicaban a los de éstas, se percibe fácilmente su intenso crecimiento. El sector cajas de ahorro mantuvo su trayectoria histórica, optando por la banca minorista dirigida al sector familias y a las PYME. Esta especialización productiva también se mantuvo en el crédito sobre la vivienda (gráfico 2). Pese a que los bancos han ido recortando terreno a las cajas, la superioridad de éstas es patente. La crisis y la burbuja inmobiliaria española han cortado radicalmente la tendencia, afectando especialmente a las cajas, que por su cartera de créditos hipotecarios asumen altos niveles de riesgo. El gráfico 3 refleja perfectamente los ciclos antes y después de la reforma financiera. La morosidad de las cajas fue siempre muy superior a las de los bancos, sólo cuando el sistema se vuelve más competitivo, las cajas ajustaron sus políticas al respecto. La crisis y reconversión bancaria de la primera mitad de los ochenta invirtió momentáneamente la tendencia y posteriormente la crisis de 1993-1994 produjo un ciclo semejante. Sin embargo, la tendencia histórica refleja la mayor incidencia de la morosidad en las cajas, un fenómeno que la crisis actual refleja crudamente. La presente crisis también ha puesto al descubierto el exceso de riesgo derivado de la inversión en acciones y participaciones de las cajas, activos fuertemente sometidos a la caída de las bolsas. Asimismo, la nueva coyuntura del déficit público ha situado en el mercado nuevos activos de renta fija que ha provocado que las cajas, a marchas forzadas, compensen la caída del crédito y la desvalorización de acciones y participaciones con estos activos (BEBE y CECA). En estos años de crisis repunta la presencia histórica de las cajas en los mercados de deuda pública, una tendencia que había desaparecido a mediados de los ochenta. Finalmente, recordemos que el Banco de España, desde los últimos años noventa, viene advirtiendo a las cajas sobre las consecuencias de reducciones bruscas en los precios de los títulos mobiliarios y sus repercusiones sobre los márgenes y recursos propios. Las cajas no pueden alegar inexperiencia ante la situación presente. Durante la crisis y reconversión bancaria de los primeros ochenta se vieron afectadas en menor medida que 6 los bancos. La tradicional prudencia de sus inversiones hizo que sus activos se vieron menos sujetos a depreciación que los de los bancos. Sin duda, ahora las cajas se encuentran al final de un ciclo muy diferente. Tras las sucesivas reformas y su inserción en un marco mucho más competitivo, el riesgo de las cajas se incrementó sustancialmente. La crisis desde 2007 ha dejado al descubierto importantes brechas en el terreno del control y gestión de sus inversiones. Economías de escala y territorialidad Tras la guerra civil había 98 cajas de ahorro. En los años cuarenta se produjo una primera ola de fusiones que erradicó las cajas mas obsoletas e insolventes. Su número permaneció relativamente estable, aunque se crearon algunas nuevas, normalmente bajo el patrocinio de las Diputaciones (hasta un máximo de 88 cajas en 1975). Sin embargo, en términos de concentración la tendencia hasta 1977 fue descendente, el sector se configuró en esta época bajo el dominio de las cajas pequeñas y medianas. La segunda ola de fusiones se produjo junto a la implementación de la reforma financiera. Entre 1976 y 1988 desaparecieron 17 cajas y se intensifico el proceso de concentración de las entidades. A partir de 1988, tras liberalizarse la apertura de oficinas, se inició la tercera ola de fusiones (en 2008 había 45 entidades). Ahora estamos asistiendo a lo que podría considerarse la cuarta ola, ligada a los procesos de reestructuración conocidos 6. El periodo más intensivo en cuanto a fusiones se produjo en 1990-1991 cuando fueron absorbidas un total de 31 cajas. Es decir entre 1940 y 2008 el número de cajas se redujo a la mitad. Sin embargo en 2006, según la Comisión Europea, España era uno de los tres países europeos con los niveles más bajos de concentración bancaria. Además, en el caso de las cajas su ratio de concentración