Escritos y testimonios de las luchas intervencionistas en

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Escritos y Testimonios de las Luchas Intervencionistas en México.
La vida del Segundo Imperio en la obra literaria de Juan de Dios Peza
2
Gonzalo Tlacxani Segura
Escritos y testimonios de las
luchas intervencionistas en
México.
La vida del Segundo Imperio en la obra literaria de Juan de Dios Peza
Prólogo de Juan M. Martínez Ramírez
Revisión de Daniela Carro.
MINERVA
México 2014
3
Primera edición Minerva: 2014
MINERVA, REVISTA LITERARIA ©
Gonzalo Tlacxani Segura ©
https://revistaminerva.files.wordpress.com/
INDAUTOR: 03-2013-092613463000-01
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización
escrita del titular de los derechos patrimoniales, y de la propia editorial.
Versión electrónica realizada en México.
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JUAN DE DIOS PEZA (1852-1910)
(Fotografía de finales del siglo XIX. Colección de la Familia Peza)
5
En el I Centenario de la muerte
de Juan de Dios Peza (1852-1910)
A la memoria de
José Emilio Pacheco , de Ana María y Rubén Peza Perau
6
AGRADECIMIENTOS
Toda obra histórica, literaria, o cualquiera que fuese el género, es producto del
contacto del autor con una colectividad. No se encuentra aislada de lo social, ni de
lo cultural, sino todo lo contrario, esta activamente influenciada por el contexto de
su producción. De esta manera no existe un solo autor, sino varios; a pesar de ello
no bastan las palabras para expresar tanta gratitud y cariño hacia aquellas personas
que han sacado este trabajo de la utopía a una materialización concreta.
En este sentido quiero agradecer en primer lugar a mis mentores que
siempre creyeron en mis palabras y propuestas de estudio. A Carlos Amaya, las
palabras faltan para agradecer tanto apoyo y gratitud, sin lugar a dudas fueron sus
clases donde pude lograr la racionalidad del conocimiento y tomar el camino hacía
el estudio histórico. A él por siempre mi respeto y admiración.
Mi camino hacía las veredas del conocimiento histórico quedarían
incompletas sino agradeciera a Elvia Pacheco Mora, y a Guillermina Peralta,
quienes refirmaron la vocación que hoy tengo como discípulo de Clío. Sus
comentarios y conversaciones en las aulas y en los pasillos los tengo presente más
que nunca.
A José de Jesús Orozco O.C.D y a Eduardo Báez Macías, a pesar de ser este
libro tema de otros de mis intereses sobre el pasado humano, el agradecimiento
quedaría incompleto sin evocar sus nombres. Sus pláticas sobre el glorioso pasado
español no podrían haberme permitido comprender el amor que Juan de Dios Peza
tuvo por la vieja madre patria, dedicando dentro de sus escritos un hermoso poema
a la madre Teresa de Jesús.
Mi aproximación a los estudios del periodo decimonónico mexicano no
hubiera sido posible sin las clases y pláticas de Rosa Camelo. Mi maestra y segunda
guía en los quehaceres de la historia, a quien agradezco la oportunidad de poder
trabajar junto a ella dando clases en la Facultad de Filosofía y Letras, y compartir la
realización de varias investigaciones.
Al Instituto de Investigaciones Históricas, quen me ha acogido en las
estancias de investigación que realizo con la maestra Rosa Camelo. En este sentido
7
mi agradecimiento se extiende a los investigadores en éste orden, mi gratitud a
Alfredo Ávila por los comentarios alusivos a la familia Peza y al Segundo Imperio;
Javier Sanchíz quien me permitió conocer la historia y genealogía de la familia
Peza, agradezco sus charlas y comentarios en torno a esta investigación.
A Juan M. Martínez, sin el apoyo y la iniciativa que puso a este proyecto
sobre la vida y obra de Juan de Dios Peza, el presente trabajo no podría ser posible.
Sus comentarios están presentes en cada página de este libro.
A Jimena H. Benglio, tu investigación de tesis de licenciatura me ayudó a
tener otro panorama de entender a Peza en relación a su tiempo histórico.
Agradezco todas tus atenciones.
A la Biblioteca Nacional de España, que mediante su programa de
digitalización de documentos y libros pude tener acceso a las obras del ―cantor del
hogar‖. En este sentido agradezco al Centro de Estudios de Historia de México
Carso, a su director Manuel Ramos Medina, por permitirme tener acceso a la
documentación relativa al Segundo Imperio y la correspondencia personal de Peza.
A la familia Segura Peza, con quien me siento profundamente agradecido y
comprometido en esta investigación, y la familia Peza Luna (―los del norte‖),
conocerlos y poder platicar con ustedes me fue de gran ayuda, muchas gracias. A
Rubén Peza Perau †, fueron tus platicas e inquietudes las que despertaron en mí el
conocimiento por nuestra familia; a ti dedico esta obra, por tratar de entender a los
personajes que componen a la gran familia Peza.
A mis amigos con quien comparto el profundo interés por la historia, a
Gustavo, Sergio, Javier Eduardo, Omar, Carolina, Rebeca, Mariana, Alberto,
Mauricio, Pablo, Susana, León, Fátima, Eduardo, Chucho, María Fernanda,
Mariajose, Alfredo, Jorge Alberto, Mario Carlos, Yamile, Tania, Beto Avendaño,
Daniela Carro, entre otros muchos con quien me encuentro profundamente
agradecido.
El agradecimiento no podría estar completo sin el apoyo de mis padres y
hermano, sumándose ahora el cariño de mi pequeño sobrino. A ustedes mi infinito
agradecimiento y respeto. La gratitud no puede ser expresada con la suficiente tinta
y papel, que sea el presente trabajo el que hable por ello.
8
PRÓLOGO
En torno a Peza
Nuestra poesía en español está por cumplir cinco siglos. Diversificada a través de
las Américas en temas, formas y estilos, es tal la multiplicidad, que un sinnúmero
de autores originales y de alta calidad, han quedado relegados, casi desterrados, del
canon de los versos americanos en castellano. Por fortuna, Juan de Dios Peza no ha
caído en el olvido.
A pesar de esta relativa benignidad de que goza su memoria, tampoco puede
hablarse de una reivindicación de su obra. Son pocos los estudios donde su poesía
– y su prosa – quedan al nivel que merecen, sin adulaciones ni deméritos. Es por
ello que este ensayo sienta precedente en ubicar a Peza como hombre, como
político, como prosista y como poeta, en la única dimensión que puede tener, y que
es la de la imparcialidad más completa a la que se pueda aspirar.
Tardío romántico, allegado a la esfera intelectual que rodeó al grupo de los
Científicos, cuando Díaz accedió al poder por segunda vez, en 1884, Juan de Dios
Peza emerge en la segunda mitad de nuestro siglo
XIX
como una figura peculiar y
talentosa. Colaborador de Vicente Riva Palacio, compañero periodista de Manuel
Acuña y Justo Sierra, diputado en el Congreso de la Unión, autor de relatos de
memorias que recobran la realidad de los últimos años de turbulencia política y de
la última intervención militar a gran escala que sufriera el país en esa centuria,
Peza se nos muestra como un autor de su tiempo, pero sobre todo, como un
hombre de su tiempo, fruto y protagonista al mismo tiempo de él.
Si bien, es epítome de un movimiento ya mórbido en el momento de su
aparición en el escenario de las letras mexicanas, no podemos negar que sus versos
trascendieron, en muchas ocasiones gracias a la memoria popular, más que los de
varios de sus contemporáneos. Su lenguaje, a la mitad entre el giro coloquial que
podemos hallar en La Musa Callejera o el Romancero Nacional, y la pulida estética
de los modernistas – contemporáneos y rivales suyos – ayudó a la preservación de
algunos de sus poemas en la mente de la población, que aún ahora, a más de cien
9
años de su fallecimiento, son capaces de decir, con emocionados ademanes que
apuntalan – e incluso exaltan – las emociones transmitidas por sus letras, poemas
tan conocidos como Fusiles y muñecas.
Sin separar del contexto, que es México, y en particular, la ciudad de este
mismo nombre, en el declive del
XIX,
Gonzalo Tlacxani nos presenta a un Peza de
cuerpo completo y en tres dimensiones. Podemos apreciar una investigación
perfectamente bien sustentada en documentos y autoridades previas, que, al
tiempo que cuenta con una seriedad y una madurez envidiables, no cae en excesos
de paráfrasis y repetición de ideas ajenas, algo que, desgraciadamente, abunda
cada vez con mayor profusión. El valor, pues, de este libro que editamos
conjuntamente, el autor y el Consejo Editorial de la Revista Literaria Minerva, es
indiscutible, aunque, para evitar pecar de soberbia o pedantería, dejamos el juicio
en los lectores. Sea de ustedes la última palabra.
EN TORNO A LOS LIBROS DE MINERVA
Minerva nació como un esfuerzo colectivo para dar a conocer nuevos escritores. A
pesar de la irregularidad entre los números de julio de 2013 a agosto de 2014,
esperamos, con esta tercera época, lograr una periodicidad bimestral que no se
perturbe, para, cada dos meses, entregar a los que deseen leer, textos que muestren
la evolución de jóvenes que cultivan las letras – o están aprendiendo a ello, como se
quiera ver – en sus respectivos géneros, estilos y temáticas.
Conocedor del proyecto de investigación de Gonzalo Tlacxani, lo invité a
presentar, en principio, un ensayo sobre Juan de Dios Peza, a fin de dar a conocer
los resultados de sus pesquisas – que, como se podrán notar, ni por mucho son
mínimos – y de ofrecer al lector un fragmento de la historia de la literatura
nacional, tratada con la exhaustiva minucia que solamente un amante del arte de
Clío podría tener.
10
Emulando a otras empresas de difusión literaria – Ulises, Cvltvra, por
mencionar un par – tomamos la determinación, en el Consejo Editorial, de dar luz
verde a este proyecto. Nuestro afán fue el de complementar nuestra propia
producción, con textos de crítica e investigación – como es este caso –, o de rescate
y divulgación de obras poco impresas, difíciles de conseguir o, simplemente,
olvidadas. Así, la amalgama de lo nuevo y lo consagrado, irá nutriendo nuestro
catálogo, que se precia de tener este texto del joven investigador Tlacxani, como
número 1.
Esperamos que este esfuerzo colectivo – junto con este, particular, personal
– sea útil y agradable al público.
Juan M. Martínez Ramírez
Director
Revista Literaria Minerva
México, D.F., 22 de octubre de 2014.
11
PALABRAS PRELIMINARES
Más que un simple homenaje, la revitalización de la obra de Juan de Dios Peza
busca llenar ciertos vacíos que sobre la historia social y cultural de México
(específicamente de la segunda mitad del siglo XIX) existen. La obra presente no
busca ofrecer una visión enciclopédica sobre la historia del Segundo Imperio, sino
más bien acotada, presentando las memorias y las opiniones de un hombre que
presencio ése pasado.
Oculto en las penumbras del parnaso mexicano por sus detractores, Peza fue
objeto de estudio de unos cuantos eruditos de la literatura, que hoy yacen muertos:
José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, Clementina Díaz y de Ovando, Isabel
Quiñonez… A pesar de ello, la vivencia histórica de la que están impregnados
grandes partes de sus escritos, empezó a ser retomada para explicar el devenir, las
costumbres y tradiciones de la sociedad mexicana en los años críticos para la
defensa y consolidación de su soberanía.
Alabada y duramente criticada en su tiempo, la obra de Peza es fiel y vivo
testimonio de los trascendentales momentos de la historia nacional. La
combinación periodística y literaria de su pensamiento le permitió comprender y a
la vez criticar el desarrollo histórico de la sociedad mexicana.1
Como bien lo señaló el virtuoso Vicente Riva Palacio en su tiempo, ―la
personalidad de Juan de Dios Peza es extraña y a la vez cautivadora, que es
imposible decir algo sobre su persona‖. El pensamiento y el proceder de Peza en los
círculos literarios corresponden, como señala Rosa Camelo, a la figura genérica del
hombre de letras. Pero, ¿qué debemos de entender por éste término categórico? A
aquellos hombres que además de desempeñar una función u oficio de vida son,
militares, políticos, diplomáticos, poetas, periodistas, entre otros cargos dentro de
la vida y la burocracia nacional.
En este sentido el siglo diecinueve mexicano no sólo se caracterizó por los
grandes acontecimientos que, la llamada historia de bronce recalca en cualquier
1
La narración titulada “La Semana Santa en otros tiempos” nos habla de la nostalgia que alberga el espíritu
de Peza por las costumbres de la sociedad mexicana en que él creció y que, para el tiempo en que escribe, han
desaparecido.
12
momento. Es el siglo de la más notable producción literaria e histórica que la
nación ha dado en sus dos largos siglos de vida, donde personas como Lucas
Alamán, José María Luis Mora, José Joaquín Fernández de Lizardi, Guillermo
Prieto, Francisco del Paso y Troncoso, José Joaquín Pesado, Ignacio Manuel
Altamirano, Manuel Acuña, Juan de Dios Peza, Manuel Payno, Vicente Riva
Palacio, Manuel Gutiérrez Nájera, entre otros, fueron los exponentes que dieron
vida y testimonio de aquel tormentoso – y para algunos – doloroso pasado.2
Algunos de estos distinguidos personajes fueron participes de los proyectos
de gobierno que los diferentes representantes del liberalismo y conservadurismo
mexicano intentaron establecer, de esta manera Lucas Alamán fue el ideólogo del
conservadurismo de Santa Anna y sus allegados; de igual forma que lo fue el padre
José María Luis Mora en el liberalismo laico de Valentín Gómez Farías en la
primera mitad del siglo XIX.3 Prieto, Riva Palacio y Peza, no fueron la excepción en
este sentido, donde el intelectual y el letrado formaban parte de las filas del
gobierno liberal mexicano del último tercio de siglo, dotando a través de su
prolífica pluma la legalidad, el valor y el heroísmo de los representantes del poder
que para aquellos años se encontraban ocupando la silla presidencial o alguna
curul en el Congreso.4
De esta manera el estudio de la obra histórico-literaria de Juan de Dios Peza
ofrece otra perspectiva para el entendimiento de los procesos históricos que
marcaron notablemente a la sociedad decimonónica mexicana. No fueron
únicamente Los Cantos del Hogar los que caracterizaron el espíritu paternal de
2
Los testimonios escritos de forma narrativa y poética que dejaron aquellos representantes de las letras se
diferencian por la emotividad y la ideología que cada uno de ellos expresa. En el caso del Segundo Imperio se
cuenta el testimonio que ofrece José Fernando Ramírez, que a diferencia de México durante su guerra con los
Estados Unidos donde describe a la sociedad mexicana como participe de una etapa crítica para la vida
nacional, en el caso de sus Memorias el interés cambia de un relato doloroso, explicado con pasión y hondura,
a un compromiso personal adquirido por su participación activa en el establecimiento del gobierno
monárquico. Véase José Fernando Ramírez, Memorias para servir a la historia del segundo imperio
mexicano, en Obras históricas III. Época moderna., edición de Ernesto de la Torre y Villar, México, UNAM,
2001, pp. 173-592.
3
Lucas Alamán como ideólogo del conservadurismo legó una serie de escritos que dan testimonio del
nacimiento y el desarrollo de la nación mexicana; sobre su incursión en la política y sobre su pensamiento
véase el estudio que realiza Arturo Arnáiz y Freg: Lucas Alamán, Semblanzas e ideario, prólogo y selección
de Arturo Arnáiz y Freg, México, UNAM, 2010, pp. V-XXX.
4
Cfr. Juan de Dios Peza, Memorias reliquias y retratos para la “Gaveta intima”, prólogo de Isabel
Quiñonez, México, Porrúa, 1990, pp. 98-110, 142-154, 238-245. En estas páginas podrán encontrarse algunas
semblanzas de personajes de la política mexicana y española que eran amistades de Peza.
13
nuestro escritor en su época, sino su fervoroso patriotismo y amor al terruño los
que hicieron de él el poeta más aclamado y leído en cada país de habla hispana. 5
Fueron las Epopeyas de mi patria y los Recuerdos de mi vida las obras que
identifican de mejor manera las tristezas y alegrías de Peza insertas en las más
profundas batallas del liberalismo mexicano de la Reforma y la Intervención
francesa, su propia figura y la de sus ancestros son participes de aquellos caóticos
momentos inscritos en los Anales patrios.
De esta manera, apreciable lector, pongo ante sus manos una muestra de la
profunda investigación, que hoy día, seguimos realizando sobre el ―cantor del
hogar‖. La investigación en archivos públicos y privados, hemerotecas y colecciones
particulares continúa sorprendiéndonos cada vez que revisamos documentación
relativa a nuestro tema, permitiéndonos así sacar este libro. La obra ha sido
dividida en dos secciones. La primera sección titulada ―El Autor y la centuria
intervencionista‖ ofrece un panorama histórico que gira entre la figura de Juan de
Dios Peza y los hechos trascendentales de su época, permitiéndonos explicar a
través de sus escritos el establecimiento y posterior caída del Segundo Imperio en
nuestro país, la importancia de éste gobierno toma importancia, tanto para Peza
como para nosotros, para dar a conocer el linaje y la ideología política de sus
ancestros.
La segunda parte: ―La escritura sobre el intervencionismo‖ constituye la
parte más extensa de nuestro trabajo, donde es posible encontrar un estudio sobre
la obra de Peza y las temáticas que el poeta del hogar aborda en sus escritos, la
selección crítica y anota de los escritos alusivos al Segundo Imperio de Peza
constituyen la novedad de nuestro trabajo. Publicados hace más de cien años por
editoriales particulares, su nueva aparición resulta importante y fundamental para
comprender la vida social en tiempos del imperio, encontrando de esta manera
rupturas y continuidades en las costumbres sociales de la segunda mitad del siglo
XIX. En estos textos he respetado la puntuación y la ortografía original con que
Peza los publicó, respetando ante todo el espíritu decimonónico que albergan.
5
Véase: J.D. Peza, Recuerdos de España. Artículos, anécdotas y poesías referentes a España., México, E.
Gómez de la Puerta editor, 1922, pp. 5-11.
14
―Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos
libros; el de explayar en quinientas páginas una idea,
cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos.‖
Jorge Luis Borges (1899-1986)
―…porque si los muertos no hablan, hay
vivos que todavía hablan de ellos…‖
Juan de Dios Peza (1852-1910)
15
PRIMERA PARTE
EL AUTOR Y LA CENTURIA INVERVENCIONISTA
16
Juan de Dios Peza. El Cantor de la patria y del hogar.
Corría el año de 1852 y la situación política de México se agravaba más y más a raíz
del descontento social que había producido la perdida de grandes extensiones
territoriales que conformaban a la nación con el tratado Guadalupe-Hidalgo,
firmado en febrero de 1848. Las rebeliones populares fueron la nota del día.
Yucatán, Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí, Chihuahua, Oaxaca, Guerrero,
Tlaxcala y Chiapas fueron los principales focos rojos que brillaban a causa de los
problemas sociales que no había resuelto la Independencia hasta la fecha. A pesar
del ánimo y la confianza depositada hacia estos movimientos por parte de
habitantes del sector rural, toda esperanza fue duramente reprimida por las
autoridades civiles de cada región.6
De esta manera, la nación mexicana pasó en sus tres primeras décadas de
vida independiente del gran entusiasmo a una situación de desastre. Las distintas
experiencias de gobierno establecidas durante este periodo – el Imperio, las
repúblicas federalistas y centralistas – que desembocaron en el santannismo, no
dieron remedio a las demandas y quejas que agobiaban a una sociedad
independiente.
Es bajo este escenario que nació Juan de Dios Peza en la ciudad de México,
hijo del segundo matrimonio del coronel Juan de Dios Peza Fernández de Córdoba,
quien fuera Ministro de Guerra y Marina durante el gobierno de Maximiliano de
Habsburgo. Sobre su niñez se tiene poco conocimiento sólo lo que el propio Peza
describe en sus memorias personales, destacando la figura del tío Tochi (soldado de
Morelos en tiempos de la insurgencia), que cuidó de él cuando su padre salió al
exilio en París con el establecimiento de la República Restaurada de Juárez.7
Con el surgimiento de aquella generación de políticos y letrados que, en esos
años de conflicto y desorientación generalizada habían fortalecido la conciencia
nacional de la sociedad mexicana, surgió la necesidad de superar los problemas y
transformar a profundidad la estructura del país, a pesar de los impedimentos que
6
Cfr. Josefina Zoraida Vázquez, “El establecimiento del México independiente, (1821-1848)”., en Gisela von
Wobeser, coordinadora, Historia de México, México, FCE/ SEP/ AMH, 2010, pp. 175-184.
7
J.D. Peza, Memorias, reliquias y relatos…, óp. cit., pp. IX- XXXII, 3-5. Se sugiere en esta selección de
páginas la lectura del estudio de Isabel Quiñonez, el cual aporta varios datos sobre la vida de Peza.
17
encontrarían de la ferviente oposición conservadora. En este sentido, Peza en sus
años de madurez, cuando escribía las Epopeyas de mi patria, fue consciente del
empeño y deseo que aquel grupo de reformadores hacía por mejorar la situación
del país, logrando identificarse con la obra ya consumada del liberalismo en las
cátedras impartidas en los salones de la Escuela Nacional Preparatoria, donde
logró construir amistad con Ignacio Manuel Altamirano y Justo Sierra.8
La incursión que tenía la familia De la Peza en la vida nacional para la
década de 1850 no era poca, Juan de Dios Peza señalaba en una investigación
histórica realizada durante su estancia en España como segundo secretario de la
legación mexicana que encabezaba Vicente Riva Palacio, que los Peza durante el
periodo novohispano habían sido regidores y altos funcionarios del gobierno de la
capital virreinal hasta en los momentos más críticos de la vida nacional como el
periodo de la insurgencia.9 Con el triunfo de la Independencia y el establecimiento
de los diversos proyectos de gobierno en México durante la primera mitad del siglo
XIX, la familia del poeta figuró en los momentos más importantes de la lucha por la
soberanía nacional, siendo el hecho más importante la defensa del sitio de
Chapultepec en 1847.10 En 1859 el apoyo de los Peza al bando conservador en la
Guerra de Reforma (1857-1860) se vio manifiesto mediante el nombramiento de
Carlos Guillermo de la Peza y Peza como Ministro de Hacienda y de la Tesorería
General, durante la presidencia de Miguel Miramón (1859-1860). La labor
desempeñada por Guillermo de la Peza al frente de este ministerio fue el fallido
intento de reorganización de la deuda interna del país mediante los llamados Bonos
Peza.11
Con el triunfo del liberalismo la situación nacional continuó agravándose, la
deuda externa del país resultaba imposible de pagar por los intereses y los pocos
recursos que disponía la Tesorería del Estado. En este sentido Juan de Dios Peza
realizó una serie de cuadros históricos y anecdóticos de lo que fue aquel crítico
periodo del republicanismo mexicano, de esta manera la labor periodista y poética
8
Véase nota 3. En este mismo libro hay anécdotas sobre el paso de Peza por la Escuela Nacional Preparatoria.
