JUZGADO DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO Nº 1 DE SANTANDER SENTENCIA En Santander, a 12 de febrero de dos mil quince. Vistos por D. Juan Varea Orbea, Juez del Juzgado de lo contencioso administrativo nº 1 de Santander los autos del procedimiento Ordinario 127/2014 sobre lesividad en el que intervienen como demandante, el Ayuntamiento de Castro Urdiales, representado por la Procuradora Sra. Cos Rodríguez y defendido por el Letrado Sr. Álvarez González y como demandadas las Juntas Vecinales de Sámano, Ontañes, Ontón y Mioño, representadas por el Procurador Sr. Calvo Gómez y defendidas por el Letrado Sr. Gutiérrez Olivares, dicto la presente resolución con base en los siguientes: ANTECEDENTES DE HECHO PRIMERO.- La Procuradora Sra. Cos Rodríguez presentó, en el nombre y representación indicados, escrito de demanda de recurso de lesividad contra el Acuerdo Plenario del Ayuntamiento de Castro Urdiales de 16-3-2012 que acordó al ampliación del plazo de justificación de la subvención establecida en los convenios de colaboración celebrados entre el ayuntamiento y las Juntas Vecinales codemandadas. Admitido a trámite el recurso se requirió a la Administración demandada la remisión del expediente. SEGUNDO.- Evacuado este trámite y efectuados los emplazamientos exigidos en la ley, se dio traslado al actor para que formulara demanda en la que solicitó la declaración de nulidad de la resolución recurrida. Tras ello, se dio traslado a los demandados personados que presentaron su contestación en tiempo y forma oponiéndose a la pretensión. Fijada la cuantía del pleito en indeterminada y resueltas las cuestiones procesales planteadas se acordó recibir el pleito a prueba señalándose día y hora para la práctica de las admitidas como pertinentes y útiles, esto es, documental y la testifical. TERCERO.- Finalizado el periodo de prueba, se presentaron conclusiones por las partes tras lo cual el pleito quedó visto para sentencia. FUNDAMENTOS DE DERECHO PRIMERO.- El Ayuntamiento, autor del Acuerdo Plenario del Ayuntamiento de 16-3-2012 cuya anulación se pretende, ha declarado la lesividad del mismo en resolución del Pleno de fecha 7-2-2014, previa audiencia de las juntas afectadas. El Acuerdo de 16-3-2012 acordó ampliar el plazo de justificación establecido en los Convenios celebrados con las Juntas Vecinales en los meses de febrero a mayo de 2008 (aportados en las contestaciones) y reguladores de la subvención de capital y regularización de la situación jurídica de los bienes afectos al servicio de gestión del agua sitos en esas Juntas en el siguiente sentido: el plazo de ejecución de las subvenciones termina el 30-4-2015 de manera que las facturas o documentos de justificación de las inversiones habrán de tener fecha máxima del citado día; y el plazo de presentación de la justificación finalizará el 15-5-2015. Se argumenta que este acuerdo de ampliación, que se adoptó a instancia de las Juntas, es contrario al ordenamiento y por ello anulable (art. 63 LRJAP) y lesivo para el interés público. Y lo es por cuanto tal decisión contravendría el régimen que para la ampliación de los plazos en el cumplimiento de las obligaciones del subvencionado establece el art. 70 RD 887/2006 que aprueba el Reglamento de la LGS 38/2003 y art. 49 LRJAP, al que se remite y que prohíbe ampliar plazos ya vencidos, pues cuando se acordó la prórroga ya había expirado el plazo de justificación establecido en el convenio regulador y la ampliación excede de la mitad de ese plazo, límite fijado en tales preceptos. Así, la cláusula IV del los convenios establece que el plazo de ejecución era hasta el 30-4-2011 (3 años) y el plazo máximo para justificar, terminaba el 15-5-2011. Con el acuerdo declarado lesivo el plazo se ampliaba otros cuatro años, una vez concluido el plazo inicial. Frente a dicha pretensión se alzan las Juntas alegando diversas causas de inadmisibilidad por extemporaneidad, falta de sustantividad del acto y por ser mera confirmación de otro previo, la cláusula IV de los convenios. Respecto del fondo, se alega falta de motivación, enriquecimiento injusto, inexistencia de infracción al no estar ante una subvención y falta de lesividad. La cuantía del pleito se fija en indeterminada. SEGUNDO.- El art. 103 LRJAP 30/1992 dispone que "1. Las Administraciones públicas podrán declarar lesivos para el interés público los actos favorables para los interesados que sean anulables conforme a lo dispuesto en el artículo 63 de esta Ley, a fin de proceder a su ulterior impugnación ante el orden jurisdiccional contencioso-administrativo. 