era inferior a la de los bancos comerciales. En términos de expansión el cambio más radical se produjo con el Real Decreto 1582/1988 que liberalizó la apertura de oficinas de cajas por todo el territorio nacional. El gráfico 4 refleja claramente el impulso que experimento la expansión extrarregional de las cajas. Sa Nostra se ha mantenido relativamente al margen de este movimiento, ya que apenas el 10 por ciento de sus oficinas se sitúan fuera de la comunidad autónoma, aunque ha experimentado la competencia de otras cajas (dos tercios de las oficinas de toda la comunidad son de cajas foráneas). Por su parte los bancos ya estaban presentes en el mercado nacional desde entreguerras. Sin embargo, se vieron obligados a redefinir sus redes como consecuencia de la reconversión bancaria de los primeros ochenta y las sucesivas fusiones y adquisiciones. Cerraron casi 4000 oficinas y, simultáneamente, 7 iniciaron el abandono relativo del mercado doméstico en aras de su expansión internacional, especialmente en Latinoamérica (datos del BEBE y Anuario Estadístico de la Banca). Ante este repliegue, las cajas iniciaron una ofensiva que las ha conducido a duplicar el número de oficinas desde 1985. Un crecimiento espectacular que el estallido de la crisis ha puesto en cuestión. Como señalan Crespí et al., (2004), la competencia en la banca minorista fue alta y estas circunstancias mantuvieron hasta hace relativamente poco tiempo los resultados económicos de las cajas en una posición relativa superior a los bancos. Illueca et al. (2009b) añaden que aquellas cajas que se han expandido fuera de sus áreas tradicionales han obtenido mayores ganancias de productividad. La comparación de bancos y cajas muestra que en los años noventa la eficiencia de las cajas fue algo superior, aunque en los años previos a la crisis esa ventaja ha ido desapareciendo (Maudos, 2006). Podríamos concluir que la crisis económica y financiera está evidenciado algunos lastres en términos de eficiencia en costes y en riesgo, una buena muestra son los niveles de morosidad (gráfico 3). Las dificultades para poner freno a la morosidad y los altos costes operativos están desequilibrando las cuentas de resultados de muchas entidades, afectadas por la reducción de sus ingresos financieros. El mapa territorial de las cajas ha cambiado, mantienen su arraigo, pero la lógica del mercado las ha desterritorializado. El marco regulatorio europeo y los acontecimientos recientes parece que exige mayores niveles de concentración si se quiere mantener la competitividad del sistema de cajas. Hasta antes de la crisis, los problemas de insolvencia se resolvieron mediante absorciones y fusiones entre cajas de la misma región. Estas medidas hicieron innecesaria la intervención del Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) de las cajas. La nueva coyuntura obliga a nuevas estrategias de saneamiento. El Real Decreto-Ley 9/2009, de 26 de junio, sobre reestructuración bancaria y reforzamiento de los recursos propios de las entidades de crédito establece las directrices del gobierno al respecto. El proceso de reestructuración bancaria se aborda en tres fases: la primera tiene carácter privado no reglado, la segunda también supone la búsqueda de una solución privada, pero reglada y ordenada a través de los FGD sectoriales y, finalmente, la tercera fase supone la intervención del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria, FROB (nueva institución creada por el DecretoLey, con un régimen jurídico semejante a los FGD y dotada con 9000 millones de euros). Esta última fase tiene por objeto, bien la fusión de la entidad o bien el traspaso 8 total o parcial del negocio mediante la cesión global o parcial de activos y pasivos (por ejemplo, mediante el sistema de subasta). Siguiendo la primera vía ya se han producido las fusiones entre varias cajas catalanas que han dado lugar a la nueva Caixa Catalunya y a Unim, mientras que en Galicia se ha consumado la fusión entre las dos cajas gallegas, entre otras 7. El Decreto-Ley prevee también que el FROB apoye