JP responded in heroic fashion to society`s chronic confusion about

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PRESIDENCIA DEL CONSEJO INTERNACIONAL DE LA OFS
PROYECTO DE FORMACIÓN PERMANENTE
DOSSIER MENSUAL No 44
TEOLOGIA DEL CUERPO Por Beato Papa Juan Pablo II
Mike y Jenny Harrington OFS
Sesión 8 LA DIMENSION DEL SIGNO (TDC 103 - 107)
En nuestra última sesión vimos la dimensión del Mandamiento de la Gracia y la interpretación de
Efesios 5 sobre el matrimonio como “el gran misterio” de la unión esponsal de Cristo con su Iglesia.
La sacramentalidad del matrimonio cristiano como un verdadero sacramento de la nueva alianza.
Este sacramento no solamente nos señala sino que comparte el amor que se da, la vida que se da y
la realidad de la gracia que se da. Habiendo visto esta dimensión divina, miremos ahora la
dimensión humana
1. LENGUAJE DEL CUERPO Y LA REALIDAD DEL SIGNO
Promesa matrimonial
TDC 103 - El Beato Juan Pablo comenzó afirmando que el matrimonio se da a
través de las palabras, “Yo... te tomo... como esposa”; “Yo... te tomo... como esposo”. Estas
palabras se colocan en el centro de la liturgia del matrimonio como un sacramente de la Iglesia. La
pareja comprometida dice estas palabras, insertándolas en la siguiente formula de consentimiento:
"Yo prometo serte fiel siempre, en la alegría, y en la tristeza, en la enfermedad y en la salud, y
amarte y respetarte todos los días de mi vida.” Con estas palabras la pareja comprometida contrae
matrimonio, y al mismo tiempo, ellos lo reciben como un sacramento del cual ambos son los
ministros. Ellos lo hacen ante testigos quienes deben ser testigos que el matrimonio se contrae ante
Dios y confirmado por la Iglesia.
Sin embargo, estas palabras sacramentales, por si solas, son solo el signo del matrimonio que será.
Y el matrimonio que será es distinto del consumado, tanto que sin esta consumación, el matrimonio
no está constituido en su plenitud. Pero estas palabras “pueden ser cumplidas por la copula
conjugale” (la cópola conyugal). Esta realidad ha sido definida desde el comienzo por institución
del Creador. “El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa, y los dos serán
una sola carne” (Gen 2:24)
Como un sacramento de la Iglesia, el matrimonio se contrae por las palabras de los ministros, que
es, de los nuevos esposos, palabras que significan e indican la intención del orden que ambos han
decidido ser desde ese momento, por y para el uno al otro.
Las palabras, “Yo te tomo como mi esposa/a” llevan en sí mismas ese perenne,
único e irrepetible “lenguaje del cuerpo” y se colocan al mismo tiempo en el
contexto de la comunión de las personas. Las personas –el hombre y la mujer- se
transforman en un regalo recíproco para cada uno. Ellos se transforman en el regalo
de su masculinidad y feminidad mientras que descubren el significado esponsal del
cuerpo y lo refieren recíprocamente a ellos mismos de una manera irreversible: en la dimensión de
la vida como un todo.
1
Profetismo del cuerpo
TDB 104 – Cuando afirmamos que el “lenguaje del cuerpo” también entra esencialmente en la
estructura del matrimonio como un signo sacramental, nos referimos a la antigua tradición bíblica.
A la luz de la tradición profética comenzada por Oseas y continuada por Ezequiel, Isaías y otros,
descubrimos que el cuerpo humano habla un “lenguaje” cuyo “autor es el hombre, como hombre y
como mujer, como novio o novia: el hombre con su vocación permanente a la comunión de
personas... el hombre que de alguna manera no es capaz de expresar este singular lenguaje de su
existencia personal y vocación, sin el cuerpo. El está constituido de tal forma desde “el comienzo”
que las palabras más profundas del espíritu –palabras como amor, regalo y fidelidad- refieren a un
apropiado “lenguaje del cuerpo”. Y sin este lenguaje, ellas no pueden ser expresadas en su
plenitud.
