¿qué pasó en parmenia?1

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¿QUÉ PASÓ EN PARMENIA?1
Y
¿ quién lo sabe? Hay quien dice que el Señor de La
Salle no estuvo allí ni media hora, aunque no parece lógico
pegarse una caminata de 35 km para hacer un turismo rápido
que en aquella época no existía. Sin embargo, un comentario
como el anterior nos propone de entrada algo importante: falta
documentación. Es cierto que todos los biógrafos aluden a la presencia de la Salle en
Parmenia y a sus conversaciones con Sor Luisa, pero en general despachan el episodio
con un par de líneas. Después ha habido quien se ha extendido un poco más pero, dada
la lejanía de los hechos, sus narraciones merecen menos credibilidad 2. Pero, por otra
parte, además de las indicaciones de los biógrafos, hay un hecho incontestable: los
Hermanos del siglo XVIII conceden una importancia relevante a Parmenia. Prueba de
ello es el gran número de Hermanos que pasan por allí para hacer retiro; entre ellos, en
1.742, el Superior General, Hermano Timoteo. Este Hermano, director primero del
Noviciado de Marsella y después Visitador de las comunidades del Sur (Midi) durante la
época en que se desarrollaron los acontecimientos de Parmenia, tenía que estar en el
secreto de mucho de lo que pasó en Parmenia con el Santo Fundador. Veamos qué
podemos concluir nosotros...
La crisis total.- Es sabido que el nacimiento del Instituto de los Hermanos estuvo
permanentemente trufado de crisis, que tal vez fueran las que lo hicieron avanzar por
los caminos que hoy conocemos. La más profunda de ellas fue, sin duda, la que podemos
situar entre 1.703 y el verano de 1.714; larga crisis, por tanto, que se hace especialmente
dramática a partir de los primeros días de 1.712.
Las dificultades comenzaron, efectivamente, en 1.703 con los primeros ataques
de los calígrafos, que no cesan de intensificarse, y hacia 1.706 se hacen verdaderamente
peligrosos. Al mismo tiempo, en París, el apoyo del párroco de San Sulpicio se vuelve
frágil por momentos e inexistente no pocas veces, lo que deja a los Hermanos a la
1
Quisiera dedicar estas líneas al Hermano Saturnino Gallego. Gran parte de lo que sobre De La Salle sé me lo ha
enseñado él o lo he aprendido en sus libros, que continúan siendo para mí una fuente con agua abundante, de
agradable temperatura y exquisito sabor. Con mi admiración y agradecimiento vayan también a través de estas
líneas mi aprecio y mi abrazo de Hermano en el dolor.
2
El Cahier Lasallien número 57 – LEO BURKHARD, con la colaboración de MICHEL SAUVAGE, Parmenia.
La crisis de San Juan Bautista de La Salle y su Instituto (1.7212-1.714)- dentro de la enorme desigualdad de sus
páginas, ofrece abundante e interesante información a este respecto. En adelante, citaremos esta obra como
CL57.
2
intemperie, en un momento en que, además, se les intenta someter a la autoridad de
personas ajenas al Instituto.
La tensión se hace insoportable cuando estalla el “asunto Clement”, cuya
gestación data de 1.708. Todo consistía en aceptar una donación económica para fundar
un centro de formación para maestros rurales. Casi cuatro años después Juan Bautista va
a pagar las consecuencias de la intensa crisis económico-social del momento y de la poca
honradez de unas cuantas personas poderosas. La donación prometida se convierte en
carga y el Fundador será condenado a pagar una fuerte suma de un dinero que los
Hermanos no tenían. Además, se le tratará públicamente como poco menos que un
corruptor de menores. Era la gota que colmaba un amargo vaso ya demasiado recargado
por lo que pocos días después de conocerse la sentencia, el 18 de febrero de 1.712, La
Salle se va de París para no regresar hasta dos años y medio después. El pretexto es
visitar las comunidades del sur de Francia aunque todo parecer indicar que lo más
importante era huir, escapar, a donde fuera. No parece ser cierto, sin embargo, como
dice Blain, que los Hermanos no supieran dónde se encontraba su Fundador, por más
que la relación entre ellos y Jaun Bautista pudiera haberse relajado bastante.
Claro que lo que Juan Bautista encuentra en el sur tampoco ayuda. Porque, allí
donde las comunidades le acogen más o menos bien, los problemas escolares son
considerables, a causa de las luchas entre católicos y protestantes, obligados estos
últimos a recibir catecismo en las clases de los Hermanos, en Alès y Les Vans. Por el
contrario en Marsella, donde la escuela va bien, La Salle es visto como un intruso, venido
de fuera para imponer formas de actuar incómodas 3 y, para colmo, demasiado fiel a la
ortodoxia romana, en un momento en que los jansenistas tienen allí mucha fuerza. En
Mende, los Hermanos llegan a darle con la puerta en las narices y se quedan con un
dinero que no les correspondía; Juan Bautista tiene que alojarse en un convento de
capuchinos4.
Es así como nuestro Fundador llega a la conclusión de que sus Hermanos lo
rechazan, porque él es el culpable de todo lo que está sucediendo; de que si él se
apartase de la circulación las cosas irían mejor. Y es lo que hace, hasta el punto de que en
París se extiende el rumor de que La Salle ha abandonado a sus Hermanos. Estamos en
primavera de 1.713 y Juan Bautista, roto por dentro, madura qué rumbo dar a su vida.