procesos de integración dirigidos a mejorar la eficiencia de las entidades. Nos referimos a las denominadas fusiones ‘frías’ (Sistemas Institucionales de Protección, SIP), que permiten mantener los actuales consejos de administración y las redes de oficinas con las marcas, mientras se crea un holding que consolida las cuentas de las entidades afectadas. El ejemplo más avanzado en esta línea de acción es el que están desarrollando Caja Navarra, Caja Canarias y Caja Burgos, mediante la entidad denominada Banca Cívica. El proceso continúa abierto con la perspectiva de incorporar más cajas y no tiene prevista la solicitud de fondos públicos de ayuda. Sin embargo, en otros casos parece evidente la necesaria intervención del FROB. La búsqueda de integración mediante el SIP sigue ganando adeptos y numerosas cajas están en ese proceso, entre ellas la Balear ‘Sa Nostra’. La recientísima intervención del FROB en Caja Sur ha constituido un serio aviso cuando faltaban cuarenta días para que finalizase el plazo concedido por Bruselas para acudir a las ayudas de éste. Curiosamente algunas entidades, pese a la premura de las fechas, aún no habían aclarado como afrontar un futuro incierto 8. A la recerca dels recursos propis El art. 33 del Estatuto de 1933 establecía que las cajas deberían destinar como mínimo un 25 por ciento de sus ganancias líquidas a la formación de unas reservas estatutarias y voluntarias, hasta lograr que dichas reservas alcanzasen, como mínimo, el 10 por ciento de los saldos acreedores. En la práctica las cajas antes de las reformas de finales de los setenta estuvieron siempre muy por debajo de dicho porcentaje (Cuadrado Roura et al., 1978: 94). El nivel de capitalización de las cajas en ese periodo fue realmente insuficiente, incluso teniendo en cuenta la fuerte aversión al riesgo que imperaba en sus operaciones. Como señaló Ros Hombravella (1967: 65) desde 1940 la CECA había insistido en que se diese prioridad a la consolidación de los recursos propios antes que a la financiación de la Obra Social. Durante muchos años el fondo de la Obra Social constituyó una parte sustancial de los recursos propios (aunque se consideraban entonces reservas especiales), con un impacto semejante al capital y reservas (véase tabla 1). 9 Una vez iniciado el proceso desregularizador los fondos de la Obra Social pasaron a ocupar un lugar muy secundario (tabla 1). De hecho es significativa la política del Banco de España a mediados de los años ochenta. Los recursos ajenos de las cajas habían crecido de manera importante y, en esas circunstancias, la autoridad monetaria temió por la solvencia de las cajas. Era necesario garantizar la estabilidad financiera de las entidades y, por tanto, había que regular la dotación a recursos propios. Para ello se vio la necesidad de reglamentar las transferencias a la Obra Social. Los nuevos coeficientes de garantía exigían a las cajas una mayor dotación a reservas. Durante buena parte de la década se limitó la financiación a la Obra Social de las cajas para reforzar los recursos propios (Maixé-Altés et al., 2003: 323). En definitiva, en la segunda mitad de los ochenta se estaba introduciendo el debate sobre la necesidad de efectuar cambios en la naturaleza jurídica de las cajas para poder obtener fondos adicionales de capital que garantizasen la solvencia en un marco expansivo del negocio. La Ley 13/1985 reguló la financiación subordinada para favorecer el acceso de las cajas a otros instrumentos de capital. Algo después, se autorizó la emisión de recursos propios básicos mediante las cuotas participativas (Ley 26/1988), éstas últimas con poco éxito debido a su complejidad reglamentaria 9. Las cajas eran muy cautas en todo aquello que pudiera afectar a su forma de propiedad. Aunque éste último instrumento no confería derechos políticos, se percibía como una posible vía de privatización de las entidades (Pérez Fernández et al., 2007: 137). En consecuencia, las cajas a partir de 1998 recurrieron a las participaciones preferentes. Esta emisiones constituían también recursos propios