Véase:. “Mi Apellido” en J.D. Peza, Recuerdos de España…, óp. cit., pp. 97-99.
10
Véase:. “Una reliquia” en J.D. Peza, Memorias, reliquias y relatos…, óp. cit., pp. 6-8.
11
Sobre los Bonos Peza véase: “Bonos Peza” en México y sus cuestiones financieras con la Inglaterra, la
España y la Francia: memoria que por orden del Supremo Gobierno Constitucional de la República / escribe
el C. Manuel Payno., México, Imprenta de I. Cumplido, 1862, pp. 287-291.
9
18
de Peza en los años 80‘s y 90‘s de la centuria decimonónica se fusiono, permitiendo
identificar en su obra – sin temor a errar – la figura del historiador mexicano de
aquella época. La labor emprendida por Peza permitió dibujar de forma poética las
figuras de Maximiliano, Tomás Mejía, Miguel Miramón, Vicente Riva Palacio,
Enrique de Olavarría y Ferrari, Guillermo Prieto, Ignacio Manuel Altamirano,
Manuel Acuña, José María Velasco, entre otros, sin perder el fondo histórico que
poseían para el pasado nacional. Otros relatos de su autoría no sólo permiten ver la
acción heroica de aquellos personajes sino el pensamiento y el parecer de una
época por propia boca de la sociedad mexicana que atestiguo estos hechos, lo que
nos permite, de esta manera, explicar la vida y las costumbres de la capital
mexicana en tiempos del Segundo Imperio, etapa que cambió profundamente la
vida de Peza.
Los inicios del Segundo Imperio. La trascendencia de dos Peza en momentos
distintos.
―La capital del país‖, nos platica Juan de Dios Peza en las Leyendas históricas,
tradicionales y fantásticas de las calles de la ciudad de México, ―se ha
caracterizado por el ánimo y las costumbres que sus habitantes han impregnado y
desarrollado en ella; en lo que respecta al periodo del establecimiento del Segundo
Imperio, la regla en este sentido no es la excepción‖.12
Las fuentes que fundamentan lo dicho por el poeta radican en dos aspectos
fundamentales. Por un lado el propio Peza es participe del desarrollo histórico de
México, siendo importante en ello la figura del coronel Juan de Dios Peza (padre);
en un segundo aspecto, la prensa y los testimonios de la población de la ciudad
fueron un elemento de suma importancia para que Peza desarrollara sus relatos y
12
Véase. J. D. Peza, Poesías completas. Leyendas históricas, tradicionales y fantásticas de las calles de la
ciudad de México., prólogo de Luis González Obregón, París, Garnier hermanos, libreros-editores, 1898. VIIXVI. Sobre Las Leyendas históricas… de Juan de Dios Peza se cuenta actualmente con un estudio que Jimena
H. Benglio me ha proporcionado gentilmente, véase: Araceli Jimena Hernández Benglio, “El castigo en las
leyendas que Juan de Dios Peza escribe sobre México. Un análisis narratológico y poético”, Tesis de
licenciatura, UNAM, 2014, impreso.
19
Cada 13 de Agosto se conmemoraba en la Nueva España la fiesta del "Pendón" o "Estandarte",
que simbolizaba la entrada triunfal de Hernán Cortés a la ciudad de México en 1521. Dicho
festejo permaneció arraigado en nuestra sociedad desde 1528 hasta los últimos años del
virreinato. En este fragmento de la Gazeta de México se muestra la participación de la familia
del poeta en aquellos festejos, que hoy día tendrían su símil con los festejos patrios de
septiembre.
(Fuente: Hemeroteca Digital Nacional de México, HDNM).
20
poemas alusivos al periodo, y ello lo demuestra de la siguiente manera: ―Los que
lean esto que voy a contarles, me supondrán vulgar o loco, embustero o visionario,
pero juro por mi ánima que es cierto y que viven muchos testigos honorables que
pueden repetirlo‖.13 De esta manera no puede calumniarse de fantástica y poco
realista la obra de Peza, porque el medio o vehículo que usa el poeta para describir
el pasado nacional se encuentra en la literatura, al igual que Ignacio M. Altamirano
y Manuel Payno lo hicieron respectivamente.14
Sobre
el
triunfo
del
liberalismo
campante
de
Juárez
sobre
el
conservadurismo de Miramón y Zuloaga, Peza nos describe el ingreso de las tropas
republicanas encabezadas por Jesús González a la ciudad de México:
Era yo un rapazuelo de ocho años cuando sucedió lo que voy a referir, tal y como se
me ha quedado grabado en la memoria.
La noche del lunes 24 de diciembre de 1860 las campanas de la Catedral de
México repicaron sin tregua, celebrando el triunfo de las armas liberales.
Aquel repique duró dos días con sus noches y ya estaban aturdidos los
habitantes, a la par que asombrados de la tenacidad con que el pueblo solemnizaba
la victoria de los que entonces se llamaban puros.
[…] No quiso [el general González Ortega] que las tropas, agobiadas de
tantas fatigas, entraran en la capital de la República sin un previo descanso y
determinó que la entrada solemne se efectuara el primero de enero de 1861, para
augurar a su causa y a su patria un año de prosperidad y de bienestar político.
En cumplimiento de tal propósito, fue al rayar el nuevo año a ponerse al
frente de sus numerosos soldados y entró con ellos en la ciudad de México, por el
lado poniente, eligiendo lo que hoy se llama Avenida Juárez.
De las azoteas, de las ventanas, de los balcones henchidos de curiosos,
llovían coronas de laurel y de rosas frescas sobre el afortunado caudillo. Muchas de
estas coronas, arrojadas por finas manos de damas hermosas, las iba él colocando,
una tras otra, en sus brazos que ya se le doblaban sobre el cuello del caballo al peso
de tantas ofrendas de triunfo… y por otras partes resonaban, entre los ecos
entusiastas de las músicas militares y de los cantos del pueblo, los gritos que yo
escuche de niño y que no he olvidado con el transcurso de los años:
__ ¡Viva González Ortega! ¡Viva el vencedor de Calpulalpan! ¡Viva el héroe
de Zacatecas!15
Hasta aquí la descripción vivida que ofrece el ―Cantor del Hogar‖ sobre
aquellos años de su niñez en la Ciudad de México. Con el triunfo de las elecciones
presidenciales de 1861, Juárez reanudo los proyectos reformistas que en 1857 los
liberales habían emprendido, siendo el primero de éstos la suspensión del pago de
intereses a la deuda extranjera adquirida por los gobiernos precedentes. La
13
“Coincidencias”, en J.D. Peza, Memorias, reliquias y relatos…, óp. cit., p. 70.
El mejor ejemplo en este sentido son Los bandidos de río frio de Manuel Payno, y El Zarzo de Ignacio
Manuel Altamirano.
15
“El tinterillo de la Reforma”, en J.D. Peza, Memorias, reliquias y relatos…, óp. cit., pp. 83-85.
14
21
molestia generalizada por parte de Francia, Gran Bretaña y España sobre el decreto
originó la intervención conjunta por parte de las potencias para la protección de
sus inversiones en México. Con el arribo de las tropas francesas en Veracruz en
1861, y su posterior ocupación, las intenciones colonizadoras de Napoleón III se
hicieron evidentes; por su parte los británicos y españoles se retiraron en 1862 al
llegar a un acuerdo con el gobierno mexicano. Ocupada la capital de la nación en
junio de 1863 por parte de las tropas francesas, después de librar varias batallas
por diversas zonas del país; provocó que el gobierno del presidente Juárez huyera a
las regiones norteñas del país, mientras que un gobierno conservador provisional
apoyado por los sectores monárquicos del país proclamaba el Imperio Mexicano y
ofrecía la corona, a instancias de Napoleón III, a Maximiliano I, archiduque de
Austria.16
Sobre el desembarco de Maximiliano de Habsburgo en el puerto de Veracruz
y su traslado a la ciudad de México se cuentan con narraciones que dan testimonio
de aquel suceso, siendo el más famoso el que ofrece Francisco de Paula de
Arrangoiz en México desde 1808 hasta 1867.17 Por su parte Peza como periodista
que era, motivado por el espíritu de la verdad, logró legar para las posteriores
generaciones de mexicanos algunos relatos sobre este trascendental hecho de los
Anales patrios.
En un balcón de la calle de San Francisco, al lado de Juan Cordero, hoy
abogado, poeta, literato y autor de conocidos y comentados estudios sobre la música,
presencié el domingo 21 de Junio de 1864 la solemne entrada de Maximiliano y
Carlota en la ciudad de México… así es que estábamos embobados con el espectáculo
y sin que todavía pudiéramos dar una opinión sobre la conveniencia, importancia y
trascendencia de aquel memorable suceso. Ya he dicho á los que no lo saben, y éstos
han de ser muy pocos, que mi familia era conservadora y monárquica (yo fui la
excepción en mi linaje, por liberal y republicano), y en consecuencia, aquellos días
que á mis ojos pasaban con su ruido y sus fiestas, como los actos de una grandiosa
comedia de magia, han de haber sido de satisfacción para mi casa.18
16
Cfr. Andres Lira, “La consolidación nacional, (1821-1848)”., en Gisela von Wobeser, óp. cit., pp. 194-200.
Francisco de Paula de Arrangoiz, México desde 1808 hasta 1867, prólogo de Martín Quirarte, México,
Porrúa, 2000, pp. 584-588. De igual forma José Fernando Ramírez ofrece noticias sobre el recibimiento de los
emperadores, véase: J.F. Ramírez, Memorias para servir a la historia del segundo imperio mexicano, en óp.
cit., pp. 523-525.
18
J.D. Peza, Epopeyas de mi patria. Benito Juárez. La Reforma, la Intervención francesa – el Imperio, el
triunfo de la república. Memorias de Juan de Dios Peza, México, J. Ballescá y sucesores, editores, 1901, p.
159.
17
22
La franqueza ante los hechos que presencio Peza en el pasado vuelve a ser
expuesta en las siguientes líneas: ―Voy á contar lo que vi tal como lo vi, y lo que
escuché tal como lo recuerdo, y téngase en cuenta que no es flaca mi memoria, ni
las impresiones de la niñez, cuando revisten la magnitud de la que ahora traigo á
cuento, se borran con el transcurso de los años‖.19 Peza realiza una amplia
explicación sobre los preparativos y la entrada de los nuevos monarcas del trono
mexicano, en la ciudad de México:
Grandes eran los preparativos para recibir á los Archiduques que debían de
ocupar el trono que tan funesto fué para Iturbide.
Desde que llegaron al Valle de México, se nombraron las comisiones para el
arreglo de la recepción en la villa de Guadalupe, y las dividieron en: de compostura
de calles y paseos, construcción de arcos; orquestas y músicas militares; adorno de la
Colegiata de Guadalupe; tribunas para los jefes, ministros, empleados y personajes
del ejército francés; tribuna de señoras, colocación de las autoridades, fuegos
artificiales, función de teatro, arreglo del baile en Minería, poesías, iluminación,
arreglo de la Hacienda de la Teja, mesa de Palacio, adorno del tramo de la Catedral á
Palacio, y comisión de señoras para el arco de flores.
El Ayuntamiento de México había convocado postores para la construcción
de galerías con asientos en gradas y palcos, que pudieran ser ocupados por las
personas que concurrieran á presenciar la entrada, en todo el tramo comprendido
desde el puente de San Francisco hasta el edificio del Hospicio de Pobres, en la parte
que mira al Sur; pero cuatro días antes de la entrada, el orden de ella cambió, según
lo anunció la Prefectura política de México.
Según ese anuncio, los Archiduques llegarían á Ayotla, de donde, tornándose
por entre los dos lagos y siguiendo hasta el puente de Santa Cruz, vendrían por los
llanos de Aragón hasta llegar á Guadalupe, en la tarde del 11. El día 12 saldrían de
Guadalupe á las ocho de la mañana, con la comitiva señalada al efecto; en la estación
del camino de fierro (estaba en la plazuela de Villamil) el Prefecto entregaría á
Maximiliano las llaves de la ciudad, y seguiría por las calles del Puente de la
Maríscala, San Andrés, Vergara, 2a y 3a de San Francisco y 2a y 1a de Plateros, hasta
Catedral, dónde sería cantado el Te-Deum, saliendo después para Palacio, donde al
entrar se izaría el pabellón mexicano, seguirían las felicitaciones y se disolvería la
comitiva.20
Así transcurrieron los preparativos para recibir en la capital imperial a los
nuevos monarcas de un imperio revivido. De 1864 a 1867 Maximiliano I y su esposa
Carlota gobernaron el Imperio, y para ello fueron designados nuevos ministros
para tratar los asuntos más importantes del país. Sobre ello Francisco de Paula
Arrangoiz nos señala los más importantes: ―[…] y para que no quedara duda de su
plan, nombró para ministro de Negocios Extranjeros a don José Fernando
19
20
Ibídem., p. 160.
Ibídem., pp. 160- 162.
23
Ramírez, republicano de los más rojos en un tiempo, moderado en la época actual…
Para el ministerio de Justicia y Negocios Eclesiásticos llamó S.M. a don Pedro
Escudero y Echánove, hombre muy honrado y de conocido talento y moralidad
[…]‖.21 En lo que respecta a la familia De la Peza, que era, por propia voz del poeta
―conservadora y monárquica‖, nos dice:
[el nuevo monarca] dejo despachando el [ministerio] de Guerra, al
subsecretario don Juan Peza, empleado civil, republicano, sin capacidad y sin
conocimiento alguno en el ramo en que iba a dirigir, cuando nunca (de acuerdo a la
opinión de Arrangoiz) se necesitaba tanto como entonces en el ministerio de la
Guerra, un jefe militar de talento, de conocimientos, de grandísima actividad y
mucho carácter, para organizar el ejército imperial, y hacer frente a las pretensiones
del Jefe francés sobre la oficialidad mexicana […]22
Con el revisionismo histórico que se hizo del pasado nacional en el siglo XX,
el historiador Konrad Ratz señalaría sobre el padre de nuestro poeta, al escribir
sobre la vida de Maximiliano de Habsburgo, que ―[...] El ministro de Guerra y
Marina fue el anodino Juan de Dios Peza, que sólo fue hombre de enlace con los
franceses. Una ley de Maximiliano que preveía la creación de una marina mercante
quedó en el papel […]‖.23 Señalando más adelante que el coronel Peza figuró en el
segundo viaje que el Emperador hizo el 18 de abril al 24 de junio de 1865, donde
Maximiliano visitó a las tropas del ―cuerpo mexicano de voluntarios austriacos‖
estacionados en Puebla y Perote. Una de las acciones de gran importancia para el
Imperio donde Peza participo, Ratz la señala ―[…] En la Hacienda de Jalapilla
continuaban las reuniones con el conde de Thun y el ministro de Guerra, Juan de
Dios Peza, acerca de la fundación de un ejército nacional […]‖.24
Por su parte la investigadora Isabel Quiñonez nos ofrece nuevos datos sobre
Juan de Dios Peza (padre) y su relación con el Segundo Imperio. Quiñonez señala
que además de ser ministro del emperador y coronel del ejército, era gran oficial de
la Orden Imperial de Guadalupe, y que cayó junto con Maximiliano y fue
―condenado a muerte como sus demás compañeros del Gabinete del emperador,
pudo salir del país, residiendo algún tiempo en la capital de Francia‖. Comenta
21
F.P. Arrangoiz, óp. cit., p. 589
Ídem.
23
Konrad Ratz, Maximiliano de Habsburgo, México, Planeta DeAgostini, 2002, p. 110.
24
Ibídem., p. 106.
22
24
Coronel Juan de Dios Ignacio Teófilo Antonio Peza Fernández de Córdova
(Litografía de la segunda mitad del siglo XIX. Colección de la Familia Peza)
25
Quiñonez que ―Don Juan, que figuró entre los conservadores en ‗la guerra de tres
años‘ o de la Reforma podía comer en buena mesa, engalanarse y mandar a las
mejores instituciones a Juanito (y a los dos hermanastros que éste nunca
menciona, como tampoco a la madrastra, doña Rafaela Muñoz, dama de Carlota y
Cruz de San Carlos, alias Orden de Carlos III‖.25
Vida, costumbres y tradiciones en tiempos del Segundo Imperio.
Sobre la cotidianidad de la población de la ciudad de México entre los años de 1861
a 1866, Juan de Dios Peza nos describe varios elementos. Uno de gran importancia
para la sociedad de aquella época que brilla por su valor espiritual y moral resultan
ser las celebraciones de Semana Santa, de lo cual hablaremos a continuación.
En algunos de los relatos que Peza dedica a esta tradición del culto católico,
señala, de forma melancólica, la solemnidad que revestía este hecho, y que para los
años en que está escribiendo – en la década de los 90´s del s. XIX – ya no queda
nada. Demos paso a las descripciones del ―Cantor del Hogar‖. El Viernes de
Dolores, principal día de la celebración litúrgica de la Semana Santa:
[…] era obligatorio levantarse con el alba, é ir á la calle del Puente de Roldán
ó al desembarcadero de la Viga á proveerse de amapolas para los altares de la
Virgen. Disputábanse las familias la supremacía en el adorno y compostura de
dichos altares y eran de verse los platos con trigo, maíz, alegría, linaza, lenteja y
garbanzo; las esponjas con piñones; los vasos, las botellas y las jarras de cristal con
aguas de colores; los adornos de papel de china, picados, como los más finos encajes
de Bruselas, y en medio de todo eso una buena pintura de la Dolorosa ó un Gólgota
en que aparecían el Crucificado y la Virgen, al pie de la Cruz, llorando desolada. Los
estudiantes se reunían desde antes de que saliera el sol, para tomar por su cuenta las
canoas y recorrer el Canal desde la Viga hasta Ixtacalco, entonando alegres y
entusiastas canciones y bailando, coronados de mirtos y de amapolas, el melancólico
palomo ó las bulliciosas danzas habaneras.26
El colorido y la alegría que pinta el poeta en su narración resultan tan
vívidos, pues enriquece el texto con fuentes que dan credibilidad de la
tradición y costumbre generalizada de los habitantes de la capital:
25
“Prólogo”, en J.D. Peza, Memorias, reliquias y relatos…, óp. cit., pp. XVI-XXI.
“La Semana Santa en otros tiempos” en J.D. Peza, Recuerdos de mi vida. Cuentos, diálogos y narraciones
anecdóticas e históricos., México, Herrero hermanos, sucesores., 1907, pp. 102-103.
26
26
El popular novelista Facundo, ha descrito magistralmente la costumbre de
los altares en las casas particulares; la distribución y compostura de las aguas frescas
de horchata, de chía, de pina, de limón y de tamarindo; las letanías cantadas en coro
por la familia y las visitas, y aquellos juegos de prendas en que se imponían castigos
originales, como el de decir á cada uno un favor y un disfavor, revelar algún secreto
al oído ó hacer de burro, de perro, de gato, de esquina de provincia ó de espejo,
imitando los gestos y ademanes de cada uno de los convidados.27
Sobre el recuerdo de aquellas costumbres de la sociedad del mediar de siglo,
señala con tristeza y desconsuelo: ―Para fortuna de los que vivimos, han
desaparecido esos gritos que la tradición conserva, y ya sólo en una que otra casa
de molde antiguo se conocerán los juegos de prendas que eran la delicia de los
niños de otros tiempos… Cuando se ha recorrido un camino largo, sembrado de
hojas secas, y en el cual nos sorprende el crepúsculo, damos un adiós triste á ese sol
que se hunde para no reaparecer nunca!‖.28 Dejando atrás el colorido de la verbena
de aquellos días, del colorido de las frutas y verduras que se vendían en los canales
limpios de la ciudad, da paso, bajo el alma de un cronista, a describir la ciudad de
aquel momento:
Era una ciudad enteramente ascética la nuestra. Había veintitrés conventos
de monjas: San Bernardo, San Jerónimo, Santa Inés, Santa Clara, Santa Isabel,
Corpus Christi, Jesús María, la Encarnación, Santa Brígida, San Juan de la
Penitencia, La Concepción, Regina Coeli, San Lorenzo, San José de gracia, la Nueva
Enseñanza, las Vicgracia, la Enseñanza Antigua, Santa Teresa la Antigua, las
Hermanas de la Caridad, Santa Catalina, Capuchinas, Balvanera y Santa Teresa la
Nueva.
En la mayor parte de esos conventos eran notables las prácticas de la
Semana Santa; los altares, los monumentos, los sermones, el pan de gloria, los
dulces de Pascua, las palmas labradas y compuestas, los ejercicios cuaresmales y las
pinturas y esculturas que se exhibían al público.
De órdenes religiosas sólo habían quedado los padres de San Fernando, de la
Profesa (San Felipe Neri), y la Congregación de San Vicente de Paúl, pero los
templos en que se ostentaba con todo el esplendor del lujo el monumento, eran la
Catedral, Santo Domingo, la Profesa, la Encarnación, San Bernardo, Santa Clara,
Santa Brígida, Capuchinas, Santa Catalina.
