UNA HISTORIA INTELECTUAL PROPIA Pocas personas estudian

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CAPÍTULO
2
UNA HISTORIA INTELECTUAL PROPIA
Pocas personas estudian la política mundial por motivos puramente intelectuales. Otras disciplinas, inclusive en las ciencias
sociales, ofrecen mejores perspectivas de rigor intelectual y de
progreso acumulativo para resolver problemas bien definidos.
Al estudiar la política mundial, examinamos las interacciones
estratégicas de pequeño número de organizaciones, por lo general, Estados. Cuando las estrategias de los agentes son potencialmente Hexplotables" -es decir, cuando el conocimiento de las
estrategias de un agente puede permitirle a sus oponentes obtener
ganancias a sus expensas- cada parte tiene un incentivo para
engañar y superar las expectativas del otro 1. Los estudiosos
de política mundial, en consecuencia, enfrentan limitaciones
pro pias a la predicción científica y a la explicación plenamente
satisfactoria, limitaciones que es difícil que alguna vez superemos. Los economistas que examinan el comportamiento estratégico de los agentes oligopólicos enfrentan el mismo problema 2.
Lo mismo les ocurre a los teóricos del juego, que encuentran
que los jugadores interesantes rara vez tienen estrategias únicas,
a menos que los demás las tengan 3. La búsqueda de resultados
únicos y deterministas de las interacciones estratégicas es una
quimera.
1 Robert Axelrod, The Evolution of Cooperation (Nueva York, Basic
Books, 1984), Cap. 2.
2 Herbert A. Simon, UFrom Substantive to Proceduran Rationality",
en Spiro J. Latsis, comp., Method and Appraisal in Economics (Cambridge
University Press, 1976), pp. 129-148. Reproducido en Herbert A. Simon,
Models of Bounded Rationality (Cambridge Mass., MIT Press, 1982),
po. 424-443.
3 David M. Kreps, "Corporate Culture and Economic Theory" (Stanford, Calif., informe inédito, Facultad de Posgrado de Empresas, Stanford
University, agosto 1984), pp. 12-19.
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~
Robert O. Keohane
Darse cuenta de que estas limitaciones son propias de nuestro tema de estudio nos debería volver humildes. No tenemos
teorías que puedan explicar plenamente el pasado y por cierto
no podemos predecir el futuro. Prospectivamente, parece que
supiéramos demasiado poco para dar cuenta de los acontecimientos; retrospectivamente, sabemos demasiado, dado que "todo
parece importante" y es difícil clasificar la causalidad. El pasado
y sus acontecimientos parecen IIsobredeterminados"; el futuro es
sub determinado " 4.
La justificación para pasar la propia vida profesional estudiando la política mundial no puede, en consecuencia, ser puramente científica. Por el contrario, es profundamente normativa.
Estudiamos la política mundial no porque se someta fácilmente
a la investigación científica, sino en razón de que el bienestar
humano, la suerte de nuestra especie y el futuro de la frágil
ecología global misma dependen de la capacidad de los seres
humanos de enfrentar con éxito la interdependencia económica,
las armas nucleares y el entorno mundial. Podemos ser incapaces
de entender plenamente la política mundial, pero sabemos que
nuestra vida y la de nuestros descendientes dependen de ella. Mi
propio interés en la cooperación y la discordia internacionales
-en especial, las condiciones bajo las cuales los gobiernos desarrollan modelos de colaboración- refleja mi aversión personal
por el conflicto y la violencia y mi creencia en la capacidad de
los seres humanos, a través de una combinación de razón y
empatía con los otros, para mejorar el mundo. Soy un hijo del
Iluminismo, un hijo enmendado, por cierto, pero sin embargo
un creyente en la posibilidad del progreso, si bien en ningún
sentido en su inevitabilidad.
11
INFLUENCIA FAMILIAR Y EDUCACION FORMAL
Mi acercamiento a la política mundial está arraigada en mis
valores, y éstos los aprendí principalmente de mi familia. Mi
padre, Robert E. Keohane, enseñó en la Universidad de Chicago
y luego en el Shimer College de Mount Carroll, Illinois, a 260
kilómetros al oeste de Chicago. Era un especialista en ciencia
social que combinaba un profundo amor por la historia con un
compromiso por la educación universitaria básica. Leía mucho
y en profundidad historia y literatura; era un brillante profesor
que ganó un importante premio de enseñanza en la Universidad
de Chicago, y también un ejemplo de curiosidad intelectual e
integridad. Si bien nunca se convirtió en un importante inves4 James Kurth planteó este punto en un informe inédito alrededor
de quince años atrás.
Una historia intelectual propia
~
41
tigador, su mente era mucho más interesante y su conversación
más iluminadora que la de muchos investigadores famosos que
ulteriormente conocí. Su ejemplo me ha servido cOIp.O advertencia contra ciertos pozos de profesionalismo en nuestro campo,
tales como un enfoque exclusivo de una gama estrecha de problemas, a costa de lecturas extensas fuera de la propia especialidad; contra el desprecio por la enseñanza y por quienes
enseñan y contra las tentaciones de aparentar que uno entiende
más de lo que realmente entiende y publicar cuando uno no
tiene nada que decir. Me quedo corto respecto de su ejemplo
en algunas de estas dimensiones, pero la conciencia de los defectos puede ser un valor en sí mismo.