2. La declaración de lesividad no podrá adoptarse una vez transcurridos cuatro años desde que se dictó el acto administrativo y exigirá la previa audiencia de cuantos aparezcan como interesados en el mismo, en los términos establecidos por el artículo 84 de esta Ley. 3. Transcurrido el plazo de seis meses desde la iniciación del procedimiento sin que se hubiera declarado la lesividad se producirá la caducidad del mismo. 4. Si el acto proviniera de la Administración General del Estado o de las Comunidades Autónomas, la declaración de lesividad se adoptará por el órgano de cada Administración competente en la materia. 5. Si el acto proviniera de las entidades que integran la Administración Local, la declaración de lesividad se adoptará por el Pleno de la Corporación o, en defecto de éste, por el órgano colegiado superior de la entidad." El art. 43 LJ establece que "Cuando la propia Administración autora de algún acto pretenda demandar su anulación ante la Jurisdicción Contenciosoadministrativa deberá, previamente, declararlo lesivo para el interés público." Añade el art. 45.4 que "El recurso de lesividad se iniciará por demanda formulada con arreglo al artículo 56.1, que fijará con precisión la persona o personas demandadas y su sede o domicilio si constara. A esta demanda se acompañarán en todo caso la declaración de lesividad, el expediente administrativo y, si procede, los documentos de las letras a) y d) del apartado 2 de este artículo." Y el art. 46.5 LJ señala que "El plazo para interponer recurso de lesividad será de dos meses a contar desde el día siguiente a la fecha de la declaración de lesividad.". TERCERO.- Desde el punto de vista de vista doctrinal (García de Enterría, Martín Rebollo, González Pérez), se ha señalado que hasta la LPA de 1958, el sistema de revocación de actos firme de la administración estaba dominado por la idea de irrevocabilidad de los actos favorables o declarativos de derechos, salvo a través del mecanismo excepcional del recurso de lesividad, que era una excepción al principio de autotutela, por cuanto la administración debía impetrar una tutela de los tribunales que, en otro caso, no necesita. Y ese recurso exigía el requisito de la doble lesión, esto es, tanto la infracción del ordenamiento como la existencia de un perjuicio de tipo económico o para el interés general. Esto implicaba, en muchas ocasiones la permanencia de actos favorables o declarativos de derecho por muy graves que fueran las infracciones en que incurrieran. La LPA de 1958 flexibilizó el sistema introduciendo la revisión de los actos nulos de pleno derecho. Este sistema se mantuvo esencialmente en la LRJAP pero fue objeto de revisión con la Ley 13-1-1999 que restringió las posibilidades de revisión. Con esta reforma, se descarta la revisión de oficio de los actos anulables declarativos de derechos remitiendo a la administración al proceso de lesividad. En el estudio de esta cuestión es esencial la definición de acto favorable o desfavorable, algo sobre lo que se ha pronunciado la doctrina y el Consejo de Estado señalando que son actos favorables los que han enriquecido el patrimonio de los destinatarios con un derecho antes inexistente o liberan un derecho preexistente de algún límite. Centrándonos en el recurso de lesividad, el art. 103 LJ niega a la administración, que quiere apartarse de un acto suyo favorable, las facultades de autotutela obligándola a acudir, como excepción, ante el juez como demandante. Con la redacción del precepto no existe ya la exigencia de la doble lesión, jurídica y económica, bastando la infracción de cualquier norma del ordenamiento jurídico. Ahora bien, se trata de un facultad que afecta a situaciones jurídicas establecidas, entrando en colisión con los principios de legalidad y seguridad jurídica y el principio que impide ir en contra de los propios actos de ahí que, la propia ley establezca límites en el art. 106 LJ. En definitiva, estamos ante un supuesto de revocación por motivos de legalidad no existiendo en el ordenamiento español una regulación general de la revocación por motivos de oportunidad, que estaría, en principio prohibida. El instituto adecuado sería la expropiación de derechos. La previa declaración de lesividad es un presupuesto de la pretensión anulatoria, un requisito de procedibilidad. Su fundamento está en que, siendo el proceso excepcional, se pretende que la administración se asegure e la lesión declarándola formalmente. Por tanto, ya no se exige la doble lesión. Cosa distinta es que, como todos los actos administrativos, el que declara la lesividad debe responder al interés general. Pero tal interés no exige acreditar un daño específico o adicional a la infracción del ordenamiento y puede ser el mismo interés público afectado por la ilegalidad (STS 23-11-1995). Ese interés general es requisito extensible a toda actuación de la administración conforme a los arts. 103 y 106 CE que son la base de la institución de la desviación de poder como vicio de la actuación administrativa. CUARTO.