Buscando en la noche.- El primer momento de decisión tiene lugar cerca de
Marsella, en las montañas de la Sainte Baume, en las que, según la tradición, María
Magdalena se habría dedicado a la penitencia después de la resurrección de Jesús. A los
pies de esas montañas los dominicos tienen un convento, san Maximino, donde en junio
de 1.713 el Fundador hace un retiro de cuarenta días. ¿Sería su camino el de los
dominicos, tan apropiado para un doctor en teología al que se le dan tan bien la
3
Es la opinión del Visitador de aquellas comunidades, Hermano Ponce, que poco después abandonaría el
Instituto.
4
El Hermano Saturnino, con otros biógrafos, pretende quitar fuego a estos detalles, atribuyéndolos a la
exageración interesada del canónigo Blain. Sin embargo los documentos son tozudos y, sin ser palabra de Dios,
tienen su peso: algo poco agradable debió de pasar en Mende. (Ver en su biografía BAC I, 491ss; 517ss)
3
dirección de almas, la redacción de libros y la predicación? Los acontecimientos van a
ayudarle en la respuesta...
El siguiente paso es Grenoble, donde los Hermanos tienen una escuelita. Después
de tantos malos tragos, La Salle se sentirá muy bien acogido por sus Hermanos. Allí
tendrá tiempo para escribir y revisar 5 alguna de sus obras, para predicar a religiosas y
damas cristianas de la ciudad6 y hasta para dar clase, sustituyendo al Hermano Director,
al que envía de viaje a hacer de su parte algunas gestiones. Tan bien se encuentra que se
quedará prácticamente un año: entre julio de 1.713 y junio de 1.714. Hará, no obstante,
algunos paréntesis muy importantes para la evolución de su crisis interior.
El primero de ellos será en la Gran Cartuja: tres días nada más, pero importantes,
porque está fuera de duda su atracción por la vida cartujana; distintos hechos de su vida
y sus comentarios en las meditaciones al menos así lo sugieren. ¿Sería su camino el de la
soledad extrema de los cartujos? Parece ser que, como sucediera dos siglos más tarde
con nuestro Hermano Adolfo en Zaragoza, el prior de la Gran Cartuja le disuadió de su
idea, orientándole más bien por las sendas del apostolado activo.
El segundo paréntesis se produce a causa de una enfermedad que ya le había
dado bastantes disgustos veinte años atrás: el reúma 7. A principios del invierno de
1.713-1.714 le ataca de tal manera que apenas puede moverse, tiene que guardar cama
varios días e incluso llega a pensar que va a quedar imposibilitado de por vida. Tiene que
acudir a un remedio que aún hoy es muy eficaz: el calor. Claro que en aquella época las
cosas se hacían sin contemplaciones y, como comenta uno de sus biógrafos, La Salle fue
sometido al “suplicio de la parrilla”, como San Lorenzo, suplicio que, no obstante, dio
buen resultado. Poco a poco el Santo se fue sintiendo mejor.
Es aquí cuando aparece su amigo Juan d’Ise de Saléon8, a la sazón canónigo de
Grenoble y encargado de la atención espiritual de los peregrinos y ejercitantes del
Santuario de Nuestra Señora de las Cruces, en la colina de Parmenia 9. Este clérigo invita
5
Contra lo que a veces se ha escrito, La Salle no publicó ningún libro ni en Grenoble, ni entre 1.713 y 1.715. Sí
que solicitó un permiso de edición, nada más llegar a Grenoble, pero no llegó a hacerlo efectivo. La publicación
de la bula « Unigenitus » puede tener en parte la culpa. (CL57,56-57)
6
Los biógrafos coinciden en afirmar que Juan Bautista de La Salle era conocido en Grenoble con el
sobrenombre de « el sacerdote santo ».
7
Quien conozca la casa donde estaba la comunidad de los Hermanos, entre el río Isère y las empinadas faldas de
las montañas de alrededor, en un patio interior al que difícilmente llega alguna vez el sol, se dará cuenta de que
la humedad allí todo lo invadía. Si añadimos a ello la crudeza del clima invernal de la región y el cansancio
acumulado por un austero anciano de 62 años que, sin estar acostumbrado, se había metido de lleno en la
escuela, con un horario tan exigente como el de los Hermanos, no se extrañará lo más mínimo de que el
reumatismo hiciera acto de aparición.
8
También escrito como d’Yse, d’Yze o d’Ize. El Señor de Saléon había conocido al Fundador en París ocho años
antes, en 1.705. Acordaron juntos las condiciones para que los Hermanos abrieran una escuela en Grenoble. Sus
conversaciones fructificaron con la inauguración, en 1.708, de la escuela de la calle Saint Laurent, que ahora
acogía al Fundador. Desde 1.709 Saléon ocupa altos cargos en la Diócesis de Grenoble. Será nombrado obispo
en 1.728, recorriendo las diócesis de Digne, Agen, Rodez y la archidiócesis de Vienne.
9
Sustituía en el cargo al Padre Roux, un sacerdote muerto en 1.712 en olor de santidad, que se había ocupado de
la capellanía de Parmenia durante ¡31 años ! y gozó en vida de tanta fama como la propia Sor Luisa.