TDC 105. Las mentiras del lenguaje del cuerpo son “a través de todo lo que niega el amor
conyugal, la fidelidad y la integridad”. Todos hablamos el “lenguaje del cuerpo” y el cuerpo
humano miente cuando toma en lugar de dar, por ejemplo, los fornicadores y amantes dicen que
ellos “se aman uno al otro” pero sus cuerpos no hablan el lenguaje de la donación personal sino de
la posesión egoísta; ellos no “se dan a sí mismos” a través de sus cuerpos sino mas bien “se prestan
a sí mismos” mientras que encuentren satisfacción en la relación de sus cuerpos. El Beato Juan
Pablo II dice que de esta forma la verdad esencial del signo permanece orgánicamente enlazada a la
moralidad de la conducta marital de los esposos. Ellos no solamente proclaman la verdad que viene
de Dios, pero ellos proclaman esta verdad en nombre de Dios. Al constituir el signo matrimonial en
el momento del consentimiento y llevándolo a cabo en el momento de la consumación, los esposos
“realizan un acto de carácter profético”. Ellos confirman de esta forma su parte en la misión
profética de la Iglesia: recibida de Cristo. El consentimiento conyugal tiene un carácter profético si
es verdaderamente la proclamación de la verdad que viene de Dios. Los esposos alcanzan de
alguna manera el mismo origen del cual este signo emana su fuerza sacramental y la elocuencia
profética. Uno no debe permitirse a si mismo, olvidar que antes de hablar con los labios de los
esposos, quienes son los ministros del sacramento, el “lenguaje del cuerpo” fue hablado por el Dios
vivo desde el comienzo en Génesis y a través de los profetas, hasta Efesios.
Los esposos “son explícitamente llamados a dar testimonio – usando
correctamente el lenguaje del cuerpo” – del amor pro creativo y esponsal, un
testimonio digno de “verdaderos profetas”. En esto consiste el significado
verdadero y la grandeza del consentimiento conyugal del sacramento de la
Iglesia”.
Siendo que la complejidad de significados corresponde al mismo lenguaje, la pareja a través de su
conducta, de sus acciones y gestos, son llamados a transformarse en autores de este
lenguaje del cuerpo a partir del cual ellos construyen y continuamente profundizan
el amor, la fidelidad, la integridad conyugal y la unión que permanece indisoluble
hasta la muerte. La “grandeza” del consentimiento conyugal es precisamente su
testimonio profético con el “misterio escondido desde la eternidad en Dios” –el
misterio de la vida trinitaria y el amor que fluye a través de la unión esponsal de
Cristo con la Iglesia, alcanzando la vida concreta del hombre y la mujer dentro de
la historia. Ellos son llamados a vivir su vida juntos como comunión de personas.
TDC 107. El análisis de las palabras de Cristo en el sermón de la montaña, nos lleva a comprender
el mismo “adulterio” más profundamente. Al mismo tiempo, nos lleva a la convicción que el
“corazón” humano no es tanto “acusado y condenado” por Cristo por razones de la concupiscencia,
sino puesto en alerta. A la luz de las palabras de Cristo en el Sermón de la Montaña, sabemos que
la triple concupiscencia –de los ojos, del orgullo de la vida y en particular la concupiscencia del
cuerpo” no destruye la capacidad de releer el “lenguaje del cuerpo” en la verdad. Precisamente
porque el cuerpo ha sido redimido por Cristo, “el hombre histórico” sobre la base del “lenguaje del
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cuerpo” relee en la verdad, para constituir el signo sacramental del amor conyugal, de la fidelidad, y
de la integridad, y esto es un signo duradero. El es capaz incluso aun como “hombre de
concupiscencia”, ya que él es al mismo tiempo “llamado” por la realidad de la redención de Cristo.
Sabemos que a través de la redención por la muerte de Cristo y su resurrección, podemos recuperar
el significado esponsal del cuerpo. Gal 5:16 – Os digo esto: proceded según el Espíritu, y no deis
satisfacción a las apetencias de la carne.
Cantar de los Cantares – TDC 108-113
El tema del amor esponsal conecta el Cantar de los Cantares a la “gran analogía” a
través de los profetas del Antiguo Testamento y al Nuevo Testamento y Efesios. Se
encuentra allí la “riqueza” del lenguaje del cuerpo, el signo visible de la participación
del hombre y de la mujer en la alianza de la gracia del amor de Dios ofrecida al
hombre.
