nffjff UNIVERSIDAD l f - f NACIONAL % J J # DE COLOMBIA Sede Bogotá colección s e d e GRUPO DE INVESTIGACIÓN ESTATUTO EPISTEMOLÓGICO DE LA CIENCIA POLÍTICA INVESTIG ADORES Diana Coral Adolfo Chaparro Liliana Chaparro Juliana Cubides Óscar Mejía Hjalmar Newmark Jhon Palacios Jorge Iván Rodríguez Carolina Rosero Óscar Ernesto Sánchez José Pablo Tobar DIRECTOR DE LA INVESTIGACIÓN Óscar Mejía óuintana Director del Departamento de Ciencia Política GRUPO DE INVESTIGACIÓN ESTATUTO EPISTEMOLÓGICO D E LA C I E N C I A POLÍTICA ÓSCAR MEJÍA QUINTANA Profesor asociado (Generación 125 Años) y director del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia. Filósofo (Universidad Nacional de Colombia), master y doctor en Filosofía moral y política (Pacific University, U.S.A.). Adelantó un segundo doctorado en Filosofía del derecho en el Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia. ADOLFO CHAPARRO Profesor asociado de la Universidad del Rosario. Filósofo (Universidad Nacional de Colombia), master y doctorado en Filosofía (Universidad de París 8). E S T U D I A N T E S DEL D E P A R T A M E N T O DE F I L O S O F Í A DE LA U N I V E R S I D A D N A C I O N A L DE C O L O M B I A Diana Coral* Liliana Chaparro Jorge Iván Rodríguez* Carolina Rosero Óscar Ernesto Sánchez* José Pablo Escobar* E S T U D I A N T E S DEL D E P A R T A M E N T O DE C I E N C I A POLÍTICA DE LA U N I V E R S I D A D N A C I O N A L DE C O L O M B I A Juliana Cubides* Jhon Palacios* E S T U D I A N T E DE LA F A C U L T A D DE D E R E C H O DE LA U N I V E R S I D A D DE LOS A N D E S Hjalmar Newmark* * Actualmente graduados como filósofos, politólogos y abogado, respectivamente. El posestructuralismo en la filosofía política francesa contemporánea PRESUPUESTOS, CRITICAS Y PROYECCIONES Grupo de investigación Estatuto Epistemológico de la Ciencia Política Óscar Mejía Quintana-Director de la investigación El posestructuralismo en la filosofía política francesa contemporánea PRESUPUESTOS, CRÍTICAS Y PROYECCIONES Universidad Nacional de Colombia FACULTAD DE DERECHO, CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES DEPARTAMENTO DE CIENCIA POLÍTICA BOGOTÁ © Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá © Grupo de investigación Estatuto Epistemológico de la Ciencia Política Óscar Mejía Quintana-Director de la investigación Primera edición, 2004 Bogotá, Colombia, 2004 Coordinación editorial Dora Inés Perilla Castillo Revisión editorial Emma Ariza Carátula Camilo Umaña Caro Diseño y diagramación: Isabel Sandoval Preparación editorial e impresión: Universidad Nacional de Colombia, Unibiblos [email protected] ISBN 9 5 8 - 7 O I - 4 I 9 - 7 ISBN 9 5 8 - 7 O I - I 3 I - 7 (obra completa) Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia El posestructuralismo en la filosofía política francesa contemporánea : crítica, presupuesto y proyecciones / Diana Coral ... (et al.] ; dir. Óscar Mejía Quintana — Bogotá : Universidad Nacional de Colombia, 2004 446 pISBN : 958-701-419-7 i. Filosofía política 2. Filosofía de las ciencias políticas I. Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales. CDD-21 3 2 0 . 0 1 / 2 0 0 4 Tabla de contenido Prólogo, VÍCTOR FLORIÁN B. 19 Presentación, ÓSCAR MEJÍA QUINTANA Marco de la problemática, Del contractualismo a Marx El paradigma autopoiético 21 21 22 23 El paradigma consensual-discursivo 24 Estructuralismo y posestructuralismo 25 Origen, objetivos y metodología de la investigación 27 M A R C O DE R E F E R E N C I A Desarrollos posrawlsianos de la filosofía política contemporánea: republicanismo, marxismo analítico y democracia deliberativa ÓSCAR MEJÍA QUINTANA Introducción 31 1. La teoría de la justicia 34 1.1. La crítica al utilitarismo 34 1.2. Posición original y bienes primarios 36 1.3. Los principios de la justicia 39 1.4. El equilibrio reflexivo 2. El debate liberal-comunitarista 41 43 11 2.1. La crítica liberal 43 2.2. La crítica comunitarista 45 3. Marxismo analítico e ingreso básico universal 49 4. Republicanismo y democracia deliberativa 56 4.1. Consenso entrecruzado y razón pública 56 4.2. Democracia radical y política deliberativa 61 4.2.1. El modelo de democracia radical 62 4.2.2. Política deliberativa de doble vía 65 Conclusión 70 Introducción, JORGE 1VÁN R O D R Í G U E Z 75 PARTE i: Contexto y crítica al posestructuralismo francés CAPÍTULO I Foucault y Deleuze, reseña política de sus obras H J A L M A R FREDD NEWMARK D. Introducción 81 1. Michel Foucault: Una reseña de su obra política 83 1.1. Vigilar y castigar: La economía del poder 84 1.2. El pensamiento del afuera 92 1.3. Alrededor de Foucault: Deleuze y Baudrillard 95 2. Una oportunidad para la diferencia: El antiedipo y Mil mesetas 2.1. El antiedipo 99 2.2. Mil mesetas 111 2.3. Weber y el Estado 120 Conclusiones [12] 96 123 CAPÍTULO ÍI Las formas paradójicas del juicio en la filosofía política francesa contemporánea ADOLFO CHAPARRO AMAYA Introducción 125 1. El contexto de la discusión 126 2. Foucault 129 3. Lyotard 135 4. Deleuze 143 5. Derrida 150 Conclusiones 157 CAPÍTULO III La nueva democracia republicana: La crítica del posestructuralismo francés a los supuestos nietzscheanos-heideggerianos JOSÉ PABLO TOBAR Introducción 161 1. Mayo del 68: la mirada desbordante 164 1.1. Una época sin puntos fijos 164 1.1.1. Antecedentes 164 1.1.2. La Generación del 68 168 1.2. La interpretación de Nietzsche y de Heidegger 171 1.2.1. La relectura de Nietzsche 172 1.2.2. El capitalismo-esquizofrenia 177 2. La herencia de Nietzsche y de Heidegger 2.1. Nietzsche: La sombra de la desconfianza 182 183 2.1.1. La crítica nietzscheana 183 2.1.2. Aporías del antimodernismo nietzscheano 188 [13] 2.2. Reconstrucción de Heidegger 19) 2.2.1. La deconstrucción de la modernidad 193 2.2.2. Heidegger y la militancia nacionalsocialista 194 3. La incoherencia de la crítica 202 3.1. Una lectura democrática del sanatorio 204 3.2. La imperfección democrática y la dinámica de autocorrección 208 Conclusiones 209 PARTE Ii: Elementos para el bosquejo de una teoría del sujeto político posmoderno CAPÍTULO IV Individualismo contemporáneo o proceso de personalización en Gilíes Lipovetsky L I L I A N A PATRICIA CHAPARRO Introducción 213 1. El Individualismo: Proceso de personalización 214 i.i. La seducción y los encantos de lo político 218 1.2. El individualismo y la indiferencia pura 220 1.3. Narciso o la estrategia del vacío 222 1.4. Individualismo: Modernismo y posmodernismo 224 2. El Proceso de personalización y la moda 228 2.1. El individualismo y la moda plena 230 2.2. El desmoronamiento social y la moda 232 3. El posdeber del individualismo contemporáneo 3.1, Cambio de la virtud Conclusiones [14] 236 239 246 CAPITULO V El sujeto político posmoderno DIANA C A R O L I N A CORAL Introducción 249 1. La sociedad hiperreal 251 1.1. La transparencia: La verdad sin ocultamientos 251 1.2. La necesidad del simulacro 259 2. Transpolítica: Política en la sociedad contemporánea 264 2.1. El obeso 264 2.2. El rehén 272 2.3. Lo obsceno 282 3. Consecuencias del pensamiento de Baudrillard 286 3.1. Lo público y lo privado 287 3.2. La libertad: La cuestión de la responsabilidad 292 3.3. El disenso 298 Conclusiones 304 CAPÍTULO VI El retorno del sujeto: Un proyecto necesario JULIANA CUBIDES MARTÍNEZ Introducción 313 1. La noción de sujeto 314 2. La despolitización de la ciudadanía 316 3. Desmodernización y negación del sujeto 319 4. El Sujeto como movimiento social 321 Conclusiones 323 U5J PARTE 111: Bosquejo de una teoría de legitimidad en la posmodernidad CAPÍTULO VII Crítica del posrepublicanismo francés al neorrepublicanismo anglosajón CAROLINA ROSERO NIETO Introducción 329 1. Orígenes del republicanismo francés del siglo XIX 331 1.1. Siéyes y la fundación de la democracia representativa 331 1.2. Benjamín Constant y la crítica al movimiento revolucionario 334 1.3. Tocqueville y la discusión liberal de la democracia 336 2. Neorrepublicanismo anglosajón 342 2.1. Orígenes 342 2.2. De la libertad de los antiguos y de los modernos 343 2.3. La libertad como no interferencia 345 3. Posrepublicanismo francés 3.1. La propuesta posrepublicana y su crítica al liberalismo 353 353 3.2. El posrepublicanismo como una propuesta moderna diferente del neorrepublicanismo 356 3.3. Reivindicación de la subjetividad y el problema de la legitimidad 359 Conclusiones 362 CAPÍTULO VIII El marxismo analítico en la filosofía política contemporánea JHON 16 PALACIOS Introducción 363 1. El marxismo considerado desde una perspectiva analítica 368 i.i.¿Qué es el marxismo analítico? 368 1.2. Metodologías del marxismo analítico; Individualismo metodológico, teoría de juegos, teoría de la elección racional y explicación funcional 369 1.3. El materialismo histórico 375 1.4. El marxismo analítico y el problema de la justicia 377 1.5. La explotación 379 1.6. La revolución 380 1.7. Capitalismo y socialismo 381 1.8. Alternativas 382 2. Críticas al marxismo analítico y su metodología 388 2.1. Cohén y la Lectura exegética del materialismo histórico 390 2.2. Roemer y la teoría de la explotación 391 2.3. Cohén frente a Rawls 393 2.4. Van Parijs frente a Nozick 394 Conclusiones 395 CAPÍTULO IX Jean-Marc Ferry: Salario universal y republicanismo ÓSCAR ERNESTO SÁNCHEZ Introducción 397 1. El subsidio universal 399 1.1. Concepción general 400 1.2. La renta básica en la versión de Van Parijs 403 1.3. Yoland Bresson: una renta ciudadana para Europa 407 1.3.1. El planteamiento de Bresson 407 1.3.2. ¿Visión económica o política? 409 M 2. La obra de Jean-Marc Ferry 410 2.1. La propuesta de una allocation universelle 411 2.1.1. El contexto en que se desarrolla 411 2.1.2. La deuda mundial 412 2.1.3. La tercera revolución industrial 414 2.1.4. La ideología del pleno empleo salarial 415 2.1.5. Disociación del trabajo y concepciones de justicia 417 2.2. Allocation universelle 418 2.2.1. El cuarto sector productivo 421 2.2.2. La aplicabilidad de la propuesta 422 3. Criticas y desarrollos de la propuesta de Ferry 423 3.1. Ferry y otras concepciones de la renta básica 424 3.1.1. Ferry y Van Parijs 424 3.1.2. Ferry y Bresson 427 3.2. Ferry y el posrepublicanismo 3.2.1. Renta básica y republicanismo Conclusiones 428 431 432 Conclusiones Í18 JORGE IVÁN RODRÍGUEZ 435 Bibliografía complementaria 441 Prólogo LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA, en todas sus orientaciones, no cesa de dar pruebas de una fecundidad y de una diversidad sorprendentes. En oposición a la fenomenología, el estructuralismo aparece como una tentativa de disolución del sujeto en los sistemas develados por las ciencias humanas. Para esta nueva corriente, inspirada en la Lingüística como modelo de ciencia, el hombre ya no es un sujeto capaz de asumir enteramente su existencia sino un objeto recorrido por encadenamientos inconscientes. Desde esta perspectiva, Mikel Dufrenne, en el ensayo Pour V homme, se propone "Evocar el antihumanismo propio de la filosofía contemporánea y defender contra ella la idea de una filosofía que tendría como preocupación al hombre... Después de la muerte de Dios, por voces que se han puesto de acuerdo, la nueva filosofía proclama la muerte del asesino, la liquidación del hombre". ¿Podemos seguir creyendo en la racionalidad de la historia y en un sentido de la historia? Una noción como la de "progreso", como simple sucesión de etapas que tienden a la perfección final, tan firme y tan sólidamente establecida desde la Ilustración, es cuestionada por Foucault en la construcción de una historia crítica como búsqueda de lo próximo, de lo que brota del azar, de lo discontinuo. La diferencia, lo aleatorio, lo discontinuo, el poder, la tiranía del logos son categorías centrales en la perspectiva posestructuralista reforzada por la lectura de Nietzsche. De ahí los interrogantes sobre los universalismos y las búsquedas de un principio único o último, así como los ejes multiformes orientados al análisis de la sociedad, el deseo, la deconstrucción del discurso filosófico, el estatuto de las ficciones, el simulacro, pero como bien lo señala Descamps, "se abandonaron las versiones políticas de lo filosófico". Los supuestos nietzscheanos-heideggerianos conforman el núcleo de las críticas al estructuralismo-posestucturalismo, llevadas a cabo particularmente por Ferry y Renaut, cuando denuncian la ausencia de compromiso filosóficopolítico y de estrategias prepositivas de proyección emancipatoria. [19J EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA En la presente investigación colectiva sus autores recorren varias etapas: el posestructuralismo y sus correspondientes críticas, el problema de la legitimación en Lyotard, la seducción de lo político en Baudrillard, la era de los individuos en Lipovetsky, y finalmente una confrontación con la discusión filosófico-política contemporánea. Víctor Florián B. PROFESOR TITULAR U N I V E R S I D A D N A C I O N A L DE C O L O M B I A 20 Presentación ÓSCAR MEJÍA QUINTANA* Marco de la problemática en la línea y el grupo de investigación sobre el "estatuto epistemológico de las ciencias políticas" busca bosquejar los lineamientos de la crítica al posestructuralismo desarrollada en los últimos 20 años en Francia por la nueva generación de filósofos políticos y jurídicos franceses. Su horizonte de reflexión está centrado en la asunción que sus máximos exponentes, Foucault y Deleuze especialmente, hicieron de los presupuestos de Nietzsche y Heidegger, y en la reivindicación del modelo de política premoderna que desemboca en la relativización de toda resistencia y la descalificación de la modernidad y el humanismo jurídico. En esa dirección, la investigación rescata del e s t r u c t u r a l i s m o y posestructuralismo los elementos que permitan identificar y articular una línea de reflexión de filosofía política francesa proyectiva -encaminado a superar la diáspora de la disciplina, polarizada entre la filosofía política francesa, por una parte, y la norteamericana y alemana, por la otra, y propender -parafraseando a Boaventura de Sousa S a n t o s - por una nueva ecumene de la filosofía política universal a partir de la recuperación de su propia tradición y de los elementos comunes con las tradiciones afínes. Para Colombia esto tiene una justificación de dos caras: de una parte, al actualizar la recepción de la filosofía política francesa del último cuarto de siglo, intentar superar la lectura dogmática que se ha hecho del posestructuralismo en nuestro contexto. De otra, inferir de ello elementos que posibiliten nuevas lecturas del conflicto colombiano desde la filosofía política y la proyección potencial de soluciones normativas, lo cual supone abordar problemas centrales de la filosofía política: un problema central y recurrente, el ESTA INVESTIGACIÓN COLECTIVA INSCRITA * Profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia. 21 EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA de la legitimidad, que posibilita aproximarse, posteriormente, al del sujeto político moderno tardío y/o posmoderno. Tales son los horizontes que persigue esta exploración colectiva, que inmediatamente se intentarán relacionar con el conflicto de paradigmas filosófico-políticos y iusfílosóficos de la modernidad, en el marco del programa de investigación inicial que alimentó este estudio. Del contractualismo a Marx En un primer momento el programa de investigación se orientó a dilucidar los términos de la disputa al interior del contractualismo clásico entre los modelos de Hobbes, Locke y Rousseau y el intento de Kant por resolver sus debilidades y potenciar sus fortalezas, que origina la crítica de Hegel, inaugurando, en conjunto, dos lecturas opuestas de la legitimidad que se prolongan hasta nuestros días. Kant ofrece una lectura universalista de la legitimidad que respeta los postulados de autonomía, universalidad y libertad subjetiva, y Hegel una lectura contextuad que, frente a esa formalidad vacía de la moral, respeta las protoformas del ethos y la identidad de las comunidades. Las dos posturas, en especial la hegeliana, serán confrontadas por Marx, denunciando la abstracción que ambas hacen de las condiciones materiales que la legitimidad supone, es decir, de la existencia de esquemas de dominación que se imponen, ya por la fuerza, ya por la ideologización. La perspectiva marxista genera, a su vez, la crítica anarquista de Bakunin, no tanto en cuanto a su diagnóstico como a las estrategias partidistas y estatales con las cuales revertir ese estado de cosas, constituyéndose, sin embargo, ambas interpretaciones en un radical cuestionamiento a todo tipo de legitimidad derivado del capitalismo o de un sistema de autoridad semejante. En este marco, la investigación abordó dos digresiones sobre el problema de la legitimidad que había que tener en cuenta. Primero, el conflicto entre la ortodoxia y la heterodoxia marxistas en un giro que culminaría con una visión reformista de la revolución y la legitimación definitiva del marxismo como doctrina política en la democracia liberal. Segundo, el planteamiento filosófico-político del fascismo, en una de sus versiones más lúcidas y representativas, la de Cari Schmitt, y su implacable crítica de la democracia liberal, mostrando cómo la decisión del soberano desborda, en un momento dado, la necesidad de legitimación democrática de la sociedad. 