4
a su amigo, el Señor de La Salle, a descansar unos días en su casa de Les Mallènes,
próxima al santuario10. Juan Bautista, que todavía no estaba para muchos trotes, acepta
la invitación y pasará quince días en Parmenia, donde conocerá a alguien que va a
ayudarle a resolver definitivamente su crisis: Louise Hours, conocida como Sor Luisa. Es
interesante destacar que La Salle viaja a Parmenia por casualidad, para hacer un retiro
de 15 días, según tenía por costumbre. Cuando le invitan a desplazarse a la colina no
sabe nada de Sor Luisa, aunque a veces se haya sugerido lo contrario: Dios continúa
dirigiéndole “a ciegas”; sólo mucho más tarde se dará cuenta de que quien movía los
hilos era una mano divina.
Sor Luisa de Parmenia.- Se la conoce como “Hermana” –Sor, Soeur en francésaunque se discute su pertenencia a alguna congregación religiosa organizada, incluso
fundada por ella misma. Parece que había hecho algún voto particular al Señor -entre
ellos el de castidad- y es, además, segura su pertenencia a una familia dominicana de
apostolado seglar, con la que también hizo votos. Pero, en cualquier caso, aunque en el
tema legal haya sus dudas, a la vista de todo el mundo Sor Luisa vivía como una monja, o
una religiosa11.
Louise Hours, que así se llamaba, había nacido en 1.646 no lejos de Grenoble, y
teniendo dos años vino a vivir con sus padres a Beaucroissant, término municipal al que
pertenecen los terrenos de Parmenia. Era la hija primogénita de unos humildes
agricultores que trabajaban las tierras del Conde de Ferrière. Dicen que cuando nació
era tan poquita cosa que su madre se la ofreció a la Virgen María con la sola condición de
que no muriera sin bautizar. La Virgen se portó y concedió a la pequeña una larga vida
de 81 años.
La pequeña Luisa fue educada como la mayor parte de los niños de su condición
social en la época: nunca fue a la escuela y ni siquiera una mínima instrucción cristiana
pudo recibir. Su ocupación cotidiana era acompañar los rebaños, especialmente por los
alrededores de Parmenia, a cuyos pies se había criado. Con catorce años, la joven Luisa
fue enviada como doncella al servicio de una señora de Rives, uno de los pueblos
grandes de la comarca, donde estaría dos años. Esta señora, viendo la buena voluntad de
su criada y su total ignorancia en asuntos de religión, se encargó de enseñarle las
primeras oraciones y algo de catecismo, con la ayuda de un anciano sacerdote que vivía
por allí. Concluida su estancia en Rives, Luisa pasó seis meses más al servicio de una
piadosa señora de Grenoble, que completó la formación religiosa de la joven.
10
La finca de « Les Mallènes » está en la ladera sur de la colina de Parmenia, a unos tres kilómetros de la iglesia,
por caminos de fuerte pendiente. Durante el verano de 1.999 el Hermano Leo Burkhard descubrió en ella, cerca
de un hermoso manantial, unas ruinas -una pared de unos dos metros de alto y diez o doce de largo, algún otro
murete mucho más pequeño y las explanadas de dos casas de distinto tamaño, casi juntas- que probablemente
sean los restos de la casa donde reposó el Fundador. Gracias a la generosidad de algunos amigos del Instituto, el
terreno donde se hallan las ruinas es hoy propiedad de los Hermanos.
11
Con Sor Luisa había unas cuantas compañeras que se acupaban de atender a los peregrinos de Parmenia,
aunque parece que no tenían votos. Se tiene constancia de cuatro de ellas, enterradas en Parmenia entre 1.734 y
1.755. Se las llamaba « Hermanas domésticas de la casa de retiro de Nuestra Señora de Parmenia ». Después de
la Revolución hay todavía una última compañera, en cuya tumba se puede leer : « Sor Rosalía, Sierva de Nuestra
Señora de Parmenia ».
5
Una grave enfermedad de su madre obligó a Luisa a regresar al pueblo. Muerta la
madre, la joven primogénita hubo de quedarse en Beaucroissant compaginando su
antiguo trabajo de pastora con los de la casa, en especial con la educación de su hermana
pequeña.
Se cuenta que un 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, había
traído su rebaño de cabras a las ruinas de la cima de la colina de Parmenia. Según su
costumbre, Luisa fue a rezar ante el altar abandonado de la iglesia y recibió allí una
inspiración de lo alto: “He aquí el sitio que he elegido para ser venerado. Quiero que me
construyas una casa”. Y Luisa se cortó el pelo, se vistió de negro con un velo blanco que
ya nunca abandonaría e hizo voto de dedicarse al servicio del Señor.
Su primer objetivo fue la reconstrucción de la pequeña iglesia, para lo cual se
puso en contacto con numerosas personas. Quienes más la animaron fueron una
ursulina de la región, con fama de santidad, que durante los primeros años hizo de
consejera espiritual de Sor Luisa, y más tarde un canónigo de Grenoble llamado Canel
que, además de proporcionarle ayuda material y espiritual, sirvió de intermediario en
las conversaciones con el obispo.
Éste, enterado de las dimensiones de la empresa proyectada, de la escasez de
dinero disponible y de la ínfima formación religiosa de la responsable, trató a Sor Luisa
poco menos que de visionaria y medio loca. La insistencia de la humilde religiosa hizo
que poco a poco el obispo se fuera ablandando, hasta ceder y dar el consentimiento para
la reconstrucción de la capilla de Parmenia, que pertenecía a la diócesis.
