Texto de Ortega y Gasset “La vida humana es una realidad extraña, de la cual lo primero que conviene decir es que es la realidad radical, en el sentido de que a ella tenemos que referir todas las demás, ya que las demás realidades, efectivas o presuntas, tienen de uno u otro modo que aparecer en ella. “La nota más trivial, pero a la vez la más importante de la vida humana, es que el hombre no tiene otro remedio que estar haciendo algo para sostenerse en la existencia. La vida nos es dada, puesto que no nos la damos a nosotros mismos, sino que nos encontramos en ella de pronto y sin saber cómo. Pero la vida que no es dada no nos es dada hecha, sino que necesitamos hacérnosla nosotros, cada cual la suya. La vida es quehacer. Y lo más grave de estos quehaceres en que la vida consiste no es que sea preciso hacerlos, sino, en cierto modo, lo contrario; quiero decir, que nos encontramos siempre forzados a hacer algo, pero no nos encontramos nunca estrictamente forzados a hacer algo determinado, que no nos es impuesto este o el otro quehacer, como le es impuesta al astro su trayectoria o a la piedra su gravitación. Antes que hacer algo, tiene cada hombre que decidir, por su cuenta y riesgo, lo que va a hacer” (J. ORTEGA Y GASSET, “Historia como sistema” en Historia como sistema y otros ensayos de filosofía, Madrid, Revista de Occidente/Alianza, 1981, pp. 13-14). Sitúa al autor del texto El pensamiento del filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955) se halla en la encrucijada de distintas corrientes filosóficas contemporáneas. No sólo contribuye decisivamente a modernizar el pensamiento español, sino que a partir de elementos tomados del vitalismo, el historicismo y el pragmatismo, elabora una filosofía original que tiene su fundamento en el concepto de la vida como realidad radical. Tema del texto La vida humana, en tanto que realidad radical, se constituye como libre quehacer. Ideas del texto 1ª La vida es la realidad radical. 2ª Todas las demás realidades se refieren a esta realidad radical. 3ª La vida nos es dada, pero no nos es dada hecha sino que tenemos que hacérnosla. 4ª La vida es quehacer en cuanto que no tenemos más remedio que hacer algo. 5ª Lo que tenemos que hacer no está determinado, como lo está el comportamiento de un fenómeno natural. 6ª Lo que hacemos depende de lo que libremente decidamos hacer. Estructura (relación de las ideas) En el texto pueden distinguirse dos partes: Primeramente enuncia la tesis de la vida como realidad radical (1ª y 2ª ideas). En segundo lugar, explica mediante una serie de rasgos la singularidad de la vida como un constante quehacer (3ª-5ª ideas). Finalmente concluye afirmando el carácter libre (no determinado) del vivir humano (6ª idea). Explicación del texto El punto de partida que va a llevar a Ortega al concepto fundamental que desarrolla en el texto, esto es, la vida como realidad radical, se encuentra en la crítica que hace el filósofo tanto del idealismo como del realismo. Contra el realismo, afirma que el hombre no es un simple trozo de la realidad: el hombre no es una cosa; por consiguiente, no se puede hablar de “naturaleza humana”. Como dice el pensador madrileño, “el hombre no tiene naturaleza; tiene historia”. Contra el idealismo, sostiene que el sujeto (la conciencia, el pensamiento) no es el eje en torno al cual gira la realidad: el pensar no es anterior a la vida, al vivir, puesto que aquél es, como pensamiento, un fragmento de un hombre que no es un ser abstracto, sino una realidad concreta que vive aquí y ahora. Cualquier tipo de realidad supone siempre de antemano otra realidad que la fundamenta: nuestra vida, una vida que no es sólo biológica sino biográfica, histórica. Por eso dice en el texto que cualquier otra realidad debe ser referida a ésta. Así, la vida, para Ortega, es la realidad radical en sentido metafísico, pues, a la pregunta metafísica fundamental sobre en qué consiste el ser, Ortega responde que el ser consiste en vivir. A la vida entendida como realidad radical se subordina, incluso, la razón. Frente a la reducción de la razón a razón físico-matemática, Ortega propone el concepto de razón vital como función de la vida. La vida, entendida de esta manera, no puede ser comprendida por la biología, ni por la psicología, ni siquiera por la filosofía tradicional, sino que se define en sentido histórico y biográfico, puesto que “nuestra vida” es un conjunto de asuntos, temas y relaciones que nos afectan. Por tanto, la vida, como modo de ser, posee una serie de atributos que la definen, no en sentido genérico, sino en su exclusiva particularidad. En primer lugar, vivir es encontrarse en el mundo: nuestra vida nos es dada, “puesto que no nos la damos a nosotros mismos”, pero (a diferencia de la vida animal determinada por pautas instintivas) no nos es dada hecha, sino que tenemos que hacérnosla