Eran tan concurridos los ejercicios piadosos, que en verdaderas romerías iba
el pueblo á las parroquias de San Miguel, de Santa Catarina Mártir, de la Santa
Veracruz, de San José, de Santa Ana, de la Soledad, de San Pablo, de Santa María, de
San Sebastián, de Santa Cruz Acallan, de Santo Tomás la Palma y de San Antonio de
las Huertas, en busca de la cédula que acreditase el cumplimiento del precepto
sagrado.29
27
Ibídem., p. 103.
Ibídem., pp. 104-105, 108.
29
Ibídem., pp. 106-107.
28
27
Bajo esta misma temática de los ejercicios piadosos de la época, las procesiones con
imágenes del culto religioso no podrían ser dejadas de lado por el poeta:
Recuerdo confusamente las procesiones, pero no se borra de mi memoria la
del Santo Entierro de Santo Domingo y del Señor de la Expiración, semejante á
muchos Cristos que hay en Toledo y en Sevilla.
La procesión se efectuaba el Viernes Santo por la tarde. Llenábase de
curiosos la Plazuela de Santo Domingo y todas las calles adyacentes; los balcones de
la ex-Aduana, los de las casas del portal y las azoteas, ofrecían un conjunto vistoso,
por la multitud que los llenaba desde las primeras horas de la tarde… Iban
apareciendo las imágenes, pero al salir de la capilla del Cristo de la Expiración, toda
la gente se arrodillaba, reinaba profundo silencio, y de pronto se oía la voz del
pregonero gritando:
«Hincándose de rodillas, rezando un credo delante de este divino señor, se
ganan ciento cincuenta días de indulgencia.»
Y se rezaba el credo en voz alta en calles, casas, balcones, ventanas y azoteas,
mientras pasaba el Cristo conducido en elegantes y sólidas andas por señores y
jóvenes pertenecientes á las más distinguidas familias de la ciudad, y juro por mi
ánima que es cierto, que cuando se cansaban, y el Cristo se ladeaba, y ellos pedían al
sacristán que les relevaran, el sacristán les respondió con orgullo y desdeñosamente:
«Hagan lomo y no repelen los que cargan al señor.»
Y pujando y sudando, sacaban fuerzas de flaqueza, y el crucifijo volvía á
estar derecho, y ellos seguían hasta la próxima esquina donde daban á otros la
carga.30
Sobre el resto de los demás días que conformaban a la Semana Santa nos
describe el joven Peza: ―Desde la mañana del Jueves ya no circulaban carruajes;
enmudecían las campanas, y la gran matraca de la Catedral sonaba anunciando las
horas. Era de tono regalar matracas de plata, labradas de filigranas, representando
caprichosas figuras‖.31 La veracidad del relato nuevamente radica no sólo en lo que
el propio Peza atestiguó, sino en lo que otros escritores describen sobre aquel
momento
A propósito de esto, dice Marcos Arróniz, en un libro escrito algunos años
antes de la época á que me refiero:
El Jueves Santo es un día en que México cobra una animación inusitada,
pues que la mayor parte del año sólo se dejan ver las damas aristocráticas por las
ventanillas de sus rápidos coches; pero ahora asoman su leve pie por entre el raso y
terciopelo de sus ricos vestidos, y honran las calles de la ciudad. Visitan todos los
sagrarios, que se hallan adornados con un esplendor propio del culto católico, y
donde se ven pasajes y escenas de aquellos solemnes acontecimientos que se
conmemoran. Grandes lienzos con cuadros de vida del Salvador, cubren las paredes;
los altares están vestidos de duelo con velo morado, pero en el monumento aparece
toda clase de adornos de oro, de cortinajes, de plantas y flores. La música, con
acentos pausados y hermosos, da más prestigio al grandioso espectáculo. En la
noche, se encienden y resplandecen con mil luces. En este día no se oye el rodar de
30
31
Ibídem., pp. 108-109.
Ibíd., p. 110.
28
los coches, el pisar de los caballos, ni el toque de las campanas, ni el redoble de los
tambores; un silencio respetuoso reina en toda la ciudad.32
Sobre el Sábado de Gloria basta con señalar lo siguiente:
[…] En aquellos tiempos los odios políticos se revelaban el Sábado de Gloria,
quemando Judas que representaban personalidades prominentes y que ardían y
reventaban en medio de los aplausos y del entusiasmo de sus enemigos. El Sábado
de Gloria era también notable, no sólo porque al sonar las diez la ciudad entera
resucitaba y se oían por todas partes gritos de regocijo, sino por la entrada del
pulque, en carros vistosamente compuestos, tirados por mulas enjaezadas con
cascabeles.33
Peza finaliza sus recuerdos sobre aquella celebración, costumbres y
tradiciones que enmarca esa época del año litúrgico, diciendo que la modernidad
de los tranvías y de los focos eléctricos que caracterizan al periodo porfiriano, ha
eclipsado lo que nadie se imagina que ha sido el pasado de aquellos santos días.
En contraparte al relato antes descrito y estudiado de la sociedad ruralurbana de la Ciudad de México, la celebración realizada por los emperadores
Maximiliano y Carlota, y los funcionarios del Imperio resulta contrapuesta al
colorido y alegría que relata Peza de la sociedad capitalina, siendo la festividad que
ellos encabezan solemne y ordenada. El relato que construye nuestro poeta de
aquel hecho parte de las grandes celebraciones religiosas que caracterizan al credo
cristiano (como la de la Virgen de Guadalupe, la Semana Santa, entre otras).
Realizar el ejercicio de transcripción de los detalles de la celebración de un Jueves
de Corpus que hace Juan de Dios Peza, ameritaría muchas hojas y tinta, siendo
preferible para ello dejar la referencia al público lector y hacer alusión de los
principales detalles de la festividad.
Señala Peza en Memorias, reliquias y retratos que: ―un día de Corpus
salieron los soberanos con gran séquito, del Palacio a la Catedral. Una alfombra y
un toldo estaban tendidos en el trayecto; formábanles guardia las tropas de la
guarnición, que al divisarlos presentaron las armas, batieron marcha y tocaron el
32
33
Ibídem., pp. 110-111
Ibíd., p. 113.
29
Himno Nacional‖.34 Es a partir de este punto que el poeta describe la suntuosidad y
el lujo que tenía cada uno de los miembros de la Corte imperial que acompañaban
al emperador en la procesión que se dirigía a la Catedral, y la que de ésta salió en
dirección a varias partes de la ciudad de México. Peza asevera que ―[…] nunca se
había desplegado mayor pompa en una solemnidad religiosa, así es que las calles,
las puertas, los balcones, las azoteas y las torres, estaban en la carrera que siguió
tan numeroso cortejo, atestadas de espectadores y aumentaban la animación el
rumor de los repiques a vuelo, el tronar de las salvas y los gritos de la multitud que
saludaba a los soberanos con entusiasmo […]‖.35
La opinión de la sociedad concordaba con la del propio Peza: ―—Ni en los
tiempos de su alteza se vieron estas pompas – decía en la calle una anciana a varias
gentes que la rodeaban‖.36 Varias opiniones hacían alusión a los excesivos gastos en
la alfombra y la familia imperial, mientras que otras sobre los miembros que
componían tan fastuosa procesión, ocupando el espacio de esta última
conversación los estudiantes de los Colegios Nacionales. Por su parte, otras señoras
alababan la belleza de su gobernante diciendo: ―— oye tú ¿viste al emperador qué
alto y bonito anda?... ¿Y tú le viste la barba que parece hecha de rayos de sol? ... A
mí me vio al pasar y sentí no se qué cosas‖, entre otras linduras por el estilo.37
La importancia histórica
El cuadro histórico que pinta Juan de Dios Peza en sus memorias, anécdotas y
poesías sobre la centuria decimonónica resultan ilustrativas y a la vez
conmovedoras por parte del sentimiento que impregna el poeta en su narración.
Circunscribir a Peza como un simple poeta romántico por sus Cantos del Hogar o
sus Hojas a Margarita sería olvidar de nuestro escritor lo más importantes: sus
vivencias, sus anécdotas, sus escritos históricos y periodísticos, fruto de la realidad
34
“Un Jueves de Corpus en tiempo de Maximiliano”, en J.D. Peza, Memorias, reliquias y relatos…, óp. cit.,
p. 258.
35
Ibídem., p. 260.
36
Ídem.
37
Ibídem., pp. 260-261.
30
que atestigua y trasmite a la sociedad de la modernidad porfiriana que poco conoce
sobre su pasado.38
De esta manera Peza se convierte en fuente para el conocimiento histórico
de nuestro país, es la luz que ilustra e ilumina junto a la de los escritores liberales
decimonónicos como Riva Palacio y Prieto los hechos trascendentales y heroicos de
nuestra historia patria. Es el Thomas Carlyle mexicano que exalta la grandeza de
los hombres que han construido el edificio nacional de lo que para él es México; el
México del orden y progreso, gobernado por un caudillo que luchó por la soberanía
nacional y los principios de la democracia republicana. Las temáticas históricas de
la obra de Peza para estos momentos es vasta, desde ciertas particularidades del
periodo novohispano hasta los años gloriosos del Porfiriato, pasando por la
Reforma, la Intervención y el Segundo Imperio; siendo este último gran periodo el
de importancia para el presente estudio. 39
Padre, poeta, periodista, profesor, diplomático, político, y ahora historiador,
fueron los trabajos que desempeñó en vida el laureado Juan de Dios Peza;
describiendo y expresando su profundo amor al hogar y a la patria que para él fue
uno solo, porque así como amó a Margot y a Juan – sus hijos – también quiso a sus
hermanos de las letras que fueron los constructores del Estado nacional. Así, la
obra de un escritor olvidado como fue Juan de Dios Peza, la cual ha sido poco
valorado actualmente por la crítica destructora y poco edificante de su época, debe
volver a brillar mediante su lectura y estudio, permitiéndonos tener una nueva
visión de una época, de un periodo, de un pasado. No juzgando el pensamiento, los
valores y la ideología del autor sino las circunstancias y razones humanas por las
cuales ha escrito y actuado así en la historia.
38
Sobre la labor periodística de Peza puede mencionarse su trabajo en los siguientes periódicos: La Juventud
literaria. Semanario de letras, ciencias y variedades; El álbum de la mujer; El Lunes. Periódico de la
literatura, política y variedades (editor y propietario Juan de Dios Peza). Para una mejor comprensión se
sugiere revisar la hemerografía utilizada y el estudio realizado por Clementina Díaz y de Ovando en:
Clementina Díaz y de Ovando, Un enigma de los ceros. Vicente Riva Palacio o Juan de Dios Peza, México,
UNAM, 1994.
39
Cfr. “El Castillo de Miramar”, en J.D. Peza, Memorias, reliquias y relatos…, óp. cit., pp. 17-21. En este
mismo libro existen otros relatos sobre la vida de Maximiliano de Habsburgo, y las costumbres y tradiciones
de la sociedad mexicana durante el Segundo Imperio, destacando en este último sentido un relato sobre la
Semana Santa muy parecido al contenido en Recuerdos de mi vida…, titulado “Cuaresma y Semana Santa”.
Sobre este libro de los recuerdos personales de Peza es posible encontrar algunas anécdotas como: “Cosi va il
mondo” y “Los hermanos Valleto”, donde se describe la trascendencia de las casas fotográficas en la vida
nacional, captando a partir de fotografías los hechos y los personajes de la historia nacional.
31
SEGUNDA PARTE
LA ESCRITURA SOBRE EL INTERVENCIONISMO
32
Juan de Dios Peza (1852-1910)
(Una de las primeras biografías de Juan de Dios Peza. Versión de Federico Díaz
Almeyda… Colecc. ―Fediel‖. Colección de la Familia Peza)
33
LA PERSONALIDAD LITERARIA
Casas editoriales de finales del siglo XIX y principios del siglo XX como Herrero
Editorial, J. Ballesca y sucesores, Garnier Hermanos, E. Gómez de la Puente, al
publicar las poesías y ensayos de don Juan de Dios Peza siempre expresaron la
universalidad de la obra y la fama que nuestro poeta tenía para aquel entonces. Los
elogios que literatos de otras naciones de habla hispana hacían a la figura de Peza –
como Gonzalo Picón Febres, Ricardo Palma, entre otros –, siempre acompañaban
las notas introductorias de las editoriales.
El prestigio internacional del que gozó Peza tuvo lugar en los últimos años
de la década de los 70‘s del siglo XIX. El inicio de su carrera en la política nacional
prestando servicios como segundo secretario de la legación mexicana en España, le
permitió dar a conocer en el viejo mundo una colección de ensayos y poesías de
escritores mexicanos, que recibió el título de La lira mexicana, obra que para
muchos significo por primera vez la introducción de la cultura mexicana en
Europa, y otros, como Vicente Riva Palacio, consideraban que ―el libro de Peza
debería llamarse ‗La lira de mis amigos‘ como el diario de las Escalerillas ‗La Voz de
los Timoratos‘, porque México tiene que ver de una manera muy indirecta y muy
superficial con el uno y con el otro‖.40 A pesar de ello, la crítica realizada por el
general Riva Palacio y otras personalidades cercanas a Peza, como Luis Urbina,
resultaron benéficas y constructivas para el ―cantor del hogar‖.
Sin embargo fue la presencia de críticos literarios voraces como Manuel
Puga y Acal, que bajo una serie de pseudónimos como ―Brummel‖ y/o ―facistol‖, la
que mando a Peza al limbo dantesco. Clementina Díaz y de Ovando señala que
Puga y Acal ―sostuvo contra viento y marea que el reputado y elogiado por propios
y extraños Juan de Dios Peza, era un poeta de versificación anticuada, sin
originalidad, sin ideas, reñido con el verdadero arte, explotador innoble del
40
C. Díaz y de Ovando, Un enigma de los ceros. óp. cit., p. 322.
34
sentimiento, en particular del filial‖, sentenciando que la poesía de Peza ―era lo que
podría sin rodeos llamarse ‗bordar el vacío‖.41
La indignación por parte de Peza no se hizo esperar, contestando a Puga y
Acal en el periódico El Lunes ―no con razones sino con insultos, llamándolo
envidioso, mal nacido y otras lindezas por el estilo‖.42 Sin embargo ¿la crítica de
Puga y Acal no estaba ―bordada en el vació‖? ―Brummel‖ señaló en 1888 que la
cultura del ―cantor del hogar‖ no era del todo grande como su poesía lo
demostraba, y por lo que hacía al conocimiento de la mitología griega, Peza andaba
bastante desencaminado. La fundamentación de lo dicho por el crítico jalisciense
está en una opinión que Riva Palacio ofreció en el periódico La Republica al hablar
sobre la personalidad de Peza, en enero de 1882, seis años antes. El general
señalaba:
Peza fue a España, y no sacó mayor ventaja de tan largo viaje que la de decir señores,
ilusiones y la caza de ud. está en tal parte. Es decir, volvió lleno de zetas y soñándose
una eminencia.
Quise informarme con él, de la estadística, de la agricultura, del comercio de la
antigua madre patria y por única respuesta me dijo dos o tres cuentos de gitano, y
como son los mismos que le cuenta todo mundo, vengan o no vengan al caso…
Habíanme dicho que era erudito, ¡qué chasco tan completo me dieron con semejante
noticia!
¿Erudito? delante de mí le preguntó a Castera si Soconusco era la capital de
Chiapas, y yo creí morirme de rubor al escucharlo.
Pero ya se ve, para saber versos no se necesita geografía, ni para ser periodista
interesa averiguar los nombres de las capitales de provincia. 43
Las críticas trascendieron en el tiempo, mandando a Peza en el olvido una
vez muerto; sin embargo, en vida, las críticas y ofensas poco afectaron la reputación
y la aceptación que gozaba del público que leía y recitaba Fusiles y Muñecas, Reír
llorando, entre otras poesías. El ingreso del ―cantor del hogar‖ a la Academia
Mexicana de la Lengua en 1908, ocupando la silla IX, significó una terrible un
golpe para aquellos que habían juzgado con malas intenciones su obra poética y
literaria.
41
Ibídem., pp. 81-82. De acuerdo a Clementina Díaz y la investigación que se emprendió en la Hemeroteca
Nacional de México, las críticas de Manuel Puga hacia Peza tuvieron lugar en el periódico El Pabellón
Nacional entre el 16 y el 28 de marzo de 1888.
42
Ibídem., p. 82. La respuesta de Peza fue publicada en su periodo llamado El Lunes, correspondiente al año
III, t. III, núm. 13, del día 28 de Marzo de 1888.
43
Ibídem., pp. 320-322.
35
De la fama alcanzada por el ―cantor del hogar‖ a principios del siglo XX
podemos señalar que, al haber sido traducidos sus poemas al francés, al sueco, al
ruso, al portugués, al italiano y al inglés (destacando la primera edición de los
Cantos del Hogar: 1890 en Nueva York), sus versos ya aparecían en la Antología
Hispano-Americana, impresa y publicada por Ryóji Imamura Biikusha, en la
ciudad de Tokyo, Japón, el año de 1905. Como bien refieren los editores ―Herrero
Hermanos, sucesores‖, Imamura era ―un japonés muy ilustrado, profundo
conocedor de la lengua castellana, tradujo al idioma del Mikado los versos de Peza,
como el escritor eslavo Sedorovitch los había traducido al ruso, Longe al sueco,
Facco de Lagarda al italiano, Gillpátrick al inglés, Vedra al portugués, etcétera,
etc.‖.44
Entre los elogios que gozó Juan de Dios Peza en sus años fructíferos como
poeta y literato podemos mencionar los siguientes. El escritor sudamericano
Gonzalo Picón Febres refiere en su Páginas sueltas. Semblanzas y estudios
literarios lo siguiente:
…Sin temor puede decirse que en la América Latina no existe hoy un poeta de más
fama que Juan de Dios Peza; en Caracas, en Quito, en Bogotá, en todas partes se le
admira, se pronuncia su nombre con elogios, es leído con verdadero entusiasmo: hasta
en los periódicos más insignificantes de nuestros más apartados pueblecillos, se
reproducen de continuo sus admirables poesías, sencillas como una montañesa
americana, frescas como un botón de rosa en primavera, tiernas como una lágrima… 45
Las palabras de admiración por la obra de Peza suman varios párrafos más,
sin embargo algunos de estos elogios demuestran el poco conocimiento que se tenía
de la realidad mexicana de las letras, como aquella frase que dice: ―es, quizás, el
fundador de una escuela…‖.46 Hablar de Peza como fundador de escuela resulta
poco probable para los años de mayor fama que gozó (1878-1910), dado que el
movimiento romántico en México había terminado dando paso al Modernismo.
44
J. D. Peza, Recuerdos de mi vida: cuentos, diálogos y narraciones anecdóticas e históricas. México.
Herrero Editorial. 1907, p. 7.
45
Gonzalo Picón Febres, Páginas sueltas. Semblanzas y estudios literarios, Curazao, A. Bethencour e hijos
Editores, 1890, p. 169.
46
Ibídem., p. 174.
36
Sin embargo la mayor muestra que el pueblo sudamericano otorgó al ―cantor del
hogar‖ fue el primoroso álbum de firmas que Paraguay envió al poeta a principios
del siglo XX:
…una nación entera, el Paraguay, le ha honrado enviándole primoroso álbum; con
todas las firmas de sus más notables ciudadanos y damas; honor tributado en América
sólo á él, siendo el Ministro de México en la Asunción quien envió dicho álbum al señor
licenciado D. Ignacio Mariscal, Ministro de Relaciones Exteriores, para que lo
entregase al poeta.
El Sr. Mariscal, al enviar el álbum al Sr. Peza, le dijo en Nota número 1.835,
girada por la Sección de Cancillería el 8 de Diciembre de 1904:
―Con fecha 8 de Agosto último me comunicó el Ministro de la República en
Buenos Aires, que antes de su salida de Asunción, fué invitado por el Presidente del
Instituto Paraguayo, una de las Corporaciones Científicas más prestigiadas del
Paraguay, á una sesión solemne, en la que se le haría entrega de un álbum firmado por
las más distinguidas personalidades del país y dedicado á usted, como un tributo de
simpatía y admiración, y en testimonio de gratitud por la publicación de su poema
«Canto al Paraguay»… Posteriormente, dicho señor Ministro me hizo saber que por
expreso remitía el álbum á esta Secretaría.
Recibido ya en la misma, lo envío á usted con verdadera satisfacción por
cuanto dicho obsequio significa merecido homenaje á un mexicano que, como usted,
ha sabido conquistar justo renombre en el mundo literario.
Felicito á usted por el alto honor que se le ha dispensado, y le reitero las
seguridades de mi consideración y personal aprecio. - Mariscal.‖.47
Tales son algunas de las muestras del aprecio que los escritores y los
gobiernos latinoamericanos realizaron hacia su figura.
En México fueron varias las personalidades de la época, que como Vicente
Riva Palacio o Luis G. Urbina, se expresaron favorablemente sobre la obra de Peza.
El general Porfirio Díaz, siendo presidente en 1879, señala en carta fechada ese
año: ―Felicito a usted por el éxito alcanzado con la obra que ha impreso y cuyo
objeto es dar a conocer en Europa la literatura de nuestro país… envío a usted por
ésta, los testimonios de mi reconocimiento…‖.48 El pensador liberal Ignacio
Ramírez ―El Nigromante‖, de quien Peza fue su estudiante predilecto en la Escuela
Nacional Preparatoria, refiere: ―Fíjese usted, amigo mío, en que usted se eleva
sobre sus jóvenes rivales cuando describe una hermosura real, cuando lamenta una
47
J. D. Peza, Recuerdos de mi vida. óp. cit., p. 13-14.
J.D. Peza, Recuerdos de España. Artículos, anécdotas y poesías referentes a España, México, E. Gómez
de la Puente Editor, 1922, p. 8.
48
37
desgracia que le ha dejado visibles cicatrices… sus versos, entonces, si gozosos,
parecen el canto de un ángel; si tristes, parecen escritos con sangre‖.49
En España existieron otros tantos elogios hacia el ―cantor del hogar‖, como
los del presidente de la Republica Española, Emilio Castelar, de escritores como
Eusebio Blasco, Núñez de Arce, Ramón de Campoamor, José Selgas, Abelardo
López de Ayala, Fernández Merino, entre otros.