Mi madre influyó en mis valores aun con más fuerza de lo
que mi padre afectó mi desarrollo intelectual. Mary Pieters
Keohane nació en el Japón, hija de un misionero holandés reformado y descendiente de una larga lista de ministros calvinistas. Tras haber rechazado el calvinismo ortodoxo tempranamente durante su vida adulta, dirigió su energía moral a
mejorar el mundo humano y natural. En la década de 1930 era
socialista demócrata, hasta que Franklin D. Roosevelt la convirtió al Partido Demócrata; a lo largo de toda su vida trabajó y
habló en defensa de la justicia social, los derechos civiles y la
paz, y durante la última década de su vida fue especialmente
activa como ambientalista. En una carrera consagrada a mejorar
la educación que se impartía en la escuela secundaria en lo
relativo al gobierno y la instrucción cívica, fue la principal autora
(con mi padre y un colaborador) de dos textos de escuela secundaria; enseñó en la escuela pública de Los Angeles, Chicago
y Morrison, Illinois, por un total de alrededor de quince años, y
durante aproximadamente cinco años se comprometió en la formación de profesores.
Entré en el Shimer College, donde mi padre enseñaba, a los
dieciséis años, después de dos años en la escuela secundaria rural
local. El Shimer College en 1957 era un diminuto retoño de la
Universidad de Chicago, esta misma establecida bajo el rectorado
de Robert Maynard Hutchins como entidad separada de los departamentos de graduados; tenía su propio cuerpo de profesores
y su propio curriculum, centrado en los "Grandes libros" de la
cultura occidental. Dado que Hutchins tenía una mala opinión
de la educación secundaria norteamericana, los estudiantes ' brillantes -"ingresantes adelantados"- sólo eran admitidos después de sólo dos años de escuela secundaria, a los dieciséis años
o menos. En términos de mero C.L estos ingresantes adelantados (que constituían alrededor de un tercio de los estudiantes)
tenían un nivel más alto que muchas promociones de graduados
en universidades de primer nivel de hoy. El cuerpo de profesores
incluía un amplio conjunto de brillantes desconocidos, experi-
42
~
Robel't O. Keohane
mentados y consagrados transmisores de los Grandes Libros que,
por una variedad de motivos personales, nunca se habían convertido en profesionales exitosos. Desde el punto de vista intelectual,
yo estaba principalmente atraído por la historia y especialmente
por las humanidades: por Tucídides, la descripción de Trotsky
de la Revolución Rusa, la estética de Aristóteles y James J oyce.
Pero una vida consagrada a la crítica literaria o al estudio histórico no era congruente ni con mi compromiso con el mejoramiento social ni con mi costado activista. Para combinar mis
preocupaciones políticas y sociales con mis intereses en el estudio
y la reflexión, parecía natural -quizás demasiado natural, dados
mis antecedentes- que asistiera a la escuela de especialización en
ciencia política.
En realidad, no elegí Harvard entre otros departamentos
de ciencia política; fui a Cambridge por mi ignorancia de las
alternativas y por mi irreflexiva aceptación de la mística de
Harvard. No me presenté a Yale, que probablemente tenía en ese
momento el departamento de ciencia política más distinguido
del mundo. Berkeley, donde mi madre y mi padre se habían
graduado como licenciados, me ofreció una beca de tres años,
muy superior a la que me habrían ofrecido en cualquier otro lado.
Pero cuando recibí la beca Woodrow Wilson de un año, y cuando
Harvard me aceptó, la suerte quedó echada. Para mi familia,
Chicago era ula Universidad" y a Berkeley la amaban y la respetaban, pero Harvard era el pináculo todavía inalcanzado. La
mitología no está ausente ni siquiera en las vidas más racionales.
Entré en Harvard en el otoño de 1951, sabiendo algo de
la cultura occidental, bastante de la política norteamericana con~
temporánea y muy poco de ciencias sociales modernas y de cómo
manejarme con los taxistas de Boston. Sin embargo, como uno
de mis maestros, ahora amigo mío, me dij o hace poco, parecía
que yo, a los veinte años, estaba tremendamente apurado. Estaba
tremendamente apurado, impulsado no tanto por el deseo de
empezar mi carrera sino por el miedo de no terminar mi doctorado. Mi padre, a pesar de su brillantez y su amplia investigación sobre la Segunda Internacional, nunca terminó su tesis y
el espectro de repetir su experiencia ejerció una indebida influencia en mi vida de Harvard.
Así que, a pesar de mi trasfondo relativamente débil en
ciencias sociales, terminé el trabajo para mi doctorado en poco
más de cuatro años, escribiendo una tesis sobre Política en la
Asamblea General de las Naciones Unidas. Avanzar tan rápido
parecía una buena idea en el momento, pero retrospectivamente
lo considero un gran error. En Harvard me familiaricé con los
rudimentos de la bibliografía sobre relaciones internacionales y
con la historia del pensamiento político clásico. Asesorado por
Una historia intelectual propia
~
43
Stanley Hoffmann, quien fue un supervisor de tesis muy cooperador, pasé un año en Nueva York entrevistando a delegados de
las Naciones Unidas sobre las fuentes de la influen~ia política
en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Mi tesis fue bien
considerada por el departamento en ese momento y formulé algunas preguntas interesantes, exhibiendo una captación del toma
y daca de la negociación política. Pero no era ni teórica ni metodológicamente ambiciosa. Dado que no exigía trabajo de campo
en el exterior o familiaridad con lenguas extranjeras, fracasé en
desarrollar un conocimiento profundo de otra sociedad, lo cual
me habría hecho un observador más astuto de las relaciones
internacionales. Y la velocidad con la cual pasé por los estudios
de posgrado me impidió desarrollar las amistades íntimas personales e intelectuales que a menudo se forman allí; tampoco
llegué al punto de hablar con mis profesores como pares, apenas
como un estudiante con un miembro del claustro docente. El
estudiante de doctorado promedio puede tomarse demasiádo
tiempo para obtener su diploma; yo no me tomé suficiente.
