EJERCICIO DE RELAJACIÓN Sentado-a en una silla, intenta llevar el asiento de tu pelvis tanto como puedas hacia atrás, hasta que sientas que ganas amplitud en la base de asiento y que tu espalda queda erguida, sin molestia y sin esfuerzo. Intenta acomodarte en esta corrección postural, tratando de relajar la espalda en general y los hombros en particular, aprovechando cada expulsión del aire para ir soltando posibles tensiones de estas zonas. Con los ojos cerrados suele ser más fácil la concentración, aunque también puedes realizar la práctica con los ojos abiertos, como prefieras. Siente como entra y sale el aire de tu pecho; como se ensancha de manera natural la caja torácica al inspirar, y se relaja al expulsar el aire, descansando especialmente los hombros en la expulsión. Siente así tu respiración, simplemente observándola, durante el tiempo que quieras. A continuación toma una inspiración más profunda y siente como si un hilo invisible tirara suavemente de tu coronilla hacia el cielo, tirando ligeramente desde la parte alta de la cabeza toda tu columna vertebral, hacia arriba, hacia el cielo, durante el tiempo que dure la inspiración. Luego sientes la expulsión del aire, aprovechando para descansar profundamente los hombros, la espalda, los esfínteres y las caderas; todo el cuerpo. Aprovechas así cada inspiración, lenta y profunda, para elevarte ligeramente hacia el cielo; y cada expulsión del aire para descansar todas las posibles tensiones corporales sobre la silla y sobre el apoyo de los pies en el suelo. Inspiración para elevar, expulsión para descansar… todo el tiempo igual, sin prisa, tranquilamente, intentando mantener tanto tiempo como puedas tu atención en este agradable vaivén respiratorio. + Coloca las manos sobre la región abdominal, reposadas, sin esfuerzo, y sientes como se ensancha esa zona al inspirar; mientras expulsas el aire centras tu atención en el contacto de tus manos allí, sintiendo el calor y la compañía de tus propias manos en tu abdomen. Así, varias respiraciones completas, las que te apetezca, a ritmo lento, para evitar marearte. + A continuación llevas las manos al centro del pecho y haces lo mismo; sientes como se ensancha al inspirar, y notas la presencia de tus manos en esa zona al soltar el aire (también varias respiraciones completas). + Finalmente fijas las manos sobre la garganta, con suavidad, y repites el mismo ciclo. Este ejercicio, como todos los que presentamos en el curso, resulta más fácil de realizar y logra más efecto cuanto más se practica; por esto se recomienda practicarlo unos cinco minutos al día, todos los días que puedas. Si acuden pensamientos o imágenes que te puedan distraer, simplemente déjalos pasar, sin prestarles demasiada atención. Centrar tu atención en los movimientos respiratorios de inspiración y expulsión, junto con las sensaciones corporales, ayuda en este sentido. De todos modos, hay situaciones o casos en los que esta técnica directa resulta incómoda o difícil para algunas personas. Si es así, se puede sustituir por las técnicas más dinámicas; como la serie de movimiento de articulaciones que practicamos en todas las sesiones. Si lo prefieres acompaña la práctica con una música de fondo agradable.