básicos y habían sido muy usados por los bancos españoles en su expansión Latinoamérica, se emitían desde paraísos fiscales. Esta última circunstancia provocó que el Banco de España en 2002 advirtiese a 15 cajas sobre los riesgos en los que incurrían. De nuevo se abrió el debate sobre las cuotas participativas, que a juicio de algunos autores además de solucionar el problema de los recursos propios, constituirían un modo de presión adicional sobre los gestores de las cajas que mejoraría la eficiencia (véase Cals, 2005: 202; Valero, coord., 2003: 266, 274). En los años previos a la crisis se redobló la presión sobre los recursos propios, consecuencia de las dificultades para obtenerlos en los mercados mayoristas, lo que obligó al legislador a iniciar algunas reformas. Se estableció un nuevo régimen para las cuotas participativas a través del Real Decreto 302/2004, de 20 de febrero y la reglamentación de las participaciones preferentes a través de la disposición adicional segunda (Ley 13/1985), introducida por la Ley 19/2003 de 4 de julio. 10 La tabla 1 presenta una visión de largo plazo de la evolución y estructura de los recursos propios de las cajas. Los fondos propios entre 1962 y 1980 crecieron a precios constantes a una tasa anual acumulativa del 42.6 por ciento, aunque el efecto fue reducido, dados los bajísimos niveles del punto de partida. A partir de ahí y hasta hoy, la tasa se ha reducido aproximadamente a la mitad, pero los fondos propios han crecido sustancialmente. Junto al crecimiento del capital y reservas, el instrumento híbrido de capital que más ha contribuido a la formación de recursos propios ha sido la financiación subordinada, que a buen ritmo se ha ido aproximando al nivel de éstos. Sin embargo, las participaciones preferentes no han acabado de introducirse con decisión y todavía distan de proporcionar recursos propios con la misma intensidad que la financiación subordinada. Estos datos reflejan la incertidumbre que rodea al tema de la capitalización de las cajas, sin ningún género de dudas la asignatura pendiente de la reforma. Estos argumentos parece que abogan a favor del desarrollo de la emisión de cuotas participativas por las cajas de ahorros. Se habla de ellas con un carácter semejante a los primary capital certificates (PCC) emitidos por las cajas de ahorro noruegas, pero sin derechos políticos. De este modo se favorecería la posición competitiva de las cajas de ahorro y se proporcionaría un criterio de eficiencia económica para su gestión, además de incorporar una mayor simetría respecto a los bancos 10. Por otro lado, la posible incompatibilidad entre los objetivos de retribución de los tenedores de cuotas y el carácter de fundaciones sin ánimo de lucro de las cajas, debería quedar superado por el criterio de eficiencia económica que dichas emisiones aportan. El Decreto-Ley 9/2009 sobre reestructuración bancaria ha introducido novedades que afectan a los derechos de representación en las Asambleas de las cajas. Las cuotas participativas adquiridas por el FROB en procesos de reestructuración le confieren derechos de representación en la Asamblea General equivalentes al porcentaje que las cuotas representen sobre el patrimonio neto de la caja. Este derecho es excepcional, solo atañe a la titularidad del FROB y no es transmisible a posteriores adquirentes de las cuotas. Pese a la excepcionalidad de la medida, conceptualmente se ha introducido por primera vez la atribución de derechos políticos a estos títulos. Como señala Cuervo (2003), la introducción de nuevos instrumentos de capital en el ámbito de las cajas supondría junto a factores de capitalización, la implementación de algún tipo de valoración de mercado que moderaría su gestión. Sería conveniente que todos los instrumentos señalados, incluida la deuda subordinada, cotizaran en mercados 11 profundos y con elevada liquidez, para que pudieran ser indicadores de la disciplina de mercado y sirvieran como evaluación de la gestión de sus directivos. Además, su negociación en mercados transparentes incentivaría el interés