Como Henry Adams, dejé Harvard sin haber obtenido todavía
educación alguna.
MI TRAYECTORIA PERSONAL, 1965-1988
Hasta este punto, mis elecciones de college y de Universidad
para hacer mis estudios de posgrado difícilmente habían sido
elecciones: fui a Shimer porque aceptaba ingresantes adelantados
y porque mi padre enseñaba allí; asistí a Harvard por su aura
en mi hogar. Que me beneficiara de ambas insti tuciones fue
mera suerte. Pero en 1965, de hecho, tomé una decisión correcta
por las razones correctas.
La mitad de los años sesenta fue una época de apogeo de las
universidades y de los doctores recién recibidos o a punto de
recibirse. Consecuentemente, tuve ofertas de cargos de iniciación
en instituciones de primer niv.el: Harvard, la Universidad de Wisconsin y Swarthmore. Si bien me gustaba Stanley Hoffmann, no
había disfrutado especialmente mis años de doctorado en lo que
entonces era el entorno bastante formal y anómico de la Universidad de Harvard: respecto tanto de la excitación intelectual de
las conversaciones entre estudiantes como de la interacción entre
alumnos y profesores, Harvard perdía en la comparación con la
Universidad desconocida en medio de los maizales de la cual
venía. Más específicamente, tenía la suficiente sensatez como
para darme cuenta de que sería un error empezar mi carrera
donde había sido estudiante de doctorado. Los miembros del
claustro de profesores me seguirían viendo como un estudiante
avanzado, más que como un colega, e inevitablemente siempre
44 Q- Robert O. Keohane
estaría mirando por arriba del hombro para ver si Hoffmann y
los demás aprobaban mi trabajo. Quizás reconocía mi propia
juventud (tenía veinticuatro años) e inmadurez.
Wisconsin estaba demasiado cerca de mi hogar y era demasiado frío en el invierno. También me sentía intimidado frente a
la perspectiva de dar conferencias ante grandes audiencias y de
enseñarle a alumnos de pos grado los aspectos de la enseñanza
que ahora disfruto más. Swarthmore tenía un pequeño departamento de primer nivel dirigido por J. Roland Pennock, y entre
sus miembros incluía a Kenneth N. Waltz, cuyo Man, the State,
and War (El hombre, el Estado y la guerra) ya era famoso con
justicia 5. Parecía un buen lugar para procurarme mi propia
educación.
Se ha convertido en un cliché que uno nunca conoce un
tema hasta que lo ha enseñado. En Swarthmore aprendí sobre
el campo de la política internacional enseñándola, a menudo en
seminarios excepcionales que contaban con un grupo de entre
cuatro y ocho estudiantes brillantes, seminarios que habitualmente empezaban a las 13.30 y duraban hasta las 17.30 o las 18.
Nadie que haya pasado por esa experiencia olvida jamás la
intensidad de la discusión de los informes de los estudiantes,
la emoción de descubrir nuevas reflexiones o la camaradería que
puede desarrollarse no sólo entre estudiantes sino entre estudiantes y miembros del claustro docente. Siempre he pensado
que mi formación de posgrado tuvo lugar principalmente en el
Swarthmore College.
Swarthmore esperaba logros de investigación de sus profesores, pero no hacía las enormes y a menudo irracionales demandas propias de las universidades respecto del volumen de los
resultados de especialización. En consecuencia, me vi librado
del síndrome extremo " publicar o perecer" que pone insólita
presión en la gente joven (especialmente la que tiene obligaciones
familiares) y puede arruinar más que desarrollar la creatividad.
Irónicamente, había ido a Swarthmore en parte debido a que
me veía más como un profesor, como mi padre, que como un
investigador. Justo antes de mi llegada a Swarthmore, varias
divisiones de tropas norteamericanas habían sido enviadas a
Vietnam y pronto me vi profundamente envuelto en política,
pasando casi toda la primavera de 1968 y gran parte de 1969-1970
dirigiendo campañas políticas en nuestro distrito parlamentario
local, primero para Eugene McCarthy, luego para un candidato
antibelicista al Senado. Si los candidatos que yo apoyaba hubieran tenido más éxito, mi carrera seguramente hubiera adoptado
una dirección totalmente diferente en este punto.
5 Kenneth Waltz, Man, the State, and War (Nueva York, Columbia
University Press, 1959).
Una historia intelectual propia
~
4S
Mis primeros tres o cuatro años en Swarthmore estuvieron
a sí consagrados principalmente a enseñar, aprender y hacer política. No teniendo que publicar o dejar de lado las esperanzas
de una cátedra estable, adopté una postura crítica respecto de m i
tesis en dos artículos que se basaban en ella.
