la ampliación de la jornada laboral

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LA AMPLIACIÓN DE LA JORNADA LABORAL
Raúl Marín | 6 de Enero 2009
El Parlamento Europeo se opuso el pasado 17 de diciembre de 2008, por
mayoría absoluta, a la Directiva adoptada por los ministros de trabajo de la
UE - sin el apoyo del español -, de ampliar la jornada laboral semanal hasta un
máximo de 65 horas, a razón de 15 horas diarias. Ahora, según las reglas
comunitarias, en los próximos 90 días los estados tendrían que renegociar el
texto objetado. No obstante, dado el firme rechazo por parte de los
eurodiputados, difícilmente se podrá ampliar el límite de las 48 horas
semanales por lo que, si no hay acuerdo, la propuesta sería retirada
definitivamente.
También la Eurocámara aprobó por mayoría absoluta una serie de enmiendas
que exigen que en un plazo máximo de 3 años se supriman todas las
excepciones (opt out) a la jornada laboral de 48 horas semanales, que no
consideran como tiempo de trabajo el período inactivo de los trabajadores de
la salud durante las guardias - medida de origen británico -.
La discusión sobre esos temas enfrentó, naturalmente, a los sectores
patronales con los sindicales. Los primeros propugnando por una mayor
productividad y los segundos abogando por su calidad de vida, recordando las
motivaciones de índole social, familiar, cultural, y sanitarias que originaron
las limitaciones de las jornadas que integran - junto con el salario mínimo una de las conquistas laborales contra las extenuantes jornadas durante la
Revolución Industrial, en la época de la anomia.
Recuérdese que, a ese respecto, el Papa León XIII difundió el viernes 15 de
mayo de 1891 la encíclica Rerum Novarum en la que denunciaba la
explotación de los trabajadores en “jornadas agotadoras que embotaban el
alma y sucumben al mismo tiempo el cuerpo a la fatiga…”, recordando los
sindicalistas, además, los famosos tres ochos conquistados a nivel
internacional con el apoyo de los mártires de Chicago de la huelga de la Unión
Central Obrera de ese Estado en mayo de 1886 (8 horas para trabajar, 8 horas
para dormir y 8 horas para la vida familiar, cultural y el ocio). Además, alegan
que el incremento de la jornada no conlleva el de la productividad, y que las
limitaciones del tiempo de trabajo ayudan a combatir el desempleo, a
disminuir los accidentes y enfermedades laborales, e incluso, hasta a
fomentar el consumo. El tema, según los primeros, tiene por finalidad la
flexibilización del mercado del trabajo, pero para los segundos sus
consecuencias llevan a la precarización laboral.
El Lic. Rodolfo Cerdas nos recuerda que el embrión de la limitación de la
jornada laboral en nuestro país se encuentra en la huelga general de marzo de
1921, según lo narra en su obra La hoz y el machete (EUNED, 1986, p. 315).
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En este mundo globalizado es importante tomar en cuenta lo que actualmente
se discute en el Viejo Continente sobre todo porque en materia laboral
después de la Primera Guerra Mundial y a raíz de la creación en el Tratado de
Versalles (1919) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) - de
composición tripartita: gobiernos, trabajadores y patronos -, nació el Derecho
Internacional del Trabajo en procura de estándares mínimos que tiendan a
garantizar la justicia social a nivel universal.
El tsumani neoliberal que hoy sacude al mundo ha puesto sobre el tapete
temas como el comentado y que hace poco parecían irreversibles. La mano
invisible de A. Smith todo lo intentó remover con el fin de desprestigiar, a
más no poder, el concepto y la función del Estado para que las reglas de la
oferta y la demanda actuaran sin freno. Ese es el mismo Estado que hoy está
afanoso defendiendo al sector financiero de la bancarrota y del desprestigio,
precisamente por su irresponsable atolondramiento.
El avance de la humanidad en materia de derechos humanos y sociales tiene
la característica filosófica de que no admite un tratamiento regresivo pues
eso equivaldría a ir contra la dignidad humana, es decir volver a las salvajes
reglas del desaforado mercado. El tema para los ticos no es etéreo ni lejano.
El matutino La Nación aboga exigentemente en su editorial navideño del
24/12/08 por “incentivos” a favor de la empresa privada, patrocinando, bajo
el eufemismo de la modernización, jornadas laborales ordinarias diarias
continuas de 12 horas, a la par de la reducción de las jornadas semanales o
mensuales con el fin de disminuir los salarios totales de los trabajadores; y
todo ello, dada la premura que invoca, debe hacerse pontificalmente, por la
vía de decretos ejecutivos o de una legislación de urgencia.
Ese planteamiento ignora desafiantemente el ordenamiento jurídico patrio
sobre la materia, por lo siguiente: a.- El límite máximo de la jornada ordinaria
semanal en nuestro país, por mandato constitucional, es de 8 horas diarias y
de 6 nocturnas, por lo que las respectivas jornadas semanales equivalen a 48 y
36 horas; b.- sumadas la jornada laboral ordinaria a la extraordinaria en
ningún caso se pueden exceder las 12 horas continuas, por lo que la
extraordinaria es eso, esporádica, excepcional y justificada por caso fortuito o
fuerza mayor. (Afortunadamente se viene de derogar la vergonzosa norma que
aceptaba la jornada ordinaria de los servidores domésticos en doce horas). c.De manera que no es por la vía del decreto ejecutivo ni de la legislación
ordinaria que se pueda convertir en norma general lo que el art. 58
constitucional califica de “casos de excepción muy calificados, que determine
la ley”, y que la actual legislación deja como pieza de museo, reducida a los
llamados empleados de confianza, como los gerentes y administradores
empresariales, a quienes no se les paga horas extraordinarias durante las
primeras doce horas de labores.
El objetivo retrógrado de derogar garantías sociales y denunciar el Convenio 1
la OIT de 1919, por vías impropias, choca de frente con nuestra Constitución
que sentó las bases de una sociedad basada en la mesocracia, pero que ha
venido siendo minada subrepticiamente en los últimos 20 años por las mismas
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fuerzas hoy vencidas por la Eurocámara y deslegitimadas por los más amplios
sectores populares.
Pese a ello, La Nación se empeña en convertir a todos los trabajadores del
país en servidores domésticos de los empresarios…
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