de los inversores. Sin embargo, somos de la opinión que es necesario mantener la perspectiva histórica para comprender la complejidad del proceso en el caso español, como consecuencia de la innovación financiera y de la tradición anglosajona de los nuevos instrumentos que afecta a unas instituciones con una estructura de propiedad muy idiosincrásica. ¿Quien gobierna las cajas? El gobierno de las cajas históricamente nunca estuvo regulado por la legislación general. Hasta la LORCA los órganos de gobierno estuvieron definidos estatutariamente por cada caja. El intervencionismo franquista mermó la capacidad de acción de sus órganos de gobierno, reforzando en la práctica la figura del Director General. La LORCA, como hemos señalado, acabó con el autogobierno estatutario de estas entidades y estableció un sistema de representación basado en la pluralidad de partes interesadas. La representación afectaba a tres órganos: la Asamblea General, el Consejo de Administración y la Comisión de Control. Este diseño se ha visto alterado por las legislaciones autonómicas, que incrementaron sustancialmente la participación pública, y por la Ley 44/2002, que redujo dicha participación hasta un máximo del 50 por ciento. Dicha reducción fue inducida por la regulación europea, que califica como empresas públicas a aquellas cajas con porcentajes superiores al 50 por ciento de participación de las administraciones. Finalmente el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea lleva más de una década emitiendo directrices que atañen al gobierno corporativo de los bancos y a la forma de llevar a cabo su negocio (véase BCBS, 2010) Los grandes colectivos representados en los órganos de gobierno son: los fundadores, un grupo muy heterogéneo y con porcentajes de representación muy reducidos; los depositantes, generalmente desinformados y con intereses divergentes (participación entre el 25 y el 50 por ciento); los empleados con una participación entre el 5 y el 15 por ciento, con capacidad de influencia y sujetos a coaliciones interesadas; y, finalmente, las administraciones públicas que son cruciales debido a que disponen en muchos casos de representación mayoritaria. Las bases teóricas para aproximarse al problema del gobierno de las cajas encierran enorme dificultad. Los problemas de agencia y el enfoque del ‘valor para el accionista’ tienen difícil encaje en unas empresas que carecen de ellos. Por el contrario, el enfoque de los stakeholders o de las partes interesadas resulta muy sugerente, pero adolece de 12 desarrollo teórico suficiente (véase Grandori, 2004 y Rajan y Zingales, 1988 y 2000). Sin embargo, hemos de admitir que la abundante literatura sobre gobierno corporativo pondera cada vez más la participación de trabajadores, clientes y proveedores en el gobierno de las organizaciones, junto al tradicional gobierno de propietarios y gestores. Ésta es la definición de Rajan y Zingales (2000), que entiende la empresa como una red compleja de activos y personas mutuamente especializados. Como señala Vives (2000), probablemente en términos de gobierno corporativo se está derivando conceptualmente del ‘valor para el accionista’ a la ‘sociedad de partes interesadas’ (stakeholders). En definitiva, las diferentes formas de gobierno sólo suponen una forma de adaptación a los diferentes entornos. Vamos a centrarnos singularmente en los estudios empíricos que enfatizan los riesgos de la politización de las cajas. Algunos trabajos ponen de relieve la existencia de una relación positiva entre el peso de los representantes políticos en las Asambleas de las cajas y el crédito concedido a las administraciones públicas (Melle y Maroto, 1999). También hay evidencia respecto a la influencia política y las asignación del crédito y del riesgo y, por tanto, entre la composición del consejo de administración y las decisiones hacia donde expandirse (Illueca et al., 2009b). Sin embargo, el gráfico 5 modera el argumento sobre el peso que el crédito a las administraciones públicas ha tenido y tiene en las inversiones de las cajas. Sin