Ha muerto un hombre justo - ccoo

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Ha muerto un hombre justo
Ha muerto un hombre justo
Al abad Just no le gustaban los discursos, prefería actuar. Tras dejar el cargo, se mostró partidario de los
anticonceptivos y de la eutanasia pasiva
Ha muerto Cassià Maria (también llamado Joan de nombre de pila), un hombre justo que ha sabido hacer honor a su
apellido, Just. Un hombre bueno que amaba a la Iglesia y al país, que sufría por la Iglesia y por el país. Que amaba a los
pobres y a los disminuidos y ha sabido estar a su lado, no solo con buenas palabras, sino con hechos bien concretos. Nos
ha dejado alguien que siempre había tenido claro que no se ha hecho el hombre para la ley, sino la ley para el hombre.
El monje benedictino que acaba de fallecer había sido capaz, siendo abad de un monasterio, de criticar la falta de
valentía de la jerarquía eclesiástica en algunas ocasiones, como cuando el Vaticano recordó a las mujeres bosnias
violadas por soldados enemigos que no era lícito el aborto: "¡Viven en la luna!", clamó, y añadió, dirigiéndose a sus
hermanos en el episcopado: "Lo que tenéis que hacer es transmitirles una palabra que conforte; amarlas, porque han
sufrido mucho".
Así era, muy humano, Cassià Maria Just, el abad de Montserrat que se vio en el difícil trance de sustituir a Aureli Maria
Escarré, que tuvo que exiliarse en plena dictadura por haber osado criticar a aquel régimen nacionalsocialista al que
adulaba, en aquel tiempo, la mayor parte de la jerarquía católica española y catalana.
El padre abad defendió los derechos humanos de un modo también muy práctico. No era hombre de grandes discursos,
sino todo lo contrario: pocas palabras y pocas lecciones teóricas. Él simplemente actuaba. Se apuntó enseguida a la
propuesta que le hicieron algunos amigos (Sagristà, Vivas, Domingo, Garcia Vilaseca, Bigordà, Botam...) en el peor
momento de la peor crisis económica de la democracia, cuando miles de personas anónimas pasaban cada día a engrosar
las largas listas de parados del Inem --y muchas acababan perdiendo también el piso, y a veces el juicio e incluso a la
familia--, y fundaron Acció Solidària contra l'Atur, entidad ejemplar e innovadora de la que el abad emérito de
Montserrat aceptó ser el presidente.
También, unos años más tarde, se puso al frente de la Fundació Cassià Just, para la integración sociolaboral de personas
con inteligencia límite o disminuidas, que no podían encontrar trabajo por otras vías. Era un hombre que combinaba la
acción y la contemplación. Ojalá algún día los responsables de su Iglesia le hiciesen un poco más de caso. Así lo
explicaba: "Sueño con una Iglesia que tuviese un nuevo Pentecostés... más carismático, más participativo, no agresivo,
sino más bien agradecido por las cosas positivas, por lo que hacen nuestros contemporáneos, más que angustiado por
sus incoherencias y disparates".
Amén.
ÀLEX MASLLORENS
Muere Cassià Maria Just, el abad de Montserrat adelantado a su tiempo
El que fue abad de Montserrat durante 22 años --entre 1966 y 1989--, Cassià Maria Just, murió en la madrugada de ayer
en la enfermería del monasterio, 66 años después de haber ingresado en él. Contaba 81. Just reunía en su persona el
compendio de virtudes exigibles a los eclesiásticos salidos del concilio Vaticano II, cuyo espíritu ha sido desmantelado
por la jerarquía de la Iglesia católica en los últimos tres decenios. Le tocó, además, vivir los años de la transición
política en España. Su mandato robusteció el perfil de Montserrat como comunidad comprometida con la defensa de los
derechos humanos, el catalanismo y el progreso social. Su desaparición suscitó ayer un elogio unánime.
Desde su puesto de abad de la comunidad de monjes benedictinos se enfrentó primero a los gobernadores civiles de
Barcelona dando cobijo, por ejemplo, al encuentro de intelectuales, artistas y profesionales que en 1970 se citaron en el
monasterio para protestar contra el proceso de Burgos, el consejo de guerra a seis militantes de ETA para los que se
reclamaba la pena de muerte. Aquello fue el embrión de la futura Assemblea de Catalunya. Más tarde apadrinó la Marxa
per la Llibertat y las huelgas de hambre de Lluís Maria Xirinachs, que luego se convertiría en uno de los senadores más
votados de la joven democracia. También se puso del lado de la familia de Salvador Puig Antich, ajusticiado por el
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franquismo en sus estertores.
