R22 b PAIS LATERCERA Sábado 18 de enero de 2014 El todo o nada de los portuarios Están dispuestos a asumir los costos que sean necesarios para subir la presión, incluso a no recibir sueldo mientras dure el paro. Con un estilo que, según algunos, busca asimilarse al de los poderosos sindicatos norteamericanos, la Unión Portuaria mide sus fuerzas con empresarios y gobierno. Todo, para conseguir el pago retroactivo al 2005 de un bono por colación que, dependiendo de los turnos acumulados, podría llegar hasta los 9 millones de pesos por trabajador. TEXTO: Hernán López e Ignacio Bazán FOTOGRAFIAS: Víctor Tabja E L ESPIGON, la puerta principal del Puerto de San Antonio, había sido desalojado por las Fuerzas Especiales de Carabineros, cuando caía la tarde del lunes 13 de enero. No hubo violencia. Los cerca de 100 trabajadores que, desde el 3 de este mes, estaban ubicados en la entrada del puerto decidieron no pelear, esta vez. Se fueron. Pero trasladaron su manifestación a las calles y las plazas de la ciudad. La mañana del miércoles 15 se ven los signos de una noche anterior agitada: restos de barricadas y alambres quemados en las esquinas de Ramón Barros Luco, la avenida principal, donde está la municipalidad y la gobernación. Carabineros no quiere detallar sus operativos en la ciudad, pero los propios dirigentes portuarios confirman que ha habido un total de 25 detenidos desde el desalojo del puerto. Hace frío en San Antonio. Varios grupos de trabajadores están repartidos por la avenida principal. Fuman, hablan, mientras son vigilados por una fuerte presencia de Fuerzas Especiales de Carabineros. En la plaza de la gobernación están los dirigentes sindicales. Esperan a los representantes de casi todos los puertos de Chile. Al lugar empiezan a llegar otros trabajadores portuarios y la plaza empieza a poblarse. Carabineros pide que no siga entrando gente. “Tenemos a la prensa”, dice Julio Castillo, uno de los líderes en San Antonio. “¿Para qué nos vamos a ir de acá”. La disputa entre los empresarios y el gobierno En bus, cerca del mediodía del miércoles, los voceros de la mayoría de los sindicatos que participan en la Unión Portuaria llegaron a San Antonio. En la plaza de la gobernación los esperaba Sergio Vargas, el líder de los trabajadores de ese puerto, el más grande del país y que hoy cumplirá 15 días de paralización, acompañado por cerca de un centenar de sus pares. Ese día, en una asamblea en la casa de la cultura de la ciudad, los diri- gentes definieron los márgenes de la negociación con el gobierno, que pretenden iniciar la próxima semana. Será uno de los últimos conflictos que tendrá que resolver la administración de Sebastián Piñera, marcada por situaciones similares con otros sectores sociales. En San Antonio, todo partió por la demanda en el pago de la media hora de colación, calculada en $ 3.600 por trabajador y que los portuarios exigen se haga retroactivo al 2005. Según los sindicalistas, en 2013 la entonces ministra del Trabajo, Evelyn Matthei, suscribió un acuerdo con empresarios y trabajadores en que esos dineros serían pagados como un derecho irrenunciable. Pero las empresas creen que no hay negociación posible, que la solución está en tribunales. “Es un conflicto extraño”, explica Rodolfo García, vicepresidente ejecutivo de la Cámara portuaria y marítima de Chile. “Los trabajadores nunca pasaron sus peticiones por las empresas. Eso lo hacen porque desde el punto de vista legal sus peticiones no tienen ningún asidero, la retroactividad no existe en la legislación chilena. Por eso van con el gobierno, el gobierno acoge la demanda, crea una mesa de trabajo y luego dice que el conflicto es entre privados. ¿Cómo va a ser entre privados si están todos los puertos tomados?”