por medio de nuestra libertad y de nuestro hacer. Vivir es ocupación y preocupación, en el sentido de que el hombre se ocupa y se preocupa de las cosas o con ellas. Vivir es hacer y, en cuanto que no tenemos más remedio que hacer algo (que pre-ocuparnos de algo), quehacer. Vivir significa siempre proyectarse hacia el futuro: vivir significa tener un proyecto o una finalidad de la vida a través de una ocupación. Ahora bien: esta ocupación no está no está impuesta o determinada de antemano, explica Ortega en el texto, como lo pueda estar el curso del sol o la caída de una piedra. Vivir significa elegir constantemente entre diversas posibilidades. La vida, por consiguiente, es libertad y, por tanto, responsabilidad y riesgo. Como dice el autor, “antes que hacer algo, tiene cada hombre que decidir, por su cuenta y riesgo, lo que va a hacer”. Por eso la vida para el hombre siempre es problema, quehacer, preocupación consigo misma, programa vital y, en último término, “naufragio”, un naufragio del que el hombre aspira a salvarse agarrándose a una tabla de salvación: la cultura. La vida es drama; el método para acercarse a ella no puede por ello ser el análisis sino la biografía, la narración. La biografía de un hombre depende de su poder de decisión. Y el poder de decisión depende del conjunto de posibilidades, pero también, para que haya decisión, tiene que haber limitación de posibilidades, hecho que se expresa con la categoría de circunstancia vital. “Yo soy yo y mi circunstancia”, dice Ortega, y esta circunstancia me limita y posibilita a la vez. Texto de Wittgenstein “¿Pero cuántos géneros de oraciones hay? ¿Acaso aserción, pregunta y orden? ─Hay innumerables géneros: innumerables géneros diferentes de empleo de todo lo que llamamos «signos», «palabras», «oraciones». Y esta multiplicidad no es algo fijo, dado de una vez por todas; sino que nuevos tipos de lenguaje, nuevos juegos de lenguaje, como podemos decir, nacen y otros envejecen y se olvidan. (Una figura aproximada de ello pueden dárnosla los cambios de la matemática). La expresión «juego de lenguaje» debe poner de relieve aquí que hablar el lenguaje forma parte de una actividad o de una forma de vida. Ten a la vista la multiplicidad de juegos de lenguaje en estos ejemplos y en otros: dar órdenes y actuar siguiendo órdenes, describir un objeto por su apariencia o por sus medidas, fabricar un objeto de acuerdo con una descripción (dibujo), relatar un suceso, hacer conjeturas sobre un suceso, formar y comprobar una hipótesis, presentar los resultados de un experimento mediante tablas y diagramas, inventar una historia y leerla, actuar en teatro, cantar a coro, adivinar acertijos, hacer un chiste y contarlo, resolver un problema de aritmética aplicada, traducir de un lenguaje a otro, suplicar, agradecer, maldecir, saludar, rezar.” (L. WITTGENSTEIN. Investigaciones filosóficas. Traducción de A. García Suárez y U. Moulines. Barcelona: Crítica, 1988, § 23, pp. 3941). Sitúa al autor del texto El austriaco Ludwig Wittgenstein (1889-1951) es uno de los filósofos de mayor influencia y de más extraña personalidad del siglo XX. Es el máximo representante de la corriente denominada filosofía analítica, que parte de la convicción de que el análisis del lenguaje constituye el método y la tarea específica de la filosofía, aunque este análisis no lo practique del mismo modo el llamado “primer Wittgenstein”, centrado en el análisis lógico del lenguaje científico, que el Wittgenstein posterior de las Investigaciones filosóficas, que estudia los distintos “usos del lenguaje”. Tema del texto El texto muestra como característica fundamental de la actividad lingüística la pluralidad y la continua renovación de los usos o “juegos de lenguaje”. Ideas del texto 1ª Existen innumerables “géneros” o modos de uso del lenguaje. 2ª Las palabras y las oraciones no tienen un significado fijo o predeterminado sino que son signos “vivos” que se definen por sus usos. 3ª Nuevos juegos de lenguaje surgen continuamente por el uso en tanto que otros son olvidados por el desuso. 4ª La expresión “juego de lenguaje” indica que hablar es una actividad por la que los hablantes hacen cosas en su vida. 5ª El autor muestra al lector una multiplicidad de ejemplos de diferentes usos del lenguaje. Relación de las ideas -El texto empieza constatando que hay una pluralidad de usos del lenguaje (1ª idea). -A continuación lo argumenta con la 2ª y 3ª idea. -Define el concepto de “juego de lenguaje” como actividad lingüística (4ª idea). -Finalmente lo aclara e ilustra con una serie de ejemplos (5ª idea) Explicación de las ideas El texto pertenece a las Investigaciones filosóficas (publicadas en 1953), obra capital del llamado “segundo Wittgenstein” y que supone una ruptura definitiva con el proyecto y las doctrinas del Tractatus lógico-filosófico. Aunque ambas obras tienen en