Jaume Camprodón, obispo emérito de Girona, que fue uno de los primeros en visitar la capilla ardiente, resume así su
actuación: "Supo estar en su lugar en momentos difíciles para la Iglesia y el país. Fue un hombre acogedor y de paz".
Años difíciles también para la Iglesia, aclaró Camprodón, por la ola de secularizaciones, las deserciones de sacerdotes y
religiosos que hubo que afrontar tras un concilio que dejó sentado que para poner en práctica los valores del Evangelio
no era indispensable confinarse en la vida eclesiástica.
COMPRENSIVO
Just, que asumió la jefatura de Montserrat con 152 monjes, casi el doble de los actuales, también supo estar ahí a la
altura de las circunstancias. "Lo gestionó bien, sin poner trabas a los que optaron por marcharse", recuerda el monje
Jordi Castanyer, que ejerció como secretario del abad a finales de los 70. Tan bien que una de las primeras en acercarse
al velatorio fue Laila, junto con su marido y su bebé, la hija de uno de aquellos clérigos secularizados. "Un hombre
bueno", dijo a la salida, conmovida, cuando se le preguntó por el finado. "Ojalá hubiera más como él".
Castanyer rememora otro de los méritos del desaparecido. "Se supo retirar. Ahí dio otra lección". Su antiguo secretario
se refiere a que sus sucesores, primero Sebastià Bardolet y, después, el actual abad, Josep Maria Soler, en ningún
momento se han sentido condicionados en su labor por la sombra del histórico dirigente de la comunidad. Castanyer
asegura que su salida de la jefatura, sobre la que hay versiones contradictorias, fue deseada y preparada por el interesado
tras convencerse de que había consumido el tiempo prudencial para permanecer en el cargo.
Tras marcharse cuando aún era joven, a los 63 años, siguió evidenciando que se trataba de un hombre adelantado a su
tiempo. A mediados de los 90 ya alertaba de los peligros de la COPE, la cadena radiofónica de los obispos, utilizada
como "medio de fomento del odio, la calumnia y el recelo hacia Catalunya". Hace ocho años, en una entrevista
concedida a Catalunya Ràdio hizo unas manifestaciones en las que reclamaba que la Iglesia católica se mostrara más
permisiva con los anticonceptivos. "Los métodos naturales que propone la Iglesia no son seguros", espetó. También dijo
entonces que la jerarquía católica daba la impresión de que a los homosexuales "no se les quiere" y se mostraba
partidario de la eutanasia pasiva.
NEGOCIACIÓN CON ETA
Más tarde, en el 2004, al igual que había hecho antes defendiendo al antiguo obispo de San Sebastián, José Maria
Setién, partidario de buscar el diálogo y la negociación con ETA, se dejó fotografiar al lado del presidente de ERC,
Josep-Lluís Carod-Rovira, cuando este compareció ante la opinión pública para explicar su viaje a Perpinyà para
entrevistarse con dirigentes de la organización terrorista. Hay quien opina que entonces fue instrumentalizado.
Just es además uno de los últimos representantes de una Iglesia catalana que un día fue escuchada en el Vaticano. A la
hora de nombrar obispos, por ejemplo. Su sintonía con el nuncio Luigi Dadaglio, después cardenal, siempre fue
manifiesta, también con Pablo VI y el cardenal Tarancón. Eran otros tiempos. Ayer, mientras yacía en un sencillo ataúd
de pino en una de las dependencias del monasterio una mujer escribía en el libro de condolencias: "He venido a
despedirme de una época, de un tiempo, de un país, de un hombre bueno".
A pesar de padecer un cáncer y de haber sufrido una intervención quirúrgica en el corazón, Just se mantuvo activo hasta
el último momento. El sábado se le oyó dar un pequeño concierto de órgano, la gran pasión del músico con sólida
formación que fue. Pero el domingo sufrió una embolia irreversible. El abad que fue "fiel al Evangelio", como lo
describió Soler, su actual sucesor, recibirá mañana sepultura en la cripta del santuario.
JORDI CASABELLA
El Periodico
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