negar su importancia, se evidencia una mejora relativa de la posición de los bancos en dicho mercado. Respecto a las participaciones empresariales, se apunta en ocasiones el impulso de los gobiernos autónomos. Unas veces para asegurar la presencia en sus territorios de determinados proyectos y, en otras, apoyando operaciones de salvamento. Como señalan Valero, coord. (2003: 166), la gestión del riesgo derivado de estas decisiones afecta al sistema de stakeholders, por consiguiente, deberían ser las partes interesadas las que planteen el debate de fondo. La actual estructura de los órganos de gobierno mantiene el riesgo de politización. Por un lado, las comunidades autónomas, que tienen competencias de supervisión, parece que en buena lógica económica no deberían tener competencias de administración. Azofra y Santamaría (2004) subrayan que hay un proceso de apropiación de los derechos residuales de decisión y control por parte de la clase política, en aras de una supuesta democratización de su gobierno. Sin entrar a discutir el fondo del argumento, prudencialmente cabe pensar en favorecer la entrada de elementos que desconcentren la actual estructura de partes interesadas. Probablemente sería conveniente introducir algún criterio de mercado en el gobierno de las cajas y aumentar el número de partes 13 interesadas. Respecto al primer aspecto, ya hemos hecho alguna consideración al hablar de los recursos propios. Respecto al aumento de las partes interesadas, en realidad de lo que se trata es de alterar la estructura representativa. Una vía posible sería asimilar al bloque de los fundadores una cuota mayor, que permitiese dar entrada a instituciones de interés social. Algo parecido a este criterio es lo que se apunta en el caso de La Caixa, la primera entidad de ahorro del país, y en algunas otras entidades que reducen la participación pública (21 por ciento en el caso de La Caixa) y ponderan favorablemente la presencia de instituciones culturales y de interés social. Sa Nostra en este punto favorece la representación de la Junta de Patronos, el 16 por ciento, sin embargo las administraciones públicas detentan el 40 por ciento, no obstante, la representación mayoritaria de ese porcentaje es municipal (Memorias de las entidades). Concluyendo, el buen gobierno de las cajas exige, más allá de la representación en los órganos de gobierno, una política de información y transparencia convincente. Este tema es sustancial, porque el Consejo de Administración y la Asamblea ejercen un control débil sobre los directivos y, por ahora, no existe separación entre la presidencia del Consejo y el máximo ejecutivo, el Director General (Cuervo, 2003). El problema de la reforma es que los cambios se debían haber hecho cuando no había trabas de eficiencia y solvencia, desgraciadamente la reforma parece que va a ser emprendida en una coyuntura poco favorable. En definitiva, en los últimos quince años el debate en torno al gobierno de las cajas está inmerso en la vigente discusión sobre el gobierno de las empresas en general. La publicación en 1992 del Informe Cadbury sobre gobierno corporativo y algo después en España el Código Olivencia de 1998, abrieron el debate sobre los órganos de gobierno de las empresas. Este debate se vio estimulado por los sucesivos escándalos que afectaron a compañías como Enron, WorldCom y Artur Andersen entre otras (en España la quiebra de la financiera Gescartera). En consecuencia, reguladores, supervisores y gobiernos están tratando con sumo cuidado estas problemáticas por sus fuertes implicaciones políticas, económicas y sociales. La experiencia española demuestra que la brecha entre los resultados económicos y la eficacia del gobierno corporativo de las cajas exigen una reforma sustancial de éste último. Sin embargo, el sistema ofrece perspectivas de futuro. Los reguladores y las entidades en su conjunto deben profundizar en el desarrollo de la transparencia y en la implementación de unos órganos independientes, activos y competentes. Una problemática que no sólo afecta a las cajas, sino que es común a todas las empresas y se encuentra en el corazón del debate sobre el gobierno corporativo actual. 