La prosa de Juan de Dios Peza puede clasificarse, de acuerdo a una
propuesta nuestra, bajo las siguientes tres
categorías: histórica, moral, y de
semblanza. Ligado a su trabajo como periodista, los escritos históricos de Peza son
considerados de gran importancia para el entendimiento de la vida nacional en el
siglo XIX, dentro de éstos podemos encontrar anécdotas recogidas de la viva voz de
su padre y de familiares suyos que estuvieron en la guerra de intervención
norteamericana en 1847: El Asalto de Chapultepec en 1847, 18 de Septiembre de
1847. Noble rasgo del general Monteverde; o anécdotas recogidas de viejos
insurgentes (como el ―tío tochi‖) para recrear el triunfo de la Independencia: Cómo
entró en México el Ejercito trigarante. Sin olvidar la importante obra de contenido
histórico titulada, Epopeyas de mí patria.
En lo que respecta a la cuestión moral, varios de sus relatos contienen un
profundo contenido en enseñanzas de vida y valores, destacando los siguientes: La
respuesta de Dios, Un beso sagrado, Doscientos duros de limosna, entre otros. El
aprendizaje obtenido de estos textos nos hacen entender lo inestable que es la vida,
y por consecuente que la verdadera felicidad no recae en los lujos y la opulencia,
sino en sí mismo; la importancia y el amor de la familia; la desconfianza y la
seguridad, entre otras enseñanzas.
En la categoría de la semblanza, Peza nos habla sobre algunas figuras
políticas y literarias que conoció en sus años de juventud y madurez, como en
aquella titulada El León decrepito donde narra los últimos años de vida del general
Antonio López de Santa Anna. En este sentido su escritura tiende hacia lo
biográfico para explicar la vida de personalidades como Guillermo Prieto, Ignacio
49
Ibídem., pp. 9.
38
M. Altamirano, Manuel Acuña, Enrique de Olavarría y Ferrari, José María Velasco,
entre otros.
Dichas categorías se engloban en un aspecto más profundo que es lo
anecdótico, es decir, proceden de las vivencias personales del propio Peza, donde la
fantasía luce por su ausencia. El vehículo para transmitir lo histórico, visto a lo
largo de su vida, es la prosa como la poesía. En su narración hay una verosimilidad,
mediante la cual ilustra lo que el pasado no puede mostrar porque ha desaparecido,
pero, que mediante los documentos y la historia oral sigue vivo como testimonio
del hecho humano.
39
LA SELECCIÓN. NOTA INTRODUCTORIA.
La selección de textos alusivos a la vida social y política del Segundo Imperio no
responde a un simple capricho del autor, sino más bien a una necesidad, que
consiste principalmente en analizar los momentos y los personajes históricos que
Juan de Dios Peza escribe. Para cumplir este propósito se ha realizado una edición
crítica y anotada de los textos de Peza que, para el tiempo en que nos encontramos
escribiendo son poco conocidos; de ahí que al haber sido publicados por última vez
hace más de cien años en nuestro país se traen bajo un esquema analítico para su
comprensión.
Algunos escritos sobre el Segundo Imperio en México han sido publicados
por la casa editorial Porrúa, de ahí que no decidamos incluirlos, como son: Los
valientes mueren en su puesto (sobre la ejecución de Maximiliano en Querétaro),
Como acabo un baile (Sobre cómo fue recibida la noticia del fusilamiento de
Maximiliano en la corte de Napoleón III), El Castillo de Miramar (relativo a la vida
de Maximiliano y Carlota en su último Alcázar antes de partir hacia América), y Un
Jueves de Corpus en tiempo de Maximiliano.
La selección de textos ha sido dividida en dos partes, por un lado la obra
poética alusiva a los personajes del periodo imperial, y en otro extremo las
narraciones correspondientes a la vida social, cultural y política en tiempos del
Segundo Imperio, destacando en este sentido anécdotas sobre una de la principales
casas de fotografía de la Ciudad de México (la de los hermanos Valleto); sobre las
festividades religiosas de Semana Santa y Corpus Christi, algunos episodios de la
lucha entre franceses y mexicanos que se desarrollaban en aquel tiempo; y una
detallada y no menos importante narración sobre la entrada de los emperadores a
la capital del nuevo Imperio mexicano. Es poca la producción de Peza, pero extensa
en su propio contenido, sobre éste periodo de la historia nacional.
40
POESÍA SOBRE EL SEGUNDO IMPERIO
41
Juan de Dios Peza (1852-1910)
(Litografía de la segunda mitad del siglo XIX. Colección de la Familia Peza)
42
MAXIMILIANO.
A MI MUY QUERIDO PRIMO CARLOS ADAME. 50
I.
Maximiliano de Habsburgo
Rige el Lombardo- Vennetto,
Porque Austria impone á la Italia
Sus hombres en el Gobierno.
Es gallardo el archiduque,
Joven y de gran talento,
Avezado á las borrascas
Del mar, que por mucho tiempo
Cruzó en todas direcciones
Visitando extraños pueblos.
Tiene los ojos azules,
Tan azules como el cielo.
Y es tan rubio que semejan
Rayos del sol sus cabellos.
Fina y espesa la barba
Se la parte por enmedio
Y le baja hasta los hombros
Libre dejándole el pecho.
Vástago de Carlos Quinto
Y agnado á su trono excelso,
Siempre lleva el toisón de oro
Ornando el erguido cuello.
Es con las damas galante
Y dadivoso en extremo,
Con sus iguales altivo
Y con los súbditos tierno,
Adora las bellas artes,
Y como amigos discretos
Le acompañan sabios libros,
Cuadros de grandes maestros
Y estatuas en que palpita
El alma del gusto griego.
Cariñoso y desprendido,
Es cumplido caballero,
Y juntos en su semblante
Brillan conquistando afecto,
La juventud, la nobleza
50
Juan de Dios Peza, Poesías completas. Leyendas históricas, tradicionales y fantásticas de las calles de la
ciudad de Méjico, prólogo de Luis González Obregón, París, Garnier Hermanos, libreros editores, 1898, pp.
193-199.
43
La majestad y el ingenio.
II
En una tarde de Mayo
Tranquilos el mar y el cielo,
Maximiliano va solo
En sus jardines amenos,
Cruzando por las callejas
De castaños y de almendros.
Lleva la cabeza baja
Absorto en mil pensamientos,
Y está su rostro tan pálido
Que se le creyera enfermo;
No ha recibido á ninguno
De los hombres del gobierno,
Ni ha de sus íntimas cartas
Los blancos sobres abierto.
Halla de pronto á su paso
Sentado en el césped fresco,
Sobre un banquillo de mimbres
Junto al tronco de un abeto,
A un hombre de blanca barba
Y escaso y cano cabello,
Vestido con traje humilde
Pero limpio, alegre y nuevo.
Sonríe Maximiliano
Gustoso de tal encuentro,
Y brillan sus claros ojos
Con honda expresión de afecto.
-Señor, le dice el anciano
Con muy natural respeto;
¿Vuestra Alteza viene triste?
- Tienes razón; triste vengo.
- Lo sé, que os conozco tanto
Como el que más.
- Bien lo creo;
No en vano mi augusta madre
Te nombró mi camarero
Siendo yo niño.
-Teníais
Seis años ni más ni menos,
y desde entonces por nada,
Ni de la mar en los riesgos,
Ni de la corte en las fiestas,
Ni estando en extraño suelo
44
Os he dejado, ni es fácil
Que os deje, señor; os quiero
Hasta donde más alcanza
Querer un honrado pecho.
- Me ves muy triste…
- Os lo he dicho.
- Pues ríe de lo que pienso.
- ¿Reír?
- Son cosas de risa.
-- Todo en vos es de respeto.
- Óyeme y no me hagas caso.
- Señor, siempre os obedezco…
- Entre mil supersticiones
Una ridícula tengo...
¿No ves en estos jardines,
En el palacio, en el templo,
En las salas de tertulia,
En el salón del Consejo,
En los anchos corredores,
En todo, en fin, lo que tengo
A mi alrededor, no encuentras
Emes de mármol, de hierro,
De alabastro, de madera,
De granito?...
- Lo comprendo,
Es cifra de vuestro nombre,
Y cuanto miráis es vuestro,
Natural es que esté en todo.
- Es natural, pero pienso
Que tal letra es mi sentencia.
-Hablad, señor, no comprendo.
-Ni habrás de entenderme nunca
¡Es un fatalismo necio!
Las emes me aterrorizan,
Sábelo, me causan miedo,
Y han de estar en todas partes
Mi espíritu entristeciendo.
¡Moriré entre muchas emesl
- Perdón, señor, que no acierto
En qué podáis cuerdamente
Fundaros...
- ¡Presentimiento!
Sábelo y ríe, porque risa
Provocan y no respeto
Las vanas supersticiones
Cual ésta que te refiero...
! Moriré entre muchas emes !
45
Tú lo verás...
Bajó el viejo
Los ojos, y hondo suspiro
Dejó escapar de su pecho,
y siguió Maximiliano
Esa frase repitiendo
Por las alegres callejas
De castaños y de almendros.
Lleva inclinada la frente,
Pálido está como enfermo,
Y están húmedos sus ojos
Tan azules como el cielo.
III.
Pasáronse muchos años,
y una mañana de invierno
Llegó en una barca inglesía
A Miramar un viajero.
El mar estaba agitado,
Estaba plomizo el cielo,
Menudos copos de nieve
Bajando en alas del viento
Posábanse en las cornisas,
En las torres, en los hierros,
En las gallardas almenas
Y en el rico pavimento
Del legendario castillo
Tan triste desde hace tiempo.
Pidió que le permitieran
El visitarlo por dentro,
Y acompañóle galante
Un hombre afable y discreto,
Blanca y poblada la barba,
Escaso y cano el cabello.
- ¿Vivís aquí desde cuándo?
Interrogóle el viajero,
-Vivo aquí... pero no vivo,
Que yo, señor, soy un muerto;
Me tienen aquí enterrado
Entre lágrimas y duelo,
Desde que por negra suerte
Mi noble señor no ha vuelto.
Su santa y augusta madre
Me nombró su camarero
Desde que cumplió en la vida
Seis años, ni más ni menos.
46
Le acompañé á todas partes,
Me quiso con hondo afecto,
Y una vez en sus jardines,
Allá en Lombardo-Venetto...
Me dijo... Mas perdonadme
Que calle un rato; no puedo...
Las lágrimas me enmudecen…
Y de los ojos del viejo
Rodaron dos grandes gotas
Iguales á las que el viento
Arranca por las mañanas
En el rigor del invierno,
De los vetustos sabinos,
Coronados por el heno.
Habló después, refirióle
La historia del jardín regio,
Y así agregó conmovido,
Al hablar estando trémulo:
- No eran, no, supersticiones;
Lo que me dijo, era cierto;
Ha muerto entre muchas emes.
Fué de Miramar á Méjico,
Imperio de Moctezuma,
Que lo conquistó un guerrero,
A quien llamaron Malinche
Los indígenas del suelo,
Dos mariscales de Francia
Le engañaron y vendieron;
A Querétaro marchóse
Reemplazándole en su puesto
Márquez, que según me dicen,
Le olvidó en el mayor riesgo.
Jefe de los sitiadores
Era Mariano Escobedo,
Y cuando cayó la plaza,
De Miguel López dijeron
No sé qué cosas extrañas
Que á darles fe no me atrevo.
Cayó con sus generales
En Mayo, y al poco tiempo
Le fusilaron á Méndez
Que le tuvo tanto afecto...
Llamóse Manuel Aspíroz
El fiscal de su consejo,
Riva Palacio Mariano
Fué á la plaza á defenderlo
Con Martínez de la Torre,
47
Abogados muy expertos.
Con Miramón y Mejía
Fué á morir mi noble dueño,
Y era un Mejía el Ministro
De Juárez, que en el gobierno
Firmó la fatal sentencia
Que me tiene en tanto duelo.
Montemayor se llamaba,
Y bien su nombre recuerdo,
El capitán que á su lado
Hizo la señal de fuego,
Ha muerto el príncipe en Martes;
Ya veis, señor, si era cierto
Lo que me dijo muy triste
Allá en -Lombardo-Vennetto...
¡Ha muerto entre muchas emes!
Y jamás olvidaremos
Que llamó cosas de risa
A cosas de tanto duelo.
Después, sin decir palabra
El anciano y el viajero,
Siguieron ambos del brazo
Por los salones desiertos
Del legendario Castillo,
Tan sólo desde hace tiempo.
________
48
TERÁN Y MAXIMILIANO.51
Entre las ondas azules
Del bello Mediterráneo,
En el Golfo de Trieste,
Surgiendo entre los peñascos,
Hay un alcázar que ostenta
Con gran arte entrelazados
En muros y minaretes
Lo gótico y lo cristiano.
Parece, visto de lejos,
Airoso cisne de mármol,
Que extiende las blancas alas
Entre dos abismos claros:
El del mar, siempre sereno,
Y el del cielo, siempre diáfano.
Ese alcázar tan hermoso,
En tiempos no muy lejanos,
Por mirar tanto las olas
De MIRAMAR le llamaron,
Y en él vivieron felices
Dos príncipes de alto rango,
Dos seres de regia estirpe:
Carlota y Maximiliano.
En una tarde serena,
Al bello alcázar llegaron
Con una rara embajada
Varios próceros extraños.
Penetran á los salones
Y al noble príncipe hablando,
En nombre de un pueblo entero
(Que no les dió tal encargo)
Le ofrecieron la corona
Del Imperio Mejicano.
El príncipe quedó absorto;
Para responder dió un plazo;
Soñó en pompas, en honores,
En fama, en poder, en lauros,
Y al despertar de aquel sueño,
Al volver de tal encanto,
51
Ídem., pp. 255-258.
49
A su joven compañera
Le fué á consultar el caso.
- Acepta - dijo Carlota,Eres grande, noble y apto,
Y de este alcázar á un trono
Tan solamente hay un paso.
No corrida una semana,
El Príncipe meditando
En las difíciles luchas
De los grandes dignatarios,
Miraba tras los cristales
De su espléndido palacio
Enfurecerse las olas,
Rojo surgir el relámpago,
Y con bramidos horribles
Rugir los vientos airados.
De pronto, un ujier le anuncia
Que un extranjero, ya anciano,
Hablarle solicitaba
Con urgencia y en el acto.
Sorprendido el Archiduque
Dijo al ujier: ―Dadle paso‖;
Y penetró en los salones
Aquel importuno extraño,
De tez rugosa y enjuta,
De barba y cabello cano.
De frente del Archiduque
Dijo con acento franco:
- Vengo, señor, para veros
Desde un pueblo muy lejano,
Desde un pueblo cuyo nombre
Jamás hahréis escuchado;
Yo nací en AGUASCALIENTES,
En el suelo mejicano,
Serví á don Benito Juárez
De quien ya os habrán hablado;
Le serví como Ministro
Soy su firme partidario,
Y mientras aquí os engañan,
Yo vengo á desengañaros;
No aceptéis, señor, un trono
Que tiene cimientos falsos,
50
Ni os ciñáis una corona
Que Napoleón ha labrado,
No quiere Méjico reyes;
El pueblo es republicano
Y si llegáis á mi patria
Y os riegan palmas y lauros,
Sabed que tras esas pompas
Y esos mentidos halagos
Pueden estar escondidos
El deshonor y el cadalso.
Oyendo aquellas palabras
Dichas por aquel anciano,
A tiempo que por los aires
Cruzó veloz un relámpago,
Tiñendo en color de sangre
La inmensidad del espacio,
Sin dar respuesta ninguna
Quedóse Maximiliano
Rígido, lívido, mudo,
Como una estatua de mármol.
Corrió inexorable el tiempo,
Huyeron breves los años,
Y en una noche de Junio
Triste, sombrío, ensimismado.
En vísperas de la muerte
El Archiduque germano
En su celda de Querétaro,
Y en sus desgracias pensando,
Así dijo conmovido
A uno de los abogados
Que fueron á despedirse
En momentos tan aciagos:
- Todo lo que hoy me sucede
Há tiempo me lo anunciaron;
Un profeta he conocido
Que sin doblez, sin engaño,
Me auguró que en esta tierra,
A donde vine cegado,
El pueblo no quiere reyes
Ni gobernantes extraños,
Y que si lauros y palmas
Se me regaban al paso,
Tras ellos encontraría
El deshonor y el cadalso.
51
- ¿Quién ha sido ese profeta?Al príncipe preguntaron;
- Era un ministro de Juárez,
Sincero, patriota, honrado,
Don JESÚS TERÁN, que ha muerto
En su hacienda hará dos años.
¡Ah! ¡Si yo le hubiera oído!
¡Si yo le hubiera hecho caso!
¡Hoy estuviera en mi alcázar
Con los seres más amados,
Y no contara las horas
Para subir al cadalso!
_________
52
TOMÁS MEJÍA.
A MI RESPETADO SEÑOR Y QUERIDO AMIGO, EL SEÑOR
GENERAL DON MARIANO ESCOBEDO.52
I.
Mientras Juárez indomable
Va á los desiertos del Paso
A defender su bandera,
Firme como un espartano;
En Méjico, sostenido
Por el invasor extraño
Se erige un trono y le ocupa,
Más que ambicioso, engañado,
Un ilustre descendiente
Del más grande de los Carlos
Joven, soñador y apuesto
Asciende á lugar tan alto,
Sin ver que á lo lejos flota
El pendón republicano,
Y sin recordar que el pueblo
Por quien se sueña llamado,
En otro tiempo á un monarca
Lanzó del trono á un cadalso.
Recibiéronle animosos
Los que el cetro le entregaron,
Y al entrar por nuestras calles
Fué tan grande el entusiasmo,
Que del nuevo rey los ojos
No pudieron, deslumbrados,
Mirar que las bayonetas
Que lo estaban custodiando
Eran de extranjeras tropas
Capaces de abandonarlo.
II.
Joven príncipe ¿á qué vienes?
¿Por qué dejas tu palacio
En medio de las azules
Ondas del Mediterráneo
Como un nido de gaviotas
Sobre un peñón solitario?
Este cielo azul no es tuyo,
52
Ídem., pp. 259-264.
53
No son tuyos estos lagos;
Ni estos sabinos del bosque
Que de viejos están canos.
Nada es tuyo, nada entiende
Tu acento, nada ha guardado
Cenizas de tus mayores
Que en otras tierras brillaron.
Tu sangre azul no es la sangre
De Cuauhtémoc ni de Hidalgo;
Cuanto te cerca es ajeno,
Cuanto te vela es extraño.
Príncipe noble, ¿á qué vienes?
¿Por qué dejas tu palacio
Y aquellas ondas azules
De tu hermoso mar Adriático?
En medio de las tormentas
Que se alzarán á tu paso,
Cuando pronto te abandonen
Los que te están custodiando,
Hallarás como consuelo,
Como abrigo, como amparo,
La firmeza y el arrojo
Del soldado mejicano
Que cumple con su bandera
Satisfecho y resignado.
¡Torna, príncipe, al castillo
Donde viviste soñando,
Que por las gradas de un trono
Subir se puede á un cadalso!
III.
Con inusitada pompa
En el ya imperial palacio
Se celebran los natales
Del reciente soberano.
Ya las guardias palatinas
De uniformes encarnados
Apuestos forman la valla
Luciendo adargas y cascos.
Ministros y chambelanes
Consejeros y vasallos,
Ostentan con arrogancia
Sus pechos condecorados.
El salón de embajadores
Por su lujo aristocrático,
Recuerda á los que lo miran
54
De antiguos tiempos el fausto.
De pronto, por todas partes
Se extiende un rumor extraño
Y es que las gradas del trono
El Archiduque ha pisado.
Diversas clases sociales
Deben de felicitarlo
Y ya están los oradores
Por cada clase nombrados.
Un jurisconsulto experto,
Elocuente, pulcro y sabio
Es de la magistratura
El representante nato.
Le toca el lugar primero,
Habla con acento claro,
Con respeto se le escucha,
Se le mira con agrado,
Y estudio y saber revela
Cada frase de sus labios.
Su discurso no fué breve,
Su estilo elegante y franco;
Y al acabar dijo alguno:
¡Bien por Lares! anhelando
Aplaudirle, sin hacerlo
Por respeto al soberano.
Con elegancia vestido,
Al clero representando,
Se acercó un obispo al trono
Y dijo un discurso largo,
Lleno de notas y citas
Latinas, propias del caso.
Era el orador de fama
Por su elocuencia y su rango,
Célebre en aquellos tiempos
Entre oradores sagrados.
<<No estuvo corto Ormaechea>>
Dijo después de escucharlo
Alguno á quien ya cansaba
La severidad del acto.
Nuevo rumor se produjo
Después en aquellos ámbitos
Al ver que al trono llegaba
A paso lento un soldado.
De cabellos y ojos negros,
Tez cobriza, aspecto huraño,
Descendiente de las razas
Que en Anáhuac habitaron
55
Antes de que la conquista
Empobreciera á sus vástagos.
¡Formaba contraste brusco
La obscura tez del soldado
Con la tez brillante y blanca.
Del Archiduque germano!
Quedó el indígena absorto,
Meditabundo y cortado,
Sin articular palabra,
La frente y los ojos bajos.
- ¿Quién es? - preguntó un curioso
Y le respondió un anciano:
- Se llama Tomás Mejía,
Y es general reaccionario;
Viene á hablar por el ejército,
- ¿y él hizo el discurso?
- Varios
Lo escribieron y ninguno,
Según dicen, le ha gustado;
El que dirá lo habrá escrito
O Muñoz Ledo ó Arango.
- Escuchemos.
Transcurrían
Unos minutos muy largos;
Mejía estaba en silencio
Todo tembloroso y pálido,
En silencio los presentes
Y en silencio el soberano.
De pronto ven con asombro,
Que el indígena soldado.
Abriendo los negros ojos
Que brillaban animados.
Perora sin dar lectura.