Es así como Sor Luisa comenzó una penosa labor de recogida de fondos, pidiendo
de casa en casa, recibiendo -según parece- más injurias que limosnas. Se la trató de
ladrona, vagabunda, loca, visionaria, e incluso fue a la cárcel. Como en la región recibía
muy poco dinero, amplió su radio de acción a Grenoble, Lyon, Valence... Al regresar al
pueblo con fondos más abundantes, la gente de los alrededores le echó una mano con los
trabajos materiales: se ofreció madera, venían voluntarios a trabajar, se aportaron más
fondos... En 1.674 se pudo bendecir la nueva capilla, al lado de la cual se construyó una
pequeña cabaña de madera en donde Sor Luisa y una joven campesina de la comarca que
se había unido a ella, llevaban una dura vida de austeridad y oración. Todos los días
bajaban al valle a misa y después regresaban a la montaña donde pasaban la jornada en
oración. No tenían fuego y vivían de las limosnas y los restos de comida que les dejaban
pastores y peregrinos.
La fama de santidad de Sor Luisa se fue extendiendo y pronto la capilla se quedó
pequeña. De todas partes venía gente a escuchar sus consejos y, sobre todo, a
preguntarle por el futuro. Porque Sor Luisa tenía una especial reputación como oráculo
del porvenir.
Al mismo tiempo, el obispo de Grenoble, Cardenal Le Camus, estaba estableciendo
en distintos puntos de la Diócesis lugares de retiro y oración destinados sobre todo a
6
laicos, y Parmenia le parecía un buen sitio. Por ello, ayudó a agrandar la capilla y destinó
un capellán permanente que celebrase la eucaristía y confesase a los peregrinos 12.
Pronto hubo que construir dos pabellones para proteger a los peregrinos de la
rudeza del clima de la región: uno para hombres y otro para mujeres. Y, como los fondos
no llegaban, hubo que ponerse de nuevo a pedir. Cosa curiosa, o cosa de santos: de
nuevo fue encarcelada, esta vez por orden del mismísimo arzobispo de Lyon, que la
acusó de falsaria. Reconocida su inocencia, se le concedió la libertad y, para reparar la
injusticia cometida, el propio arzobispo le dio una suma de dinero suficiente para
levantar los dos pabellones proyectados.
Cuando el Señor de La Salle llega a Parmenia lo que encuentra es, pues, un
auténtico centro de espiritualidad, dirigido por Sor Luisa, con un capellán y dos casas de
acogida para los ejercitantes.
Dos almas gemelas.- A simple vista, nuestro Fundador y Sor Luisa eran personas
de todo punto opuestas: una procedía de alta alcurnia, era sacerdote y doctor en
teología; la otra era analfabeta, de orígenes humildes y mujer. Sin embargo, todo parece
indicar que desde el primer momento ambos congeniaron.
Buscando posibles razones, a mí se me ocurre una destacada: los dos, Sor Luisa y
La Salle, habían recorrido trayectorias vitales parecidas. Ambos se habían lanzado con
generosidad por un camino, y ambos lo habían encontrado lleno de dificultades. Sor
Luisa, que era cinco años mayor que Juan Bautista y había comenzado antes su misión,
comprendió pronto lo que sucedía en el alma de aquel triste peregrino, enfermo y
fracasado, que tenía ante sí. Y le contó su propia vida, interpretada a la luz de la fe, esa fe
con la que el Fundador quería que sus hijos mirasen las cosas.
En cuanto al deseo de La Salle de abandonar a sus Hermanos y retirarse lejos del
mundo, he aquí unas palabras puestas en boca de Sor Luisa por Blain 13: “No es voluntad
de Dios que abandonéis a la familia de la que Él os ha hecho padre. Lo que os
corresponde es trabajar hasta el fin de vuestros días de la misma manera en que lo
habéis hecho desde el principio: uniendo la vida de Magdalena con la de Marta”.
Magdalena es aquí la santa eremita de los alrededores de Marsella...
Los primeros biógrafos del Fundador hablan sólo de una única estancia del Señor
de la Salle en Parmenia: su retiro de quince días. Sin embargo, Gras du Villard 14, primer
12
La casa de Parmenia, así organizada, sería el tercer lugar la retiro impulsado por el cardenal de Grenoble en
esa misma época. El sería, por tanto, más que la propia Sor Luisa, como a veces se ha pensado, quien decidió
que Parmenia se convirtiera en una casa de retiro.
13
BLAIN II,104-105. Los demás biógrafos proponen textos muy similares, inspirados en éste.
14
A veces se confunde, o se mezcla, a Gras du Villard con Ise de Saléon. Todo nace de la declaración de un tal
Hermano Patricio sobre la presencia del Fundador en Parmenia, que es seguida al pie de la letra por cuantos la
citan. Sin embargo, cuando La Salle llegó a Grenoble, Gras du Villard estaba a punto de cumplir los !doce años¡.