11 14 Reflexions finals Las cajas tempranamente y con mayor ímpetu que sus homologas europeas iniciaron un proceso de diversificación que, sin perder su perfil social, acentuó su actividad financiera. No fue sorprendente, por tanto, la decisión del legislador cuando las homologó a los bancos comerciales en los años ochenta. Sin embargo, el fuerte proceso de desintermediación que se produjo en el conjunto de los sistemas bancarios occidentales y la globalización han colocado a las cajas en una tesitura muy especial. Han ganado cuota de mercado bajo todos los puntos de vista, cuentan con unos equipos de gestores líderes en muchos casos y han desarrollado con indudable acierto estrategias colaborativas muy competitivas a través de la CECA (Comín, 2007 y Bátiz-Lazo y Maixé-Altés, 2010). Sin embargo, esta fuerte expansión ha dejado al descubierto sonoras carencias que las afectan como instituciones que deben competir en el mercado y que deben ser tan eficientes como cualquier otra. Los problemas desde nuestro punto de vista se pueden reducir a dos aspectos: recursos propios y gobierno corporativo. Ambos están íntimamente ligados, habría que dotar de nuevas vías de financiación permanente a las cajas y habría que introducir factores de discriminación de mercado que disciplinaran a sus ejecutivos. Si parte de la capitalización procede del mercado y, simultáneamente, se arbitrase la concesión de derechos ‘parciales’ de gobierno a sus tenedores, posiblemente se introduciría un nuevo sector en el régimen de partes interesadas (stakeholders). La desconcentración de la estructura de partes interesadas podría completarse dando entrada a nuevas instituciones de interés social. De este modo se moderaría el excesivo control por parte de las administraciones públicas y determinadas coaliciones que vician la actuación de las cajas. Sin embargo, la desconcentración no es suficiente. Sería necesario multiplicar la transparencia para evitar asimetrías de información entre stakeholders. De este modo se reforzarían los mecanismos de control sobre la gestión. La presencia de las administraciones públicas en puridad es totalmente legítima. Sin embargo, el sistema actual no discrimina suficientemente entre las directrices políticas de los partidos que gobiernan en las administraciones y las decisiones de sus nominados en los órganos de gobierno. Ésto es debido a que, aunque formalmente los miembros de los órganos deben actuar en beneficio de las metas y objetivos de las cajas, en la práctica son correa de transmisión de las administraciones y de los partidos que los han nominado para el puesto. Otra posible vía de reforma sería reforzar el carácter mutualista de las cajas, en este sentido existe el ejemplo de la reforma francesa que las 15 convirtió en un grupo cooperativo único. Hay algún ensayo en esta línea, aunque referido a la participación en la Obra Social. En este terreno, la política desarrollada por Caja Navarra (CAN) con su eslogan ‘tu elijes, tu decides’ llevaba implícito el dar un mayor papel al cliente. La reforma es un tema complejo que desgraciadamente se va a diseñar en un contexto de crisis. Las metas de la misma sólo pueden ser mejorar la eficiencia de las entidades y asegurar las prestaciones de unos servicios. Estas entidades presentan unos elementos idiosincrásicos que conviene conservar en aras de la diversidad y competitividad del propio sistema bancario español. Referències bibliogràfiques Ayadi, R., R.H. Schmidt i S. Carbó (2009). Investigating Diversity in the Banking Sector in Europe. The Performance and Role of Savings Banks. Brussel·les: Centre for European Policy Research. Azofra, V. i M. Santamaría (2004). “El gobierno de las cajas de ahorro españolas”, Universia Review, segon trimestre, 48-59. Basel Committee on Banking Supervision (2006). Internacional convergente of Capital Measurement and Capital Standard. A revised Framework, Basilea: BIS. Basel Committee on Banking Supervision (2010). Principles for enhacing corporate governance. Consultative Document, Basilea: BIS. Bátiz-Lazo, B. i Maixé-Altés, J.C. 