Desde mis años como estudiante de posgrado, había sido
crítico respecto de la escuela del realismo político, en ese momento predominante, tal como la representaban de forma elocuente (si bien confusa) los trabajos de Hans J. Morgenthau. Mi
motivo originario para estudiar la Asamblea General de las Naciones Unidas era asegurarme de si su contexto institucional
afectaba de forma significativa los resultados de las relaciones
interestatales que tenían lugar en las Naciones Unidas. ¿Eran las
potencias y los intereses todo el asunto o también importaban
las instituciones? Si bien no planteaba este tema en términos
explícitos ni usaba la teoría de las ciencias sociales para explorarlo, este enigma estaba en mi mente en 1964, y desde entonces
ha seguido siendo un tema de mis trabajos.
Enseñar política exterior norteamericana en Swarthmore me
alertó respecto de lo que parecía ser otra anomalía del realismo
en la década de 1960: aquello a lo que llamaba Hla gran influencia de los pequeños aliados" en 1971 6. ¿Por qué España,
China Nacionalista e Israel -e implícitamente Vietnam- parecían ejercer tanta influencia en Estados Unidos? Mi primer año
de licencia llegó pronto, en 1968-1969, bajo la esclarecida política de Swarthmore de dar un año de licencia con medio sueldo
cada cuatro años y debido también a la inauguración del programa de Becas de Asuntos Internacionales del Consejo de Relaciones Exteriores. Pasé el año en Washington investigando sobre
la influencia de los pequeños aliados de Estados Unidos en la
política norteamericana · y trabajando durante seis semanas en
la oficina del subsecretario del Departamento de Estado, mi
única experiencia entonces y siempre en el gobierno.
Entre tanto, como lo ha dicho Joseph S. Nye, entró a jugar
la fatalidad cuando a él y a mí, junto con otros especialistas
más jóvenes, se nos pidió que nos uniéramos al Consejo de
Redacción de lnternational Organization. Los miembros anteriores de dicho consejo, bien pueden haberse quedado desolados
por las consecuencias de su decisión, en la medida en que sus
nuevos colegas procedieron, en cinco o seis años, a reconstruir
totalmente el consejo. Si bien los viejos miembros del consejo
pagaron un alto precio, volverme miembro del consejo de 10
fue un momento capital de mi carrera profesional. Marcó el
punto de transición entre orientarme principalmente hacia una
6 Keohane, "The Big Influence of Small Allies", Foreign Policy, N'" 2
(primavera 1971).
46
~
Robert O. Keohane
comunidad intelectual y política particular, por un lado, y principalmente hacia el colega invisible", especialista en investigación
y estudio de las relaciones internacionales, por el otro. Joe Nye
fue la persona más importante en esta reorientación.
Quiero decir unas palabras acerca de nuestra relación personal y su efecto en mí, no sólo porque es esencial en esta narración
sino también porque dice algo acerca de la colaboración en
ciencias sociales. J oe Nye es casi cinco años mayor que yo y
en 1969, cuando empezamos a colaborar activamente, era más
que cinco años más maduro. Yo tenía algunas ideas interesantes,
pero .no estaban insertas en un marco general; él también tenía
ideas igualmente interesantes, pero también tenía más idea de
cómo se articulaban y cómo se relacionaban tanto con la ortodoxia realista como con las preocupaciones políticas. Arregló que
yo fuera al Centro de Asuntos Internacionales de Harvard durante
1972, de manera que pudiéramos trabajar en estrecho contacto.
Más aún, él sabía, cosa que yo no, cómo construir una agenda
para trabajos de investigación, es decir, cómo delinear tareas
de forma progresiva, las cuales llevaran de ideas a artículos y a
libros. Eramos socios plenamente iguales y ambos nos beneficiamos de nuestra colaboración en lo personal tanto como en
10 intelectual; pero en un sentido profesional, estoy seguro de
que obtuve más de Joe que lo que él obtuvo de mÍ.
Una colaboración a tal punto estrecha es en muchos sentidos como un matrimonio. Para tener éxito, descansa en un
profundo respeto mutuo y confianza. Como lo dijimos en el prefacio a Power and Interdependence (Poder e interdependencia):
l/Los amigos a menudo nos han preguntado cómo nos las arreglábamos para colaborar tan intensamente a lo largo de un
período tan largo de tiempo. La respuesta breve es: tragáridonos
el orgullo mientras rompíamos nuestros mutuos capítulos" 7.
Sin respeto mutuo -y por cierto carlño- una dura crítica
mutua puede volverse imposible. Este fracaso en comprometerse
a críticas mutuas lleva a Huna colaboración del menor denominador común" tan dolorosa para el lector como para los
autores. Nuestra colaboración era tan estrecha que no tiene sentido preguntar " quién escribió" cada capítulo, porque cada uno
de ellos pasó por cuatro u ocho borradores y muchas largas
sesiones de discusión y revisión, generalmente en la casa de
Nye en Lexington Green. Otros pueden juzgar el éxito o el fracaso intelectual; nosotros podemos juzgar nuestro éxito personal.