Difícilmente podía ser el confidente de un anciano como el Fundador, con fama de santo, aunque probablemente
lo conociera de vista o poco más. En esas mismas fechas, Ise de Saléon tiene 39 años y es una autoridad en
7
biógrafo de Sor Luisa y capellán él mismo de Parmenia pocos años después de la muerte
de la religiosa, se refiere en la segunda edición de su biografía, publicada en 1.764, a una
segunda estancia posterior, más prolongada y de mayor trascendencia. Para este
sacerdote, el santo de Reims fue “víctima” de una caritativa trampa de su amigo Ise de
Saléon. En efecto, cuando éste vio en Grenoble que Juan Bautista, no del todo
restablecido de su reumatismo a pesar del primer paso por Parmenia, comenzaba a
llevar una vida de trabajo intensa, poco acorde con el sosiego necesario para un
convaleciente, pretextó un viaje al sur para que La Salle le reemplazara en Parmenia.
Éste habría accedido a devolverle el favor anterior y habría salido de la comunidad sin
informar a los Hermanos de su intención; sólo su confesor estaría al corriente de lo que
pasaba.
Otro de los biógrafos de Sor Luisa, el canónigo Auvergne, da algo más tarde la
misma versión, aunque sin el regreso intermediario a Grenoble: restablecimiento de la
enfermedad y reemplazo de su amigo en la capellanía habrían sido hechos seguidos
entre febrero y mayo de 1.714 aproximadamente.
Ya a finales del siglo XIX, el benedictino Dom Bellanger, monje de Parmenia,
escribe una nueva biografía de Sor Luisa en la que se da una versión bastante distinta de
esta segunda estancia de La Salle en Parmenia. Según este monje, tras la primera
estancia en Parmenia, el Fundador regresa a Grenoble con sus Hermanos. Pero el
recuerdo que guarda de la colina es tan grato que decide abandonar en secreto la
comunidad de los Hermanos para olvidarse para siempre de ellos y quedarse de por vida
en Parmenia, dedicado a confesar y orientar a los peregrinos que allí acuden.
Sean cuales fueren las circunstancias en las que tuvo lugar esta segunda visita, lo
más probable es que nuestro Fundador estuviera dos veces en Parmenia: la primera,
quince días en febrero de 1.714, recuperándose del reumatismo y del cruel tratamiento
“a la parrilla” al que fue sometido; la segunda, algo más tarde, en primavera del mismo
año, en plenitud de condiciones, durante un par de meses. ¿Sufriría aquí la tercera gran
tentación de abandonarlo todo y dedicarse por entero a los peregrinos de Parmenia?15
Nadie lo sabe. Lo que todos los biógrafos de Sor Luisa recalcan es la estrecha
amistad que nació entre los dos santos, hasta el punto de iniciarse un intercambio
epistolar permanente entre ambos, al tiempo que Sor Luisa hacía que le buscasen todos
los libros del Santo, que conservó con admiración y respeto hasta el final de sus días.
Para leer los libros y las cartas, y después contestarlas, Sor Luisa tenía que valerse de
Grenoble. Estas características sí cuadran con alguien que se permite dar consejos al Santo de Reims e invitarle a
su casa de campo. (CL57, 74ss; 93ss)
15
Puede que Blain recoja algunos ecos de la presencia del Señor de La Salle en Parmenia como director de
retiros, sustituyendo a su amigo Ise de Saléon, cuando escribe la siguiente frase, referida a Sor Luisa : « Ella
nunca podría bendecir bastante la sabiduría divina, que le había enviado a la cima de la montaña a un director
como ella necesitaba, tan entendido en los caminos de Dios » (BLAIN II, 105)
8
otras personas, ya que ella murió analfabeta. Por desgracia, ninguno de esos escritos -si
existieron- ha llegado hasta nosotros16.
Sor Luisa murió el 24 de enero de 1.724, a los 81 años de edad, después de haber
pasado ¡54! en Parmenia. Tras su desaparición, la casa de retiro fue perdiendo gas hasta
desaparecer por completo sesenta y tantos años más tarde, con la Revolución Francesa.
Ya en vida de Sor Luisa, y sobre todo a partir de su muerte, se habló de favores y hechos
milagrosos, o al menos extraordinarios, atribuidos normalmente a la intercesión tanto
de la propia Hermana Luisa como de Beatrix d’Ornacieux, la santa monja cartuja que
perteneció a la comunidad de Parmenia a finales del siglo XIII 17. La fama de santidad de
ambas mujeres dura hasta nuestros días, particularmente en los pueblecitos de los
alrededores de la colina.
Al fin la luz.- A pesar de todo, no fueron ni los dominicos de San Maximino, ni los
cartujos, ni Sor Luisa, ni los atractivos apostólicos y naturales de Parmenia quienes
reconciliaron al Santo con su pasado y le devolvieron la alegría de vivir. Dios se valió de
sus propios Hermanos para culminar su obra de fundación, que había comenzado 35
años atrás. El instrumento fue una carta firmada en París por los “principales Hermanos”
de las comunidades del norte, un 1 de abril de 1.71418.
Los biógrafos subrayan el espíritu de obediencia de que dio muestra Juan
Bautista accediendo a lo que pedían los Hermanos. Sin tener por qué ser necesariamente
falsa, ya que, legalmente, la carta no obligaba en absoluto al Fundador, creo que se trata
de una visión un tanto mezquina del suceso, que si en otra época resultaba atractiva, hoy
no lo es en absoluto.