- Desde el punto de vista jurisprudencial, cabe citar la STS de 9-32009 conoce del recurso de casación contra la STSJ de Madrid de 7-10-2004, desestimándolo y señala que "La Sala de Madrid estimó la demanda de lesividad teniendo presente que, según la sentencia de 23 de abril de 2002 de esta Sala Tercera, basta para apreciarla la existencia de lesión jurídica o económica, siendo suficiente que el acto administrativo incurra en cualquier infracción del ordenamiento jurídico. A partir de esa premisa, advierte que en este caso se daban esos presupuestos ya que, a partir de un dato --la titulación-- que se ha revelado erróneo se produjo el nombramiento del Sr. Gabino . Rechaza, además, la sentencia que la Administración no hubiera probado el soporte de su pretensión, pues ninguna duda ofrece a la Sala de instancia el informe del Director del Instituto "Ramiro de Maeztu" y llama la atención sobre la circunstancia de que, pudiendo haber aportado el Sr. Gabino , prueba en contrario, no lo hiciera. Tampoco aprecia que estuviera en condiciones de obtener el título requerido, pues no consta que a la finalización del plazo de presentación de solicitudes hubiera cursado los estudios correspondientes... Cuanto se ha dicho ya lleva a la desestimación del tercer motivo. No hay infracción del artículo 103 de la Ley 30/1992 pues la sentencia ha considerado el carácter lesivo del nombramiento por haberse hecho a favor de quien no reunía el requisito de titulación académica requerido por las bases de la convocatoria, carencia que implica también la vulneración del artículo 17.1 g) del Real Decreto 1951/1995 , vigente cuando se convocó el proceso selectivo que llevó al nombramiento que ha sido anulado. Por lo demás, es preciso reiterar que el carácter lesivo de la actuación administrativa que venimos considerando no obedece a los perjuicios económicos que pudiera haber originado ya que, desde ese punto de vista, no ha habido lesión a los intereses públicos, pues el Sr. Gabino ha percibido las retribuciones correspondientes a los servicios que ha prestado. También, hay que confirmar con la sentencia y la doctrina que invoca la Sala de Madrid, que basta para considerar lesivo a los efectos del artículo 103 de la Ley 30/1992que el acto en cuestión infrinja el ordenamiento jurídico, lo que aquí sucede ya que faltaba un requisito esencial para el nombramiento que se hizo a favor del recurrente.". En igual sentido, se puede señalar la STSJ del País Vasco de 5-11-2014. No obstante, también ha de reconocerse cierta polémica sobre la cuestión. La STSJ de Castilla La Mancha de 1-9-2014 hace la siguiente consideración "Tradicionalmente, en el origen de la declaración de lesividad , se exigía que el acto administrativo incurriera en una doble lesión , jurídica y económica. Desde luego no puede discutirse la necesaria infracción del ordenamiento jurídico por el acto que se pretende declarar lesivo para que proceda esta declaración y su anulación por el Orden Jurisdiccional. Aunque el artículo 43 de la antes mencionada LJCA destaque singularmente el requisito de la lesión para el interés publico , la exigencia del segundo presupuesto -la disconformidad del acto con el ordenamiento jurídico- se desprende con toda claridad de los principios básicos que informan nuestro sistema de justicia administrativa, así como de diversos preceptos concretos del articulado de la propia LJCA (entre otros, los arts. 31 , 70 y 71 ). La jurisprudencia del Tribunal Supremo se ha pronunciado en este sentido de manera reiterada, pudiendo citarse, por todas, la Sentencia de 23 de marzo de 1993 , en la que claramente afirma que el solo hecho de resultar gravoso para la Administración la eficacia de un acto administrativo (en el caso se trataba de una expropiación) no concurriendo ningún tipo de irregularidad invalidante, no puede ser causa suficiente para declarar la lesividad del acto. Sin embargo ni la doctrina ni la Jurisprudencia se ponen de acuerdo acerca de si además de la infracción jurídica es precisa no ya una lesión económica, sino mas