Sobre héroes y tumbas

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Todos los secretos de “Sobre héroes y tumbas”
Ernesto Sábato y su novela más conocida son el objeto de una edición crítica que,
coordinada por María Rosa Lojo, entreteje el trabajo de casi 20 especialistas. Más de
mil páginas que permiten comprender, entre otras cuestiones, cómo construyó la obra
el escritor argentino, cuáles son los elementos socio-históricos y estéticos que afectaron
su escritura, qué lecturas se hicieron de su intrincada trama y para qué grupos de
autores e intelectuales se convirtió en un faro. Cinco motivos por los cuales hay que
leer este ejemplar de la Colección Archivos, cuya publicación y distribución en
América latina está a cargo de la editorial cordobesa Alción.
Rogelio Demarchi
Especial
1. Medio siglo de escritura. Alrededor de 1936, Ernesto Sábato comenzó a escribir
borradores de novelas que nunca terminó, pero que fueron sentando las bases de lo que
sería Sobre héroes y tumbas, cuya primera edición ocurrió 25 años después, en 1961. En
el medio, vale recordarlo, publicó El túnel, en 1948.
Por obsesión, tenacidad o insatisfacción, Sábato siguió corrigiendo el texto durante 30
años, hasta 1991, cuando se animó a considerar que ya había alcanzado una forma
“definitiva”.
La edición que ahora edita Alción adopta como texto básico esa “versión 91”, pero la
compara con muchas de las que se sucedieron desde 1961, y le informa al lector, a pie
de página, de las modificaciones (generalmente, se trata de supresiones; los añadidos
son pocos). Un trabajo complejo y meritorio que estuvo a cargo de Norma Carricaburo,
que descubrió erratas de lo más curiosas (muchas de ellas podrían figurar en un manual
del mal editor).
Pero hay más: una larga sección que incluye materiales pretextuales y hasta preredaccionales, entre los que se destaca una cronología de los personajes centrales, un
árbol genealógico de la familia Vidal Olmos y pequeñas descripciones de sus más
destacados miembros.
Por ejemplo: “Fernando: Desdoblamiento: lujuria y ascetismo, aislamiento y acción.
Anguloso, alto, flaco, muy moreno, ojos verdosos, labios finos pero perversos. Cólera
helada, explosiones. Ordinariamente es callado, solitario. No tiene amigos. Obsesión de
la muerte y el absoluto. Tiene con Dios la misma relación que un terrorista con el
Estado. Obsesión de los ciegos. Sadismo sexual. Desprecia el rebaño. Se muerde las
uñas”.
2. Novela total. Fiel representante de la época en que fue concebida y escrita, la novela
aspira a la totalidad: es, al mismo tiempo, la historia de una tortuosa pasión entre dos
jóvenes (Martín y Alejandra), el relato de la decadencia de una familia patricia, una
narración histórico-política que sobreimprime a la tensión peronismo/antiperonismo la
de unitarios/federales del siglo XIX, el informe de una búsqueda mística y la respuesta a
los enigmas que despierta un parricidio.
Los Vidal Olmos han escrito la historia del país desde mucho antes de que se llamaran
así. Más o menos desde las invasiones inglesas, cuando llegó a Buenos Aires el teniente
Patrick Elmtrees, el primero de ellos. Cuando se cansó de que todo el mundo
tergiversara su apellido, optó por traducirlo. La familia de su mujer criolla será unitaria
y peleará junto a Lavalle, desde el derrocamiento de Dorrego y hasta después de la
derrota en Quebracho Herrado. Todos sus descendientes se declararán unitarios, salvo
Fernando Vidal Olmos y su hija, Alejandra, que se consideran federales; pero Fernando
y Alejandra viven las dos primeras presidencias de Juan Perón. No sólo han degenerado
en lo político: hay, entre ellos, un vínculo incestuoso. Y eso es lo que causa el
parricidio: el día que su padre cumple 44 años, Alejandra le pega cuatro tiros y después
se suicida.
Como es lógico, los especialistas se abocan al análisis sistemático de estos elementos.
Para Zulma Palermo, el incesto funciona como la otra cara de la guerra civil. Para
Enrique Foffani y Miriam Chiani, las referencias al Perón de 1950 y al Lavalle de 1840
permiten establecer ese contrapunto entre historia y ficción que es tan caro a la narrativa
argentina desde Eche verría y Mármol (por cierto, la repetición de elementos presentes
en Amalia es algo significativo). Victoria Cohen Imach aborda los debates intelectuales
posteriores a la caída del peronismo y la posición que en ellos adopta Sábato. Y para
Elisa Calabrese, la introducción de Lavalle en la novela es un recurso que hace posible
“que se nos ofrezcan los datos necesarios para conocer la historia de la familia Vidal
Olmos, cuya locura, además, “consiste, no solamente en vivir de glorias pasadas, sino
en no haber podido adaptarse al presente”.
3. Novela al cuadrado. Lo que permite desentrañar la trágica historia que se oculta tras
el parricidio es una crónica escrita por Fernando y en la cual pronostica su próxima
muerte. Esa crónica que explica por qué triunfa el mal, por qué el más mínimo análisis
de conciencia serviría para condenar a todos los seres humanos, es el famoso Informe
sobre ciegos, algo así como la novela dentro de la novela y que como tal llegó a editarse
por separado en muchas ocasiones.