22 PRESENTACIÓN El paradigma autopoiético En un primer punto de inflexión, la investigación exploró la tensión dilemática de la filosofía práctica contemporánea entre dos de sus paradigmas dominantes: uno, el autopoiético o autorreferencial que concibe la moral, la política y el derecho como sistemas sociales autonomizados entre sí, sin otro tipo de comunicación que el sistémico o funcional. Y otro, el dialógico o deliberativo (Rawls, Habermas) que, por el contrario, los comprende abiertos a los impulsos provenientes del entorno, es decir, de la pluralidad propia del mundo de la vida. Una u otra orientación paradigmáticas tienen, por supuesto, implicaciones decisivas en la vida práctica e institucional de una sociedad, constituyéndose en dos modelos de legitimidad, justificación moral y democracia de naturaleza y carácter diferentes, por no decir que opuestos. El paradigma autopoiético de Niklas Luhmann se interpretó como una radicalización tanto del liberalismo clásico como del iuspositivismo, resimbolizando la voluntad popular y la validez jurídica en términos de una concepción autorreferente de la política. En general, se buscó reconstruir críticamente el proceso de maduración, consolidación y constitución del paradigma en la perspectiva de lograr una comprensión histórico-estructural de conjunto que permitiera acercarse a la multiplicidad de perspectivas que se desprenden del mismo. En esa dirección, inicialmente se reconstruyó el proceso de maduración, consolidación y proyección del paradigma autopoiético en y desde sus orígenes sociológicos y sus derivaciones en el análisis de los sistemas sociales, en particular los que conciernen a los campos de reflexión de la filosofía práctica, tales como la moral, la política y el derecho. Se abordaron tres momentos en el desarrollo del paradigma: en el primero se mostró el proceso de maduración del paradigma, a partir de la crítica a la teoría clásica sociológica y la propuesta alternativa -todavía muy influenciada por la obra de Parsons-que empieza a bosquejarse en su abordaje sobre el problema del poder, por ejemplo. En el segundo, la consolidación del paradigma, emplazándose ya frente al contexto sociológico contemporáneo. En el tercero, la proyección del paradigma, mostrando la recepción y aplicación que el mismo empieza a tener como nuevo esquema de interpretación social y su papel heurístico en el análisis de la integración en las sociedades complejas, particularmente en lo que se refería a la moral, la política y el derecho y sus relaciones recíprocas como sistemas autorreferentes. I23J EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA El paradigma consensual-discursivo Frente al paradigma autopoiético pueden oponerse, más que cronológica, analíticamente, dos propuestas sistemáticas filosófico-políticas. La primera de ellas es la representada por el paradigma consensual-discursivo, en cabeza de Rawls y Habermas, fundamentalmente, que condicionan la legitimidad del ordenamiento jurídico-político a una concepción consensuada y deliberante de la justicia social. En este punto la investigación se orientó, inicialmente, a reconstruir el desarrollo del planteamiento rawlsiano desde una perspectiva histórico-estructural que permitiera comprender sus orígenes, consolidación y proyección en el conjunto de la filosofía práctica (moral, política y jurídica) contemporánea. El primer planteamiento de Rawls de Teoría de la justicia (1971) intenta resolver la dicotomía contemporánea entre legalidad y legitimidad a través de u n procedimiento de consensualización m o r a l que s o m e t e el ordenamiento jurídico-político a unos criterios de justicia concertados imparcialmente. Pero esta propuesta, más que resolver la cuestión, reaviva el debate Kant-Hegel en los términos clásicos. La polémica entre liberales y comunitaristas que tiene como principales protagonistas a Buchanan y Nozick, de una parte, y a Maclntyre, Taylor, Sandel y Walzer, de otra, polariza la discusión sobre la legitimidad en torno a los términos dilemáticos y excluyentes de la economía y la tradición, reeditando la dicotomía anotada en una dirección que generaliza la discusión al conjunto de la filosofía práctica contemporánea. La investigación abordó la respuesta de Rawls, tanto a los liberales como a los comunitaristas, en los artículos "Unidad social y bienes primarios" (1978), "El constructivismo kantiano en la teoría moral" (1980) y "Sobre las libertades" (1981), los cuales anticipan el "giro pragmático" que se presenta en el Liberalismo político (1993) y "El derecho de los pueblos" (1993), donde Rawls concreta el planteamiento normativo de su primera etapa en una concepción política de la justicia, fruto del consenso e n t r e c r u z a d o de las diversas visiones omnicomprensivas que componen la sociedad, mostrando, incluso, sus potenciales derivaciones a nivel global. En el marco de esta problemática, Habermas desarrolla, en la última etapa de su monumental reflexión, una teoría del derecho y la democracia que, de una parte, profundiza sus reflexiones tempranas sobre la legitimación en el capitalismo tardío, que le permite replantear y complementar su propia teoría de la acción comunicativa y, de otra, en diálogo con las principales corrientes con- [24] PRESENTACIÓN temporáneas, proponer un nuevo paradigma jurídico-político, el discursivoprocedimental. Su objetivo es superar la crisis de las sociedades contemporáneas a través de la reconstrucción normativa de la legitimidad fracturada, conciliando la dicotomía entre el mundo de la vida y los subsistemas económico y políticoadministrativo a través de un modelo de democracia deliberativa como expresión del poder comunicativo de la sociedad civil y la opinión pública. Estructuralismo y posestructuralismo La segunda propuesta filosófico-política que analíticamente puede oponérsele al paradigma autopoiético la constituye la teoría del poder del estructuralismo y posestructuralismo francés, denunciando los nuevos tipos de legitimación que corresponden a la sociedad poscapitalista. Foucault plantea en un primer momento las nuevas dimensiones que el problema de la legitimidad presenta en la sociedad contemporánea, así como los nuevos retos que ello supone para las perspectivas críticas y contestatarias que pretendieran resimbolizarla. Deleuze se aproxima a toda esta nueva complejidad adivinándola en la esquizofrenia polivectorial que sostiene invisible el andamiaje poscapitalista. Barthes y Canetti la escudriñan en los recónditos entramados de un pasado cuasi-animal siempre presente en sus expresiones actuales, ya como el reverso de una libido dominandis, ya en el secreto como médula del poder. La consideración posestructuralista radicaliza estas evidencias. La legitimación en Lyotard es la clave de bóveda del conflicto de saberes de la sociedad posmoderna. La legitimidad queda así reducida a las estrategias seductoras y fatales (Lipovetsky, Baudrillard) de un poder etéreo e inasible enraizado, más que en las relaciones de clase, en su propia dinámica de deseo. La filosofía política francesa de la segunda mitad del siglo XX puede caracterizarse, a grandes rasgos, por tres momentos. El primer momento, en los años inmediatos de la posguerra, representado por Sartre y cuya característica principal es su pretendida simbiosis entre existencialismo y marxismo, en lo que se reconoció como el humanismo existencialista. El segundo momento viene dado por la reacción estructuralista y posestructuralista, a partir de LéviStrauss, liderada por Foucault, Deleuze, Lyotard y Derrida, entre otros, cuyo denominador común será -frente al periodo anterior- su decidido talante antihumanista, recuperando una matriz nietzscheano-heideggeriana de la que desprenden no pocos de sus planteamientos críticos sobre la modernidad. I25J El. POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA En este marco se desarrollan varias líneas de reflexión: una teoría del sujeto, que busca desentrañar las estrategias de subjetivización desarrolladas por la modernidad y que anticipan el nuevo perfil del sujeto político posmoderno; y una teoría del poder que igualmente explora la naturaleza que este adquiere en las sociedades poscapitalistas, así como los nuevos tipos de legitimación que empiezan a corresponderle. Foucault plantea, inicialmente, las nuevas dimensiones de estas problemáticas en la sociedad contemporánea, así como los nuevos retos que ello supone para las perspectivas críticas y contestatarias que pretendían resimbolizarla, desde una reflexión sistemática sobre el sujeto y la nueva economía de poder que empezaba a evidenciarse. El marxismo estructuralista francés, de Goldmann, Althusser y Poulantzas, desarrolla una versión más puntual, mediada por las relaciones de dominación y explotación de clases, pero que se inscribe, en términos generales, en esa reinventada economía de poder como dispositivo plural, ya a través del «sujeto ideológico», ya a través de un fraccionamiento de la clase hegemónica. La consideración posestructuralista radicaliza estas evidencias. La legitimación en Lyotard es la clave de bóveda del conflicto de saberes de la sociedad posmoderna, si bien poco tiene que ver con la justificación intersubjetiva que suponía el contrato social de la modernidad. Legitimidad que se ve apuntalada por nuevas y sutiles estrategias de subjetivización (Lipovetsky, Baudrillard) a través de las cuales ese poder etéreo e inasible, enraizado, más que en las relaciones de clase, en la propia dinámica de deseo, somete a la sociedad a una dominación implacable pero aceptada por todos. Un tercer momento, cuya recepción no ha sido suficientemente asimilada en nuestro medio, viene dado, a partir de mediados de los ochenta, por una contracrítica radical del estructuralismo y el posestructuralismo francés, la recuperación de problemas clásicos de la filosofía política francesa y un intento de apertura y diálogo con otras tradiciones fílosófico-políticas continentales y americanas. La punta de lanza de esta crítica es la denuncia a los supuestos nietzscheanoi-heideggerianos de la reflexión estructuralista, abordados de manera olímpica por la generación anterior sin explorar sus ambivalencias y ambigüedades y que, finalmente, comprometieron su proyecto filosófico-político, reduciéndolo a una denuncia estéril sin estrategias de proyección prepositivas y edificantes. En efecto, las doctrinas de Nietzsche sobre el nihilismo, el vitalismo, la muerte de Dios, el eterno retorno, aunados a las tesis sobre la obstaculización 26 PRESENTACIÓN en la vida diaria que representa el mundo de la técnica, sirven a Heidegger como punto de partida para estructurar su posición en relación con el derecho, indudablemente orientado a la consecución de una desarticulación de las ideas kantiano-roussonianas respecto del contrato social y la República considerada como una idea regulativa de la Razón en sentido kantiano. Tales antecedentes filosófíco-doctrinales en Foucault, y en buena parte también en Deleuze, lo conducen a posiciones que -al decir de la crítica francesa al posestructuralismo- lo llevan a una reivindicación de valores que se creían exclusivamente referidos a sociedades premodernas, cayendo así en posiciones relativistas, escépticas y nihilistas que no permiten ningún reconocimiento de las posibilidades emancipatorias -por imposibles que parezcan- en el pensamiento jurídico-político moderno. Origen, objetivos y metodología de la investigación Por último, unas palabras sobre el origen vital, los objetivos y la metodología de esta investigación. Este proyecto nació en las playas de Cartagena, en el marco del Simposio Internacional de Filosofía Política, organizado por la Revista Internacional de Filosofía Política con sede en México y España. Surgió de un grupo de estudiantes del Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional que había sido enviado al Simposio y de otros más que, aunque no pudieron hacer parte del grupo nuclear, siempre nos apoyaron con su entusiasmo. El punto de partida fue reconocer, más que el vacío, la subvaloración que sobre filosofía política francesa contemporánea existía en el Departamento de Filosofía debido a la preeminencia hegemónica de otras posturas a su interior y la necesidad de explorar nuevos caminos teóricos que permitieran contrastar las recepciones excesivamente dogmáticas que la filosofía francesa había tenido hasta el momento en el contexto colombiano. A raíz de una pasantía realizada por el suscrito profesor, Óscar Mejía Quintana, en la Universidad de París 8, con el total apoyo del Departamento de Filosofía y en el marco del Programa de Doctorado (el segundo en mi haber) que venía adelantando en el Departamento, y de un seminario que sobre los resultados de la misma adelanté allí, el mencionado grupo de estudiantes, a los que después se sumaron estudiantes de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional y de la Facultad de Derecho de la Universidad de Los Andes, así como profesores de otras universidades, emprendimos este proyecto que hoy comienza a dar a luz. [27] EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA El proyecto colectivo buscaba cumplir, en consecuencia con el marco antes expuesto, varios objetivos sustanciales, cuya evaluación quedará en manos del lector. En primer lugar, definir los momentos principales del pensamiento filosófico-político francés de la segunda mitad del siglo XX, precisando especialmente los contornos de la crítica estructuralista a la subjetividad moderna. A partir de lo anterior, explorar el nuevo perfil de la subjetividad posmoderna y las características del sujeto político de la sociedad poscapitalista, tal como se deduce de los planteamientos de sus principales exponentes, así como determinar los términos en que se replantea el problema de la legitimidad en la sociedad posmoderna y su relación con otras posturas actuales de la filosofía política universal. En segundo lugar, la investigación quería determinar las concepciones sobre el poder del estructuralismo y posestructuralismo francés en orden a precisar sus nuevas concepciones sobre la legitimidad en el capitalismo tardío que permitieran inferir elementos para contrastar sus particulares perspectivas con la discusión filosófico-política contemporánea. Y, en tercer lugar, la investigación buscaba reconstruir las tendencias prepositivas de la filosofía política francesa contemporánea a partir de tres intuiciones: de una parte, la recuperación crítica de la teoría del sujeto y el poder en la perspectiva de fundamentar un proyecto filosófico-político de índole propositivo; de otra, la articulación de lo anterior con problemáticas clásicas de la filosofía política moderna y actual, a saber: el problema de la legitimidad, el problema del conflicto de libertades y el problema de la estabilidad; y, finalmente, la redefinición del papel del humanismo jurídico-político y del estado democrático de derecho. La metodología de trabajo consistió en la elaboración y crítica de los diferentes escritos, con base en un programa construido de forma mancomunada por todo el grupo, buscando respetar los intereses investigativos de cada uno de los integrantes y a la vez posibilitar la creación de un espacio en el que todos pudieran desde su trabajo personal generar la construcción de un conocimiento propio del grupo en su conjunto, alimentado por conferencias periódicas de profesores especialistas sobre filosofía política y jurídica francesa, en donde es de justicia rescatar el aporte de profesores de los departamentos de Filosofía y Ciencia Política de la Universidad Nacional. Pese a todos los obstáculos que el quehacer académico me impuso como coordinador y que sólo fueron superados por el apoyo, la comprensión y la paciencia del grupo de estudiantes de filosofía, finalmente logra- 28I PRESENTACIÓN mos pulir la versión que hoy ponemos a consideración de la comunidad académica. El resultado tiene que tomarse como un mero punto de partida para reactivar una discusión que en mora está por rehacerse. Discusión que simplemente retoma una perspectiva crítica, por supuesto no exenta de polémica, que en el mismo pensamiento francés se ha catalizado con la publicación de la Historia de lafilosofíapolítica (2000) de Alain Renaut, liderando a un grupo de pensadores franceses que han coincidido con los planteamientos que de vieja data ya compartía con Luc Ferry. Sobre lo acertado o no de tales posturas no hemos tomado posición explícita: simplemente hemos querido exponerlas para que sean discutidas por la comunidad académica colombiana y se infieran del debate las conclusiones pertinentes. Quiero reconocer en esta somera presentación la labor de coordinación y de edición de tres estudiantes, reconocimiento que no dudo es también el de sus compañeros. Primero que todo, el trabajo de Liliana Chaparro quien coordinó los engorrosos detalles que estas investigaciones exigen en la Universidad Nacional. Y, segundo, la coordinación y edición de este texto que los mismos estudiantes tomaron en sus manos, liderados por José Pablo Tobar y Jorge Iván Rodríguez, el segundo de los cuales ha puesto de manifiesto lo mejor de la formación analítica de la que es producto en el Departamento de Filosofía. Pero debo agradecer, en realidad, a todos: a Carolina, a Diana, a Óscar, a Jhon, a Juliana en la Universidad Nacional. Pero también, en la Universidad de Los Andes, a Andrés Duran y, a Hjalmar Newmark, y en la Universidad del Rosario al profesor Adolfo Chaparro, viejo amigo y doctorado en Filosofía en París 8, uno de los mayores conocedores de la filosofía francesa contemporánea. Igualmente a la profesora Maritza Formisano, colega en la Universidad de Los Andes, a quien debo la concreción de mi pasantía en París 8, por su aporte en la consideración de la filosofía jurídica francesa. De todos es esta obra colectiva y a todos no puedo sino agradecer esta invaluable experiencia vital, como pocas en mi vida académica. Los méritos de esta obra colectiva son todos de ellos, sus debilidades, sólo mías. I29J MARCO DE R E F E R E N C I A Desarrollos posrawlsianos de la filosofía política contemporánea: republicanismo, marxismo analítico y democracia deliberativa ÓSCAR MEJIA QUINTANA Introducción EL RESURGIMIENTO DE LA FILOSOFÍA POLÍTICA en la segunda mitad del siglo XX se origina, cronológicamente, con la publicación de la Teoría de la justicia (1971) de John Rawls, cuyos planteamientos constituyen un audaz intento por fundamentar una nueva concepción de la moral, la política y el derecho, y de sus relaciones entre sí, con sustanciales connotaciones para el desarrollo institucional de la democracia e inaugurando con ello un proyecto alternativo, similar al de Habermas, que hoy se inscribe en lo que ha dado en llamarse democracia deliberativa. La Teoría de la justicia termina de redondear la crítica al utilitarismo que Rawls había emprendido 20 años atrás, cuando decide acoger la tradición * Profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia. Profesor de Teoría Jurídica de la Facultad de Derecho de la Universidad de Los Andes. Filósofo (U. Nacional), diplomado en Estudios Humanísticos (U. del Rosario), especialista en Filosofía Contemporánea (Georgetwon University, Washington D.C), master y doctor en Filosofía Política y Filosofía Moral (Pacific University, Los Angeles). Adelantó un segundo doctorado en Filosofía del Derecho en el Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional. Autor de Derecho, legitimidad y democracia deliberativa (Bogotá, Temis, 1998), justicia y democracia consensual (Bogotá, Siglo del Hombre, 1997), Estudio preliminar a John Rawls, El derecho de los pueblos (Bogotá, Ediciones Uniandes, 1996), El humanismo crítico latinoamericano (Bogotá, M&T Editores, 1993), entre otros. 