genéricamente una lesión del interés publico(aunque no sea económica). A este respecto, debe indicarse que ya bajo la vigencia de la LJCA de 1956 parte de la doctrina científica consideraba superado el requisito clásico de la doble lesión , jurídica y económica, bastando, a juicio de dicha doctrina, que el acto incurriese en cualquier infracción del ordenamiento jurídico para que pudiera ser declarado lesivo y anulado por la jurisdicción contencioso administrativa. Este mismo criterio venía sosteniéndose por un sector de la jurisprudencia del Tribunal Supremo. Así, la sentencia del Alto Tribunal de 22 de enero de 1988 declaraba que "todo lo cual supone la infracción de un bloque normativo que a tenor de la jurisprudencia caracteriza la lesividad regulada en el artículo 56 de la Ley de la Jurisdicción Contencioso- Administrativa , porque de la propia literalidad del precepto se deduce que la lesión a los intereses públicos no ha de ser necesariamente económica, sino que puede serlo también de otra naturaleza, en cuya consideración ha evolucionado la Jurisprudencia de este Tribunal en el sentido de acoger criterios más amplios que le llevan a declarar que la pretensión anulatoria de lesividad puede estar motivada por el mero propósito de regularizar jurídicamente el acto causado con manifiesta vulneración de normas de derecho necesario". La Sentencia de 3 de diciembre de 1987 señala que "la más progresiva doctrina jurisprudencial no exige que la lesión tenga que traducirse necesariamente en una estimación económica, bastando la vulneración del Derecho" y las de 28 de febrero de 1994 y 6 de junio de 1995 declaran que "en la actualidad ha desaparecido la exigencia de la doble lesión , jurídica y económica, bastando con que el acto incurra en cualquier infracción del Ordenamiento jurídico para que pueda ser declarado lesivo y anulado, tal como este Tribunal ha declarado en sus sentencias de 14 de marzo de 1980 y 22 de enero de 1988 ". Este criterio doctrinal y jurisprudencial ha venido a encontrar refrendo legal en la vigente LJCA, habida cuenta de que su artículo 43ha suprimido la alusión que el artículo 56 de la LJCA de 27 de diciembre de 1956 hacía al carácter de la lesión de los intereses públicos ("de carácter económico o de otra naturaleza"). No obstante existe una cierta tendencia del Tribunal Supremo ha exigir que además de infracción jurídica exista algún tipo de lesión al interés publico , ora económica, medioambiental... Buena prueba de ello son las Sentencias del Tribunal Supremo de 23 de Septiembre de 2.002 , 7 de Junio de 2.002 y 23 de Abril de 2.002 . Otras Sentencias como las de 23 de Abril de 2.002 , 13 de Noviembre de 2.000 y 28 de Abril de 1.993 parecen abandonar esta concepción, precisando únicamente la ilegalidad del acto para su lesividad conforme a derecho." Este juzgador seguirá la doctrina mayoritaria, sobre la base de la dicción literal de la norma que exige solo infracción del ordenamiento. Ello sin perjuicio de que, evidentemente, la actuación administrativa declarando la lesividad del acto debe responder a una actuación en defensa del interés general, es decir, no puede ser arbitraria o caprichosa ni responder a fines distintos a los fijados en la norma. El límite legal se establece en el art. 106 LRJAP, único que debe operar. QUINTO.- Este es el marco fáctico, normativo y doctrinal en que debe moverse el debate. Fuera del mismo, otras consideraciones que se hacen sobre irregularidades objeto de otros procedimientos, infracciones en materia de contratación, intereses públicos en la elaboración de los convenios y demás, que sobre todo se hacen en las contestaciones, son simplemente irrelevantes y nada tiene que ver con el único objeto de este procedimiento, la anulación del acto en cuestión. Y, por mucho que se pretenda por los demandados anudar ambas cuestiones, ese acto no es ni tiene que ver (aunque traiga causa y esté relacionado) con los convenios previos, que ni se impugnan ni tienen por qué impugnarse pues ninguna irregularidad se les imputa. Es más, el hecho de prever simplemente la posibilidad de prórroga no es causa de nulidad y nada tiene que ver eso con la validez o invalidez del posterior acto que hace uso de esa facultad, el cual, es independiente y debe ajustarse a la legalidad. Y ello por cuanto el convenio no obliga a prorrogar y si se decide prorrogar, se deberá hacer con la competencia, procedimiento y límites legales, pues en otro caso se incurrirá en ilegalidad. Y dicho esto, hay que comenzar analizando las causas de inadmisibilidad para