A mí me parecen más destacables otros detalles. Por ejemplo, la osadía de que
hicieron gala los Hermanos al atreverse a “ordenar” al Señor de La Salle que regresase
junto a ellos. De hecho, los primeros biógrafos insisten en que el Fundador se llevó una
enorme sorpresa al recibir la carta: jamás habría pensado en una tal posibilidad y menos
con el contenido que portaba. Aquellos “pobres Hermanos, pocos conocidos y estimados
por la gente del siglo”, a los que “sólo los pobres vienen a buscar” 19, se atrevían a dar
órdenes a un noble, que además era sacerdote y doctor en teología. Sin duda el salto de
casi tres siglos ha difuminado el fuerte contraste que debía de haber, pero para mí es el
primer indicio de que en el naciente Instituto de los Hermanos algunos principios
fundamentales estaban calando con fuerza, al menos en los “principales Hermanos”. No
creo que al Fundador se le escapase este detalle...
16
Se conoce un inventario de bienes de Parmenia de mediados del siglo XVIII. Entre la lista de libros allí
presentes no hay ninguno del Fundador. Así pues, no sería raro que los comentarios de los biógrafos de Sor
Luisa en torno a los libros y las cartas fueran más que nada recursos retóricos para emocionar al personal...
17
Beatrix d‘Ornacieux fue beatificada oficialmente por la Iglesia en 1.869. Un testigo del proceso de
beatificación afirma que –medidado el siglo XIX- la cantidad de exvotos que había en la capilla de Parmenia era
tal que se necesitaría un carro para transportarlos todos, e iría lleno.
18
El original de la carta no ha llegado hasta nosotros, aunque sí tenemos tres textos idénticos de la misma,
recogidos por los primeros biógrafos del Fundador, que la fechan por error en 1.715.
19
En definición de los Hermanos que el propio Fundador hace en la meditación para el día de Navidad (86,II),
aunque incluyéndose él en ella.
9
Por otra parte, para aquel corazoncito entristecido por el fracaso, el hecho mismo
de que llegase la carta, de que sus Hermanos -que él pensaba alejados de su persona y
más bien hostiles, contrarios a su gestión- se acordaran de él, le reclamasen y le hiciesen
volver a París, fue la gran luz que había perdido al menos año y medio antes, cuando
después de su fracasado viaje a Roma las cosas comenzaron a torcerse definitivamente
en Marsella. No hay más que leer el encabezamiento de la carta: “Nuestro muy querido
Padre”, y sobre todo el final, que repite el tratamiento inicial y añade “vuestros muy
humildes y muy obedientes inferiores”20. En el fondo, ¿se trataba de una orden, o más
bien era el reconocimiento de que en el Instituto no había más que un superior? Y más
sabiendo que, en el Norte, el Hermano Bartolomé, sin saber muy bien cómo actuar, había
acudido a diferentes sacerdotes influyentes para que orientaran los pasos de los
Hermanos. Menos mal que los elegidos habían sido en general personas juiciosas que no
quisieron aprovecharse del desamparo del Instituto en aquel momento y respetaron casi
siempre los puntos de vista y la autoridad del Hermano Bartolomé.
La carta era, pues, un auténtico reconocimiento por parte de los Hermanos de la
importancia que la presencia del Señor de La Salle a la cabeza del Instituto tenía para el
buen funcionamiento del mismo.
Además, el cuerpo de la carta indicaba a las claras varias cosas: que el espíritu del
Instituto -que La Salle había promovido desde siempre y podría resumirse en la fórmula
de votos- estaba calando profundamente en los Hermanos; por otra parte, o dentro de lo
anterior, que la Asociación de los Hermanos estaba funcionando: el Instituto se
mostraba como un cuerpo responsable, vivo, consciente de su historia pasada, presente
y futura; y, por fin, en la carta se le echaban al Fundador unas cuantas flores alabando
sus cualidades de superior religioso, flores que debieron de surtir el efecto de un
bálsamo tonificante para las profundas heridas interiores del Señor de La Salle.
Recibió, pues, la carta y se hizo la luz: “quiero obedecer a los Hermanos; ellos me
piden que regrese a París”. Y el 10 de agosto de 1.714 llama a la puerta de la comunidad
de la parisina calle Barouillère y saluda sonriente a los Hermanos que le reciben: “Aquí
me tenéis. ¿Qué queréis de mí?” La crisis más profunda de cuantas sacudieron al
Instituto en vida del Fundador concluía definitivamente.
El último regalo.- Pero el Santo de Reims no se fue de Parmenia con las manos
vacías. Poco antes de partir21 acogerá en el Instituto a un joven de 23 años22 llamado
20
Sin ser, ni mucho menos, técnico en la materia, uno tiene la impresión de que, a veces, en las traducciones de
la carta al español que se proponen se rebaja demasiado el tono de cariño y sumisión que sin duda el original
contiene. En la traducción del Hermano Saturnino, por ejemplo, « Notre très cher Père » es « padre nuestro », en
dos ocasiones ; « vos très humbles et très obéissants inférieurs » se vuelve « sus humildes y obedientes
inferiores ». Una traducción en este sentido más fiel -o más literal- puede encontrase en la revista « Educar
Hoy », nº 80, página 28. Ver el original francés en CL57, 108-109.