31 EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA contractualista como la más adecuada para concebir una concepción de justicia como equidad, capaz de satisfacer por consenso las expectativas de igual libertad y justicia distributiva de la sociedad. Para ello concibe un procedimiento de consensualización, la posición original, de la que se derivan, en condiciones simétricas de libertad e igualdad argumentativas, unos principios de justicia que orientan la construcción institucional de la estructura básica de la sociedad, a nivel político, económico y social1. El planteamiento rawlsiano genera un debate sin precedentes en el campo de la filosofía moral y política que, aunque se inicia en los Estados Unidos, se extiende rápidamente a Europa y otras latitudes por sus implicaciones para la estructuración o reestructuración institucional de los estados y sociedades, en el marco de una tendencia globalizadora que exige radicales reformas internas en los mismos. Las primeras reacciones a la propuesta rawlsiana, en la misma década de los setenta, van a provenir, desde la orilla liberal, de los modelos neocontractualistas y, posteriormente, iniciando la década de los ochenta se origina la reacción comunitarista. dando origen a una de las más interesantes polémicas filosófico-políticas del siglo XX, conocida como el debate liberal-comunitarista 2 . La discusión se revigoriza con la publicación del libro Political Liberalism, de Rawls, en sus dos ediciones de 1993 y 19973, donde es innegable la influencia determinante del arsenal comunitarista, forzando una revisión de los principios liberales decimonónicos y dando origen a un nuevo tipo de liberalismo político que pocos se atreverían a identificar con su antecesor. En este marco se desarrollan tres ramificaciones de la filosofía política contemporánea. Una primera la constituye el republicanismo que encuentra su renacer, después de casi un siglo4, en la década de los setenta, con los estudios 1 John Rawls, Teoría de la justicia, México: FCE, 1979. 2 Stephen Mulhall & Adam Swift, Liberáis & Communitarians, Oxford & Cambridge: Blackwell, 1992. 3 4 John Rawls, Liberalismo político, Barcelona: Crítica, 1996. Para una visión crítica alternativa de la tendencia republicana ver los decisivos estudios de Marcel Gauchet, La Révolution des Droits de l'Homme, Paris: Gallimard, 1989; Blandine Kriegel, Cours de Philosophie Politique, Paris: Librairie Genérale Francaise, 1996; Alain Renaut et al.. Les Philosophies Politiques Contemporaines, Paris: Calmann-Lévy, 1999 y, [32] MARCO DE REFERENCIA de Pocock v Skinner5 que, paralelo al comunitarismo y alimentándose del mismo, reconstruye los presupuestos de la tradición republicana y su crítica al liberalismo 6 . Una segunda, que se consolida desde la década de los ochenta, la encontramos en el marxismo analítico, cuyos principales exponentes serán Jon Elster y Philippe van Parijs, entre otros 7 , y que se presenta, en la versión del segundo, como un "rawlsianisno de izquierda", problematizando la posibilidad, incluso, de una "vía capitalista al comunismo". Entre estos diques se va bosquejando una tercería, tanto como consolidación de sus propios planteamientos como en respuesta a los mismos, expresada en la obra del último Habermas, Facticidad y validez (1992), donde propone una teoría discursiva del derecho y la democracia, así como, en el mismo Rawls, con la publicación de Liberalismo político (1993). En ambas obras los dos autores, retomando muchos de los presupuestos republicanos 8 , coinciden en la especialmente, Sylvie Mesure et al., Les Critiques de la Modernité Politique, Paris: Calmann-Lévy, 1999. 5 Ver J. G. A. Pocock, The Machiavellian Moment, Princeton: Princeton University Press, 1975 y, más tarde, Quentin Skinner, Machiavelli and Republicanism, Cambridge: Cambridge University Press, 1990. 6 Ver, entre otros, Cass Sunstein, After the Rights Révolution, Cambridge: Cambridge University Press, 1990; y, especialmente, Philip Pettit, Republicanismo, Barcelona: Paidós, 1999. 7 Philippe van Parijs, ¿Qué es una sociedad justa?, Barcelona: Ariel, 1993; Sauver la Solidante, Paris: Cerf, 1996; Libertad real para todos, Barcelona: Paidós, 1996; Refonder la Solidante, Paris: Cerf, 1996, entre otros. Así como Jon Elster, "Ulises revisitado: compromisos previos y constitucionalismo", en Revista Análisis Político (No. 35), Bogotá: IEPRI (Universidad Nacional), 1998 y Constitucionalismo y democracia, México: FCE, 1999, entre muchos otros. 8 Ver, particulamente, Jürgen Habermas, "El papel de la jurisdicción y jurisprudencia constitucional en la comprensión liberal, en la comprensión republicana y en la comprensión procedimental de la justicia", en Facticidad y validez, op. cit., Madrid: Trotta, 1998, y John Rawls, "La idea de una razón pública", en Liberalismo Político, op. cit, y "Las libertades de los modernos versus la voluntad del pueblo", en J. Habermas y J. Rawls, Debate sobre el liberalismo político, Barcelona: Paidós, 1998. [33] E i POSESTJÍÜCriyJÍAi/SMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA propuesta de un modelo de democracia deliberativa que a su vez se ha visto enriquecido por diversas interpretaciones desde las tendencias anotadas. De allí las tres lecturas diferentes de lo que es o puede ser este modelo de democracia deliberativa9 en el contexto de final y principios de siglo: una, de raigambre comunitarista-republicana10, otra de contornos marxista-analíticos n y, finalmente, una última de directa influencia rawlsiano-habermasiana12. El presente escrito intentará dar una visión panorámica de estos desarrollos de la filosofía posrawlsiana, comenzando por presentar los principales constructos de la teoría de la justicia de Rawls (1), para seguir con el debate liberal-comunitarista que suscita (2) y que permite comprender los antecedentes inmediatos del marxismo analítico, en especial de la propuesta de Van Parijs, de un ingreso básico universal (3) para, finalmente, abordar la lectura republicana de Rawls y Habermas que inspira, de manera indirecta aunque sustancial, un modelo alternativo de democracia deliberativa (4). i. La teoría de la justicia i.i. La crítica al utilitarismo El propósito de Rawls será tratar de fundamentar una teoría de la justicia contractualmente, buscando generalizar y llevar a un nivel conceptual más alto la visión tradicional del contrato social, superando las inconsistencias de los modelos clásicos de Locke y Rousseau, desde una lectura igualmente crítica de Kant13. 9 De lo cual puede servir de referencia, ya para ser revisada, el texto de Jürgen Habermas, "Tres modelos normativos de democracia", en La inclusión del otro, Barcelona: Paidós, 1999. 10 Por ejemplo, Michael Sandel, Democracy's Discontent, Cambridge: Harvard University Press, 1996. Y, en una línea similar, aunque con directa influencia posutilitarista, Amy Gutman, Dennis Thompson, Democracy and Disagreernent, Cambridge: Harvard University Press, 1996. 11 Jon Elster, Deliberative Democracy, Cambridge (UK): Cambridge University Press, 1998. 12 Ver James Bohman, Public Deliberation, Cambridge (USA): MIT Press, 1996; así como James Bohman & William Rehg, Deliberative Democracy, Cambridge: MIT Press, 1997. Y, en el contexto europeo, Chantal Mouffe, El retorno de lo político, Barcelona: Paidós, 1999. 13 [34] John Rawls, Teoría de la justicia, op. cit. MARCO DE REFERENCIA De allí por qué precise darle contenido ético-racional al contrato social y carácter contractual a los imperativos morales kantianos para superar lo que eventualmente podrían considerarse debilidades en ambos planteamientos, a saber: un contrato social que, aunque asumido por la mayoría, pueda ser arbitrario, y unos imperativos morales que carezcan de la necesaria deliberación colectiva. Rawls observa que existe una manera de pensar acerca de la sociedad que hace fácil suponer que la concepción utilitarista de la justicia es la más íntegra. La base de esto es la consideración de que lo más justo para un ser humano es la mayor satisfacción de sus deseos en el transcurso de su vida. Del principio de utilidad para un solo individuo se extrapola el fundamento de la justicia social: Puesto que el principio para un individuo es promover tanto como sea posible su propio bienestar, esto es, su propio sistema de deseos, el principio para la sociedad es promover tanto como sea posible el bienestar del grupo, esto es, realizar en la mayor medida el sistema comprensivo de deseos al que se llega a partir de los deseos de sus miembros... Una sociedad está correctamente ordenada cuando sus instituciones maximizan el balance neto de satisfacción14. En esta visión, sostiene Rawls, no importa de qué manera se distribuye la suma de satisfacciones entre el conjunto de la sociedad ni tampoco el condicionamiento temporal para la realización de las mismas. La proyección racional de los deseos del individuo al conjunto de la sociedad legitima el principio de utilidad como criterio de justicia social. La figura metodológica del utilitarismo para fundamentar esto, sostiene Rawls, es la del espectador imparcial. A través de ella son proyectados los deseos del individuo al conjunto de la sociedad y, por tanto, lo que es bueno o justo - e n últimas útil- para el individuo debe serlo necesariamente para la sociedad como conjunto 15 . Como es obvio, Rawls no puede considerar semejante procedimiento moralmente justo, pues no se trata sino de los intereses individuales disfrazados y autolegitimados como intereses generales, sin que medie ningún procedimiento de argumentación que establezca los parámetros de aceptación l4 /b¿d.,p.42. 15 Ibid., p. 45. [35] EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA moral de los principios ni, mucho menos, ningún acuerdo social que los sancione como justos o, al menos, concertados por la mayoría de la sociedad. 1.2. Posición original y bienes primarios Rawls va a concebir un procedimiento de argumentación moral para garantizar que los principios de la justicia sean escogidos contractualmente, pero rodeando ese contrato de todas las garantías necesarias para que sea el de hombres racionales y morales que no contaminen con sus juicios egoístas la imparcialidad de los mismos. El constructo metodológico que utiliza inicialmente para ello será el de la posición original, con el cual se pretende describir un estado hipotético inicial que garantice la imparcialidad de los acuerdos fundamentales: "... la posición original es el statu quo inicial apropiado que asegura que los acuerdos fundamentales alcanzados en ella sean imparciales"16. Allí se trata de averiguar cuáles principios sería racional adoptar en una situación contractual, sin caer en el utilitarismo y sin partir de las preconcepciones propias del intuicionismo. Rawls, entonces, imagina una situación en la que todos están desprovistos de información que pueda afectar sus juicios sobre la justicia, excluyendo así el conocimiento de las contingencias que ponen a los hombres en situaciones desiguales y les introducen preconceptos en la selección de los principios directores. La posición original debe garantizar una situación inicial de absoluta neutralidad que asegure la imparcialidad de los principios de justicia. En ese propósito "... parece razonable y generalmente aceptable que nadie esté colocado en una posición ventajosa o desventajosa por la fortuna natural o por las circunstancias sociales al escoger los principios" 17 . De igual manera, así como se considera razonable que no haya situaciones iniciales de ventaja o desventaja, tampoco lo es que los principios generales sean, como en el caso del utilitarismo, proyecciones sociales de los intereses individuales de los participantes. Con el fin de garantizar la mayor imparcialidad de los principios se requiere establecer una serie de restricciones de información que no le permitan a los participantes un conocimiento específico de las circunstancias sociales que los coloque en ventaja entre sí mismos, pero también, frente a otras generaciones que no están presentes en la situación contractual. w !btd.,p. 35. 17 [36] Ibid., p. 36. M A R C O DE R E F E R E N C I A Si lo anterior constituía la condición de la posibilidad general para lograr que en el procedimiento de selección de los principios todos los agentes estuvieran en una situación "neutra" similar, Rawls recurre enseguida a un mecanismo más específico para garantizar ello. El velo de ignorancia es el subconstructo que permite, efectivamente, que al interior de la posición original todos sean iguales y tengan los mismos derechos en la manera de escoger los principios de la justicia. El propósito del velo de ignorancia es representar la igualdad de los seres humanos en tanto personas morales y asegurar que los principios no serán escogidos heterónomamente. Y así lo enfatiza más adelante: ... tenemos que anular los efectos de las contingencias específicas que ponen a los hombres en situaciones desiguales y en tentación de explotar las circunstancias naturales y sociales en su propio beneficio... Para lograr esto supongo que las partes están situadas bajo un velo de ignorancia18. Las partes no pueden conocer determinada información particular que viciaría los contenidos de los principios de justicia. No conocen su posición social, sus talentos o capacidades, sus rasgos psicológicos, como tampoco las condiciones políticas, económicas o culturales de su propia sociedad ni la generación a la que pertenecen. Aunque no conocen esta información específica sobre sí mismos y su sociedad, sí tienen acceso, por el contrario, a cierto tipo de información general tal como que la estructura social debe regirse por principios de justicia, así como a teorías y leyes generales de carácter político, económico y psicológico que pueden contribuir en sus deliberaciones sobre los principios de justicia. La posición original y el velo de ignorancia hacen posible un acuerdo unánime sobre los principios de la justicia que, de otra manera, sería imposible concertar con garantías consensúales y morales suficientes sobre el contenido de los mismos 19 . Para Rawls, la posición original y el velo de ignorancia constituyen la situación y el mecanismo que permite que los principios de justicia satisfagan dos condiciones que los modelos contractualistas anteriores no habían logrado realizar. Primero, garantizar plenamente el procedimiento y la base consensual ]$ Ibid.,p. 163. 19 Ibid., p. 167. [37] EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA del contrato social; y, segundo, gracias a lo anterior y a las restricciones de información impuestas por el velo de ignorancia, imprimirle a la selección de los principios de la mayoría la legitimidad moral que evite cualquier asomo de arbitrariedad. Rawls no descarta, por último, que los principios de justicia que intuitivamente consideremos acertados sean los que, finalmente, asumamos por consenso. Lo que sí descarta es que, antes del proceso de argumentación, estos sean asumidos como principios reguladores. A través de ello, tanto los principios derivados del utilitarismo como los presupuestos por el intuicionismo son filtrados por el procedimiento de argumentación y consenso, accediendo a unos principios moralmente válidos y socialmente aceptados por todos. Pero la primera objeción que podría hacerse a este planteamiento, afirma el mismo Rawls, es que al desconocer las particularidades de su vida y de la vida social, las partes no tendrían criterios sólidos para seleccionar los principios de justicia más adecuados, cayendo en el abstraccionismo en el que han caído otros modelos o concepciones de justicia. Con el fin de evitar la objeción anotada, Rawls introduce la noción de bienes primarios, de especial importancia en su teoría, por cuanto que son ellos los que le imponen límites de realidad, tanto a la concepción como a la realización de los principios de justicia seleccionados en la posición original a través del velo de ignorancia. Tales bienes sociales primarios, fundamentales para el individuo en tanto persona moral y ciudadano, cuya noción es posteriormente profundizada por Rawls, son los siguientes: (i) Las libertades básicas (libertad de pensamiento y libertad de conciencia, etc.) forman el trasfondo institucional necesario para el desarrollo y el ejercicio de la capacidad de decidir, revisar y perseguir racionalmente una concepción del bien. Igualmente, estas libertades permiten el desarrollo y ejercicio del sentido de lo recto y de la justicia en condiciones políticas libres. (ii) La libertad de movimiento y la libre elección de ocupación sobre un trasfondo de oportunidades diversas son necesarias para la persecución de fines últimos así como para poder llevar a efecto una decisión de revisarlos y cambiarlos si uno desea. [38] MARCO DE REFERENCIA (iii) Los poderes y prerrogativas de cargos de responsabilidad son necesarios para dar campo a diversas capacidades sociales y de autogobierno del sujeto. (iv) La renta y la riqueza, entendidas en un sentido debidamente lato, son medios omnivalentes (y con valor de cambio) para alcanzar directa o indirectamente una amplia gama defines,cualesquiera que resulten. (v) Las bases sociales del respeto de sí mismo son aquellos aspectos de las instituciones básicas que normalmente son esenciales para que los ciudadanos tengan un sentido vivo de su propio valor como personas morales y sean capaces de realizar sus intereses de orden supremo y promover susfinescon confianza en sí mismos20. Estos bienes primarios son necesidades que los ciudadanos, como personas libres e iguales, requieren para el desarrollo de sus planes racionales de vida y, como tales, tienen conocimiento de ellos en sus consideraciones al interior de la posición original, en cuanto saben que los principios de justicia deben asegurarles un número suficiente de éstos en su vida ciudadana. 