Al papel que está en sus manos.
- « Majestad - calló un momento;
<<Majestad>> - siguió turbado;
<<Majestad>>, no he aprendido
Lo que otros por mí pensaron,
Pero si usted lo que busca
Es un corazón honrado,
Que le quiera, le respete,
Le defienda sin descanso
Y le sirva sin dobleces,
Sin interés, sin engaño,
Aquí está mi corazón,
Aquí están, señor, mis brazos,
Y en las horas de peligro,
56
Si al peligro juntos vamos,
Lo juro por mi bandera:
Sabré morir á su lado.
Con lágrimas en los ojos,
Trémulo Maximiliano,
Las fórmulas de la corte
Por un instante olvidando,
Bajó del trono y al punto
Dió al general un abrazo,
Que aplaudieron los presentes
Con lágrimas de entusiasmo.
IV.
Cayó el príncipe más tarde
Y con él cayó el soldado
Que le dijo esas palabras
Llenos los ojos de llanto.
A don Tomás le ofrecieron
Del patíbulo salvarlo
y él respondió: ―Solamente
Que salven al Soberano‖.
Un general victorioso,
De gran poder y alto rango,
Que le estaba agradecido
Por algún hecho magnánimo.
Fué y le dijo: - Yo podría
Lograr veros indultado;
Os estimo y necesito
A toda costa salvaros.
¿Queréis que os salve? decidlo,
Que no me daré descanso
Hasta que al fin me concedan
Lo que para vos reclamo.
- Sólo admitiré el indultoRespondió el indio soldadoSi me viene juntamente
Con el de Maximiliano.
- Me pedís un imposible.
- Pues me moriré á su lado.
- Pensad que tenéis familia.
- Tan sólo á Dios se la encargo.
- Soy capaz de protegeros
Si os resolvéis á fugaros.
- ¿Y al emperador?- No; nunca.
- Pues su misma suerte aguardo.
Y como lo sabe el mundo,
57
Juntos fueron al cadalso
Y allí selló con su sangre
Lo que dijeron sus labios.
11 de Julio de 1890.
__________
UNA RESPUESTA DE MIRAMÓN.53
Ya sonó la media noche
En el viejo campanario:
Querétaro está en silencio
Que sólo turba á intervalos
El grito del centinela
Triste, sonoro y pausado.
En un antiguo convento
Que ya en cuartel transformaron,
Presos en humildes celdas
Están la muerte esperando
Miguel Miramón, Mejía
Y un noble: Maximiliano.
Ya poco tiempo les queda
De vida á los sentenciados
Y el archiduque, que siempre
Fué de la forma un esclavo,
Llama á Miramón, queriendo
Sobre un punto interrogarlo.
Llega el arrogante jefe,
Obediente á tal mandato
Y órdenes pide gustoso
A su infeliz soberano.
Éste le dice; - Seis horas
Nos faltan, - Las voy contando
Pues ya que no tengo sueño
He de entretenerme en algo…
- Perdonad que os distrajera,
Pero quiero consultaros
Cuál traje será el más propio
Para salir al cadalso.
53
Ídem., pp. 273-274..
58
- No entiendo vuestra pregunta.
Y agrega Maximiliano:
- ¿Nos vestimos de uniforme
O saldremos de paisanos?
Y Miramón le replica:
- Majestad, voy á ser franco:
Como ésta es la vez primera
Que me fusilan, no es raro
Que ignore lo que previene
El ceremonial del caso.
Sonrióse el archiduque
Y agregó con entusiasmo:
- Miguel, en todo os admiro…
¡Qué valor! ¡Dadme un abrazo!
___________
59
POESÍA DE MAXIMILIANO
ESCRITA EN MIRAMAR, AL PARTIR PARA MÉXICO.
(Versión de Juan de Dios Peza).54
Ya sin la venda y rotas las cadenas
Te muestra el porvenir más dulces lares;
Después de tanta lucha y tantas penas
Puedes, saliendo en paz, cruzar los mares.
Es la que se te ofrece ardua tarea,
Mas, firme en el honor y en los deberes,
La Fortuna querrá que tuyo sea
El lauro que luchando merecieres.
Libre en tu acción, sin trabas y sin dolo,
Sigue por una senda sin espinas;
Tu obra prosperará, cúmplela sólo
En la lejana tierra á do caminas.
Dios hace fuerte al libre, no al ilota;
El libre engendra libres en el suelo,
Donde la libertad radiante brota
Se ve bajar la bendición del cielo.
Consuelo en ella encontrarás mañana;
Sal sin temor, sin inquietud sombría,
Que allá en la nueva tierra tan lejana
Te espera el premio que soñaste un día.
Diciembre 30 de 1904.
54
Ídem., p. 318.
60
RECUERDOS DE VIDA ANTE LA TRAGEDIA.
Tiempos de la Reforma. Los años del Segundo Imperio.
61
(Litografía de 1888 de Juan de Dios Peza, usada en Los poetas mexicanos
contemporáneos, de Manuel Puga y Acal, bajo el seudónimo Brummel.
Colección de la Familia Peza)
62
EL TRAJE PARA LEER VERSOS.55
A principios del año de 1867 salía de Veracruz, rumbo á Europa, un vapor francés
conduciendo á varios personajes que culminaron en el ya vacilante imperio de
Maximiliano.
Iba entre ellos mi inolvidable padre que, fiel á sus principios políticos, creyó
de buena fe que la monarquía y la inmigración europea salvarían al país de muchos
desastres en lo futuro.
Y no sé si desengañado ó sin voluntad para continuar en el Gobierno, pues
yo aún no cumplía quince años y nada entendía de política, optó por irse al
extranjero.56
De lo que no tengo duda es de que, tanto sus amigos como sus más
encarnizados enemigos, aplaudieron su honradez sin tacha, única herencia que legó
á sus hijos.
Estaba en los comienzos de aquel destierro, que duró más de ocho años,
cuando se efectuó el drama de Querétaro, y mi madre y nosotros, tres hermanos,
quedamos en la mayor pobreza.
Para vivir se fueron vendiendo todos los objetos de la casa, que desde que
nací miré siempre, si no opulenta, dotada de cuanto exige el buen parecer á una
familia bien relacionada y de limpia cuna.
Yo, que fui liberal desde que tuve uso de razón y que admiraba y quería á
Juárez, obtuve de ese grande hombre una beca, entré á la Escuela preparatoria,
comencé á escribir versos y llegó un 15 de Septiembre en que, elegido por mis
camaradas de colegio, tenía que ir á leer al Teatro Nacional una poesía, que á la
postre resultó disparatada y llena de figurones imposibles.
Desde que me nombraron para leerla, me preocupé, como todos los pobres,
con la adquisición de un traje para presentarme en la tribuna.
55
J.D. Peza, Recuerdos de mi vida: cuentos, diálogos y narraciones anecdóticas e históricas., México,
Herrero Editorial, 1907, pp. 31-34.
56
Sobre la decisión tomada por el coronel Peza, el Diccionario Porrúa de Historia… señala: “condenado a
muerte como sus demás compañeros del Gabinete del emperador, pudo salir del país, residiendo algún tiempo
en la capital de Francia”. Diccionario Porrúa de Historia, biografía y geografía de México., Porrúa, México,
1986.
63
Hablé con mi madre, y ella, triste pero ansiosa de complacerme, me ofreció
que realizaría mi deseo; y en efecto, la víspera de la gran fiesta nacional, ya estaba
en mi poder un traje de buen paño de color azul oscuro.
No disimulé mi alegría; pero al mismo tiempo dije á mi madre:
—-Habría preferido que me lo hubieran hecho negro.
—No era posible — me respondió —, ya te contaré á tiempo esa historia.
El 16 de Septiembre desperté satisfecho de los primeros aplausos que había
recibido en el teatro la noche anterior, y hablé de todas las peripecias ocurridas en
el desempeño de mi comisión poética, delante de mis hermanos, á la hora de la
comida.
Mi madre lloraba.
— ¿No estás contenta?—le pregunté.
—Sí, muy contenta; pero lloro porque veo lo que es la vida. La víspera de que
tu padre saliera de México, me dijo: «lo primero que hay que vender son los
caballos y el coche». Encontré quien me los comprara, y dos semanas después
recibía de la sastrería de Mivielle las dos libreas, la del cochero y la del lacayo, que
ya habían sido pagadas anteriormente. Eran inútiles y estaban flamantes, y me
conformé con guardarlas. ¿Quién había de comprarlas? Eran levita, chaleco y
pantalón, de color azul oscuro, con botones dorados. De una de ellas, achicándola
el sastre, he mandado hacer el traje con que has ido anoche á leer tus versos; por
eso es azul oscuro, y por eso lloro, porque de una librea del cochero ha salido tu
traje de ceremonia.
— ¿Y qué importa, madre mía?
—Es verdad, ¿qué importa?; muchos años tus trajes usados, pero en buen
estado, vistieron á varios niños pobres, y hoy he tenido que vestirte de lo que se
destinaba á la servidumbre.
¡Así es la vida! No te envanezcas nunca por lo que tengas, ni te entristezcas
cuando lo pierdas; sólo las virtudes constituyen el tesoro que se debe de conservar
siempre; y el libro de Job enseña mucho; léelo, hijo mío.
______________
64
¡COSI VA IL MONDO!57
La ciudad de México, en 1866, deslumbraba con el lujo que desplegaron los
servidores del Imperio.
Eran damas de la Emperatriz las mujeres más bellas, más elegantes, y,
digámoslo sin doblez, más virtuosas y más discretas en la sociedad de entonces.
Miente el criado del Emperador, un tal Turcios, que figura en el libro de
Blasio «Maximiliano íntimo», al decir que buscaban al Emperador damas
distinguidas, á quienes nadie creería capaces de una falta.58
¡Miente Turcios! Las damas de la Emperatriz eran todas, sin excepción de
una sola, modelos de pudor, de virtud, de recato, de finura, de elegancia, y, las más
de ellas, de hermosura.
En aquel año, los hermanos Valleto, Guillermo, Julio y Ricardo, tenían su
taller de fotografía en la calle de Vergara.
De entonces á hoy, nunca han abandonado ese trabajo, en el que ya no
necesitan reclamo, ni elogios, ni avisos siquiera, pues á más de ochenta mil
personas han retratado, y la República sabe que son los maestros en el arte debido
á Daguerre, y que tanto avanza en cada nuevo año.
57
J.D. Peza, Recuerdos de mi vida: cuentos, diálogos y narraciones anecdóticas e históricas., óp. cit, pp. 9194.
58
Publicado en 1905 Maximiliano íntimo, fue la obra más esperada por los lectores mexicanos de su época.
De acuerdo a Patricia Galeana, la obra no gozó de popularidad por la brillante prosa de José Luis Blasio (que
en realidad era mala), sino por ser las memorias de un personaje que había estado cerca del emperador día y
noche durante el tiempo que duró el Imperio.
Sobre el contacto que tuvo Blasio con Maximiliano, se tiene noticia que lo conoció cuando fue a
implorarle por la vida de un hermano suyo, que era prisionero de guerra del bando juarista; al ser liberado
éste, Blasio presto lealtad al soberano mexicano. Después de haber servido poco tiempo como traductor a
Félix Eloin, un jefe militar belga, el emperador le fue tomando afecto por los servicios que prestaba al
Imperio, ante este hecho Maximiliano decidió nombrarlo su secretario particular. Tras la caída del gobierno
imperial, Blasio visitó a la familia imperial austriaca para narrar lo sucedido al hermano menor del emperador
Francisco José.
Con la consolidación del Porfirismo en México, la figura del último emperador mexicano ya no era
tema de descontento o peligro, sino de curiosidad y estudio. En este último sentido, Blasio como conocedor
de la vida íntima del emperador y para hacerse de algunos fondos decidió escribir sus memorias y titularlas,
Maximiliano íntimo. El libro no logró llenar la curiosidad de los lectores, el autor se limitó a hablar de
cuestiones políticas y a narrar las causas del fracaso imperial. Sobre la relación matrimonial entre
Maximiliano y Carlota son pocos los comentarios; lo que destaca en comparación son las costumbres y gustos
del emperador, de su carácter bromista, de su bondad y amor por la naturaleza… en: José Luis Blasio,
Maximiliano íntimo. El emperador Maximiliano y su corte. Memorias de un secretario, prólogo de Patricia
Galeana, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Humanidades, 2013.
65
Llegó á noticias de Maximiliano la habilidad de nuestros compatriotas, y
aunque él había traído de Viena á un fotógrafo distinguido, D. Julio de María
Campos, sin duda le cautivaron las obras de los Valleto, y con su ayudante, el
capitán Rodríguez, mandó suplicar á dichos artistas que fueran á verlo al alcázar de
Chapultepec.
Julio Valleto acudió al llamado imperial, y en breves instantes le hicieron
pasar al gabinete del Soberano.
—He visto magníficas fotografías hechas por ustedes—le dijo—y querría que
me hicieran aquí un retrato.
— ¿Aquí?—dijo Julio.
—Sí, aquí; en Chapultepec.
—Señor; debo decirle á usted...
—Se le trata de Majestad, interrumpió el Edecán de guardia.
—En México no estamos acostumbrados á tratar Emperadores ni Reyes—
contestó Julio Valleto.
—Tiene razón—agregó Maximiliano—, déjelo usted que me trate como
quiera.
—Pues, señor—agregó Julio—bien podríamos hacer aquí, ó donde usted
guste, el retrato que desea; pero la fotografía está en pañales, y no tendríamos las
condiciones artísticas que nuestro taller reúne.
—Bueno—respondió Maximiliano, —hoy es jueves; iré el domingo al taller de
ustedes, á las once de la mañana, si la fiebre intermitente no me ataca, porque estoy
enfermo, y vea usted, Semeleder me ha recetado estas obleas de quinina. Hoy me
ha dado el ataque.
—Pues estaremos preparados — respondió Julio, — y usted, si no puede ir, se
dignará avisarnos.
— ¡Ah! Temprano enviaré á un ayudante.
Se retiró Julio, y el domingo señalado recibió un atento aviso del
Archiduque, diciéndole que no podía ir, porque le había dado con mayor fuerza que
nunca la fiebre intermitente.
*****
66
Y corrió un año, en que se desarrolló el drama trágico de Querétaro.
En 1867, en la misma fecha del mismo mes de Agosto, se presentó don
Benito Juárez en el taller de los hermanos Valleto, para hacer el magnífico retrato
en que aparece vivo y hablando el demócrata de América.
— ¿Cómo quiere usted, señor, que lo retratemos?— preguntó Guillermo
Valleto.
— Como ustedes quieran; yo estoy completamente á sus órdenes.
Hicieron la fotografía, y cuando ya se preparaba á marcharse el señor
Juárez, Guillermo le refirió que en esa misma fecha, en el año anterior, á la misma
hora, Maximiliano quiso retratarse, y sin duda, si la enfermedad no lo impide,
habría estado para ello en el mismo salón, frente á la misma máquina y en la
misma silla que el indio de Guelatao había ocupado minutos antes.
El señor Juárez, tomando su sombrero y sin alterar su fisonomía, sólo
contestó con su genial laconismo:
— ¡Así es el mundo!
________________
LA SEMANA SANTA EN OTROS TIEMPOS.
El Viernes de Dolores. —Las Canoas. —Los Altares. — Juegos de prendas. —Los
puestos de Chía. — Dos viejecitas. —Conventos y Parroquias. —Los
Monumentos, las Procesiones y los Judas. —La Obra de la Reforma.59
Allá por los años de 1861 á 1866, cuando era yo un rapaz de doce á catorce abriles,
la Semana Santa, en la noble ciudad de México, revestía una solemnidad de la que
ya no quedan señales.
59
J.D. Peza, Recuerdos de mi vida: cuentos, diálogos y narraciones anecdóticas e históricas., óp. cit., pp.
102-113.
67
El Viernes de Dolores era obligatorio levantarse con el alba, é ir á la calle del
Puente de Roldan ó al desembarcadero de la Viga á proveerse de amapolas para los
altares de la Virgen.
Disputábanse las familias la supremacía en el adorno y compostura de
dichos altares y eran de verse los platos con trigo, maíz, alegría, linaza, lenteja y
garbanzo; las esponjas con piñones; los vasos, las botellas y las jarras de cristal con
aguas de colores; los adornos de papel de china, picados, como los más finos
encajes de. Bruselas, y en medio de todo eso una buena pintura de la Dolorosa ó un
Gólgota en que aparecían el Crucificado y la Virgen, al pie de la Cruz, llorando
desolada.
Los estudiantes se reunían desde antes de que saliera el sol, para tomar por
su cuenta las canoas y recorrer el Canal desde la Viga hasta Ixtacalco, entonando
alegres y entusiastas canciones y bailando, coronados de mirtos y de amapolas, el
melancólico palomo ó las bulliciosas danzas habaneras.
El popular novelista Facundo,60 ha descrito magistralmente la costumbre de
los altares en las casas particulares; la distribución y compostura de las aguas
frescas de horchata, de chía, de pina, de limón y de tamarindo; las letanías
cantadas en coro por la familia y las visitas, y aquellos juegos de prendas en que se
imponían castigos originales, como el de decir á cada uno un favor y un disfavor,
revelar algún secreto al oído ó hacer de burro, de perro, de gato, de esquina de
provincia ó de espejo, imitando los gestos y ademanes de cada uno de los
convidados.
—Usted, como dolorido y agraciado ¿qué pena le impone al dueño de la
prenda que va á salir?
60
Sobre el popular novelista Facundo encontramos una curiosa nota de Manuel Gutiérrez Nájera donde
señala: “Pero como novelas, propiamente dichas, sólo podemos mencionar las muy notables que con el
seudónimo de „Facundo‟ ha publicado don José Tomás de Cuéllar”. Sobre este escritor poco conocido
(J.T.Cuéllar. 1830-1894), se sabe que fue seguido de cerca por Gutiérrez Nájera a lo largo de su producción
narrativa: Linterna mágica, El pecado del siglo, Los mariditos, entre otras. Véase: Manuel Gutiérrez Nájera,
Obras I. Crítica literaria. Ideas y temas literarios. Literatura mexicana, recopilación de Erwin K. Mapes,
introducción de Porfirio Martínez Peñaloza, México, Universidad Nacional Autónoma de México,
Coordinación de Humanidades, 1995, p. 302.
Nájera circunscribe el género narrativo de Cuéllar al de los llamados costumbristas: “Aquí [en
México] no mendra la novela en ninguna forma, pero caso de medrar en algún género, este es el sentimental o
el de los llamados costumbristas… „Facundo‟ que es excelente costumbrista, no atinó en El pecado del siglo,
novela que quiso ser histórica”, en: M. Gutiérrez Nájera, “Episodios de la Guerra de Independencia, de
Alberto Lombardo” (1893).
68
—Que cante la turronera.
Y salía de dueño de la prenda una anciana del peso de noventa kilos, con su
cabellera dividida en dos gajos sobre las orejas, que lucían finas arracadas de oro,
con su rica mascada de seda terciada sobre el pecho, y prendida con un valioso
camafeo, y renegando de la hora en que naciera, obedecía la ley imperiosa de la
costumbre, se ponía de pie en medio de la sala, y gritaba angustiada:
—Turrón de almén... dra ente... ra y moli... da, turrón de almen... dra.
A algún anciano magistrado le tocaba cantar el pastelero, y gritaba,
causando la hilaridad de todos:
—A cenar, pastelitos y empanadas, pasen niños á cenar...
A la muchacha más recatada y modesta le obligaban á imitar á la sebera, y
sudando de vergüenza poníase la mano á la boca, donde relucían blanquísimos los
dientes, y chillaba con voz agudísima:
—¡¡Hay seboooooo!!
Para fortuna de los que vivimos, han desaparecido esos gritos que la
tradición conserva, y ya sólo en una que otra casa de molde antiguo se conocerán
los juegos de prendas que eran la delicia de los niños de otros tiempos.
Había altares en que se desplegaba inusitado lujo, y en que se repartían
deliciosas aguas frescas, obligando á cada mísero mortal á que probara de todas
con el pretexto de que diera su opinión sobre cada una.
*****
No es fácil olvidar entre los muchos puestos de chía, verdaderos pabellones
de verdura que invitaban al transeúnte con su frescura y su sombra á pasar en ellos
algún rato agradable, el que ponían en la esquina de la Diputación y Callejuela
aquellas viejecitas de cabelleras blancas como un ampo de nieve; modelos de
limpieza en sus personas, en sus ropas, en los vasos, en cuanto les rodeaba.
En aquel puesto que olía á mastranto, á flor de chícharo, á rosas nuevas, se
detenían para probar la horchata, que era la especialidad de renombre, los más
encopetados y linajudos señores, y las damas que llevaban sobre los hombros las
más ricas y valiosas mantillas.
69
En algunos momentos se formaba en el puesto un grande y compacto grupo
de sedientos, y todos eran atendidos por las dos viejecitas que surgen en mis
recuerdos tales como eran, y que daría algo por volver á verlas.
Para todos tenían una frase de cariño.
— ¿Qué toma usté, mi alma?
— ¿Qué apetece el señor?
—Chía, limón, horchata, pina, ¿qué toma chula? ¿Qué quiere, niña?
Y con su trabajo honrado, con aquel infatigable afán de contentar á todos,
con la limpieza de sus efectos y la amabilidad, su trato, hicieron un capital para
vivir tranquilas.
*****
Era una ciudad enteramente ascética la nuestra.
Había veintitrés conventos de monjas: San Bernardo, San Jerónimo, Santa
Inés, Santa Clara, Santa Isabel, Corpus Christi, Jesús María, la Encarnación, Santa
Brígida, San Juan de la Penitencia, La Concepción, Regina Coeli, San Lorenzo, San
José de gracia, la Nueva Enseñanza, las Vicgracia, la Enseñanza Antigua, Santa
Teresa la Antigua, las Hermanas de la Caridad, Santa Catalina, Capuchinas,
Balvanera y Santa Teresa la Nueva.