desestimarlas. Se dice que la demanda es extemporánea confundiendo el sello de presentación del recurso que es de 7 de abril (en Decanato, que es lo que computa) sin perjuicio de que, como ha reiterado la doctrina del TS, es aplicable el art. 135 LEC. Respecto del art. 28 LJ, el demandado no analiza los requisitos del precepto y la jurisprudencia que configura esta causa de inadmisibilidad como la cosa juzgada administrativa. Así es necesario que entre al acto nuevo confirmatorio y el previo confirmado exista identidad, pues en otro caso, la nueva resolución no podría limitarse a confirmar la previa al tratarse de pretensiones diversas. la STC 87/2008, de 28 de julio , se ha insistido en que "Este Tribunal, lejos de haber declarado irrelevante la impugnación en tiempo de los actos administrativos, como parece entender el recurrente, ha reconocido la legitimidad constitucional de las normas que garantizan su firmeza, con la consiguiente imposibilidad de impugnar los actos posteriores que fueran reproducción de aquéllos, como el que es objeto de este recurso de amparo, que no hace sino reiterar la declaración de no apto que aquél había recibido en su momento. Como dijimos en la STC 182/2004, de 2 de noviembre, tales actos "no son en realidad actos nuevos, sino que se limitan a reiterar lo ya declarado en otra resolución anterior que es firme, por lo que, si se permitiera la impugnación de este tipo de actos, se estarían recurriendo en realidad actos que no son susceptibles de recurso, lo que supondría defraudar las normas que establecen los plazos para recurrir. De ahí que, para evitar esta consecuencia, el art. 28 LRJCA establezca ... que no es admisible el recurso contencioso-administrativo respecto de este tipo de actos. De este modo, la finalidad que persigue este requisito procesal respeta el contenido esencial del derecho fundamental a la tutela judicial efectiva, pues concilia las exigencias que se derivan del principio constitucional de seguridad jurídica (art. 9.3 CE ) sin restringir el derecho a la tutela judicial efectiva de los posibles interesados en el acto, pues dicho acto, como se ha indicado, no es un acto nuevo, sino que se limita a reiterar el contenido de otro anterior que, en su momento, pudo ser impugnado". Añade la STS de 24-4-2007 que “Partiendo de estas consideraciones que han de informar la apreciación de esta causa de inadmisión del recurso, ha de tenerse en cuenta, como indica la parte recurrente, la jurisprudencia de esta Sala, según la cual y siguiendo la sentencia de 4 de abril de 1998 , "para que surja un acto confirmatorio han de darse, como indica la sentencia de 3 de marzo de 1981 , tres identidades consistentes en los mismos hechos, en los mismos fundamentos y en los mismos sujetos", estableciendo la sentencia de 12 de marzo de 2002 , que: "Este criterio jurisprudencial, recogido, entre otras, en la sentencia de esta Sala (antigua Sala Cuarta) de 10 de mayo de 1977 y en las posteriores sentencias del Tribunal Supremo de 3 de octubre de 1989 y 23 de julio de 1991 , permite concluir reconociendo que la jurisprudencia interpreta el art. 40.a) de la LJCA de una manera muy restrictiva en el sentido más favorable posible a la efectividad del derecho a la tutela judicial efectiva, al exigir que entre el acto confirmatorio y el anterior consentido, exista la más completa identidad de sujetos, de pretensiones y de fundamentos" (STSJ de Castilla La Mancha de 24-3-2011 STSJ de Madrid de 15-2-2011). Siendo esto así, es evidente que el acuerdo impugnado no reproduce el convenio previo, ni siquiera la cláusula IV, sino que la hace efectiva pasando de una mera posibilidad a una decisión, pero que es diferente. Y en relación a esto, se alega que el acto recurrido carece de sustantividad, si bien, no se comprende qué causa de inadmisibilidad se quiere alegar dentro de las previstas en el art. 69 LJ. Se alude solo al art. 28, descartado y si se quiere hacer referencia al art. 25 LJ (que no se menciona) decir que, como se explicará, no estamos ante un mero acto de trámite entendido como carga en sentido técnico y la ampliación de su plazo. Los demandados no pueden confundir el acto impugnado con el previo convenio. En la exposición que hacen se confunden argumentos relativos al fondo que nada tienen que ver con la inadmisibilidad. Se insinúa que, en el fondo, se estaría poniendo en duda la legalidad del convenio, pero no es así, pues, como se indicará, la mera previsión de ampliar el plazo subvencional no es ilegal. Lo sería, en su caso, la ampliación posterior acordada