En 1973 yo estaba listo para dejar Swarthmore. Por excitante que fuera enseñarle a estudiantes brillantes, estaba listo
para nuevos desafíos y para el entorno más diversificado de
11
I
7 Keohane y Joseph S. Nye, Power and Interdependenee: World Polities in Transition (Boston, Little, Brown, 1977), p. ix.
Una historia intelectual propia
~
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una gran universidad. De manera que cuando Stanford me pidió
que dirigiera un nuevo programa de grado de relaciones internacionales y le ofreció un cargo para enseñar teoría política a mi
esposa, Nan Keohane, nos mudamos a California. Durante mis
primeros dos años y medio en Stanford se fundó una especialización de grado en relaciones internacionales (que todavía sigue
atrayendo una gran cantidad de estudiantes), empecé a enseñarle
a graduados con la ayuda y la colaboración de Alexander George y
Robert North, y Joe Nye y yo terminamos Power and Interdependence (Poder e interdependencia). En 1974 empecé el primero
de mis seis años como editor de International Organization, un
cargo desde el cual pude observar el rápido crecimiento de trabajos sobre economía política internacional y ejercer alguna influencia sobre ella yo mismo.
Mi interés en economía política concretamente se remite
a mis años en Swarthmore, donde en 1970 había dictado un
curso sobre empresas multinacionales con Van Doorn Ooros,
un economista internacional que luego se embarcó en una distinguida carrera en el gobierno. Van Ooms hizo todo lo que
pudo para enseñarme algo de economía, área en la cual casi no
tenía preparación formal; sin duda me intrigó con la lógica
económica y las estrategias de los negocios internacionales y
escribimos dos artículos juntos. Mi investigación para Power
and Interdependence más adelante me llevó a leer ampliamente
sobre la historia de la economía política internacional durante
el siglo xx. De manera que en 1976 volví a este tema, reflexionando sobre las consecuencias políticas de los consejos económicos y en 1977-1978 pasé un año en el Centro de Estudios
Avanzados de Ciencias del Comportamiento, en Stanford, trabajando en la orientación en la política económica norteamericana, el tema de la coordinación de políticas internacionales y
la política internacional de la inflación 8.
Retrospectivamente, algunos de mis trabajos de este período
parecen carecer de un tema incisivo u original. Por cierto, cualquier conjunto de relaciones económicas tiene una dimensión
política, una dimensión no sólo clara para Albert Hirschman,
Karl Polanyi y J acob Viner en los años cuarenta, sino brillantemente analizada por todos ellos 9. Más aún, en Power and Interdependence Nye y yo ya habíamos buscado tlintegrar el realismo
8 Keohane, IlEconomics Inflation and the Role of the State: Political
Implications of the McCraken Report", World Politics, 31 (1978), pp. 108-128.
9 Albert O. Hirschman, National Power and the Structure of Foreign
Trade (Berkeley, University of California Press, 1945, 1980); Karl Polanyi,
The Great Transformation (Boston, Beacon Press, 1944, 1957); Jacob Viner,
uPower vs. Plenty as Objectives of Foreign Policy in the Seventeenth and
Eighteenth Centuries", World Polities, vol. 1 (octubre 1948), pp. 1-29.
48
~
Robert O. Keohane
y el liberalismo usando una concepClon de la interdependencia
que se centrara en la negociación" 10. Un trabajo ulterior sobre
la economía política internacional corría el riesgo de ser sólo un
conjunto de extensas notas de pie de página a Power and Inter-
dependence.
Cuando empecé a centrarme más explícitamente en la coordinación política, sin embargo, surgió un nuevo enigma analítico.
Nuevamente empecé expresando mi insatisfacción con la ortodoxia Realista. Si el énfasis Realista en los conflictos de interés y
poder era correcto, ¿cómo podía persistir tanta cooperación en
la política mundial durante la década de 1980? Después de todo,
los recursos relativos de poder económico de Estados Unidos
habían declinado desde la década de 1950 respecto de Europa, y
todavía seguían declinando respecto del Japón. No presumía que
el poder norteamericano estuviera viniéndose abajo, o siquiera
que esta declinación fuera uniforme: el Capítulo 9 de Alter
H egemony (Después de la hegemonía) se titulaba liLa declinación
incompleta de los regímenes hegemónicos" (he agregado la bastardilla) 11. Sin embargo, en un mundo realista uno debería haber
esperado una discordia agudamente incrementada e inclusive la
formación de bloques económicos, como lo habían predicho prominentes especialistas durante las perturbaciones de principios.
y mediados de la década de 1970. El hecho de que la cooperación
persistiera -inclusive aumentada, como en la energía; a veces
bajo grandes tensiones, como en el comercio- parecía desconcertante.
No tuve claves para este enigma hasta el final de mi licencia
de un año. En el verano de 1978 estuve presente en una reunión
en Minnesota con Charles Kindleberger, el famoso economista
internacional, quien empezó a hablar de las consecuencias para
las relaciones internacionales de las teorías de los costos de las
transacciones, la incertidumbre y el riesgo. A mi vuelta a Stanford
empecé a pensar más explícitamente acerca de lo que llamaba,
en un informe de trabajo de julio de 1978, "externalidades y
riesgos de la coordinación política internacional". En 1979, Timothy McKeown era un estudiante de posgrado en Stanford, que
trabajaba con James Marcha tanto como conmigo. McKeown
aceleró mi proceso de aprendizaje introduciéndome en parte de
la bibliografía contemporánea sobre microeconomía. Así es como
los estudiantes a veces les enseñan a sus profesores más de lo
que sus profesores les enseñan a ellos. De manera que empecé
a leer libros de autores tales como George Akerlof, Ronald Coase y
10 Keohane y Joseph S. Nye, tlPower and Interdependence Revisited",
International Organization, vol. 41 (otoño 1987), p. 733.