En la mayor parte de esos conventos eran notables las prácticas de la
Semana Santa; los altares, los monumentos, los sermones, el pan de gloria, los
dulces de Pascua, las palmas labradas y compuestas, los ejercicios cuaresmales y las
pinturas y esculturas que se exhibían al público.
De órdenes religiosas sólo habían quedado los padres de San Fernando, de la
Profesa (San Felipe Neri), y la Congregación de San Vicente de Paúl, pero los
templos en que se ostentaba con todo el esplendor del lujo el monumento, eran la
Catedral, Santo Domingo, la Profesa, la Encarnación, San Bernardo, Santa Clara,
Santa Brígida. Capuchinas y Santa Catalina.
Eran tan concurridos los ejercicios piadosos, que en verdaderas romerías iba
el pueblo á las parroquias de San Miguel, de Santa Catarina Mártir, de la Santa
Veracruz, de San José, de Santa Ana, de la Soledad, de San Pablo, de Santa María,
70
de San Sebastián, de Santa Cruz Acallan, de Santo Tomás la Palma y de San
Antonio de las Huertas, en busca de la cédula que acreditase el cumplimiento del
precepto sagrado.
En las iglesias del centro, eran de vérselos grupos de encantadoras polluelas,
con las cabezas graciosamente cubiertas por el tápalo negro, esperando que el
confesor las llamara por turno á depositar los secretos más íntimos.
¡Oh días hermosos de la juventud! ¡Cuando se ha recorrido un camino largo,
sembrado de hojas secas, y en el cual nos sorprende el crepúsculo, damos un adiós
triste á ese sol que se hunde para no reaparecer nunca!
*****
Recuerdo confusamente las procesiones, pero no se borra de mi memoria la
del Santo Entierro de Santo Domingo y del Señor de la Expiración, semejante á
muchos Cristos que hay en Toledo y en Sevilla.
La procesión se efectuaba el Viernes Santo por la tarde. Llenábase de
curiosos la Plazuela de Santo Domingo y todas las calles adyacentes; los balcones
de la ex-Aduana, los de las casas del portal y las azoteas, ofrecían un conjunto
vistoso, por la multitud que los llenaba desde las primeras horas de la tarde.
Escuchábanse los gritos populares «á dos rosquillas y un mamón», «un vaso
de chicha fresca», «nieve, nieve», y de pronto un rumor imponente era el anuncio
de que la procesión comenzaba.
Iban apareciendo las imágenes, pero al salir de la capilla del Cristo de la
Expiración, toda la gente se arrodillaba, reinaba profundo silencio, y de pronto se
oía la voz del pregonero gritando:
«Hincándose de rodillas, rezando un credo delante de este divino señor, se
ganan ciento cincuenta días de indulgencia.»
Y se rezaba el credo en voz alta en calles, casas, balcones, ventanas y azoteas,
mientras pasaba el Cristo conducido en elegantes y sólidas andas por señores y
jóvenes pertenecientes á las más distinguidas familias de la ciudad, y juro por mi
ánima que es cierto, que cuando se cansaban, y el Cristo se ladeaba, y ellos pedían
71
al sacristán que les relevaran, el sacristán les respondió con orgullo y
desdeñosamente:
«Hagan lomo y no repelen los que cargan al señor.»
Y pujando y sudando, sacaban fuerzas de flaqueza, y el crucifijo volvía á estar
derecho, y ellos seguían hasta la próxima esquina donde daban á otros la carga.
*****
El Santo Entierro que todavía se conserva en Santo Domingo, representa el
cadáver de Cristo, y salía en una vistosa urna de cristal, adornada con garzotas de
colores y con prismas en que los rayos de la tarde producían los más variados
cambiantes.
Seguía tras esa escultura, la de la Virgen de la Soledad, que forma la
devoción del pueblo, y por donde pasaba, le dirigían en voz alta, súplicas y
plegarias que producían un rumor lastimero.
Desde la mañana del Jueves ya no circulaban carruajes; enmudecían las
campanas, y la gran matraca de la Catedral sonaba anunciando las horas.
Era de tono regalar matracas de plata, labradas de filigranas, representando
caprichosas figuras.
A propósito de esto, dice Marcos Arróniz,61 en un libro escrito algunos años
antes de la época á que me refiero:
El Jueves Santo es un día en que México cobra una animación inusitada,
pues que la mayor parte del año sólo se dejan ver las damas aristocráticas por las
ventanillas de sus rápidos coches; pero ahora asoman su leve pie por entre el raso y
terciopelo de sus ricos vestidos, y honran las calles de la ciudad. Visitan lodos los
61
Son pocas las noticias que tenemos sobre Marcos Arróniz, se sabe que nació en Orizaba, Veracruz, y murió
en San Martín Texmelucan, Puebla, en 1858. Poeta del género romanticista . Estudió en la Ciudad de México
y colaboró en diversos periódicos. Fundó el Liceo Hidalgo. Conservador, militar de carrera durante los
gobiernos de Antonio López de Santa Anna. Su muerte está envuelta en el misterio. Sus versos, que no
llegaron a coleccionarse, se publicaron en la prensa de la época. Véase: Ángel Muñoz Fernández, Fichero
bio-bibliográfico de la literatura mexicana del siglo XIX, México, Factoría Ediciones, 1995.
Sobre sus trabajos literarios se conoce El Manual de viajeros en México, ó compendio de la historia
de la ciudad de México, publicado en París, 1850, con el fin de satisfacer el enorme interés de un amplio
público lector sobre la historia, desarrollo cultural, geografía, literatura, puntos de interés, servicios, usos y
costumbres mexicanas.
72
sagrarios, que se hallan adornados con un esplendor propio del culto católico, y
donde se ven pasajes y escenas de aquellos solemnes acontecimientos que se
conmemoran. Grandes lienzos con cuadros de vida del Salvador, cubren las
paredes; los altares están vestidos de duelo con velo morado, pero en el
monumento aparece toda clase de adornos de oro, de cortinajes, de plantas y flores.
La música, con acentos pausados y hermosos, da más prestigio al grandioso
espectáculo. En la noche, se encienden y resplandecen con mil luces. En este día no
se oye el rodar de los coches, el pisar de los caballos, ni el toque de las campanas, ni
el redoble de los tambores; un silencio respetuoso reina en toda la ciudad.
*****
Era un México muy triste y muy atrasado el de aquellos tiempos. Para venir
á la capital, los negociantes de los Estados emprendían viajes de verdadero peligro,
y alguno de estos viajeros, como los que venían de la frontera, necesitaban
resguardarse con numerosas escoltas de mozos bien armados, que emprendían
serios combates con los bandoleros esparcidos en los caminos.
La diligencia de Toluca era asaltada dos ó tres veces en el monte de las
Cruces, y no se podía ir á veranear á los pueblos cercanos sin el temor de que en la
noche menos pensada despojaran á la familia de todo cuanto llevaba.
Como dice el sabio Ignacio Ramírez, las campanas de las torres marcaban la
distribución de la vida; nadie daba un paso sin que el director espiritual lo aprobara
ó lo ordenara; se confiaba el triunfo económico al milagro del Santo patrono, y
nadie soñaba en los prodigios que hoy vemos realizados por la evolución social
dentro del medio apropiado y preparado juiciosamente.
*****
Cualquiera que estudie nuestro pasado comprende los transcendentales
trabajos que hubieron de emprenderse para llevar á cabo la obra de la Reforma, y
no hace muchos días tuve ocasión de leer un admirable trabajo sobre ésto, escrito
por el Senador, ex-Presidente del Congreso Pan-Americano, Licenciado Genaro
73
Raigosa,62 en que con toda la lógica positiva y con riquísimo caudal de
observaciones y de reflexiones, expone de una manera real el cuadro biológico del
antiguo México, los errores económicos de sus prohombres, y deja ver con toda
claridad los beneficios de la Reforma.
*****
En aquellos tiempos los odios políticos se revelaban el Sábado de Gloria,
quemando Judas que representaban personalidades prominentes y que ardían y
reventaban en medio de los aplausos y del entusiasmo de sus enemigos.
El Sábado de Gloria era también notable, no sólo porque al sonar las diez la
ciudad entera resucitaba y se oían por todas partes gritos de regocijo, sino por la
entrada del pulque, en carros vistosamente compuestos, tirados por muías
enjaezadas con cascabeles.
No es posible dar una idea de todo esto al que no lo ha visto. En el México
actual, alumbrado por millares de focos eléctricos, lleno de tranvías, de teléfonos,
de fonógrafos, de ferrocarriles, nadie se imagina lo que fueron en pasados tiempos
estos días santos.
Todo pasa y todo cambia, pero hay algo como una sensación de frescura que
vigoriza y conforta cuando todo lo ido se trae á la memoria por los que vivíamos
entonces.
Todo ha cambiado felizmente, porque todo lo nuevo eclipsa y supera á lo
antiguo, pero hay que exclamar con Jorge Manrique:
Cualquier tiempo pasado fue mejor.
___________
62
Sobre Genaro Raigosa contamos con una breve descripción que nos ofrece Antonio Diaz Soto y Gama en
su Historia del Agrarismo en México: “Si queremos llegar a concreciones y análisis técnicos, nadie puede
ilustrarnos mejor que el señor licenciado Genaro Raigosa, especialista que fue en la materia. Dicho letrado
apoya su crítica sobre el latifundio mexicano, en esta consideración primordial: las bases fundamentales de
toda industria, de toda empresa humana en lo económico, son dos: el superior aprovechamiento del medio
natural, o físico, disponible y la mayor eficacia de la labor manual”., en Antonio Díaz Soto y Gama, Historia
del Agrarismo en México, prólogo y estudio biográfico por Pedro Castro, México, Ediciones Era/
Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, 2002, p. 536.
74
DIENTE POR DIENTE.
Episodio de la guerra de intervención.
(Años de 1862 á 1867.)63
Estaba en todo su vigor de encarnizamiento y de crueldades la guerra entre
mexicanos y franceses.
Bazaine tenía como aliados á los austríacos, á los húngaros, á los belgas y á
los argelinos.64
Estos últimos eran unos negros hercúleos, vestidos como los zuavos, pero
con uniforme de color azul pálido con vivos amarillos.
Los niños de entonces nos quedábamos sorprendidos cuando por las calles
veíamos aquellos soldados de rostro de ébano, en que resaltaba la blancura de los
ojos y la de los dientes; aquellos cuerpos de elevada talla, arrogantes al caminar y
quietos como gigantescas estatuas de bronce cuando estaban de centinelas á la
puerta de Palacio.
Las gentes del pueblo salían á los zaguanes de las casas de vecindad, cuando
algún chicuelo gritaba con voz de terror: ¡Los negros! ¡Los negros!, y los miraban
con una curiosidad indecible.
En Tamaulipas, en donde el coronel Dupín había cometido toda clase de
excesos, contándose por centenares los fusilamientos, los incendios, las violaciones,
los saqueos de casas y tiendas, los plagios de mujeres y niños y cuanto de cruel é
inhumano puede concebirse, había un guerrillero liberal, valiente como un Cid, que
era el que se batía sin tregua con aquella legión de demonios infernales que
acaudillaba Dupín.65
Ese guerrillero era Pedro Méndez.66
63
J.D. Peza, Recuerdos de mi vida: cuentos, diálogos y narraciones anecdóticas e históricas., óp. cit., pp.
146-149.
64
François Achille Bazaine (Versalles, 13 de febrero de 1811 - Madrid, 23 de septiembre de 1888), mariscal
de Francia. Sirvió en la Guerra de Argelia, en la Guerra de Crimea y en la Segunda Intervención Francesa en
México. Sin embargo, es más conocido por su fracaso como comandante en jefe del ejército del Rin y por
haber contribuido a la derrota francesa en la Guerra franco-prusiana de 1870.
65
Coronel Charles Dupin "La Hiena de Tamaulipas", militar frances enviado por Napoleon III a organizar las
operaciones anti-guerrilla durante la etapa del Imperio de Maximiliano.
66
Pedro José Méndez Ortiz (1836-1866). Fue un general del estado mexicano de Tamaulipas. Ante el golpe
de Estado del presidente Ignacio Comonfort y el posterior desenlace de la guerra civil entre liberales y
75
Y se vengaban el uno del otro, y tenían tales revanchas, que en cierta ocasión
Méndez enterró vivos á varios soldados de Dupín, dejando que á flor del suelo
asomaran las cabezas.
Entonces provocó al Jefe francés para que se viniera sobre aquel punto con
el ímpetu que acostumbraba, y los cascos de los caballos rompieron, como débiles
nueces, los cráneos de los prisioneros, mientras Pedro Méndez se alejaba satisfecho
de su obra.
*****
Dupín tenía por brazo derecho al capitán Margueritte, y Pedro Méndez al
capitán Amador.
Cierta noche Margueritte sorprendió á Amador, lo derrotó completamente,
lo hizo prisionero, lo colgó de un árbol y lo fusiló colgado, alejándose en seguida de
aquel punto.
Todo indicaba que Amador estaba muerto, pero Méndez, que á las pocas
horas fué á verlo, encontró que vivía, merced á una bala que le perforó el cuello
abajo de la tráquea, abriendo una hoquedad, por donde, sin saberlo aquel infeliz,
siguió respirando.
Lleváronlo para curarlo, y con grandes atenciones y remedios de hierbas
quedó listo á los pocos meses; volvió á batirse como siempre, y una noche
sorprendió en un baile á Margueritte y lo hizo prisionero con todos sus argelinos.
—Le confieso á usted, Sr. D. Guillermo (le decía Amador á mi buen amigo D.
Guillermo de Landa y Escandón, que me ha referido estos hechos), que me dio
lástima pasar por las armas á todos aquellos gigantes, tan valientes y tan bien
formados, y sólo perdoné á uno de dieciocho años para que viniera á México á dar á
Bazaine la noticia.
— ¿Y qué hizo usted con el capitán Margueritte?
—A ese lo fusilé, mandando yo personalmente la ejecución; le di un tiro de
gracia; después, con una gran piedra le estuve machacando la cabeza, hasta dejarla
conservadores, Méndez siempre demostró lealtad al presidente Benito Juárez y a la constitución, muriendo
por la republica en 1866.
76
como tortilla; en seguida mandé llamar al cirujano de mayor fama en aquellos
contornos, y le dije: «Le doy á usted cinco horas de plazo para que saque, lo más
completa posible y me la entregue, la piel de este hombre.»
—Y venga usted á ver, Sr. D. Guillermo, aquí la tengo muy bien cuidada y en
muy buen sitio.
Y Amador condujo á Landa á su recámara y alzó de junto á la cama un
amplio tapete de paño rojo, sobre el cual estaba extendida y ajustada la piel del
capitán Margarille.
— ¡Qué lástima—agregó Amador—que le hubiera yo desbaratado la cabeza y
la cara, pues tenía muy buena cabellera rubia y un bigote muy espeso!
*****
Así eran las venganzas de entonces y así eran de crueles y desalmados
algunos guerrilleros.
_____________
77
UNA ANÉCDOTA PATRIÓTICA
DEL ACTUAL ARZOBISPO DE MÉXICO.67
En tiempo del Imperio, cuando por las calles de la ciudad sólo se veían soldados
franceses, argelinos, austríacos, egipcios y belgas, era Prebendado de la Catedral y
Rector del Nacional Colegio de San Juan de Letrán el actual Arzobispo de México,
D. Próspero María Alarcón y Sánchez de la Barquera,68 que hoy, 19 de Marzo de
1907, cumple cincuenta y dos años de su canta misa.
El Colegio de San Juan de Letrán tenía hermosa historia. En el terreno que
ocupaba en el año de 1529, el guardián de San Francisco fundó una escuela de
primeras letras para los indios, y fué primer maestro el angelical lego Fray Pedro de
Gante.
Don Antonio de Mendoza, primer Virrey de México, dio su amparo á aquella
Escuela, y con la protección del Gobierno de España; fué progresando de tal suerte
que se le concedieron rentas y privilegios, y en 18 de Agosto de 1548 previno una
Real cédula que «en el repartimiento perpetuo que se había de hacer tuviese
67
J.D. Peza, Recuerdos de mi vida: cuentos, diálogos y narraciones anecdóticas e históricas., óp. cit, pp. 114119.
68
Próspero María Alarcón y Sánchez de la Barquera (1825-1908) Don Próspero inició sus estudios
eclesiásticos en el Seminario Conciliar de México. Consiguió el título de Licenciado en Filosofía en 1846 y el
de Doctor en Teología en 1856. En 1855 el Arzobispo Lázaro de la Garza y Ballesteros nombró a Don
Próspero cura de la Parroquia de Santa Ana en Querétaro. A partir de 1864 y hasta 1891 trabajó en la Catedral
de México ejerciendo diferentes cargos.
León XIII nombró a Próspero María Alarcón arzobispo de México el 17 de diciembre de 1891, casi
un año después de la muerte de Mons. Pelagio Antonio de Labastida. Fue consagrado en la Catedral el 7 de
febrero de 1892 por Ignacio Montes de Oca, obispo de San Luis Potosí.
Desde los primeros años de su gobierno, el arzobispo se dedicó a organizar y hacer mejoras al
Seminario: aumentó el sueldo de los profesores, otorgó becas a estudiantes de escasos recursos y contrató a
los más sabios sacerdotes para que dieran las cátedras. Durante los años siguientes restauró conventos, abrió
escuelas primarias, instituyó un nuevo seminario en Valle de Bravo, ayudó a mejorar el funcionamiento de las
parroquias y sacó al gobierno eclesiástico de la bancarrota que había dejado Mons. Labastida.
En 1895 el arzobispo de México convocó al V Concilio Provincial Mexicano que se llevó a cabo del
23 de agosto al 1 de noviembre y en 1898 asistió al Concilio Plenario que convocó el Papa León XIII para los
obispo de América Latina, en Roma. Mons. Alarcón continuó con las obras de restauración de la antigua
Basílica y tuvo la dicha de coronar a la Virgen de Guadalupe el 12 de octubre de 1895, en presencia del
episcopado mexicano, de prelados extranjeros y de cientos de fieles.
El Arzobispo de México falleció el 29 de marzo de 1908 después de una larga enfermedad en las vías
respiratorias., en Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México, “Próspero María Alarcón y Sánchez de
la Barquera”. (consultado el 1 de septiembre de 2014).
78
respecto á dejar y señalar alguna renta para hacer y acabar el dicho Colegio y para
que pudiera permanecer y sustentarse».
Primeramente enseñaba allí á los naturales la doctrina, y más tarde se
convirtió en lo que hoy llamaríamos Escuela Normal de Profesores, pues la cédula
de 8 de Septiembre de 1557 dio constituciones al Colegio, y á las claras hizo ver que
tenía por principal objeto instruir maestros que fueran luego á establecer colegios
en todos los departamentos de la Nueva España.
La Nacional y Pontificia Universidad establecida donde hoy está el
Conservatorio Nacional de Música y Declamación, quiso encargarse de dicho
Colegio y darle un edificio propio; pero se encontró con la oposición firme del
Ayuntamiento.
La escuela fué empobreciendo á tal grado, que para lograr recursos se
dispuso que sus alumnos, imitando á los niños del Hospicio de pobres, asistieran á
los entierros por paga, lo cual no dio el resultado apetecido, y siguió decayendo,
hasta encontrarla en ruinas don Ambrosio Llanos Valdés. que fué nombrado Rector
en 1770.
El Sr. Llanos Valdés era progresista y abolió la costumbre de la asistencia á
los entierros; buscó de mil modos la manera de que. ingresaran alumnos; formó un
vasto programa de enseñanza é hizo progresar, no sólo moral, sino materialmente,
el colegio, ensanchándole y haciéndolo simpático á todas las clases sociales.
En la época del Imperio de. Maximiliano, estaba declarado Escuela especial
de Filosofía y se regía por la ley y reglamento de 27 de Diciembre de 1865.
Los lateranenses sentían orgullo de haber tenido en tiempos anteriores
camaradas como Altamirano, Chavero, Manuel M. Flores, Juan y Manuel-Mateos,
Juan Díaz Covarrubias, Marcos Arróniz, Florencio M. del Castillo y otros muchos
que, bajo el rectorado de Lacunza, se habían distinguido por liberales, y para no
desmentir esos antecedentes, se dirigieron al Rector, D. Próspero María Alarcón, á
fin de que les permitiera celebrar el glorioso aniversario del 5 de Mayo.
El Sr. Alarcón les hizo ver que en el mismo Colegio estaba alojado un
destacamento de gendarmes franceses, del cuerpo que mandaba el Barón Thindall;
pero después de admirar su sincero patriotismo, les concedió que conmemoraran
dicho aniversario en un salón interior, á fin de no dar escándalo.
79
Los colegiales sabían que el Sr. Alarcón, cuando se había mandado al
Cabildo metropolitano una acta de adhesión al Imperio, para que la firmasen los
Canónigos, había dicho, y así lo expresó por escrito, que él reconocía como
Soberano al Sumo Pontífice; pero que para su patria deseaba un gobernante
mexicano, y que por esto no firmaría aquella acta. Trataron los jóvenes de arreglar
un salón interior; pero era obscuro y frío, y volvieron á ver al Sr. Alarcón, para que
les permitiera hacer su fiesta en uno de los salones más importantes.
—Pues escojan el que más les guste—les respondió aplaudiendo su
entusiasmo.
No se conformaron con esta segunda concesión los estudiantes, y volvieron
todos juntos á suplicar á su Director que les hiciera la honra de presidir la fiesta.
Mucho discutió con ellos el Sr. Alarcón, pero al fin les dijo sonriendo:
—Bueno; pues yo iré á presidir, suceda lo que suceda.
¿Y qué sucedió? Que en la ocasión en que se efectuó la velada, cuando ya
había leído unos versos patrióticos muy ardientes el alumno Francisco Montano
Ramiro, hoy Diputado, y otros [como] Enrique Sánchez, recibiendo los atronadores
aplausos de sus compañeros, entre los que descollaban Jesús Zeñil, hoy Ministro
plenipotenciario de México en Viena; Valentín Canalizo, hoy Magistrado; Manuel
F. Villarreal, hoy Secretario de una Sala del Supremo Tribunal y Tesorero de la
Sociedad de Geografía y Estadística; Manuel Cruzado, hoy Juez; Carlos Sánchez
Mejorada y Emilio Monroy, reputados jurisconsultos, Benjamín Bonilla, Francisco
Hermosillo, Refugio López, M. Mendiola, y acaso de los profesores, Teófilo
Fonseca, José María Cos y Rafael Ángel de la Peña, el eminente hablista y amado
maestro mío, se oyeron fuertes golpes en las puertas del Colegio, que se habían
cerrado para efectuar la velada.