común el protagonismo asignado al lenguaje como objeto de la “actividad filosófica”, entre ellas existen diferencias fundamentales. En el Tractatus se consideraba el lenguaje a través de la relación que los nombres tenían con los objetos referidos por medio de su representación (es decir, el significado de un término era el objeto nombrado, según una concepción que suponía una correspondencia lógica entre el lenguaje y el mundo). Pero, como el mismo Wittgenstein fue advirtiendo, esta teoría presenta dos graves objeciones: (1ª) En primer lugar, no podemos nombrar sin saber antes usar los términos, y (2ª) no todos los nombres se refieren a objetos, pues hay palabras que no tienen referencia alguna a cosas, sino que solamente tienen uso, es decir, funcionamiento dentro de un lenguaje, por ejemplo, “cinco” y “rojo” no tienen referente alguno sino que adquieren su significado del uso que de ellas se hacer. Influido por la obra de Morris, que había señalado la función pragmática del significado, Wittgenstein considera el lenguaje como una actividad o un instrumento cuyo significado se define por su uso. Una vez introducida la idea de uso como criterio (cabría decir, como sustituto) del significado, queda abierta la puerta a la pluralidad de usos lingüísticos. Es decir, el significado de una palabra no es fijo sino que está definido por el contexto gramatical, situacional y social en que está usada; es decir, tiene tantas significaciones como usos posibles en cada contexto. Como dice Wittgenstein en el texto, nuevos tipos de lenguaje, nuevos “juegos de lenguaje” nacen de continuo (cuando empiezan a ser usados) mientras que otros van cayendo en desuso y son olvidados. El lenguaje, dice en otro lugar, es “como una ciudad, con partes nuevas y viejas”. Esta nueva teoría lingüística supone la negación total del primer Wittgenstein, según la cual la esencia del lenguaje reside en su función descriptiva. En el Tractatus, y en el positivismo lógico, se había atendido exclusivamente al lenguaje enunciativo, descriptivo, tomándolo como modelo único del lenguaje (el lenguaje de la ciencia, en definitiva). Es cierto, desde luego, que el lenguaje se usa para describir, pero también se usa para otras muchas actividades, en realidad, como dice en el texto, para incontables actividades, para preguntar, para ordenar, etc., etc. Desde una perspectiva pragmática, el lenguaje es una actividad (algo que hace) una comunidad lingüística, y expresar enunciados acerca de los hechos es una parte, y no el fundamento, de tal actividad (se pueden hacer “cosas” muy diversas con palabras). Como consecuencia, a la concepción del “lenguaje-retrato” de la realidad se opone ahora su concepción como un conjunto de múltiples y variados instrumentos o herramientas utilizables en las más variadas formas: “Piénsese –señala Wittgenstein al respecto- en los instrumentos contenidos en una caja de herramientas; en ella hay un martillo, unos alicates, una sierra, un destornillador,… Las funciones de las palabras son tan dispares como las funciones de estos objetos”. Desde este punto de vista, los problemas filosóficos surgen del mal entendimiento de ciertos usos lingüísticos, bien por confundir un juego lingüístico con otro (creer, por ejemplo, que el lenguaje religioso es del mismo tipo que el lenguaje científico, o bien, creer que las afirmaciones de la moral –“la conducta x es inmoral”son del mismo tipo que las descripciones de objetos físicos –“el líquido x es incoloro”), bien por considerar algún juego lingüístico particular como el único existente (“error” en el que cayó el “primer Wittgenstein”). La tarea de la filosofía consistiría así para Wittgenstein en resolver, o mejor, en disolver los problemas filosóficos a través de esta tarea de comprensión de los usos lingüísticos. Texto de Sartre “Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo, es responsable de todo lo que hace. El existencialista no cree en el poder de la pasión. No pensará nunca que una bella pasión es un torrente devastador que conduce fatalmente al hombre a ciertos actos y que por consecuencia es una excusa; piensa que el hombre es responsable de su pasión. El existencialista tampoco pensará que el hombre puede encontrar socorro en un signo dado sobre la tierra que le orienta; porque piensa que el hombre descifra por sí mismo el signo como prefiere. Piensa, pues, que el hombre, sin ningún apoyo ni socorro, está condenado a cada instante a inventar el hombre” (J. P. SARTRE, El existencialismo es un humanismo, Trad. V. Prati. Barcelona, Orbis, 1984, pp. 68-69). Sitúa al autor del texto Jean-Paul Sartre (1905-1980), filósofo francés, uno de los máximos representantes del existencialismo, corriente filosófica que surge como respuesta al sinsentido y a las atrocidades de las dos guerras mundiales y que agrupa a un conjunto muy diverso de filósofos, que pese a sus diferencias abordan unos temas más o menos comunes, tales como la reivindicación de la existencia individual, la libertad, la autenticidad, la elección, el compromiso, el estar en el mundo y el estar abocado a la muerte, etc. Tema El hombre es el único responsable de sí mismo por cuanto no tiene más remedio que ser libre Ideas 1ª No hay excusas para no asumir nuestra libertad y por tanto nuestra responsabilidad. 