21
Es decir, en mayo de 1.714. Hay una polémica sobre la fecha de ingreso del Hermano Ireneo en el Instituto. En
los primeros registros consta el 6 de mayo de 1.714, pero posteriormente, cuando el Hermano Ireneo era ya una
autoridad entre los Hermanos, se corrigió la fecha, proponiéndose el 6 de junio. Ésta parece que es la fecha que
hay que aceptar. (CL57, 83-84 ;116 ; 123-124)
10
Claude François du Lac de Montisambert. Se trata de un antiguo militar de graduación teniente a los 14 años- con fama de osado en el campo de batalla y de jugador
empedernido, que había sido herido cinco años antes en la batalla de Malplaquet. Hacía
dos que, como un nuevo Íñigo de Loyola, había dejado de servir al rey para servir a Dios.
Tras peregrinar a Roma, había solicitado su ingreso en los Capuchinos y en una Trapa.
En ambos casos se le rechaza porque, siendo noble, no sabe latín. En realidad no tiene
ninguna instrucción que no sea la militar y, además, no quiere que su noble familia se
entere de su decisión. Ise de Saléon, el amigo de La Salle, que conoció al peregrino en
Grenoble, le invitó hacer un retiro en Parmenia y se lo presentó al Fundador, que andaba
por allá. Dicen que el Fundador le sometió a una prueba curiosa -lo encerró varios días
en una habitación, como si su auténtica vocación hubiera de ser la de cartujo- y, viendo
los resultados de la experiencia, consideró que podía ser un buen Hermano. Recibirá el
nombre de Hermano Ireneo y pronto lo veremos como director del noviciado de Ruán 23.
Será, sin duda, uno de los puntales del Instituto durante el siglo XVIII 24.
Las cosas claras.- Estos días de sosiego que la Providencia me ha regalado en
Parmenia me han permitido leer con calma y cotejar distintas versiones de lo que pasó
hace casi tres siglos. La verdad es que he aclarado algunas dudas y, sobre todo, he
modificado sustancialmente algunas de mis ideas precedentes referidas a la cuestión.
Ahora me doy cuenta de que la película “El Señor de La Salle”, que infinidad de veces
hemos hecho ver a nuestros alumnos, me había dejado una versión bastante deformada
del asunto. Una lectura atenta de los libros que sobre el Fundador nos han ido llegando
estos últimos años podía haber subsanado el error, pero ya se sabe...
Para concluir estas notas sobre La Salle en Parmenia, desearía destacar algunos
aspectos sobre la vida del Fundador a su paso por estos bellos parajes, que hoy me
quedan algo más claros.
1. A pesar de los rumores que circulaban por París y que, de hecho, los
Hermanos del norte de Francia habían hecho algunas tentativas de buscar
superiores religiosos cerca de distintos obispos y eclesiásticos ajenos al
Instituto, no parece ser cierto que Juan Bautista abandonara a los Hermanos.
Probablemente éstos supieron casi siempre dónde se encontraba y qué hacía.
Cuando hubo que encontrarle, no costó ningún esfuerzo.
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2. Aunque el Fundador tuviera muchas dudas sobre el papel que le tocaba jugar
entre los Hermanos, en cierta manera nunca olvidó del todo que tenía una
responsabilidad especial en la vida del Instituto. Prueba de ello es que durante
En el libro del H. Saturnino hay una errata evidente a este respecto: BAC I, 515, nota 86.
Al Hermano Ireneo no le fueron las cosas bien en la escuela. Comenzó a dar clase en Aviñón ¡quince días
después de ingresar en el noviciado! Pronto fue enviado a París y luego a Laon, siempre con malos resultados
prácticos. Sin embargo, en el noviciado de San Yon, como director, estuvo ¡treinta años ! Tal vez su formación
militar justificase en parte esta trayectoria.
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Los primeros biógrafos nada dicen sobre los contactos entre el Fundador y el futuro Hermano Ireneo. Como en
el caso de la segunda estancia de De La Salle en Parmenia, será Gras du Villard quien en su biografía de Sor
Luisa levante la liebre.
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su estancia en Grenoble se gestó la apertura de una segunda escuela de
Hermanos en la ciudad25. Además, el Fundador continuará escribiendo libros
para la escuela y dedicará bastantes días completos a dar clase, cosa que no
había hecho desde los primeros tiempos de Reims, 28 años antes. Además, se
ocupará personalmente de discernir la posible vocación religiosa de –al
menos- un candidato a Hermano. Por otra parte, la última actuación del Santo
de que se tiene noticia en Grenoble fue la de solucionar un problema surgido
entre el Director y uno de los Hermanos de la comunidad26. ¿No es esa una de
las principales misiones de un superior religioso?
3. Sí parece, por otra parte, que el Fundador se retiró voluntariamente de la
circulación, y que para sus gestiones prefirió que fueran el Hermano Director
de Grenoble u otro Hermano quienes en su nombre se desplazaran.
4. La Salle, por tanto, no se refugió en Parmenia. Si hubiera de hablarse de algún
refugio, este nombre le correspondería sin duda a la comunidad de los
Hermanos de la calle Saint Laurent de Grenoble, donde el Santo siempre se
encontró a gusto. Parmenia sólo fue un lugar de paso casual, que luego tuvo su
importancia.
5. El Fundador viaja a Parmenia por casualidad, y cuando lo hace no sabe nada
de Sor Luisa. No va a consultar a Sor Luisa, como a veces se ha dicho.
Parmenia es para él un lugar de rehabilitación después de su reumatismo. La
Salle aprovechará para hacer en él uno de sus periódicos retiros de quince
días, costumbre que databa de mucho tiempo atrás. Después, lo que en
Parmenia encuentra hace que regrese por allí, aunque es difícil saber
exactamente con qué propósito.