Acudieron á ver quién llamaba con tanto imperio, y se vio que era el
destacamento de gendarmes franceses que volvía de la retreta.
Negáronse á abrir los estudiantes, y no lograron los franceses entrar hasta
que concluyó la velada.
Informóse el jefe de la causa por lo cual les habían detenido en la calle, y al
saber que era porque los estudiantes estaban conmemorando la derrota del ejército
francés en Puebla, se quejaron con el Mariscal Bazaine; éste fué á querellarse con el
80
Emperador, y cuentan que por ese motivo se suprimió el internado, y á poco se
cerró el Colegio.
El Sr. Alarcón, con gran entereza, y sin faltar nunca á sus deberes
sacerdotales, jamás negó su amor á la patria y á la República.
No extrañe á nadie que al triunfar D. Benito Juárez, en 1867, le enviara á su
hijo Benito para que le enseñara latín y filosofía.
El Arzobispo de México es, por estos antecedentes, simpático á todos los
partidos políticos de su patria.
_______________
LOS HERMANOS VALLETO.69
Los distinguidos y reputados artistas fotógrafos Julio, Guillermo y Ricardo Valleto
nacieron en la ciudad de México.
Son hijos de D. Miguel Valleto y de doña Teresa Herrera, originaria de
Veracruz.
Don Miguel perteneció á una familia de abolengo, muy acomodada y muy
conocida en la alta sociedad española, y se separó muy joven del hogar paterno,
consagrándose al teatro, al lado de magníficos actores.
De arrogante apostura, pulcro en el hablar, elegantísimo en el vestir, muy
ilustrado é inteligente, de modales de extremada finura, fué en todas parles
recibido en los más altos y cultos centros sociales, sin que para ello fuera obstáculo
la circunstancia de ejercer la carrera dramática, porque era de aquellos caballeros
sin lacha que lo mismo honran y enaltecen la escena como el estrado, donde se les
escucha con respeto y con cariño.
69
J.D. Peza, Recuerdos de mi vida: cuentos, diálogos y narraciones anecdóticas e históricas., óp. cit., pp.
155-162.
81
El erudito escritor García Cubas encomió á D. Miguel en su obra El libro de
mis recuerdos,70 y no es el único, pues cuantos han tratado de los artistas de otras
épocas le tributan, como á nuestra compatriota Soledad Cordero, justas alabanzas á
su genio y á sus virtudes.
El Apuntador, periódico teatral de aquellos tiempos, le retrataba diciendo:
«el señor Vállelo es bien formado; tiene una fisonomía expresiva, ojos vivos, buena
acción y modales muy finos en la escena y fuera de ella. Su porte es aristocrático, su
trato caballeresco y arreglada y moral su conducta, circunstancias que le hacen muy
estimable en la sociedad, tanto como su mérito en el teatro. En el género serio tiene
sensibilidad, fuego, nobleza y dignidad.»
Era un gran intérprete de las obras de Bretón de los Herreros, y en la vida
social sus amigos fueron siempre los jóvenes más bien educados y más elegantes de
la sociedad mexicana.
Como padre de familia distinguióse por el empeño sin tregua que puso en la
educación é instrucción de sus hijos.
El galano y elegante escritor Enrique de Olavarría y Ferrari, á quien
fraternalmente queremos, encomia al Sr. Vállelo en su erudita y valiosísima
Historia del Teatro,71 obra que reclama ser continuada, por ser única en su género,
y de un mérito extraordinario.
Don Miguel Vállelo vivió algún tiempo en Veracruz, donde nació su
primogénito, que lleva su mismo nombre, y que desde 1876 sirve con eficacia y
exactitud ejemplares, en la Aduana de aquel puerto.
70
Véase: Antonio García Cubas, El libro de mis recuerdos. Narraciones, anecdóticas y de costumbres
mexicanas anteriores al actual estado social, México, Imprenta de Arturo García Cubas, hermanos sucesores,
1904.
71
Enrique de Olavarría y Ferrari es considerado el primer español que realizó una contribución notable en la
escritura de la historia de la cultura mexicana y que adoptó la nacionalidad mexicana al identificarse con el
proyecto liberal de Ignacio M. Altamirano, Vicente Riva Palacio, Guillermo Prieto, entre otros.
Olavarría es conocido por su participación en México a través de los siglos, obra coordinada por
Vicente Riva Palacio, donde escribió el cuarto tomo (Historia de México Independiente). En este sentido
Olavarría es conocido por su incursión en la historia cultural, sobresaliendo obras como: la Reseña histórica
del teatro en México 1538-1911 (1895) publicada por entregas de 1880 a 1884; la Reseña histórica de la
Sociedad de Geografía y Estadística (1891), la Reseña histórica del Colegio de San Ignacio de Loyola
(Vizcaínas) (1889), entre otras.
82
Vino después á radicarse á México, ocupando la casa de la esquina del
Coliseo y San Francisco (donde boy está el hotel de San Carlos), y allí vieron la luz
sus hijos Julio, Guillermo, Ricardo, Concepción y Teresa.
Julio, muy dedicado desde niño á los estudios de Física y Química, se
consagró al arte fotográfico y se puso á trabajar para el público, en el año de 1861,
en un taller establecido en la calle de Vergara, número 7.
Más tarde, interesó la afición de sus hermanos, quienes primero por
ayudarle y después por haberle cobrado amor á la profesión, trabajaron con él,
dando desde entonces los tres hermanos, ejemplo de unión fraternal que, en
nuestro concepto, ha sido el secreto del progreso, de la estabilidad y del crédito de
su casa.
En breve tiempo fueron tan estimados sus trabajos, que ante su cámara
obscura acudieron á situarse para ser retratados los más distinguidos personajes de
aquella época, toda fausto y toda esplendores, porque se ensayaba en México la
forma monárquica, y el Gobierno y la sociedad imitaban el lujo de la corte de
Napoleón III.
El infortunado Maximiliano, como ya lo hemos dicho en otro artículo,
intentó ir á retratarse con los hermanos Valleto, y se lo impidió una enfermedad, y
un año después, el mismo mes, en el mismo día y á la misma hora, el Presidente
Juárez, fué á retratarse, habiendo exclamado cuando supo esta coincidencia: «Así
es el mundo-.
*****
Derribado el Imperio, los generales republicanos vencedores, los diputados,
magistrados,vempleados de alta categoría, etc., acudieron espontáneamente
también á ponerse delante de las máquinas que habían reproducido á mariscales de
Francia, generales austríacos, franceses y belgas; al príncipe Kevenhuller, al conde
de Bombelles, á las damas de la Emperatriz y á las más distinguidas señoras de
México.
Las dignidades de la Iglesia, las eminencias del Foro, de la Banca, de la
Tribuna y de la Cátedra; los desposados más notables en todas las épocas, han ido á
83
ese taller tradicional, y por esto, cuando alguien que ha envejecido en México,
observa y revisa aquellos archivos mirando negativas ó tarjetas, surgen á sus ojos
seres, cuadros, trajes, cosas de tiempos que huyeron, y que allí se codean y se
confunden con lo nuevo, con lo moderno, con lo que priva en la actualidad, como lo
más refinado en el arte.
Los hermanos Vállelo, siempre han estado al corriente de todas las mejoras
en su ramo, y nadie desconoce que ellos han sido los introductores de dichas
mejoras en nuestro país, y que han llamado siempre la atención con sus novedades
artísticas.
En 1871 trasladaron su taller á la primera de San Francisco, 11, y treinta años
más tarde, en 1901, á la segunda de San Francisco, 2.
Es decir, han trabajado sin cesar cuarenta y un años, y en ese tiempo han
desfilado delante de sus cámaras obscuras, más de 90.000 personas.
Julio se consagra en el trabajo á la parte química; Ricardo á los trabajos al
carbón y á las positivas, y Guillermo al decorado, á la posición, á las actitudes, al
conjunto estético de cada obra.
Sus estudios de arte han sido perfeccionados en Europa. Julio Vállelo estuvo
en París al lado del gran maestro veneciano, Ingeniero fotógrafo Montalti, que
acompañó al inmortal Lesseps á los trabajos de apertura del Canal de Suez, y
además estudió en Viena con Heder, en Berlín con Kleffer, en Budapest con el
profesor Khloller.
Guillermo, después de trabajar al lado del Profesor Biber, de Berlín, que era
el fotógrafo del Emperador de Alemania, y su taller reputado como el de mayor
fama y valía, estudió en Ámsterdam (Holanda), en Viena y en Bruselas.
Ricardo, discípulo también del afamado Montalti, aprendió á trabajar al
carbón en Inglaterra é hizo diversos estudios en París y Alemania.
Los tres hermanos, durante esos estudios, trabajaban confundidos con los
obreros de cada país, y observaban la manera más eficaz para obtener buenos
resultados.
En los Estados Unidos visitaron magníficos talleres, y tanto allí como en
Europa, han alcanzado en las Exposiciones altas y merecidas recompensas, siendo
84
ellos los primeros artistas mexicanos que obtuvieron en fotografía premios en los
certámenes de Europa.
En la Exposición Universal de París de 1900, sacaron la medalla de oro, y en
la Exposición también Universal de Saint Louis Missouri, en 1904, obtuvieron el
gran premio.
Acostumbrados desde niños á la vida elegante, lo revelan en todo lo que les
rodea, así en sus salones, como en su «atelier», que es un modelo de orden y de
lujo.
Han vivido trabajando, y su gloria estriba en honrar á la patria en el
extranjero, y en satisfacer las exigencias de un público que acude en su busca sin
ser llamado con «reclames» á la usanza moderna.
Han visto desfilar delante de sus máquinas á niñas que hoy son jóvenes, á
jóvenes que hoy son matronas, á matronas que ya son ancianas.
Un día, frente á esa máquina, colocaron á mi nieto, y yo le decía sin que me
entendiese:
—En ese mismo lugar se ha retratado tu padre.
- ¿S í?
—Y tu abuelo.
- ¿S í?
—Y tu bisabuelo. ¡Ah! ¡Y cuántos pueden decir lo mismo!
Niñitas que allí se retrataron atadas con un cordón de seda sobre una silla y
con el biberón en la mano, llevan hoy á sus hijas á que las fotografíen de igual
manera.
Pero los procedimientos han cambiado, hoy todo tiene mayor realce, más
gusto, más mérito artístico. La ciencia ha progresado mucho, y pronto, muy pronto
acaso, se descubrirá la fotografía con colores.
¡Qué desgracia para aquellos que tenemos el cabello blanco!
En cambio, qué alegría para los de mejillas sonrosadas y cabellos rubios.
Esos verán lo que á muchos ha de escondernos la obscuridad del sepulcro.
Y al pensar en nosotros los que todavía amen nuestro recuerdo, si alguno lo
conserva, nos conocerán en retrato, y al ver la marca «Vállelo hermanos», dirán:
85
«está hablando»; porque sin ofender á nadie, los retratos hechos por ellos, viven y
hablan.
Los tres hermanos son de esos artistas que observan doble culto: al arte, en
sus más brillantes manifestaciones, y á la patria, á la sociedad y á la familia, en todo
lo que tienen de sagrado y de adorable.72
_______________
ENTRADA DE MAXIMILIANO EN MÉXICO. — ENTUSIASTA
RECEPCIÓN. — JUÁREZ Y CASTELAR.73
En un balcón de la calle de San Francisco, al lado de Juan Cordero, hoy abogado,
poeta, literato y autor de conocidos y comentados estudios sobre la música,
presencié el domingo 21 de Junio de 1864 la solemne entrada de Maximiliano y
Carlota en la ciudad de México.
Juan Cordero tendría entonces la misma edad que yo, más ó menos doce
años; así es que estábamos embobados con el espectáculo y sin que todavía
pudiéramos dar una opinión sobre la conveniencia, importancia y trascendencia de
aquel memorable suceso.
Ya he dicho á los que no lo saben, y éstos han de ser muy pocos, que mi
familia era conservadora y monárquica (yo fui la excepción en mi linaje, por liberal
y republicano), y en consecuencia, aquellos días que á mis ojos pasaban con su
72
Sobre el trabajo de los hermanos Valleto véase el interesante estudio realizado por la historiadora Claudia
Álvarez: Claudia Álvarez Negrete, Valleto hermanos. Fotógrafos mexicanos de entre siglos., prólogo de
Aurelio de los Reyes, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones
Estéticas, 2006.
73
Juan de Dios Peza, Epopeyas de mi patria. Benito Juárez, La Reforma. La intervención francesa. El
Imperio. El triunfo de la república. Memorias de Juan de Dios Peza, México, J. Ballesca y sucesores editores,
1901, pp. 159-178.
86
ruido y sus fiestas, como los actos de una grandiosa comedia ele magia, han ele
haber sido de satisfacción para mi casa.
Voy á contar lo que vi tal como lo vi, y lo que escuché tal como lo recuerdo, y
téngase en cuenta que no es flaca mi memoria, ni las impresiones de la niñez,
cuando revisten la magnitud de la que ahora traigo á cuento, se borran con el
transcurso de los años.
******
Grandes eran los preparativos para recibir á los Archiduques que debían de
ocupar el trono que tan funesto fué para Iturbide.
Desde que llegaron al Valle de México, se nombraron las comisiones para el
arreglo de la recepción en la villa de Guadalupe, y las dividieron en: de compostura
de calles y paseos, construcción de arcos; orquestas y músicas militares; adorno de
la Colegiata de Guadalupe; tribunas para los jefes, ministros, empleados y
personajes del ejército francés; tribuna ele señoras, colocación de las autoridades,
fuegos artificiales, función de teatro, arreglo del baile en Minería, poesías,
iluminación, arreglo de la Hacienda de la Teja, mesa de Palacio, adorno del tramo
de la Catedral á Palacio, y comisión de señoras para el arco ele flores.
El Ayuntamiento de México había convocado postores para la construcción
de galerías con asientos en gradas y palcos, que pudieran ser ocupados por las
personas que concurrieran á presenciar la entrada, en todo el tramo comprendido
desde el puente de San Francisco hasta el edificio del Hospicio de Pobres, en la
parte que mira al Sur; pero cuatro días antes de la entrada, el orden de ella cambió,
según lo anunció la Prefectura política de México.
Según ese anuncio, los Archiduques llegarían á Ayotla, de donde, tornándose
por entre los dos lagos y siguiendo hasta el puente de Santa Cruz, vendrían por los
llanos de Aragón hasta llegar á Guadalupe, en la tarde del 11.
El día 12 saldrían de Guadalupe á las ocho de la mañana, con la comitiva
señalada al efecto; en la estación del camino de fierro (estaba en la plazuela de
Villamil) el Prefecto entregaría á Maximiliano las llaves de la ciudad, y seguiría por
las calles del Puente de la Maríscala, San Andrés, Vergara, 2.a y 3.a de San
87
Francisco y 2.a y 1.a de Plateros, hasta Catedral, dónde sería cantado el Te-Deum,
saliendo después para Palacio, donde al entrar se izaría el pabellón mexicano,
seguirían las felicitaciones y se disolvería la comitiva.
Recuerdo que el cambio de ruta obligó á trasladar al Puente de la Maríscala
y San Andrés los arcos que levantaron en el Paseo (hoy calle de Bucareli), y en el
Puente de la Maríscala.
*****
Desde la mañana del 11 salieron por la garita de San Lázaro más de
doscientos carruajes de la aristocracia, todos con los cocheros de gran librea y
luciendo en la portezuela los desempolvados escudos nobiliarios que recordaban el
rancio abolengo y la azul prosapia de sus señores.
En briosos caballos y vistiendo el traje nacional, con los anchos sombreros
bordados, las calzoneras con ricas botonaduras, las sillas vaqueras con cabeza y teja
de plata repujada: vistosas espuelas de Amozoc, costosos vaquerillos y hermosos
zarapes del Saltillo, puestos sobre los tientos de la silla, los jóvenes de las altas
clases invadían los llanos de Aragón, hasta encontrar á los viajeros.
Las señoras iban en carruajes descubiertos y con banderas tricolores en las
manos, y en coches reservados las comisiones y los caballeros particulares.
La villa de Guadalupe estaba llena de curiosos, y á las dos de la tarde el
estampido del cañón anunció que los antiguos huéspedes del castillo de Miramar
llegaban al pie de la colina del Tepeyac.
Allí se presentaron el Prefecto político del primer Departamento del
Imperio, el Prefecto municipal de la gran ciudad de México, el Ayuntamiento, el
Arzobispo, las autoridades, el ministro de Francia, el general Bazaine, el general
barón Neigre, y algunos mexicanos que entonces eran prominentes.
Los Archiduques se dirigieron á la Colegiata, después de escuchar fatigosos
discursos, acompañándoles una comitiva compuesta de una música de indios de
Atzcapotzalco, el Colegio de Infantes, con cruz y ciriales, los maceros del
Ayuntamiento, el arzobispo Munguía, los canónigos, batidores y el Cabildo, de
palio.
88
Detrás de todos ellos iban Maximiliano, de frac y pantalón negros, y su joven
consorte, con vestido de gro azul y una sencilla toca en la cabeza.
Junto á ellos iba el Arzobispo de México, los generales Bazaine y Neigre y
otros personajes.
Detrás de todos, los individuos que llamaron «de las banderitas»; los
elegantes jinetes de que he hablado, los carruajes de las señoras y la multitud
impetuosa é insubordinada.
*****
Uno de los concurrentes, dice la crónica de aquel suceso, al ver á los
Emperadores empujados por el gentío, gritó: «Cuidado, señores, que molestan á
nuestros monarcas», y la Emperatriz, con voz dulce, elijo: «Nadie nos molesta, sino
que nos complacen.»
En la Colegiata se celebró un breve acto religioso, y en seguida llevaron á los
Archiduques á la casa que se les tenía preparada, y que pertenecía á dicho templo.
Allí recibieron privadamente á varias personas.
En medio de aquel inmenso griterío de curiosos, nadie recordaba que la
bandera de la República iba en manos de Juárez, bañada por el sol de la esperanza,
y que á alguna distancia de la casa en que Maximiliano se hospedaba, los
guerrilleros defensores de la Constitución y de la integridad de la patria, lo miraban
todo desde las cimas del Ajusco y juraban sobre sus espadas vengar el honor
ultrajado, á costa de todos los sacrificios posibles.
Con esos guerrilleros, que se llamaban Aureliano Rivera, Vicente Riva
Palacio, Rosalío Flores, Nicolás Romero, estaban los firmes defensores de la
Constitución de 1857, encarnada en Juárez, y desde aquel instante sabían que su
baluarte era la roca, su mejor amigo un caballo, su inseparable compañero un rifle,
su misión luchar hasta vencer ó morir, y su ilusión única la bandera tricolor con el
águila libre y sin corona.
*****
89
— ¡Qué pueblo tan dócil, tan galante y tan agradecido! exclamó Maximiliano
en el balcón de su alojamiento, fascinado por el engañoso ruido de aquella multitud
pérfida que lo mareaba con sus gritos.
No veía el infeliz soñador de treinta y dos años, que detrás de aquella
ruidosa algarabía estaban la perfidia de Napoleón III, la firmeza inmortal de Juárez
y un trágico desenlace que asombraría á todos los pueblos de Europa.
Dicen las crónicas de entonces, que pasaban de siete mil indios los que se
reunieron para vitorear á los Archiduques con el entusiasmo más puro y sincero;
pero esos no eran los indios de la talla de Morelos, Ramírez, Altamirano y Juárez,
eran esos humildísimos pobladores de nuestras montañas vecinas, que pecan de
humildes, de abyectos y de curiosos.
El conde de Keratry dice, refiriéndose á ellos: «A la voz del clero, que creía
que al pasar Maximiliano por la capital de los Estados Pontificios, había asegurado
una resolución favorable á sus injustas pretensiones, los «indios» se habían
levantado en masa, llenos de abnegación, pero atentos, ávidos de que cayese de los
labios imperiales una promesa de libertad y de rehabilitación; pero se volvieron
desesperados á sus pobres ranchos.»
*****
El día 12, con la impaciencia de la niñez, esperábamos en el balcón, desde
muy temprano, ver pasar á los que por todas partes llamaban los soberanos, los
emperadores, los monarcas, los árbitros de los destinos de nuestra tierra.
Ya nos habían maravillado los arcos dorados que adornaban cada una de las
tres puertas de Palacio, y el arco de orden romano levantado en la Plaza de Armas,
poco antes de entrar á la 1.a calle de Plateros. Ese arco tenía cuatro columnas de
graneles proporciones, y en los intercolumnios las alegorías, en relieve, de las
ciencias y las artes. Sobre el cornisamiento había un friso, donde estaban
representadas, en bajo relieve, la comisión de Miramar y la Junta de Notables, y
sobre el friso se destacaba la estatua de Maximiliano, de tres y media varas de
altura, teniendo á la derecha una figura que representaba la Equidad y á la
izquierda, otra, emblema de la Justicia.
90
Dos reputados escultores de la Academia. Calvo y Sojo, habían dirigido y
ejecutado en gran parte la obra, y el escritor y poeta español, don Niceto de
Zamacois, compuso los dos dísticos que se veían en el arco.74
En la bocacalle de la Palma y de la Alcaicería se levantaba un arco rústico,
erigido por los potosinos; frente al teatro Nacional, en medio de la calle de Vergara,
se alzaba una glorieta con esta inscripción: «Departamento de Guanajuato;» otro
arco, al entrar á la calle de San Andrés, era el de Zacatecas, y al llegar á Betlemitas
se alzaba otro de estilo gótico-ojivo, que llamaban Arco de las Flores.
En todos ellos había dísticos, cuartetas, décimas y octavas.