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Coeficients d’inversió i de caixa abans de la desregularització de 1977 27.00% 56.19% 4.00% 5.50% 25.00% 43.00% 4.99% --- obligatori --- ------------------ obligatori ------------------ obligatori 69.50% 24.00% 30.70% 8.12% Bancs Caixes d'estalvi Crèdits Cartera de valors Caixa Sistema bancari Inversions lliures Nota: el sistema bancari inclou cooperatives de crédit i banca industrial 17 Fonts: elaboració pròpia (Ordres Ministerials 31-3-1973, 9-8-1974 i 10-3-1976). Gràfic 2. Crèdits a l’habitatge sobre el total de crèdits a d’ASR a les caixes i bancs, 1982-2009 (percentatge) 45 Caixes d'estalvi Percentatge 30 Bancs 15 0 1982 1985 1988 1991 1994 1997 2000 2003 2006 2009 Font: BEBE Gràfic 3. Diferencia porcentual entre la morositat de bancs i caixes, 1969-2009 (percentatge dels crèdits morosos respecte als credits a d’ASR) 2.5 major morositat als bancs 0.0 major morositat a les caixes -2.5 1969 1973 1977 1981 1985 1989 1993 1997 2001 2005 2009 Font: BEBE. Gràfic 4. Evolució de les oficines de caixes i bancs, 1986-2005 (index: 1992 = 100) 18 400 300 Caixes: mercats nous 200 Caixes: mercats originals 100 Bancs 0 1985 1990 1995 2000 2005 Fonts: elaboració propia a partir de CECA i BEBE Taula 1.Evolució dels recursos propis de les caixes, 1962-2009 (en percentatge del fons propis) Fons propis (milers de €) 1962 11 323 1975 404 794 1980 1 739 371 1985 3 916 844 1990 8 465 869 1993 11 454 437 1994 12 599 654 1995 13 875 368 1996 15 853 179 1997 18 203 526 1998 20 255 548 1999 22 511 254 2000 25 103 838 2001 27 664 240 2002 30 340 200 2003 32 955 892 2004 36 041 092 2005 43 688 352 2006 49 444 416 2007 59 207 096 2008 63 855 968 2009 64 697 996 Fonts: BEBE i CECA. Fons de l’Obra Social 97.0 32.9 8.7 8.7 9.8 8.4 7.9 7.5 7.1 6.6 6.4 6.2 6.0 5.9 5.6 5.5 5.3 4.9 4.9 4.8 4.7 5.0 Finançament Participacions subordinat preferents 12.3 11.3 10.6 10.3 9.3 12.9 17.8 21.1 27.8 32.6 36.3 39.2 41.0 45.2 41.1 50.3 64.8 22.2 21.3 21.0 20.7 19.3 18.6 16.3 15.3 26.5 Gràfic 5. Crèdits a les administracions públiques de bancs i caixes, 1962-2009 (percentatge dels crèdits totals concedits per cada tipus d’entitat) 19 12 8 Percentatge Caixes d'estalvi 4 Bancs 0 1962 1967 1972 1977 1982 1987 1992 1997 2002 2007 Font: BEBE 1 Confederación Española de Cajas de Ahorro, Instituto Nacional de Estadística. Segun sentencia del Tribunal Constitucional, las cajas de ahorros carecen de propietarios (STC 49/1988, 22 Mayo, fundamento jurídico 12). V’ease también Comín (2007) y Castilla Cubillas (2006), pp. 27-28. 3 Los primeros gobiernos de Franco legislaron para apropiarse de una parte de la Obra Social, la denominada Obra Social Nacional (véase Comín 2008, p. 194). 4 Se aplicaban sobre los recursos ajenos totales y sus incrementos anuales. 5 El Decreto de 26 de marzo de 1964 canalizaba recursos hacia la compra de títulos de empresas privadas privilegiadas por el gobierno. 6 Segun las estimaciones del gobernador del Banco de España, la presente crisis financiera provocará nuevas fusiones que harán desaparecer unas 15 entidades (entrevista a M. A. Fernández Ordoñez, Financial Times, 16 noviembre, 2009). No obstante, con posterioridad a estas declaraciones se ha especulado con una reducción de entidades superior. 7 Como son procesos en marcha, no somos exhaustivos. 8 Al cierre de este artículo se acababa de crear una nueva SIP integrada por Cajastur, Caja Mediterránea, Caja Extremadura y Caja Cantabria. 9 Las cuotas participativas son títulos negociables, nominativos, de duración indefinida, emitidos por una caja y que no otorgan derechos políticos, pero confieren al titular derecho a participar en el reparto de beneficios. 10 Basilea también esta marcando pautas respecto a los diferentes instrumentos de capital y su ponderación (BCBS, 2006). 11 Stoney & Winstaley (2001) presentan un estudio histórico de la definición de stakeholders y las discusiones que han generado. 2 20