2ª No podemos no ser libres (“estamos condenados a ser libres”) 3ª Somos responsables también de nuestras pasiones. 4ª No existen signos o valores trascendentes que den sentido a la vida. 5ª Es el hombre, cada hombre, el único que puede dar sentido a su vida. 6ª Como únicos autores de nuestra vida, nos hacemos (nos elegimos o inventamos) con cada acto. Relaciones de ideas (estructura del texto) -Primeramente expone la tesis: estamos condenados a ser libres (1ª y 2ª ideas) -Seguidamente refuta a aquellos que buscan excusarse en las pasiones o en Dios para no asumir su libertad (3ª y 4ª ideas). -Concluye con una nueva formulación de la tesis (5ª y 6ª ideas). Explicación de las ideas El existencialismo es una filosofía que parte de la afirmación de la originalidad de la existencia individual. En este sentido, tiene su antecedente con la crítica que hizo Kierkegaard del sistema idealista de Hegel. Frente al sistema hegeliano, y frente a los totalitarismos fascistas y comunistas del siglo XX que anulan al individuo, los existencialistas defienden que lo verdadero y primario es el individuo, el sujeto, pero no como yo puro, como el cogito cartesiano o el sujeto trascendental kantiano, sino como un yo concreto y mundano, un ser-en-el-mundo. Mi yo no puede ser reducido a “pensamiento” o “razón”; mi yo es primeramente libertad y consiste en la capacidad de decidirse y elegirse a sí mismo. Esta existencia libre e individual es frágil, sin embargo. “Estamos solos…”, leemos en el texto. La fragilidad de la existencia y su radical soledad en el mundo abocan a una concepción trágica de la condición humana, a la angustia ante la nada que acecha. El problema del fracaso o del sinsentido de la existencia humana culminó en los años posteriores a la segunda guerra mundial con la obra filosófica-literaria de Sartre y Camus, vertebrada alrededor de la consideración de lo absurdo de la existencia humana. En este mundo absurdo el hombre se encuentra solo, sólo con su libertad. Únicamente una cosa no elige el hombre: nacer. Pero una vez que ha sido arrojado a la existencia está condenado a ser libre. Lo que quiere decir que no puede no decidir; que no puede no elegir. Esto lo expresa Sartre diciendo que en el hombre la existencia precede a la esencia; esto es, los hombres no son (en el sentido de que tengan una esencia común determinada) sino que existen haciéndose a sí mismos por medio de su libertad. Somos libertad; por medio de las decisiones libres el hombre va adquiriendo su forma de ser. Sin embargo, la libertad produce en el ser humano la angustia, puesto que el hombre desearía no elegir. La angustia vital, la sensación de nada y de vacío, la náusea vital. Al no poseer normas objetivas por las cuales adquirir la seguridad, vivirá siempre con la eterna duda de si ha conseguido elegir bien. En consecuencia, la libertad, además de constituirse como el valor más alto, también se convierte en una carga angustiosa de la que el individuo desea liberarse, pero no puede. La libertad es, por tanto, también por esto, una condena. No valen excusas para no asumir nuestra libertad. Podemos dejar que nos arrastren las pasiones, pero seremos siempre responsables de nuestras pasiones. Podemos decir que lo que nos pasa lo ha querido Dios; pero Dios, o la creencia en un sentido ultraterreno, también es una excusa para no afrontar nuestra responsabilidad. Esta falta de un fundamento trascendente significa que nuestras decisiones son libres en sentido absoluto: no hay pauta o norma universal que se pueda seguir, cada uno actúa según el proyecto personal que se haya trazado, sin que ninguna Verdad con mayúsculas (llámese Dios, Estado, Partido o Ciencia) puedan acudir en su socorro. Cada hombre está obligado a cada instante a inventarse a sí mismo; se erige como el autor absoluto de su vida. El existencialismo de Sartre es, con todo, un humanismo, como reza el título del libro del que se ha extraído el texto. El individuo se trasciende o se proyecta hacia los otros hombres. En el interior del sujeto individual (del “ser-para-sí”) se encuentra la disposición que le relaciona con los otros sujetos, de forma que la intersubjetividad, el “ser-para-otro” es también uno de los rasgos fundamentales del individuo. Que Dios no exista, no significa que todo esté permitido. El existencialismo se compromete con un proyecto humanista, el proyecto común de un mundo más igualitario y más justo, más humano.