6. Cuando el Fundador fue a Parmenia no residió casi nunca en la casa de retiro
que había construido Sor Luisa en el Santuario. Lo hizo más bien en la casa del
Señor de Saléon, capellán de Parmenia por aquellas fechas y amigo del Santo,
que estaba situada en la finca de Les Mallènes, a unos tres kilómetros al sur de
la iglesia de Parmenia. Como, además de su propia casa, el capellán disponía
de una celda en el mismo santuario -que con frecuencia estaba ocupada por
algún sacerdote que venía a reemplazarle- es muy probable que alguna vez
también Juan Bautista ocupase esta celda, sobre todo cuando él mismo actuó
de capellán.
7. Probablemente La Salle pasó por Parmenia en dos ocasiones. La primera,
quince días, en febrero de 1.714. Debilitado por la enfermedad, ocuparía la
casa de capellán, en Les Mallènes, y subiría alguna vez a la iglesia. La segunda,
25
La segunda escuela de Grenoble se abrirá en 1.715, varios meses después de la salida del Fundador hacia
París. Dependerá de la parroquia de Saint Hugues, en el corazón de la ciudad.
26
BLAIN II, 119.
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dos meses, en primavera del mismo año27, ya en plenitud de facultades. En
esta segunda ocasión actuaría como sustituto del capellán de Parmenia y
alternaría su presencia en la casa de retiro con estancias en la casa del
capellán. Tanto la carta de los Hermanos de París como los primeros
contactos con el futuro Hermano Ireneo tuvieron lugar en Parmenia, durante
la segunda estancia del Señor de La Salle por aquellos bellos lugares.
8. Una posible cronología de la estancia del Señor de La Salle en Grenoble y
Parmenia podría ser la siguiente:
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Julio de 1.713: llegada del Santo a Grenoble. Hay constancia documental de
que el 9 de agosto ya había llegado.
Agosto o Septiembre de 1.713, antes del comienzo del curso escolar, viaje
con algún Hermano a la Gran Cartuja. Más tarde, se habría quedado sin
compañero y las nieves habrían hecho muy complicado el viaje.
Octubre y/o noviembre de 1.713: Juan Bautista envía al Hermano Director
a París y él lo reemplaza en la escuela. El Fundador se fatiga cada día un
poco más
Principios del invierno de 1.713-1.714: entre el cansancio de la escuela y
el rigor del invierno, el Santo sufre un fuerte ataque de reumatismo que le
obliga a guardar cama. Como el enfermo no mejora, se le somete al brutal
tratamiento de “la parrilla”.
Febrero de 1.714: primera estancia en Parmenia. Todavía convaleciente de
su enfermedad, el Señor de La Salle hace un retiro de quince días y
posteriormente regresa a Grenoble.
Finales de marzo a primeros de junio de 1.714: segunda estancia de La
Salle en Parmenia, reemplazando al capellán en las tareas propias de su
cargo. Recepción de la carta de los Hermanos de París y primeros
contactos con el futuro Hermano Ireneo.
Mediados de junio de 1.714: salida de Fundador con destino final en París,
aunque antes visitará algunas comunidades del Sur.
10 de agosto de 1.714: llegada de Juan Bautista a la comunidad de los
Hermanos de la calle Barouillère, en París.
9. Es verdad que el contacto con Sor Luisa ayudaría a madurar la profunda crisis
personal que el Fundador arrastraba consigo. Pero el punto clave a este
respecto fue la recepción de la carta enviada por los Hermanos de París. En
ella vio que sus Hermanos le querían como superior; eso fue fundamental. Al
mismo tiempo, la realidad de la carta y su contenido le mostraban que su
El Hermano Burkhard supone que el día de San José celebraría misa con Hermanos y alumnos en Grenoble,
como es lógico en fiesta litúrgica tan significada para el Instituto. El 25 de marzo empezaba ese año la Semana
Santa, fecha propicia para estar ya en Parmenia. Está documentalmente probado que el Señor de Saléon estuvo
fuera de Grenoble hasta al menos el 28 de mayo, por lo que el Hermano llega a la conclusión de que, si de lo que
se trataba era de sustituir al capellán, la segunda estancia del Fundador en Parmenia iría desde finales de marzo a
primeros de junio de 1.714. Una carta del 17 de julio de ese año afirma que el Fundador había « salido de
Grenoble hace varias semanas ». Todo concuerda. (CL57, 58ss; 116ss)
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visión del Instituto como asociación autónoma al servicio de la gloria de Dios
a través de la escuela cristiana se había hecho realidad de una manera hasta
entonces insospechada. Y es que durante algún tiempo el Instituto corrió un
riesgo muy grave de disgregarse en un rosario de comunidades
independientes, sin noviciado ni superior común, sometidas a la autoridad de
los eclesiásticos nombrados por los obispos de las diócesis donde estaban
enclavadas las distintas comunidades. En Parmenia cambió nuestra historia,
ciertamente. Pero Parmenia sólo fue un agradable paisaje casual. Lo
verdaderamente importante es que los Hermanos se habían tomado su
vocación y su Instituto mucho más en serio de lo que su propio Fundador
pensaba. Y aquí seguimos...
Hermano Josean Villalabeitia
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