1.3. Los principios de Injusticia Del procedimiento de discusión contractual moralmente válido y legítimo, Rawls deriva los dos principios básicos de su teoría de la justicia. Los principios buscan regular la estructura básica de la sociedad y disponen la organización de los derechos y deberes sociales, así como los parámetros económicos que pueden regir a los individuos que la componen. El primer principio define el ordenamiento constitucional de la sociedad y el segundo la distribución específica del ingreso, riqueza y posibilidad de posición de los asociados. En el marco de ellos, Rawls introduce un nuevo subconstructo, de especial importancia, que denomina orden lexicográfico consecutivo, un "orden serial" por el cual ningún principio interviene mientras no hayan sido satisfechos los primeros. De esta forma, el principio de igual libertad será situado en una jerarquía anterior y con un carácter inalienable, quedando el principio regulador de ias desigualdades económicas y sociales supeditado a él. 20 John Rawls, "Unidad social y bienes primarios", en Justicia como equidad, Madrid: Tecnos, 1986, p. 193. [39] EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA El orden lexicográfico consecutivo garantiza no sólo el orden de aplicación de los principios, sino el criterio permanente para solucionar los eventuales conflictos de interpretación y aplicación que puedan presentarse. La formulación final de los principios de la justicia y sus correspondientes normas de prioridad es, entonces, la siguiente: Primer principio: Cada persona ha de tener un derecho igual al más amplio sistema total de libertades básicas, compatible con un sistema similar de libertad para todos [Igual libertad]. Segundo principio: Las desigualdades económicas y sociales han de ser estructuradas de manera que sean para: a) mayor beneficio de los menos aventajados, de acuerdo con un principio de ahorro justo, [Principio de diferencia] y b) unido a que los cargos y las funciones sean asequibles a todos, bajo condiciones de justa igualdad de oportunidades [Principio de la justa igualdad de oportunidades]. Primera norma de prioridad (La prioridad de la libertad) Los principios de la justicia han de ser clasificados en un orden lexicográfico, y, por tanto, las libertades básicas sólo pueden ser restringidas en favor de la libertad en sí misma. Hay dos casos: a) una libertad menos extensa debe reforzar el sistema total de libertades compartido por todos; b) una libertad menor que la libertad igual debe ser aceptada por aquellos que detentan una libertad menor. [40] MARCO DE REFERENCIA Segunda norma de prioridad (La prioridad de la justicia sobre la eficacia y el bienestar) El segundo principio de la justicia es lexicográficamente anterior al principio de la eficacia, y al que maximiza la suma de ventajas; y la igualdad de oportunidades es anterior al principio de la diferencia. Hay dos casos: a) la desigualdad de oportunidades debe aumentar las oportunidades de aquellos que tengan menos; b) una cantidad excesiva de ahorro debe, de acuerdo con un examen previo, mitigar el peso de aquellos que soportan esta carga. Concepción general Todos los bienes sociales primarios -libertad, igualdad de oportunidades, renta, riqueza, y las bases de respeto mutuo-, han de ser distribuidos de un modo igual, a menos que una distribución desigual de uno o de todos estos bienes redunde en beneficio de los menos aventajados21. Estos principios no sólo constituyen el fundamento consensual de todo el ordenamiento jurídico positivo sino que, simultáneamente, son un criterio de interpretación y legitimación de todas las medidas que el Estado tome en torno a la sociedad. De ellos se derivan, pues, tanto las interpretaciones constitucionales como las interpretaciones ciudadanas sobre las leyes y medidas que afectan el orden social. 1.4. El equilibrio reflexivo Rawls introduce un segundo constructo estructural, el del equilibrio reflexivo, con el cual la validez de los principios se irá comprobando paulatinamente al contraponerlos con las propias convicciones y proporcionar orientaciones concretas, ya en situaciones particulares. Se denomina equilibrio porque "... finalmente, nuestros principios y juicios coinciden; y es reflexivo puesto que sabemos a qué principios se ajustan nuestros juicios reflexivos y conocemos las premisas de su derivación"22. 21 Ibid., pp. 340-341. 22 /bííí.,p. 38. [41] EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA Equilibrio que Rawls no concibe como algo permanente sino sujeto a transformaciones por exámenes ulteriores que pueden hacer variar la situación contractual inicial. Se trata de buscar argumentos convincentes que permitan aceptar como válidos el procedimiento y los principios derivados. No basta justificar una determinada decisión racional sino que deben justificarse también los condicionantes y circunstancias procedimentales. En este sentido, se busca confrontar las ideas intuitivas sobre la justicia, que todos poseemos, con los principios asumidos, logrando un continuo proceso de ajuste y reajuste hasta alcanzar una perfecta concordancia. Con esto se intenta razonar conjuntamente sobre determinados problemas morales, poniendo a prueba juicios éticos del individuo. Así, la racionalidad moral se convierte en racionalidad deliberativa23 y la situación ideal es contrastada y enjuiciada por la razón práctica, propiciando la transformación de los imperativos morales abstractos en normas ideales específicas que el individuo, en tanto sujeto moral y ciudadano, se compromete a cumplir por cuanto han sido fruto de un procedimiento consensual de decisión y de su libre elección racional. El equilibrio reflexivo se constituye en una especie de auditaje subjetivo desde el cual el individuo asume e interioriza los principios concertados como propios pero con la posibilidad permanente de cuestionarlos y replantearlos de acuerdo con nuevas circunstancias. Ello se convierte en un recurso individual que garantiza que el ciudadano, en tanto persona moral, pueda tomar distancia frente a las decisiones mayoritarias que considere arbitrarias e inconvenientes. De esta manera, la "exigencia de unanimidad... deja de ser una coacción"24. El equilibrio reflexivo es la polea que permite articular la dimensión política con la individual, dándole al ciudadano, como persona moral, la posibilidad de replantear los principios de justicia y la estructura social que se deriva de ellos cuando sus convicciones así se lo sugieran. Con ello Rawls pretende resolver la contradicción que había quedado pendiente en el contractualismo clásico entre la voluntad general y la autonomía individual, que Kant había intentado resolver sin mucha fortuna. [42] 23 Ibid., pp. 460-469. 24 Ibid., p. 623. MARCO DE REFERENCIA 2. El debate liberal-comunitarista 2.1. La crítica liberal El planteamiento rawlsiano genera un debate sin precedentes en el campo de la filosofía moral y política que, aunque se inicia en los Estados Unidos, se extiende rápidamente a Europa y otras latitudes por sus implicaciones para la estructuración o reestructuración institucional de los estados y sociedades, en el marco de una tendencia globalizadora que exige radicales reformas internas en los mismos. Las primeras reacciones a la propuesta rawlsiana, en la misma década de los setenta, van a provenir, desde la orilla liberal, de los modelos neocontractualistas de Nozick25 y Buchanan26, siguiendo a Hobbes y Locke respectivamente, y más tarde, aunque en forma menos sistemática, la del mismo Hayek27. Un tanto tardía, diez años después, Gauthier28 igualmente se inscribe en el marco de esta crítica liberal a Rawls. Todas tienen como denominador común la reivindicación de la libertad sin constricciones, la autorregulación de la economía sin intervencionismo estatal, la minimización del Estado y la reivindicación del individuo y su racionalidad instrumental. La propuesta más representativa de esta tendencia sin duda la constituye la posición libertariana de Robert Nozick. Su planteamiento se basa en tres principios: el 'principio de las transferencias' según el cual cualquier cosa adquirida justamente puede ser transferida libremente; el 'principio de la adquisición inicial justa' y el 'principio de rectificación de justicia que proporciona el criterio para actuar sobre las adquisiciones injustas. De ellos, paulatinamente, Nozick justifica la existencia de un Estado mínimo que, en términos contemporáneos, estaría actualizando el ideal anarquista de la plena jurisdicción del individuo sobre sí mismo sin intervenciones estatales, su racionalidad maximizadora de utilidades, poniendo de presente, con ello, el poderoso potencial utópico del ideario neoliberal. 25 Robert Nozick, Anarquía, Estado y utopia, México: FCE, 1988 (1974). 26 James Buchanan, The Limits of Liberty, Chicago: University of Chicago Press, 1975. 27 Friedrich Hayek, Droit, Legislation et Liberté, Paris: PUF, 1995 (19731979). 28 David Gauthier, La moral por acuerdo, Barcelona: Gedisa, 1994 (1986). [43] EL POSESTRl/CTl/RAL/SMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA Buchanan, por su parte, siguiendo el modelo hobbessiano, va a reivindicar el carácter absoluto del Estado de naturaleza inicial, en cuanto lo que en él se gana no puede posteriormente ser desconocido por el Estado político. El contrato constitucional, de donde surge el orden estatal, sólo puede convalidar lo que los actores ya han adquirido de hecho -por la fuerza o por su capacidad productiva- en el Estado de naturaleza, potenciando la optimización de sus utilidades futuras a través del establecimiento de un marco de derechos constitucionales que así lo propicien. Hayek, pese a que en un primer momento no desarrolla una crítica a Rawls (su obra se publica en tres tomos durante un periodo de seis años), fundamenta un duro y punzante cuestionamiento al modelo de Estado de bienestar y su concepción de justicia distributiva. La noción básica girará en torno al principio de autorregulación de la esfera económica y la necesidad de una intervención moderada que fije reglas a largo plazo que permita a los agentes económicos, particularmente, reconocer con claridad las condiciones superestructurales que pretendan imponerse a la dinámica del mercado. Gauthier plantea, mucho más tarde, en una crítica más general a Rawls, que el problema fundamental de la ética moderna es la reconciliación de la moralidad con la racionalidad29. Es valioso, afirma, partir de nuestras concepciones intuitivas de racionalidad y moralidad en orden a intentar tal reconciliación. La teoría de la justicia de Rawls cree haberlo conseguido en cuanto los principios de justicia escogidos son los principios que personas racionales seleccionan, en condiciones de igualdad, para promocionar sus propios intereses. El concepto de racionalidad que emplea Rawls la identifica con la maximización de la utilidad individual en la suposición de que hay una clase de bienes sociales primarios cuyo incremento representa siempre un incremento de utilidad. A juicio de Gauthier, una ideología se caracteriza por la identificación de una determinada concepción de racionalidad con el concepto mismo. La aceptación por parte de Rawls de esa concepción de razón dominante en la sociedad, determina de algún modo su propio marco ideológico, el cual se identifica con el marco liberal individualista. La crítica de Gauthier se orienta a que es necesario modificar el principio de la diferencia dado el marco liberal individualista. 29 David Gauthier, Egoísmo, moralidad y sociedad liberal, Barcelona: Paidós, 1998, pp. 41-65. Í44] M A R C O DE R E F E R E N C I A Rawls distingue los derechos y libertades fundamentales de los beneficios económicos y sociales. Los primeros han de ser concebidos como iguales para todos, mientras que los segundos han de distribuirse de acuerdo con lo que Rawls llama el principio de diferencia, el cual afirma, esencialmente, que ha de maximizarse en forma prioritaria el bienestar de las personas representativas de la peor situación. La concepción liberal permitiría que la distribución de riqueza y renta fuese determinada por la distribución natural de capacidades naturales y talentos, mientras que la concepción democrática rawlsiana no permite que la riqueza y la renta sean determinadas por la distribución de talentos naturales. Para Gauthier, dado que la postura de Rawls elimina las contingencias de la dotación natural, este carácter anulador de la teoría rawlsiana de la justicia es incompatible con la base contractual que presume reivindicar. Si se acepta el marco contractual implicado por la concepción maximizadora de la racionalidad entonces nos vemos abocados a una concepción de la justicia cercana a la concepción liberal, que, empero, Rawls rechaza. Tal contradicción desembocaría en que no se habría llevado a cabo, efectivamente, la pretendida reconciliación entre racionalidad y justicia que Rawls pretendía. 2.2. La crítica comunitarista Iniciando la década de los ochenta se origina la reacción comunitarista de Maclntyre 30 , Taylor31, Walzer32y Sandel33. Maclntyre representa el mundo moral contemporáneo como un conflicto de tradiciones con formas de vida social y racionalidades prácticas no sólo diferentes sino, en muchos casos, diametralmente opuestas. Cada cultura es parte de una historia y una tradición con una concepción de justicia y racionalidad que ha entrado en conflicto con otras tradiciones con diferentes patrones de desarrollo y en diferentes momentos de la historia. 30 Alasdair Maclntyre, After Virtue, London: Duckworth, 1981. 31 Charles Taylor, Sources ofthe Self, Cambridge (MA): Harvard University Press, 1989. 32 Michael Walzer, Spheres ofjustice, New York: Basic Books, 1983. 33 Michael Sandel, Liberalism and the Limits ofjustice, Cambridge: Cambridge University Press, 1982. [45] EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA Sin embargo, la paradoja de la tradición liberal es su falsa creencia -impuesta por la fuerza- de que todo fenómeno cultural puede ser traducido a su propio lenguaje, el liberal. La verdad es que las tradiciones son claramente inconmensurables y no hay una tradición neutral desde la cual observar y mucho menos juzgar a las demás. Adicionalmente, el liberalismo no concede un lugar central al mérito en sus alegatos sobre la justicia: la sociedad se compone de individuos que deben avanzar juntos y formular reglas comunes. Las reglas salvaguardan a cada uno en tal situación, pero en esta visión individualista el mérito -y las virtudes que lo fundan- es descartado. La política moderna no puede lograr un consenso moral auténtico. La justicia se rebaja de virtud individual y social a mero procedimiento. El Estado no expresa entonces la comunidad moral de los ciudadanos sino un conjunto de convenios institucionales para lograr la unidad burocrática, sin fundamento moral34. Por otro lado, Charles Taylor, partiendo del horizonte comunitarista, intenta explicar el origen, características y consecuencias de la política del reconocimiento, así como precisar un modelo político que pueda defender y promover de manera más amplia las diferencias culturales. Desde una perspectiva posilustrada, no paleoaristotélica como la de Maclntyre, Taylor rescata las raíces colectivas de la individualidad, mostrando que todo ser humano sólo se define desde una tradición y unos valores encarnados en la comunidad que no pueden ser desconocidos y que, por el contrario, deben ser reconocidos explícitamente para una plena valoración de la persona. Walzer, en una de las críticas más certeras y agudas tanto al liberalismo como al mismo Rawls y su constructo de consensualización, enfila su cuestionamiento a la noción de bienes sociales primarios. Estos no pueden ser fijados en términos universales, abstrayéndose de un contexto particular, pues cada comunidad posee un patrón de bienes sociales específicos, propio de su tradición e identidad. En ese sentido, el liberalismo impone en forma hegemónica su concepción particular sobre el conjunto de espectros alternativos, contradiciendo así sus propios postulados de libertad y tolerancia al ignorar y desconocer, socialmente, la legitimidad de la visión de cada comunidad sobre los bienes que considera valiosos y, por tanto, susceptibles de distribución. 34 Ver Pablo de Greiff, «Maclntyre: narrativa y tradición», en Revista Sistema, Madrid: Separata, 1989, pp. 99-116. [46] MARCO DE REFERENCIA El constructo rawlsiano de la posición original constituye un procedimiento viciado, por tanto no neutral ni universal, en cuanto los bienes sociales a repartir no sólo no están sujetos a discusión sino que representan la visión de vida buena del ciudadano perteneciente a una sociedad liberal avanzada. El orden lexicográfico que supone la misma enunciación de tales bienes sociales claramente expresa esa concepción ética que coloca las libertades como primer bien social a repartir, con lo cual se explica -como fácilmente se deduce de la discusión de Rawls con Hart- la prioridad del principio de libertad sobre el de diferencia. Si el orden de la enunciación de los bienes sociales primarios variara, indudablemente el orden mismo de los principios quedaría sujeto a variación. Después de esta primera serie de críticas, la discusión entra en una segunda etapa con el simposio sobre "Jurisprudencia y Política Social", realizado en la Universidad de California en Berkeley, en 1989. Allí las críticas comunitaristas se proyectan a un nivel más jurídico e institucional y lentamente la polémica se centra, por la reacción de los liberales (Dworkin, Larmore, Williams), en el terreno de la teoría constitucional, lo cual explica muchos de los conceptos que inspiran el giro rawlsiano de liberalismo político. Dworkin, con su propuesta de una comunidad liberal y la necesidad de que el liberalismo adopte una ética de la igualdad, fundamenta la posibilidad de que, coexistiendo con sus principios universales de tolerancia, autonomía del individuo y neutralidad del Estado, el liberalismo integre valores reivindicados por los comunitaristas como necesarios para la cohesión de la sociedad, tales como la solidaridad y la integración social, en un nuevo tipo de "liberalismo integrado o sensible a la comunidad"35. A lo que los comunitaristas (Sandel, Selznick, Taylor) han respondido sosteniendo que, de cualquier manera, su crítica se dirige a la reducción liberal de que la vida colectiva de la comunidad se agota exclusivamente en su dimensión política, en detrimento de otras esferas no menos fundamentales para su existencia como tal36. 35 Ver, sobre esta segunda etapa del debate comunitarista-liberal, el ensayo de Alessandro Ferrara, "Sobre el concepto de comunidad liberal", en Revista de Filosofía Política (No. 3), Madrid: Editorial Anthropos, 1994, pp. 122-142. 