11 Keohane, After H egemony: Cooperation and Discord in the World
Political Economy (Princeton, N. J., Princeton University Press, 1984).
Una historia intelectual propia
~
49,
Oliver Williamson y a pensar acerca de sus consecuencias para
las relaciones internacionales 12 . James Rosse, un colega del campo
económico y decano asociado (ahora administrador) de Stanford,
me prestó un conjunto invalorable de informes reproducidos
para su curso sobre organización industrial. Para fines de 1979
había tomado ciertas notas para un informe posible sobre /lriesgo,
información y regímenes internacionales", que se convirtió en
/lThe Demand for International Regimes" (La demanda de regímenes internacionales), el cual a su vez formó la base para el
centro analítico de After Hegemony (capítulos 5 y 6) 13.
Para mí fue un excitante descubrimiento que los regímenes
internacionales pudieran ser explicados de modos paralelos a la
moderna teoría de la empresa, que los fracasos del mercado político surgiesen de los costos de las transacciones y de la incertidumbre y que estos fracasos pudieran corregirse, con beneficiopara todos los participantes, a través de instituciones interna-cionales. Todavía puedo sentir el sentimiento de alivio en mi
oficina del cuarto piso en Stanford en diciembre de 1979, cuandoentreví la importancia de las teorías de las organizaciones industriales para la comprensión de los regímenes internacionales. Una_
súbita comprensión tal sólo me ha oC,u rrido una vez en mi
carrera, pero diciembre de 1979 fue un momento crítico para
mí: antes de entonces, no estaba seguro de cuáles eran los
temas clave; después, tuve una imagen evidentemente vaga perosin embargo apremiante que me guiaba. Y si bien otros pueden
opinar de forma diferente, considero el haber hecho esta conexión_
una de mis contribuciones más importantes al estudio de la
política mundial.
No declaré en el momento de mi revelación que tila eficacia
lo es todo", ni que el principio racionalista era perfectamenteiluminador; se me había instruido demasiado en Harvard acerca
de la significación de la política del poder y de las vaguedades dela historia humana para caer en ello. Por cierto, algunos amigos
han pensado que durante la década de 1980 retrocedí y me inclinépara expresar mi respeto por el realismo y el neorrealismo.
Algunos inclusive me han identificado como IIneorrealista", a
12 George Akerlof, ilThe Market for Lemonts", Quarterly Journal of
Economics, vol. 24 (abril 1970), pp. 175-181; Ronald H. Coase, "The Nature
of the Firm", Economica, vol. 4 (1937) , pp. 386-405; Coase, ilThe Problem
of Social Cost", Journal of Law and Economics, vol. 31 (1960), pp. 1-44;
Oliver Williamson, ilA Dynamic Theory of Interfirm Behavior", Quarterly Journal of Economics, vol. 79 (1965), pp. 579-607; Williamson, Markets andHierarchies: Analysis and Anti-Trust Implications (Nueva York, Free Press,
1975).
13 Keohane, ilThe Demand for International Regimes", Internationat
Organization, vol. 36 (1982), pp. 325-356 (también Capítulo 5 de estevolumen).
,50 P. Robert O. Keohal1e
pesar de mi auto identificación explícita como crítico de tal
'punto de vista 14.
Para principio de 1980 m e había formado la idea de un
libro sobre cooperación internacional que trataría el enigma
de la cooperación bajo condiciones de hegemonía en declinación y
-que utilizaría las teorías del fracaso de mercado para procurar
resolver dicho enigma. Me llevó casi cuatro años elaborar el
planteo, completado con capítulos de la economía política internacional de posguerra, para lo cual había empezado mi investigación durante 1977-1978.
Entre tanto, a Nan se la designó inesperadamente rectora
,del Wellesley College. Un viaje diario de 6.000 kilómetros no nos
atraía a ninguno de los dos, especialmente porque en ese momento
teníamos tres hijos viviendo con nosotros. Tuve la suerte de que
me ofrecieran un cargo en la Universidad Brandeis, también al
'oeste de Boston, y así pudimos mudarnos juntos al este en 1981.
En Brandeis los estudiantes eran interesantes, y mis colegas, en
'especial Robert Art y Susan Okin, eran estimulantes y coopera"ban. Piadosamente relevado de mi presidencia del departamento
'enStanford después de sólo un año, pude concentrarme en mi
'manuscrito. Brandeis ofrecía 'un entorno acogedor para probar
-mis ideas, tanto como suficiente tiempo para avanzar con mi
redacción. Si bien me había mudado a Brandeis por motivos
personales más que profesionales, resultó ser un productivo cam'bio de lugar.
En 1985 -veinte años después de alejarme hacia Swarth'more- acepté un cargo en un profundamente cambiado Departamento de Gobierno de Harvard, ahora a la vez más congruente
"en lo personal y más vibrante intelectualmente de lo que la
había encontrado como estudiante de posgrado. A pesar de mi
'cariño por Brandeis, la oportunidad de volver a Harvard -donde
tanto la calidad de los estudiantes como la riqueza del entorno
"intelectual no tienen parangón- fue irresistible.
"ENIGMAS Y POSIBILIDADES FUTURAS
'Ningún viaje intelectual es suave, dado que la confusión es una
'-c ondición necesaria para el descubrimiento. Pasé gran parte de
mi vida intelectual tan confundido que no podía siquiera des14 Keohane, UTheory of World Politics: Structural Realism and Be'yond", en Ada Finifter, comp., Political Science: The State of the Discipline (Washington, D.C., American Political Science Association, 1983, 1986),
'pp. 503-540, reproducido en Keohane, N eorealism and 1ts Critics (Nueva
-York, Columbia University Press, 1986), pp. 158-203 (también Capítulo 3
--de este volumen).