en contra de los límites legales que es lo que aquí se discute. Y el tema de la calificación del convenio es cuestión de fondo y no de forma que motive esa inadmisibilidad. Desde luego, el acto recurrido tiene sustancia propia, pues es evidente que responde, primero, a una pretensión de las Juntas y, en segundo lugar, que de haberse denegado la ampliación, no hay duda de que las Juntas hubieran recurrido sin pretender que carece de sustantividad. Tal es su sustantividad que, como se explicará, determina todo el régimen de cumplimiento de la subvención por el interesado y puede marcar el ejercicio de potestades de revisión con obligación de restitución, siendo esto, lo que en definitiva motiva la enconada defensa de las Juntas. De todos modos, ya se adelanta que ese temor es ajeno a este pleito pues el acto ni ordena el reintegro de subvenciones ni decide esa cuestión, que solo, es una posibilidad futura. SEXTO.- Rechazadas las causas, se analizará el fondo. Se alega falta de motivación, como defecto formal del art. 54 LRJAP. Evidentemente, no concurre. La motivación significa que el acto debe exteriorizar las razones que llevan a la administración a tomar la decisión, en este caso, la lesividad. Y el acuerdo, las exterioriza siendo las indicadas en el fundamento de derecho primero. Otra cosa es que nos e compartan y se defienda que constituyen una indebida aplicación normativa, pero eso, es cuestión de fondo. La motivación, como deber formal, tiene por objeto dar a conocer esas razones para permitir, por un lado, la impugnación del interesado y, por otro, el control judicial. Ambos fines se cumplen. Tampoco tiene sentido apelar a la doctrina del enriquecimiento injusto, que, claramente, se refiere a la posibilidad futura de que se exija el reintegro de subvenciones. Eso nada tiene que ver con el objeto de este pleito del que nos e deriva ni enriquecimiento ni empobrecimiento alguno. Los argumentos de oposición relevantes son dos, que no hay infracción jurídica porque la entrega de las cantidades no es subvención y por no existir lesión al interés general. La primera cuestión exige analizar la naturaleza de los convenios firmados. Los demandados sostienen que se trata de convenios de colaboración sujetos a la LRJAP y de contenido casi, sinalagmático, en los cuales, para regularizar la prestación del servicio público de aguas, la Juntas habrían cedidos las instalaciones que hasta entonces gestionaban a cambio de una cantidad. Esa idea de contraprestación excluiría el de subvención conforme al art. 2 LGS. No se hace referencia a otras exclusiones previstas en las leyes. La subvención constituye una ayuda pública que se enmarca en lo que se denomina actividad de fomento de la Administración que implica una colaboración o cooperación entre la Administración y el particular en la consecución de objetivos de interés general o público (EM Ley 38/2003 General de subvenciones). Tal actividad supone el nacimiento de una relación jurídica en la que cada parte ostenta deberes y derechos. En relación a su naturaleza la STS de 2 de noviembre de 2011 (en sentido semejante: SSTS de 16 de marzo de 2012, 22 de marzo de 2012, 14 de junio de 2012 y 5 de noviembre de 2012) señala que la subvención se configura tradicionalmente como una medida de fomento que utilizan las Administraciones Públicas para promover la actividad de los particulares o de otras Administraciones Públicas hacia fines de interés general que representa o gestiona la Administración concedente. Según resulta de la jurisprudencia reiterada de esta Sala, expresada entre otras en las sentencias de 7 de abril de 2003 (RC 11328/1998),de 4 de mayo de 2004 (RC 3481/2000),de 17 de octubre de 2005 (RC 158/2000) y de 20 de mayo de 2008 (RC 5005/2005), la naturaleza de la medida de fomento administrativo puede caracterizarse por las notas que a continuación se reseñan: « En primer lugar, el establecimiento de la subvención puede inscribirse en el ámbito de las potestades discrecionales de las Administraciones públicas, pero una vez que la subvención ha sido regulada normativamente termina la discrecionalidad y comienza la previsión reglada cuya aplicación escapa al puro voluntarismo de aquéllas. En segundo término, el otorgamiento de las subvenciones ha de estar determinado por el cumplimiento de las condiciones exigidas por la norma correspondiente, pues de lo contrario resultaría arbitraria y atentatoria al principio de seguridad jurídica. Por último, la subvención no responde a una «causa donandi», sino a la finalidad de intervenir en la