36 Ver Carlos Thiebaut, "Universalidad, pluralismo cultural e identidad moral" (Entrevista), en Revista de Filosofía Política (No. 3), Madrid: Editorial Anthropos, 1994. [47 EL POSESTJÍL'CTL'KAl/SMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA Lo interesante de ello es que esta réplica comunitarista, precisamente, se va a fundamentar en dos tesis que se infieren, de forma directa, de las críticas de Maclntyre: primera, la de la imposibilidad de la neutralidad del Estado y la justicia y, segunda, la de que ese ideal de neutralidad mina e invalida la capacidad, efectiva o potencial, de integración de una comunidad. Además de sus críticas al liberalismo, que en esencia habían sintetizado el conjunto de objeciones comunitaristas al proyecto liberal en general y a la teoría de la justicia rawlsiana, Sandel desarrolla, posteriormente, un modelo de democracia comunitarista 3 7 que lo acerca sustancialmente al republicanismo. El problema ya no se plantea como una crítica académica a los presupuestos de lo que denomina la teoría liberal de la justicia sino que se interpreta a un nivel del desarrollo social que, en el contexto de los Estados Unidos, pone en peligro la estabilidad institucional y la cohesión misma de la sociedad norteamericana. Muchas de las críticas presentes en el primer libro adquieren aquí una proyección social que explica el sentido de su propuesta básica: la necesidad de encontrar una nueva filosofía pública que, desde una perspectiva republicano-comunitarista, le dé una nueva unidad, desde un marco renovado de virtudes cívicas, a la vida pública de la nación. El debate entre comunitaristas y liberales adquiere con ello un nuevo escenario: el de la opinión pública y la nueva cultura política que mejor se adaptaría a su identidad. Will Kymlicka38 tercia en toda esta discusión intentando crear una teoría liberal sensible a los supuestos comunitaristas que equilibre tanto los derechos humanos, irrenunciables para la tradición liberal, como los derechos diferenciados en función de grupo, aquellos que permitirían la satisfacción de las exigencias y reivindicaciones de las minorías culturales que no pueden abordarse exclusivamente a partir de las categorías derivadas de los derechos individuales. La propuesta de Kymlicka en torno a los derechos diferenciados de grupo provee herramientas concretas que permiten asumir adecuadamente los retos y problemas que surgen de la polietnicidad y multinacionalidad de las sociedades contemporáneas. En efecto, los derechos grupales defendidos por 37 38 Michael Sandel, Democracy's Discontent, op. cit. Will Kymlicka, Multicultural Citizenship, Oxford: Oxford University Press, 1995. [48] MARCO DE REFERENCIA Kymlicka son armas eficaces que se pueden esgrimir para proteger y permitir el florecimiento de las culturas minoritarias. Esta polémica liberal-comunitarista permite comprender los giros sustanciales dados por Rawls y su aproximación a las posturas comunitaristas, muchas de cuyas objeciones al proyecto moderno liberal parece compartir aquél, en lo que se ha definido como la "pragmatización del proyecto liberal". En este orden, y aunque Rawls no lo haya reconocido de manera explícita, los bienes sociales primarios que ha querido mantener en la enunciación normativa de la Teoría de la justicia quedarían sujetos al consenso entrecruzado de las diferentes visiones omnicomprehensivas y, en un sentido más amplio, al equilibrio reflexivo de la deliberación pública. Lo que sería plenamente compatible, además, con la afirmación rawlsiana de la primacía de lo razonable sobre lo racional, planteada desde su "Constructivismo kantiano en teoría moral", de 1980, así como de la lectura política de la figura del equilibrio reflexivo que permitiría, desde el imperativo de adecuación de la universalidad de los principios al sentido de justicia de los ciudadanos en tanto personas morales, someter al proceso de consensualización político no sólo el orden, sino el espectro de bienes sociales primarios mismos por distribuir. 3. Marxismo analítico e ingreso básico universal Paralela a esta discusión, centrada en el campo académico norteamericano, básicamente, la asimilación europea de Rawls se orienta en otras direcciones r e t o m a n d o los términos de la disputa liberal-comunitarista, pero articulándola a la tradición marxista, en una reinterpretación igualmente radical y renovadora: la del marxismo analítico. "Según Jon Elster, quien describe el marxismo analítico simplemente como un 'pensamiento claro', la nota fundamental parece ser el no dogmatismo" 39 . El vínculo que reúne a los distintos autores de esta corriente del pensamiento es un estilo de trabajo, más que un cuerpo de doctrina. En este marco es donde se plantea una de las propuestas más polémicas entre las presentadas por los marxistas analíticos, la del ingreso básico universal, expuesta por Ph. van Parijs y R. van der Veen como una 'vía capitalista al 39 Roberto Gargarella, "Marxismo analítico y teoría de la justicia", en Las teorías de la justicia después de Rawls, Barcelona: Paidós, 1999, pp. 99-123. [49] EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA comunismo' 40 . Su objetivo es asegurar a todos los individuos un ingreso suficiente, incondicional y sostenido que sea suficiente para satisfacer sus necesidades básicas, independientemente de sus rentas (si las tiene) y de con quién y en qué parte del país viva41. El presupuesto en el que fundamentan esta propuesta es la existencia del desempleo de tipo estructural y no meramente coyuntural que afecta a nuestras sociedades. Este enfoque deja de lado supuestos básicos del marxismo como los de igualdad de renta, propiedad pública de los medios de producción o de planificación global de la economía, descartando una 'etapa socialista intermedia' como vía para llegar al comunismo. A pesar de estas rupturas, se ratifican aquí acuerdos sustanciales de la vieja tradición, por ejemplo el ideal de "que todos los individuos deben tener sus necesidades básicas satisfechas, o la de que debe existir independencia entre lo que un individuo aporta a la producción y lo que recibe como resultado de dicho proceso productivo" 42 . La propuesta del ingreso básico implica un intento por abolir la alienación "en un contexto en el cual el que trabaja, trabaja si quiere, y en aquello que prefiere"43 pues el trabajo ya no estaría ligado a las recompensas externas y nadie se vería obligado a aceptar un trabajo que no quiere pues el ingreso básico aseguraría los problemas básicos de subsistencia. La propuesta de Philippe van Parijs se articula sobre tres conceptos: los de justicia, libertad y solidaridad, que permiten, en últimas, definir ampliamente su concepción de legitimidad como una que se concreta en la fórmula "libertad real para todos". El concepto de justicia se estructura en su primera obra, ¿Qué es una sociedad justa? Allí se retoma el planteamiento rawlsiano y las críticas de Nozick y de los libertarianos al mismo. 40 El origen de la propuesta se halla en el artículo "Una vía capitalista al comunismo" de Philippe van Parijs y Robert J. van der Veen, publicado en 1986 en la revista Theory and Society, y ha provocado desde entonces amplias discusiones, especialmente académicas, con ramificaciones muy amplias. [50] 41 R. Gargarella, op. cit., p. 117. 42 Ibid., p. 116. i} Ibid., p.Wl. MARCO DE REFERENCIA El núcleo esencial de esta reside en el cuestionamiento al segundo principio de diferencia de Rawls, en cuanto parecería estar contradiciendo al primero de igual libertad, en la medida en que la distribución en favor de los menos aventajados pone en entredicho la libertad igual para todos establecida por aquél, al comprometer no sólo la distribución misma de los recursos naturales sino el reconocimiento legítimo de los talentos naturales de los individuos44. Lo anterior estaría poniendo en entredicho la libertad formal que un sistema debería garantizar plenamente a sus ciudadanos, es decir, a la plena propiedad del individuo sobre sí mismo en la medida en que no tendrían jurisdicción directa sobre los recursos naturales y, ni siquiera, sobre sus propios talentos. Ante esto los libertarianos rechazan toda pretensión del segundo principio de legislar sobre la apropiación de recursos y los propios talentos, por constituir una interferencia excesiva e ilegítima en una esfera intocable de la dinámica económica y la vida privada de los agentes. Para Nozick, entonces, no son legítimos ni los derechos de propiedad derivados de la posición original, por cuanto estos preexisten a todo contrato social, ni la distribución de talentos que aquella propicia, constituyendo juntos un factor de desigualdad moralmente arbitrario que los libertarianos no pueden refrendar pues ambos chocan con la inviolabilidad de las personas que estos reivindican. Sólo renunciando al individualismo y adoptando una concepción intersubjetiva de persona, en la línea de los comunitaristas, podría superarse tal objeción, lo cual es explícitamente rechazado por Rawls, quien reconoce derechos a capacidades naturales que adquieren los individuos en el marco de los límites impuestos por la cooperación social. Sin embargo, negar la colectivización de los talentos es negar el esquema de cooperación de las economías de mercado en favor de los menos favorecidos. Podría plantearse, como alternativa desde el marxismo, que frente a cada individuo propietario de sí, la colectividad posee un monopolio unilateral para apropiarse de la totalidad del producto conjunto de los recursos naturales y que los talentos y bienes personales serían propiedad colectiva al depender, en últimas, de los primeros, ya que afirmar que el mundo es de todos es definir la propiedad conjunta como pública. 44 Ver Philippe van Parijs, "Rawls face aux libertariens", en Catherine Audard, Jean-Pierre Dupuy et Rene Séve (eds.), Individu et Justice Sociale, Paris: Editions du Seuil, 1988. [51J EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA La posición libertariana, según Van Parijs, caería en una paradoja al tener que aceptar que el reconocimiento de la propiedad de sí mismo supone el reconocimiento de la propiedad colectiva de los recursos naturales. Tendrían que pasar de un argumento en términos de propiedad de sí mismo, a uno en términos de acceso a recursos naturales. En otras palabras, pasar de una concepción de libertad formal a otra de libertad real, en cuanto maximizar la libertad real de todos es maximizar la libertad de los que tienen menos. Van Parijs define esto como una posición real libertariana que, además de radicalizar a Rawls y constituir una alternativa plausible a Nozick, retoma la tradición marxista, conciliando la propiedad de sí mismo con la propiedad colectiva sobre los recursos naturales, incluyendo la apropiación de los talentos en los límites de la cooperación social, y articulándose en una maximización de la libertad real de todos que, en lugar de enraizarse exclusivamente en una distribución de derechos de propiedad sobre objetos externos, se resuelve y concreta en un salario mínimo universal que la potencia al máximo, respetando la libertad formal de cada uno. Con lo anterior queda justificada la propuesta del Salario Universal Garantizado (SUG) que será desarrollada sistemáticamente en Libertad real para todos que expone el segundo concepto de libertad. Tal concepto fundamenta la libertad en su sentido amplio de restricción de obstáculos, rechazando también la reducción de esos obstáculos a obstáculos externos45. De manera que una sociedad cuyos miembros son realmente libres cumple tres condiciones: primera, que existe una estructura de derechos bien definida; segunda, que cada persona es propietaria de sí misma; y, tercera, que en esta estructura cada persona tiene la mayor oportunidad posible para hacer cualquier cosa que pudiera querer hacer (ordenación leximín de la oportunidad). Así, una sociedad libre se plantea como aquella en la cual las oportunidades de las personas se leximizan, garantizándose la protección de su libertad formal, o sea, sostiene Van Parijs, manteniendo el respeto de una estructura de derechos que incluye la propiedad de sí mismo. Pero la libertad real de cada cual, además de definirse como formalmente libre, se logra en la medida en que se poseen los medios y no sólo el derecho de realizar todo lo que uno pudiera querer hacer. 45 Ver Peter Vallentyne, "Self-ownership and Equality", en Ethics, Chicago: The University of Chicago Press, 1997, pp. 321-343. [52] MARCO DE REFERENCIA La primera y más importante consecuencia institucional del idea! de libertad real es la exigencia de buscar el mayor ingreso incondicional para todos que resulte consistente con la seguridad y con la propiedad de sí mismo, sin eliminar el trabajo asalariado o la capacidad económica, sino dot a n d o a cada u n o de un espectro de o p o r t u n i d a d auténtica de hacer elecciones diferentes. Como explícitamente señala Van Parijs, un ingreso básico es, en otras palabras, un ingreso pagado por el gobierno a cada miembro pleno de la sociedad, ya sea que no quiera trabajar, sin tener en cuenta si es rico o pobre, sin importar con quien viva y, finalmente, con independencia de la parte del país en que resida. Esta argumentación conduce a que la manera más apropiada de medir las dotaciones externas es mediante los precios de competencia. Estos varían de acuerdo con los diferentes regímenes socioeconómicos. En el socialismo es posible recibir una dotación básica estándar, por lo que el ingreso básico puede resultar suficiente, pero que resulta insuficiente en el capitalismo, que a su vez proporciona posibilidades más variadas accesibles al ingreso básico. Lo anterior desemboca en una de las más agudas conclusiones del planteamiento de Van Parijs en cuanto esto, aunque no justifica el capitalismo, sí podría hacerlo. No lo justifica en cuanto muchas variables del capitalismo son superadas por socialismo óptimo, pero sí lo hace en la medida en que un capitalismo óptimo puede garantizar un mayor ingreso básico, si el potencial productivo capitalista se delimita adecuadamente y se utiliza en favor de una mayor libertad real para todos. En el marco de una globalización que lo posibilita económicamente aunque escamoteándolo políticamente, la libertad real es una posibilidad objetiva para todos en la medida en que se introduzcan mecanismos de redistribución a escala mundial, se logre un ingreso básico individual situado en el nivel más alto posible y se incentiven actitudes políticas de auténtica solidaridad que traspasen las fronteras nacionales. Ello depende de que se pueda prevenir el desmantelamiento competitivo del Estado de bienestar, sin tener que esperar la revolución o la democracia mundial. En ese sentido, la construcción de la Unión Europea es una forma significativa de atenuar las presiones competitivas contra las formas de distribución que se dan en el interior de los países, en lo que Van Parijs denomina la estrategia del patriotismo solidario. [53J EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA El concepto de solidaridad es introducido así naturalmente46. Van Parijs lo articula en un modelo normativo de Estado de bienestar para el nuevo milenio que concrete la concepción de libertad real y justicia solidaria que supone la propuesta de un salario universal garantizado. Para Van Parijs, el modelo de Estado de bienestar que se requeriría para ello es uno que subsuma los modelos normativos existentes: el modelo de seguro, el modelo solidario y el modelo de equidad. En el modelo de seguro los trabajadores obligatoriamente renuncian a parte de sus salarios para transferirla a un fondo que se utilizará para cubrir los gastos de la atención de su salud y para darle un ingreso cuando por razones de edad, incapacidad o desempleo involuntario no puedan seguir trabajando. En el modelo solidario todas las personas con ingresos provenientes del trabajo o del capital deben contribuir obligatoriamente con una parte de ellos a la consolidación de un fondo común que le suministrará a todos los miembros de la sociedad la seguridad de la atención de su salud y un ingreso en caso de desempleo -por edad o incapacidad- o por percibir un ingreso insuficiente. Finalmente, en el modelo de equidad todos los titulares del ingreso renuncian, obligatoriamente, a una parte de ellos, para construir un fondo que sirva para pagar incondicionalmente un ingreso a todos los miembros de la sociedad. Este último, que subsume a los dos anteriores, permite concretar la concepción de solidaridad que supone la propuesta del SUG. Una solidaridad, como lo ha sostenido Van Parijs, que consiste en darle a cada uno la posibilidad más amplia de desarrollarse según sus propias inclinaciones. Por supuesto, el aumento de estas posibilidades depende, muchas veces, de reducir las posibilidades de otros, aplicando un principio de maximización de las posibilidades de los menos favorecidos (los jóvenes, los ancianos, los enfermos, los desempleados, e incluso las regiones y las naciones)47. 46 Philippe van Parijs, "Más allá de la solidaridad. Los fundamentos éticos del Estado de bienestar y su superación", en Rubén Lo Vuolo (comp.), Contra la exclusión: la propuesta del ingreso ciudadano, Buenos Aires: CIEPP/Miño y Dávila Editores, 1994. 