. García cree que los gobiernos han sido “dadivosos” con los portuarios. A su juicio, esa estrategia llevó a los trabajadores a transformar la paralización de actividades en una práctica habitual, sin respeto de las negociaciones colectivas. En las últimas reuniones del sector, los empresarios han cuestionado la respuesta de La Moneda frente a la movilización de los portuarios. “Ellos saben que con los paros les va a ir bien”, dice García. Para Juan Carolus Brown, vicepresidente de la Federación de Exportadores de Fruta, el panorama se ve oscuro. “Nosotros no tenemos la billetera o la manija política. El camino tendría que ir por las fuerzas policiales, porque el otro camino no ha funcionado” explica. A inicios de semana, los exportadores junto a carabineros abrieron algunos de los contenedores acumulados en San Antonio, para revisar el estado de la fruta que debió salir del país hace al menos dos semanas. Desde el jueves, algunos dueños comenzaron a enviar sus productos vía aérea, la fórmula más costosa. Otros, decidieron buscar compradores en el mercado local a menor precio. Para el fin de semana, los gremios reunidos en Fedefruta han anunciado su propia protesta en contra del paro portuario. El ministro de Transportes, Pedro Pablo Errázuriz, se defiende diciendo que hoy hay cinco ministerios desplegados por el conflicto y desliza una crítica hacia las empresas: “Aquí hay un problema industrial que corregir que es fundamental, eso está claro. A pesar de que la huelga es ilegal y no corresponde, hay un problema de relación entre las empresas y sus trabajadores que corregir”. La unión de los portuarios La Unión Portuaria no es una organización de derecho, sólo de hecho, que según sus líderes reúne al 85% de los portuarios. La distancia entre los puertos, las condiciones dispares en cada lugar e incluso, la forma de coordinación en los sindicatos han complejizado la relación al interior de la organización. Por lo general, dos voceros por puerto se reúnen una vez al mes. Para evitar infiltraciones, tratan de mantener en reserva la loca- Los sindicatos controlan el sistema que emplea a los trabajadores temporales. La fórmula ha sido cuestionada por las empresas. Los portuarios, que por el paro no perciben sueldo, esperan acordar en una negociación el pago de un turno por cada día de movilización. ción de las asambleas, que según sus participantes en ocasiones se vuelven algo tensas, estando al borde de llegar a los golpes. La composición de los sindicatos fluctúa entre contratados y los llamados trabajadores eventuales, con sueldos que varían de acuerdo al tamaño del puerto. En aquellos de mayor actividad, el pago puede llegar hasta cerca del millón de pesos. Los eventuales, según estimaciones en el sector, alcanzan cerca del 80% de los portuarios del país. A los eventuales, la empresa los emplea al inicio de la jornada y los despide al final del día. Desde hace un tiempo, algunos sindicatos tomaron el control de ese sistema en sus puertos, manejando las listas de trabajadores que requiere la empresa. Quienes pretendan ser parte del proceso -conocido como la nombrada- deben cumplir con sus funciones en el sindicato: asistencia a las asambleas, pago de cuotas, etc. En algunos casos, si el trabajador se sobrepasó con el alcohol previo a una reunión del sindicato o acumula denuncias por violencia intrafamiliar, es sacado de los primeros lugares de la lista. El sistema ha sido cuestionado por algunas empresas y es vigilado de cerca desde el gobierno. En el Ministerio del Interior algunos creen que ese control puede terminar transformando a los portuarios en un gremio de características similares a los sindicatos estadounidenses, conocidos por sus relaciones con organizaciones ilícitas y su hegemonía casi incontrarrestable en los puertos. En Palacio concuerdan con los empresarios en que urge una legislación portuaria que “actualice” al sector. En la Unión Portuaria se defienden diciendo que la fórmula ayuda a impedir que las empresas elijan arbitrariamente a los trabajadores eventuales. De paso, según los dirigentes, ha sido este sistema el que ha fortalecido la organización de los sindicatos portuarios en Chile. Sergio Vargas, el vocero del frente de trabajadores de San Antonio, explica las motivaciones del paro. Entre las cosas que cuenta, dice que las reglas, los códi-