actuación del beneficiario a través de unos condicionamientos o de un «modus», libremente aceptado por aquél. Por consiguiente, las cantidades otorgadas en concepto de subvención están vinculadas al cumplimiento de la actividad prevista. Se aprecia, pues, un carácter condicional en la subvención, en el sentido de que su otorgamiento se produce siempre bajo la condición resolutoria de que el beneficiario tenga un determinado comportamiento o realice una determinada actividad en los términos en que procede su concesión (Cfr SSTS 20 de junio,12 de julioy10 de octubre de 1997,12 de eneroy5 de octubre de 1998,15 de abril de 2002«ad exemplum»). Nuestra jurisprudencia, según se refiere en la sentencia de 20 de mayo de 2003 (RC 5546/1998), ha reconocido el carácter modal de la subvención o, si se prefiere, su naturaleza como figura de Derecho público, que genera inexcusables obligaciones a la entidad beneficiaria, cuyo incumplimiento determina la procedencia de la devolución de lo percibido sin que ello comporte, en puridad de principios, la revisión de un acto administrativo declarativo de derechos que haya de seguir el procedimiento establecido para dicha revisión en los artículos 102 y siguientes de la LRJ y PAC. Y es que la subvención comporta una atribución dineraria al beneficiario a cambio de adecuar su actuación a los fines perseguidos con la indicada medida de fomento y que sirven de base para su otorgamiento. La subvención no responde a una causa donandi, sino a la finalidad de intervenir la Administración, a través de unos condicionamientos o de un modus, libremente aceptado por el beneficiario en la actuación de éste». SÉPTIMO.- Pues bien, esto de entrada significa ya que, el simple hecho de que el interesado deba realizar algo por la percepción de la ayuda no significa que estemos ante una contraprestación onerosa ni ante un contrato sinalagmático (art. 4 d) Ley 10/2006). Se trata del modo, del deber impuesto cuyo cumplimiento pretende promoverse con esa ayuda. Los demandados pretenden que la palabra subvención en los convenios obedece a un mero error terminológico y que debe analizarse la verdadera naturaleza de los mismos. Efectivamente, los negocios jurídicos deben calificarse por lo que son y no por lo que las partes dicen que son. Para tal operación jurídica debe atenderse a la voluntad de las partes y el contenido cierto de lo pactado y querido. En este caso, sostener que las Juntas no sabían que era una subvención y que es un mero error el introducir esa terminología (en la página 6 de la contestación se dice que alguien introdujo el término, como si fuera un desliz) es simplemente inadmisible. El convenio comienza denominándose de regulación de una subvención, entre otras cosas y la cláusula IV no introduce de pasada el término. Alude a la subvención y sin género de dudas remite a la LGS, su reglamento y la ley de subvenciones de Cantabria 10/2006 para regular la ayuda. Porque es una ayuda y no el pago por la cesión de unas instalaciones. Efectivamente, las partes articulan un convenio de colaboración para regularizar la prestación de un servicio pero, dentro del mismo, se incluye el dar una subvención, lo que no es extraño al art. 2.3 RD 887/2006. Y el que se trate de dos administraciones no contradice el art. 2.1 que prevé como beneficiarios a las personas públicas. El convenio prevé el otorgar una ayuda pública para que las Juntas, aun cuando el ayuntamiento asume el servicio, sean las que puedan hacer inversiones. La referencia a la LCSP no afecta a esto, pues evidentemente, la Junta, si para hacer esa inversión, contrata, lo hará de conformidad con esa norma. Y, esto, no supone subcontratación, por cuanto esta figura exige un segundo contrato del contratista y aquí, la Junta no es contratista del ayuntamiento sino, en su caso, contratante de la empresa que pueda hacer la obra que implicará la inversión. El que el ayuntamiento deba o no compensar a las Juntas por las instalaciones, es algo ajeno a este pleito y a esta parte del convenio, que al principio regula otra cosa distinta, la prestación del servicio. No se alega en forma alguna y, por ello, no cabe introducir motivos no invocados (arts. 33.1 LJ) la aplicación de causas de exclusión del art. 4 de la Ley 10/2006 pero de lo que resulta del convenio es que tiene por objeto que el ayuntamiento se haga cargo de la prestación del servicio de que es titular por ley y de los bienes afectos, cuya titularidad, se dice, le corresponden también por ley. Y las Juntas se obligan a realizar las operaciones jurídicas y registrales