47 Ver la intervención de Philippe van Parijs en el Coloquio Repensar (Radicalmente) la Solidante, realizado en Lovaina la Nueva, organizado [54] M A R C O DE R E F E R E N C I A Esta reinterpretación radical de la solidaridad consiste en no aceptar como legítimas sino las desigualdades que contribuyan a acrecentar las posibilidades que la sociedad puede ofrecer de manera durable a los más desfavorecidos de sus miembros. En el marco de un capitalismo óptimo esto supondría un sistema fiscal eficaz que deduzca de los más favorecidos el ingreso básico a los más desfavorecidos por el mercado. Entendiendo que lo esencial, verdaderamente, no es tanto la subsistencia misma sino el acrecentamiento de las posibilidades reales de crecer como persona, la preservación de la dignidad por encima del sometimiento humillante a condiciones indignas de vida. Esta lectura ha buscado relacionar tal concepción de justicia, libertad y solidaridad formulada por Van Parijs con el concepto de hombre real y democracia plena presente en la obra del joven Marx pero que se mantiene, en su sentido temprano, hasta su madurez. ¿Cómo lograr, en una sociedad como la contemporánea, realizar tal ideal utópico, reconociendo la imposibilidad histórica de la revolución? ¿Cómo concretar un hombre real que no esté sometido al imperio de sus necesidades económicas inmediatas y que, gracias a ello, pueda repensar, sin presiones ni limitaciones, desde una autopercepción digna de sí mismo, autorrespetuosa como diría Rawls, los términos incondicionados de su organización política, de una democracia plena, que no lo reduzca a la formalidad vacía del sujeto jurídico burgués ni a la participación amañada de su democracia política? La respuesta más cercana que lafilosofíaposrawlsiana parece haber planteado en la particular reivindicación de la tradición marxista que ha hecho el marxismo analítico sería, en la propuesta de Van Parijs, la de la libertad real para todos. En esta se concreta la superación de la libertad formal que, sin embargo, se mantiene pero realizándose en un nivel más amplio de justicia solidaria que un nuevo tipo de Estado benefactor garantiza gracias a un ingreso básico universal. La tensión entre eficacia e igualdad queda así superada. Y aunque la debilidad de Van Parijs sin duda reside en no abordar las mediaciones políticas que ello supondría, en la dirección, sin duda, de un tipo de democracia deliberativa, es incuestionable que su propuesta retoma aquella pretensión del joven Marx, tan poéticamente formulada en la conclusión de los Manuscritos del 44: por la Chaire Hoover de Éthique Économique et Sociales de UCL y el Centrum voor Economie en Ethiek de la KUL. Texto aparecido en Droit et Quart Monde, No. 14, 1997. 155 J EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA Si tomamos al hombre como hombre y su actitud ante el mundo como una actitud humana, vemos que sólo podemos cambiar amor por amor, confianza por confianza. Quien quiera gozar del arte necesita ser un hombre artísticamente culto; quien desee influir sobre otros hombres tiene que ser un hombre que ejerza sobre ellos una influencia realmente estimulante y propulsora. Cada una de las actitudes del hombre ante el hombre y ante la naturaleza tiene que ser una determinada manifestación de su vida individual real, una manifestación de su voluntad. Quien experimente amor sin ser correspondido, es decir, sin que su amor provoque el amor del ser amado, quien por medio de su manifestación de vida como amante no sea, al mismo tiempo, un ser amado, sentirá que su amor es impotente, una fuente de desdicha48. 4. Republicanismo y democracia deliberativa Las críticas comunitaristas, especialmente, aunque también y en menor proporción las liberales, son asumidas por Rawls de manera estructural y, sin duda, constituyen la fuente de muchos de los replanteamientos a la concepción inicial de la Teoría de la justicia, que ya venían siendo evidentes en los artículos "Unidad social y bienes primarios" (1978), "El constructivismo kantiano en la teoría moral" (1980) y "Sobre las libertades" (1981), los cuales anticipan el"giro pragmático" que se presenta en el Liberalismo político*9, donde Rawls concreta el planteamiento normativo de su primera etapa en una concepción política de la justicia, fruto del consenso e n t r e c r u z a d o de las diversas visiones omnicomprensivas que componen la sociedad. 4.1. Consenso entrecruzado y razón pública En efecto, para Rawls la concepción más apropiada para especificar los términos de cooperación social entre ciudadanos libres e iguales, dado un contexto democrático compuesto por una diversidad de clases y grupos a su interior, es la de un pluralismo razonable de doctrinas omnicomprehensivas diferentes en el marco de una cultura tolerante y unas instituciones libres. El 48 Karl Marx, Manuscritos económico-filosóficos de 1844, México: Grijalbo, 1968, p. 160. 49 John Rawls, Liberalismo político, Barcelona: Crítica, 1996. MARCO DE REFERENCIA fundamento normativo de este pluralismo razonable debe ser, según Rawls, una concepción política de la justicia que se oriente por los principios de justicia concertados por el conjunto de visiones omnicomprehensivas razonables50. Para cualquier sociedad pluriétnica y multicultural, como la latinoamericana y en especial la andina, es imposible imponer permanentemente, salvo por el uso opresivo del poder del Estado, una doctrina omnicomprehensiva determinada, lo cual resultaría contradictorio y paradójico con la esencia de una sociedad democrática. Por lo mismo, un régimen democrático pleno, para ser duradero y seguro, no puede estar dividido por doctrinas confesionales y clases sociales hostiles, sino ser libre y voluntariamente respaldado por una mayoría sustancial de sus ciudadanos y grupos sociales políticamente activos51. En tal sentido, la concepción política de la justicia que garantiza ese espacio, definiendo la naturaleza de la estructura básica de la sociedad, no puede por lo mismo ser una concepción totalizante que entre en conflicto doctrinario con las otras concepciones sino asegurar, por su imparcialidad y transparencia, los procedimientos políticos que todas las doctrinas puedan apoyar y que asegure el pluralismo razonable de una sociedad democrática. El pluralismo razonable tiene como objetivo la obtención de un consenso entrecruzado {overlappingconsensus), el cual constituye el constructo principal de la interpretación rawlsiana sobre una democracia consensualconstitucional. El consenso e n t r e c r u z a d o viene a ser el i n s t r u m e n t o procedimental de convivencia política democrática que sólo a través de él puede ser garantizado 52 . Este liberalismo procedimental, cuya fuerza y proyección reside en la flexibilidad y transparencia del procedimiento político de argumentación e interrelación ciudadanas, supone la existencia en el seno de la sociedad de varias doctrinas omnicomprehensivas razonables, cada una con su concep- 50 John Rawls, Political Liberalism, New York: Columbia University Press, 1993. 51 Al respecto ver Charles Taylor, "The Politics of Recognition", en Amy Gutmann (ed.), Multiculturalism, Princeton; Princeton University Press, 1994; así como, en el mismo volumen, los comentarios de Jürgen Habermas, "Struggles for recognition in the democratic constitutional state". 52 J. Rawls, Political Liberalism, op. cit., pp. 133-172. 1VJ EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA ción del bien, compatibles con el pluralismo que caracteriza a los regímenes constitucionales. Sólo una concepción política de la justicia puede servir de base al consenso entrecruzado puesto que en ella los principios y valores políticos constitucionales son lo suficientemente amplios como para integrar y superar los valores que entran en conflicto. Esos macrovalores gobiernan el marco de la vida social y especifican los términos fundamentales de cooperación social y política que este liberalismo consensual intenta sintetizar y sobre los cuales los ciudadanos, desde su plena libertad de conciencia y perspectiva omnicomprehensiva, conciban con sus valores políticos y comprehensivos particulares. Ello nos conduce al objetivo cardinal de la versión rawlsiana de su liberalismo político que es lograr un consenso entrucruzado de doctrinas onmicomprehensivas razonables sobre los principios de justicia, en tanto macrovalores reguladores de la estructura social. La concepción política que rige la estructura básica de una sociedad no requiere ser monocomprehensiva. Su estabilidad no depende de una visión sistemáticamente unificada sino necesariamente pluralista. Cuando se adopta este marco de deliberación, los juicios convergen lo suficiente como para que la cooperación política, sobre la base del mutuo respeto, pueda mantenerse. Tal concepción política constituye un marco de deliberación y reflexión que permite buscar acuerdos políticos sobre cuestiones de justicia y aspectos constitucionales básicos para toda la sociedad. La concepción de justicia más razonable para un régimen democrático es, por lo mismo, ampliamente liberal. Cuando un consenso entrecruzado mantiene y alienta esta concepción, ella no es vista como incompatible con valores fundamentales, morales o psicológicos, pues las virtudes de cooperación política que posibilita un régimen constitucional son y deben ser macrovirtudes de tal amplitud. El consenso, fiel a su carácter constructivista, debe cumplir un determinado proceso procedimental. Una primera etapa la constituye lo que Rawls denomina la etapa constitucional. Esta etapa satisface los principios procedimentales de convivencia política, autonomía y neutralidad, que como tales se aceptan, sin incluir ni suponer ideas fundamentales sobre la sociedad y la persona. Define, en últimas, los procedimientos políticos de un sistema constitucional democrático. [58] MARCO DE REFERENCIA La segunda etapa es la del consenso entrecruzado, a nivel de la sociedad en general, que se logra una vez concretado el constitucional. El contenido del mismo dependerá, sostiene Rawls, de que sus principios estén fundados en una concepción política de la justicia, tal como podría ser descrita por los principios de justicia. En cuanto a su proyección, esta trasciende los principios políticos que instituyen los procedimientos democráticos, para incluir principios que cubran la estructura básica como un todo. Para ello se requieren propuestas legislativas y ciudadanas que garanticen un mínimo de bienes sociales primarios y no sólo libertades políticas, y, por tanto, los grupos políticos deben plantear alternativas que cubran la estructura básica y explicar su punto de vista en una forma consistente y coherente ante toda la sociedad. Las fuerzas que presionan porque el consenso constitucional devenga un consenso entrecruzado son los grupos que acuden al foro público de la discusión política, convocando con ello a otros grupos rivales a presentar sus perspectivas. Esto hace necesario, en términos racional-instrumentales, romper el estrecho círculo de sus concepciones específicas y desarrollar su concepción política como justificación pública de sus posturas. Al hacer ello, deben formular puntos de discusión sobre la concepción política de la justicia, lo cual permite la generalización del debate y la difusión de los supuestos básicos de sus propuestas. La concepción rawlsiana del liberalismo político se cierra en la noción de razón pública que complementa las dos anteriores, introduciendo una figura que retoma la del equilibrio reflexivo, que se abordará más adelante, pero en una proyección socioinstitucional equivalente a aquélla53. Rawls comienza recordando que la prioridad de la justicia sobre el derecho, la eficacia y el bienestar es esencial para toda democracia constitucional. Tal prioridad significa que los principios de justicia imponen límites a los modelos de vida permisibles y los planes de vida ciudadanos que los transgredan no son legítimos ni moralmente justificables. Define una noción de neutralidad procedimental sin acudir a valores morales legitimatorios y sin ser ella misma procedimentalmente neutra. La sociedad política posee, además, una idea civil del bien que realizan los ciudadanos en tanto personas y en tanto cuerpo corporativo, manteniendo un 53 7Wd,pp.212-254. [59] EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA régimen constitucional justo y conduciendo en el marco del mismo sus asuntos privados. Los ciudadanos comparten así un fin común: sustentar instituciones justas que les proporcionan un bien específico como individuos34. Pero no es una razón abstracta y en ello reside la diferencia con la noción ilustrada de la razón. Posee cuestiones y foros concretos donde la razón pública se expresa y manifiesta. En una sociedad democrática esta razón pública es, primero que todo, una razón ciudadana, donde sus miembros como cuerpo colectivo son quienes, como ciudadanos, ejercen un poder político y coercitivo, promulgando leyes y enmendando su constitución cuando fuere necesario. El alcance de la razón pública no cobija toda la política sino sólo los esenciales constitucionales y la justicia básica de sus estructuras. Tampoco se aplica a las deliberaciones personales sobre cuestiones políticas o a las reflexiones gremiales sobre la sociedad. El ideal de la razón pública no sólo gobierna el discurso público sobre estas cuestiones sino, también, la consideración ciudadana sobre ellos. La connotación de la ciudadanía democrática impone el deber moral de explicar de qué manera los principios y políticas que se defienden pueden ser congruentes con los valores políticos de la razón pública. La razón pública no se circunscribe al foro legislativo sino que es asumida, también, por la ciudadanía como criterio de legitimación. El ciudadano afirma el ideal de razón pública, no como resultado de compromisos políticos, sino desde el seno de sus propias doctrinas razonables y de la concepción de justicia política, en tanto macrovalores reguladores de la estructura social. El contenido de la razón pública es, pues, el contenido de los principios de la justicia o de la concepción de justicia concertada públicamente, en tanto especifica derechos, libertades y oportunidades, asignándoles una prioridad lexicográfica y garantizándoles las medidas necesarias para cumplirlas, independientemente de todo tipo de doctrinas omnicomprehensivas. La principal expresión de esta razón pública es, en un régimen democrático, la Corte Suprema de Justicia. Es allí donde se defienden los esenciales constitucionales, a saber: primero, los principios fundamentales que especifican la estructura general del gobierno y los procesos políticos, es decir, la de los po- 54 Al respecto ver, por ej., Ronald Dworkin, Ética privada e igualitarismo político, Barcelona: Editorial Paidós, 1993; igualmente, Charles Taylor, La Ética de la autenticidad, Barcelona: Editorial Paidós, 1994. [6o M A R C O DE R E F E R E N C I A deres legislativo, ejecutivo y judicial, así como el alcance moral y efectivo de la regla mayoritaria; y, segundo, los derechos básicos iguales y libertades ciudadanas que deben ser respetados por la mayoría en cualquier circunstancia. La razón pública es, ante todo, aunque no de manera exclusiva, la razón de su Corte Suprema de Justicia como la máxima instancia de interpretación judicial, sin ser la máxima representación de la ley. Es, a su vez, la rama del Estado que ejemplariza esta razón pública. El rol de la Corte Suprema es proteger la Constitución a través del control de la razón pública, evitando que aquélla sea horadada por la legislación ordinaria, así sea expresión de una mayoría legislativa. 4.2. Democracia radical y política deliberativa El pensamiento de Habermas puede interpretarse como una propuesta integral de filosofía política en tres direcciones que, a su vez, constituyen tres etapas en el desarrollo del mismo. En una primera etapa, Habermas propugna por redefmir los nuevos términos de la problemática filosófico-política en el capitalismo tardío, derivando de ello un proyecto de reconstrucción del materialismo histórico, así como asignándole a la filosofía un papel específico en el contexto de ello. En una segunda etapa, su reflexión se centra en la fundamentación de una teoría de la acción comunicativa como estrategia central de relegitimación de la sociedad capitalista, a partir de un agudo e implacable diagnóstico de la colonización que sobre el mundo de la vida ha ejercido el derecho, generando un proceso de desintegración acelerada a su interior. Estrategia que Habermas complementa con la concepción de su ética discursiva, inmediatamente después. Ante las críticas de Robert Alexy, en cuanto que la propuesta habermasiana no podía seguir ignorando en su estrategia de solución el derecho como instrumento, Habermas inicia lo que puede denominarse el giro jurídico hacia la reconsideración proactiva del Estado de derecho que, en un primer momento, lo lanza hacia el iuspositivismo y cuya tensión entre legalidad y legitimidad resuelve con la procedimentalización de la soberanía popular. En el marco de este giro, Habermas desarrolla, en la tercera etapa de su monumental reflexión, una teoría del derecho y la democracia que, de una parte, profundiza sus reflexiones tempranas sobre la legitimación en el capitalismo tardío que le permite replantear y complementar su propia teoría de la acción comunicativa y, de otra, en diálogo con las principales corrientes Í61I EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA iusfilosóficas, sociojurídicas, teórico-jurídicas y fílosófico-políticas contemporáneas, proponer un nuevo paradigma jurídico-político, el discursivoprocedimental, cuyo objetivo es superar la crisis de las sociedades contemporáneas a través de la reconstrucción normativa de la legitimidad fracturada, conciliando la dicotomía entre el mundo de la vida y los subsistemas económico y político-administrativo a través de un modelo de democracia deliberativa como expresión del poder comunicativo de la sociedad civil y la opinión pública. 