El Cantar de los Cantares, un “poema” en el cual el novio y la novia se mueven en un círculo de
amor. Las palabras, los movimientos los gestos de los esposos, corresponden al movimiento interno
de sus corazones. El lenguaje del cuerpo se expresa a sí mismo en una fascinación mutua con la
fascinación de la feminidad de la novia y la masculinidad del novio. El novio, expresando una
particular expresión de valores que irradian sobre todo lo que sobresale en la relación con la persona
amada, dice:
Me has robado el corazón, hermana y novia mía,
me has robado el corazón con una sola mirada,
con una vuelta de tu collar.
You have ravished my heart, my sister, my bride;
¡Qué hermosos son tus amores,
Hermana y novia mía! Poema 4:9-10
El término “amigo” indica que es esencial para amar, que pone el “yo” al lado de sí mismo en la
amistad. “Hermana” es aun más elocuente, hablando no solo de una unión con el hombre pero
también una diferencia en el sexo y la propia manera de ser persona y de ser en una relación.
El Segundo “tema” del poema refiere al ser de la “hermana” o de la “novia” como un “huerto
cerrado, una fuente sellada” (4:12) Esto revela el femenino “yo” como maestro de su propio
misterio. Su dignidad personal y su propia posesión, es capaz de dares a sí mismo en unión con el
otro.
En cuanto que los esposos crecen cerca el uno al otro en amor, ellos comparten sin violación, sus
misterios internos a través del afecto y el sentimiento, que permite al uno descubrir al otro como
regalo. Vemos el eros como la forma de amor en acción en las energías de deseo y en la subjetiva
certeza de pertenencia mutua, fiel y exclusiva pertenencia. Pero también vemos el incansable
“eros” que necesita auto control. 1 Cor 13: "El amor nunca falla." Este ágape trae “eros”,
completándolo y purificándolo.
Reflexión sobre Tobias. TDC 114-116.
En Tobías, Tobías llama a Sara, “hermana” y dice que “se le apegó el corazón
a ella” (Tb 6:19) lo que confirma la verdad de las palabras del Cantar de los
Cantares acerca de amor que es “fuerte como la muerte”. Tobías tenía
razones para tener miedo de la misma muerte como los primeros siete maridos
de Sara que murieron sin consumar el matrimonio (por la acción del demonio). El amor de Tobías
desde el comienzo tenía que enfrentar la prueba real de la vida y de la muerte. Ellos lo enfrentaron
juntos, “la vida” gana, por causa del amor, apoyada por la oración, y se revela más fuerte que la
muerte. El amor de Tobías y de Sara no se expresa en palabras poéticas, sino en sus decisiones y
acciones en el lenguaje del cuerpo, especialmente en la oración. La oración de Tobías –primero de
alabanza y gratitud, luego de súplica. El pacto conyugal expresa y realiza el misterio originado en
Dios, en la alianza original de Dios con la raza humana en amor eterno. Ellos responden a Dios,
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pidiendo su misericordia y la gracia de vivir fielmente en felicidad hasta su vejez. Ellos piden poder
responder al amor. Ambos forman este signo del matrimonio – el lenguaje de la liturgia.
Cuando el lenguaje de la Liturgia se transforma en el “Lenguaje del Cuerpo”
TDC 117
A través de la expresión continua del signo sacramental del matrimonio en el
lenguaje del cuerpo, el hombre y la mujer encuentran el gran “misterio” y transfieren
la luz de aquel misterio al lenguaje de la práctica del amor, la fidelidad y la
honestidad conyugal. De esta forma, la vida conyugal se transforma en liturgia. (Un acto de
adoración).
Questions for reflection:
1.
2.
3.
4.
5.
6.
¿Que hace un matrimonio válido?
¿Que entendemos cuando prometemos en nuestra promesa matrimonial, ser libres, fieles y
fecundos?
¿Como es el cuerpo profético y cómo es el cuerpo capaz de hablar una mentira?
Si la pareja es activa sexualmente antes del matrimonio y no ve nada malo en ello, ¿qué
problemas pudiera esto traer cuando se casen?
¿Que significa para una mujer ser “la maestra de su propio misterio”, que sucede con si
misma cuando no es tratada de la manera como ella quiere?
¿Que parte de mi corazón necesita sanarse para comprender y vivir el amor conyugal como
oración profunda?
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