En la esquina de la Maríscala, y mirando hacia Villamil, se erguía gigantesco
el Arco de la Paz, de orden compuesto, teniendo al frente los bustos de Napoleón
III y Eugenia; por otro lado, los de Maximiliano y Carlota; sobre los pedestales, las
alegorías de las Artes, del Comercio, de la Música y de la Agricultura, y en el
cornisamiento, los nombres de Bazaine, Márquez, José Hidalgo, padre Miranda,
general Salas, arzobispo Labastida, Robles Pezuela, Saliguay, Almonte, Forey,
Gutiérrez Estrada y Tomás Mejia.
En la calle del Espíritu Santo se levantaba un arco que costearon varios
vecinos de Tlaxcala, y que era de orden gótico.
Los principales edificios estaban lujosamente compuestos y adornados.
A las diez menos cuarto, una salva de ciento un cañonazos, el repique á vuelo
en todas las torres y el ruido de los cohetes, anunció que los Archiduques habían
llegado á la plazuela de Villamil, en el ferrocarril de la Villa, siendo recibidos por el
Ayuntamiento.
74
Niceto de Zamacois fue un periodista y escritor español. En México dirigió el periódico conservador La
Espada de don Simplicio (1855-1856). Durante el periodo de la intervención francesa y el establecimiento del
Segundo Imperio mexicano, fue jefe de redacción de los periódicos imperiales El Cronista de Méjico y La
sociedad mercantil. Véase: Humberto Musacchio, Gran Diccionario Enciclopédico de México, México,
Visual, 1989, t. IV., p. 221.
En este sentido un estudio de la maestra Judith de la Torre Rendón nos señala que buena parte de la
producción poética y periodística de Zamacois correspondiente a este periodo histórico fue publicada en los
periódicos imperiales que él dirigió, encontrándose ahí los versos del recibimiento de Maximiliano en la
ciudad de México. Véase: Judith de la Torre Rendón, “Niceto de Zamacois”, en Antonia Pi-Suñer Llorens,
coordinadora, Historiografía mexicana IV. En busca de un discurso integrador de la nación 1848-1884, en
Juan Antonio Ortega y Medina y Rosa Camelo, coordinación general, Historiografía mexicana, México,
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2011, pp. 552-553.
91
Allí subieron en una carretela tirada por seis caballos, y se dirigieron por las
calles determinadas en el programa, hacia la Catedral Metropolitana. Juan
Cordero, su hermano Alberto y yo, los vimos perfectamente cuando pasaron ante
nosotros; Maximiliano vestía de gran uniforme de almirante, lleno de bordados,
luciendo al cuello el toisón de oro, y su esposa traje de gro negro con listas blancas
y azules, y un sombrero con ricas plumas.
Por todas partes se oía elogiar la gallarda presencia del Archiduque, su
elegancia, su barba rubia, su cortesía para saludar, y sobre todo sus ojos azules, que
dieron lugar á unos graciosos versos de Guillermo Prieto, que fueron prohibidos
por las autoridades.75
Delante de la carretela de los Archiduques, iban los miembros del
Ayuntamiento, con gran uniforme los dos Prefectos; el conde Zichy, la princesa de
Metternicli y la condesa de Collonitz, en carruajes abiertos, y cerraban la marcha,
un cuerpo de policía de á caballo, otro de á pie, la artillería imperial francesa y los
grupos del pueblo con vítores, músicas y banderas.
En frente del Colegio de Minería se detuvo la comitiva y una niña leyó unos
versos; en Catedral bajaron del carruaje los Archiduques, y les recibieron, debajo
del palio, el Arzobispo de México y los miembros del venerable Cabildo, menos el
canónigo Alarcón, actual Arzobispo dela Metrópoli.
Cuentan que el señor Labastida,76 Regente del Imperio, envió al Cabildo
para que todos la firmaran, una acta de adhesión á los Emperadores, y que el señor
Alarcón puso esta nota: «Como sacerdote, reconozco por Jefe Supremo al Pontífice
de Roma; como mexicano, deseo para mi país un gobernante republicano y que sea
mexicano.»
Acaso á este rasgo de entereza se debió que al triunfo de la República, el
ilustre Juárez confiara al entonces canónigo la enseñanza ele su hijo Benito.
*****
75
No fue posible rastrear el texto de Guillermo Prieto que Peza señala en su ensayo. Sin embargo fue posible
localizar el fragmento de los ojos azules en un estudio sobre Emilio Carballido. Véase: Jaqueline E. Bixler,
Convention and transgression. The theatre of Emilio Carballido, Cranbury, Associated University Presses,
1997, p. 157.
76
Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos (1816-1891). Arzobispo y segundo regente de México.
92
En la puerta de la Catedral había un arco tejido con flores encarnadas,
blancas y amarillas, construido en Xochimilco. Se cantó el Te-Deum, y de allí se
fueron los Archiduques á Palacio á recibir las felicitaciones de rigor en esos casos.
Allí aconteció lo que en un romance publicado en la Lira de la Patria he
descrito en otra ocasión.77
Al general Tomás Mejía, indio puro, no acostumbrado á fórmulas
cortesanas, ni siquiera á vestir el gran uniforme de gala, le nombraron para que en
representación del Ejército le hablara á Maximiliano. Le escribieron un discurso
que se había de aprender de memoria, pero él no quiso aprenderlo, y
al
desempeñar su comisión, se turbó al principio; repitió dos ó tres veces la palabra
«Majestad», y dijo, arrojando al suelo el papel en que estaba dicho discurso:
« Señor: yo no sé decir lo que otros han pensado por mí; no sé hablar; soy un
soldado dispuesto á luchar por usted; y le juro que si la desgracia nos empujare
algún día juntos á la muerte, sabré morir por usted, y así se lo prometo sin
hipocresía ni doblez...»
Se quedó mudo, trémulo, con la voz ahogada por la emoción y los ojos llenos
ele lágrimas.
Maximiliano bajó del trono, y muy conmovido dió un estrecho abrazo al
indio que así le expresara sus sentimientos.
Fué el mejor discurso del día, y el mundo entero vio más tarde cómo supo
aquel hombre cumplir su palabra.
*****
Entre los edificios que estaban mejor adornados, recuerdo el de la Legación
francesa, en la calle de Vergara, y el del Club alemán, en la 3.a de San Francisco.
De Catedral á Palacio fueron los Archiduques á pie; por la tarde salieron en
coche abierto, recorriendo el Paseo Nuevo (hoy calles de Bucareli), y en la noche
hubo fuegos artificiales, que comenzaron á las nueve y media, después de un
77
Véase: J.D. Peza, Poesías completas. Leyendas históricas, tradicionales y fantásticas de las calles de la
ciudad de Méjico, óp. cit., pp. 259-264..
93
banquete de cuarenta cubiertos, y para los cuales la archiduquesa Carlota dio la
señal, haciendo partir un cohete desde el balcón principal de Palacio hasta el centro
del aparato pirotécnico.
Los fuegos representaban el castillo de Miramar y la fragata Novara, la
misma que más tarde volvió para conducir á Viena el cadáver de Maximiliano.
El pueblo gritaba lo que le habían ordenado; pero como no tenía conciencia
de sus actos, ni comprendía lo que era el Imperio, lanzaba á veces exclamaciones
como ésta: «¡Viva el Emperador de la República Mexicana!»
La ciudad estaba llena de versos y de inscripciones en latín, en alemán, en
inglés, en francés, y las casas de la aristocracia brillaban ataviadas como nunca
hasta entonces.
¿Qué había de entender el pueblo al encontrarse en las puertas de la
Catedral inscripciones como ésta?:
MAXIMILIANO I
MEXICI, EMPERATORI
PATRI E. PATIE
CIVIUM. AMORI
IAMDIU. EXPECTATISIMO
IN HANC. METROPOLITANAM ECLESIAM
PRIMA, VICE. INGRESSVRO
ILVTUS. CANNONICORUM. COETUS
OVIAM. EN. PROCÍREDIENS
CLAMAVIT, PRINCEPS. SALVE
PRIDIE, IDUS IUNII
ANNO DOMINI. MD.CCCLXIV.
Entretanto, corría de mano en mano un hermoso estudio del gran Emilio
Castelar sobre Juárez y Lincoln,78 y en él decía:
78
Véase: Charles A. Hale, “Emilio Castelar y México”, en Letras Libres, diciembre, 1999. (Consultado el 1
de septiembre de 2014).
94
«Estamos seguros de que si, el príncipe Maximiliano va á México, mil veces
el recuerdo de Juárez turbará su sueño, y comprenderá que, mientras haya un
hombre tan firme, no puede morir la democracia en América. Esos caracteres son
un ideal de moralidad vivo y luminoso, que la historia recoge en las páginas, y que
obra siempre en la vida de los pueblos. Si Washington ennobleció la cuna de una
República, Juárez ha santificado el sepulcro de otra República. Del sepulcro así
ennoblecido, se levantará firme y eterna.»
Y Juárez decía unos meses más tarde, el 1° de Enero de 1865, en el Palacio
Nacional de Chihuahua, en una proclama á sus compatriotas:
« Tal vez el usurpador no quiera pensar en su falsa posición, y en vez de
acoger las verdades que encierran nuestras palabras, las rechace con una sonrisa de
burla y de desprecio. No importa. La conciencia, que nunca olvida ni perdona, las
hará valer y nos vengará. En el bullicio de la Corte, en el silencio de la noche, en los
festines y en la intimidad del hogar doméstico, á todas horas y en todas partes, lo
perseguirá, lo importunará con el recuerdo de su crimen, que no lo dejará gozar
tranquilo de su presa, mientras llega la hora de la expiación; y entonces, para el
tirano, para los que lo sostienen, y para todos los que hoy se burlan de nosotros y se
gozan en las desgracias de la patria, vendrán el desengaño y el arrepentimiento;
pero ya serán estériles, porque entonces, la justicia nacional será inflexible y severa.
»Esa hora llegará, no lo dudéis, mexicanos, como llegó la de nuestros
antiguos conquistadores en el año de 1821. Esperemos, pero esperemos obrando,
con la heroica resolución de Hidalgo y Zaragoza, con la actividad de Morelos, y con
la constancia y abnegación de Guerrero, conservando y aumentando el fuego
sagrado que ha de producir el incendio que devore á los tiranos que profanan
nuestra tierra. »
La profecía de Castelar se cumplió con la restauración de la República.
La profecía de Juárez se cumplió al tornar victorioso en 1867.
Pero en aquel día, 12 de Junio de 1864, los Archiduques durmieron en el
Palacio Nacional de México, oyendo el rumor de los «¡vivas!», de las músicas, del
clamoreo de la engañosa multitud, sin presentir sus futuras desgracias.
95
_________________
UN RASGO DE NOBLEZA79
Se le ocurrió al infortunado Archiduque Maximiliano, cuando ceñía la corona de
Emperador de México, tener un lector de cámara y proteger el teatro tan decaído
entonces. Nombró para esto al afamado poeta español don José Zorrilla,80 que ya
llevaba acaso más de diez años de vivir entre nosotros, mimado por todas las clases
sociales, especialmente por la más elevada, pues hubo familia que, no sólo le
distinguió como constante huésped de su casa, sino que mandó construir una
bellísima finca de campo, un salón con todas las condiciones acústicas, para que el
autor de Don Juan Tenorio leyera sus composiciones ante un auditorio selecto y
opulento.
Zorrilla leía muy bien: la cadencia de sus versos, su manera especial de
cantarlos y acentuarlos con una música que ya no tolera la moderna escuela de
recitación, arrebataba y conmovía á cuantos le rodeaban.
¡Qué pocos saben leer versos, y cuántos son los que se precian de saberlo
hacer, atropellando todas las reglas del gran Legouvé, que ha sido en los últimos
tiempos el rey de los lectores!
Usar de la voz media con la prudencia con que los grandes cantantes la
manejan, ha sido el secreto ele Zorrilla en sus lecturas y de Castelar en sus
discursos.
Pero, divagamos. Por orden del Soberano se improvisó en la antigua capilla
de Palacio un teatro, y se representó allí por Mata, Morales, Servín, Concha
79
J.D. Peza, Epopeyas de mi patria. Benito Juárez, La Reforma. La intervención francesa. El Imperio. El
triunfo de la república. Memorias de Juan de Dios Peza, óp. cit., pp. 263-267.
80
José Zorrilla (1817-1893). Cursó estudios en las universidades de Toledo y Valladolid. Fue miembro de
la Real Academia Española en 1848, cuando contaba con 31 años de edad. Autor de Cantos del trovador, del
poema Granada, y de las obras teatrales El zapatero y el rey, Don Juan Tenorio, Traidor, inconfeso y
mártir, y El puñal del godo. En el año 1850 viaja a Francia y en 1855 a México. Fue nombrado director
del Teatro Nacional por el emperador Maximiliano. En 1889 fue coronado como poeta laureado de España en
Granada por el duque de Rivas en presencia de la reina Isabel II.
96
Méndez, que estaba sumamente joven, el fantástico drama Don Juan Tenorio, que
algunos derivan del Convidado de Piedra de Moreto y del Burlador de Sevilla.
Asistió lo mejor de la Corte, y Zorrilla leyó unas cantigas cristianas y unas
«Kásidas» árabes que hicieron asomar las lágrimas á los ojos de la emperatriz
Carlota.
Esta princesa aplaudió á las actrices, á los actores y al poeta, y habiéndole
caído en gracia la juventud, la frescura, el garbo de Concha Méndez, la obsequió
con una pulsera bellísima, sobre la cual estaban realzadas y guarnecidas con
brillantes, las letras M. C. A. (María Carlota Amalia), iniciales de la augusta hija del
emperador Leopoldo I de Bélgica.
Algunos años después moría el Emperador en las Campanas, y la princesa,
viuda, gemía con la razón perdida dentro de su nativo castillo de Schoembroung.
En México, la República victoriosa infundía ánimo á los escritores, á los
poetas y á los actores.
En el teatro Nacional, recientemente entradas las fuerzas liberales, se daba
en la tarde de un domingo una función dramática, y como viera el numeroso
público aparecer á Concha Méndez, que con tanta gracia cantaba «La Paloma»,81 le
pidió á grito unánime les dejara oir «La Paloma Liberal», parodia de la que la
actriz sabía que en aquellos días era el entretenimiento de los soldados, pues en sus
versos se mofaban del Emperador y de la Corte.
«¡La Paloma Liberal!», gritaban todos, y la joven Méndez permanecía en
medio del escenario, inmóvil, como una estatua, y sin dar gusto á la multitud. De
pronto avanzó algunos pasos, se encaró con el público y dijo, derramando por sus
ojos rayos de entusiasmo:
— Nunca he de cantar lo que me pedís, señores: llevo puesta en mi brazo la
pulsera que me regaló una infeliz princesa, que hoy gime sola, viuda y loca, muy
lejos de nuestra patria.
Ni yo, ni el pueblo mexicano, al que pertenezco de corazón y de cuna, hemos
de insultar la memoria de un príncipe ajusticiado en Querétaro, ni de una dama
81
Existe un interesante trabajo del licenciado Carlos Hernández sobre la joven cantante Concepción Méndez,
véase: Carlos Hernández, Mujeres célebres de México, San Antonio, Casa Editorial Lozano, 1918, pp. 181184.
97
virtuosa, que en vez de la corona de reina ciñe hoy la corona del martirio.
Matadme, si queréis, pues prefiero la muerte á ser una ingrata y una infame.
Al decir esto besó la pulsera y se cubrió con las manos el rostro bañado en
lágrimas.
¡Viva México! ¡Viva Concha Méndez! gritó el público, y nunca se le volvió á
pedir que cantara la canción aquella.
Aún vive pobre y olvidada la actriz mexicana, y aún vive viuda y clemente la
augusta princesa.
Yo era joven y estudiante cuando pasó lo que refiero, y aun se me sube á los
ojos algo como una explosión de llanto cuando hago estos recuerdos.
No hay duda que la gratitud es la primera de las virtudes de que puede
vanagloriarse el corazón humano.
_______________
98
―A nuestro querido poeta Sr. Dn. Juan de Dios Peza. Carlos Dumas y Sra‖.
(Fotografía tomada el 17 de abril de 1909 por Manuel Mejía Barcenas.
Colección de la Familia Peza)
99
ANEXO FOTOGRÁFICO.
La descendencia de Juan de Dios Peza
100
JUAN DE DIOS BAUTISTA PEZA ECHEGARAY
Nació en la Ciudad de México en 1881. Casó el 31 de enero de 1906 con Ángela Peza
González. Murió el 22 de mayo de 1940. (Colección de la Familia Peza).
101
JOSÉ RAMÓN CECILIO TOMÁS PEZA FLORES
Nació en la Ciudad de México en 1891. Hijo del segundo matrimonio de Juan de
Dios Peza con Ángela Flores. Casó en 1917 con Margarita Conde, y se juntó años
después con Gloria Perau Rodríguez. Murió el 22 de octubre de 1945.
(Colección de la Familia Peza).
102
TUMBA DE JUAN DE DIOS PEZA
(Localizado en las profundidades del Panteón de la Sociedad española en México,
se encuentra la última morada del escritor, poeta, dramaturgo, político y
diplomático mexicano Juan de Dios Peza (1852-1910), junto a la de sus hijos Juan
de Dios Peza (hijo) y María Concepción Peza.
103
CRIPTA DE LA FAMILIA PEZA FLORES
Localizado en el Panteón de la Sociedad española en México, se encuentran en esta
cripta los restos de la segunda familia de Juan de Dios Peza: Ángela Flores
(segunda esposa) y los tres hijos: Ernestina Peza de Arias, Ramón Peza Flores y
Laura Elena Peza Flores.
104
Archivos y bibliotecas.
Biblioteca Nacional de México (BNM), ciudad de México.
Hemeroteca Nacional de México (HNM), ciudad de México.
Centro de Estudios de Historia de México, Carso (CEHM-CARSO), ciudad de
México.
Biblioteca Nacional de España, (BNE), Madrid.
Biblioteca ―Alberto María Carreño‖ de la Academia Mexicana de la Lengua (AML),
ciudad de México.
Bibliografía82
Obras de Juan de Dios Peza
Peza Osorio, Juan de Dios, Recuerdos de mi vida: cuentos, diálogos y narraciones
anecdóticas e históricas. México. Herrero Editorial. 1907.
______________________, Epopeyas de mi patria. Benito Juárez, La
Reforma. La intervención francesa. El Imperio. El triunfo de la república.
Memorias de Juan de Dios Peza, México, J. Ballesca y sucesores editores,
1901.
______________________,
Poesías
completas.
Leyendas
históricas,
tradicionales y fantásticas de las calles de la ciudad de Méjico, prólogo de
Luis González Obregón, París, Garnier Hermanos, libreros editores, 1898.
______________________, Poesías escogidas, prólogo de Luis González
Obregón, México, Maucci hermanos, 1905.
______________________, Recuerdos de España. Artículos, anécdotas y
poesías referentes a España, México, E. Gómez de la Puente Editor, 1922.
______________________, Cantos del hogar, Nueva York, D. Appleton y
compañía, 1899.
82
Las obras aquí mencionadas han sido utilizados para la realización de esta investigación, de igual manera se
menciona la que es sugerida a lo largo del estudio.
105
______________________, Recuerdos y Esperanzas. Flores del Alma y
Versos festivos, México, Porrúa, 1998. (Sepan cuantos: 224).
______________________, Memorias, reliquias y retratos, México, Porrúa,
1990. (Sepan cuantos: 594).
Riva Palacio, Vicente y Juan de Dios Peza, Tradiciones y leyendas mexicanas,
México, J. Ballescá y compañía, editores, s/f.
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prólogo de Aurelio de los Reyes, México, Universidad Nacional Autónoma de
México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 2006.
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y selección de textos de Silvestre Villegas Revueltas, México, Universidad
Nacional
Autónoma
de
México,
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del
Estudiante
Universitario: 145).
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Económica, 2004.
Wobeser, Gisela von, coordinadora, Historia de México, México, Fondo de Cultura
Económica/ Secretaria de Educación Pública/ Academia Mexicana de la
Historia, 2010.
109
ÍNDICE
Agradecimientos
7
Prólogo. En torno a Peza
9
Palabras preliminares
12
PRIMERA PARTE.
EL AUTOR Y LA CENTURIA INTERVENCIONISTA
JUAN DE DIOS PEZA. EL CANTOR DE LA PATRIA Y DEL HOGAR
17
Los inicios del Segundo Imperio.
La trascendencia de dos Peza en momentos distintos
19
Vida, costumbres y tradiciones en tiempos del Segundo Imperio
26
La importancia histórica
30
SEGUNDA PARTE.
LA ESCRITURA SOBRE EL INTERVENCIONISMO
LA PERSONALIDAD LITERARIA
La selección: nota introductoria
34
40
POESÍA SOBRE EL SEGUNDO IMPERIO
Maximiliano
43
Terán y Maximiliano
49
Tomás Mejía
53
Una respuesta de Miramón
58
Poesía de Miramón
60
110
RECUERDOS DE VIDA ANTE LA TRAGEDIA.
TIEMPOS DE LA REFORMA- LOS AÑOS DEL SEGUNDO IMPERIO
El traje para leer versos
63
¡Cosi va il mondo!
65
La Semana Santa en otros tiempos
67
Diente por diente. Episodio de la Guerra de Intervención
75
Una anécdota patriótica del actual arzobispo de México
78
Los Hermanos Valleto
81
Entrada de Maximiliano en México
86
Un rasgo de Nobleza
96
ANEXO FOTOGRÁFICO. LA DESCENDENCIA DE JUAN DE DIOS PEZA
BIBLIOGRAFÍA
100
105
111
Escritos y testimonios de las luchas intervencionistas en México.
La vida del Segundo Imperio en la obra literaria de Juan de Dios Peza.,
editado por Minerva. Revista literaria, y Gonzalo Tlacxani Segura,
se terminó de diseñar en México, D.F., octubre de 2014.
Estuvo al cuidado de Daniela Carro Lachino,
Juan M. Martínez Ramírez y el autor.
112
113
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