4.2.1. El modelo de democracia radical Habermas se propone debatir los tres modelos políticos de democracia, planteados por el liberalismo, el republicanismo y la teoría discursiva de la democracia, los cuales, en los últimos años, se han definido como los modelos normativos universales en conflicto y que se encuentran confrontados en sus respectivas concepciones sobre el papel de la ciudadanía, el rol del derecho y la naturaleza del proceso de la formación de una voluntad política55. Toda esta situación, tan decisiva para la democracia, radica en la diferente comprensión del proceso democrático. Para el liberalismo la tarea está en programar el Estado en interés de la sociedad pues éste se concibe como el aparato de la administración pública y la sociedad como el sistema de interrelación entre las personas privadas y su trabajo social considerado dentro del aparato de economía de mercado. La política como sentido de formación de voluntades políticas de los ciudadanos tiene la tarea funcional de articular los intereses sociales particulares frente a un aparato estatal especializado en el empleo administrativo del poder político en la perspectiva de poder alcanzar los fines colectivos. Para el republicanismo, la política no se reduce a una función instrumental de mediación sino que, por el contrario, va a representar un factor constitutivo del proceso de socialización. De ahí que conciba la política como una forma de reflexión de un entramado de vida ético, constituyendo el medio con el que los miembros de comunidades, en cierto sentido solidarias, asumen recíprocas dependencias en su condición de ciudadanos con una voluntad y conciencia en tanto libres e iguales. En ese sentido, el concepto liberal del Estado 55 Jürgen Habermas, "Tres modelos normativos de democracia", en La inclusión del otro, op. cit., pp. 231-246. [62] MARCO DE REFERENCIA se va a ver contrastado en cuanto a la regulación jerárquica de la soberanía estatal, como también al control descentralizado del mercado, junto con los poderes administrativos y los intereses privados, generando la solidaridad como fuente de integración social. Esta formación de voluntad política de carácter horizontal, enfocada hacia el entendimiento o hacia el consenso logrado comunicativamente, debe gozar de cierta primacía, pues el ejercicio de la autodeterminación ciudadana presupone una base social autónoma, independiente tanto de la administración pública como del tráfico económico privado. En esta concepción republicana, el espacio público político, la sociedad civil, cobra una gran significación estratégica dada la fuerza integradora que debe poseer y su autonomía tiene que orientarse a la práctica del entendimiento mutuo entre los ciudadanos. De esta dicotomía entre las dos corrientes se desprenden consecuencias estructurales que, de una u otra forma, van a diferenciar sustancialmente los dos modelos de democracia que de ellas se infieren. Primero en cuanto al concepto de ciudadano. Según la concepción liberal, el estatus de los ciudadanos está determinado por la medida de los derechos subjetivos que tienen frente al Estado y frente a los demás ciudadanos. Como portadores de derechos subjetivos, disfrutan de la protección del Estado mientras persigan sus intereses privados dentro de los límites trazados por las leyes, las cuales incluyen la protección frente a las actuaciones administrativas que van más allá de las garantías legales de intervención. Los derechos subjetivos son derechos negativos que garantizan un ámbito de elección dentro del cual las personas jurídicas están libres de coacciones externas. Para la concepción republicana, el estatus de los ciudadanos no se determina por el modelo de las libertades negativas que pueden reclamar como personas privadas. Más bien, los derechos cívicos, que son los derechos de participación y comunicación, son libertades positivas. No garantiza la libertad de coacción externa sino la participación en una práctica común, sólo a través de cuyo ejercicio los ciudadanos pueden llegar a ser aquello que ellos mismos desean ser, como sujetos políticamente responsables de una comunidad de personas libres e iguales. Este proceso político no sirve sólo para mantener la actividad estatal bajo el control de los ciudadanos sino al mismo ejercicio de sus derechos privados y de sus libertades políticas, como realización de su autonomía pública y privada, pues la razón de ser del Estado no está en proteger exclusivamente los derechos subjetivos sino en la protección de un proceso de formación de la [63] EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA opinión y la voluntad públicas, en el que los ciudadanos libres o iguales se entiendan en metas y converjan en normas que serán de interés común para todos. Así, esta concepción republicana exige a los ciudadanos algo más que una orientación para sus propios intereses. Segundo, en cuanto al concepto de persona jurídica y el concepto de derecho. Para la concepción liberal, el objetivo del ordenamiento jurídico consiste en la defensa prioritaria de los derechos subjetivos e individuales, dependiendo estos de un ordenamiento jurídico objetivo cuyo fin es garantizar la integridad de la vida en común, en igualdad de derechos y basada en el respeto recíproco. Por su parte, la concepción republicana, acogiendo favorablemente la integridad del individuo y sus libertades subjetivas, prioriza la integridad de la comunidad en la que los individuos pueden reconocerse como individuos a la vez que como miembros de la misma. Esta posición vincula la legitimidad de las leyes al procedimiento democrático en donde se mantiene una conexión interna entre la praxis de autodeterminación del pueblo y el poder de las leyes. Así, para los republicanos, los derechos son determinaciones de la voluntad política predominante, mientras que para los liberales, los derechos están fundamentados en un ente superior de carácter político. De ahí que, desde el punto de vista republicano, el objetivo de una comunidad es el bien común que pretende alcanzar éxito en su intento político de definir, establecer, realizar y sostener el conjunto de derechos que se adecué mejor a las condiciones y costumbres de esa comunidad, mientras que, desde el punto de vista liberal, se trata de proporcionar las estructuras trascendentales y los frenos al poder requeridos para una búsqueda pluralista de intereses diversos. Tercero, en cuanto al concepto sobre la naturaleza del proceso político, el liberalismo considera la política como una lucha de posiciones que concede la capacidad de disponer del poder administrativo del Estado, con base en un procedimiento formal democrático que registra las fuerzas políticas, concibiendo el parlamento como el espacio de competencia entre actores colectivos que proceden estratégicamente con el objeto de mantener posiciones de poder. El éxito se mide por la aprobación, cuantificada en número de votos, que a los ciudadanos les merecen los individuos y sus programas, y a través de las elecciones se expresan sus preferencias. El republicanismo, por el contrario, concibe la política como un proceso de formación de la opinión y de la voluntad política en el espacio público, [64] M A R C O DE R E F E R E N C I A determinado, no por las estructuras de los procesos económicos, sino por estructuras propias de la comunicación intersubjetiva pública orientada al entendimiento. Es decir, las condiciones de autodeterminación ciudadana no están dadas por la dinámica del mercado sino por una dinámica dialógica. En ese orden, los partidos que luchan por el acceso a posiciones estatales de poder tienen que regirse por parámetros deliberatorios. El tercer modelo de democracia radical que Habermas propone está fundamentado en las condiciones comunicativas, en donde los procesos políticos tienen que producir resultados racionales de manera deliberativa. Este concepto de una política deliberativa toma sentido cuando se tiene en cuenta la pluralidad de formas de comunicación en las que figura una voluntad común. Por eso, cuando retoma para sí ese concepto procedimental de la política deliberativa, como núcleo normativo de la teoría de la democracia, hay diferencias tanto de la relación con la concepción republicana de Estado, concebida como una comunidad ética, como en relación con la concepción liberal del Estado, como guardián de la sociedad centrada en el sistema económico. La teoría discursiva asume elementos de ambas concepciones y los integra en el concepto de un procedimiento ideal para la deliberación y la toma de resoluciones, pues el procedimiento va a generar una conexión interna entre negociaciones, discursos de autocomprensión y discursos referentes a la justicia, convencida de que, en tales condiciones pueden alcanzarse resultados racionales y equitativos. La autocomprensión normativa de la política deliberativa exige de la comunidad jurídica un modo discursivo de socialización. 4.2.2. Política deliberativa de doble vía La teoría del discurso busca mediar e integrar, en un nivel más amplio, dos visiones opuestas de la democracia contemporánea: de una parte, la perspectiva liberal, que reduce el proceso democrático a una negociación de intereses en el marco de procedimientos de voto y representatividad legislativa regulados por un catálogo de derechos individuales; y, de otra, la perspectiva republicana, que le confiere al proceso de formación de la opinión pública un carácter ético-político particular, delimitando la deliberación ciudadana a un marco cultural compartido' 6 . 56 Jürgen Habermas, "Sobre la traducción sociológica del concepto normativizante de política deliberativa", en Facticidad y validez, op. cit., pp. 393-405. EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA Para esto, Habermas se ayuda de un concepto de sociedad holística donde el principal papel del Estado debe ser la neutralidad frente al conjunto de formas de vida y visiones competitivas del mundo, lo cual impone la necesidad de una reinterpretación discursiva del proceso democrático. La categoría central viene a ser la de una soberanía popular procedimentalizada y un sistema político anclado en la red de una esfera política pública de una sociedad descentrada. El éxito de una política deliberativa reside no sólo en una ciudadanía colectivamente activa sino en una institucionalización de los procedimientos y condiciones de comunicación públicas, así como en la interrelación de la deliberación institucionalizada con los procesos informales donde se crea y consolida esa opinión ciudadana. La traducción sociológica que la comprensión de un concepto de política democrática deliberativa requiere, exige una reconstrucción diferente a la definición deflacionaria sugerida por Norberto Bobbio57 en su teoría de la democracia, así como a la interpretación tecnocratizante de la democracia de la teoría de Robert Dahl58. En ambas se desconocen las condiciones necesarias para un procedimiento democrático de toma de decisiones que integre la esfera comunicacional de la opinión pública como protagonista central del proceso. Aunque, a diferencia de Bobbio y su definición mínima del proceso democrático, Dahl logra capturar el sentido deliberativo de los procedimientos democráticos contemporáneos; sus conclusiones abogan, no por la profundización deliberativa de la democracia sino, por el contrario, por un paternalismo tecnocrático contrario a la misma. Ante esto se impone el desarrollo de un concepto de política deliberativa de dos vías. La esfera pública opera, de una parte, como una red plural, abierta y espontánea de discursos entrecruzados de los diferentes actores ciudadanos, garantizada deliberativamente; y, de otra, gracias a un marco de derechos básicos constitucionales. Ambas condiciones posibilitan la regulación imparcial de la vida común, respetando las diferencias individuales de los diversos sujetos colectivos y la integración social de una sociedad desencantada. 57 Norberto Bobbio, The Future of Democracy, Cambridge: Polity Press, 1987. 58 Robert Dahl, Democracy and its Critics, New Haven: Yale University Press, 1989. 661 MARCO DE REFERENCIA Esta doble característica de la política deliberativa, que la hace oscilar entre la institucionalización democrática de la formación de la voluntad pública y la formación informal de la opinión pública, exige la necesidad incondicional de que la detentación del poder se mantenga neutral con respecto a las concepciones de vida buena, mutuamente incompatibles y en competencia. La sociedad civil y la opinión pública son el resultado de un proceso circular de poder comunicacional. Las crisis de racionalidad y legitimación se originan en la incapacidad del sistema político para hacer converger y poder preservar la integración social de sus perspectivas y determinaciones. Las decisiones burocráticas, las leyes y las políticas públicas emergen de operaciones dependientes del sistema administrativo y económico, sin relación con la esfera de la opinión pública y sin contemplar los intereses y situación mundo-vitales. El equilibrio de este desbalance depende de cómo la sociedad civil, a través de una esfera pública resonante y autónoma, desarrolle impulsos con suficiente vitalidad para empujar los conflictos desde la periferia hasta el corazón del sistema político. En confrontación con otras versiones sociológicas de la democracia, Habermas desarrolla un modelo sociológico de circulación del poder político que, gracias a las prescripciones constitucionales que garantizan el flujo del poder comunicacional social, permitan a la sociedad civil penetrar el sistema político-administrativo a través de una esfera pública politizada y beligerante59. Modelo de política deliberativa cuyo resultado final debe ser un poder generado comunicativamente con una competencia dual sobre los actores sociales involucrados y el poder administrativo de la burocracia60. A partir de una figura metafórica de "esclusas" entre la periferia-sociedad civil y el centro-Estado, se trata de concebir toda una serie de mediadores sociales de lado y lado (organizaciones, universidades, medios de comunicación, partidos, elecciones, parlamento, sistema judicial, etc.) que, en la dialéctica entre periferia externa y periferia interna, permite ilustrar la idea de una cir- 39 Ver J. Elster, The Cement of Society, Cambridge: Cambridge University Press, 1989; y H. Willke, Ironie des Staates, Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1992. 60 Modelo desarrollado por Habermas a partir de una revisión crítica de la propuesta de Bernard Peters, Rationalitát, Recht und Gesellschaft, Frankfurt am Main: 1991. [67] EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA culación de poder, vital y móvil, la cual posibilita un flujo y reflujo permanente entre sociedad civil y Estado, y una reconversión de doble vía entre el poder comunicativo y el poder administrativo de la sociedad. Todo esto lleva a redefinir las nociones de sociedad civil, opinión pública y poder comunicativo, con el objeto de interpretar integralmente las estructuras internas de la esfera pública y su intrincada relación con el derecho y el sistema legal en las sociedades complejas. La esfera pública se reconoce a través de las estructuras comunicativas de la sociedad, canalizando las cuestiones sociales políticamente relevantes pero dejando su manejo especializado al sistema político. En tal sentido, no se refiere tanto a las funciones ni al contenido de la comunicación cotidiana como al espacio social que se genera en esa acción comunicativa. Este espacio social está compuesto por la amplia red de discursos públicos que se manifiestan en todo tipo de asambleas donde se van madurando opiniones sobre asuntos que conciernen los intereses particulares de la ciudadanía. De allí que no pueda ser mesurable estadísticamente. El principal objetivo de la esfera pública es la lucha por expandir influencia política dentro de la sociedad, en torno a los asuntos específicos que convocan el interés generalizado de la sociedad en determinados momentos. Cuando tal influencia se ha extendido sobre una porción significativa de la ciudadanía, se evidencia la autoridad definitiva que la audiencia pública posee, en tanto es constitutiva de la estructura interna y la reproducción de la esfera pública. Esta esfera pública sólo puede satisfacer su función de percepción y tematización de los problemas sociales tanto como posibilite la comunicación entre los actores potencialmente afectados. La esfera privada y la esfera pública encuentran su punto de contacto en aquellas experiencias individuales a través de las cuales se expresan las deficiencias sistémicas. Por su parte, la esfera de la sociedad civil es un fenómemo recientemente redescubierto, en una perspectiva muy diferente a la utilizada por la tradición liberal o marxista. Contrario a la visión liberal que ve la sociedad como un conglomerado de individuos o a la marxista que la ve como expresión superestructura! de una estructura económica, la sociedad civil, más en concordancia con la perspectiva hegeliana, debe interpretarse como compuesta por esas asociaciones, organizaciones y movimientos que emergen más o menos espontáneamente, y, estando atentos a la resonancia 168 MARCO DE REFERENCIA de ios problemas sociaies en ias esferas de la vida privada, destilan y transmiten esas reacciones de una manera amplificada en la esfera pública. Contra las interpretaciones dominantes de la ciencia política que reducen la influencia de la esfera pública a un manejo tecnocrático y sesgado de la misma, limitando su expresión a los agentes formalmente reconocidos por el Estado y el sistema político, aquí se reivindica la incuantificable riqueza y diversidad de la misma, y la infinitud de espacios y discursos a través de los cuales se manifiesta socialmente. La existencia de una sociedad civil supone una serie de características que incluyen pluralidad, publicidad, privacidad y legalidad, las cuales determinan, interrelacionadas e interdependientes, la existencia de una sociedad civil diferenciada de carácter m o d e r n o . El sistema político debe mantenerse sensible a esta influencia de la opinión pública a través de los partidos políticos y las elecciones generales, los cuales constituyen los canales de entrecruzamiento entre la sociedad civil y la esfera pública. La dependencia de los actores del sistema y la eventual manipulación de los medios de comunicación pueden reducir las posibilidades de deliberación autónoma efectiva de la sociedad civil. Los medios de comunicación deben operar como un actor fundamental del proceso comunicativo público, lo que los compele a asumir pautas normativas que garanticen un flujo libre y no coactivado de la comunicación social, autoconcibiéndose como instrumentos de la ciudadanía para transmitir sus sentimientos, pensamientos y tomas de posición ante el poder, y preservando su integridad e independencia de cualquier presión externa que pretendiera impedirlo. Finalmente, gracias a la comunicación descentrada sin sujeto que se crea discursivamente, la ciudadanía, dispersa en la esfera pública, penetra los procesos institucionales de gestión pública. Ello remite, una vez más, al rol del derecho interpretado democráticamente en cuanto sea capaz de traducir el poder comunicativo de la sociedad a leyes, decisiones burocráticas y políticas públicas. La democracia se funda y se legitima en la participación ciudadana en la toma de decisiones y su deliberación debe garantizarse en todos los niveles de decisión administrativa, so pena de acudir, de manera plenamente Justificada, a la desobediencia civil. [69] EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA Conclusión Es en este marco donde se desarrolla la "disputa en familia" entre Habermas y Rawls, sin duda uno de los debates de más incidencia en la filosofía política de finales y comienzos de siglo, y donde ambos autores van a coincidir en lo que algunos han llamado el republicanismo kantiano 61 que caracterizaría una última etapa teórica de uno y otro62. Rawls introduce dos conceptos estructurales que determinan su visión republicana del liberalismo político: la del consenso entrecruzado {overlapping consensus) y la de la razón pública. La primera para describir el objetivo final de su liberalismo y, la segunda, para mostrar los mecanismos que garantizan los principios de justicia en un régimen constitucional. Los dos representan el énfasis social de la teoría rawlsiana y confirman su distanciamiento de todas las teorías abstractas de la filosofía moral y política contemporánea. También vale la pena resaltar que Rawls rescata en esta obra la noción de equilibrio reflexivo que parecía haber perdido relevancia en las versiones de 1980 y 1981. Vuelve aquí a adquirir importancia como un mecanismo de auditaje desde el cual el sujeto, ya sea en la figura del ciudadano o como sujeto colectivo, replantea continuamente su juicio sobre el sistema social en el que vive63. El contrato social deviene, con ello, un contrato social permanente y los principios de justicia constituyen el criterio desde el cual la ciudadanía juzga los actos del Estado o el gobierno y legitima -o deslegitima- el orden social que lo rodea. Y aquí se retoman algunas de las categorías profundizadas en las versiones anteriores y que encuentran ahora toda su trascendencia social y política. El ciudadano como persona moral vuelve a ser la piedra de toque de la concep- 6i y e r Fernando Vallespín, "El republicanismo kantiano" (Introducción), en J. Habermas y J. Rawls, op. cit, pp. 28-37. 