para que ello sea así, y, mientras tanto, ponen a disposición o ceden, gratuitamente, los bienes relacionados para que el ayuntamiento asuma sus deberes. No hay ni competencias compartidas en el servicio ni contraprestación directa. Y fijado esto, la siguiente cuestión radica en ver si existe o no la infracción alegada. Aunque nos e suscita por la partes, lo primero que hay que hacer es comprobar si las normas que se dicen infringidas son aplicables o no. Conforme al propio convenio, es aplicable la legislación estatal en materia de subvenciones y la autonómica. En primer lugar, es aplicable la Ley 10/2006, conforme al art. 1 siendo aplicable, según su art. 5, el resto de disposiciones de derecho administativo, esto es la LGS y su Reglamento, por cuanto la ley de Cantabria no está desarrollada y no regula directamente la cuestión. Y siendo esto así, debe concluirse que la prórroga acordada es contraria al art. 70 del RD por cuanto se acordó una vez concluido el plazo de justificación y de inversión y por un plazo superior al previsto, infringiendo el art. 49 LRJAP. El convenio, de conformidad con esta normativa, preveía, simplemente la posibilidad de prórroga. Pero claro está, el acto posterior que la adoptara había de respetar el convenio y las normas aplicables. El acuerdo es por tanto, contrario al ordenamiento. Respecto de la lesividad, ya se ha indicado que no se exige un especial prejuicio económico o de otro tipo. De todas maneras, el interés público es evidente. No estamos ante un mero plazo de un trámite sino ante el plazo que determina el cumplimiento de las obligaciones del subvencionado conforme al art. 14.1.a), b) y c) LGS y 13.1 L10/2006. Es decir, lo que aquí está en juego es el control sobre el cumplimiento de los objetivos de la subvención y, con ello, el control del uso de dinero público. Ello es determinante no solo del cumplimiento o incumplimiento de los deberes del subvencionado sino de cuestiones como la posibilidad de exigir la devolución por indebido uso de fondos públicos. Dar irrelevancia a la infracción cometida permitiría demorar sine die por acuerdo entre administración y subvencionado (o solo por voluntad de la primera) ese control y el uso de los fondos públicos. En definitiva, el acto es contrario al ordenamiento y lesivo para el interés público y debe ser anulado. OCTAVO.- En primera o única instancia, el órgano jurisdiccional, al dictar sentencia o al resolver por auto los recursos o incidentes que ante el mismo se promovieren, impondrá las costas a la parte que haya visto rechazadas todas sus pretensiones, salvo que aprecie y así lo razone, que el caso presentaba serias dudas de hecho o de derecho . En los supuestos de estimación o desestimación parcial de las pretensiones, cada parte abonará las costas causadas a su instancia y las comunes por mitad, salvo que el órgano jurisdiccional, razonándolo debidamente, las imponga a una de ellas por haber sostenido su acción o interpuesto el recurso con mala fe o temeridad. FALLO SE DESESTIMAN las causas de inadmisibilidad formuladas y SE ESTIMA ÍNTEGRAMENTE la demanda interpuesta por la Procuradora Sra. Cos Rodríguez, en nombre y representación de el Ayuntamiento de Castro Urdiales contra el Acuerdo Plenario del Ayuntamiento de Castro Urdiales de 163-2012 que acordó al ampliación del plazo de justificación de la subvención establecida en los convenios de colaboración celebrados entre el ayuntamiento y las Juntas Vecinales de Sámano, Ontañes, Ontón y Mioño y, en consecuencia, SE ANULA el mismo. Las costas se imponen a las partes demandadas. Notifíquese esta resolución al interesado, advirtiéndoles que contra la misma cabe interponer recurso de apelación ante la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia, mediante escrito razonado que deberá contener las razones en que se fundamente, y que deberá presentarse ante este Juzgado, en el plazo de quince días, a contar desde el siguiente a su notificación. Para la interposición de dicho recurso es necesaria la constitución de depósito en la cuenta de depósitos y consignaciones del Juzgado de acuerdo con lo establecido en la disposición adicional decimoquinta de la LOPJ y por el importe previsto en tal norma, lo que deberá ser acreditado a la presentación del recurso. Así por esta mi sentencia, de la que se expedirá testimonio para su unión a los autos, lo pronuncio, mando y firmo. PUBLICACIÓN: Leída y publicada fue la anterior sentencia por la Ilma. Sra. Magistrado-Juez que la suscribe, estando celebrando audiencia pública en el día de su fecha.