Una historia intelectual propia
~
51
cribir las preguntas que quería responder .. Según se ha dicho,
Gertrude Stein preguntó en su lecho de muerte: "¿Cuál es la
respuesta?" Cuando sus amigos no pudieron darle ,una, dijo:
l/Bien, entonces, ¿cuál es la pregunta?" Entender la pregunta
adecuada en la cual centrarse a menudo es la parte más difícil
de un proyecto de investigación de política internacional. Probablemente llegó el año 1973 antes de que Joe Nye y yo nos
diéramos cuenta de que nuestro tema clave podía plantearse'
en términos de la relación entre el poder político y la interdependencia económica; llegué a principios de 1980 antes de poderplantear mi pregunta de investigación en términos claros: ¿porqué la cooperación internacional institucionalizada persiste cuando declina la hegemonía? En cada caso, tres o cuatro años de
investigación y -pensamiento confuso le precedieron al planteO'
de la pregunta y una similar longitud de tiempo fue necesaria
para completar el estudio una vez que la pregunta se había
vuelto -clara. La esencia del' descubrimiento se ve profundamenteperturbada por preguntas sobre las cuales uno es supuestamente experto.
Desde la finalización de After Hegemony, he estado bus-cando una forma de superar esta teoría bastante rudimentaria
de cooperación internacional. Decir que los regímenes internacionales facilitan la cooperación reduciendo la incertidumbre y
que los gobiernos se conforman a los mandatos de los regímenes-o
en gran medida preocupados por ' la reputación, todavía tiene'
sentido para mí. Pero esta formulación no es demasiado precisa,.
y no nos lleva demasiado lejos. Un enfoque posible para una·
precisión mayor sería usar rigurosamente la teoría de los juegos
y no ya metafóricamente, pero la teoría de los juegos no ofrece'
predicciones únicas, inclusive en las situaciones simples más
interesantes, y es sólo de valor heurístico para quienes intentan
entender situaciones multilaterales complejas. Como resultado·
de mi compromiso con un intento colectivo por entender lila
cooperación en anarquía" a través del uso de simples preceptos
derivados de la teoría de los juegos, llegué a la conclusión de'
que era poco probable que una mayor formalización de la teoría
de los juegos pudiera dar una estructura clara para una investigación precisa y reflexiva sobre la política mundial y, en cualquiercaso, que no estaba equipado intelectualmente y por temperamento era poco adecuado para hacer una contribución a esa'
empresa 15. El empleo de la teoría de los juegos sólo destacaba
la importancia del contexto dentro del cual los juegos tienen
15 Kenneth A. Oye, comp., Cooperation Under Anarchy (Princeton,
N. J ., Princeton University Press, 1986). Se trata del ejemplar especial deF.
otoño de 1985 de World Polities.
.
-52 -Q- Robert O. Keohane
lugar y las percepciones que afectan la toma de decisiones en
',s i tuaciones ambiguas 16.
Con la ayuda de una beca de la Fundación Ford, en 1985-1986
y 1986-1987 codirigí una serie de seminarios en Harvard-MIT
sobre instituciones internacionales y cooperación, y organicé una
·conferencia sobre dicho tema con especialistas de todo el país.
Estos encuentros y las necesidades de mis estudiantes de posgrado de Harvard reforzaron mi incipiente enfoque de que el
siguiente paso importante para entender la cooperación inter·nacional tendría que incorporar plenamente la política interna en
·el análisis, no sobre una base meramente ad hoc sino sistemáticamente. También me llevaron de forma más fundamental a una
nueva conciencia de las limitaciones de una teoría estática como
la que empleaba en After H egemony. La política mundial depende de un camino, como lo señaló Paul David en la conferencia: el lugar donde estamos depende no sólo del estado de factores
demográficos, institucionales, económicos y militares, sino también de cómo llegamos allí y cómo llegamos allí puede en sí
mismo haber sido fuertemente afectado por el azar o por aconte·cimientos coyunturales 17.
En estos seminarios, H(!yward Alker repetidamente planteó
"una afirmación más: que los estudiantes de relaciones internacionales deben tomar en cuenta la historicidad. Tal como yo lo
'.entiendo , la historicidad se refiere al proceso social de reflexión
sobre la experiencia histórica que sufre la sociedad humana.
Este proceso social altera la comprensión que tienen las socie·dades de sí mismas y, por ello, las acciones en las cuales se
involucran. "El sentido importa". Como resultado, las descripciones económicas ahistóricas de la acción humana, que le
atribuyen a sus miembros funciones de utilidad que no cam-bian, fracasan en captar la naturaleza ' esencialmente histórica y
refleja de la vida humana colectiva.
Ahora estoy intentando enfrentarme con la política interna,
'la dependencia del camino y la historicidad en mis reflexiones
sobre cómo los modelos de cooperación internacional cambian.