Fernando investiga paranoicamente el mundo de los ciegos con el declarado objetivo de
descubrir cómo han logrado el gobierno del mundo a través de la constitución de una
secta bastante perversa. Los considera parientes de los sapos, los saurios y otros
animales semejantes. Y entiende que las mujeres son “un suburbio del mundo de los
ciegos”.
Lojo y Calabrese son algunos de los críticos que han relacionado este segmento de la
novela con una búsqueda mística que guarda estrecha relación con la antropología
gnóstica, donde la ceguera se interpreta como otra forma de ver y el “desenfreno”
sexual de Fernando no es más que una de las vías gnósticas para ponerse en contacto
con “el misterio” y “lo trascendente”.
4. La escena literaria. Fernando Vidal Olmos nace el 24 de junio de 1911, día, mes y
año del nacimiento de Sábato. Y lee, cita y analiza, en su informe, “el caso Castel”, es
decir El túnel, primera novela de Sábato.
Eso no es todo. Bruno, otro personaje de la novela, es, para Calabrese, una probable
representación autoficcional de Sábato ya que reitera “a veces literalmente” pasajes de
sus ensayos y comparte con él una militancia anarquista en su juventud y una posterior
incorporación al Partido Comunista.
Este tipo de intrusiones autobiográficas que señalan hacia el autor es una operación muy
borgeana. Sábato va más allá: adopta el procedimiento, pero además convierte a Borges
en un personaje de la novela, medio pariente de Vidal Olmos porque la mujer de Mr.
Elmtrees era Acevedo, igual que la madre de Borges.
Cuando Martín y Bruno lo cruzan caminando por la calle Perú, encuentran un buen
motivo para hablar de literatura. ¿Es Borges un gran escritor? Bruno lo critica: “es
demasiado preciosista para ser un gran escritor. ¿Lo imagina usted a Tolstoi tratando de
deslumbrar con un adverbio cuando está en juego la vida o la muerte de uno de sus
personajes?”. Pocas líneas después, sin reconocerle autoría, pone en práctica la teoría
borgeana sobre los precursores para decir que en George Elliot está Proust y que en
Melville está Kafka.
Y a punto y seguido, ahora sin citar a Sartre y su teoría del compromiso, Bruno lanza
una crítica más dura que la anterior: Borges “no tiene la sensibilidad o la generosidad
para que le duela el país que puede dolerle a un peón de campo o a un obrero de
frigorífico. Y ahí denota su falta de grandeza, esa incapacidad par entender y sentir la
totalidad de la patria, hasta en su sucia complejidad”.
Según Alberto Pérez, el Sábato de aquellos años piensa que Borges escribe una
literatura lúdica con el objetivo de huir “de la trágica condición humana”, mientras que
él “considera fundamental abarcar esa condición con heroísmo”. En consecuencia,
rechaza los “juegos literarios” y opta por las “angustias existenciales”.
En consonancia con todo ello, Bruno califica como un escritor “grande” a Roberto Arlt.
“Es grande por la formidable tensión metafísica y religiosa de los monólogos de
Erdosain. Los siete locos está plagado de defectos. No digo de defectos estilísticos o
gramaticales, que no tendría importancia. Digo que está lleno de literatura entre
comillas, de personajes pretenciosos o apócrifos, como el Astrólogo. Es grande a pesar
de eso”.
(Cualquier parecido con la posterior obra de Ricardo Piglia, acaso no sea mera
coincidencia. En este parecido, también se puede inscribir una observación de Foffani y
Chiani: Sábato intervenía sobre la crítica tratando de dirigir las interpretaciones que se
hacían de la novela.)
5. Gótica y existencialista. Más allá del existencialismo sartreano, desde el punto de
vista filosófico, Fernando Aínsa propone observar las antinomias que, “con fuertes
resabios maniqueos”, presenta la novela: “luz-tinieblas, divino-demoníaco, lógicoilógico, orden-conjetura, ortodoxia-heterodoxia, pasado- futuro”, varias de las cuales nos
devuelven a la doctrina del gnosticismo.
Estéticamente, la lectura de José Amícola es muy interesante: considera a Sobre héroes
y tumbas la gran novela gótica argentina. “Si el incesto, las mansiones desoladas, las
tinieblas y las tumbas juegan un papel en el gótico más tradicional, Sábato sabe
combinar esta tradición popular con una corriente que lee como novelas de castillos
embrujados no sólo la historia argentina, sino también la literatura más canónica como
Rojo y negro de Stendhal o Iván Karamasov de Dostoievski”. Este análisis permite leer
la novela en serie con algunas obras de Edgar Allan Poe, como La caída de la casa
Usher.
El libro
“Sobre héroes y tumbas”, por Ernesto Sábato. Edición crítica coordinada por María
Rosa Lojo. Cole cción Archivos, Alción Editora, Córdoba, 2009, 1.146 páginas.
Precio: $ 160
Publicado en La Voz del Interior el 25 de abril de 2009
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