62 Sobre esta última etapa ver, en general, Jürgen Habermas, "Inclusión: ¿incorporación o integración? Sobre la relación entre nación, Estado de derecho y democracia", en La inclusión del otro, op. cit., pp. 107-135; así como lohn Rawls, "La idea de una razón pública", en Liberalismo político, op. cit.; y, particularmente, "Las libertades de los modernos versus la voluntad del pueblo", en J. Habermas y J. Rawls, Debate sobre el liberalismo político, op. cit. 63 [70] John Rawls, Political Liberalism, op. cit., pp. 96-97. MARCO DE REFERENCIA ción de la justicia y, sin duda, en ella habría que buscar la presencia del legado kantiano, aunque ello se complementa con una noción de sujeto colectivo, implícita en el papel que Rawls le ha conferido siempre a las minorías, pero que ahora se hace más expresa en el planteamiento político. Además, el carácter público de la justicia define el rasgo sustancial de la propuesta rawlsiana: la justicia como paideia social es la garantía de que la sociedad conozca y, por tanto, exija la aplicación de los principios de justicia y, a través de ello, el respeto a sí mismo, ya sea como ciudadano activo o sujeto colectivo. Como quiso mostrarse a lo largo de este estudio introductorio, en lo que a Habermas concierne, este republicanismo estaría caracterizado por varios elementos. Primero, por la decidida defensa del poder comunicativo de la sociedad civil, entendida más en términos hegelianos, y de las libertades políticas que garanticen la formación y voluntad de la opinión pública. Segundo, por un modelo de democracia deliberativa, que a partir de aquello se infiere, donde la participación activa de la ciudadanía es corolario indispensable del desarrollo pleno del Estado. Tercero, por tanto, de la justificación de actos ciudadanos como la desobediencia civil que, como test de constitucionalidad, permitan conciliar la Constitución con las nuevas realidades y clamores sociales. De lo anterior se deriva, cuarto, el papel mediador que Habermas confiere al Tribunal Constitucional en las sociedades complejas como hermeneuta político-jurídico de esa soberanía popular activa y plural y su deber imperativo de conciliar la tensión entre hechos y normas desde una perspectiva que garantice la más amplia participación de los afectados en los procedimientos democráticos. Lo que supone, precisamente, que el Tribunal asuma, como paradigma de adjudicación constitucional, el discursivo-procedimental que Habermas propone como el más adecuado. En este punto se presenta la distancia de Habermas frente al republicanismo. El riesgo que implica es la potencial etitización de la vida pública y la lectura axiológica, buena para algunos, de la constitución que de ello se desprendería, frente a la deontológica, justa para todos, que Habermas defiende, en consonancia con Ackerman y Ely. El paradigma discursivo-procedimental recoge el contenido normativo de la soberanía popular procedimentalizada que las revoluciones democrático-radicales proyectan para la sociedad c o n t e m p o r á n e a , p o n i e n d o de presente la cooriginalidad del derecho y la política a partir de u n principio discursivo 171] EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA bifurcado simultáneamente como principio de argumentación moral y como principio democrático-legal. Habermas deshipostasia la categoría de soberanía popular, reducida por el paradigma liberal-burgués a una abstracción jurídica vacía, mostrando los contenidos plurales que supone y su articulación con una esfera viva de la opinión pública que hunde sus raíces en las diferentes formas de vida de una sociedad, pero, al mismo tiempo, evitando caer en una interpretación etitizante de la vida pública, propia del paradigma republicano, que conduzca a priorizar una forma de vida buena sobre el conjunto de la sociedad. El paradigma discursivo-procedimental toma distancia frente a los dos paradigmas de adjudicación constitucional más representativos de la época contemporánea, reivindicando de ambos lo que Habermas considera que prolonga las proyecciones normativas de las revoluciones democrático-radicales del siglo XVIII. Del paradigma republicano retoma su concepción activa de la ciudadanía, es decir, de una soberanía popular entendida como fuente plural y permanente de legitimación del Estado y, por tanto, con plena capacidad y derecho de poner en cuestión su dinámica administrativa. Y del paradigma liberal, la noción clave de procedimientos democrático-legales imparciales que permitan la expresión de esa voluntad y la formación de una opinión pública que penetre el poder administrativo del Estado y lo ponga al servicio del poder comunicativo de la sociedad. La propuesta de un ingreso básico universal tendría varias virtudes, en el marco de la discusión aquí reconstruida. La primera virtud es que, en efecto, permite superar la tensión entre los dos principios de justicia rawlsianos, es decir, posibilita la realización del segundo principio de justicia a favor de los desfavorecidos sin lesionar el esquema igual de libertades que supone el primero para todos, en especial el requerimiento libertariano de plena propiedad sobre sí mismo. La segunda virtud es que, igualmente, la objeción comunitarista en parte se resuelve con la propuesta de Van Parijs. Si el problema reside en un espectro de bienes sociales primarios prefigurados desde una concepción particular de vida buena, el ingreso básico universal permite a las diferentes concepciones la realización de su plan racional de vida en dos sentidos: por medio de la consecusión de los medios para hacerla efectiva, en el marco de un capitalismo óptimo, por supuesto. O a través de un reordenamiento del espectro de bienes sociales rawlsianos, colocando en primer lugar las bases sociales del respeto a [72] MARCO DE REFERENCIA sí mismo que, en cierta lectura, supone la prioridad y el reconocimiento de la propia visión de vida buena sobre cualquier otro bien social. La tercera virtud es la que se deduce de una lectura política del equilibrio reflexivo, congruente además con las dos anteriores. La aplicación de los principios, su contraste con la cotidianidad de quienes van a encarnarlos, supone y exige la aceptación concreta de los mismos por parte de una comunidad. Desde esta interpretación es plenamente justificado acudir a un subsidio universal que, al lograr la libertad real para todos, garantice con ello tanto la realización de sus concepciones de vida buena como la propensión del sistema a proteger a los desfavorecidos, sin desmedro de unos u otros. El equilibrio reflexivo, como sostiene Van Parijs, no sólo posibilita sino que exige tal adecuación. No es, obviamente, esta conclusión el espacio para desarrollar una crítica sistemática de la propuesta vanparijsiana. Pero no sería honesto terminar sin apuntar una de sus principales debilidades: la del sujeto social que tendría que encarnar este proceso. Van Parijs resuelve y reduce toda la problemática filosófico-política del último cuarto de siglo en la figura del Estado de bienestar, que no por ser el instrumento de realización del ingreso básico universal deja de recordar -sin alternativa- la figura omnipresente del Estado totalitario, socialista o capitalista. De ahí que temas de tanta trascendencia como el modelo de democracia, el papel de la ciudadanía, la sociedad civil y la opinión pública, el rol de las instituciones, la proyección conciliadora del derecho, el conflicto de libertades, etc., queden todas relegadas a un segundo o tercer término que no descalifican, por supuesto, pero sí ponen en cuestión la fortaleza normativa de su propuesta. [73] Introducción JORGE IVÁN RODRÍGUEZ" ESTE LIBRO BUSCA DAR UNA MIRADA global a la filosofía política francesa contemporánea, abordando el tema desde cuatro perspectivas diferentes: los antecedentes, el sujeto, la sociedad y el Estado. La primera parte tiene por objetivo brindar un conocimiento general de los antecedentes inmediatos de la filosofía política francesa contemporánea. Por esta razón se centra en el estudio de dos autores de los años cincuenta: Michel Foucault y Gilíes Deleuze. De Deleuze y Foucault a nuestros tiempos han ocurrido nuevos fenómenos sociales y políticos (proceso de globalización, caída del bloque soviético, la unión de Europa, etc.). Entender las propuestas de estos autores es entender algunos de los procesos que desencadenaron estos eventos, evitando caer en el anacronismo que impide asimilar la dinámica que domina nuestra sociedad actual. Durante el periodo de posguerra de la Segunda Guerra Mundial, Francia estuvo dirigida por gobiernos conservadores. A pesar de que la economía francesa se encontraba en pleno crecimiento, en mayo de 1968 surgió la revolución estudiantil que dio paso a una generación de intelectuales que rechazaban la Ilustración, y en especial el humanismo derivado de esta, ya que pensaban que sólo representaba los intereses de una clase social, la burguesa. Surgió una nueva corriente de filosofía política que no se encontraba adscrita ni al marxismo, ni al liberalismo. Esta nueva corriente filosófica se destacó por dar paso a la expresión más radical y visible de los movimientos sociales y de protesta que atravesaron Occidente, ya que no funcionó como un metadiscurso, alejado de la realidad, sino como el compañero de las demandas realizadas por los trabajadores. Foucault y Deleuze hacen parte de este contexto, fueron intelectuales militantes que desdeñaron del sistema democrático. * Filósofo, Universidad Nacional de Colombia. [75] EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA Para Foucault la invitación a participar en el sistema democrático no se hace extensiva a todo el género humano, sólo se mantiene para aquellas personas que pueden acomodarse a una estructura social predeterminada y cumplir a cabalidad las funciones que ésta tenga a bien encomendarles. Aquellos quienes no cumplen estos presupuestos no pueden hacer parte de la comunidad y por tanto deben ser excluidos de ella. Carecen de cualquier tipo de derecho político y son ignorados de manera permanente por la sociedad y sus compañeros. Para Deleuze, el individuo, la principal reivindicación moderna frente a la tradición, es absorbido por la maquinaria de control de los flujos (la sociedad posmoderna), y la democracia se convierte en otro instrumento más para el control de losflujosque se mueven en la sociedad. Para Foucault y Deleuze, la paradoja juega un papel importante dentro de sus teorías. No por ello su argumentación es errónea; por el contrario, buscan demostrar cómo su argumentación refleja una determinada realidad, la realidad que se comporta paradójicamente; para ellos existe una relación entre la realidad y la manera en que argumentan, y esto sólo puede ser expresado de manera paradójica. Deleuze y Foucault dejaron las bases para analizar un mundo en donde han ocurrido nuevos procesos políticos y sociales (globalización, Unión Europea, etc.); un mundo que necesita desarrollar nuevos elementos críticos para lograr la comprensión de los nuevos procesos. Es por ello que este libro muestra dos caminos diferentes: por una parte se encuentran aquellos que dieron continuidad a las teorías que estos autores trabajaron, y por otra parte se encuentran una serie de autores que criticaron las posturas de Foucault y Deleuze, retomando la democracia como sistema de gobierno y los ideales de la modernidad. La segunda parte pretende mostrar cómo la posmodernidad presenta un nuevo tipo de legitimidad, en donde el sujeto y la sociedad son los actores principales de este proceso, dejando a un lado al Estado, presentando nuevas formas de subjetivación, siendo el objetivo de esta parte rescatar toda la discusión que con relación al sujeto se viene desarrollando actualmente. Autores como Gilíes Lipovetsky y Jean Baudrillard presentan nuevos aportes a la filosofía política contemporánea, a través de los análisis que realizan del proceso de subjetivación. Lipovetsky centra su estudio en el sujeto político, tomando los mecanismos que afirman al individuo como elemento autónomo y consumista de la sociedad. Para este autor el individualismo con- [76] INTRODUCCIÓN temporáneo se ve reflejado en un proceso de personalización que determina a la sociedad y al individuo actual. El proceso de personalización se encuentra revestido por aspectos políticos, psicoanalíticos y p o s m o d e r n o s , d o n d e aparecen nuevos efectos socioculturales como el neonarcisismo y la indiferencia. La moda, analizada desde un punto de vista teórico, permite determinar las conductas e inclinaciones individuales y colectivas, encontrando los más evidentes dispositivos en los que se repite la lógica individualista y que también afirman el mismo individualismo, la seducción, elementos presentes en la política, en la cultura, en el individuo contemporáneo. Lipovetsky propone la construcción de una nueva ética, la vuelta a una p r e o c u p a c i ó n por el equilibrio, el justo medio aristotélico, a través de una ética responsable, inteligente. Un humanismo sin mayores pretensiones que una sociedad un poco más justa y menos ciega. Para Baudrillard, el proceso de subjetivación se refleja en la sociedad. La realidad ha cambiado a consecuencia de la nueva cultura de consumo. Las personas gastan mucho tiempo utilizando los medios de comunicación, donde los intercambios culturales se encuentran mediados por "máquinas inteligentes". Baudrillard llama a esta nueva cultura "hiperreal". El lenguaje se convierte en una "simulación", original y copia al mismo tiempo; las personas ya no conversan "cara a cara" o por carta, su intercambio es mediado. Los medios de comunicación juegan un papel importante en esta nueva sociedad, son ellos los que saturan al individuo de información, construyendo la realidad, construyendo una sociedad globalizada. La tercera parte tiene por objetivo mostrar una corriente filosófica que basa el principio de legitimidad en el Estado, tomando el sistema democrático como forma de gobierno, preocupándose por la construcción de espacios y estructuras políticas que permitan incluir a los ciudadanos dentro de la dinámica democrática. Esta corriente es llamada posrepublicanismo. Para los posrepublicanos, la participación del c i u d a d a n o en los procesos de gobernabilidad responde a los intereses que este tenga como ciudadano, constituyéndose en el eje central de la maquinaria estatal. Esta corriente posrepublicana surge en oposición al m o v i m i e n t o posmoderno, pero sus raíces se remontan al siglo XIX, cuando Tocqueville realiza su crítica a los principios libertades del liberalismo, crítica que pretende mejorar los ideales, reinterpretando los principios libertades. De esta crítica surgen los derechos libertades, que son los derechos subjetivos y formales, representando la posición del individuo en tanto individuo, [77] EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA y los derechos sociales o derechos crédito, que buscan reducir la diferencia entre los diversos sectores de la sociedad. Los posrepublicanos toman la distinción entre las dos clases de derechos, presentando un tercer tipo de derechos: derechos participación, donde las leyes cobran importancia en la medida en que sean legitimadas por un proceso de diálogo político intersubjetivo; es decir, los derechos son parte fundamental de la construcción democrática. La noción de Estado se encuentra vinculada con la noción de participación directa; los derechos humanos se garantizan en la medida en que se cumpla el proceso de deliberación que lleve a la toma de decisiones. La existencia de diálogo efectivo al interior de las comunidades garantiza su participación en el Estado para asegurar su propia felicidad. Es así como los ciudadanos se encuentran comprometidos políticamente, ya que este compromiso constituye la concepción misma de ciudadano. En consecuencia, ser ciudadano no es solamente votar, tener derecho a la salud y a la educación, sino participar en la conformación del Estado. La construcción de una sociedad de libertad participativa republicana se encuentra supeditada a los procesos de comunicación. Para Jean Marc Ferry, inscrito de manera paralela en la discusión del marxismo analítico, la posibilidad de brindar los procesos de participación a los miembros de una comunidad se encuentra estrechamente ligada a la posibilidad de tener condiciones de vida decentes, tener suficiente instrucción, tener tiempo libre para participar en la vida pública, donde el trabajo deja de ser un ideal ciudadano para convertirse en un proceso de agotamiento. Al no existir condiciones económicas aceptables al interior de una comunidad se limita la participación y la interacción social. Ferry propone dar a todos los ciudadanos una renta básica que se constituya en parte esencial de derechos y obligaciones, que contribuya a incrementar los niveles de calidad de vida, para así constituir una nueva forma de integración social acorde con los valores republicanos, que permita incrementar los niveles de comunicación y participación al interior de las comunidades. [78] PARTE I Contexto y crítica al posestructuralismo francés