¿Por qué las relaciones entre ciertos países, o los acuerdos multi'laterales respecto de temas particulares, se caracterizan por una
·congruencia general con los acuerdos internacionales, mientras
que en otras relaciones la significación de los compromisos pasados está mucho menos asegurada? Si uno creyera en la visión
Realista del mundo, la adecuación sería extraña, dado que los
'intereses cambiantes y las relaciones de poder también cambian,
16 Robert Axelrod y Keohane, 11 Achieving Cooperation Under Anarchy:
•Strategies and Institutions", en Kenneth A. Oye, comp., Cooperation Under
Anarchy (Princeton, N. J., Princeton University Press, 1986).
17 Paul A. David, llThe Economics of QWERTY", American Economic
.Review, vol. 75 (1985), pp. 332-337.
·
Una historia intelectual propia
~
53
tes deberían convertir en obsoletos a los acuerdos. "Los fuertes
hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben", les
decían los enviados atenienses a los habitantes de M~los, según
Tucídides; y Bethmann-Hollweg en 1914 describía el tratado que
garantizaba la neutralidad de Bélgica como "un pedazo de papel".
En After H egemony confiaba en responder esta pregunta sobre
la reciprocidad con sus implicaciones de represalia y sobre la
preocupación de los gobiernos por su reputación. Pero la reciprocidad no se aplica bien entre los que son desiguales en el
poder y no todas las reputaciones valiosas implican que se trate
de socios confiables: puede ser útil a veces tener una reputación de egoísta o de tramposo. Sospecho que se puede encontrar mejores respuestas a esta pregunta si observamos de
manera más estrecha la forma en que se intersectan la política
internacional y la interna o la relación entre ley interna e internacional.
En cualquier caso, la pregunta central que ahora me intriga
puede formularse de la siguiente manera: ¿por qué y bajo qué
condiciones los gobiernos toman con seriedad los acuerdos internacionales en un mundo de anarquía? Debemos llegar a entender
no sólo por qué los gobiernos toman sus compromisos con
seriedad sino también cuáles son las fuentes de variación en esta
deferencia a los compromisos. ¿ Por qué algunas relaciones se
desarrollan, a lo largo del tiempo, de forma tal que cada partido
toma seriamente los acuerdos, aun cuando no siempre se adecuan
perfectamente a sus términos, y por qué otras relaciones no se
desarrollan de esa forma? Aun el mismo país puede comportarse
de forma diferente en contextos diferentes: consideramos el contraste entre el comportamiento norteamericano en el siglo XIX
respecto de sus acuerdos con Gran Bretaña, por un lado, y su
comportamiento hacia sus tratados con los indios o sus acuerdos
de inmigración con China, por el otro. Ahora estoy trabajando
sobre la política exterior norteamericana con este enigma en
mente. Pero si algún trabajo publicado surge de esto, la pregunta
puede ser diferente; todavía no me resulta claro que ésta sea
la pregunta correcta o la forma correcta de plantearla.
Si tengo la suerte suficiente como para tener una vida de
duración normal, ahora estoy casi exactamente en el punto medio
de mi carrera profesional. Veintitrés años atrás estaba enseñando mi primer semestre en Swarthmore; de aquí a veintitrés
años, si mi destino personal lo permite, la guerra mundial se
ha evitado y las instituciones políticas y educativas sobre las
cuales descansa nuestra vida persisten, tendré setenta años y
estaré cerca de la jubilación. De manera que esto no es una
autobiografía sino, más bien, una mirada hacia atrás y hacia
adelante desde el punto medio.
54 Q- Robert O. Keohane
Si parece presuntuoso revisar mi propio pasado, sería absurdo intentar prever mi futuro. Afortunadamente, el celo vital
a menudo descansa en lo inesperado. Cuando uno contempla el
futuro, la esperanza y los ejemplos pueden ser más útiles que
la experiencia o la lógica. La esperanza es necesaria porque nos
permite superar la desesperación a que el análisis racional, probabilístico, a menudo puede llevarnos. Los ejemplos son esenciales
porque nos permiten imaginar nuestro futuro en términos personales, dándonos algo específico por lo cual esforzarnos. Además
de los ejemplos de Hoffmann y Nye, un especial modelo para mí
lo representa Ernst Haas, de la Universidad de California en Berkeley, cuyo alumno habría sido si la mística de Harvard no
me hubiera dado vueltas en la cabeza. Haas ejemplifica el tipo
de vida académica en la cual creo: compromiso con valores humanistas, cosmopolitas y ecológicos; persistencia en buscar temas
de investigación coherentes (en su caso, la investigación sobre
cómo la gente y las organizaciones aprenden a afrontar los
problemas de la interdependencia internacional); el apoyo a sus
alumnos actuales y pasados y la disposición a admitir la intriga
y la confusión al intentar enfrentarse con problemas teóricos
difíciles que no puede resolv.er satisfactoriamente.
Reflexionar sobre la carrera de Ernie Haas me lleva a mi
planteo inicial sobre los valores. Si aprendemos más acerca de
los procesos por los cuales los compromisos internacionales
se toman con seriedad, podemos entender mejor las condiciones
bajo las cuales la cooperación no sólo se realiza sino que se
institucionaliza y se acumula. No toda la cooperación tiene fines
válidos, los gobiernos a menudo cooperan para hacer la guerra,
para explotar a otros y para ocultar los efectos de sus depredaciones. Pero creo que la cooperación internacional, si bien no
suficiente, es una condición necesaria para la vida, la libertad y
la búsqueda de la felicidad en el siglo XXI. Sigue siendo, en
consecuencia, un tema válido acerca del cual sentirse intrigado
y confuso.
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